~Semanas antes~

Mimi corrió a través del bosque, huyendo de un chico rubio de ojos azules que insistía por atraparla.

—¡Espera!—Gritó.

—No.— Respondió la castaña— No me atraparás.— Dijo sin parar su marcha.

Mimi corrió como si de eso dependiera su vida, no debía atraparla, claro que no.

Se detuvo al ver un gran roble frente a ella, lo rodeo para esconderse entre sus grandes ramas y grande fue su alivio al ver que el chico que la seguía no apareción, sin embarog su alivio pasó a preocupación cuando sintió una respiración tras ella.

—Te atrapé.— Gritó el chico provocando que diera un pequeño salto— ¿Te asusté?

Mimi sorió y volteo— Algo.— Dijo antes de depositar un beso en la mejilla— Pero finalmente lograste atraparme Michael.

Su novio simplemente sonrió y la abrazó contra él.

—¿Sabes? Cada día es un día menos para que nuestra fecha especial se acerque.—Musitó el chico— Es como si de un sueño se tratara. En menos de dos semanas ambos serían marido y mujer.

Mimi sonrió, amaba recordar aquel detalle.

—¿Estás emocionada?

—Claro que lo estoy.— Respondió la castaña— He fantaseado con ese día desde que somos niños.— Sonrió— Incluso, antes que me lo pidieras ya había escogido mi vestido.

El rubio sonrió— Muero por verlo ¿me lo mostrarás antes de la boda?

—¿Estás loco?— Cuestionó la chica— Claro que no.

—¿Por qué?

—Porque es de mala suerte.— Respondió Mimi.

—Eso es solo una supertición.— Comentó Michael— No debes creer en eso.

—Puede ser solo supertición, pero debo ser precavida.— Musitó la castaña— No quiero que algo salga mal el día de nuestra boda o en nuestra vida juntos, quiero que todo sea perfecto.

El rubio acarició su mejilla—Y lo será.— Habló— Yo me encargaré de que lo sea.

—¿Lo prometes?— Preguntó la castaña.

—Claro.— Respondió el oji-azul antes de unir sus labios en un dulce beso que no dudó en corresponder.

~Actualidad~

—Señorita.— Gennai llamó a la castaña— Señorita.—Nuevamente la llamó— ¡Niña!— Movió a la chica de una manera un tanto brusca—¡Señorita!— Alzó la voz.

Mimi se removió entre sueños ante esto y abrió los ojos— ¿E?— Balbuceo— ¿Q-qué?

—Esto es el colmo, primero se escapa y ahora no cumple su labor.

La castaña se mordió el labio inferior al darse cuenta de su realidad, estaba exclavizada en ese lugar, contra su voluntad, sirviendo a un imperio que había matado a su familia y que la habían alejado de quién amaba.

Suspiró.

—¿No trapeaste?

Mimi hizo una mueca, anoche estaba tan cansada que ni cuenta se dio cuando sus ojosse cerraron por el cansancio, que no era menor, desde que había sido capturada no dormía bien.

—¡Niña! Respondeme.— Exigió el hombre.

Frunció el ceño ante esto.

—¿Acaso no ve que todo está igual?— Preguntó molesta.

Gennai frunció el ceño ante esto— ¡Insolente!— Exclamó— Se suponía que debía cumplir con este castigo que se le fue asignado por haberte escapado.

—Lo intenté y lo digo de verdad, enserio lo intenté, pero estaba cansada y este lugar es gigante.— Respondió Mimi— Además, puede que me hayan traido a este lugar pero ustedes no son quien para decirme que hacer o no, soy una mujer libre.

—Claro que no eres libre.— Habló Gennai molesto— Antes lo eras, ahora eres esclava.

—No lo soy.

—Si lo eres, niña, resignate de una buena vez.— Insistió el hombre.

¡No!

Jamás se resignaría a aquello, quizás había sido aprisionada por los Otomanos y ahora estaba en sus tierras, sin posibilidades de poder escapar, sin embargo, ella había nacido siendo libre y siempre lo sería.

