—Gracias por la invitación, señorita Wellington.
Arnold caminaba rumbo a la salida de la residencia de su socio, en compañía de la hija de este.
—No tienes nada que agradecer y tampoco tienes que seguir llamándome señorita Wellington, llámame Rhonda y deja a un lado las formalidades, Arnold.
—De acuerdo...Rhonda.
—Eso está mejor —ella se detuvo y Arnold hizo lo mismo —y no dejes que pase tanto tiempo para que vuelvas a honrarnos con tu presencia.
—No le prometo... —Rhonda lo reprendió —No te prometo que así sea pero lo intentaré —dijo él con el fin de que la joven dejara de insistir.
—Bien, por ahora esto me bastará... Siempre y cuando seas mi acompañante en el próximo baile —Arnold se iba a negar en rotundo, pero Rhonda hizo un ademán con la mano y se lo impidió —. Entiendo que pueda ser molesto atraer tanta atención, pero no te preocupes, a la gente le gusta entretenerse de esa manera, sin embargo, cambian el objetivo sobre el cual poner su atención y a veces resulta ser uno demasiado poco llamativo —suspiró —. como la sosa cuñada de Deshamp.
—¿Quién? —esperó no sonar interesado en el tema, pero no pudo evitarlo.
—Ya ves, a ti también te pica la curiosidad con estos asuntos. Lo más seguro es que no sepas a quien me refiero y es comprensible, siendo como es —hizo una mueca de desprecio —tan poca cosa, pero increíblemente hay alguien que se fijó en ella. No sé qué pudo verle Bristol, pero en la última reunión se mostró bastante interesado en ella. No sé si solo yo lo noté, pero lo cierto es que pronto todos lo harán, después de todo él busca una tercera esposa… !Aunque no puedo creer que ella esté buscando un marido y vistiéndose de esa manera! ¡Con una total carencia de estilo!
Arnold ya no escuchó las quejas sobre la falta de consciencia de la moda de la joven en cuestión, tan solo podía pensar en aquello del interés de Bristol, ese hombre debería de estar en la misma lista que él o en una peor, lo conocía bien y sabía de la perversidad de la que gozaba y no solo en el terreno de los negocios, sino también en lo referente al trato que le dio a sus difuntas esposas.
—Tal vez sí vaya al próximo baile —la retahíla sobre moda que estaba soltando Rhonda, cesó y una sonrisa apareció en su rostro —, creo que me estás convenciendo, Rhonda.
No era correcto lo que tenía pensado hacer, Bristol lo sabía bien pero...
Desde la otra noche, cuando Olga se la presentó se encaprichó con ella y no es que fuera bella como la hermana, tenía su encanto, sí, pero no fue eso lo que lo hizo codiciarla, sino ese halo de inocencia y pureza que la rodeaba, y que él pudo notar en su falta de malicia al tratar con un hombre como él.
Esa joven lo tentaba demasiado y fue eso lo que lo llevó a elucubrar su plan.
Si su instinto de viejo lobo no había fallado, él podría ser el primero en 'probarla', se había obsesionado con eso y al final decidió hacerlo. No iba a causar ningún daño después de todo, si ella en verdad resultaba ser virgen, él estaba dispuesto a resarcir el daño y casarse ¿No era acaso lo que ella quería?, un marido. Eso dijo Olga.
Claro, una vez que la hiciera su esposa, la vigilaría muy de cerca. No estaba dispuesto a dejar que siguiera los pasos de la hermana, aunque anhelaba que fuera tan habilidosa como ella en cuanto al desempeño en el lecho se refería.
—La noto nerviosa, señorita Pataki —le dijo él, sonriendo.
—No, para nada —y era cierto, no estaba nerviosa, estaba incómoda. Ese hombre por alguna razón no le agradaba mucho y menos después de que su hermana le susurrara al oído antes de dejarlos solos, un «es viudo, está buscando esposa». Era la primera vez que se acercaba a ella un hombre con claras intenciones de convertirse en su pretendiente y no quería seguir ese juego —, es sólo que...creo que debo ir a reunirme con mi hermana, tal vez esté buscándome.
