CAPÍTULO VI
RETANDO AL DESTINO
(Hace veinte años, en algún lugar de Londres)
La florida estación llena de colores y perfumes había llegado una vez más. Con su luz y exquisito candor, daba viveza a aquellas melancólicas calles que de poco a poco comenzaban a llenarse de bellas mujeres. Sus vestidos de seda brillaban bajo la luz del abrazador sol, produciendo un exquisito efecto a la vista.
Contentas y con sonrisas en sus finos y rosados labios, alegraban con su presencia los verdes y floridos parques. Algunas lo hacían solas, otras acompañadas por atractivos pretendientes. Sin embargo en nada nos incumbe lo que ellas hacían, solo una en especial.
Más allá, en el ultimo piso de aquel edificio de ladrillos rojizos, la dulce música que provenía de él inundaba la ajetreada calle, atrayendo la curiosa mirada de las personas que por ahí pasaban.
En el salón de ese ultimo piso, sentado frente al clavicémbalo, un joven de cabellos rubios con infinita gracia deslizaba sus dedos sobre las blancas teclas.
De pie en el umbral de la puerta, concentrada en la bella figura de aquel atractivo caballero, Katherine se deleitaba no solo con la música, pero también con el movimiento de la dorada cabeza del joven.
Ese hombre no podía ser otro mas que Albert, que aunque no compartía con ella ningún vinculo sanguíneo, guardaban entre si un cariño muy especial.
Albert era el hijo de la criada que había servido en casa de su padre y con quien ella había crecido.Y es que Katherine, habiendo visto por primera vez la luz, había perdido a su madre, dejándola en orfandad y en brazos de un padre que poco podría hacer por ella.
Desesperado por la terrible situación, el hombre pidió un milagro y entonces en ese momento alguien llamo a su puerta. Era su salvación.
Ahí, de pie ante él, se presento una andrajosa mujer que tan solo pedía un trozo de pan para su hijo, un pequeño que apenas y estaba vivo y con fuerzas para llorar.
Haciendo a un lado la primera impresión que su aspecto le había causado y viendo al chiquillo que en vano y lleno de desespero buscaba un poco de alimento en su seno, el hombre sonrió.
"Hace un momento pedí un milagro y creo que eres tú a la contestación a mis ruegos. No hace ni una hora que mi amada esposa ha dado a luz a una preciosa hija, sin embargo el destino ha querido alejarla de mi lado, dejando a mi pequeña sin una madre. Aliméntala y en esta casa tú y tu hijo tendrán un techo y comida", el caballero expreso a detalle...
Una mujer que los arrullo, la tierna infancia, adolescencia y el inicio de la adultes, eran cosas que ambos habían compartido. Esos eran los motivos por los cuales ella trataba de considerarlo su hermano.
Absorta en sus pensamientos, una vez más en silencio se negó a ella misma sentir aquello por él, sin embargo no lo podía evitar. En un profundo silencio lo amaba desde hacia ya mucho tiempo.
Albert finalmente sintió su presencia y el aroma de su delicado perfume, fue entonces que volvió la azulada mirada hacia ella y sonriendo, pregunto; "¿Tienes mucho ahí?"
"Quizás", replico con el corazón acelerado. Temía que su desbocado golpeteo la delatara, sin embargo estaba dispuesta a que eso ocurriera. Así que acercándose a él, cariñosamente beso su sonrosada mejilla.
"Soy un desastre ¿verdad?", cuestiono riendo un poco y encogiéndose de hombros.
La señorita sonrió al mismo tiempo que en las teclas deslizaba sus finos dedos; "Sí, pero uno que suena extremadamente bien", replico.
(Presente. Cuatro días después)
El mal clima continuaba dando la falsa y exagerada impresión de que jamas dejaría de nevar.
Durante los últimos dos días, impacientemente y en vano, Haruka Tenou había esperado volverse a encontrar con ella, o con ellas, porque sabia bien que la señorita siempre iba acompañada de su nana, y aún más con lo que aquella noche estuvo por pasar y que por fortuna él pudo evitar. Luego pensó que sería bueno buscarla por las calles para hacer como si fuera un encuentro accidentado, entonces podría regresarle el pañuelo. Sin embargo eso tampoco ocurrió. Pareciera que el destino buscaba algo más...
El tercer y ultimo día espero a que ella fuera a la panadería, sin embargo eso tampoco ocurrió, así que resignado a hacerle caso al destino, comprendió que debía ser él quien fuera a buscarla. Y aunque nada convencido de ello, se preparo para la ocasión.