—Nunca.— Gritó Mimi dispuesta a alejarse, pero apenas volteo chocó contra una mesa de centro provocando que una estatua de greda que debido al golpe cayó al suelo y se rompió haciendo un estuendoso ruido.

¡Rayos!

Pensó.

—¿Qué sonido fue ese?— Una tercera voz se hizo presente en aquel lugar y al voltear se encontró con la joven de ayer, Juri, quién al ver la estatua de greda en el suelo no pudo evitar sentirse alarmada— Pero ¿qué rayos ocurrió aquí?

—Esta chica.— Habló Gennai y señaló a Mimi— No cumplio con su castigo y ahora votó la estatua.

—La sultana madre se va a enojar, esta estatua era muy importante, tenía más de cien años en este lugar y era costosa.— Habló Juri— A la madre sultana no les gustara esto.

¡Rayos!

Mimi hizo una mueca.

—En verdad que te gusta dar problemas, niña.— Habló Gennai seriamente— Ahora tendremos problemas por tu culpa.

La oji-miel se cruzó de brazos— Si me dejaran ir no les provocaría tantos problemas.

—¿Estás loca?— Preguntó Juri— Eres propiedad del sultán, no podemos dejarte ir así como así.

—No soy propiedad de ese hombre.— Habló la castaña— Soy una persona, no una cosa, ni un animal.

—¡No vuelvas a decir eso!— Juri alzó la voz— Te puedes meter en graves problemas si te escuchan, podrías ser castigada con la muerte.

Mimi suspiró cansada ¿Cuántas veces tendría que responder que no le importaba que la matasen? Desde que la habían tomado como esclava nada le importaba.

—Más encima no llega a clases y no cumple su castigo, en verdad vamos a tener que tomar drásticas medidas en el asunto.


Mientras tanto a unos kilometros de ese lugar, un elegante carruaje venía en camino.

Hikari observó una de las ventanas y sonrió, hace bastante tiempo no venía a la capital, ya hasta había perdido la cuenta de cuantas lunas habían transcurrido.

—¿Estás emocionada?—Taichi le preguntó.

La chica volteo hacia su hermano asintió— Si, hace mucho no venía a la capital, ni visitado el palacio. Dime ¿Miyako sigue trabajando ahí?

Taichi asintió— Hasta la última vez que vine Miyako seguía en el harem, inclusive, la tenían en un buen cargo, al igual que Ken.

—Que bien, extraño a mi amiga.— Musitó Hikari.

—Y también estará Daisuke.— Musitó Taichi.

—¿Daisuke?— Preguntó sorprendida— ¿Motomiya?

El Yagami asintió.

—Pero ¿él no estaba con sus padres de embajadores en Egipto?

—Estaba, pero luego de la muerte de Hiroaki, Yamato le dio a su padre un puesto en la ciudad principal, ya sabes, su familia tiene mucho dinero y lo mejor es que lo inviertan dentro del imperio.— Habló el Yagami.

—Que bien.— Musitó la chica hace tiempo no veía a aquel chico, Daisuke Motomiya, un amigo de la infancia, sería interesante verlo y hablar con él, finalmente le guardaba mucho cariño— Hace mucho no nos vemos, ya debe ser todo un joven.

Taichi asintió— Ojalá sean tan amigos como antes.— Y quizás algo más. Pero, claro eso nunca se lo diría a su hermana finalmente todavía no era tiempo de hablar de matrimonio, pero desde ya, él tenía que buscar buenos pretendientes para ella, porque no podía entregarle su joya a cualquier hombre, debía ser alguien que se mereciera a una mujer como ella, que la cuidara, con quien pudiera formar una familia y le diera todo lo que necesitaba económicamente.

—Hermano.— La voz de Hikari llamó su atención.

—¿Si?

—¿Sabes si...—La chica se detuvo antes de preguntar y bajó la mirada.

—¿Si?