—Le aseguro que no. Ella sabe que la dejó en buenas manos —quien tal vez no estaría para nada de acuerdo en que él estuviera cerca, era Doug. Olga le mencionó lo protector que era con «su hermanita», pero de mantenerlo ocupado y alejado ya se había encargado él. Casi se le escapa una de sus constantes sonrisas maliciosas.
Helga frunció el ceño y miró a su alrededor, tal vez si localizaba a su hermana o fingía localizarla entre la multitud, podría pretender que la estaba llamando y así podría alejarse de ese hombre.
—Tome un poco de esto para que se relaje —él le ofreció una copa que había tomado mientras ella no lo miraba y a la que, aprovechando la falta de vigilancia preparó especialmente para iniciar con la parte principal de su plan.
—No acostumbro a beber, gracias.
—Solo un poco, vamos. Si después de darle un par de tragos no se relaja un poco, lo tomaré como señal de que mi compañía no le es muy grata y la acompañaré a buscar a su hermana —notó que iba a volver a negarse, así que añadió con rapidez — y ya no volveré a molestarla. Lo prometo.
La propuesta fue tan buena que Helga con total determinación, prácticamente le arrebató la copa de la mano y dio un par de sorbos, más grandes de lo que hubiera querido.
—Creo que no ha servido —dijo inmediatamente después de aclarar su garganta, al tiempo que estiraba la mano para regresarle la copa medio vacía —. No me siento relajada.
—¡Lástima! Tendré que cumplir mi palabra. Busquemos a su hermana.
Comenzaron a moverse entre la gente.
Helga por delante de él con paso firme hasta que, tras unos minutos de recorrido su pie tropezó con algo. Logró recobrar el equilibrio, pero casi de inmediato volvió a ocurrirle, se levantó un poco el vestido para evitar que volviera a pasarle, pero no sirvió. Sus piernas repentinamente estaban muy torpes. Volvió a tropezar y se tambaleó.
—¡La tengo! —él la agarró del brazo y así la sostuvo —Debería tener más cuidado.
—Eso intento —tuvo la impresión de arrastrar la lengua cuando dijo aquello, pero no estaba muy segura porque la cabeza estaba comenzando a darle vueltas.
—¿Se siente bien?
—Creo que...el vino...no...me sentó...bien.
—Venga conmigo, la llevaré a que descanse un poco.
Helga escuchó su voz, pero no pudo entender sus palabras. Sólo pudo mirarlo sonreír de una manera un tanto perversa y quiso soltarse de su agarre, pero su cuerpo no le respondió. Él le encajó los dedos en el brazo, agarrándola con fuerza, llevándola a dónde él quería y ella ya no fue capaz de oponer resistencia.
Arnold buscaba con la mirada y cierta desesperación entre la gente.
Prácticamente acababa de llegar, gracias a que Rhonda se tomó más tiempo del pactado para estar lista, pero apenas cruzaron la puerta, Arnold ignoró cualquier exclamación ahogada, cuchicheo o clara expresión de disgusto y sorpresa por verlo allí, y comenzó a buscarla de inmediato.
Al verla se reafirmó que hizo lo correcto al ir. Ella estaba en compañía de Gregory Bristol y no había que ser muy listo para darse cuenta que estaba muy incómoda y casi maldijo a Rhonda cuando reclamó su atención, haciéndolo despegar la vista de su objetivo y para cuando pudo lograr que la hija de su socio lo liberara, Helga ya se habían ido.
No había sido mucho el tiempo que él les quitó la mirada de encima, pero ya no estaban y eso le daba muy mala espina.
No quiso perder más tiempo y rogando no ser detenido por algún invitado curioso o furioso con él, se mezcló con el resto de los asistentes y comenzó una frenética búsqueda.
