Ahora sí. The End. Para nosotros, al menos ;) House, Cuddy and Co proseguirán con sus vidas en múltiples escenarios alternativos que podremos revisitar mil y un veces en los extraordinarios fics que van floreciendo en el jardín fértil e ilimitado que nos ofrece el canon. Y seguirán vivos en la propia serie, por supuesto ;) Imagino que Mr. Shore et al. no querrán cargarse aún la gallina de los huevos de oro…

TSB está dedicado a todos los fans de la química explosiva entre House y Cuddy, especialmente aquéllos que se embarcaron en la aventura de este fic sin rumbo fijo ni timón ni timonel (XD), acompañándome en un largo y tortuoso viaje, pero que, a pesar de eso, lo han seguido con una avidez, interés, expectación e ilusión impagables de principio a fin. Ha sido un honor y un placer; muchísimas gracias por haber estado al otro lado del PC :D.

Epílogo: Kaddish

Autumn leaves under frozen souls,
Hungry hands turning soft and old,
My hero crying as we stood out there in the cold,
Like these autumn leaves I don't have nothing to hold.

And I look at you, and I see me,
Making noise so restlessly,
But now it's quiet and I can hear you sing,
'My little fish don't cry, my little fish don't cry.'

(Autumn, Paolo Nutini)

27 de octubre de 2016

Querido Diario:

Nunca he tenido diario… siempre me ha parecido una manía de niñas repipis y cursis, simplemente porque… mi vida es aburrida. Hablarte del cole, de la tele y las tardes en casa de Charlie no es precisamente lo más entretenido; hasta tú acabarías cansándote de mí y la llave que te abre se perdería de repente. No puede esperarse que la vida de alguien de ocho años y tres meses sea algo emocionante. Ojalá fuera mayor… así tendría historias alucinantes que contarte, como las que Papá y Mamá nos cuentan a nosotros o a sus amigos. Mamá tiene tantísimo que contar que ni siquiera le basta con un diario y por eso escribe novelas que todo el mundo quiere leer y llenan muchos estantes en todas las librerías en las que he entrado.

Además de no tener nada interesante que escribir en ti, para qué hacerlo… A fin de cuentas, solo yo puedo leerte, ¿no?

Pero Mamá te ha comprado esta tarde creyendo que me serás de utilidad. No sé cómo…

No es como si de repente, escribiendo una tonta redacción sobre las últimas noticias en mi vida, tío Jim fuera a resucitar de entre los muertos-Amén.

Pero lo intentaré por Mamá. Está muy preocupada por mí. Y por Papá, que, desde que recibimos la Llamada, se pasa el día sentado en la banqueta del piano, sin tocar, sin componer… con la tele apagada.

"Tío Jim…se ha marchado".

¿Adónde? ¿Con quién? ¿Por qué no me ha llevado con él? ¿Cuándo volverá? ¿Traerá regalos? ¿Enviará una postal, como desde España la última vez?

Pero se referían a que se había muerto. No lo entiendo.

¿Porque nos dijeron que se había ido, si nunca más regresará de ese sitio? ¿Si está muerto? La muerte no es irse de vacaciones… no se va de viaje.

Un día entré a escondidas en el estudio de Papá (Charlie me retó; decía que no tenía valor para hacerlo y contarle luego lo que había visto). No es que el sitio esté prohibido… pero no les gusta que registre entre los libros porque dicen que hay imágenes un poco "explícitas" y "fuertes" para mi edad. Me puse a hojear los libros que Papá y Mamá guardan en la vitrina. De cuando estudiaban en la Facultad. Esos con dibujos y fotos de personas muertas que parecen resecas y arrugadas como pasas y enseñando todos su órganos como si los hubieran abierto con una cremallera invisible. No me dio asco. Ni miedo.

Algo de pena. ¿No sentían frío en los pies? ¿Les habría dolido algo cuando les cortaron para que mis padres, o tío Jim, o ahora yo pudieran estudiar como eran por dentro?

Cuando Papá nos dio la noticia, lo primero que me vino a la mente fueron esas fotos. Y tuve ganas de vomitar la merienda. Fue muy raro… Veía a esas personas de las camillas, con el corazón y los intestinos y todo lo demás que tienen dentro al aire, con la cara de tío Jim. Pero no cuadraba demasiado.

Tío Jim corre, y juega al baloncesto, y al ping pong con Papá. Y dirige el Hospital donde antes trabajaban Papá y Mamá. Los dos llevan a Dylan a los Monster Trucks siempre que pueden, mientras Mamá y yo hacemos galletas o pastel…

Mi tío ni siquiera cojea como Papá, que es más viejo y más cascarrabias. No le duele la pierna, ni toma pastillas, ni se queja de nada. No recuerdo que nunca se haya puesto enfermo. Siempre sonríe, nunca está triste, y cuenta muchos chistes. Es fuerte: me coge en volandas y lleva a Dylan a piola.

