CAPÍTULO V

UN PAÑUELO

La fría y solitaria noche había llegado para acompañar la blanca tormenta de nieve.

Más allá, el amargo aroma del café sobre la hornilla perfumaba el interior de aquella humilde, pero acogedora habitación mientras que sobre una silla un par de calcetines se secaba.

Aspirando del ambiente el gélido aroma del invierno, Haruka se asomó por la ventana y limpiando con la palma de su mano los empañados cristales, miro hacía el grisáceo cielo. Por lo visto, el mal clima continuaría durante los siguientes días.

Observando hacia la acera contemplo el lugar donde había visto sentado al marinero extranjero; "¿Qué diría la dulce melodía de ese sujeto?", se preguntó a si mismo mientras recordaba las alegres notas que de la concertina extraía. "Si lo vuelvo a ver, le pediré que me lo diga", pensó escuchando que su humeante bebida comenzaba a hervir y con ello, la cena pronto estaría lista.

Haciendo a un lado esos pensamientos que lo habían ocupado, se dirigió hacia la hornilla, donde sobre una sartén puso un poco de la manteca que más temprano había comprado, luego en ella vacío el contenido de dos huevos, dejando que el fuego lento los cocinara.

Tomando una hogaza de pan y cortando un trozo, en su interior coloco lo que previamente había preparado y, en una taza vertió la bebida que ya había endulzado con un poco de miel.

Haciendo a un lado sus calcetines y ajustando la tenue luz de la lámpara que lo alumbraba, finalmente se sentó a comer, hasta que algo llamo su atención.

Más allá y posado sobre sus libros, observo el fino pañuelo que aquella hermosa señorita le había prestado.

"Pero qué tonto soy, casi lo había olvidado. Tengo que regresárselo", pensó dando un mordisco a su cena. "Pero no podrá ser mañana ni pasado… se ha manchado con mi sangre"

Terminando de comer, se acercó a aquel sitio y tomando el trozo de tela en sus manos, lo llevo a su nariz para aspirar el delicado aroma que de el se desprendía; "Huele a… lirios", murmuro suspirando he imaginando que muy seguramente lo había llevado justo a su cálido seno y muy cerca de donde su corazón latía. "No cabe duda de que es una niña rica, ella es todo lo contrario a su padre. Él es un viejo rancio y maleducado", dijo sentándose en la cama y sin dejar de verlo, volvió a aspirar su dulce perfume.

Entonces a su lado contemplo el negro abrigo que le había colocado sobre los hombros y dejando a un lado el pañuelo, lo tomo para también acercarlo a su nariz. Respirando profundo aspiro el dulce aroma que había quedado guardado entre sus solapas. "Lirios", dijo cerrando los verdes ojos.

En ese momento por la solitaria acera los pasos de un hombre, que eran vigilados por una lámpara cuya luz estaba casi extinta, se dejaron escuchar al mismo tiempo que de su ronca garganta emergían aquellas palabras; "Son las diez en punto"

Consultando el reloj que llevaba en la muñeca y viendo que lo que decía el sereno era cierto, Tenou comprendió que la hora de dormir había llegado, ya que tendría que levantarse casi de madrugada para ir a trabajar.

Poniéndose de pie, se aseguró de que las cortinas de la única ventana disponible estuvieran bien cerradas. No deseaba que el frío ni la mirada de algún curioso se colara en la intimidad de aquella morada.

Comprobando que su privacidad era absoluta, con cuidado comenzó a desabotonar los botones de su camisa, luego se la saco, mostrando el secreto que celosamente debajo de ella llevaba.

Revelando las perfectas y bien delineadas formas femeninas de su cuerpo, se contempló frente al espejo. Nadie, jamás por ningún motivo debía conocer su verdad. Qué de saberse, la conduciría a un sinfín de terribles problemas.

Vistiéndose con cómodas ropas para dormir, se metió en la cama, que aunque podía llegar a ser un poco incomoda, era caliente y eso ero todo lo que necesitaba en una fría noche como esa.

