The Space Between
The space between, the wicked lies we tell
And hope to keep us safe from the pain
(The Space Between, Dave Matthews Band)
Su propia vida es el rompecabezas más complicado que le ha tocado resolver a Gregory House, M.D. ¿Le conducirán finalmente todos sus errores, su excentricidad, sus dudas, miedos y deseos a la plenitud que en el fondo todos los seres humanos, incluido él, ansiamos? Flashbacks, escenarios, alternative-endings, post-episodes… intentaran arrojar luz sobre el asunto.
Disclaimer: No soy Bryan Singer (estaría demasiado ocupado con promocionar Superman para escribir fics, no?), ni David Shore (I wish!) ni el largo etcétera de personas en FOX con potestad para reclamar siquiera una pequeña parte de House, MD como propio. Xniff…
Spoilers: Primera-Segunda temporada, hasta El Niño de Papá, pero básicamente centrado en los sucesos de Tres Historias y Humpty Dumpty.
Pairing: House/Cuddy (Huddy)
Rating: T.
Dedicatorias: Si realmente tuviera que escribir una lista de completa y decente de personas a las que me gustaría dedicar este pequeño relato que lleva consumiéndome las últimas semanas…me terminarían prohibiendo postear en (juur! XD); así que no tentaré la suerte, y me limitaré a darle mis más profundas, sinceras y cariñosas Gracias a la persona que más se lo merece, por su paciencia ilimitada (es un experimento sociopsicológico, como los préstamos de Wils, Housa), su crítica constructiva, su amistad incondicional y la que algún día me presentará a Ralph-Johnny-Matt-Gerry en un set de rodaje. Duraré el tiempo justo para que me dé un síncope y me ahogue en mi propia baba, pero habrá merecido la pena… Thanx, mon ange (Lovephantom83 hints), por haber estado ahí, aportando sugerencias, supervisando los borradores y tramando esta odisea desde la distancia.
Ohhhh… y, por supuesto, también te lo dedico a ti muy gustosamente. Sí, al/la que está leyendo esto. Es un honor y un privilegio. Sólo me queda pedirte un favor grandísimo, y sé que es hipócrita porque tengo la fea costumbre de ser mísera y no dejar review. Sería un gran detalle que me ofrecieras tu opinión acerca de la historia, el estilo. Sea positiva, negativa, neutral, ideas, comentarios varios… Me ayudarán a mejorar y hacer lo posible por alcanzar un balance entre lo que mi inspiración y mi limitada imaginación me impulsan a escribir y lo que te gustaría leer a ti.
Vacía y casi completamente a oscuras, la sala de conferencias del Princeton-Plainsboro Teaching Hospital resultaba una enorme jaula de cristal. Agobiante en su inmensidad y sepulcral por su silencio y las penumbras que la rodeaban. Apenas el frío y artificioso resplandor de los fluorescentes se filtraba a través del resquicio entre las lamas de las persianas.
Cualquier otra persona (una persona normal, en su sano juicio, que no fuera adicta al trabajo y no viviera más que para y por él) hubiera alzado el vuelo nada más dar las cinco de la tarde. Sin embargo, había preferido quedarse allí, a solas con sus recuerdos, con sus reflexiones, con sus dudas y remordimientos. Allí, de entre todos los lugares en los que hubiera podido esconderse para rezar, gritar o lamerse las heridas…
En lugar de escoger la intimidad de su adorado despacho, de refugiarse en la contabilidad, en los informes que aguardaban ser firmados, de recluirse junto a sus libros, colocados en el perfecto y familiar orden alfabético en las estanterías, con sus diplomas perfectamente enmarcados en marcos impolutos como mudos testigos de su angustia… había decidido adentrarse, contra la esencia de su persona, en terreno desconocido, en un lugar en que apenas entraba nunca. Pero quizás fuese ese el mótivo que inconscientemente la había llevado allí. Necesitaba una isla en aquel mar de confusión… apartada de toda memoria, de toda emoción, de toda persona. De él.
