CAPÍTULO IV

UN ABRIGO

Isao Kaio era un hombre que rondaba los cincuenta años de edad. De cabellos negros, complexión robusta y con un bigote que bien podría ser comparado con una tosca brocha.

Había crecido y se había educado en el viejo Londres. Sus finos modales y el movimiento pausado de su cuerpo le daban el típico aire de un caballero Inglés. Aunque las costumbres aprendidas en ese lugar eran algo que él odiaba.

Por su solvente posición y siendo excéntrico como pocos, en un intento por impresionar a sus colegas, había tendido el lujo de desposar a una bella mujer proveniente de lejanas tierras. Ella, trece años menor que él, era una fina y hermosa mujer Británica.

Lady Katherine, su esposa, de pálida piel, rubios cabellos y ojos azules, hacia ya dieciocho años que había abandonado su patria para seguirlo. Y es que su padre, un rico comerciante de té, pensó que su hija seria feliz al lado de aquel hombre y aunque en un principio así había sido, la realidad era otra. El noble caballero Japones que ella había conocido, cambió por completo la noche en la que su primogénita y única hija, nació.

Fue así que con el paso de los insoportables años, Lady Katherine se convirtió en una mujer sumisa, de esas que ven y escuchan, pero callan ante las injusticias.

Y al igual que ella, Isao se arrepentía de su decisión. Él pensaba que hubiera sido mejor tener por esposa a una campesina ignorante que no le cuestionara, que a una mujer educada. Pero a pesar de la situación, para Isao el solo pensar en la separación era un tabú, y es que si eso ocurría, ¿Qué pensaría la sociedad de su incapacidad al no poder retener a su mujer?. Él sabia que ella una mujer joven que al obtener su libertad, no tendría problema alguno en rehacer su vida, así que reteniendola a su lado, se aseguraba de que eso no sucediera.

Para Katherine lo único bueno en medio de ese infierno, era su hija, Michiru Kaio, quien era una joven hermosa cuya madre le había enseñado los finos modales de una dama Inglesa. Su hija era el único motivo por el que ella continuaba al lado de su nada envidiable esposo.

Así pues, un nuevo día llego y aunque los copos de nieve aún caían del grisáceo cielo y tapizaban la húmeda acera, parecía ser la mañana perfecta como para dar un paseo por las anchas y limpias calles.

Entre las mas finas sabanas que pudieran ser confeccionadas con sedas, la señorita Kaio finalmente despertó y observando que su nana, la señora Matsuko había dejado el dulce desayuno al lado de su cama, sonrió al mismo tiempo que estiraba sus menudos miembros.

Entonces en el fondo de la habitación algo llamo su atención y dirigiendo la azulada mirada hacia el dorado biombo de la esquina, observó que luego de lo sucedido la noche pasada en ese lugar había dejado el negro capote de su salvador, quien seguramente estaría pasando frió a causa de su perdida.

Así que dando un sorbo al humeante chocolate que su padre había logrado importar de un lejano lugar con color a canela, tomo sus menudas sandalias y calzandolas, se puso de pié.

"Nana", llamo a la mujer mientras se vestía con una colorida bata.

"¿Qué pasa, niña?", secándose las manos, desde detrás de la puerta una mujer mayor cuestiono.

"Te necesito", su joven ama contesto con una dulce sonrisa en los labios.

"¿Qué es, niña?"

"Necesito que esta mañana me acompañes en un paseo", dijo dirigiéndose hacia al armario para tomar un limpió hakama.

"Digame cuando este vestida", desde detrás del fusuma contesto.

"Puedes pasar", replicó terminando de acomodar su cabello bajo un precioso tocado.

"¿Un paseo en medio de la nieve?", cuestiono sin entender su petición.

Michiru sonrió y señalando el negro capote, replico; "Ayer que he salido sola y sin tu protección, dos infames sujetos trataron de aprovecharse de mi... sin embargo gracias a Dios un estudiante de la preparatoria logro impedir mi abuso… para cerciorarse de que estaría bien, amablemente se ha ofrecido acompañarme a casa. En medio de la tormenta de forma muy caballerosa me ha ofrecido su abrigo para cubrirme, pero en una discusión con mi padre, el joven se ha marchado sin su prenda… comprenderás que necesitó devolverlo"

Sin esperar su autorización, la mujer corrió el fusuma y entrando en sus aposentos, fijo su mirada en la de la joven; "¿Quiere ir a buscarle?"

"Naturalmente", Michiru contesto mientras se sentaba frente al tocador y se perfumaba el pálido y delicado cuello.

"¿A un hombre al que apenas y conoce?", sorprendida la anciana cuestiono.

"¿Acaso tiene algo de malo?... mi padre ha sido demasiado descortés… necesito disculparme con él joven, además no iré sola, tú me acompañaras", replico colocando una flor en su sencillo tocado.

