Saya y la encapuchada seguían observándolos a lo lejos:
Saya: - Tal parece que pudieron derribarlos a todos.
Encapuchada: - ¿Eso es todo lo que tienes?
Saya: - ¿Te burlas de mí?
Encapuchada: - Toma – Saya lo observó un momento.
Saya: - ¿Una carta?
Encapuchada: - Te ayudará a incrementar tus poderes, pero considera que te cansará más rápidamente.
Saya: - No la necesito. Si bebo de tu sangre también incrementaré mis poderes – Le mostró la pequeña botella de vidrio donde tenía la sangre.
Encapuchada: - Si usas ambas es mejor, causarás mucho más daño, solo que tendrás menos tiempo para hacerlo ¿Acaso no puedes?
Saya: - ¿De dónde obtuviste esto?
Encapuchada: - Era parte de un mazo de cartas que fue fabricado por un demonio muy poderoso. No preguntes más detalles.
Saya reflexionaba:
Estúpido Shishio, te fuiste con ellos y aún no has hecho ningún movimiento ¿Piensas traicionarme?
. . .
Sesshomaru entró a la choza de Sango y vio a Rin asustada, junto al señor Jaken y los demás.
Rin: - Señor Sesshomaru ¿Está herido?
Sesshomaru: - Es evidente que Saya planea atacar la aldea. Solo nos estaba probando, así que tendrás que quedarte aquí, yo estaré fuera.
Rin: - Esa mujer... ¿Por qué querrá atacarnos?
El demonio se le quedó mirando sin responder.
Inuyasha: - Percibo el olor de esa chica llamada Saya, también me parece que no está sola – le hablaba a su hermano desde el marco de la puerta.
Kagome: - Esta vez yo iré con ustedes. También puedo pelear.
Inuyasha: - Sí, tus flechas serán útiles si aparecen más de esos clones.
Los tres salieron y se pusieron en modo de ataque, a unos metros de la choza. Cerca de ellos estaba Shippo, Kohaku, Sango y Shishio. Miroku observaba por la ventana. Este pensó en voz alta:
Miroku: - Por favor, amigos, perdonen mi debilidad.
Rin: - Señor Miroku, hay muchas formas de ser fuerte. Rin tampoco puede pelear, por eso puedo entender su impotencia, pero sí podemos alentarlos. Estoy segura de que podrán hacerlo.
Miroku: - Sí, tienes razón.
El viento cambió de dirección y el cielo se cubrió de grises. Una silueta oscura aterrizó a unos metros de ellos. Era Saya.
Saya: - Ha pasado un tiempo – sus ojos eran carmesí.
Inuyasha: - Hasta que apareciste.
Saya: - La última vez quedé muy mal parada. No me esperaba que el "señor Sesshomaru" acabaría de forma tan vil con mi pobre hermano.
¿Cómo ha estado? ¿Ya superó la muerte de Tokyoji, su más fiel admirador?
Sesshomaru: - Qué fastidiosa.
Saya: - ¡Vamos a ver si esto también les resulta molesto! – gritó.
La demonio se hizo un corte en su mano con su guadaña, luego golpeó el suelo con ella. Esta vez sí le dio a la tierra.
De repente, como raíces, fueron emergiendo de la hendidura que había hecho unos clones de sangre. Eran siete de al menos tres metros de altura y muy musculosos. También llevaban una máscara de una mujer.
Inuyasha: - ¿Más clones?
Saya: - Pero estos son mis bebés. Son hechos de mi sangre.
La demonio levantó la carta que la encapuchada le había dado y la agitó. El objeto brilló y de ella emanó una luz blanca que alcanzó a los siete monstruos. Estos sintieron su cuerpo palpitar al experimentar tal incremento de fuerza.
Sesshomaru: - Hmp.
El daiyokai se adelantó usando su velocidad extrema y blandió a Bakusaiga sobre la guadaña de Saya. Las armas lanzaron chispas por el impacto.
Saya: - Eres muy violento.
Sesshomaru: - Voy a hacerte callar.
Inuyasha y los demás se encargaban de los clones, muy cerca de ellos:
Inuyasha: - Kagome, permanece a mi lado.
Los monstruos se acercaban a ellos muy lentamente. Estos parecían más inteligentes y ágiles que los anteriores. De sus manos emanaba el fuego fatuo, pero este lucía mucho más grande.
Shippo: - ¡Son demasiados!
Shishio lastimó a uno de ellos, usando su técnica. El clon pudo evadir las primeras dos serpientes que se abalanzaron sobre él formando un círculo, pero la última de ellas lo atrapó haciéndolo chocar hasta romperse en la corriente arremolinada hecha de neblina.
Kohaku se valió de su hoz para atacar, pero pese a su entrenamiento incesante le era difícil atinarle. El monstruo era rápido y sumamente fuerte.
Lo mismo Shippo con su Estela azul, ya que no lograba derribar a su contrincante, aun si atacaba por los laterales a gran velocidad. Kagome trepó a una roca grande que estaba cerca de ellos y desde allí apuntó al clon. Este, pese a su rapidez, no pudo evitar ser alcanzado por la flecha, debido a que Inuyasha lo acorraló para lograr que su esposa lo acabara.