Cerrando los ojos a la presente noche y abriéndolos al magnifico mundo de los sueños, donde lo más improbable se convierte en una fantástica realidad, comenzó a soñar los bellos y perfumados cerezos de su ciudad natal.

Con una sonrisa en los rosados labios, las imágenes y el aroma del salado mar se presentaban frente a ella como si realmente se encontrara en ese lugar. Añoraba volver ahí aunque solo fuera por un instante y por una vez última.

Abriendo los ojos durante un breve momento de conciencia, miro hacia el alto techo de carrizo y entonces se hizo aquella pregunta que su abuelo le dijo jamás debía contemplar como una posibilidad; "¿Algún día regresare a la aldea?"

No, ni siquiera estaba permitido pensar en ello, mucho menos llevarlo a cabo. Si ya había tenido la oportunidad de salir de ese mísero lugar, entonces no debía volver la vista atrás. Y es que podría ir al último rincón del mundo, pero jamás de los jamases regresar a su hogar, del cual no quedaba nada porque ya otro era su ocupante.

En su saco de viaje tenia lo poco que le quedaba, en él estaba su vida entera. Sabía que su abuelo antes de morir había vendido su fértil tierra y le había entregado todo su dinero para que huyera de esa abominable pobreza.

Así pues, volviendo a cerrar los ojos, se entregó de nuevo al sueño. El cual se vería interrumpido a las cuatro y media de la mañana, momento en que debía ponerse de pie para ir a trabajar, ya que el pan debía estar listo hacia las siete de la mañana, hora en la que la repostería abría sus puertas...

Bostezando entro en el lugar y mirando que dos de sus tres compañeros ya habían llegado, comenzó a preparar la dulce mezcla del pan. Contrario a lo que se pueda llegar a pensar, el rubio o mejor dicho la rubia, estaba acostumbrada a madrugar.

Pasados no más de quince minutos finalmente la hermosa joven Lita ingreso y acodándose el gorro, sonrió para con los jóvenes trabajadores; ¿Cómo están?", cuestiono como cada mañana.

"Bien", replicaron los hombres.

Haruka, distante y encerrado en sus propios pensamientos, comenzó a cortar la masa que serviría para los dulces panecillos de hojaldra.

"¿Estas bien?", notando las expresiones de su rostro, pregunto la hermosa castaña al mismo tiempo que colocaba la mano sobre su hombro.

"Si", contesto concentrándose en su labor.

La mujer ante su corta y nada satisfactoria respuesta, sonrió; "¿Estás seguro?". Deseaba poder conocer todos los secretos que esos hermosos ojos verdes atesoraban.

"Si" volvió a replicar.

Lita sonrió y dirigiéndole una mirada coqueta, entonces cuestiono; "Aunque tú no me lo quieras decir, intuyo que es lo que te pasa… Se trata de una mujer, ¿Verdad?"

"Si", el rubio contesto, pero luego negó con la cabeza. "No, no es una mujer, bueno si es una mujer, pero no es lo que imaginas… más bien se trata de un algo para ella", agrego pensando en el pañuelo que la aguamarina le había prestado y que no podía regresar por estar empapado con su sangre.

"¿Flores?, ¿Por qué no un pastel que tú mismo cocines?", la mujer replico. "Amara ese detalle"

"No, es un algo específico lo que debo comprarle"

"¿Sales con ella?"

"No, si apenas nos hemos visto un par de veces… veras, la otra tarde amablemente me ha prestado su pañuelo… este se ha ensuciado y yo no puedo regresárselo así… con mi sangre en él", de forma inocente y sin saber lo que las acciones de la señorita Kaio significaban, explico a detalle.

Ante esa encantadora respuesta, la joven suspiro totalmente embelesada y al mismo tiempo que el corazón se le aceleraba; "¿Un pañuelo?… hace mucho que no le doy un pañuelo a un hombre". Cerrando los ojos, recordó la última vez que lo había hecho.

"Vengo de una aldea, no conozco las costumbres de este lugar, pero… ¿Qué significa que una mujer le dé un pañuelo a… un hombre?", encogiéndose de hombros, cuestiono.

