Saya, ese era el nombre de mi madre, quien falleció al dar a luz a sus gemelos. Mi padre decidió llamarme igual en recuerdo de su hermana y esposa.

De esta manera, Kenji, mi padre y yo éramos los únicos sobrevivientes de mi clan: un grupo nómada que permanecía alerta, intentando prevalecer en medio del exterminio.

Hace muchos años, hubo una extraña mezcla que todos las criaturas de este mundo desearon olvidar. Se trataba de la fusión entre las arañas caníbales, poderosas guerreras dueñas de las tierras del sur y unos demonios mucho más reducidos que le servían. Eran las mariposas vampiro o devoradoras de sangre, pero no de cualquier sangre, sino la de los muertos.

Cuando las mariposas salieron del Inframundo, al verse indefensas y carecer de tierras o alianzas, las arañas las adoptaron como sus servidoras. Esto fue el inicio de su maldición, pues una noche de tantas, se dio la procreación maldita y a partir de allí el número de híbridos fue creciendo en gran medida.

Las arañas y las mariposas dieron origen a guerreros sin igual. Ellos mismos empezaron a tenerles miedo y debido a ello se dio inicio a una cacería encarnizada hacia las arañas vampiro.

Cuando Kenji y yo nacimos, solo quedaban dos pequeños grupos sobrevivientes del grupo híbrido. Para cuando tuvimos uso de razón, vimos morir a nuestro padre y quedamos solo nosotros dos.

Antes de expirar nuestro progenitor, nos contó una leyenda, más bien, una verdad que fue revelada al primer engendro nacido de la mezcla y compartida a los demás miembros de nuestro clan. Esa verdad era El Nacimiento del Yugen.

Shishio: - Saya ¿Aún no despiertas?

El joven permanecía vigilante. La demonio seguía con los ojos cerrados, pero despierta.

. . .

El gran Sesshomaru y sus acompañantes, después de dejar la cueva caminaron por dos días más, haciendo algunas paradas para que Rin comiera o descansara sus pies.

Al caer la noche, llegaron a la ciudad. Esta se había visto impresionante cuando estuvieron a un kilómetro de distancia. Los cuatro atravesaron una ligera nieve al bajar los últimos kilómetros de montaña y sin vacilación se dirigieron a la inmensa estructura de huesos que componía la entrada.

Jaken: - ¡Cuántos huesos!

Sesshomaru: - Por esa razón fue bautizada con ese nombre.

Rin: - ¿Por qué hay tantos? Algunos son realmente grandes.

Sesshomaru: - Los aldeanos de esta región recogen los huesos que encuentran por los alrededores de la montaña y con ello crean distintos objetos.

Jaken: - ¡Miren! Hay una hoguera y algunos hombres bailan alrededor de ella.

Luego de pasar la entrada se podía ver algunas tiendas iluminadas a ambos lados de la ancha acera hecha de huesos. Las tiendas, que vendían comida y objetos hechos a mano, también estaban decoradas con cuernos o alguna otra parte de los esqueletos de demonios.

Incluso las bancas que se encontraban más lejos de las tiendas tenían detalles de ese material. Como llegaron a la ciudad al anochecer podían ver en las piezas blanquecinas el reflejo de las distintas luces: las del fuego y la de los faroles que se hallaban colgados por todos lados. Más que la entrada de un lugar, parecía un festival.

Los danzantes eran hombres muy delgados. En sus pupilas agitadas se podía ver la tristeza y también un dejo de esperanza.

Una viejecita se acercó a Rin para pedirle algo de comer. Parecía tener cataratas en los ojos.

Viejecita: - Niña ¿No tienes alguna fruta para darme? Estoy hambrienta.

Rin: - Sí, espere un momento.

Sacó de la maleta un par de melones que llevaba.

Jaken: - ¡No regales las pocas provisiones que tienes para ti!

Sesshomaru: - Déjala, Jaken.

La viejecita pudo ver el fuego reflejado en los ojos de la humana. Además, en ellos pudo ver la marca de la muerte.

Viejecita: - ¡Oh, niña! Acaso tú…

Rin: - ¿Qué sucede? – su semblante se había vuelto triste.

De repente, un niño de la calle empezó a cantar muy cerca de ellos, pero no pudieron entenderle. Era una lengua extraña, sin embargo, su canto era melancólico.

Rin caminó en medio de los hombres que bailaban alrededor de la hoguera. Un sentimiento de aflicción la había poseído. Su piel lucía roja, al igual que la de ellos. Parecía si el fuego les quemara la piel.

Divisó en los espacios entre las tiendas que estaban más alejadas rostros tristes y apagados, víctimas del frío y el hambre. Se escondían allí, como piezas oxidadas que ya nadie iba a recoger.

Se conmovió al verlos, recordó todas las veces que su familia padeció la miseria, pero al menos se consolaban entre ellos. Por el contrario, esas caras invisibles no tenían a nadie.

Ella se lamentó.

Rin: - El hambre duele más cuando se está solo.

Un anciano que parecía estar enfermo tosió y se acostó en un trozo de tela desgastado y maloliente.

¿Por qué me duele tanto justo ahora? ¿Es por haber vivido en mi propia piel el mismo destino? No seas tan egocéntrica. Este dolor ya no te pertenece…

Pero las lágrimas se agolparon en sus ojos unas con otras, haciendo que inevitablemente resbalaran por sus mejillas.

Jaken: - Rin se está alejando mucho ¿No deberíamos llamarla?

Sesshomaru: - Espera, creo que quiere estar sola.

El demonio podía percibir en ella un vacío insondable. Eran los recuerdos de su vida antes de volver a nacer como su acompañante.

