Cuando me percaté ya era un niño mimado por todos. Mi padre solía llevarme a todas partes y al crecer un poco más, me enseñó a empuñar una espada y a realizar distintas formas de vuelo. Mi madre me enseñó a comportarme y hablar de forma elocuente: lo justo y necesario.

Siendo un demonio de sangre real nunca recibí insulto alguno, tampoco fui objeto de desprecio o indiferencia. Y no habría razón, pues he sido ágil, inteligente y astuto por defecto.

Tanto en combate como en otras artes me he destacado sin intentarlo demasiado. Mi físico también ha sido motivo de elogios y sin desearlo criaturas de todo tipo han intentado seducirme. No obstante, yo nunca estuve interesado en nada, ni nadie.

De tal manera, viví mi vida acostumbrado a los lujos, al poder y a todo tipo de privilegios, pero en algún momento todo eso comenzó a aburrirme.

Mi padre fue uno de los Daiyokais más fuertes que han existido. Sus proezas hicieron flaquear a los más poderosos demonios. Inu no Taisho, el Daiyokai de las tierras del Oeste; el valiente, el temido e inigualable.

Pero cometió un error: teniendo una familia digna y de clase posó sus ojos en una humana y no conforme con ello, tuvo un hijo con ella.

Desde ese día, mi mundo ya no fue igual.

La distancia entre nosotros se acrecentó cuando conoció a la humana; su carácter se volvió cada vez más dócil, lo que llegó a perjudicarlo, incluso en sus decisiones en medio del combate. Aunque sus hazañas continuaron ya él no disfrutaba igual de su poder. En sus ojos se percibía un brillo ajeno a mi comprensión y a mi existencia o la de mi madre.

La noche del nacimiento de mi medio hermano fue como el crepitar del fuego, cuya fuerza me fue carcomiendo los sentidos. Mirando la luna, mi padre me preguntó si acaso tenía algo que proteger. A lo que yo repuse que solo ansiaba el poder y forjar mi propio imperio. No solo ignoró mi petición de obtener sus espadas, sino que se marchó aún estando herido para proteger a esa humana y su cría.

Ese día el fuego avanzó en forma desmedida en mi corazón; también, fue el día de la muerte de mi padre, quien paradójicamente pereció en medio de las llamas.

Los años siguientes me dediqué a mejorar mis habilidades y a dejar de lado sus deslices, pero luego de recibir una espada que no hace daño alguno y de saber que la poderosa sería para el bastardo, no pude soportarlo. Por mucho tiempo intenté obtenerla, pero solo me llevó a sentirme cada vez más indignado. Yo merecía esa espada por derecho… Estaba frustrado.

Cuando el hanyo obtuvo a Tessaiga, de la manos de nada más y nada menos que una infame humana, me sentí desconcertado. Nunca había estado tan distante de mi padre.

Con Tessaiga, el imbécil de Inuyasha cortó mi brazo. Y luego, valiéndose del Viento Cortante, logró lastimarme de gravedad, haciéndome incapaz de levantarme por unos días.

Allí, en el bosque, sintiendo mi carne lacerada, mi orgullo herido y mi existencia incomprendida, la conocí. Una frágil y pobre niña humana. No pude distinguir muy bien su rostro al principio, pues en su insolencia me lanzó agua a la cara.

Esta niña humana está intentando rescatarme, ¿eh?

Ella me llevó alimento y agua; se iba y volvía por el mismo sitio cada vez, dejándome en el bosque sin entender sus razones. Una mañana regresó maltrecha, así que sin pensarlo le pregunté el motivo de las heridas en su cara, pero ella no respondió y en cambio me dedicó una sonrisa.

Nunca olvidaré su gesto, tampoco podré olvidar lo que sentí al verlo.

Al día siguiente, estaba renovado. Cuando me disponía a marchar percibí el tibio aroma de su sangre. Un cambio en el viento había traído su esencia. Al encontrarla inerte, desgarrada entre la jauría que estaban a punto de devorarla, sentí que algo nació dentro de mí. Tenseiga respondió agitándose. Aquel suave rostro sonriente se manifestó en mi mente.

Blandí la espada sobre el cuerpo ensangrentado. Y como si una fuerza me llamara sujeté su cuerpo con delicadeza. Su corazón volvió a la vida, guiándose de mis latidos.

Ahí estaba la niña.

Había abierto los ojos. Otra vez viva, despierta.

Desde ese día, y esta vez para siempre, mi mundo ya no fue igual.

. . .

