—¿Pasará la noche con el sultán?— Miyako le preguntó a la sultana Sora sorprendida.

La pelirroja asintió— Si.— Respondió— Bueno con nuestro hijo también, pero supongo que cuando él se quede dormido podrá atenderme a mi.

—Que bien.— Musitó la peli-lila— Me alegro por usted, supongo que debe estar feliz.

—Si.— Contestó la sultana— Muy feliz, hace tiempo no pasamos tiempo juntos en familia.

—Más o menos desde que comenzó la guerra con sus hermanos ¿no?

Sora asintió recordando aquellos años que habían pasado de una manera y triste como un invierno nevoso, sin ánimos, con muchas tristeza y amargura, finalmente el rubio pasaba la mayoría de su tiempo en las campañas de guerra, pocas veces se veían y cuando eso ocurría, temía porque fuera la última vez, porque a pesar de que las tropas del antiguo Sultán, Hiroaki, estaban a favor de Yamato, sus otros hermanos eran fuertes y estrategicos, en un descuido por parte del rubio podrían darle muerte, lo que implicaría la ejecución de su hijo, Kiriha.

¡Toc, toc!

La puerta sonó.

—Adelante.— Anunció Miyako y a los pocos segundos la puerta se abrió dejando ver a una joven niña castaña, quién al ingresar hizo una reverencia.

—Sultana Sora, Miyako.— Las saludó.

—Ruli ¿qué sucede?

—La sultana madre pide su presencia en el salón principal del harem.— Respondió la castaña.

—¿La sultana madre?— Preguntó Miyako— ¿Por qué?

—Porque al palacio llegó el líder del ejercitó, Taichi Yagami, junto a su hermana la doncella Hikari y la sultana madre quiere que le den la bienvenida, como concubina principal del sultán y dama de compañía.— Respondió la castaña.

¿Qué?

Sora pensó alarmada y a la vez sorprendida.

¿Taichi estaba ahí?

No, esto no podía ser verdad, debía ser una broma.

—¿Ta-taichi?— Preguntó en un tartamudeo— ¿É-él está a-aquí?

La chica asintió— Si.— Contestó— Acabo de llegar.

¡Rayos!

Se mordió el labio inferior ante esto.

~Recuerdo~

—Sora.— La voz del castaño se escuchó en el lugar.

Todo su cuerpo se estremeció al encontrarse con su triste, suplicante y adolorida mirada. No era necesario que le dijese que estaba sufriendo porque sus ojos lo decían.

—Por favor, dime que lo que me acabas de decir no es verdad.

Sora simplemente tragó saliva al sentir un nudo en su garganta, movió levemente sus manos que temblaban debido a la situación que estaba viviendo.

—Sora.— El chico llamó a la pelirroja al no obtener respuestas y se acercó a ella para tomar su rostro entre sus manos para observala directamente a los ojos— Por favor, dime que no es verdad.

Hizo una mueca, ya que aunque le doliese ver la reacción de aquel chico, no podía negarle la declaración que acababa de hacer.

—Disculpa Taichi, pero no es mentira.— Respondió la chica— Es verdad.

—No.— Contestó el chico— No puede ser.— Habló— Claro que no.

Sora suspiró y bajó la mirada— Lo siento, pero así es.

Taichi se mordió el labio inferior totalmente incrédulo ante aquella situación sintiendo como su corazón se rompía en mil pedazos, como de un momento a otro todas sus ilusiones se desvanecian, como todo lo que creía pasaba a ser una mentira.

Sora Takenouchi, la chica que él quería, prácticamente el primer y único gran amor de su vida le estaba diciendo que se convertiría en la concubina principal del príncipe Yamato, hijo del sultán Hiroaki.

—Por favor, dime que es una broma.

—No es broma Taichi.— Respondió la pelirroja— Yamato está en tiempo de comenzar con su vida en compañía de una mujer y mi madre quiere que yo pertenezca a su harem para ser una sultana.

—Pe-pero, Sora, tú no puedes.— Habló con dificultad— Nosotros teníamos planes juntos, cuando pudieramos pediría tu mano y nos casariamos.

