Glosario

Taiko: tambor.

Shakuhachi: flauta japonesa.

Shamisen: instrumento japonés de tres cuerdas.

Mai-Ogi: abanico que se usaba en la danza clásica japonesa para crear expresiones elegantes de emociones y sentimientos.

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Las geishas se movían con elegancia, mostrando sus tocados, su maquillaje y sus finos kimonos. Hacían fluidos recorridos con sus mai-ogi al ritmo de la música. Los instrumentistas, que estaban situados al lado de las bailarinas, demostraban su talento muy concentrados. La voz de la anciana, que era acompañada del taiko, la shakuhachi y el shamisen, era sencillamente exquisita.

Bailaban en el tatami, mientras Sesshomaru, Rin, Jaken, la dueña de la posada, Hak, Ayame y otros más apreciaban su danza. Era un salón inmenso y muy iluminado. La sirvienta había luchado con Jaken para lograr sentarse a la par del daiyokai.

Ayame: - Es maravilloso.

Jaken: - Para nada… - dijo encolerizado.

¿Esta tipa quien se cree?

Rin tenía los ojos vidriosos y muy rojos. Estaba ahogada por el calor de la estancia.

Ayame: - ¿Le gusta el baile, señor?

Sesshomaru: - No me interesa.

Ayame: - Yo también sé bailar – su voz había sonado muy sugerente.

Sesshomaru: - Rin ¿Qué tienes? – dijo, ignorando su comentario.

Rin: - Me siento… tengo mucho calor.

La ayudó a caminar y Jaken se fue tras ellos, haciéndole una mueca a Ayame. Esta y Hak los siguieron con la mirada.

Sesshomaru la llevó en brazos, ignorando los comentarios de su vasallo. Entró a su habitación y abrió la ventana para que el aire de la noche le diera en el rostro. Rin se sentó en el taburete que estaba frente a la ventana circular. Él estaba de pie, a su lado.

Rin: - Sentí que iba a rostizarme allí dentro.

Sesshomaru: - Deberías escuchar más a tu cuerpo.

Le alcanzó un termo con agua, ella bebió algunos sorbos y permitió que el aire se llevara lo ruborizado de su rostro.

Rin: - Esa mujer – dijo de repente - estaba muy cerca del señor Sesshomaru.

Si bien el daiyokai no era muy entendido sobre el tema de las mujeres había notado las intenciones de la sirvienta y la molestia de Rin por ello.

Rin siente lo mismo que yo…

Ahora, tal como la otra vez cuando me preguntó si otra mujer había ingerido mi sangre… Está celosa ¿Eso quiere decir que yo también lo he estado?

Rin: - Regresemos, creo que ya me siento mejor.

Sesshomaru: - Vamos a caminar ¿No te gustaría?

Rin: - Sí quiero – dijo alegremente.

Se desplazaron por la pasarela y de allí se dirigieron a un camino polvoriento que tenía a ambos extremos numerosas flores. Rin tomó una y la olió, pero el aroma le produjo un estornudo.

Rin: - ¡Achú!

Sacó de su yukata el pañuelo de seda que el joven Hak le había dado y se limpió con él. Sesshomaru lo observó en sus manos.

Sesshomaru: - No hay razón para preocuparte por esa mujer – rompió el silencio – Además, estuviste hablando todo el día con ese tal Hak.

Se sintió ridículo por haberle reprochado.

¿Este Sesshomaru reclamando por celos? Qué absurdo… Primero Kohaku y ahora ese remedo de mayordomo. Estoy comportándome como un idiota.

Ella interrumpió sus pensamientos:

Rin: - Es verdad, no me di cuenta de que una mujer casada no puede hablar así con un hombre.

Sesshomaru: - No te estoy prohibiendo nada. Eres libre de hacer lo que quieras, mientras no implique que nuestra confianza se rompa.

Ella se rió.

El señor Sesshomaru se ha vuelto mucho más expresivo y tierno, pero creo que no se ha dado cuenta…

Volvieron a la habitación. Rin sacó del equipaje la caja de música que él le había dado. Al extraerla, notó el diseño de flores de loto que tenía grabado.

Rin: - ¡Ahora que lo pienso, este diseño es el mismo que el de su kimono!

Abrió la caja de música y la puso en una pequeña mesa que había en la habitación. La melodía empezó a sonar. Rin lo abrazó.

Rin: - Seré más cuidadosa, no quiero que nada en este mundo nos separe – lo dijo como si fuera una plegaria.