Mientras se movía ágilmente entre el laberinto viviente y cambiante de forma, su mente no dejaba de trabajar. No podía ser que ella se fuera con Bristol por voluntad propia o tal vez sí, ¿acaso no había estado muchas veces a solas con él, siendo quien era, un asesino como decía la gente? Era muy confiada, inocente... Así que, tal vez aceptó una invitación para ir al jardín. No. Ella no estaba cómoda con Bristol, lo notó de inmediato a la distancia.
De pronto, un impulso que no entendió lo que lo provocó, lo hizo mirar hacia un lado del salón y vio lo que creyó era el bajo de un vestido desaparecer al atravesar una puerta y sin pensarlo fue en esa dirección.
Cuando cruzó la puerta, Arnold trastabilló y sintió formarse un hueco en su estómago. Esa puerta no daba precisamente a los jardines, sino a las habitaciones.
¡Tenía que encontrarla!
Helga abrió los ojos al escuchar un estruendo e hizo el intento de moverse y aunque sentía su cuerpo pesado al final lo consiguió.
Con una pequeña sonrisa triunfal se incorporó un poco. Tenía la sensación de haber dado muchas vueltas sobre su propio eje, se sentía confusa, no entendía de quienes eran esas dos figuras enfrascadas en una extraña coreografía, ni por qué sentía tan fría la piel.
Olvidándose absurdamente de lo que ocurría frente a ella, se frotó los brazos y aunque tardó un poco se dio cuenta de que sus brazos estaban desnudos, ¿qué había pasado con las mangas de su vestido? Bajo la vista y pudo ver que las mangas no eran lo único que había desaparecido, lo había hecho también su vestido, dejando expuesta su delgada ropa interior. En ese momento su mente salió de golpe de su estupor y buscó con desesperación y a tientas algo con que cubrirse.
¿Qué le había ocurrido?
¡No! ¡No quería pensar en eso! Apretó los ojos y sacudió la cabeza con fuerza, como queriendo, con eso, escapar de lo que estaba pasando, pero el escuchar la puerta cerrándose con violencia la hizo abrir los ojos y mirar en la dirección en la que provino el sonido.
Hubiera gritado si no sintiera aquel nudo en la garganta y esa presión en el pecho. De pie casi frente a ella estaba ese hombre, su vecino, el que había asesinado a su propia esposa. Tenía un aspecto desaliñado, la respiración agitada y una mirada que no podía descifrar, pero lo que la hizo sentir que la sangre abandonaba su cuerpo fue ver que sostenía en su mano una navaja.
«Asesinó a su esposa»
Arnold la vio abrir los ojos desmesuradamente y palidecer y antes de que él pudiera preguntarle si estaba bien, el brillo proveniente de la hoja de la navaja que sostenía, le hizo comprender lo que ocurría.
De inmediato dobló aquella pequeña arma y la arrojó lejos.
—No es mía —dijo él apenas —.Se la quité a Bristol.
—Bristol... —repitió Helga, al tiempo que el entendimiento se abría paso en su mente —Fue él quien me hizo esto...—su voz se cortó —Él me...
—¡No le hizo nada! —la interrumpió Arnol de manera enérgica —Por fortuna llegué a tiempo —su voz adquirió un tono más tranquilizador.
Helga asintió levemente, agachó la cabeza y sus hombros empezaron a estremecerse.
Arnold permaneció a una distancia prudente, esperando a que ella se calmara, tratando a la vez de tranquilizarse él mismo, después de haber sentido la ira y la adrenalina fluir por su cuerpo mientras se liaba a golpes con Bristol, pero no pudo contenerse después de abrir la puerta de esa habitación y ver a ese malnacido sobre la inconsciente joven.
Finalmente, después de unos minutos el llanto de Helga cesó.