—Si, Taichi, lo sé.— Contestó la chica—Pero ya no se va a poder.

—¿Por qué?— Preguntó el chico— Tú y yo nos queremos, tú me dijiste que me amabas.

Sora tragó saliva y bajó la mirada— Eso te lo dije antes de conocer a Yamato.

Taichi sintió como un nudo en la gargante se formaba, en verdad se sentía mal ¿cómo era posible que el amor de su vida le estuviese diciendo aquello? Se suponía que ellos se querían ¿no? Nunca se hubiera imaginado que sus sentimientos cambiarian al conocer al hijo del sultán y mejor amigo, Yamato. Si había notado que la mirada de este se había fijado en ella y no lo culpaba porque Sora era hermosa, pero nunca creyó que algo como esto fuera posible.

—¿Es por qué él es un principe? ¿no?

Sora se mordió el labio inferior y guardó silencio.

—Dime ¿es por eso?— Preguntó el Yagami.

Sora suspiró— Taichi, lo siento mmucho.

Con eso le dijo todo.

¡Rayos!

—Sora nosotros teníamos planes, nos íbamos a casar, te di un anillo, te prometí riquezas y muchas cosas más.

Si, le había prometido muchas cosas que apreciaba, ya que no solo eran cosas físicas si no que sentimentales, amor, confianza, entre otras cosas que ella siempre valoraría. Sin embargo, debía ver por el bien de su familia y el suyo, ella tenía buena posición económica y las familia Yagami estaba en crisis desde que el padre de Yagami había caído enfermo, ya que al no ir a campañas de guerra, el dinero literalmente se veía escaso.

Y ella necesitaba dinero.

¿Por qué?

Por su madre, ella no estaba bien, tenía una extraña enfermedad, nadie lo sabía, pero toda la fortuna de su familia se estaba yendo, también habían tenido problemas económicos y sus medicinas eran costosas.

—Los planes han cambiado, Taichi.— Habló la pelirroja— Mi madre lo dijo, esta es mi única oportunidad para una sultana, una mujer poderosa del imperio luego de la sultana madre, prácticamente para ascender en la sociedad y tú sabes lo dificíl que es mantener un buen puesto en la sociedad.

—Yo igual tengo buen puesto en la sociedad.

—Tú no, tu padre.— Respondió Sora— Quién últimamente no ha estado bien, ni económicamente, ni en salud, además sin campañas de guerra han perdido mucho oro.

—¿Y eso que importa?— Preguntó Taichi— Si Yamato asciende al trono yo seré su general de ejercito y superaré a mi padre, porque tengo más aliados desde que fui a la última campaña.

—Si Yamato asciende al trono yo podría ser una Baş Kadın y en un tiempo más podría llegar a ser madre sultana, obtendría riquezas, nunca tendría que preocuparme por mi situación económica, ni nada al respecto.

—¿Solo eso te importa?— Preguntó el castaño— ¿Dinero?

Sora simplemente guardó silencio, ya que el dinero no era lo único que le importaba, claro que no, pero nadie entendería su situación, su familia también estaba teniendo problemas económicos y su madre necesitaba sus medicinas.

No quería dañar más a Taichi y tampoco quería agobiarlo, este problema de la enfermedad de su madre era problema de ella.

—Si.— Respondió la pelirroja— Eso es lo único que me importa.

~Fin del recuerdo~

Su presencia no era buena, en lo absoluto, ella recién estaba acostumbrandose a su vida, estaba a un paso de obtener el título de concubina principal, no podía permitir que ese chico viniera a interferir en aquello.


Takeru caminó por uno de los pasillos en dirección al patio, su entrenamiento pronto comenzaría y estaba llegando tarde, por esto mismo iba a paso apresurado, tanto así que no prestaba atención de quién pasaba o caminaba al lado ofrente suyo, tanto así que en un segundo dado una fila de personas que traían cofres, unos muebles y unos bolsos de tela en sus hombros, literalmente pasaron caminaron frente y ni cuenta se dio cuando terminó chocando con la última persona de esa multitud de personas.

