Disclaimer: No son míos blah blah blah no saco provecho económico de esto blah blah blah FOX, David Shore y Bryan Singer son los líderes del Universo. Yo sólo soy una pequeña sanguijuela que saca jugo de sus pobres criaturas.
Spoilers: Post-Humpty Dumpty. AU (Universo alternativo).
Pairing: House/Cuddy (Huddy)
Rating: K+.
N/A: Lo de siempre a los de siempre ;) Aviso que el siguiente capítulo no está escrito. Ni siquiera está en vías de. Ugs. No obstante, procuraré que después de la visita de SarahBD el trabajo me cunda y puedan tenerlo antes de que me marche de vacaciones en agosto, donde me será más fácil escribir (para combatir el aburrimiento) pero más difícil el conectarme con asiduidad.
VI: You cannot quit me so quickly/ Is no hope in you for me? (The Space Between, Dave Matthews Band)
I may be mad
I may be blind
I may be viciously unkind
But I can still read what you're thinking
And I've heard it said too many times
That you'd be better off…
(Why, Annie Lennox)
Pagó al taxista el dinero justo (para qué darle propina por una carrera de apenas diez minutos en condiciones normales) y salió del taxi sin mediar siquiera un cortés "que tenga una buena mañana". El taxista, malhumorado, bien por el mal tiempo o por el atasco en el que habían perdido más de veinte minutos de camino al hospital, pareció tomárselo como una afrenta personal (qué egocéntrico) y arrancó casi sin dejarle tiempo a salir del automóvil. Odiaba la lluvia. Con fervor. Y no había amainado desde la madrugada. Hacía que el dolor de su pierna se duplicara, nublando su visión y provocándole una jaqueca monumental a juego, agriando aún más sus ánimos. El par de vicodinas que había tomado al levantarse mitigaban el dolor hasta un nivel compatible con el rendimiento en el trabajo. Y un pequeño cocktail con el fuerte café que Cameron preparaba le permitían funcionar en automático y despejar la mente lo suficiente como para dirigir a sus tres subordinados en las primeras horas de la mañana. Sin embargo, ni siquiera el efecto de los analgésicos hacía que el dolor se redujera lo suficiente para que no le incapacitara como conductor. Hasta él se daba cuenta de eso, y por poco que apreciara su vida, no era su sueño el morir entre un amasijo de hierros en la carretera. Así que la lluvia le obligaba dejar su coche en casa y adoptar otra vía de transporte distinta de la habitual. De haber conseguido despertarse al escuchar el timbrazo del despertador, hubiera optado por telefonear a Wilson para que hiciera de chófer particular y pasara a recogerlo, pero de algún modo el cacharro había aparecido hecho pedazos junto a la cama, el ruido de su "caída" amortiguado seguramente por la moqueta. Una vez más llegaba tarde. Muy tarde. Y no le apetecía en absoluto aguantar los sermones de Cuddy. No después del speech final que le había soltado la noche anterior, sin concederle siquiera (¡en sus narices¡en su propio salón!) opción a réplica…
Sin importarle ir dejando charcos por todo el hall del hospital, se encaminó a los ascensores. Las puertas se abrieron y por ellas salieron un par de enfermeros, cuya algarabía enmudeció nada más ver su ceño fruncido, y una mujer que acompañaba a un crío con el brazo escayolado. Afortunadamente, nadie tenía prisas por coger el mismo ascensor y las puertas se cerraron dejándole a solas con su introspección. Vaciló sobre si pasar primero por Oncología a darle los buenos días (o tardes casi) a Wilson, pero decidiendo que era mejor no tentar más a su suerte esa mañana, apretó el número de su piso. Se apoyó con todo el peso del cuerpo en la pared del fondo, cambiándose de hombro la mochila. Esto era otra cosa que había aprendido a mirar con auténtico odio y frustración en los últimos cinco años. El maldito ascensor. Nunca antes en su vida había utilizado los ascensores. Prefería las escaleras: más rápidas, seguras y fomentaban el ejercicio físico. Mas ahora no le quedaba otra opción si no deseaba quedarse sin resuello a mitad del tercer piso… ante los ojos lastímeros de los mirones de turno.