No pudo más que ahogar una risa de lo increíblemente ridícula que estaba siendo. Creía que ya había superado todo eso. Pero era cierto que se sentía terroríficamente vulnerable, insegura. Sentía que las cosas habían empezado a irle cuesta abajo, sin frenos y a la velocidad de la luz desde aquella mañana. Desde la llamada telefónica del Dr. Riley. Jugueteó con la esperpéntica taza amarilla pintada por la mano poco diestra de Riley Jr. No. La llamada que la había empujado al abismo que había tratado de olvidar (o al menos eludir) durante tanto tiempo, la culpable de que ahora estuviera en medio de aquella encrucijada, con su razón, su corazón, su moral tirando de ella como crueles sogas en direcciones opuestas… no había sido precisamente la del incompetente Profesor de Patología. Suspiró audiblemente, y antes de que pudiera agradecer a todos los Cielos el que todo el mundo huyera de la sala de conferencias casi tanto como de la capilla del hospital, un familiar aunque poco bienvenido cliqueo, rítmico y pausado, la devolvió a la realidad. Lo que le faltaba…
- "Doctora Cuddy, no me puedo creer que por fin hayas decidido mudarte de domicilio e instalarte cómodamente en tu segundo hogar.". Se limitó a poner los ojos en blanco como único saludo, reacción exagerada con una meticulosidad calculada, mil veces ensayada. "Hubiera traído champán para celebrarlo… pero creo que no iría muy bien con mi cóctel habitual.", como para demostrarlo automáticamente extrajo el pequeño bote medio vacío de vicodina y se metió una en la boca con la pasmosa rapidez de la práctica adquirida. Mantuvo la mandíbula fuertemente apretada. Era obvio que, a pesar de la interpretación de macho irritante, fastidioso, jocoso y drogodependiente (esto era más bien una realidad que una farsa), su muslo estaba dándole hoy más problemas que de costumbre. Hacia las dos de la tarde había perdido la cuenta de las veces que le había visto a lo largo del día echar mano de su bolsillo derecho sin que él se diera cuenta… pero, si había seguido recurriendo a la medicación con el mismo ritmo desde entonces, la aproximación que las matemáticas básicas que recordaba del instituto le permitieron elaborar mentalmente fue más suficiente para hacerla estremecer.
"Está aquí..."
Enarcó una ceja. No era lectora de mentes ni adivina…
Una amarga sonrisa se dibujó en sus labios, mientras sus glaciales pero honestos ojos azules se clavaron como dagas en los suyos expectantes. Contuvo la respiración. Oh, sí, sabía a quien se refería. Hubiera querido desviar la mirada… pero su orgullo, maldito él, se lo impidió.
- Lo sé. Me telefoneó esta mañana a primera hora. Me comentó que había intentado contactar con Wilson desde anoche, pero probablemente se habría dejado el móvil en casa de su última novia, o vete a saber. Así que me llamó al móvil mientras salía de casa.
Asintió con la cabeza, pensativo.
–"Le aconsejé que te llamara antes de venir a verte, pero por lo visto no se tiene muy en cuenta lo que yo tenga que decir últimamente."
House se reclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas, mientras se pasaba el bastón de una mano a otra.
Se mordió el labio. Sabía perfectamente que estaba siendo injusta. A él le había pillado aún más desprevenido que nadie el hecho de que su ex apareciera de nuevo en su vida de buenas a primeras. Por un buen motivo, de acuerdo… pero precisamente la razón debía resultar lo más doloroso de todo para él. Intentó suavizar el tono de su voz.