—¡Ups! Lo siento.— Habló el rubio.

—Disculpame tú a mi.— Escuchó como una dulce, suave y muy familiar voz le respondía.

Alzó la mirada y al hacer esto literalmente se quedó sin respiración, sintió como su corazón saltaba, su estomago de revolvía y todo su cuerpo se comenzaba a colocar nervioso ante la presentación de aquella hermosa chica castaña de ojos cobrizos y piel bronceada.

Algo parecido ocurrió con la joven al encontrarse con aquellos hermosos ojos zafiros, cabello dorado y hermosa sonrisa, literalmente sintió como su cuerpo comenzaba a temblar y¿ sus manos a sudar.

—¿Hi-hikari?— Takeru no pudo evitar tartamudear.

—Takeru.— La castaña pronunció sin nombre poder creer que aquel chico estuviese frente a ella.

~Años atrás~

—Creo que llegó el momento de despedirnos, Hikari.— El pequeño rubio de nueve años le declaró.

—¿Qué?— Preguntó la castaña sorprendida— ¿Te vas?

El rubio asintió— Si, mi madre ya tiene todo preparado para que me vaya a una provincia que está al Sur del imperio.

—¿Por qué?— Preguntó Hikari sin querer creer aquello, ambos eran amigos hace mucho tiempo, siempre habían estado juntos en las buenas, en las malas y en las peores, jugaban juntos, estudiaban juntos, reían juntos, también habían llorado, habían tenido miles de experiencias que él se fuera era una pesadilla.

—Porque mi madre quiere protegerme.— Respondió Takeru.

—¿Protegerte?

El oji-azul asintió— Mi padre asesinó a uno de mis hermanos eso significa que la lucha por el trono comenzó y Yamato con mi madre no quieren que algo me suceda.

¡Rayos!

Hikari tragó saliva ante esto, era pequeña pero siempre había sido consciente de lo que podría ocurrir con el rubio al ser hijo de Hiroaki Ishida, el sultán, y tener más hermanos que también quisieran ascender al trono. Sin embargo, ella siempre tuvo la esperanza de que aquel momento tardara en llegar o que nunca ocurriese, ya que no quería que su amigo corriera peligro.

—Esto no es justo.— La castaña no pudo evitar que algunas lágrimas brotaran de sus ojos— No quiero que te suceda algo malo.— Declaró— Tampoco quiero alejarme de ti.

Takeru hizo una mueca ante esto y lágrimas también aparecieron en sus ojos— Yo tampoco quiero irme de aquí.— Suspiró— Pero no tengo elección, tristemente.

Hikari pasó una mano por sus ojos— Ahora ¿quién jugará conmigo? ¿quién me hará reír? ¿quién estudiará conmigo?— Lloró— Estaré sola.

—Lo lamento mucho, si de mi dependiera no me iría, yo también estaré solo sin ti.— Habló Takeru— Mas no tengo opción.

—Lo sé.— La castaña suspiró— Pero eso no quita que me duela, te extrañaré mucho.— Se acercó a él y lo abrazó.

Y literalmente en el lugar solamente se escuchó el llanto desconsolado de ambos niños quienes no lograban aceptar aquella separación.

—Te voy extrañar mucho.

—Yo también a ti.— Respondió el rubio.

~Actualidad~

—Va-vaya no esperaba verte.— Comentó el rubio.

—Yo tampoco.— Respondió la castaña, quién no se había atrevido a preguntar por la situación de su amigo por miedo a la respuesta— Ha pasado mucho tiempo desde la última vez en que nos vimos.

—Si, bastante tiempo, cinco años apróximadamente.—Respondió Takeru— Me alegra verte luego de todos estos años.

—Lo mismo digo.— La castaña lo observó atentamente— Estás cambiado, bastante.— Curiosamente era más alto que ella.

—Tú también cambiaste.— Habló Takeru— Eres aún más linda.

Hikari no pudo evitar ruborizarse ante esto— ¿E?— Balbuceo— Gra-gracias.