En ese momento, su estómago rugió.

Sesshomaru: - Tienes hambre… ¿De nuevo?

Rin: - Es que antes no me sustentó la comida por el enojo que sentía.

Sesshomaru: - Te traeré algo…

Se fue en dirección a la cocina. Rin se quedó pensando en cómo cambiaban las cosas: antes ella debía buscar su propia comida para sobrevivir aun estando él su lado; ahora, bastaba un cruje de tripas para hacerlo reaccionar.

Rin: - Por cierto ¿Dónde habrá dejado su kimono?

Llegó a la cocina y vio alimento en todos lados.

Sesshomaru: - Esta fruta…

Ayame: - Son bananas, las trajo un viajero de otras tierras. Son muy deliciosas.

Sesshomaru: - Me llevaré algunas.

Ayame: - ¿Son para su esposa?

Él no le respondió, solo la miró de reojo como respuesta. Ella se estremeció, le parecía tan recio.

Debo estar loca, pero desde hace mucho que me no siento algo así… se parece un poco a él.

Ayame: - ¡Espere! – lo sujetó de su manga – Esta noche me siento muy sola.

Sesshomaru la miró sin comprender a dónde quería llegar.

Ayame: - Cuando su esposa se duerma, lo estaré esperando fuera de la habitación. Solo quiero dar un paseo…

Él se marchó sin dar respuesta alguna.

Jaken estaba cerca y escuchó su propuesta, los observó a cierta distancia. Sus ojos brillaban como estrellas.

¿Esa cretina quien se cree para cortejar así al señor Sesshomaru?

Regresó a la habitación con una mano de bananas, pero al entrar vio a Rin vestida con su kimono, que estaba abierto. Tenía en sus manos su arma enfundada.

Rin: - ¡Bakusaiga! – fingió lanzarle el ataque.

Al verla, se aproximó a ella a toda velocidad, acorralándola en la pared. El pedazo de racimo cayó al suelo.

Sesshomaru: - ¿Qué diablos estás haciendo?

Rin: - Lo- lo lamento. Solo jugaba a ser usted.

Sesshomaru al verla experimentó un impulso de estrecharla. Jamás se esperó verla usando su kimono, que le quedaba tan grande y dejaba parte de su cuerpo al descubierto, blandiendo su espada torpemente, con la intención de sonar atemorizante. Y sus mejillas coloradas por el calor.

Sesshomaru: - Eres tan linda – pasó su lengua por su mejilla.

Rin: - ¡Ah! ¿No está molesto?

Sesshomaru: - Para nada.

Se puso de rodillas y abrió el kimono en su totalidad. Sin pensarlo dos veces acercó su rostro a su entrepierna. Quería saborear su esencia.

Rin: - ¡Ah!

Puso su lengua justo en su zona erógena, que reaccionó al leve roce. Estaba a punto de moverla, cuando recordó que no debían hacerlo. En sus papilas gustativas sintió el sabor de Rin, mezclado levemente con su sudor. Sesshomaru inhaló profundamente aquella esencia tan erótica.

Ella se estremeció.

Quiero comerla…

Quiero que me coma…

Con dificultad, se levantó.

Sesshomaru: - Por un momento, me dejé llevar.

Ella lo observaba con asombro.

¿Va a dejarme así? ¿Cómo puede...?

Recogió las bananas del suelo.

Sesshomaru: - Traje esto, se ven apetitosas.

Rin: - Gracias…

Dijo con desgano, arrancando una banana del pedazo de racimo. Luego se sentó en el taburete. Peló la fruta y la mordió.

Rin: - Mmmm ¡Sabe increíble!

Sesshomaru: - ¿Acaso…estabas decepcionada ahora mismo?

Ella tragó un gran pedazo al escuchar la pregunta. Le había dolido la garganta.

Rin: - ¡Quiero otra!

Él se la alcanzó. Rin la peló y cuando iba a comerla tuvo una idea.

Rin: - Amo Sesshomaru ¿Quiere probarla? Antes dijo que se veían apetitosas – expresó, mientras se levantaba y se acercaba él.

El demonio se había sentado en el suelo con las piernas dobladas, una sobre la otra. Rin se sentó a su lado.

Sesshomaru: - No hace falta.

Rin: - Solo por esta vez…

Sesshomaru abrió la boca, inexpresivo. Ella sonrió con malicia y con rapidez intentó meterla en la boca de su señor. Este la cerró, previendo su ataque. El banano se estrelló en sus labios.

