Nota: Pido perdón.
Fragmento del capítulo anterior:
"Se durmió inmediatamente, pero el demonio, tristemente, se había vuelto a calentar. Estaba casi tan duro como al inicio.
Maldita sea…"
Sesshomaru, al sentirse nuevamente preso de sus emociones más primitivas salió de la habitación y se adentró en el río que estaba cerca del cuarto. Solo quería calmarse en el agua helada y volver junto a ella.
Ayame caminaba sin rumbo fijo. No tenía sueño ni deseos de acostarse debido al calor que había en la posada.
Observaba las estrellas, mientras recordaba su vida antes de llegar allí, cuando se enamoró por primera vez y fue lanzada al olvido.
Ya han pasado tres años desde que llegué aquí. Mi señor ¿Te habrás arrepentido de dejarme a mi suerte?
Se dirigió hacia el río y cuando estaba muy cerca, lo vio. Sesshomaru estaba en el agua, usando una yukata.
¡Allí está!
Se escondió entre los árboles y se quedó mirándolo. Él estaba de espaldas, con el agua hasta la cintura viendo las estrellas. Se sentía mucho más relajado.
Está observando las estrellas, tal como yo hace unos minutos. Se ve tan solitario…
El daiyokai se había percatado de su presencia. Salió del agua, ignorándola totalmente. Ella pudo notar parte de su pecho y su clavícula. La yukata, al estar empapada, se ceñía a su cuerpo esbelto y firme.
Es… divino.
Se desplazó cerca de ella y una vez más comprobó que estaba encandilada por su belleza. Su corazón latía muy rápido; se había enamorado de él.
. . .
Cuando llegó la mañana, notó que su esposo no estaba. Por un momento se sintió solitaria, pero no le dio importancia y decidió arreglarse ese día e invitar a su amo a dar un paseo por los alrededores.
Se puso el kimono turquesa, era el último que él le había dado. Tenía bordado unas flores en dorado, rosa y magenta. Usó una horquilla que tenía colgando unas piedrecillas rojas y maquilló su rostro.
Sin embargo, antes de percatarse, tenía demasiada hambre.
¡Creo que iré primero a la cocina!
Pero cuando se disponía a salir del aposento, escuchó unos pasos y una voz de mujer que habló muy suave:
Ayame: - Discúlpeme por lo sucedido anoche.
Rin abrió mucho los ojos y pegó su oreja a la puerta.
Sesshomaru: - No necesito tu disculpa.
¿De qué hablan? ¿Qué pasó anoche?
Al no escuchar respuesta, abrió la puerta corrediza. Cuando salió vio en un extremo al demonio y en el otro a Ayame, que usaba un hermoso kimono rojo, bastante revelador.
Ayame: - ¡Oh!
Dejó caer unos paños de seda que llevaba en sus manos, debido al susto. Sesshomaru, sin pensarlo, se agachó y procedió a levantarlos.
Rin lo observaba, en sus ojos había fuego. Ayame se ruborizó.
Ayame: - No es necesario, yo puedo levantarlos.
Pero él ya los había puesto en sus manos, rozándola ligeramente. La joven se sintió halagada por el gesto y se estremeció por el roce. Rin, en cambio, sintió que sobraba en el lugar.
Sesshomaru: - Has despertado – le dijo inexpresivo.
Rin: - Sí.
¿Por qué me siento así? Solo levantó la tela por ella…
Experimentaba un fuego que le subía desde el estómago a la garganta.
El amo Sesshomaru nunca ha tenido esas atenciones con otra mujer antes…
Mujer cuervo: - ¡Buenos días!
Se acercó la dueña con cara de dormida y un fuerte olor a sake.
Ayame: - Mi señora – le hizo una reverencia.
Mujer cuervo: - ¿Cómo se sienten? Aún quedan varios días antes de que sea luna creciente.
Rin: - S-sí.
Mujer cuervo: - ¿Han podido sobrellevarlo?
La humana se sonrojó.
Mujer cuervo: - ¿Te pasa algo? Estás muy roja…
Rin: - No, nada.
Jaken: - ¡Riiin! Te he estado buscando…
Rin: - ¡Vamos a comer! Estoy hambrienta.
La dueña de la posada los observó alejarse por el pasillo en dirección a la cocina. Rin hablaba, alzando mucho la voz. Sesshomaru iba a la cabeza.
Mujer cuervo: - Algo sucedió…
Volteó a ver a la sirvienta.
Mujer cuervo: - Te gusta ¿No es así? No le has quitado la mirada de encima desde que llegaron.