- "Diste una clase magistral, hoy. Bueno, ofreciste una imagen bastante más dura de la práctica médica que Urgencias, Scrubs y Hospital General todos juntos… pero los muchachos no hacían más que cotillear por los pasillos. Los elogios han llegado hasta a los residentes, que creen que han sido sometidos a un lavado de cerebro intensivo por la Doctora Cameron…"
Ladeó la cabeza y la observó con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
"No te atreverías…"
- "Pruébame… ¿Sabes lo que significaría para el hospital¿Y para esos pobres muchachos sedientos de créditos? Lo raro es que sean ellos los que soliciten seminarios regulares con ningún otro sino el afamado SuperHouse, Todopoderoso Jefe de Diagnóstico y la Perpetua Cruz del Dean de Medicina de este Hospital. Y ya sabes cómo funciona esto. Es un negocio, y hay que complacer a los clientes…"
Sabía que bromeaba, pero la mera panorámica de él, paseándose con bata, maletín y estúpidos trabajos de doscientos folios, dando clases como cualquiera de esos otros fracasados presuntuosos, incapaces de resolver un caso como los suyos aunque sus vidas dependieran de ello, fue superior a sus fuerzas. El gruñido exasperado que brotó de su garganta fue bastante explícito sobre su opinión al respecto.
–"Acaba conmigo ahora…soy un pobre lisiado indefenso, es tu oportunidad. Cualquier cosa menos ESO."
Ella arrugó la nariz. No cambiaría nunca…
- "¿Le tratarás?". Las palabras se escaparon de su boca antes de que pudiera tragárselas. Demasiado tarde, pero se mordió la lengua hasta hacerse daño. Estaba tanteando terreno movedizo y ella tentaba a su suerte con especial ahínco esa noche, teniendo en cuenta que habían declarado un cese de las hostilidades al iniciar esa conversación.
- "¿Qué?". Lo suyo no era hacerse el despistado. Estaba enfadado, o preocupado… o sufriendo.
- "A Mark Warner". Susurró el nombre como si fuera el tabú más antiguo de todos. Por un instante creyó peligrar la particular tregua que habían acordado. No obstante, a él le faltó poco para reírle la delicadeza de no referirse al "otro" como el "marido de Stacy", o "tu sustituto" o algo aún más patético, pues lo notó en el ligero alzamiento de la comisura de sus labios.
- "La he llamado antes de venir para acá. Se mostró…genuinamente agradecida.", se encogió de hombros. "Le he citado para mañana a las diez, así que puedes descontar el rato que me entretenga con su indigestión, su ciática o lo que sea, de las horas de clínica. Me explayaré en la exploración, como buen médico, y pediré la batería completa de pruebas, para que todos nos podamos ir contentos y satisfechos a casa", hizo una pausa que a ella se le antojó maliciosa. "Así nos dará tiempo de presentarnos debidamente. A fin de cuentas… tenemos bastantes cosas en común. Y muchas intimidades que compartir. Después de todo, no es que todos los días tengas el gusto de conocer al "esposo" de tu antigua pareja todos los días¿eh?".
Guardó silencio. No por respeto, sino porque era capaz de leer en su cara que se arrepentía de haber dado rienda suelta a su ácida mordacidad. De haber dejado entrever su miedo, su agonía, su frustración, su odio hacia un hombre al que ni siquiera conocida y que iba a convertirse muy pronto en un paciente a quien debería tratar con la misma imparcial indiferencia que al resto de los historiales que pasaban cada día por sus manos. De mostrar su lado humano. Probablemente hubiera estado haciendo esto mismo, desahogándose en un bar con James haciendo de canguro-confidente, pero por algún misterioso motivo había decidido enclaustrarse de motu proprio en aquel limbo acristalado. Hubiera podido largarse nada más verla, ella no hubiera puesto reparos, sinceramente… pero, en lugar de eso, había delatado su presencia con un burdo chiste y se había acomodado en la butaca junto a la que ella ocupaba. Era todo tan surrealista…
Buscando la manera de entretenerse en otros menesteres, que no fuera psicoanalizar a su colega…(y antiguo amigo, se recordó, con una punzada en el pecho), se dedicó a repasar las letras en relieve de la taza con el dedo índice, manicurazo y pintado de un pálido color marfil (uno de los pocos lujos y caprichos que se permitía durante los fugaces fines de semana), hasta que la pintura comenzó a desprenderse ante su insistencia.