Takeru sonrió ante esto, sin duda los años habían jugado a favor de la castaña, estaba bellísima, su rostro angelical seguía siendo tan hermoso como siempre, sus facciones eran de una señorita delicada.

—¿E?— La castaña alzó la mirada— Que bueno es verte con bien, yo pensé que...

—Hikari.— La voz de Taichi se hizo presente y ambos adolescentes voltearon.

—Hermano.— La castaña llamó al chico.

El líder del ejército se acercó a ella— ¿Qué ocurre por qué te quedaste atrás?

—Disculpame.— Hikari se lamentó—Iba en camino, pero me encontré con el príncipe.— Señaló al rubio.

Taichi volteo hacia él y no pudo evitar sentirse impresionado al ver a aquel chico o mejor dicho al príncipe Takeru, ya que no esperaba que él estuviera en el palacio, sabía que estaba vivo, si, ya que Yamato no había querido acabar con él como había hecho con los demás, sin embargo, pensaba que estaría en un provincia alejada de ese lugar. Su presencia podría significar el desagrado o desconcierto de los líderes que vendrían al consejo de guerra.

—Hola Taichi.— El rubio lo saludó.

—Principe Takeru.— El Yagami se sorprendió al verlo e hizo una reverencia— Gusto en verlo.

—Lo mismo digo.— Respondió el oji-azul— No nos veíamos desde la última batalla por el trono.

Taichi asintió— Si, más o menos desde ese momento.—Y los recuerdos de la última pelea en la cual había estado contra uno de los hermanos menores de Yamato, quién amenazaba con tener el trono.

—¿Vienes al consejo de guerra?— Preguntó el rubio.

—Si, he venido a eso.— Respondió Taichi.

—Me alegra ver que trajiste a tu hermana.— Takeru volteo hacia la chica— ¿La trajiste para que se quede en el harem en tu estadía aquí?

—Si, prefiero que esté aquí antes que esté allá sola en casa, mucho menos luego de ese ataque en la zona Norte.— Comentó Taichi.

—A mi madre le hará feliz verla.

—Lo sé.— Respondió el Yagami— Ella me envió una carta ofreciendome el harem para su estadía en este lugar.

—¿Enserio?

Taichi asintió— Y hablando de la sultana madre, Hikari, no podemos hacerla esperar, Ryo ya avisó de nuestra llegada.

Hikari asintió y luego volteo hacia Takeru para hacer una reverencia— Bueno, fue un gusto en verlo, príncipe.

Takeru asintió— Lo mismo digo, ojalá podamos en uno de estos días hablar y ponernos al día, tenemos mucho de que conversar.

La castaña sonrió— Claro, me encantaría, principe.


"Puedes quemarte y volver a nacer de las cenizas como un ave Fenix, o puedes simplemente sumergirte en la desesperación"

Esas palabras resonaban en su mente. Una y otra vez se repetían en su cabeza, sin embargo, le era difícil comprenderlas ¿cómo rayos quería que resurgiera de las cenizas?

—¡Hey! ¿Qué te sucede?— Airu la llamó— Apenas has tocado tu comida.

Mimi observó la sopa frente a ella e hizo una mueca— Tiene un sabor horrible, no me gusta.

—No digas eso, no es tan mal esta sopa de almendras.— Respondió la rubia.

—En mis tierras las sopas son saladas, no agrias, ni dulces.— Musitó Mimi— Además, está fría.

—Bueno, tendrás que acostumbrarte, por más que intentes nunca lograrás salir de aquí.— Habló Airu.

Mimi rodó los ojos, eso era lo que todos creían, pero ella era ágil, escaparía de ese lugar.

—¡Atención!— El señor Gennai alzó la voz— ¡La sultana Sora!

Airu, al igual que las demás mujeres del harem, se colocó de pies. Mimi ante esto alzó una ceja ¿qué ocurría?

—¡Hey! Levantate.— Exigió la rubia.

—¿Qué?— Preguntó Mimi.

—Lo que escuchaste, levantate.— Respondió Airu y jaló de su brazo— Tenemos que hacer reverencia.