La Yagami apretó levemente sus puños un tanto nerviosa, no sabía si preguntar esto, porque tenía mucho miedo a la respuesta. Se suponía que luego de la ascensión de Yamato al trono, el imperio debía dar por hecho que todos sus hermanos, estaban muertos. Sin embargo, en lo profundo de su corazón guardaba la esperanza de que no fuera así.

Suspiró.

Lo mejor sería esperar, todavía no estaba lista para obtener esa respuesta.

—Olvídalo, no importa.— Respondió Hikari.

Taichi alzó una ceja— ¿Qué lo olvide?

—Si.

—¿Por qué? ¿Qué me querías preguntar?

—Nada.— Contestó la chica— Es algo mío, pero no importa.— Dirigió su mirada hacia la ventana— Mira, estamos llegando a la entrada de la ciudad.


Natsuko observó atentamente un pergamino que yacía en sus manos, sonrió, al parecer todo estaba saliendo bien en el financiamiento del harem.

¡Toc, toc!

La puerta sonó y la mujer volteo.

—Adelante.

A los pocos segundos la puerta se abrió y en el lugar apareció una chica castaña.

—Sultana madre.— Hizo una reverencia.

—Juri.— Natsuko se levantó para verla— ¿Qué sucedió?

—Tristemente no le traigo buenas noticias.

—¿Cómo?

—La estatua que estaba en el salón principal se rompió.

—¿Qué?— Preguntó la mujer de ojos azules— ¿La que heredamos dle primer sultán de nuestra dinastia?

—Si.

Eso no era bueno, esa estatua era una reliquia de muchos años, importante y muy preciada, además de carísima.

—Pero ¿cómo?

Juri hizo una mueca— Por culpa de ella.— Dijo antes de voltear— Gennai, traela.

A los pocos segundos en la puerta apareció el nombrado junto a una chica de cabello castaño claro y ojos miel, Natsuko alzó una ceja sorprendida al reconocer a la chica que la había hablado el otro de una forma tan informal.

—Sultana.— Gennai hizo una reverencia, pero a diferencia de él su acompañante no hizo lo mismo, Mimi simplemente se mantuvo normal.

Juri hizo una mueca ante esto— Niña, has una reverencia.

—No quiero.

—¿Cómo que no quieres?

—¡Insolente!— Gennai la soltó bruscamente del brazo provocando que cayera de rodillas al suelo.

Natsuko hizo una mueca ante esto, Gennai enserio se veía enfadado— Así que ¿ella destruyó la estatua?

—Si.— Respondió Juri— Lamentablemente.

—¿Y por qué?

—Fue un accidente.— Mimi le habló a la mujer.

—No le dirijas la palabra a la madre de nuestro visir de esa manera, niña.— Gennai le habló a Mimi y luego se dirigió hacia la mujer— Como ya escuchó fue un accidente, sin embargo, la traemos ante usted, porque en verdad esta niña nos está estresando.

—¿Estresando?— Natsuko cuestionó sorprendida, se suponía que tanto Gennai como Juri habían sido escogidos para disciplinar el harem al ser los mejores profesores de ética en la ciudad, ambos eran super tranquilos, pacientes y en todos sus años de servicio jamás había recibido un reclamo de esa índole de ellos, sobre todo del hombre, quién llevaba más de trainta años en ese lugar.

—Sultana, esta niña solo nos ha dado problemas.— Informó Juri— Nos grita, se escapa, no come y ofende a nuestro sultán.

—Recién llegó ayer y ha revolucionado todo el harem.— Habló Gennai.

—Pero ¿cómo?— Preguntó Natsuko— Se supone que ustedes, Gennai y Juri son las personas mejor capacitadas para tratar con las damas del harem.

—Si, lo somos.— Respondió el hombre— Pero nunca habíamos tenido a una chica tan revolucionaria como ella, literalmente se comporta como un animal.

¿Animal?