Nervioso y a la expectativa de lo que pudiera ocurrir, camino por entre aquellas calles que poco o nada le resultaban conocidas. Y es que esa noche era oscura y estaba nervioso, así que no había tenido oportunidad de aprender el camino.
De pie junto a una puerta, observo a una joven criada. Tentado por conocer donde es que el señor Kaioh vivía, se acerco, pero en el ultimo momento retrocedió sus pasos. No, no podía preguntar por él, porque de hacerlo entonces no faltaría quien fuera ante Isao para decirle que un extraño joven andaba por ahí buscando su hogar.
El rubio continuo la marcha, hasta que reconoció los bellos jardines que adornaban la primer casa de la acera. Caminando con paso ligero, de un momento a otro se encontró a las puertas de aquella casona.
Respiro profundo y habiendo exhalado, llevo la mano hacia el marco de la puerta y justo cuando estaba por llamar, un escalofrió recorrió su espalda.
"No, no puedo hacerlo", murmuro para si mismo. Temiendo que al encuentro apareciera aquel hombre de gestos y modos poco amigables, retrocedió sus pasos.
No es que el rubio fuera cobarde, pero temía lo que el sujeto llegara a pensar no solo de él, sino de su hija al recibir a un hombre que apenas y conocía.
Caminando hacia el otro lado de la acera, Tenou observo la casa hasta que de pronto, la puerta se abrió e Isao apareció en el umbral. Acompañado de unos documentos que llevaba bajo el brazo, abordo uno rickshaw tirado por un hombre, el cual tomo dirección hacia el norte.
El rubio sonrió y respiro aliviado al ver que hizo bien al retroceder. Ahora sabia que al no estar él, esa podía ser la única oportunidad que tenia para regresar el pañuelo.
Un cuarto de hora se quedo esperando a que él regresara y como no lo hizo, rápidamente camino hacia la puerta y llamando, no tardo mucho tiempo en aparecer una mujer.
"¿Diga?", la criada cuestiono. "¿Qué vende?", fue la pregunta que siguió al silencio del joven.
"Busco al se...?", tartamudeando no alcanzo a decir.
"El señor no esta, salio hace un cuarto de hora", fue la contestación.
"No, no busco al señor", nervioso y temblando, pero no por el frió, replico. "Eh... no, busco a la se..."
"¿Busca a la señora o la señorita?"
"Ah… si, eso. A ella", titubeante por el miedo, no fue capaz de responder como debía.
"¿Busca a la señora o la señorita?"
"Solo llámela, por favor", el rubio finalmente expreso, aunque en ningún momento especifico a quien buscaba.
La mujer desapareció, cerrando la puerta detrás de ella.
(En el interior)
Sentada frente al tocador Katherine cepillaba sus rubios cabellos, hasta que sorpresivamente se vio interrumpida por la criada.
"¿Señora?", la mujer dijo desde detrás del muro.
"Puedes pasar", ordeno al mismo tiempo que con una fina gracia perfumaba su cuello.
De pie frente a la dama estaba la señora Matsuko, quien recibía las instrucciones de que debía ir a comprar para la semana.
La joven asintió y luego procedió a dar el mensaje del mozo; "Afuera hay un joven que la busca"
Katherine se volvió hacia ella; "¿Un joven?... ¿A mi?", pregunto con extrañeza.
"Si, es un jovencito muy guapo", en medio de un arrebato de imprudencia, la criada replico al reconocer su encantadora belleza.
Cerrando los ojos, la mujer negó con la cabeza al imaginar el asunto que con ella quería tratar, luego los abrió y dibujando una corta sonrisa en los labios, ordeno;"Dile que pase, en un momento iré a atenderlo"
La señora Matsuko la escucho y también negando con la cabeza, se dirigió a su joven ama; "No lo haga... yo sé que en esta casa no soy nadie, pero yo en su lugar, lo echaría de mi hogar. No tiene porque venir a molestarla a usted"
Katherine sonrió sutilmente; "Lo sé, sin embargo siento que no me queda de otra", resignada contesto.
(En la entrada)
Los minutos transcurrían, haciendo que Haruka comenzara a desesperarse y a pensar que ese era un grave error. Dándose la vuelta, dio dos pasos y entonces la puerta se abrió.
"Me ha ordenado que puede pasar", sonrojada no solo por el frió, la criada expreso.