- "¿Y Wilson?". Lo dijo con un tono tan casual que hasta ella se quedó impresionada.
- "a- Con Julie, b- En su despacho, c- Con alguien que no sea Julie y que yo juraré no conocer ante un tribunal… ¿A qué viene eso?".
Realmente no sabía qué contestar. Estúpida, estúpida, estúpida. Inspiró profundamente y se giró levemente en el asiento.
- "Hace eones que no mantenemos una conversación civilizada, Doctor House, y mucho menos amistosa. Tanto tiempo… que no estoy segura de estar despierta". El nudo que, durante los veinte minutos que presenció de la exposición-espectáculo que House había dado esa mañana, se había alojado en su garganta, volvió a aparecer de la nada.
Clic-clic. House pareció ni inmutarse. Golpeó el bastón contra el parqué del suelo. Se echó hacia atrás y apoyó la cabeza en el respaldo, con total parsimonia.
- "¡Vaya! Si al final van a ser verdad los rumores que corren por ahí… Así que la Dama de Hierro II sueña conmigo. Interesante. Sólo espero que sean contenidos recomendados para todos los públicos…".
Indignada por el atrevimiento, levantó la taza en el aire, haciendo el amago de lanzársela directamente a la cabeza. Él la miró imperturbable. Ella apretó los labios en una fina línea. Eso le pasaba por bajar la guardia sabiendo que House era capaz de sacar de sus casillas al mismísimo Papa…
House dirigió la vista al frente, hacia el estrado donde horas antes había tenido que exponer con la mayor claridad y desinterés el drama de su vida.
- "No quería aburrir a Jimmy con la misma vieja historia de siempre. Se sabe hasta el remix. Como se le han gastado las pilas a mi Gameboy y en la tele sólo ponen reposiciones de McGyver a estas horas… emprendí la búsqueda de una nueva víctima.", hizo una pausa para mirarla. Ella sólo parpadeó, y él trató de explicárselo como si fuera una cría de seis años. "Tu maletín sigue en tu despacho y tu coche en el parking. Puesto que no comes sino que vives del aire que respiras, hubiera sido ilógico buscarte en la cafetería, y, como en el baño no estabas…" – ella abrió los ojos como platos, a lo que él contestó con un aspaviento despreocupado con la mano – "deduje que debías encontrarte aún por aquí. Fin del relato".
Abrió la boca, pero se encontraba muda. Definitivamente, debía estar hasta arriba de Vicodina para estar tan… conversacional y extrovertido.
- "Nosotros no conversamos, Cuddy.".
- "Qué¿entonces¿Discutimos¿Nos gritamos¿Nos peleamos como gatos? Porque a mí me parece claramente que estamos manteniendo una conversación…", se puso a la defensiva sin apenas darse cuenta. Soltó la taza con un golpe seco en la silla que tenía a su derecha.
Él, por su parte, dejó caer deliberada y estrepitosamente el bastón al suelo. Su mano se dirigió al bolsillo de su chaqueta, pero casi al mismo tiempo, la blanca mano de ella se posó en la suya y lo paró en seco. No quiso mirarla a los ojos esta vez.
- "No conversamos. Nunca lo hemos hecho. No nos aburrimos mutuamente con bla-bla-bla insustancial. Sencillamente nos sentimos más cómodos compartiendo el silencio". Su voz sonaba áspera, en tensión. Para ella, en cambio, el nudo de su garganta le agarrotaba las cuerdas vocales. "Bueno, al menos hasta ahora. El resto del tiempo, sí, peleamos como perros rabiosos, pero sabes que necesito que alguien me ate corto, o me metería en más líos de lo que ahora lo hago"
- "¿Y por qué has escogido ahora para recurrir a mi oído de fiel labrador?", el veneno supuró por sí solo de sus labios. Quiso rectificar. No estaba siendo justa con ninguno de los dos… "Nunca habíamos…intentado hablar de… esto", abarcó con las manos el espacio que les separaba, volviendo los ojos hacia el bastón que yacía en el pulido suelo.