No está frío, gris o seco.

No.

Tío James NO puede estar muerto…

Voy a cerrar la puerta. Me molesta el ruido que hay fuera.

Ya estoy aquí. Dylan no para de saltar y correr el pasillo. No deja en paz el triciclo que le regalaron por su cumpleaños y va con el casco a todas partes, como si fuera la escafandra de un astronauta. Y hace reír a todos, aunque vayan vestidos de negro y tengan caras blancas y con ojeras. Sé que es muy pequeño como para darse cuenta de lo que ha pasado. De lo grave que es…y de lo poco apropiado que es que se ponga a hacer monerías con sus pantaloncitos nuevos y su camisa a rayas, para complacer a todos los invitados. Pero el hecho de que no pueda darse cuenta me enfada. Me hace odiarle. A mi hermanito pequeño. Y eso me hace odiarme a mí misma. Y me pone triste, porque sé que al tío Jim no le gustaría nada eso. Decía que era una niña madura para mi edad, sensata e inteligente. Bueno, todo el mundo lo dice, pero…ahora me siento como un bebé. Quiero llorar…gritar…patalear como Dylan cuando le da un berrinche.

Que vuelva tío Jim con una bolsa de gominolas y chupachups de fresa, para compartirlos con Papá y conmigo a espaldas de Mamá, mientras nos tapamos los oídos para no oír su sermón sobre las caries.

¿Estará avergonzado de mí donde quiera que esté?

He estado pensando… qué será de mí ahora. Se supone que un padrino está ahí cuando…cuando tus padres no están. Dylan tiene a tía Rebecca para ocuparse de él si…si Papá y Mamá no pudieran hacerlo. Pero, ¿y yo? ¿Me quedaré sola? ¿Iría a un orfanato? ¿Me separarían de Dylan?

Tengo miedo de quedarme sola en el mundo… sin nadie que me quiera o se preocupe por mí. Quizás debería preguntarle luego a Papá…Sabe responderme a todo lo que le pregunto. Y no me habla como si fuera tonta…

Se me hace raro pensar que…que no volveré a ver nunca jamás a mi Padrino. Ya no le teníamos en casa tan a menudo desde que nos mudamos de Princeton cuando a Papá le dieron el nuevo trabajo en Boston… pero aun así venía cada vez que podía a hacernos una visita. Los fines de semana, en Navidad, por mi cumple… cogía un avión sólo para vernos.

Es injusto. Era tan bueno, el mejor tío del mundo. Creo que fue él quien dijo a Santa Claus que me trajera la Barbie bailarina las Navidades pasadas. ¡Estoy segura! Porque cuando me levanté por la mañana…¡allí estaba! Aunque no la había incluido en mi carta… y él era el único al que le había contado cuánta ilusión me hacía. Porque Mamá y Papá estaban tan emocionados con que me hicieran saltar un curso y pasara a quinto grado, con los mayores, que por eso fingí estar contenta y entusiasmada con el microscopio y los libros de mariposas y otros bichos que me había dejado Santa en su nombre. Me gustan, son interesantes, estoy aprendiendo muchísimas cosas nuevas que no sabía ni imaginaba…

Sé que nos quieren mogollón, que no nos cambiarían a Dylan y a mí por nada en el mundo. Mamá dice que los tres (nosotros y Papá) somos la "luz de su vida". Papá no utiliza tantas palabras, pero no hace falta. No me llama con nombretes cursis como "princesa" ni "flor" ni se pasa el día abrazándome o dándome mimos y haciéndome carantoñas como los padres de las niñas de mi clase.

"Como dos gotas de agua", decía tío Jim. No se me da bien tocar el piano, pero me encanta la música, y él no me ha obligado a continuar con las clases particulares que me daba. Ahora prefiere tocar él, con Dylan sentado en sus rodillas, Mamá desafinando y yo tratando de seguir el ritmo, cantando o bailando.

Nos entendemos tan bien, que sabe cuándo necesito estar sola. Como ahora. Le escuché decirle a Mamá que me diera tiempo…

Tendré que darle las gracias luego…

Pero…a veces creo que los dos se olvidan de que sólo soy una niña. Que aunque sea tan lista, sólo quiero bailar, y correr, y salir a patinar con mis amigas, y caerme, romperme una pierna y que me tengan que regañar y poner una escayola como la de Charlie.