"Muchas gracias, pero aquí prefiero esperar"
"El señor se fue, si es lo que teme, puede estar tranquilo. Además esta nevando. La señora le ha permitido pasar a su hogar... pero por favor no toque nada"
Nada convencido, Haruka ingreso. Observo todo a su alrededor, experimentando temor de siquiera moverse. Una pieza de las que el hombre conservaba, bien podrían valer lo que jamas ganaría en dos o quizás tres vidas. Sin embargo algo en el fondo del salón pronto llamo su atención y sientiendose profundamente tentado por él, no dudo en hacerlo.
Acercándose al negro piano de cola, con la yema de sus dedos acaricio sus blancas teclas, hasta que animado presiono una de ellas, produciendo un sonido agudo.
"¡Vaya!", expreso satisfecho y entonces, se sentó frente a el y sin siquiera pedir permiso y olvidándose de que el padre de ella podría volver, comenzó una salvaje melodía.
Eso atrajo la atención de Lady Katherine, quien se ocupaba en los últimos detalles de su aseo. "¿Quien esta tocando el piano?", extrañada y talmente sorprendida, pregunto a la joven criada.
"Le dije que no tocara nada… Disculpeme señora, iré a decirle que no puede hacerlo"
"No. Así déjalo. Él compro ese piano y no deja que nadie lo toque, deja que al menos le de un buen uso"
El campesino, como muchos solían llamarlo, había aprendido ese arte, un lujo que muchos de los niños ricos no se interesaban en conocer por considerarlo demasiado femenino.
Lady Katherine salio de sus aposentos y dirigiendo sus pasos hacia el salón, desde prudente distancia observo al rubio joven y entonces, un lejano recuerdo volvió a ella.
Después de tanto tiempo había vuelto a pensar en él, en su amado Albert.
En silencio y totalmente embelesada por la belleza y la gracia del mozo, cruzo los brazos sobre el pecho y desde el umbral de la puerta se concentro en escuchar tan maravillosa pieza.
Haruka se sintió observado he interrumpiendo abruptamente la melodía, se puso de pie, cerro el piano y luego se volvió hacia quien le miraba.
"Lo lamento, señora", dijo a la hermosa dama que él supuso y era la dueña de aquella casa.
"¿Por qué lo lamentas?", dijo saliendo de la sombra y acercándose un poco a él.
"No debí tocarlo… ruego porque pueda perdonarme. No acostumbro a tocar las cosas de los demás"
Katherine negó con la cabeza y acercándose al instrumento, dejo que sus dedos danzaran por las teclas; "Hace muchos años mi esposo compro ese piano y en todo este tiempo, nadie lo había tocado. No veo la necesidad de tener uno como mera cosa decorativa, ¿No lo cree?"
"Es una maravillosa pieza, una lastima que su esposo no vea el potencial de tan magnifico instrumento"
"Es un desperdició… supongo que viene a buscarlo, ¿No?", pregunto sabiendo que no era el primer joven que acudía a su hogar con la misma petición o exigencia. "No te pareces a Isao, supongo que te pareces a tu madre", expreso para con él.
Esas palabras fueron demasiado extrañas para el rubio, sin embargo no lo eran para ella.
No era la primera vez que alguien se presentaba ante ella pidiendo algún trabajo, o exigiendo dinero. La mayoría de ellos diciendo ser hijos de esta, esa o de aquella mujer, pero siempre de Isao. Katherine, siendo una mujer prudente que no estaba en nada de acuerdo con el comportamiento de su esposo, trataba de proteger a su hija de esas habladurías y de que jamas supiera de ellos, aunque era algo que la aguamarina intuía.
"¿Qué?", sin entender, Tenou cuestiono.
"¿Quién te envía?... ¿Quién es tu madre?", serena la mujer se mostró.
"No... no entiendo", replico sin comprender.
"Muchos jóvenes vienen aquí a buscar a Isao, sus hijos"
"No señora, él no es mi padre y no me envía ninguna mujer. Soy huérfano... soy el joven que la otra noche...", replico nervioso.
Katherine sonrió al mismo tiempo que asentía con la cabeza. "Ya entiendo... ¿Eres tú el joven que la otra noche salvo a mi hija, verdad?, "¿La busca a ella?".
Haruka asintió ruborizado. "Lamento mucho que mi presencia sea una molestia. Me equivoque en venir, pero es que necesito devolverle algo a la señorita"
"No lo es. ¿Como puedo pagarle lo que ha hecho por nosotros?"
"No es necesario, señora. Lo hice porque no podía permitir semejante atropello"
"Lamentó mucho lo que mi esposo se atrevió a hacerle. Si quiere puede continuar con lo que hacía", la mujer dijo y justo cuando se daba la vuelta para marcharse y llamar a su hija, ella apareció.
"Madre, he escuchado el piano... ¿Eras tú quien lo tocaba?"