Instantes después, un sonoro ding y el parpadeo del número en el panel le alertaron de que había llegado a su destino. Se arrastró por el pasillo lo más rápido que su pierna le permitió en un auténtico sprint paraolímpico con el único fin de resguardarse en sus dominios antes de verse perseguido por el familiar repiqueteo de zapatos de tacón alto, que tantos dolores de cabeza le causaban. Sin embargo, y aunque habrían tenido tiempo más que suficiente de salir del despacho de su dueña a pesar de sus esfuerzos titánicos por anticiparse a ellos, ni hubo tacones ni reprimenda a voz en grito por su tardanza. Sólo silencio. Los beeps intermitentes de los monitores. Algún teléfono que sonaba al fondo del pasillo, en cualquier otro despacho. Todo aquello era demasiado extraño. Anómalo. Generalmente Cuddy solía vigilar los ascensores como un águila desde la distancia, aguardando el momento en que cruzara el umbral y pudiera descender en picado sobre él a recibirle con todo el comité de bienvenida consistente en amenazas, recriminaciones acerca de contratos y obligaciones, más órdenes y penalizaciones con horas de consulta que jamás cumplía. Al menos personalmente.
Paró en seco y se volvió para descubrir que la puerta del despacho de la Decana estaba cerrada. Eso no le hubiera extrañado si no hubiera sabido de antemano que esa mañana no había reunión con los jefes de departamento (aunque él se desentendía de ellos, Wilson se lo hubiera comentado con resignación y hastío el día antes), ni sesión del comité, ni había inversores multimillonarios a los que dorar la píldora (los chismes hubieran volado a lo largo de toda la semana). Aquel fenómeno fuera de lo corriente hubiera podido explicarse racionalmente si alguna crisis política o legal que atañera el renombre del hospital o la vida de algún paciente recomendado o influyente hubiera requerido la atención urgente de Cuddy en algún otro sitio… pero las cosas estaban demasiado tranquilas. Y ya habrían sonado las campanas. O su busca. El asunto se enturbió aún más cuando notó que las persianas del despacho de la Decana estaban entornadas, dejando el habitáculo a media luz; el ordenador estaba apagado y sobre el escritorio no había ningún historial ni ninguna pila de documentos por firmar. De hecho, reinaba el mismo pulcro orden que la noche anterior al abandonar Cuddy su puesto de trabajo. El lacayo personal de la Jefa Suprema hacía méritos pegado a su propio ordenador, como si la vida le fuera en ello y reprimiera las ganas de enjugarse el sudor de la frente con la horrible corbata verde con rombos fucsias. Tenía peor gusto aún que Wilson…
Sin enmascarar el rictus mortificado de vergüenza ajena desanduvo los pasos y fue derecho al despacho. Tampoco es que se muriera de ganas por ver aparecer a Cuddy repentinamente. Ocupada o no, no se iba a alegrar precisamente de verlo parado en mitad del pasillo en lugar de intentando pasar desapercibido en la consulta.
Arremetiendo con el hombro izquierdo, abrió la puerta de cristal con su nombre sin delicadeza alguna. Soltó la mochila en su escritorio y, como un zombie, fue a reclamar su primera taza de café del día. El brusco modo en que había irrumpido en la tranquila oficina había sacado de su ensimismamiento y concentración a los dos ocupantes de la salita anexa, que le esperaban ya, con una mueca entre alivio, sorpresa y exasperación.
– "Buenos días, Doctor House", saludó con una discreta sonrisa la Doctora Cameron, quien se hallaba revisando el informe detallado del último caso. Obtuvo un gruñido como única respuesta, pero no pareció inmutarla en lo más mínimo.
Chase se limitó a poner los ojos en blanco ante la acritud de su jefe. Aunque ya estaban más que acostumbrados a los cambios de humor de House, a veces venía bien un poco de amabilidad y tacto, si no simpatía. Suspiró y, mordisqueando la parte de atrás de su lápiz del número 2, centró de nuevo sus esfuerzos en la palabra misteriosa y esquiva de siete letras que llevaba más de quince minutos tratando de resolver para concluir el crucigrama que tenía entre las manos.