"¿Su padre lo sabe?", incrédula la señora Matsuko pregunto.

"No"

"Pues aunque usted se moleste por lo que le voy a decir, permitame decirle que no esta bien lo que planea hacer"

"Por eso mismo quiero que me acompañes"

"¿Le dirá a su padre lo que hará?", la mujer insistió.

"Si lo hago, entonces no me permitirá acercarme a él, por eso tú me acompañaras. De esa forma ese hombre se dará cuenta de que no estoy sola y no tratara de hacer eso que estas pensado", contesto dejando escapar una ligera risa.


(Del otro lado)

Y como era habitual, dispuesto para cumplir con sus deberes, bajo el brazo Isao llevaba aquellos papeles.

Saliendo de la casa, con una mueca de desagrado se detuvo justo en el jardín. Con atención e incrédulo por lo que sus negros ojos veían, observo la moneda que humillantemente había arrojado la noche anterior.

"Orgulloso por no tomarla… no conozco a nadie que no se humillaría ante una moneda de plata", dijo no prestandole más atención y sin siquiera levantara. Si el chiquillo ese no lo había hecho, entonces no seria él quien se humillara por ella.


A pesar de que Isao era un orgulloso Japones, amaba las comodidades del viejo mundo. Era por eso que su esposa se había ocupado de la decoración de su hogar, que aunque por fuera pareciera un típico palacete Nipon, por dentro más bien parecía el hogar de un completo occidental.

Así pues, sentada en el gran comedor, elegantemente envuelta en un vestido de finas sedas y encajes, Katherine observo a su hija bajar. "¿Qué ha pasada la noche anterior?", cuestiono llevando la taza de té a sus labios.

Michiru sonrió y evitando mostrar todo ese interés que le consumía, contesto; "Un par de ladrones trataron de robarme"

"¿Te hirieron?", preocupada volvió a preguntar. Era natural, era su madre, amiga y confidente.

"No madre, por suerte un joven estudiante de la preparatoria acudió a salvarme… además fue demasiado amable al acompañarme a casa", contesto recordando su noble y caballeroso gesto.

La mujer asintió; "¿Tiene que ver con el alboroto que tu padre hizo?", volvió a preguntar. "Sabes que cuestionarle no es una opción, por eso espere a que amaneciera para que fueras tú quien me lo dijera"

"Sí madre, en vez de agradecerle que haya salvado la honra y la vida de su única hija, mi padre cruelmente lo ha humillado al arrojarle una moneda"

La dama emitió un nervioso sonido con los labios, había sido como si hubiera retenido una risa; "De que seas la única, no estoy segura", contesto cerrando los ojos antes de llevarse la taza a los finos labios.

Sin decir nada, Michiru comprendió a que se debía aquel sonido y esas cortas palabras. Sabia, más no estaba del todo segura que aquellos rumores sobre su padre fueran una realidad. "Madre, ¿Por qué no protestas?, no creas que no me doy cuenta de lo que pasa entre mi padre y tú", cuestiono afligida. "Sé que no debería hacerlo, pero aveces reniego de él por la forma en que nos trata"

Gentilmente la mujer llevo su pálida mano al rostro de su hija para acariciarle las mejillas; "Por favor, no digas eso. Si yo no hubiera conocido a tu padre, entonces no te tendría a ti, que eres lo único bueno que me ha pasado. Y si no protesto, es por tu bien. Cuando seas esposa y madre, comprenderás de que hablo", en sus palabras había un sentimiento de resignación.

"¿No puedo comprenderlo ahora?", su hija pregunto con tristeza.

"Eres demasiado joven como para pensar en ello… solo espero y no corras la misma suerte que yo", añadió antes de llevarse un bocado a la boca. "Yo no lo permitiré"

La nana observaba la conversación entre ambas mujeres, pero al igual que Katherine, prefería escuchar y callar. Había vivido lo suficiente a su lado como para conocer sus amargas penas.

"Madre… si tú lo permites... Saldré", la joven dijo dejando a un lado la taza del té.

"¿Adonde iras?", cuestiono volviendo a dibujar una sonrisa en su aún muy joven y fresco rostro.

"Listones, madre... listones", Michiru contesto sonriendo.

"Mi padre solía decir que una mujer jamas tiene suficientes listones y encajes… ve… pero no demores… tienes lección"

"No te preocupes, madre. Para que estés tranquila, mi nana me acompañara", replico dirigiendo la mirada hacía la mujer, quien levemente negó con la cabeza.

"Entonces ve, hija", la dama replico.


(Preparatoria)

Adormilado por la madrugada, Haruka estaba sentado sobre el suelo mientras que de su bolso sacaba un salado panecillo. La hora del almuerzo había llegado y pensaba que nada mejor para comer que los postres que él mismo había cocinado.