"Señorita, es de mala educación hacer esperar a un invitado", sonriendo beso la mejilla de la aguamarina.
En ese momento Michiru contemplo que ahí y de pie frente a ella, el hermoso rubio esperaba por ella.
"¿Caballero?", sorprendida pregunto. Por un momento pensó que se trataba de una alucinación.
"Joven, se queda en su casa", la mujer hizo un fino ademan y entonces se marcho hacia sus aposentos. Pero que ella se alejara no quería decir que dejaría a aquellos dos sin su supervisión, porque de inmediato apareció la señora Matsuko para hacerles guardia.
"Esta si que es toda una sorpresa", emocionada la chiquilla expresó. Pensaba que era demasiado valiente de su parte, que luego de lo que su padre le hiciera, él tuviera las agallas de volver.
"Ha sido demasiado inoportuno, no debí venir", contesto bajando la mirada.
Por su parte la nana, haciendo como que limpiaba, no apartaba la mirada de aquellos dos. Tenía miedo de que en medio de un descuido, el chiquillo se aprovechara de la situación. Vivir tantos años al lado de Isao, la habían vuelto una mujer desconfiada.
"Me alegra mucho que viniera... ¿Era usted quien tocaba el piano, verdad?"
"Lamento si lo hecho pésimo", sonrió con un poco de confianza.
"Para nada, ha sido demasiado maravilloso, ¿Quién le enseño?"
"Mi abuelo hizo lo posible porque aprendiera. Sé que es raro encontrar a un campesino con un talento extraño, ¿No?"
"No piense eso, señor Tenou. Soy una mujer que no considera que las artes sean exclusivas de alguien. Son hermosas y deben pertenecer a todos por igual", Michiru contesto al mismo tiempo que se sentaba en uno de los amplios sillones. "Pero por favor, tome asiento", dijo animada, pero tratando de ocultar su nerviosismo.
Haruka lo hizo y llevando la mano al bolsillo de su abrigo, saco su obsequio; "Vine a devolverle su pañuelo"
"¿Qué pañuelo?", pregunto Michiru. Se había olvidado de él, más no del rubio.
"El pañuelo que me ha dejado la otra tarde... Mire", expreso y entonces lo coloco en sus frágiles manos.
Michiru lo tomo y al abrirlo, grande fue su sorpresa al verlo; "Dioses, no debió molestarse, aquello de que lo quería de vuelta no fue en serio... Yo quería", sus mejillas hervían de pena.
Haruka recordó lo que Lita le había dicho, luego sonrió de forma sutil; "No importa en que forma lo haya dicho, yo debía devolvérselo. Era demasiado fino"
"Muchas gracias, es demasiado bello", tomandolo, contemplo los bellos detalles bordados en él.
La nana, siendo curiosa, de reojo le echo una corta mirada.
"No tiene que agradecerlo, es lo mínimo que pude hacer ante sus atenciones", Haruka replico. "Ahora debo marcharme... Lamento haber tenido que venir hasta su hogar", dijo y luego encaminó sus pasos hacia la salida.
Aún ruborizada por su presencia, Michiru se puso de pié. "Los Domingos... Los Domingos por la tarde suelo ir al parque", con el corazón acelerado y a punto de un colapso, pudo decir.
Ante esas palabras Tenou sonrió y y quitándose el negro gorro que llevaba en la cabeza, lo llevó a su pecho y entonces hizo un corta reverencia. Sin decir nada, abrió la puerta y continuó su camino.
Michiru lo observo marcharse mientras que la señora Matsuko la miraba a ella; "Niña... ¿Qué es lo que planea?. Eso que esta haciendo, no esta nada bien... No quiero ni imaginar lo que ese chiquillo va a pensar de usted"
La aguamarina sorprendida por su arrebató y sin aliento, contesto; "No lo sé nana, no lo sé"
Notas de autor;
Feliz navidad y año nuevo.
Richard Thomas Wayne; Gracias por estar al pendiente de mi historia.
Isavllcota; Michiru ni se acordaba del pañuelo. Pero que bueno que le sirviera de pretexto.
Michelle; Ese hombre no conoce la vergüenza ni el pudor.
Kaiohmaru; Si es que algo comienza entre ambos, tendrán que ser bien listos para que ni la nana se de cuenta.
Unbreakablewarrior; Haruka no podía hacer eso, era lógico que comprara uno nuevo.
Osaka; La que esta totalmente flechada es Michiru. Veamos que más ocurre.
hyunwon020; Gracias.
HaruTenoh11; Perdón y gracias, no me había percatado del error.