House, mientras, llenaba su taza con el café y lo saturaba de azúcar. Se la llevó a los labios. Helado. Conectó la cafetera con desdén.
– "¿Dónde demonios está Foreman¿Salió a vivir la vida loca anoche con su último ligue y se le olvidó que tenía que venir a trabajar esta mañana?".
Por primera vez en toda la mañana, Cameron reaccionó con indignación más que con preocupación. Abrió los ojos desmesuradamente, incapaz de rehuir la mirada inquisitiva de House, y sus labios formaron una perfecta "o". Estaba asombrada por la escasa gratitud que estaba demostrando hacia ellos; ellos, que se habían cuidado, por iniciativa propia, de encubrirle, y que tampoco le habían avasallado a preguntas o exigencias de una muy merecida justificación por su tardanza nada más verle aparecer por la puerta. Cosa que estaban en su derecho de hacer, por supuesto.
– "Está en la clínica", dijo ella lacónicamente. "Cumpliendo con parte de tus horas de consulta…Nos lo jugamos a los chinos y hoy no era su día de suerte…".
– "Ohhh¡pero qué equipo más compenetrado estoy criando! Me siento tan orgulloso de mis nenes…y nena", disparó sin reparos.
– "Hey¿qué te ocurre hoy?", preguntó Chase, alzando la mirada del crucigrama. "Estás especialmente irascible. Nosotros llegamos aquí a primera hora de la mañana y es casi mediodía. Gracias al cielo, no se ha presentando ningún caso interesante y el día ha sido bastante light. Pero nos preocupamos de retomar nuestras ocupaciones y además las tuyas. Los informes…".
– "Que tienes que firmar", interrumpió Cameron.
– "…los historiales, nuestras horas de consulta y también nos hemos repartido las tuyas. No creo que sea justo que pagues con nosotros lo que quiera que sea que traigas de fuera, House". Soltó el periódico y se cruzó de brazos.
– "Qué sabrás tú de justicia, de Bricassart", le espetó con inquina y dedo acusador. Ignorando la expresión confundida del joven, prosiguió con su retahíla. "Probablemente la sargento Cuddy os habrá dado un toque de atención al ver que estabais ganseando por la planta y que yo aún estaba sufriendo los efectos de nuestra noche de pasión desenfrenada…", hizo una pausa para mayor dramatismo. "Os habéis organizado por puro instinto de supervivencia: mantenerse unidos o morir solos, y toda esa basura Disney. Porque no me teníais a mí o a Mamá Wilson para hacerle frente a la bruja malvada y defender vuestro honor".
– "¿Has terminado?", se escuchó una voz exasperada desde la puerta. Foreman entró en la salita con paso seguro, bien erguido y mentón alzado en una postura que a House le pareció descaradamente desafiante. El chulito del barrio, el macarra de la banda convertido en confiado especialista que se pavoneaba alrededor de la mesa como un infalible Atila con traje de Armani. Sacó el fonendoscopio del bolsillo de la bata, tomó asiento y lo dejó cuidadosamente encima de la mesa. Entrelazó los dedos y se inclinó hacia delante, mirándole cara a cara. "Chase dice la verdad. Decidimos darte un margen por si llegabas; pasadas las diez, optamos por ahorrarnos el chantaje que seguramente nos tenías reservado cuando te dignaras a aparecer y nos organizamos para cubrir tus horas de consulta. Esa gente no tiene la culpa de que su médico llegue a la hora que le apetezca a trabajar, y la sala de espera ya no daba abasto", explicó fríamente. "Y Cuddy no nos ha dado ningún ultimátum por la sencilla razón de que hoy no ha aparecido. O quizás también se lo está tomando con la misma parsimonia que tú…".
Ni siquiera tuvo en cuenta el rencor de colegial que emanaba el discursito de Foreman. Después de todo, él era el rey del cinismo y la aspereza, y ninguno de esos atributos casaba con la corbata de diseño que lucía el neurólogo aquel día. Los engranajes de su cabeza se pusieron en marcha al escuchar que también ellos habían notado la ausencia de Cuddy. Ella, que era el paradigma de la constancia y el masoquismo, el pilar que mantenía el hospital sin que se desmoronara y que cierta vez había acudido a trabajar con un gripazo histórico, 39 de fiebre y una congestión nasal de elefante. Se pasó el día encerrada con papeleo en su despacho por pura solidaridad, pero la cuestión es que no tuvo valor de escurrir el bulto como cualquier otro hijo de vecino durante un par de días. Se sonrió mentalmente al recordar aquel maravilloso invierno.