Cuando Rin cumplió trece años, Sesshomaru le había llevado un kimono rosa. Ella se veía ligeramente más grande, pero nada destacable. No obstante, hubo un cambio en el aroma de su sangre ocurrido desde hacía algunos meses, el cual se volvió más intenso cuando la niña comenzó a menstruar.

Sesshomaru no sentía deseos por ella, sino que se habían intensificado sus instintos de protección. Quería conocerla nuevamente, a la niña que tenía una conciencia más amplia, la que vivía en la aldea y que, cuando la visitaba, le hablaba sin cesar, comía en exceso y reía hasta dejarse caer al suelo. La niña que experimentaba el mundo de una forma tan distinta a él.

¿Cuándo fue que sus sentimientos de amor comenzaron a surgir? Sin duda, haber sido testigo de su primer beso fue un indicio de que algo insondable y complejo estaba creciendo en él. De nuevo, emergió un fuego crepitante dentro de sí, pero ¿Por qué este no quema? ¿Acaso se había vuelto masoquista?

No estaba enamorado de su cuerpo frágil, de su inocencia o de su rostro de dulce sonreír. Estaba cautivado de ser parte de un mundo donde ella había nacido, donde sus suaves latidos, como galopes en tierra árida, habían hecho brotar tiernas, pero fuertes raíces.

Después del incendio, en medio de las cenizas, había nacido una flor.

Entonces ¿De qué sentía celos? Sentía celos porque él era diferente. Sentía miedo de ya no ser necesario, de nunca poder tocar su mano, de vivir como un eterno testigo del ser que estuviera a su lado, de sentirse nuevamente incomprendido y de no comprenderla a ella. Sin embargo, de lo que más tenía miedo era de no ser capaz de mantener su sonrisa, aun si no pudiera estar a su lado para verla.

Cuando Rin fue creciendo y cumplió alrededor de quince años todavía usaba su traje favorito: el kimono rosa. Por el contrario, había dejado de usar hace mucho tiempo su coleta graciosa y ahora marcaba una distancia entre ella y su señor.

El demonio lo había notado y respetó su espacio. Rin lo miraba diferente, estaba ruborizada. Parecía que de su boca no salían las palabras que realmente quería decir.

Un intercambio de miradas, las cuales habían durado más de lo normal, un roce de manos accidental, un latido. Rin volvió a tomar distancia.

Rin: - Amo Sesshomaru.

Sesshomaru: - Dime.

Rin: - Rin estaba triste porque se tardó en venir a la aldea.

Sesshomaru: - Trataré de hacerlo más seguido.

El viento arreció, haciendo que el demonio pudiera percibir su aroma, el cual era todavía más intenso y atrayente que las veces anteriores en que la había visitado. En un acto reflejo, invadió el espacio personal de Rin y procedió a olfatearla.

Sujetó sus hombros con delicadeza, mientras posaba su nariz en su cuello fino. Ella se tensó debido a la impresión y al sentir el aliento de su Amo.

Sesshomaru se había perdido en aquel aroma de tal forma que no era consciente de lo que hacía.

Rin: - ¡Señor Sesshomaru! - Levantó la voz, ruborizada.

El demonio, al percatarse, se alejó de ella.

¿Qué es esto que siento? ¿Con qué razón me acerqué de esa forma a ella?

Sesshomaru, a unos pasos de la humana, le daba la espada. Estaba ruborizado, pero lo que más le sorprendió fue que su corazón latía muy rápido.

Jaken por fin pudo dar con ellos. Empezó a patalear y a decir sus cosas. Por primera vez, agradecieron sus rabietas; de alguna forma se percibía muy tenso el ambiente.

Pasadas unas horas, el sol comenzó a bajar, signo de que la tarde había madurado. Rin estaba tan cansada y adormilada luego de la comida, que sin darse cuenta se recostó en la estola del demonio. Este, luego de unos minutos, había recuperado la compostura, por lo que trató de actuar normalmente con ella.

No obstante, al sentir la cabeza de la humana recostarse en su brazo, nació en sus adentros unas ganas tremendas de atraerla hacia su pecho. El pequeño Jaken dormía cerca de ellos, recostado en un árbol.

¿Por qué nuevamente me siento así?

Sesshomaru observaba las facciones de la humana: su piel blanca, pero con un leve tono caramelo. En sus mejillas un cierto rubor y en su boca un tono rosa. Sus labios eran carnosos y pequeños, sus pestañas eran largas y rizadas, lo que le daba un aire aniñado a su sueño. Rin dormía plácidamente.

Lo mejor será que la despierte.