Y que se sientan orgullosos de mí como en la función de ballet que hubo en primavera. Mamá no paraba de llorar, creo que de felicidad o algo así, porque tampoco podía dejar de reír; supongo que por eso la grabación del vídeo parece tomada desde un tren. Desde donde yo bailaba veía claramente el traqueteo de la cámara… y la amplia sonrisa de Papá al verme haciendo las piruetas de mi número con el lindo tutú rojo. Había apostado con tío Jim diez dólares a que se me caería la corona dorada de princesa que Mamá se había pasado toda la tarde tratando de trabar con las horquillas a los rizos de mi pelo. Con los diez dólares, tío Jim nos invitó a Dylan y a mí a un cucurucho de vainilla y chocolate, con muuuucho sirope. Mmmm…

Mamá puso el grito en el cielo por mis amígdalas. Pero Papá se ocupó de calmarla y darnos tiempo para desaparecer hacia el parque…

Sólo quiero volver al parque con tío Jim.

Ir al ballet con él.

Pero nunca más podré hacerlo.

No podré presentarle a Charlie, como le había prometido yo a él. ¡Es el mejor amigo que existe en el Universo! ¿Sabías que Papá y el tío eran también los mejores colegas del mundo? No sé qué haría si de pronto muriera Charlie. Se marchara. Se lo llevaran. O lo que sea.

Querría irme yo con él también…

Después de todo, la gente de las fotos del libro gordo de la vitrina no parece infeliz. Sólo fría…y sola.

Pero nosotros no estaríamos solos. Nos tendríamos el uno al otro.

Como Mamá y Papá y Dylan.

28 de octubre de 2016

Estamos en Princeton y te he traído conmigo. En realidad se suponía que la abuela Blythe viajaría para quedarse con nosotros el tiempo que durara la ausencia de Papá y Mamá, pero yo quería ver a tío James.

Insistí. Insistí. E insistí un poco más. Al final, Papá, por no escucharme, compró pasajes para todos. Hizo como si estuviera enfadado, gritando que por mis caprichos tendrían que sacar un bono de la aerolínea, pero todo era teatro. Es un buen actor, mi Papá. Luego fui a verle antes de irme a acostar y le abracé. Y me sentó en su rodilla buena y tocó el piano para mí como hacía cuando era pequeña para dormirme.

Creo que no estaba enfadado… sino muy triste. Como cuando Abuelo John murió… solo que no habla con nadie de eso. Ni de esto tampoco. Mamá se sienta junto a él en la banqueta y le hace compañía. Pero no hablan.

Al menos vuelve a tocar…música triste que me hace sentir frío aunque lleve mi suéter de punto y mi bufanda. Que se mete en mi cabeza, detrás de los ojos, y empuja las lágrimas aunque no quiero llorar. Y me quita las ganas de comer porque el estómago me pesa y la comida se me hace bola en la garganta, sin poder bajar.

Pero aquí no hay piano. Sólo una tele. Como Papá ha cogido el mando nada más entrar por la puerta y no va a soltarlo pronto, se entretiene haciendo zapping. No para en ningún canal lo suficiente para ver bien el programa que están poniendo, así que Dylan y Mamá se han quedado dormidos, uno a cada lado suyo en el sofá. Yo estoy cansada pero no puedo dormirme.

Estamos en un hotel. No me gusta. Las sábanas de mi cama raspan y la almohada pica cuando apoyo la cara sobre ella… Lo que no sé es por qué Papá no nos ha llevado a casa de tío Jim como otras veces. Tiene preparada hasta un cuarto con papel de flores en el que Dylan y yo dormimos juntos, cada uno en nuestra cama. Y hay pósters de Harry Potter, y de Barbie, y de Mickey Mouse. Y una tele extra donde poder ver Patoaventuras y las Supernenas.

Mañana volvemos a casa.

Esta mañana fuimos todos al cementerio. Mamá me acompañó para "decir adiós" a tío Jim. Yo no quería…Quería verle (se lo pedí; me puse a llorar), a diferencia de Papá, pero no pensaba decirle adiós. Y no se lo dije. Estaba enfadada. Me había prometido llevarme a ver Cascanueces en diciembre, por mi cumple. ¡Decía que ya había comprado las entradas!

Me engañó…

Sé que no quería hacerlo pero lo hizo.

¿Por qué hizo una promesa que no podría cumplir?

Así que sólo estuve de pie delante de su ataúd, con Mamá justo detrás, abrazándome mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

Tío Jim tenía las manos cruzadas delante del cuerpo, como si rezara. No llevaba traje ni corbata ni la bata ni su sudadera de la Universidad… sólo una especie de camisón blanco que se parecía al que llevaban las doncellas en esas películas de época que ponen a veces en televisión. Mamá me había explicado que eran cosas de la tradición, del "servicio fúnebre" que los señores Wilson (los papás de Tío Jim) habían escogido para él. Sé que Mamá también es judía, Papá no. Pero nunca nos han obligado a ir a la sina…(busco la palabra en el diccionario; quiero escribirla bien): sinagoga, así que no sabía nada de eso... Lo buscaré en la enciclopedia para entenderlo mejor cuando llegue a casa.