Así pues, dio el primer mordisco cuando de pronto, se vio interrumpido por aquel molesto sujeto.

"¿Qué comes?", Ryo cuestiono con tono burlón.

"¿Acaso te importa?", Tenou replico sin tomarle demasiada atención.

El sujeto torció los labios y entonces pateo el polvoriento suelo, manchando al rubio de suciedad.

"¿Por qué has hecho eso?", el joven cuestiono poniéndose de pie y tirando a un lado su estropeado almuerzo.

"Eso campesino, es para que no olvides el sabor de la tierra", dijo echándose a reír, luego se volvió una carcajada fingida.

Haruka se lleno de ira y entonces se abalanzo sobre él, golpenadole la mejilla y derivándolo sobre el suelo.

"Pelea", alguien desde el fondo grito.

Ryo, no estando dispuesto a dejarse golpear por Tenou, arremetió su puño en su ceja y al instante, la rojiza sangre broto, manchándole el gakuran.

"Qué asco, tendré que tirarlo", expreso al ver la sangre sobre él. Luego se puso de pie, olvidándose de la pelea.

Haruka de inmediato del bolsillo de su pantalón saco su pañuelo para cubrirse la herida.

"Esto campesino, me lo pagaras", el joven dijo retadoramente.

Con la ceja abierta e ignorando sus amenazas, de inmediato acudió a lavarse el rostro. Entonces la campana sonó, llamando el regreso al aula.

Aún sangrando, Haruka volvió y se sentó en su lugar, pero el profesor al verlo herido, negó con la cabeza.

"¿Qué te ocurrió?", cuestiono.

"Me he tropezado con la puerta", replico. No quería convertirse en un soplón.

"¿Estas seguro de ello?", cuestiono dirigiéndola la mirada a Ryo, quien llevaba una mancha de sangre en el negro uniforme.

"Así ha sido", siendo cobarde como muchos, contesto.

"Sí tú lo dices entonces no tengo duda de que así ha pasado… ve a la enfermería y que te den un par de puntos", el profesor señalo.

Desganadamente Haruka lo hizo.


(Casa Kaio)

Nerviosa, Michiru tomo el abrigo del joven y aspirando el aroma que estaba guardado entre sus solapas, descubrió que no solo estaba impregnado con el dulce perfume de la pastelería, sino con el suyo propio. Con un delicioso aroma a Lirios.

Comprendía que si no lo encontraba en la preparatoria, bien podría acudir a la pastelería y dejarlo con la mujer que ahí atendía. Seguramente él volvería y entonces ella podría entregárselo. Aunque la aguamarina estaba decidida a si era necesario, investigar el sitio donde vivía para hacerlo personalmente.

"Niña, ¿Qué pensaría su padre si se entera de que va a buscar a un hombre?", la nana cuestiono preocupada por lo que Isao pudiera decir, o hacer.

"Nana, él no tiene porque enterarse, además si lo hace sabrá que tú me acompañaste… no tiene nada de malo porque no estamos haciendo nada malo", contesto llevando en su brazo el negro abrigo.

Ambas abandonaron la casa y justo cuando pasaban junto al jardín, entre la nieve la aguamarina observo el objeto que destellante reposaba.

"Mire niña, es una moneda de plata. Seguramente su padre la tiro sin darse cuenta", la mujer dijo inclinándose para recogerla.

Ante eso, Michiru negó con la cabeza, luego coloco su mano en el hombro de la mujer; "No lo hagas, nana. Esa moneda esta maldita. Mi padre la arrojo a ese joven para que se humillara al recogerla, pero él no lo hizo"

"No conozco a nadie que no se inclinaría ante una moneda como esta... ese joven ¿Sera orgulloso o rico?", la anciana cuestiono.

"Orgulloso y humilde, nana", contesto ella mientras doblaban la calle en dirección hacia donde él estudiaba.

"En ello tiene razón, pero no sabemos que clase de hombre es"

"Es un caballero… me ha salvado, me ha colocado su abrigo en los hombros y además ha sido muy amable en acompañarme a casa… si fuera un barbarán se hubiera aprovechado de mi cuándo tuvo oportunidad, ¿No lo crees?"

"Yo solamente pienso que si su padre se entera… la castigara"

"¿Se lo dirás?", pregunto la aguamarina.

"Sabe que no, pero me da miedo que ese hombre quiera cobrarse el favorito y no precisamente en metálico"

"Entonces no tienes nada de que preocuparte. Deja ese miedo, no va a hacerlo", la chiquilla replico con una sonrisa de confianza.

Llegando a la puerta de la preparatoria, le hermosa aguamarina se recargo en el muro. En ese lugar esperaría a que las clases terminaran.