Un carraspeo rompió el tenso silencio y las miradas de los tres hombres presentes en la sala se volvieron hacia Cameron.
– "¿No…no os habéis enterado ninguno?", preguntó dubitativa.
Sólo faltaron signos de interrogación suspendidos sobre las tres cabezas expectantes. Ella se pasó la mano por el rostro, buscando el modo de exponer lo poco que sabía con claridad.
– "Esta mañana entré en el baño de señoras y por casualidad coincidió que estaban allí la enfermera Brenda y una de las secretarias de la Gerencia. Deborah, Debbie o algo así. Estaban con los típicos chismes, así que en principio no les presté demasiada atención… pero luego mencionaron a Cuddy. Y, por lo que pude entender… ha solicitado una baja indefinida".
– "¿Qué?", exclamaron a la vez Foreman y Chase, mientras House volcaba el contenido de su taza en el fregadero y observaba aparentemente embelesado los restos de su café desapareciendo por el sumidero.
– "Lo que habéis oído. Y no me preguntéis nada más porque de verdad que es lo único que sé. Bueno, y lo que todos…que esta mañana ya no ha aparecido".
– "P-pero¿cuándo ha pedido la excedencia?", balbuceó Chase, incrédulo. Él había llegado el primero de los tres y había encontrado la planta tan vacía como el Gran Desierto Victoria. "¿Por qué ahora?", lanzó la pregunta al aire realmente sin esperar que cualquiera de los otros supiera la respuesta.
– "Quizás tenga algún problema familiar. O haya decidido darse unas vacaciones perpetuas en Honolulu con todos los días libres que tiene acumulados…", ofreció Foreman mientras se encogía de hombros, como si el tema fuera completamente intrascendente e indiferente para ellos tres.
– "Foreman, todos aquí sabemos que Cuddy es una adicta al trabajo. Nunca abandonaría su puesto ni siquiera durante una semana para disfrutar de vacaciones pagadas en las Bahamas".
House anotó un mini-punto en el marcador interno que le tenía reservado al australiano, aunque poco podía beneficiarse en la escala global. Todavía pesaba el signo negativo en la puntuación desde su fase de Judas lameculos como esbirro de Vogler.
– "¿Es posible que tuviera algo que ver con nuestro último caso?", sugirió de repente Cameron, en su afán de aportar otra opinión a la discusión. Y por algún extraño motivo posó sus ojos verdes en los de él, como si con aquella mirada celestial creyera conseguir sonsacarle sus más recónditos secretos. Diagnóstico diferencial de los traumas privados de la Dra. Lisa Cuddy, musitó House para sí. Pasatiempo oficial de la plantilla del Princeton Plainsboro. Mucho más divertido que el Solitario. "¿Con el de ese chico de su tejado?", aclaró, por si a alguien le habían quedado dudas de a qué paciente relacionado con Cuddy se refería. "Parecía que la afectaba demasiado…o al menos a mí me lo pareció", desvió la mirada hacia sus compañeros, en busca de confirmación.
– "Hey, igual tenía un lío con Diego¿por qué no lo habríamos pensado antes? Tan culebronesco y tan apasionado… Mujer soltera, con éxito pero amargada, vive un tórrido affaire de verano con el chapuzas latino que le arregla las cañerías y le tira las tejas. Apunta eso, Cameron, vende de seguro". No había humor en sus palabras. Sólo hosquedad, un intento desesperado porque cerraran el dichoso debate.
Cameron frunció el ceño y rebuscó entre los papeles. "Se llama…Alfredo. Y…bueno", comentó entrecortada. "No creo que se trate de eso. A fin de cuentas el chico ha recibido una indemnización generosa¿no? Si lo que ha hecho que Cuddy haya solicitado esa baja tan repentinamente para desaparecer del mapa durante una temporada ha sido este caso, no creo que se deba a su error inicial, o a su parte en el ingreso de Alfredo, o en que él perdiera la mano. Llámalo intuición…pero algo me dice que su actitud tiene más que ver contigo que con el paciente".