Como "infarto". O "fortuito". Son palabrejas raras. Las he oído alguna vez, pero nunca he necesitado comprenderlas. Me pondré a investigar, antes de preguntarle a Papá y Mamá. No quiero que nadie se eche a llorar otra vez con mis preguntas… Me hace querer llorar a mí también. Y soy casi una señorita, se me pondría la cara roja como un tomate…y tía Allison me dijo que mis ojos azules se ponen muy feos y apaga la estrella que hay en ellos.

Cuando me miro en el espejo yo no veo ninguna estrella… pero dicen que tengo la misma estrella que Papá.

Las bacterias son tan pequeñitas que no las vemos y no por ello no existen… Con un microscopio puedo verlas tal y como salen en los libros de la vitrina. Grandes y en colorines. Así que puede ser verdad. A fin de cuentas, tía Allison no miente nunca. Es muy guapa y buena. Me gustaría ser como ella de mayor…

INFARTO. No me gusta la palabra. Suena fea. En cuanto me aburra de escribirte cogeré el diccionario y apuntaré el significado en el glosario que Papá me compró hace poco.

Necesito saber por qué la gente susurraba esa palabra, mirando alrededor para asegurarse de que yo no estaba pendiente, y luego observaban a Tío Jim en su ataúd con cara de pena, unos llorando y otros pasmados, con la boca abierta. Decían que había muerto de eso… y, como yo, no parecían creerlo. Si muchos eran médicos importantes, viejos y que han estudiado tanto, como Papá y Mamá, y ni ellos pueden entender por qué ha muerto tío James tan pronto… ¿cómo esperan que yo lo entienda?

Tío Jim parecía incómodo en aquella caja tan estrecha. Yo también lo estaría. Parecía una caja de cerillas… Dormido como un lirón, pero estaba muy pálido, como si no hubiera tomado el sol. Aunque se había puesto bastante moreno en sus vacaciones en Europa este verano.

Pero no sonreía. Tenía los ojos cerrados muy fuerte y no los abrió para recibirme o revolverme el pelo con la mano…

Quería mucho a tío Jim (y él a mí y a Dylan, y a Papá y a Mamá). Todo el mundo que conozco le quería también. Pero había tantísima gente que no conocía hoy en el cementerio para despedirse…que sentí celos, como la primera vez que vi a Papá con Dylan envuelto en mantitas al traerle del hospital.

Y luego estaban aquellos señores con sombreros extraños llevando a hombros la caja donde habían acostado a tío Jim o llevando más velas que el árbol de Navidad. Y el sacerdote vestido de oscuro hubiera asustado a Charlie. De verdad. Se pasó todo el rato cantando un rezo en un idioma extrañísimo que ni siquiera creo que Papá hubiera reconocido. ¿Entendería tío Jim el galimatías? Si ni siquiera podía ayudarme con los deberes de español…

No entendía nada de nada… pero Mamá me aclaró luego que estaba en arameo, una lengua que ya nadie habla. Y la oración sirve para alabar a Dios Todopoderoso y su Justicia, santificar su nombre, y "consagrar" a él el alma de tío Jim.

Encima de que nos lo quita…¿tenemos que darle las gracias? No quise ni cantar el estribillo de aquella tonta canción…

Me puse a mirar a todo el mundo, a inventar nombres para todos los desconocidos que parecían fotocopias, caras blancas y ropas negras. Respiraban y lloraban, sólo por eso parecían más vivos que tío Jim en camisón y dentro de aquella caja fea.

A lo lejos Papá llevaba a Dylan de la mano, aunque se le escapaba para tratar de espantar a las pobres palomas que revoloteaban a su alrededor. Una señora les paró cerca de una estatua con forma de ángel. No la reconocí y sentí curiosidad, pero no podía preguntarle a Mamá quién era hasta que no acabara el "servicio". Hubiera sido poco respetuoso y ella parecía concentrada en lo que decía el señor rabino. No quise molestarla. Así que me rodé unos milímetros para poder ver más allá de las alas del ángel, que tapaban a mi Papá, a aquella mujer y a mi hermano (aunque eso no era muy difícil; como Papá, creo que Dylan va a sacar la estatura de Mamá, por lo bajito que es).