—¿Reverencia?— Cuestionó la castaña.

—Deja de preguntar y levantate.— Contestó Airu.

Mimi simplemente rodó los ojos y se levantó.

Fue así como una joven de cabello pelirrojo, ojos ámbar, piel bronceada, que vestía ropas muy elegantes con joyas y una tiara de diamantes se posaba en su cabeza. Ella pasó por el centro del harem mientras los presentes hacian reverencia, Mimi simplemente bajó la cabeza.

¿Quién rayos era ella?

La joven le sonrió a todos y luego se dispuso a caminar en dirección a unas escaleras que llevaba a un balcón dentro de la sala, en él habían una gran mesa en la cual tomó posición.

—Todos pueden volver a sus actividades.— Musitó Gennai.

Fue así como todas las personas tomaron asiento y Mimi totalmente desconcertada le habló a la rubia.

—¿Quién es ella? ¿Por qué todos le hacen reverencia?

—Ella es la sultana Sora.

—¿Sultana Sora?— Preguntó la castaña.

—Si.— Respondió la rubia— Es la mujer más poderosa del imperio y del harem luego de la sultana madre.

—¿Acaso es hermana del sultán o algo así que recibe ese título?— Cuestionó Mimi.

—No ¿cómo crees?— Preguntó Airu— Ella es la primera mujer del sultán, madre de su hijo, fue su concubina favorita, pero al darle un hijo varón ascendió a sultana, además es muy importante, porque a diferencia de ti y mi, Sora era hija de un influyente visir del imperio, tiene riqueza y no es esclava.

Eso sonaba extraño ¿cómo podía ser la primera mujer del sultán? Si él era un viejo y ella tan joven. Bueno, ese reino era tan extraño que nada le sorprendería.

—Mira esas joyas, ese vestido, elegantes dignas de una poderosa sultana.

—Entiendo.— Comentó Mimi—Pero, si era tan poderosa ¿cómo terminó siendo una más en su harem?

—Porque para cualquier mujer es una honra ser mujer del sultán, sobretodo una sultana.

"Honra ser mujer del sultán"

¡Ja! Ser mujer de un anciano no era algo que ella viera como algo agradable.

Volvió su mirada hacia la Sultana Sora.

Sin duda era lamentable que una joven tan bella como ella, elegante y poderosa estuviera condenada a estar con un viejo, quién para variar buscaba más mujeres.

—Pero si ella es madre de su hijo ¿por qué tiene concubinas? ¿No debería casarse con ella?

—Porque así dicta la tradición.— Respondió Airu— Mientras más hijos varones tenga el sultán más fuerte será.

—Pero, ser sultana es equivalente a ser reina. No pueden haber dos ¿no?

La rubia alzó una ceja sorprendida— ¿Reinas?— Cuestionó— Creo que estás confundiendo tus costumbres con las nuestras. Ser sultana significa que una mujer tenga poder y sea una mujer distinguida entre las mujeres del harem, elegante y servidora del sultán, pero solo será la mujer más poderosa cuando su hijo ascienda al trono, en pocas palabras, se vuelva la sultana madre.

Bueno por más explicaciones que le dan más encontraba aburrida y desagradable ser parte de ese harem, ser una mujer entre tantas, sin protagonismo, teniendo que compartir a su hombre no era algo que le agradase.

Sin duda era una pena, ella era libre en aquella tierra, según Airu, esa joven tenía buena posición ¿por que se involucraba en algo tan desagradable?

Mimi analizó a la sultana de pies a cabeza, era realmente hermosa y elegante. Se mordió el labio inferior al recordar que desde pequeña soñaba con vestir ropas elegantes, joyas y ser noble, prácticamente una princesa, pero era lamentable saber que para ser noble en aquel lugar debía involucrarse con ese hombre.

—Además los sultanes no se casan.— Finalizó Airú.

—¿No?— Preguntó Mimi.

—¡Hey! Niña.— El señor Gennai apareció frente a sus ojos llamando su atención— ¿No estás trapeando?

Mimi hizo una mueca— No quiero hacerlo.