- "Porque no lo necesitamos…". Sonó dubitativo. Greg House, poseedor de la Verdad Suprema se vio traicionado por el cansancio y las revelaciones personales de aquel día. Antes de que pudiera elaborar (o rectificar), ella intercedió con voz firme.
- "No. Creo que porque no estábamos preparados… No era el lugar, ni el momento ni las circunstancias…".
Una sombra de incredulidad cruzó su rostro.
- "¡Vamos, no me vengas con esas¿Y ahora sí es el momento, Jefa? Porque doy un speech sin mucha inventiva a un grupo de empolloncillos ilusos, llenos de idealismo infantil y banales delirios de grandeza y de salvar el bonito culo de Carmen Electra¿ya he descubierto que debo seguir feliz por estar aquí contigo…vivo... hoy¡Cuando esos críos que se creen cerebritos no están ni de lejos preparados para afrontar la vida real...y la posibilidad de que esto mismo podría sucederles a sus padres o hermanos o abuelas o a ellos mismos!". Si su respiración acelerada la hubiera dejado prestar atención, estaba convencida de que hubiera podido escuchar el desbocado latido del corazón de House martilleándole el pecho con cada palabra. "Explícale eso a mi cuádriceps derecho…oh, espera…¡si ya no está! Sayonara, baby", gruñó, con el rencor y el descaro de un niño caprichoso al que se le niega su muñeco en el Happy Meal.
- "No, House", elevó la voz. "Esto es algo que creo jamás llegarás a superar del todo. Corrección. Sé que no lo superarás. Ojalá pudiera decir lo contrario. Me refería al otro esto. Mi parte en toda la historia. Me parece que por fin me he dado cuenta de que no sólo soy yo quien necesita decirlo, sino que tú necesitas escucharlo también. Escuchar cómo yo te pido las disculpas que te debo desde hace más de cinco años…".
La carcajada de House resonó en la sala vacía. Desangelada, rayando en lo histérico.
- "Errada y egocéntrica como siempre, Cuddy.", dijo cuando se calmó lo suficiente para replicar. "Te equivocas", añadió duramente.
- "Lo que tú digas", le espetó. "Te debo una disculpa. Públicamente, la mala de la historia es Stacy", captó la fugaz mueca en su cara al oír su nombre. "Pero todo el mundo sabe, desde James hasta tu equipo que, en el fondo del asunto, mi nombre figura en tu lista negra por cómplice en la conspiración, en el complot, si no como brazo ejecutor. Lo sospechaba pero no ha sido hasta el día de hoy cuando he leído tu verdadera opinión en tus ojos ahí arriba, delante de más de una treintena de extraños. En tu historia. Déjame que te diga algo: fueron otros los incompetentes que no pudieron dar a tiempo con la causa de tu mal. Y Stacy te sentenciaría con su firma, dándome potestad para incumplir tus deseos. Pero, al final, fueron estas manos", le mostró las palmas vacías. "Las que te arrebataron lo que tanto intentabas proteger. Las que te confinaron durante meses a una lenta y dolorosa rehabilitación, a una silla de ruedas, y que te condenaron a depender de un bastón por el resto de tu vida. ¿Pero sabes qué? No me arrepiento de mi actuación médica… para mí era la mejor opción, egoísta o no. Y sigues con vida. Sigues con vida…". Él no osó interrumpir su larga verborrea, tan sólo la contemplaba con atención. "Era la opción más segura, la más fácil, la menos arriesgada. Lo que nunca me perdonaré es mi lentitud de reflejos al diagnosticarte y proceder. Podríamos haber salvado mucho más de tu músculo, y quizás…sólo quizás podrías caminar hoy sin ayuda de ese bastón, al que odio casi tanto como tú. No ha pasado un solo día sin que imaginara distintos escenarios: que me caía por las escaleras y no podía ir a trabajar ese día, por lo que cualquier otro médico del hospital te hubiera tratado, actuando