Sango lanzó su Hiraikotsu, pero fue inútil. No practicar como antaño le había afectado en combate.
De alguna forma iban tomando ventaja frente a los clones, que indirectamente eran controlados por la demonio. Eso implicaba que no eran tan problemáticos como los anteriores, aunque sí más fuertes.
De repente, uno de ellos lastimó al adolescente exterminador:
Kohaku: - ¡Argh!
Sango: - ¡Kohaku!
El joven había sido alcanzado ligeramente por el fuego fatuo, provocándole una herida en el abdomen.
Sesshomaru agitó su espada sobre la guadaña. Ambos tenían la misma fuerza, por lo que sus armas temblaban ante sus ataques. Sin embargo, el daiyokai arremetió con tal fuerza que Saya soltó su guadaña.
Saya: - ¿Qué?
No obstante, debido a la droga que la hacía más rápida que el daiyokai, recuperó su arma, logrando en el momento justo aplacar el golpe de Bakusaiga que iba dirigido a su cara.
El hanyo también atacaba sin descanso:
Inuyasha: - ¡Meido Zangetsuha!
Inuyasha había hecho retumbar el suelo, lanzando sus lunas infernales. Había destruido a dos ellos, Shishio y Shippo se habían cargado a un espectro cada uno y Kagome había lanzado sus flechas, impactándolo en el pecho y de inmediato desintegrándose.
Sango: - Kohaku ¡Esa herida no se ve nada bien! – Había corrido hacia él, con lágrimas en los ojos.
Uno de las dos criaturas que seguían con vida se acercó a ellos. Sango soltó a Kohaku y tomó su búmeran, pero inmediatamente supo que era inútil.
¡Jamás podré matarlo usando mi Hiraikotsu a esta distancia!
La exterminadora usó su pequeña espada para clavar en la tierra un poco de veneno contra demonios.
No obstante, el clon en sí no era un demonio, por lo que no se inmutó. Todo lo contrario, creó una gran bola de fuego fatuo con la intención de lanzársela a ella, pero Kohaku intervino con su hoz y se la clavó al monstruo. Este en principio no reaccionó, pero luego cayó al suelo paralizado.
Kohaku: - El brebaje que hizo Rin con los hongos alucinógenos funcionó en ellos ¡Argh! – Se dejó caer al suelo, sujetándose la herida.
Sango: - ¡Kohaku!
Kohaku: - Acábalo, hermana.
Sango lo golpeó de gravedad con su búmeram directamente en el abdomen, este se desintegró en pequeños cristales.
Inuyasha por su parte, lanzó esta vez el Kongosoha, en conjunto con las flechas de Kagome. El último clon cayó al suelo, derribado por ambos ataques y también se fragmentó del mismo modo.
No obstante, el hanyo estaba exhausto.Enterró su espada en el suelo, mostrándose más agitado de lo normal considerado su gran poder físico.
Kagome: - ¡Inuyasha!
Me siento... adormilado y... mareado.
Sesshomaru: - ¡Este será mi último golpe! – le gritó.
Saya: - ¿Eso crees? – Viéndote bien ahora entiendo por qué Tokyoji se enamoró de ti. Tienes cara de mujer.
Sesshomaru: - ¡Qué infantil eres!
El demonio blandió a Bakusaiga con fuerza, pero ella se movió con tal rapidez que no pudo alcanzarla.
La demonio levitó en el aire. A los extremos de su rostro se formaron unas marcas rojas que parecían las patas de una araña. En el centro de su frente emergió un cristal carmesí y en sus ojos se invirtieron los colores, quedando su iris blanco y alrededor de un rojo carmesí.
Saya: - Voy a mostrarte mis verdaderos poderes, el de mi clan: ¡Las arañas vampiro! – Su voz salió como un relámpago.
Sus manos incrementaron en gran medida de tamaño, volviéndose rojizas. Era como si tuviera alrededor de ellas nidos de araña.
Saya usó su gran velocidad para acercarse a Inuyasha. En un parpadeo, de una de sus manos salió disparado un resistente hilo rojo que en la punta parecía tener un aguijón. Esta lo clavó en el corazón de Inuyasha.
Inuyasha: - ¡Argh! - el hanyo escupió sangre.
Saya: - Te he clavado mis arañas, date por muerto.
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Aclaración sobre un concepto del capítulo:
La última carta del mazo (dada por la Encapuchada):
Hubo un demonio que fue capaz de crear un mazo de cartas especial. Cada carta poseía el poder que había sido robado de sus oponentes. De las 76 cartas, la última es un comodín, la cual incrementa a un nivel exponencial el poder de quien lo usa. No obstante, debilita en gran medida el cuerpo. Es la última carta que queda del mazo y es la más potente.
Kongosoha: es una técnica originada por Hosenki, pero luego otorgada a Inuyasha. Con esta técnica el atacante lanza fragmentos puntiagudos de diamantes a sus oponentes. Esta puede perforar barreras muy fuertes, como la de Naraku.