Arnold con movimientos lentos, llevó una de sus manos al interior de su saco, Helga lo miró tensa, pero al ver que lo que sacaba era un pañuelo sintió sus músculos relajarse. Él mantuvo su actitud cuidadosa al acercarse a ella y ofrecerle el objeto, ella agradeció quedito y aceptó la prenda.
—Iré a buscar a su hermana.
—¡No! ¡No me deje sola! —Helga bajo la mirada sorprendida de haber lanzado esa petición con tanta vehemencia.
Arnold comprendió que ella tuviera miedo de que Bristol regresara y luchó por no emocionarse con él hecho de que confiara en él.
—Me quedaré, no se preocupe.
—Mi vestido está arruinado...ahora solo me quedan dos vestidos de fiesta —dijo ella, después de unos minutos en los que estuvieron en silencio, sin mirarlo y como si ese banal asunto fuera muy importante en ese momento.
Arnold no la juzgó, entendía que estaba aún en shock y si su mente deseaba eludir de esa manera lo que acababa de ocurrir y él estaba dispuesto a seguirle el juego.
—Siempre puede mandar a hacer otro.
—¿Estando la temporada tan avanzada? —Lo miró como si estuviera loco y eso casi hace reír a Arnold —A Doug le costó muchísimo trabajo conseguir los que tengo.
—¿Doug es su cuñado? ¿Él los eligió? —ella asintió en ambas ocasiones —Bueno, disculpe que diga esto, pero su cuñado tiene un gusto pésimo en lo que a moda se refiere.
Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de ella y Arnold se sintió condenadamente satisfecho por lograr esa reacción en ella.
—Lo sé ¡Odio esos vestidos! —era sumamente irreal que después de lo que había ocurrido, ella se sintiera tan bien por sincerarse sobre su guardarropa con ese hombre al que todos consideraban una amenaza, se dijo Helga.
—Debería conseguir otros, más a su gusto.
—¿Tengo que volver a repetir que hacer eso a esta altura de la temporada es, cuando poco, imposible?
—Sé quién puede ayudarle con eso. Mañana mismo le enviaré a alguien con los datos —Volvieron a guardar silencio por un tiempo hasta que Arnold habló de nuevo —¿Está segura de que no quiere que busque a su hermana?
—Prefiero que ni ella, ni Doug se enteren.
—Entonces en cuanto se sienta mejor la sacaré de aquí.
—¿Puede ser ahora mismo? Ya no quiero estar aquí.
—De acuerdo —Arnold se quitó el saco y se lo entregó —. Use esto —miró hacia una puerta que Helga no había notado antes y desde la cual se podía ver un jardín —, estaré esperando afuera, si necesita algo tan solo llámeme.
Él salió y ella comenzó con la tarea de acomodar su ropa.
Soltó la ropa de cama con la que hasta el momento se estuvo cubriendo. El frente de su vestido estaba dividido en dos por un corte limpio hasta un poco más allá del nivel de su cintura y supo que ese hombre había usado aquella navaja que ahora estaba en algún lugar de la habitación.
Por fortuna no había cortado más allá del vestido, su ropa interior estaba intacta, de no ser así ella hubiera quedado totalmente expuesta ante él. Darse cuenta de eso le provocó otra oleada de lágrimas, esta vez silenciosas y que no pararon mientras acomodaba la prenda como podía.
Al terminar, limpió su rostro usando de nueva cuenta el pañuelo, se puso el saco y guardó la blanca tela de seda en uno de los bolsillos y aferrándose a la prenda masculina dio una profunda respiración y se puso de pie.
Tratando de dar pasos firmes se reunió con su ahora salvador.
—Vamos —dijo él, ofreciéndole su brazo, pero ella tomó su mano.
Arnold la miró desconcertado por un segundo, pero se obligó a concentrarse en la tarea que tenía que hacer.
Nunca había estado en aquella casa, pero no era muy diferente a todas las demás casas, así que confiando en su deducción comenzó a caminar.