de un modo más frío, objetivo y certero; que hubiera tenido que salir a un congreso, o de viaje, o lo que fuera… Cualquier excusa para apartarme del hospital aquel día en que te ingresaron. Cualquier buena razón para escapar a la responsabilidad de tenerte como paciente. Llevo estos cinco años echándomelo en cara. Y ya puestos, debí haberme adelantado a lo que hubiera podido pasar; debí haberlo intuido de algún modo, Dios Santo, lo que te ocurría… Gané mi título honradamente como tú, como Wilson, no en una tómbola…Me gradué como una de las mejores de mi promoción en una de las Universidades más exigentes del país, soy cirujano, y Dean de uno de los Hospitales Universitarios más prestigiosos, la más joven, y una mujer… y ¡mírame¡Cómo pudo habérseme escapado¡Te fallé! Y, por si fuera poco el fallo profesional, te fallé a ti, Greg, personalmente. Y lo siento tantísimo…", le falló la voz. "A veces pienso que, igual obré correctamente según mi juicio médico, pero emocionalmente no me sentiría tan…culpable, de haber obedecido tu deseo de pasar por aquel infierno del coma y el dolor sin perder tu pierna. Tú hubieras sido el único responsable de tu decisión, si yo no me hubiera entrometido… Debí haberla convencido yo a ella y no dejarme ofuscar por su razonamiento…". Tomó resuello.
- "Mujer, es abogada, extremadamente persuasiva, parece mentira que aún no hayas reparado en ello. Sabe qué teclas pulsar y con quién funcionan. Supongo que por eso compenetrábamos tan bien…"
Sacudió la cabeza pesadamente de un lado a otro, en señal de negación. No necesitaba que la disculpara arrojando más faltas al tejado de Stacy.
- "Aun así… Eras MI paciente. MI responsabilidad. Le permití convencerme de que no estabas capacitado cuando…cuando estuviste lo suficientemente lúcido para interpretar tu propio electrocardiograma segundos antes de que sufrieras una parada. Ella lo sabía, pero siempre me dio la impresión de que la conmoción y tu testarudez chocaron con la de ella, impidiéndole ver más allá de eso con claridad. En cambio yo sí sabía que estabas tan en tus cabales como de costumbre. Sabía que sí serías capaz de resistir lo que fuera porque tu orgullo no te iba a dejar rendirte tan fácilmente. Oh…no. El Doctor Gregory House no deja las cosas a medias. Entonces le propuse una tercera alternativa. Algo que pudiera controlar…que supiera de antemano que te sacaría de peligro definitivamente. Pero así…ignoramos tus deseos, tu juicio profesional y tu libre albedrío. Te traicioné. Traicioné tu confianza...".
House nunca había visto a la fría Doctora Cuddy derramar lágrimas por nada o por nadie. Ni siquiera, pensó para sí, por todos esos millones de dólares que él le había hecho perder. Tampoco la Lisa que él conoció en su día había llorado delante suyo nunca. Al menos no lágrimas agrias, desengañadas, furiosas, atormentadas. Al menos no por él. En cualquier otro momento, en cualquier otro lugar, se hubiera burlado de ella. Y, con su agrio y sardónico sentido del humor, la hubiera censurado por hacerse la mártir. Pero aquella vulnerabilidad que estaba exhibiendo, aquella desnudez, le desarmaba. Habían alcanzado un límite donde las reglas del juego que habían establecido caían por su propio peso. De ahí que no se extrañara al encontrarse a sí mismo haciendo algo tan impropio como extender su mano para estrechar la de ella, Extendió la mano y estrechó la de ella, que se aferraba afanosamente, como un náufrago a una tabla de madera en medio del océano, al reposabrazos de la butaca. No tardó ni cinco segundos en recomponerse. Perpleja, lo miraba como si le hubiera crecido un tercer ojo en la mitad de la frente.