Debes acordarte de cuando eras niña y estabas sola. Rin, has sido muy valiente.

La humana se quedó de pie, escuchando como si estuviera muy lejos el canto del niño, el crepitar de la hoguera y el coreo de los hombres danzando alrededor del fuego. Por su mente pasaban imágenes de su niñez, el rostro de su padre y hermanos, pero como siempre, el de su madre era borroso.

Perdóname, madre. Esta hija ingrata aún no puede recordar tu cara cuando reías, ni cuando llorabas.

Uñas pequeñas gotas golpearon sus mejillas; de pronto había empezado a lloviznar.

Rin levantó su rostro al cielo, dejando que el agua le lavara el dolor que había estado cargando por tanto tiempo.

Algunos de los aldeanos corrían de regreso a sus casas, menos los vagabundos que ni se inmutaron ante la repentina llovizna. Tampoco se movió el niño, que permaneció cantando, ni los danzantes, ni la viejecita. Su constancia parecía una plegaria al cielo.

El fuego también se ondeaba amenazando con sus chispas a la lluvia. Él también quería prevalecer.

De repente, su semblante se relajó.

Es cierto, no puedo recordar tu rostro, pero sí la tibieza de tus brazos. Estoy segura de que me amabas.

Había una distancia inmensa entre ambos demonios y la humanidad de Rin, pero en ese momento, el daiyokai pudo sentir en su pecho la fuerza de sus sentimientos. Ella estaba haciendo catarsis en aquella olvidada ciudad de huesos.

. . .

Siguió meditabunda cuando se adentraron aún más en la ciudad. Intentaba disimular, pero era imposible.

Jaken: - Ya no llores más, Rin. Tu rostro se va a hinchar.

Sesshomaru: - No se alejen de mi.

Frente a ellos, aparecieron tres demonios fornidos y mal encarados. No se veían demasiado fuertes. El daiyokai los deshizo con su Bakusaiga antes de que estos pudieran mover un dedo.

Jaken: - Esta ciudad está infestada de demonios.

No caminaron mucho cuando llegaron a un llano; la tierra bajo sus pies era árida. Habían cruzado la ciudad que aunque era llamativa, también pequeña.

Sesshomaru: - Si caminamos un poco más llegaremos al puente. Debajo de él solo hay muerte. Así que crucen con cuidado.

Siguieron el camino árido. Rin sostenía la estola de su señor, pues estaba asustada. El demonio verde llevaba colgado en su bastón una farola que había robado de un puesto de tienda. Iluminaba el camino, mientras veía las sombra de sus pequeñas y rápidas patas y en general de todo su ser.

Llegaron.

El puente era de al menos quinientos metros, estaba compuesto por huesos y era muy angosto. Rin pudo apreciar el vacío debajo de ellos. Era cierto lo que decía su Amo. No obstante, un camino lleno de serpientes venenosas permitía llegar hasta el otro extremo. Ah-Un siguió esa ruta que daba al otro lado del camino, tal como el puente.

Sesshomaru: - Rin – el demonio le ofreció su mano.

Ella la tomó y caminó con algo de temor, dado que se movía exageradamente. Jaken se había subido a la estola y trataba de iluminar el camino para Rin, pero le era difícil.

El daiyokai sujetaba con fuerza su mano, como haciéndole ver que estaba a salvo. A pesar de eso, ella sentía que en cualquier momento iba a resbalarse, debido a la suciedad de los huesos en contacto con la lluvia.

De pronto, Rin se resbaló y metió parte de su dedos del pie derecho en una pequeña ranura del puente.

Rin: - ¡Auch!

Jaken: -¡Rin!

Sesshomaru la levantó de inmediato y vio que su pie estaba ensangrentado, dado que el puente estaba compuesto de huesos en su mayoría afilados.

Rin: - ¡Me duele!

Era una herida poco profunda, pero le había levantado ligeramente la piel.

Al momento, unas inmensas aves de fuego los asediaron. Sesshomaru la abrazó para protegerla.

Sesshomaru: - ¡Agárrate fuerte!

Blandió su espada y las derribó de un solo golpe.

Sesshomaru: - ¡Bakusaiga!

Las poderosas ondas de energía recorrieron el cuerpo de las aves, primero aprisionándolas y luego haciéndolas desfragmentarse hasta desaparecer.

Jaken: - Increíble como siempre, amo Sesshomaru.

. . .

A kilómetros de allí, Inuyasha no lograba reponerse del todo, se sentía mareado y exhausto cada que se agitaba, pero no podía permitir que Saya se saliera con la suya.

Esa maldita en cualquier momento vendrá a causar estragos, pero no se lo permitiré ¡Primero tendrás que matarme!

Kagome: - Inuyasha, no deberíamos buscarla. Sigues débil.

Shishio: - Pienso lo mismo, es muy arriesgado. Además, no sabemos en dónde podría estar.

Kohaku: - Shippo y yo iremos con ustedes a buscar a esa mujer.

Miroku observaba fijamente al forastero. Nuevamente había empezado a sospechar.

No hay vida en sus ojos.

Miroku: - Es extraño que la sacerdotisa Kanade se haya ido sin despedirse ¿No lo creen? - tenía la mirada fija en el forastero.

Todos volvieron a ver al monje.

Miroku: - ¿Qué piensas tú, Shishio? Estuviste muy cerca de ella ¡Contesta! - le gritó desafiante.

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Nota: En el siguiente capítulo aparecerá la mentora y nuevos personajes. Habrá misterio, drama y mucho erotismo. 🙈💕