– "Me da la impresión de que tu intuición se ha ido de vacaciones con Cuddy, Cameron".
Sin mediar más palabra y atropelladamente salió cojeando por la puerta. No necesitaba quedarse a admirar las caras estupefactas de Juanito, Jorgito y Jaimito para admitir que había llegado demasiado lejos.
Pero tenía que hablar con alguien. Alguien que seguramente estaba al tanto de todo y, por algún motivo que se le escapaba, le había mantenido al margen de ello.
Escogió el camino más corto.
Cruzó la terraza encharcada sin importarle la posibilidad de escurrir y caer, tan sólo maldiciendo al simpático del arquitecto que diseñó el edificio por habérsele ocurrido (probablemente mientras jugaba al squash) encasquetar una terraza con la falsa ilusión de que aquello no iba a ser un hospital en una ciudad donde llovía 360 días al año sino un complejo de apartamentos de lujo en Cayo Coco. Levantó su pierna derecha por encima del bajo muro que separaba su terraza de la de Wilson; soltó un gruñido de dolor por el sobreesfuerzo, pero no se echó atrás. Pasó la otra pierna con mayor facilidad y, cojeando, alcanzó la puerta de su "gran amigo".
Aporreó el cristal sin piedad. Le importaba tres cominos si estaba reunido, si había algún paciente con él o si estaba liándose un porro de media mañana en secreto. Tenía que hablar con él.
– "Wilson. Sal ahora mismo o llamaré a tu mujer y le contaré por qué visitas tanto Pediatría últimamente..:", gritó, apoyando las manos en el cristal para tratar de vislumbrar si había movimiento en el interior del despacho. "He oído que la tía tiene un buen par de melones pero dudo que eso a Julie…".
– "Baja la voz, House", le increpó el oncólogo con voz cansina. "Además…llegas tarde. Llevaba un rato esperándote". Sujetó la puerta y se hizo a un lado para dejarle pasar. Estaba empapado, pero por suerte llevaba su abrigo. House no intercambio ningún tipo de pleitesía insustancial con él sino que fue directo al sillón, dejando un reguero de agua y tres huellas marcadas de barro sobre el parqué encerado. Como si aquéllo fuera su casa y él un niño de cinco años malcriado y molesto. Exhaló el suspiro que había estado guardando toda la mañana. "¿No te explicó tu madre de niño que salir a jugar bajo la lluvia es un mal hábito?".
– "¿Y a ti que es muy feo ocultar información a los que supuestamente son tus amigos del alma? Creí que la Torá hacía mucho hincapié en todos esos valores de la fraternidad y la verdad…aunque luego está esa bonita historia de Caín y Abel. Enternecedora…".
Wilson abrió la boca para protestar enérgicamente pero decidió callar en el último momento. No iba a seguirle el juego, por rastrero que pudiera acabar siendo. Para que un House cabreado de nivel 3 irrumpiera en su despacho de semejante manera sólo había una explicación. Detrás de la máscara de enojo sólo había frustración e impotencia. Miedo, quizás. Y no era nada personal; no era por él por lo que había venido tan intempestivamente. Cuando alcanzaba ese grado crítico de inestabilidad dirigía su aversión y su hostilidad hacia cualquiera que se le pusiera delante, especialmente hacia los que se acercaban lo suficiente para amenazar sus barreras emocionales. Entones, uno sólo tenía dos opciones para sobrevivir al terremoto House cuando éste se salía de la escala de Richter: dejar que estallara y cubrirse la cabeza para sufrir los menos daños posibles, o lidiar con él como un padre comprensivo haría con un niño hiperactivo que ha estado tomando coca-cola a escondidas. Con paciencia. Y muchísimo tacto.
– "House…has venido a algo más que a sermonearme; si no habrías utilizado el teléfono para ahorrarte el viajecito…", dijo, sentándose a su lado.
– "Cuddy".
Tragó saliva.
– "¿Qué pasa con ella?".
House puso una mueca petulante cargada de desdén, como diciendo "¿te crees que me chupo el dedo?".