En ese momento, ella se movió dormida, quedando sobre los muslos del daiyokai. De esa forma, dejaba a relucir el nacimiento de sus senos. Estos se notaban de un tamaño algo pequeño. Sesshomaru pudo ver su escote, el cual a medida que la humana se movía, iba revelando cada vez más, pues con el movimiento su obi se había aflojado.

Estaba muy concentrado en aquella imagen. Sabía que lo correcto era desviar la mirada, pero no podía hacerlo. Cada vez que lo intentaba, Rin lanzaba un suspiro o volvía a moverse, dejando aún más a la vista sus senos.

Su cuello era fino y terso. Se fundía preciosamente con su clavícula y sus delicadas formas. El demonio decidió cubrirla, pero cuando se disponía a jalar el kimono para tapar el escote ella se movió una vez más y esta vez uno de sus senos quedó al descubierto, el cual era redondo y su pezón rosado. Sesshomaru detalló aquella forma. Quería acariciarlo, acercarse a él y besarlo.

¿Qué estoy pensando? ¿Acaso quiero comerla?

No podía creer que su instinto carnívoro estaba despertando. Su presa estaba ahí, mostrando ante él su piel, dejando al descubierto sus intimidades. Era como si estuviera puesta en la mesa lista para disfrutarla.

Sesshomaru volteó su rostro hacia otro lado. Estaba confundido y asustado de sí mismo. Lo último que quería era hacerle daño.

Rin volvió a suspirar, lo que hizo que él sintiera mucha tentación por mirarla de nuevo ¿Acaso sus movimientos habían dejado al descubierto alguna otra parte de su piel?

Sesshomaru, vencido, volteó su rostro a ella y esta vez, además de tener un seno al descubierto, tenía sus piernas abiertas. El kimono, que se había levantado, dejaba ver parte de su intimidad.

El demonio resopló, sentía mucha curiosidad, una que le hacía hervir la sangre. Aunado a eso, sus movimientos habían provocado que el aroma de esa zona llegara hasta su nariz.

Sin pensarlo, acercó su mano a su muslo, el cual era un poco carnoso. Sesshomaru se sorprendió al pellizcarlo ligeramente, pues aquella piel era más suave, más frágil y más deliciosa de lo que alguna vez se pudo imaginar.

Quiero tocarla más, saber qué hay debajo de su ropa.

De repente, la joven aún dormida comenzó a llamarlo:

Rin: - Señor Sesshomaru…

La humana llevó su mano a su intimidad y comenzó a tocarse, mientras movía muy lentamente sus caderas. Allí estaba ella, dormida sobre él, dándose placer sin siquiera darse cuenta.

¡Tengo que despertarla! Esto no puede seguir…

Pero él estaba ceñido en sus movimientos. De pronto, la humana se frotó con más fuerza, haciendo que de su boca saliera un erótico sonido. Estaba sintiéndose muy bien.

Sesshomaru pudo detectar con más intensidad el aroma que provenía de ese lugar. Sin tener conciencia de lo que hacía, acercó su rostro a ella, con deseos de levantar la falda y lamer aquella zona.

Sabía que estaba húmeda por el sonido producido cuando ella se tocó, pero de alguna forma, detuvo sus movimientos y razonó que no debía hacerlo. Rin dormía a su lado porque confiaba en él.

Se levantó con rapidez del lugar, haciendo que ella despertara por el golpe que se había dado en el pasto.

Rin: - ¿Qué pasó? ¿Me quedé dormida? ¡Aaah! ¡Mi kimono está mal puesto!

Sesshomaru no respondió. Estaba de espaldas a ella, apoyándose con una mano a un árbol. Allí fue cuando decidió alejarse de ella y poner en orden sus nuevos sentimientos.

Rin: - ¿Amo Sesshomaru?

. . .

Unas semanas después, resolvió en lío que había surgido en su corazón:

Cuando me percaté ya estaba colgado de ella. Sentimientos que nunca había sentido una vez más era Rin quien los hacía brotar. Este Sesshomaru, un demonio aristocrático, había dejado atrás sus aspiraciones más infames. Ahora tenía algo que proteger… para siempre, a ella.

Nota Aclaratoria:

Los sucesos que se describen en este capítulo ocurren seis meses antes de los sucedidos en el capítulo tres de este fic, es decir, cuando Rin se va a vivir con él y Jaken.

Sesshomaru en este capítulo todavía no reconoce sus sentimientos de amor por ella, sino que hizo un movimiento instintivo producto del despertar sexual que en unos meses iba a experimentar en su totalidad. Por eso, había decidido alejarse durante seis meses

Nota extra:

Los siguientes capítulos vienen cargados de acción, espero que lo disfruten y puedan imaginarse las escenas