A Mimi probablemente en otro momento le hubiera ofendido ese comentario, sin embargo, comportarse como una bestia era lo que había hecho porque quería zafarse de ellos y también porque como un animal la habían tratado desde el momento en que la habían capturado.

Natsuko observó atentamente a la castaña, en verdad era increíble que una chica tan linda y joven como ella causara tantos problemas como le habían dicho, comportándose como una fiera, sin educación y agresiva.

Suspiró.

Lo mejor sería hablar con ella.

—Quiero que me dejen a solas con esta joven.— Respondió Natsuko.

Gennai y Juri no pudieron evitar sentirse sorprendidos ante aquella declaración, sin embargo, ninguno dijo palabra y ambos salieron del lugar.

Mimi hizo una mueca al estar a solas con esa mujer y observó atentamente a la mujer quién la examinó de pies a cabeza.

—Es increíble que una señorita como tú, casi una niña le de tanto problemas a mi personal que lleva años educando a mujeres como tú en el harem.— Habló Natsuko.

Eso no era culpa suya.

Pensó Mimi. Finalmente, ella no había pedido ser llevada hasta ahí, prácticamente la habían obligado y ella simplemente reaccionaba en defensa propia.

—Dime ¿por qué no aceptas de una vez tu realidad?— Preguntó la mujer volteando hacia la ventana dandole la espalda a la oji-miel.

—¿Acaso no es obvio?— Preguntó Mimi— Ya le dije que me trajeron obligada a este lugar.

—¿Y?— Cuestionó Natsuko— Este lugar no es un infierno.

—Claro que sí.— Respondió la oji-miel— Puede ser un lugar lleno de riquezas, pero es demasiado evidente que nadie es feliz aquí.

Natsuko suspiró— Entiendo que te sientas de esta forma, triste, desamparada, sola, porque te alejaron de tu hogar.

—Usted nunca lo va a saber— Preguntó la Tachikawa.

—Claro que lo sé.— Respondió la mujer y recuerdos de su juventud no evitaron pasar por su mente— Sé que es difícil acostumbrarse, pero te lo digo de verdad lo mejor será que te olvides de esa loca idea de huir ¿si? No todas las cosas en este lugar son malas, muchas mujeres han llegado aquí como tú y han encontrado la felicidad.

—¿La felicidad?— Cuestionó Mimi irónicamente— Lo dudo. Las mujeres de aquí están lejos de sus padres, de su gente, de su hogar, están encerradas en este palacio sin poder regresar, saciando la sed de un hombre siendo esclavas, no saben ser libres.— Bajó la mirada— En cambio yo si lo sé.— Suspiró— ¿Cómo quiere que lo olvide?—Volvió su vista hacia la sultana— Por favor, se lo ruego, dejeme volver a casa.

—La naturaleza de un ave es volar por supuesto.— Habló Natsuko—Sin embargo, no puede hacer eso si se queman sus alas.— Suspiró— Naciste libre, lo acepto.— Volteo hacia Mimi— Tienes un hogar, también lo acepto. Pero...— Guardó silencio por unos segundos antes de seguir hablando— ¿Qué ganaste con tener todo eso?

Mimi guardó silencio ante esta pregunta.

—Nada.— Natsuko le dio la respuesta.

La Tachikawa se mordió el labio inferior.

—En cambio, ahora tienes una oportunidad.— Habló la mujer— Una oportunidad que muchos sueñan tener.— Natsuko se acercó a ella y tomó su mentón— Puedes quemarte y volver a nacer de las cenizas como un ave Fenix, o puedes simplemente sumergirte en la desesperación.— Suspiró— Pero sea como sea este ahora será tu hogar.


—¡Padre!— Kiriha corrió a los brazos de su padre al verlo llegar.

Yamato sonrió y lo tomó en sus brazos— Hijo.

Sora sonrió al ver el abrazo entre sus dos amores.

—¿Cómo estás?— Preguntó el mayor.

—Muy mal.— Respondió el pequeño.

—¿Mal?— Cuestionó Yamato preocupado— ¿Por qué?