– "¿Ves? Se te da tan mal hacerte el loco como mentir o engañar a tu mujer sin que ella se entere". Puñalada trapera.
House 1. Wilson 0.
– "No ha venido a trabajar hoy, House…". Wilson intentó reconducir la situación.
– "Blah-blah-blah", le imitó, haciendo aspavientos. "¿Me vas a decir algo que no sepa todo el hospital ya?". El tono de su voz dejó claro que no estaba dispuesto a aguantar nada que no fuera la verdad, simple, llana y sin rodeos. Wilson se pasó la mano por el pelo.
"Cuddy se presentó aquí sobre las seis…".
– "¿A las seis?", preguntó escandalizado, como si nadie en su sano juicio fuera capaz de realizar semejante proeza. "¿Y qué diablos se le había perdido a ella aquí a esas horas¿hm?". Alzó una ceja reparando en lo obvio. "¿O tú, si a eso vamos¿Otra de tus citas misteriosas a la luz de las velas?".
– "No seas idiota, House. Resulta que pasé la noche aquí y ella fue la que vino a buscarme".
Suspicaz, House señaló con el dedo la camisa planchada y la corbata impecable.
– "No eres el único que trae muda de ropa al trabajo, Sherlock. Además, tenía previsto quedarme…". Algo en el interior de House pareció titubear al estudiar el semblante alicaído del otro médico. Había sucedido algo esa mañana, sí, pero no explicaba completamente su cansancio y patetismo. La ligereza (o indiferencia) con que aceptaba sus insultos. No le interrumpió. "Las cosas no van bien en casa", concluyó.
Se solidarizó con el chico. "La venganza de Julie, Revisited".
"Sí…ya no cree con tanta facilidad que sean horas extras las que me retienen en el hospital hasta altas horas de la noche, o casos complicados, o tú, si a ello vamos… Y lo cierto es que últimamente he estado hasta los topes de trabajo". House entrecerró los ojos. "Oh, vamos, en serio. Hace más de tres semanas que no veo a nadie…al menos en ese sentido. Pero bueno, eso no es lo que tú quería saber¿no? El interrogatorio iba por otros derroteros…". Cambio de tema radical, y House lo dejó pasar por esa vez. Tampoco es que tuviera un buen consejo que ofrecerle, teniendo en cuenta lo descarrilada que iba su propia vida sentimental. Y apostaba que Wilson había disfrutado de los beneficios del adulterio más veces de las que él había practicado el sexo en toda su vida. Y su etapa con Stacy había sido muy ardiente. De cualquier modo, Wilson iba a acabar necesitando terapia para el tercer divorcio que se le avecinaba. "Como te iba diciendo antes de que me sometieras al tercer grado…Cuddy se presentó esta mañana en mi despacho. Me comentó que había decidido…tomarse un tiempo libre. Que necesitaba resolver unos asuntos. Todo muy vago… Me pareció que estaba muy pálida, con los ojos rojos, como si no hubiera pegado ojo en toda la noche…". Una sombra de preocupación cruzó fugazmente las facciones de House, que no le pareció tampoco estar pasando por su mejor momento, a juzgar por las profundas ojeras que lucía esa mañana. Pero claro, House generalmente no presentaba una imagen mucho más saludable o pulcra. "Le pregunté que si se encontraba bien, si podía invitarla a un café y hablar… Creí que a lo mejor estaba aún algo trastornada por el caso de ese chico, el del tejado. Entonces me dio la impresión de que…estaba pasando un mal trago y necesitaba confiarse con alguien. Lo que me escamó de todo el asunto es que no recurriera a Stacy…".
– "Y por qué vino a ti…". House se inclinó hacia delante y, codos apoyados sobre las rodillas, ocultó la cabeza entre las manos.
– "Exacto…", confirmó Wilson, extrañado por que hubieran coincidido en algo. "Yo hubiera estado encantado de poder ayudarla pero…la Dra. Lisa Cuddy…siempre tiene todo bajo control, nunca…". Dejo la frase en suspenso. House estaba demasiado callado. "House¿ha ocurrido algo que deba saber… que necesite saber para entender mejor todo este embrollo?". El contundente silencio que le respondió hizo que sus alarmas se dispararan. "Algo" había ocurrido la noche antes, después de despedirse en los aparcamientos. Y Cuddy estaba implicada.