No tardó mucho en confirmar que había hecho lo correcto, cuando vio la salida trasera que comúnmente ocupaba la servidumbre.
Se detuvo en el lugar que le pareció más adecuado y se giró hacia ella.
—Espere aquí —dijo Arnold en voz baja y con intención de soltar su manos, pero ella no se lo permitió, eso le oprimió el corazón a él. Que tan mal se debería de sentir para aferrarse a la mano de un asesino —. Aquí estará segura, volveré pronto por usted.
La forma en que la miró y la suavidad en su voz al hablarle, la tranquilizó y soltó su mano, permitiéndole irse. Sabía que iba a volver por ella, confiaba en él. Así era, a pesar de lo que había escuchado sobre él, ella estaba segura de que ese hombre no podía ser el monstruo que todos decían. En verdad lo estaba.
Cuando él regresó le dijo que debían esperar un poco a que todo estuviera listo y una vez que él consideró que había pasado el tiempo suficiente, la condujo hasta la salida. Allí esperaba un mozo junto a la puerta, Arnold trató de mantener en todo momento a Helga oculta tras él, no pensó que el joven sirviente fuera a estar allí, pero al llegar frente a él, entendió el porqué.
—Todo está dispuesto como mando, señor — extendió la mano pidiendo más recompensa por su buena labor, aun cuando Arnold ya le había entrado antes una buena cantidad. Rebuscó en sus bolsillos y entregó malhumorado más monedas y sin decir nada, después de que la puerta fuera abierta se movió rápido para salir.
Estaba molesto, no por dar más dinero, lo que molestaba era que su acompañante pudiera quedar expuesta.
A Helga le sorprendió la rapidez con la que estuvo dentro de un carruaje que no reconoció.
—No se preocupe, es mi carruaje —dijo Arnold, al notar su desconcierto.
Después de cerrar la puerta caminó hacia la parte delantera y sintió mucho alivio al ver al buen George, y ocupó el lugar al lado de él.
—A la residencia Leshamp —indicó baja y escuetamente, pero bastó para que su mayordomo entendiera y se pusiera en marcha.
Al llegar a su destino, la entrada de la residencia Leshamp, Helga bajó del carruaje sin esperar a que la ayudaran, aferró bien el saco que la cubría, como si con eso se protegiera de las miradas extrañadas de la servidumbre y no detuvo sus pasos hasta llegar a su habitación.
Se quitó el saco y lo puso con cuidado en la silla al lado de su cama y después de deshacerse de lo que quedaba de su vestido, luchó contra botones y cintas, y se despojó de lo que restaba de su vestimenta.
Para cuando por fin terminó de ponerse el camisón, la cabeza le dolía tanto que se dejó caer en la cama, cerrando los ojos con fuerza en un intento de hacer que pasara.
«No podía moverse...
Aun cuando le ordenaba a su cuerpo que hiciera algo para detener las manos de aquel hombre que recorrían su cuerpo, este no se movía.
Después la orden se volvió una súplica, cuando ese hombre se colocaba sobre ella. Ni siquiera pudo cerrar los ojos cuando esa desagradable cara curtida por los años y con una expresión tan aterradora que nunca había visto en su vida, se le acercaba. Intentó girar su rostro, pero también resultó algo inútil y no pudo evitar que los labios de su agresor tomaran los suyos».
Helga abrió los ojos de golpe.
Había sido un sueño, pero fue tan vívido que el malestar y las náuseas se apoderaron de ella y cubriendo su boca se levantó tan rápido como pudo y salió a toda velocidad hacia el baño, por fortuna este no estaba tan alejado de su habitación
Cuando su estómago estuvo más tranquilo, tal vez por haberse vaciado, se puso de pie y escuchó que llamaban a la puerta.
—¿Hermanita? ¿Estás bien?
Era su cuñado.