Rin: - Lo siento, no medí mi fuerza.

Sesshomaru: - Mentirosa.

La tomó de las muñecas y la acostó en el suelo, quedando él sobre ella.

Sesshomaru: - ¿Querías vengarte por no haber terminado lo que empecé?

Rin: - Bueno… es que yo… - se ruborizó.

Saboreó sus propios labios, de modo que pudo percibir el sabor de la fruta.

Sesshomaru: - Sabe mejor de lo que pensé.

Debido al movimiento de él sobre ella, el kimono de flor de loto había expuesto su cuerpo, cubriéndole solo su intimidad.

Se miraron por largo rato.

Rin: - Debo cambiarme – se sentó.

Sesshomaru: - Espera.

La besó con ternura, pero pronto se tornó más intenso y húmedo. Ella comenzó a hacer sonidos eróticos, mientras entrelazan sus manos. Además, notó su bulto prominente, estaba muy excitado.

Rin: - Lo amo, señor Sesshomaru, cada parte de usted…

La mirada del demonio se enterneció.

Sesshomaru: - Rin…
Se acostó sobre ella, rozando sus cuerpos. Ella podía sentir su erección.

Rin: - Debemos detenernos – expresó jadeante.

Permanecieron en esa posición, besándose por largo rato hasta que él debió alejarse de ella, antes de que el deseo lo dominara de nuevo.

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En la aldea, el hanyo acariciaba el pelo de su esposa. Uno al lado del otro se daban calor en el futón, pues era el momento de dormir, pero Inuyasha sentía deseos de amarla. Comenzó a olfatearle el cabello, mientras la abrazaba desde atrás.

Kagome: - Inuyasha…

Se puso sobre ella y comenzó a besarla con pasión, ella rápidamente reaccionó y mientras gemía y respiraba con dificultad le recorría la espalda.

Pero al momento, cuando sintió cómo su cuerpo reaccionaba, su corazón comenzó a latir con velocidad, lo que le produjo tos y sumo cansancio. Inuyasha se dejó ir al lado del futón, tratando de recuperar el aliento. Kagome le sobaba la espalda con preocupación.

Esto es recurrente, cada vez que se agita es igual…

Entretanto, Kohaku y Shippo buscaban el cuerpo de Kanade. Sin embargo, no hubo manera de hallarla. Habían dejado que Shishio se fuera, considerando que era en extremo peligroso.

Shippo: - Debemos comentarle a Miroku y a los demás lo que escuchamos.

Kohaku: - Sí.

Los jóvenes caminaron hacia la aldea.

Shippo: - ¿Crees que esté aliado con Saya?

Kohaku: - Es probable, también pienso que hay una tercera persona, que fue quien se llevó a esa demonio luego de dañar a Inuyasha.

Shippo: - Tiene sentido. Apresuremos el paso.

Kohaku: - Sí.

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Amaneció. La mañana era algo fría en la cueva.

Shishio: - Otro día ha iniciado.

El joven observaba desde la cueva en dirección al valle que había sido su hogar. Fumaba en su pipa sin preocupación.

Saya: - Tú…

Él se volteó sorprendido.

Shishio: - ¡Al fin despiertas! – se sentó a su lado - Ha pasado una semana desde que te dormiste. Pensé que nunca despertarías.

La joven se sentó con dificultad; él la ayudó a incorporarse.

Saya: - ¿Dónde está la cabeza de mi hermano?

Shishio: - ¿Eh? Está en la caja donde la guardaste.

Ella abrió la caja y la sacó. Estaba algo pestilente y carcomida por los gusanos. Sacó de su ropaje el frasco con la sangre de la encapuchada y le lanzó unas gotas a su lengua. La cabeza recuperó totalmente su vitalidad, parecía que estuviera recién cortada.

Shishio: - ¿Por qué no la entierras?

Saya: - Él es lo único que tengo.

Sí, las criaturas como yo no pueden confiar en nadie. Al final nuestro padre tenía razón. Perdóname, hermano. Pronto todo valdrá la pena.

Shishio: - Esa mujer encapuchada vino a verte.

Saya: - ¿En serio? – preguntó con tono sarcástico.

Le había molestado que a sus espaldas se hubieran estrechado, pero no quería reconocerlo.

Guardó la cabeza y luego hizo contacto visual con él.

Saya: - Esta vez tendré más cuidado – repuso.

El halcón, que había estado en el hombro del muchacho, reflejó la mirada sórdida de la demonio.

Saya: - Muy pronto estaré lista.