Estábamos a mucha distancia como para escuchar la conversación, pero no a demasiada como para no poder observarla. Me fijé en ella con atención entrecerrando los ojos por si conseguía enfocarla mejor. Parecía tener la edad de mis papás, era delgada y algo más baja que Papá. No sé de qué color tenía los ojos porque llevaba gafas oscuras, de sol, a pesar de que estemos ya en otoño y de que el día no ha estado muy soleado. Tenía nariz respingona (ugs), el pelo lacio y moreno que le caía hasta los hombros, sin recoger en una pinza o un pasador, a diferencia de cómo solíamos llevarlo Mamá o yo por culpa de los rizos. No sabía su nombre, pero su cara me sonaba bastante de haberla visto en alguna de las fotos en los álbumes que Papá guarda en el estudio. Acerté. Papá parecía conocerla, porque estrechó su mano y luego la abrazó unos instantes. Leí los labios (o lo intenté). Creo que ella dijo "lo siento" o "perdón"… Papá dio las gracias. Dylan, que estaba entre ellos y más quieto de lo normal, les miraba desde abajo con asombro, seguro que pendiente de aquella nueva "amiga" y de la charla entre gigantes que mantenía con Papá. La mujer preguntó algo, como buscando la mano de Papá con los ojos. Papá dijo que "no" con la cabeza y tomó la manita de Dylan.

Papá se dirigió a la mujer de nuevo, pero ella sacudió la cabeza y le enseñó su mano, moviendo los dedos, como para enseñarle un anillo. El caso es que, si los tenía, no llevaba anillos en ese momento, pero sí un reloj de oro que parecía caro. Miré la mano de Mamá, que sostenía mi mano. Sólo llevaba una sortija de plata y brillantes que Papá le regaló en su quinto aniversario. Debía haberse olvidado el reloj de pulsera en el hotel con las prisas…

No sé qué podían haberse dicho o sucedido en los segundos que aparté la vista de ellos, pero cuando miré hacia el frente, Papá miraba al suelo y trazaba una especie de línea en la tierra del césped con su bastón. Se llevó la mano al pecho, asintió y sonrió la sonrisa especial de Mamá. La mujer parecía a punto de romper a llorar, pero le devolvió la sonrisa. Una sonrisa…como de pega. Dio un paso atrás, como si fuera a marcharse ya. Miró a Dylan e intentó revolverle el pelo como hacía tío Jim. Mi hermano se apartó y se escapó para seguir correteando. Entonces ella rió. Fue raro. Me recordó a la bruja Maléfica de la Bella Durmiente. Sonreía como si le costara mucho esfuerzo mover los labios y probablemente hacían el mismo ruido que las ruedas de mi bici cuando se oxidaban. Papá habló de nuevo, y ambos miraron hacia donde estábamos nosotras. Mamá seguía rezando y no se dio cuenta, pero yo no aparté los ojos. La señora me sonrió, pero del mismo modo, como por compromiso, que había hecho con Dylan. No me gustó ni un poquito. Volví a mirar a Papá, que me devolvía el ceño fruncido, como cuando imitaba para hacer la gracia mi mueca de concentración. Casi me reí e interrumpí la ceremonia.

La desconocida apretó el hombro de Papá (¿cómo era que Papá no se apartaba de ella con tanto toqueteo? Papá odia el "toqueteo". ¿Era también una amiga de Tío Jim y de él?), que volvió a abrazarla. Creo que le deseó suerte.

Entonces la mujer se marchó definitivamente. No miró atrás ni se acercó a escuchar el servicio.

Así que me dediqué a seguir observando a todos los presentes, con tal de olvidar quién estaba dentro de la caja.

Tía Allison estaba allí esta mañana. Vino con Sebastian al funeral, que trataba de evitar que se desmayara y cayera sobre su hinchada barriga. A Papá no le hace mucha gracia el "Doctor Charles" y pone cara de pocos amigos cada vez que le ve por la tele o en el periódico. Dice que tía Ally "no le merece" cada vez que alguno de ellos sale en una conversación y Mamá le propina un codazo. Ally y Sebastián se conocieron en una gala benéfica hace dos años y fue un flechazo instantáneo. ¿No te parece romántico? Forman una pareja de cuento de hadas y son tan felices como Mamá y Papá. Más incluso. ¡Y encima trabajan juntos! No entiendo por qué Papá les critica tanto y les llama "soñadores" como si fuera un insulto…

A mí me gusta soñar.

Ally y Sebastian están esperando un bebé (¡que seguro que será precioso!) y Dylan está todo emocionado por tener un primito al que pasear en carricoche cuando él aún va en uno. Ally se ofreció a llevarnos a tomar un chocolate a una cafetería, o dar un paseo juntas por el parque, pero no me apetecía. Prefería quedarme con mis papás y Dylan. No tenía ganas de hablar, ni de ver a nadie, aunque fuera alguien a quien quiero tanto como a la tía Allison. Además, supuse que ella y su marido tendrían cosas más importantes que hacer que dedicarse a cuidarme como si fueran mi niñera…Desarrollar la vacuna contra el SIDA, niños que salvar en África y traer su propio niño al mundo.