—Si, Doug —consiguió decir, sintiendo aún un desagradable gusto en la boca.
—¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que entre?
—¡No! Estoy bien. Dame un par de minutos y enseguida salgo.
Enjuagó su boca, frotando con rudeza sus labios y lo mismo hizo en sus brazos y cuello con una toalla que humedeció, talló hasta que la piel le dolió y se puso roja, pero ni con eso se pudo quitar la desagradable sensación que la envolvía.
Doug volvió a llamar a la puerta y ella fue a abrir.
En cuanto la vio, su cuñado abrió los ojos como platos y su quijada se desencajó. Debía de verse fatal, pensó ella. Él hizo un par de intentos de balbuceos incomprensibles antes de lograr hablar.
—Entonces, ¿por eso dejaste la fiesta? Te sentías mal.
—Ya estoy mejor... —se limitó a decir, sin mirarlo a la cara. Era bueno que ahora hubiera una razón plausible para que ella desapareciera de la fiesta —Perdón por no haberles avisado y por haberte despertado —se disculpó apenada, la habitación del matrimonio estaba más cerca del baño que el de ella, así que por eso él había escuchado lo ocurrido.
—No te preocupes, hermanita. Lo importante es que ya te sientas mejor. Ven —se acercó a ella y, como solía hacer, le pasó el brazo por sus hombros —, vamos a tu habitación.
Él comenzó a caminar y a ella no le quedó de otra que caminar a la par.
Poco antes de que llegaran a estar frente a la puerta de su habitación, Helga recordó el lugar en el que había dejado el saco ¿Y sí Doug lo veía? Le preocupó lo que pudiera llegar a pasar si eso ocurría, así que se detuvo de golpe y se alejó de él.
—Gracias por acompañarme... —sonrió —ya es tarde y no quiero que pierdas tu sueño por mi culpa, así que, buenas noches —y tan rápido como pudo entró y cerró la puerta, soltando un suspiro cuando escuchó los pasos de su cuñado alejarse, aunque extrañamente le pareció que iban en dirección contraria a la de su dormitorio.
Doug no regresó a su habitación.
Se dirigió al piso de abajo y entró a su despacho cerrando la puerta tras él. Los grandes ventanales libres de cortinas, dejaban pasar la luz de la luna, así que no tenía problemas para ver y se dirigió a dónde guardaba el licor. Cogió una copa y se sirvió en ella un par de veces, tomando su contenido en un solo y largo trago en las dos ocasiones.
—Se veía encantadora... —su voz sonó demasiado ronca.
No, más que eso. Encantadora no era una palabra que le bastara para describir la perfecta belleza de su hermanita.
Lo que aquel delgado camisón le permitió ver, despertó en él la lujuria. Si hubiera entrado en su habitación no se hubiera contenido, se habría apoderado de sus enrojecidos labios y habría gozado de su cuerpo hasta saciarse y hasta hacerla gritar a ella de placer.
Cerró tan fuertemente la mano sobre la copa que la rompió y la sangre comenzó a brotar hasta escurrir hacia el suelo.
¡Cómo se atrevía a siquiera permitirse pensar de esa manera sobre ella! Sobre su hermanita, la mujer más casta e inocente sobre ese podrido mundo. No, ella no podía ser corrompida de esa manera. Él jamás la tocaría para mancillarla y tampoco permitiría que otro lo hiciera, por eso no se había dedicado, como le había pedido su suegro, a buscar potenciales pretendientes. Además, aunque lo hiciera, el único que estaba a la altura para ser su compañero, era él.
—Mi amada hermanita, nuestro amor está destinado a ser el más puro sobre este mundo —abrió la mano ahora herida y la sacudió un par de veces con fuerza, para que los restos de cristal que habían quedado incrustados se cayeran y pasó la lengua sobre la herida para limpiarse la sangre.
CONTINUARÁ...
Esta historia también está de regreso y esta vez planeo terminarla sí o sí ^^