—Pues debes hacerlo.— Respondió el hombre— Es tu castigo.

"Castigo"

Como si hubiese hecho algo malo. Simplemente reclamaba por sus derechos.

Su libertad.

Pero parecía que en ese lugar no sabían que significaba aquello.


Yamato caminó en dirección al harem, en verdad no estaba de muchos ánimos, pero había acordado en pasar tiempo con Sora y su hijo, algo que hace bastante tiempo no hacia y sabía que hacer aquello le traería una sonrisa al menos, finalmente eran su familia.

Iba tranquilamente caminando en dirección a su destino, pero en un minuto dado no se dio cuenta que una cubeta con agua estaba en su camino y sin querer su pie derecho pasó a chocar contra ella derivandola contra una joven que parecía estar limpiando.

¡Rayos!

Pensó.

—¡Mira bien por donde caminas!— Fue el grito de la joven.

¿Perdón?

Yamato centró su mirada en la joven y esta al alzar su rostro una inocente mirada de color miel se clavó en la suya. El rubio al instante reconoció a la chica del día anterior.

—¿Tú?— Preguntó Mimi al reconocerlo y rápidamente se puso en pies— ¿Tú otra vez?

Okey, debía admitir que si sonaba extraño que no le hablara de usted, pero sabía que lo hacia desde su ignorancia.

—Lo mismo digo.— Respondió Yamato— ¿Tú otra vez?

Mimi se levantó del suelo y lo observó— No pensé que volvería a verte.

La verdad era que tenía tantas cosas en mente que ni siquiera se había acordado de ella.

Mimi bajó su mirada hacia el balde que estaba volteado— Disculpa, no quería que te tropezaras.

Yamato hizo una mueca, su zapato había quedado completamente empapado.

—Este lugar es público, no debiste dejarlo en medio de todo, muchos caminan por aquí.

—Lo lamento, pero no sabía donde dejarlo mientras cumplia con mi castigo.— Respondió Mimi.

—¿Castigo?— Preguntó Yamato— ¿Por eso estás limpiando?

—Si, me castigaron.— Contestó la castaña— Al parecer soy muy rebelde y no le gustó que el día de ayer faltara a mis clases.

No era para menos, todas las mujeres que llegaban como esclavas al harem tenían la obligación de someterse a todas las reglas y esas eran aprender una serie de modales que se daban a través de clases.

—No debiste hacerlo, en este lugar hay reglas.

—Lo sé.— Respondió Mimi— Pero no pude evitarlo, no quiero estar aquí, no quiero someterme a sus reglas, necesito escapar.

Yamato alzó una ceja— ¿Todavía estás con esa mentalidad?

—Pues claro.— Contestó la chica— Es lo único que quiero, este palacio no es mi hogar, aquí no está mi familia, ni mi gente, necesito irme.

Yamato hizo una mueca, pocas veces había escuchado aquellos comentarios porque siempre que conocía nuevas esclavas eran sumisas a él y le prestaban sus servicios.

—Debes acostumbrarte.

—No puedo y no quiero, tengo que salir de aquí, si no moriré.— Habló Mimi con dolor—Las tropas que me capturaron me alejaron del lugar en donde crecí, donde me crié, donde tengo personas a quienes amo, estar lejos de ellas es un suplicio para mi.

—Si, pero es imposible que regreses.

—No, no lo es.— Respondió Mimi— Yo lo sé, así como me trajeron aquí también volver, solo que necesito ayudar. Por favor, ayúdame a escapar.— Rogó la chica— No soporto estar aquí.

—Eres propiedad del sultán ahora y yo soy...

—¡No soy propiedad del sultán!— Interrumpió la castaña— Yo nací libre, no bajo esclavitud, no soy de esta tierra, al contrario, soy de una muy lejana en donde él no gobierna.— Respondió— Yo no soy de su propiedad y nunca lo seré.

—Si lo tuvieras en frente dudo que pensarías eso.