Lita sonrió; "Significa mucho, Haruka… una mujer jamás lo regala, simplemente lo presta para que sea un pretexto para volver a verse"

Tenou volvió a encogerse de hombros; "No lo creo, me lo presto para cubrir mi herida… antes de marcharse me dijo que lo quería de vuelta… y yo debo cumplir, es demasiado fino"

"Da lo mismo porque lo haya hecho. Ella lo que en realidad quiere, es volver a verte"

Sorprendido por su explicación, Haruka por un momento se quedó sin habla, luego continuo; "¿Sabes dónde puedo comprar alguno?"

"Dos calles más adelante podrás encontrarlo… algunos son caros… si lo quieres bordado con sus iniciales entonces lo será aún más", contesto.

"Eso no importa", replico emocionado.

"Pero dime, ¿Es bonita?", fue la pregunta que siguió.

"Lo es, con un padre que es más agrio que el limón y más pesado que la levadura", el rubio bromeo, haciendo que sus compañeros rompieran a reír.


(Después de clases)

Luego de haber caminado hasta el sitio que la joven le había indicado, Haruka se encontró ante el amplio escaparate de aquella tienda.

Observando a través del cristal, lo primero que contemplo fueron las hermosas mesas de madera, las cuales eran adornadas con finos manteles Franceses, dejando en claro que nada de lo que en ese lugar se comercializaba, era barato.

Haruka ingreso y entonces el sonido de la campañilla que se producía al abrir la puerta hizo que al encuentro del rubio apareciera un hombre de edad avanzada, quien sobre sus hombros portaba una cinta métrica.

"Buenos días, jovencito", dijo acomodándose las redondas lentillas sobre las narices.

"Buenos días", Haruka replico observando todo lo que había para comprar.

"¿En qué puedo ayudarte?", pregunto el anciano recargándose en el mostrador para tomar sus herramientas de costura. No era para menos, solía recibir a muchos estudiantes los cuales en su mayoría acudían con el gakuran rasgado a causa de una pelea, él amablemente y por una módica cantidad en un par de minutos solía repararlos.

"Busco pañuelos", el rubio replico ruborizado.

El anciano sonrió mientras se dirigía a la alta cajonera que estaba en el fondo del salón; "Mi padre solía decir que un hombre jamás debe salir a la calle sin su pañuelo… de hecho decía que al menos debía cargar dos"

"¿Dos?", Tenou cuestiono sin entender.

"Si muchacho… uno para el sudor y otro para regalar a alguna hermosa jovencita", el sujeto dijo regresando con un par de cajas. Haruka los miro y observando que eran demasiado sencillos, negó con la cabeza.

"No… busco pañuelos para mujer… con flores y esas cosas", contesto.

"¡Un enamorado!", sonriendo y elevando la voz dijo dirigiéndose hacia el otro extremo de la cajonera. Abriéndola saco varios.

Ruborizado por sus suposiciones, Haruka los observo y entonces sonrió ante uno de color rosado con un elegante estampado primaveral. Eran hermosos cerezos en flor.

"Este. Quiero este", emocionado expreso.

Incrédulo por su elección, el anciano lo miro por encima de sus gafas. "¿Novia?... ¿Prometida?"

"No… apenas y la conozco", replico sonriendo.

Escuchando sus palabras, el anciano lo devolvió a su caja y negando con la cabeza, contesto secamente; "Si es así no puedo vendértelo. Este pañuelo es de seda importada… es muy caro"

"Lo sé y es por eso que quiero ese", seguro de su elección señalo.

"Entonces espero y tus padres no se molesten porque has gastado tu mesada en alguien a quien ni siquiera conoces", nada seguro y pensando que más tarde ellos volverían para recuperar el dinero de su tonto hijo, volvió a mostrárselo.

Sin escuchar lo que había dicho, o quizás fingiendo que no lo había hecho, Haruka contemplaba su obsequio; "¿Podría bordarlo?"

"En esta tienda todo es posible, pero te costara un poco más", el hombre contesto.

"No importa"

"¿Tus iniciales o las suyas?", sabiendo que eso pediría, pregunto.

"Las suyas"

El vendedor tomo una nota y sobre ella escribió con un carboncillo; "¿Cuáles son?"