– "¿Te dijo ella algo más?", se interesó House con voz neutral, eludiendo la pregunta que le habían hecho a él.
– "No, sólo…me dio algo para ti. No me dijo lo que era; simplemente que prefería que yo te lo entregara en mano, personalmente, porque no se fiaba un pelo de dejarlo a la vista en tu despacho". Hizo una inspiración profunda. "Le desee un buen viaje y ella…bueno, me abrazó, House. Me deseó suerte, y se marchó". ¿Cuddy abrazando a Wilson¿Volaban los cerdos ahora? Todo lo que le rodeaba parecía de la noche a la mañana ser succionado por una espiral de caos y anomalías. Wilson, como intentando huir de cualquier responsabilidad al respecto de la desestructuración del equilibrio mundial, se levantó para sacar una bolsa de papel del armarito situado debajo de la estantería.
– "Esto es tuyo".
House tomó la entrega entre sus manos y se sorprendió al notar que carecía de la consistencia de un dossier lleno de demandas legales, o de documentos por firmar. O de un paquete bomba. Examinó su contenido. No pudo contener la carcajada amarga que brotó de su garganta y que hizo incluso que le asaltara un ataque de tos.
– "No volverá", murmuró, entre carraspeos, pasándole su antigua sudadera de la universidad, lavada, seca y sin una arruga a Wilson.
"Lo sé…", admitió con pesadumbre el jefe de oncología.
Ladeando la cabeza, el jefe de diagnósticos clavó sus ojos azules en la mirada perdida de su mejor y único compañero de fatigas, quien extrajo una hoja oficial con el membrete del hospital, meticulosamente doblada, del bolsillo de la bata. Se la extendió. Un fax. Hora de recepción: 9.47 a.m.
– "Es una oferta. Por recomendación directa de Cuddy. Querrían que ocupara su puesto y le pase el mando de Oncología a Rosenfeld. Mientras tanto, y hasta nuevas elecciones que decidan la promoción definitiva, el Vicedecano será el capitán de barco. Todo muy diplomático. Lo que no sé aún es el porqué de tantos cambios inesperados". House no se inmutó, o al menos disimuló muy bien su perplejidad. "Pero tú sí, por lo que veo". Aún sostenía la prenda con sumo cuidado de no desdoblarla ni arrugarla. Merecía una explicación, o al menos una pista que le ayudara a entender qué había ocurrido en las últimas doce horas para que Cuddy hiciera la colada de House, presentara una carta de dimisión, se marchara del hospital al que había consagrado su existencia y para que House exhibiera aquella inquietante sonrisa (sin humor, rota, vencida) en lugar de encajar la noticia con algún chiste jocoso sobre la legitimidad de babear por el escote de su ahora ex-jefa o la pérdida del morbo de dicha actividad. Como respuesta no obtuvo nada de lo previsible, sólo una revelación analítica, gélida, que le hizo tomar asiento de inmediato.
–"No volverá porque no tiene agallas para afrontar el haberme confesado que cree estar enamorada de mí".
CONTINUARÁ…
There's no escaping me
I'll be like your worst enemy
I'm right behind you every place you run to I'll be
there with you
…
If all the world's a stage and we are,
We're only just two crazy players
Please understand why I just can't go on without you
Anymore…
There's no escaping me
I want you back, can't you see
I'm losing all control and cannot guarantee my sanity
…
There's no escaping me
I'm with you while you sleep
I hear your lies, I hear your truth
I hear you speak before you do
'Cause being without you is driving me crazy
And I don't know what to do.
Yes, being without you is driving me crazy
'Cause all I want is you.
Being without you is driving me crazy
I don't know how long I'll last
Being without you is driving me crazy
Feel my pulse it's going so fast.
(Driving me crazy, Phil Collins)
Y me duele tener que haberle descuartizado esta magnífica canción al pobre Phil :S Imperdonable, pero todo sea por el ahorro de espacio xD Así que les recomiendo, como con el resto de songs que figuran en el fic, que las escuchen en su versión íntegra y original si no lo han hecho ya ;)