- "Ya lo sabía…", dijo él con la misma naturalidad que si ella hubiera recitado una vieja adivinanza para la que todo el mundo conocía la respuesta.
"¿Q-qué?".
- "Cuando no estaba maldiciéndola en aquellos primeros días después de despertar del coma, Stacy pudo contarme una enrevesada batalla legal sobre un médico de otro hospital que le había ofrecido una solución para mi… "situación". Nunca quiso revelarme el nombre, no fuera a convertirme en psicópata además de tullido… De todos modos, no me hizo falta registrar en los informes, ni en el protocolo de intervención para constatar tu firma. Nada más verte supe que mentía. Lo llevabas escrito en la cara".
Todos mienten.
- "Pasado un tiempo, aprendí a… sobrellevar el hecho de que quizás nunca me lo llegaras a decir abiertamente. Siempre has sido una pésima actriz", reconoció. Ella rió extrañamente.
- "No…no lo entiendes. Ella creyó que me estaba resultando un trago tan duro porque no era capaz de ser objetiva con tu caso debido a que trabajábamos juntos. Había hablado con Wilson, y, transparente como es, él se mostraba aún más perdido y consternado que yo, penaba por las esquinas, así que Stacy se quedaba sin recursos. Y lo cierto es que yo estaba igual que James. Demasiado implicada para pensar con claridad…".
Él se incorporó en el asiento, cruzando los brazos sobre el pecho. Trataba de ignorar la vocecilla estridente que musitaba incoherencias sobre la actitud de Cuddy en el interior de su cabeza. Ella siguió hablando sin tregua.
- "Francamente, quizás tampoco tenía ningún derecho sobre ti para sentirme como Stacy.", su ceja se disparó hasta el techo. "Pero ella tenía fe en que podía burlar tu muerte o tu desgracia así sin más. Y no fue difícil empatizar con su desesperación. Así que admito que no sé qué camino hubiera escogido de haberme hallado en su coyuntura…". Agachó la cabeza, rendida.
- "Te hubieras quedado a mi lado, como lo hiciste. Como lo hizo Wilson. A pesar de todo, de tu profunda culpa, de mis cambios de humor, del alcohol y la vicodina…te hubieras quedado".
Contuvo el aliento.
- "House…". Empezó, mientras extraía un kleenex de su bolso para secarse las lágrimas.
- "Es verdad. Lo hubieras hecho. Aunque hubiera sido sólo por satisfacer tu morbosa necesidad de autoflagelación personal, Dra. Dominatrix".
"Greg, te…".
- "Cuddy…", volvió a interrumpirla él, con palabras, con una mirada serena y el tacto de su mano.
"…Te pido disculpas".
Exhaló una profunda espiración, que llevaba guardada en su pecho durante casi seis años. Asintió con la cabeza y se puso en pie. Cojeando más que de costumbre, se agachó para recoger su bastón del suelo y fatigosamente se dirigió hacia la salida. Se apoyó en el marco de la puerta y se giró hacia el lugar donde ella permanecía expectante, aguardando algún signo, algún indicio, alguna esperanza de que todo volviera a ser como antes. Pero las cosas no eran tan simples en la vida real. Ni todas las historias tenían finales felices. Y ni siquiera la introspección o el diálogo más sincero era capaz de recomponer ciertos dramas del corazón y el alma… tan sólo de crear fugaces y vagas ilusiones que se volatilizaban en la nada y que creemos nos hacen dormir mejor por las noches. Como una droga a la que el organismo se habitúa tanto que depende enteramente de ella hasta para la más sencilla de las actividades a lo largo del día.
- "Te perdono. Hace tiempo que lo hice, incluso antes de perdonar a Stacy…pero no puedes pedirme que lo olvide sin más. No…no puedo", tragó saliva. "Lo siento, Lisa."