"¿Es guapo?", pregunto la mujer.

"¿Quién?", pregunto la señorita.

"El joven al que ha venido a buscar… creo que hubiera sido mejor que él la buscara"

"No lo sé, no lo mire bien, además si espero a que vuelva por su abrigo no lo hará… no luego de la forma en la que mi padre lo trato", dijo con total naturalidad.

"Si no lo vio bien, ¿Cómo lo reconocerá?"

"Lo reconoceré, de eso estoy muy segura", contesto con la misma confianza de antes.

Entonces la campana sonó con un estruendo y al instante, las aulas comenzaron a quedar vacías. De nuevo comenzaba a nevar.

Los jóvenes que salían, incrédulos contemplaban a la joven mujer, y es que nunca jamas en el tiempo en el que habían estado estudiando, ninguna dama había acudido al encuentro de alguno de ellos. Con ilusión, la mayoría deseaba que ella les hablara. Sin embargo ella no les dirigía la mirada, esperaba al rubio.

Con un abrigo de marino sobre sus hombros, entonces Tenou cruzo el portón llevando bajo el brazo sus libros.

"Es él, nana", contenta por volverlo a ver, Michiru dijo encaminando sus pasos para encontrarlo.

"¿Esta segura?", la mujer cuestiono.

"Si nana… espera aquí", ordeno.

"Pero niña…", la anciana sin mas obedeció y quedándose a prudente distancia, no perdió de vista a su ama. Temía que ese hombre se propasara.

"Hola, buenas tardes, caballero", la mujer dijo cuando se encontró con él.

"Buenas tardes", replico él inclinándose un poco ante ella.

Michiru observó la herida en su rostro y sin detenerse a pensar si estaba bien o mal, con cuidado la acaricio, luego pregunto; "¿Qué le sucedido?"

"Me caí", mintió de nuevo.

"Dioses, esta sangrando", dijo mientras que de su hakama sacaba un pañuelo y lo presionaba contra su ceja.

"No es necesario, señorita", Tenou replico ruborizado por tan extraña situación. La noche anterior había sido el quien la había ayudado ahora era ella quien lo hacía.

"Lo es. Anoche me ha salvado, mi padre insolentemente lo ha humillado y yo en medio de esa lamentable situación, olvide darle su abrigo, pero lo he traído", dijo extendiéndolo para que lo tomara. "Gracias por tan noble gesto"

Haruka sonrió; "Pensé que lo había dejado olvidado", replico sin tomarlo.

"¿Por que no lo toma?" pregunto ella observando como detenía el pañuelo contra su frente.

"No puedo", dijo él con una pequeña risa que escapo de sus finos labios.

Viendo que tenia ambas manos ocupadas, se ruborizo; "Disculpe. Soy muy tonta, deje que se lo ponga a los hombros"

"¿No tiene frió?", pregunto el apuesto hombre también con las mejillas encendidas.

"No", contesto ella.

"Yo si", el rubio replico inclinándose un poco para que le pusiera el abrigo en los hombros.

La nana con cierta desconfianza lo observaba; "Espero y el señor Isao no se entere", pensó mientras imaginaba lo que diría.

Tenou se percato de la presencia de la mujer que con insistencia lo veía. "¿Creo que la esperan?", dijo señalando discretamente a la anciana que de apoco comenzaba a acercarse.

"Es mi nana", contesto ella sintiendo como esos ojos verdes le aceleraban el corazón.

"Niña… es hora. Su madre nos espera", preocupada se dirigió a ella.

"Tengo que irme, Haruka… adiós", dijo dándose la vuelta y dando tres pasos, volvió la vista hacia él. "Quiero mi pañuelo de vuelta", añadió con una juguetona sonrisa.

Haruka sonrió ante sus palabras mientras veía como ambas mujeres se alejaban.

La señora Matsuko negó con la cabeza ante su osadía; "¿Para que lo quiere… si se ha manchado con su sangre?"

Michiru se cubrió los labios, dejando escapar una ligera risa; "Nana, el pañuelo es solo un pretexto, quiero volver a verlo"

"¿Al pañuelo?"

La joven volvió a reír ante las inocentes palabras de la señora Matsuko; "No nana, a él", replico contenta.


Notas de autor;

Isavellcota; en esta historia habrá algunos personajes que no aparecerán. Es la época, por eso ese hombre es así.

Michelle; Es un hombre de pocos afectos.

kaiomaru, así es, ese hombre parece no querer a nadie.

Osaka; Ese sujeto esta acostumbrado a tratar a la gente de esa forma.

hyunwon020; ni su hija ni su esposa se salvan de él.

Kyoky; si que sera un gran obstáculo para su amor.

Pablo395;pobre de su esposa y su hija :(