Me extrañó ver al Doctor Foreman allí. No sabía que fuera tan amigo de Tío Jim. Que le conociera tan bien como Papá o lo respetara tanto como Rob. O si sólo estaba allí por hacer bulto, como murmuraba Papá, refiriéndose a algunos médicos, enfermeras y secretarios del Hospital. Papá fue jefe del Doctor hace tiempo y ahora recibe cartas suyas de vez en cuando. El doctor es Jefe del Departamento de N…Neu-R-ología de un hospital "de cinco estrellas", dice Papá, en Los Ángeles. Mantienen el contacto, se hacen consultas, pero yo apenas recordaba cómo era su cara porque hacía muchos años que no le veía, y la última vez era demasiado pequeña para acordarme bien. Me fijé en él. Quizás fuera el único que no lloraba. Permaneció tan serio durante todo el servicio, que parecía de piedra. Sólo le vi tratar de sonreír cuando le presentaron a Dylan, que le sacó la lengua como única respuesta a su saludo. A los pocos minutos, Dylan ya le estaba llamando "Doctor Mandingo": Papá rió por primera vez en tres días y Mamá intentaba por todos los medios de taparle la boca a mi hermano para que no siguiera con la cantinela. El Doctor no parecía enfadado, ni ofendido. Sólo comentó que era un "niño muy vivo y con el genio explosivo de sus padres". No sé qué significará eso. Mis padres son muy educados y no van insultando a la gente por ahí. Bueno, al menos Mamá no…

Después de que enterraran al pobre tío Jim en aquel agujero oscuro y sucio (sin flores, sin lazos, sin ninguna bombilla que le diera luz ahí abajo) fuimos a reunirnos con Papá, que había preferido quedarse fuera de la ceremonia, con la excusa de vigilar a Dylan. También vinieron tía Ally, Rob y el Doctor Foreman, para darle el "pésame" a mi padre, pero como siempre, terminaron contándose batallitas en lugar de hablar de mi tío. Los tres fueron alumnos de Papá hace muchos años, antes de que yo naciera, y, aunque nunca se lo he oído decir a él personalmente, Mamá (¡y yo también!) opina que, en el fondo, les quiere casi tanto como la señorita Jane quería a todos los niños de mi clase del parvulario. Aunque nos tuviera todo el día repasando palabras punteadas en el cuaderno. He oído que Papá era un profesor de primera, muy exigente y duro y les hacía trabajar mucho, pero al final supongo que eso les ha ayudado a ser tan buenos doctores hoy y triunfar en todo lo que han hecho al separarse. Tío Jim me contó que eran como los Tres Mosqueteros de la Medicina, y que Papá era un auténtico D'Artagnan.

De los cuatro, el único que sigue aún en el Hospital donde trabajaban mis papás, bajo las órdenes de tío Jim (aunque no creo que realmente le ordenara nada) es Rob. O Chase, como le dice Papá. Es gracioso, sólo Dylan y yo llamamos a nuestros tíos (que tampoco son tíos nuestros, salvo tías Rebecca y Sarah) por su nombre de pila. Entre sí todos se llaman por apellidos; de ahí que tío Rob, de broma, nos llame House-Cuddy 1 y 2. Eso pone a Mamá de los nervios… y hace que Papá empiece a referirse a él como Bobby o Pequeño Wombat Melenudo, cosa que no le hace en absoluto feliz. A mí tampoco…tiene un pelo rubio precioso. Muy brillante, como en los anuncios de champú.

Una vez que estábamos de pasada en Princeton porque Papá tenía un Congreso y Mamá una firma de libros en la ciudad (Dylan aún no había nacido), me llevó con él para visitar a tío Jim, y también saludamos a Rob. Tío Rob ahora lleva el Departamento que antes dirigía Papá, y tiene a su cargo otros dos médicos jóvenes que parecen muy simpáticos pero que apenas nos dirigen la palabra. Creo que es porque Papá les da miedo, o algo. Como si fuera el Lobo Malo que se los fuera a comer. De todos modos, tampoco les hago demasiado caso porque no son tan guapos ni tienen el aspecto de estrella de cine de tío Rob. ¡Y tiene un acento muy bonito y exótico porque es australiano! ¡Imagina eso, Australia! ¡Al otro lado del mundo! Una vez le pregunté que por qué se había hecho médico si podía haber sido modelo o surfista profesional… y se echó a reír a carcajadas. Algún día, cuando sea más mayor y más alta (aún más…¡aunque soy la más alta de mi clase!; herencia de los House, dice Mamá cuando todo el mundo le pregunta que qué cosa especial me da de comer para que haya crecido tanto), le preguntaré a Rob si querría salir al cine a ver una película algún día. Creo que le gustaría y no tiene novia (aunque no sé por qué no)…