"M K", el joven replico una vez que recordó su nombre.

"Cuando esa niña vea tu regalo, en verdad se sorprenderá. Sea lo que sea que buscas de ella, ten por seguro que lo conseguirás", sutilmente dibujo una sonrisa en sus labios.

"¿Cuánto es?, ¿Cuándo podre recogerlo?"

"Diez yenes. Ven mañana, en la tarde"

"Muchas gracias", habiendo pagado, el rubio hizo una reverencia y entonces se retiró.

Contento por haber encontrado lo que buscaba, el apuesto joven caminaba por la acera cuando de pronto el viento trajo a sus oídos el dulce rumor de aquella concertina.

Intrigado por su hermosa melodía, Haruka encamino sus pasos hacia el lugar de donde creyó y este provenía. Fue entonces que observo al hombre cantando los mismos versos de aquella fría noche en que conoció a la señorita Kaio.

"A lo largo de la calle la tormenta de nieve cae, espera amada mía. Deja que observe tu hermosura y disfrute y beba por ella". Reconociéndole, el simpático y regordete sujeto sin dejar de cantar, sonrió hacia el rubio, luego a mitad de la melodía hizo una pausa y dijo; "Ya… Fiodor Nikoláyevic... ¿tú?"

El joven entendió lo que trataba de decirle y entonces replico acompañando sus palabras con una reverencia, "Yo soy Haruka Tenou"

"Priviet, Haruka"

Sin entender, Tenou señalo hacia el instrumento; "¿Qué dice tu canción?"

Fiodor sonrió contento; "Nieve… mucha nieve… y mujer bonita… vino", replico con cortas palabras y un extraño acento.

"¿Habla de una mujer bonita, nieve y vino?", emocionado cuestiono.

"Da, Haruka… mujer bonita y mucho vino", el marinero replico asintiendo levemente con la cabeza.

"¿Qué haces aquí… tan lejos de tu casa?"

"Yo lejos de hogar, yo venir aquí barco… yo querer volver esposa", contesto con tristeza y al mismo tiempo que bajaba la oscura mirada.

"Estas lejos de tu hogar y quieres volver con tu esposa, ¿verdad?... a mí también me gustaría volver a casa", contestó con melancolía.

"Si… ella tener hijo mío"

"¿Tienes un hijo?"

"Niet… ella tener hijo o hija pronto… yo volver para conocerle", al decir esas palabras, el rostro del hombre se encendió y en sus labios se formó una dulce sonrisa.

"Entiendo. Tu hijo nacerá pronto"

"Da", contento replico al mismo tiempo que asentía con la cabeza.

"Eso me alegra mucho. Adiós, Fiodor", satisfecho por conocer sus versos, el rubio dijo he inclinándose un poco, en su gorro dejó caer unas cuantas monedas.

"Adiós, Haruka", el hombre contesto mientras seguía entonando sus versos.

Volviéndose a encerrar en su propio mundo, Tenou continuo su marcha. "Eso que dijo Lita... ¿Sera verdad?... ¿Esa mujer quiere volver a verme?... ¿Por que?", se pregunto así mismo.

De pronto, del otro lado de la acera algo llamo su atención. Era ella, quien acompañada de su nana, sonreía ante lo que la mujer decía. Y aunque por un momento deseo poder acercarse a ellas para saludarles, su razonamiento le dijo que no debía hacerlo, no hasta que tuviera el pañuelo en sus manos para regresarselo...


Notas de autor;

Isavellcota; Él no tiene porque enterarse, a menos de que la nana le diga. Ella no es capaz de hacerlo porque ya sabe como es.

Michelle; Pobre de la madre de Michiru, tener que soportar a un hombre como él.

Kaiohmaru; Ese hombre no ama a nadie, ni a su hija. Todo su resentimiento es hacia ellas. Michiru en medio de esa situación es feliz, pero no le sera nada fácil.

Osaka; A ambos les ha pasado lo mismo, aunque Haruka no cree que ella pueda estar interesada en él/ella

UnbreakableWarrior; Muchas gracias, me alegra mucho que mi historia te guste.