Sora rió levemente he hizo una reverencia— Está bien, es simplemente que dice mal porque sus clases comenzaron y no le agradan.

Yamato rodó los ojos, debía imaginarlo, después de todo él a su edad también odiaba ir a clases, prefería ir a jugar o ver los entrenamientos.

—Mi sultán.— La pelirroja llamó su atención— Me alegra verlo.

Yamato sonrió al ver a la joven, siempre le alegraba ver a la madre de su hijo, finalmente ella había sido primera mujer con quién había vivido muchas experiencias, de las mujeres de su harem, Sora era la única que tenía el título de sultana por él.

El rubio extendió su mano y la chica besó sus nudillos para luego apoyar su frente en ellos.

—A mi también me alegra verte, sultana.— Respondió Yamato— ¿Cómo has estado? ¿lograron instalarse bien en sus apocentos? ¿los atendieron bien?

—Si su majestad.— Contestó Sora— La sultana madre y el harem nos han atendido de maravilla, a su hijo y a mi.

—Me algre escuchar eso.

—Padre.— El niño lo llamó— ¿Vendrás con nosotros a nuestra excursión?

Yamato alzó una ceja sorprendido— ¿Excursión?

—Disculpe mi sultan, es que así le llama a las salidas.— Respondió Sora—Su hijo y yo planeamos ir a dar una vuelta, y nos gustaría que fuera con nosotros.

—Lo siento, Sora, pero no será posible.— Respondió el rubio— Tengo muchas cosas que hacer.— Hoy tenía que hablar de muchos temas con Taichi, además sería la fiesta que su madre había organizado, aunque la verdad era que no estaba muy emocionado por ella, finalmente las mujeres no eran su devoción como lo eran para su padre, tener muchas mujeres nunca había sido su meta, finalmente quería tener herederos, ya tenía uno, pero quería enfocarse en su reino, pero cuando la situación estaba seria necesitaba enforcarse.

La pelirroja hizo una mueca, sabía que en esa noche Yamato tenía la fiesta y sinceramente no quería que él estuviera con otra— Disculpe mi sultán, pero desde que comenzó la guerra por el trono con sus hermanos y desde que se trasladó aquí no está con nosotros como antes.— Habló Sora— Y la verdad es que lo extrañamos.

Yamato hizo una mueca, entendía esa situación, finalmente hace mucho tiempo no le daba tiempo a su familia, cosa que debía hacer— Comprendo, pero, necesito que me entiendas, he tenido muchas cosas, no es que no es que no quiera estar con ustedes.

—Lo sé y lo comprendo, pero nuestro hijo lo extraña y yo también.— Respondió la pelirroja— Lo amamos, sin embargo, pareciera que cada vez nos alejamos más de usted.

Yamato se mordió el labio inferior, la verdad de las cosas era que él también extrañaba a su hijo y a Sora también, después de todo eran su familia, sin embargo la protección de ellos y de su vida le habían hecho alejarse de ella. Sin embargo ahora todo era diferente, él ya había alcanzado su objetivo.

—Padre, por favor, pasa tiempo con nosotros.— Le rogó el niño.

Yamato hizo una mueca, su hijo tenía ojos suplicantes, su mirada lo decía todo, prácticamente le rogaba que ojalá pasara momentos juntos a ellos. Suspiró, quizás debía hacer caso, al menos por su hijo. Finalmente, esa fiesta que madre planeaba no era tan necesaria.

—La verdad es que tampoco estoy muy interesado en esa fiesta, así que la suspenderé para estar con ustedes.— Respondió el sultán.

—¡Si!— Exclamó el pequeño emocionado— Pasaremos la tarde juntos.

Sora sonrió ante esto y Yamato también.


+Mimi no tiene idea que habló con el mismo sultán que ella dice odiar, será interesante cuando se entere que en realidad es él a quién debe servir.

+Taichi e Hikari ya llegaron, será interesante el reencuentro con Sora, pero sobretodo con el hermano menor de Yamato.