Pero jamás adivinarías lo más raro que ha pasado hoy en el cementerio. Más raro aún que escuchar de nuevo la risa de Papá, las batallitas de sus antiguos alumnos o la visita de aquella extraña mujer…

Como si fueran un corrillo de niños de la escuela, los amigos de mis padres (Rob, tía Ally, el Doctor Foreman, Sebastian) se juntaron en el sendero que llevaba al parque público, y empezaron a hablar casi todos a la vez. ¡Incluso contaron historias protagonizadas por tío Jim! No sabía que era otro héroe, otro mosquetero más de la época en que Papá estuvo trabajando en Princeton. ¡Pero al parecer, lo fue! El caso es que yo quería oír todos aquellos relatos nuevos, aquellas aventuras en que había participado el tío y que nadie antes me había contado. De hecho, al poco rato de estar allí, se acercó una señorita de unos veintipocos años, con una larga melena rubia y sedosa. Era bastante bonita y parecía algo cortada, además de triste. Dio su nombre, y sólo Rob la recordó de primeras. Cuando aclaró a los demás (a mí no me sirvió de mucho) de quién se trataba hubo una especie de mini-fiesta, risas por un chiste que sólo ellos parecían conocer y que hizo a Rob ponerse rojo como un tomate. Ella también rió y se puso colorada al oír que todos conocían el secreto. Aquella chica, al parecer, fue paciente de tío Jim siendo niña y al leer sobre su muerte en el periódico, había decidido ir a despedirse en persona. Tuvo cáncer, pero luego Papá descubrió que no sólo estaba mala por eso, y su equipo logró curarla con una complicada operación. Me cayó bien, y parecía sincera y muy linda. Prefería quedarme allí, entre ellos, para imaginarlos a todos en acción en mi mente… pero no me dejaron estar allí demasiado tiempo. ¡Qué fastidio! No, la pequeña Jamie no puede oír esto, mejor que no oiga lo otro… que vaya a cuidar de baby-Dylan, a correr detrás de él hasta que se caiga al suelo, se rasguñe o se ensucie el pantalón nuevo, y vaya llorándole a Mamá para que a ella la castiguen.

Así que tuve que hacer lo que me mandó Mamá y controlar que Dylan no se metiera en el estanque a jugar con los patos. Y que no tirara piedrecillas a las pobres ardillas. Al final terminamos delante de la mismísima lápida del tío Jim. Junto a la tierra removida que habían puesto encima de la caja que le tenía atrapado…

Dylan está aprendiendo aún las vocales y no sabe leer. Es un poco lento. Así que le leí lo que decían las letras grabadas en la piedra:

Aquí yace James Wilson

(1969-2016)

Amado hijo, hermano y tío.

Añorado amigo y colega.

Eminente oncólogo e

ilustrísimo decano del ppth (2011-2016)

"Tu fe en la humanidad movió montañas"

Le explicaba a Dylan lo que era un "decano" cuando de repente escuchamos una voz detrás nuestro, que me llamó por mi nombre pero como si fuera una pregunta. Me puse tensa: Papá y Mamá nos tienen dicho que no debemos hablar con extraños. ¿Pero cómo podía ser un extraño si nos conocía a Dylan y a mí por nombre y apellidos?

Le dije que sí, que era Jamie House-Cuddy. El hombre me sonrió y extendió su mano como para estrechar la mía. Me quedé muy quieta. Aquello sí era raro. Nadie me había dado la mano nunca antes… ¡Era una niña!

Era un hombre alto (no tanto como Papá), trajeado como todos los que habían asistido al funeral pero sin la chaqueta del traje. Menos formal… De todos modos no le recordaba haber visto en el entierro. Pensé. Mejor tener cuidado… aunque no parecía "malo" sino joven y amable. Muy como tío Jim.

Me explicó que se llamaba Michael y que había sido "íntimo amigo" de tío Jim. Le respondí que tío Jim nunca me había mencionado que tuviera otro amigo que Papá, y el hombre no se defendió de mi acusación. Miró a la lápida y la acarició con los dedos, como Mamá hace al arroparnos por la noche. Luego se volvió de nuevo hacia mí, se agachó hasta estar a mi altura, y me dijo que Papá no había sido "amigo" de tío Jim.

No entendía. Papá, tío Jim, Mamá…todo el mundo, no se aburrían de contarme que eran uña y carne, para lo bueno y lo malo.

Justo cuando fui a soltarle eso a aquel hombre, Dylan se deshizo de mi mano sin que pudiera detenerlo y revolvió el pelo del desconocido.

¡Casi me muero en aquel momento! ¡Qué vergüenza!