—Aunque lo tuviera en frente jamás cambiaría mi discurso.— Respondió la chica—Puede que todas estas mujeres hayan permitido que les arrebataran su libertad y sus vidas, pero yo no haré aquello, yo no soy un objeto, soy una persona y eso todos deberán tenerlo muy claro.

Esa chica enserio no quería resignarse, por la forma en la que hablaba podría ser setenciada a muerte, pero al parecer eso no le importaba, estaba actuando de una forma que nadie nunca antes había querido actuar y eso para él era un tanto...Interesante.

—Está bien, está bien.— Contestó el rubio— Te ayudaré, pero necesito que te calmes y al igual que ayer regreses al harem, no vale la pena que te sigas metiendo en problemas o tengas más castigos ¿si?

—Pero ¿prometes que me ayudarás?— Preguntó la castaña.

El rubio se mordió el labio inferior, no le gustaba mentir, pero estaba más que claro que esa chica en verdad no daría su brazo a torcer y la verdad era que no quería hostigarla más, evidentemente no estaba pasando un buen momento.

—Si, lo prometo.— Respondió el oji-azul.

Mimi sonrió ante esto— Muchas gracias.

Yamato sonrió de lado, sin embargo la ilusión en los ojos de esa chica provocaba que enserio se sintiera culpable. Suspiró— Bueno, me tengo que ir.

Mimi asintió— Ojalá nos veamos pronto.

Fue así como Yamato salió del lugar y a los pocos metros apareció su madre.

—Hijo.— La mujer lo llamó.

—Madre.

—¿Qué hacias hablando con esa esclava?

—Nada en especial.— Respondió el rubio— Simplemente la encontré.

Natsuko alzó una ceja.

—¿Quién es ella?— Yamato le preguntó a su madre observando atentamente a la castaña de ojos miel que se encontraba junto a las demás mujeres del harem.

Natsuko dirigió su mirada hacia la chica que se refería su hijo y no pudo evitar hacer una mueca al recordar el episodio que habían vivido el día anterior— Ella es una de las mujeres nuevas, viene de Venecia.

—Venecia.— El rubio repitió esto último y fue en ese minuto que entendió porque la voz de la castaña tenía ascento— ¿Qué más?

—La verdad es que no sé.— Respondió la mujer— Solo sé esos detalles de ella, porque el día de ayer vino hacia mi rogandome que por favor la liberara y dejara regresar a su tierra.

Yamato alzó una ceja sorprendido ante esto y volteo hacia su madre— ¿A si?

Natsuko asintió— Pero yo le respondí que no podía permitir aquello, ya que, es propiedad del sultán.— Volteo hacia su hijo— En este caso tú.

El rubio volvió su mirada hacia la castaña.

—Y pues, también ha provocado un gran revuelo en el harem.— Comentó Natsuko— Tuvimos que castigarla para tranquilizar su ira, porque enserio está enfadada por ser traída como esclava.

Si, eso lo sabía, las veces que habían hablado le había quedado más que claro que estaba enojada por su cautiverio.

—¿Por qué me preguntas por ella?— Cuestionó la castaña.

Yamato se mordió el labio inferior por la pregunta— Simple curiosidad.— Respondió.

Natsuko observó detenidamente a su hijo, podía ser sultán, pero ella lo conocía— Es linda ¿no?

El rubio volteo sorprendido hacia su madre— ¿A qué se debe esa pregunta?

—A nada en específico, solo pregunto.— Respondió la mujer— Nada te impide a que me respondas, eres un hombre y ella una mujer.

Yamato no pudo evitar sentirse incomodo ante esa declaración, generalmente no le hacia ese tipo de comentarios a su madre, porque siempre había sido cerrado en ese tipo de cosas. Sin embargo, no le iba a mentir, era una pregunta corta y simple—Si, es linda.— Respondió seriamente para luego desviar su mirada hacia la escalera y comenzar a caminar hacia ella.

Natsuko sonrió ante esto, saber que su hijo gustaba de una de las nuevas mujeres del harem era algo bueno, finalmente debía tener más hijos para asegurar su trono y aquella chica era lo suficientemente joven para darle muchos hijos, además de ser hermosa digna mujer del sultán.