Pero aquel señor, (me dijo que su nombre es Michael Idle), sólo rió y cogió en brazos a Dylan. Encantado de la vida de hacerlo, además.

Yo estaba a punto de correr para avisar a Mamá y Papá, pero Michael me agarró del hombro. Sin hacerme daño. Como un gesto suave y cariñoso que no tenía la intención de detenerme.

Y, sonriendo aún, me dijo: "No, tu tío Jim y Gregory House no eran sólo amigos. Eran más que eso. Hermanos. Quizás no de sangre…pero a veces hay lazos que unen más fuertemente que la genética. Tu padre o tu madre te lo podrán confirmar… Y tú eres la hija que James nunca pudo tener. Se sentía orgullosísimo de ti y tenía un altar de fotos tuyas, de tu hermano y de tus padres en su casa. Os quería mucho a todos. Erais su verdadera familia y no os hubiera cambiado por nada en el mundo. Creo que hubiera querido que lo supieras, Jamie, ya que eres lo suficientemente mayor". Me guiñó el ojo. Yo no hablaba. No hubiera sabido qué decir por primera vez en mi vida. Y, con mi hermano aún sostenido en un fuerte brazo, sacó algo del bolsillo de su chaqueta: las entradas del ballet. Eran seis y me puso cinco en la mano. Los papelitos amarillos tenían escrito a ordenador la fecha y el número de la butaca para la función. No me había fallado… tío Jim se había acordado. Pero… ¿Por qué tantas? Yo creía que sólo iríamos los dos…o con Papá y Mamá. Que incluso Dylan se quedaría con Nana Blythe. "James tenía pensado hablar con tus padres e invitaros a todos a pasar las Navidades en Princeton, en casa. Para celebrar tu cumpleaños y las Fiestas… y para que pudierais conocer a alguien…Tenía una noticia importante que daros. Pero ahora ya da igual, preciosa. No hará falta (ni creo que le gustara) crear más drama del necesario…". Estuvo a punto de meter la entrada sobrante de nuevo en su bolsillo, pero pareció recordar algo de repente, y me la entregó también. "Igual te hace ilusión invitar a algún amiguito o amiguita…". Pensé en Charlie. Mi mejor amigo… Le gustaba irme a ver bailar cuando hacíamos obras en el cole. Observé a aquel Michael Idle. Parecía necesitar un abrazo como el que di a Papá anoche. No le abracé, pero me quedé en silencio un ratito, junto a él. Ni siquiera Dylan parloteaba o hacía preguntas bobas. "Y me parece que, en la cautela y sensibilidad, te pareces bastante a tu tío, ¿ehm? Tus papás no pudieron escoger mejor nombre para ti…". Sonreía.

Estuve tentada de decirle que se equivocaba. Que lo de mi nombre, a fin y al cabo, sólo había sido un error de cálculo que habían ido difundiendo como si fuera un bonito mito pero que había chinchado a Papá a rabiar… Que mis padres habían pretendido hacer un homenaje viviente a mi tío pero que la gracia les había salido mal. Tenía que haber sido niño…un Dylan, y se sorprendieron cuando vine al mundo por la confusión que causé. Eso había hecho que todos los chicos y chicas de la escuela se rieran de mí durante años por llevar nombre de chico. Hasta esta mañana sólo deseaba cumplir dieciocho años para, entre otras cosas, poder cambiar mi nombre por otro más…normal.

Entonces comprendí. Muchas cosas a la vez. Y sentí alivio. Y alegría.

Entendí que tío Jim no había estado solo en Princeton. Había sido feliz. Tenía una familia que le amaba desde Boston, amigos y colegas que le cuidaban en Princeton y una persona que le regalaba la "sonrisa especial" cada día.

Entendí que a pesar de tener una niña, el afecto mutuo entre mis padres y tío Jim era tan fuerte que por eso mismo decidieron no cambiar sus planes cuando me tuvieron en sus brazos.

Jamie.

Y ahora sé que me sentiré orgullosa de mi nombre siempre, adonde quiera que vaya. Igual que tío Jim se siente orgulloso de mí en todo momento.

I think you knew me better than I ever knew you
Cause you read every chapter
And I just glossed right over them and pretended I knew

And I relied on you
To make me see the foolishness
of paragraphs that were better as one word

What could I have told you to make you think again
We draw the same conclusions but we choose a different end

Forgive me if I break our rule but I think it's overdue
I really cared about you
I didn't think that I could love a friend
as much as I loved you
And we were always friends
We were Captain Jim and Billy
the Super-human Crime-avenging Twins
I'm gonna miss you
I truly am alone now
because there's no one to congratulate my sins

I wish I could have been for you a more consistent friend
The chapters that I skipped I'm going to have to read again

(Song for a Dead Friend, Kevin Gilbert)