Ayame: - Qué cosas dice.
Llegaron a la cocina y vieron al mayordomo Hak cocinando en el fogón. El cocinero estaba a su lado, de brazos cruzados.
Rin: - Buenos días.
Mayordomo Hak: - Buenos días, Rin, señor Jaken ¿Han venido a desayunar?
Rin: - Así es.
El joven les sirvió a cada uno en una bandeja un bol de arroz, dos piezas de salmón en un plato distinto y en otro, pero hondo, un poco de sopa de raíz de loto.
Mayordomo Hak: - Espero que les guste.
Ambos tomaron su bandeja y luego de agradecerle se fueron a sentar a una mesa que había en el aposento siguiente. Era una sala que tenía puertas corredizas por ambos lados. Estas daban a espléndidos jardines. Sesshomaru se hallaba sentado en la pasarela, de espaldas a ellos.
Al lado de la mesa había una chimenea igual a la del castillo. Se sentaron a comer, Hak también llevaba una bandeja con los mismos alimentos.
Rin: - ¡Esto sabe increíble!
El demonio verde lo probó.
Jaken: - ¡Es cierto!
Mayordomo Hak: - Muchas gracias. La sopa de raíz de loto era la comida favorita de mi madre.
Rin: -¿Ya no?
Mayordomo Hak: - Ella murió – dijo cabizbajo.
Rin: - Lo lamento… Mi madre también falleció, así que te entiendo.
Rin, en un descuido, se quemó la mano con la sopa.
Mayordomo Hak: - ¿Estás bien? – dijo, mientras tomaba su mano para ver la quemadura.
Estaban muy cerca. Sesshomaru miró de reojo la escena.
Mayordomo Hak: - Iré a traer agua fría.
Hjm… Ese joven es demasiado atento con Rin.
Pensó Jaken.
. . .
Luego del desayuno, los tres se fueron a dar un recorrido por el jardín que se encontraba al oeste, dejando al demonio en el mismo lugar, ya que no había querido acompañarlos.
Rin se movía con dificultad, pues el kimono era largo y ella no estaba acostumbrada a usarlo.
Jaken: - ¿Por qué te arreglaste así?
Ella se ruborizó.
Rin: - Por nada en especial.
Mayordomo Hak: - Te ves muy hermosa.
Rin: - Gracias.
Jaken: - Que no se te olvide que Rin es la esposa de mi amo Sesshomaru. Sé que es increíble, pero es cierto.
Rin: - ¿Qué insinúa? – preguntó ofendida.
Ella dio unos pasos al frente y vio una extraña planta.
Rin: - ¿Qué es esa flor?
Mayordomo Hak: - Es una planta carnívora. La dueña la trajo de uno de sus viajes. Esta abre su "boca" y cuando algún insecto se posa en ella, lo aprisiona y lo deshace con su ácido.
Rin: - Impresionante…
Trataba de disimular, pero se sentía herida por lo sucedido con su señor. Repetía la escena de Sesshomaru recogiendo las telas y el rostro sonrojado de la sirvienta.
Debo estar loca… solo espero que pronto pasen los días, sea retirado el sello y así podamos irnos de aquí.
Mientras tanto, Ayame le ofrecía una taza de té a Sesshomaru. Este lo despreció.
Ayame: - ¿Hay alguna cosa que pueda hacer por usted? Ya sé, tal vez darle una flor para que se la regale a su esposa.
La miró interesado.
Ayame: - Este un crisantemo.
La joven, que estaba frente a él, se inclinó en exceso, dejando ver su escote pronunciado, mientras le mostraba la flor.
Él dudó en tomarla, pero considerando lo mucho que le gustaba a su esposa las flores le pareció una buena idea.
Rin, el mayordomo y Jaken, quienes estaban muy cerca, pudieron verlos.
¿QUÉ?
Pensó Rin.
Los tres fueron testigo de cuando aceptó el regalo de la sensual sirvienta.
¿Aceptó el obsequio?
Permaneció consternada viendo la escena. Sesshomaru, al notar su aroma tan cerca, pensó que ya no tenía sentido dársela si ya la había visto. Consideró arrojarla ahí mismo, pero solo la colocó a su lado. Rin se le quedó mirando con aire de reproche. Por su parte, Jaken veía con enfado a la sirvienta.
Rin: - Iré a la habitación.
Se marchó con el corazón apretado. Sesshomaru la siguió. Ella se detuvo a medio camino y se apoyó en una pared.
Estoy… muy tensa. Debo recostarme.
Sesshomaru: - Rin… - la llamó desde atrás.
Rin: - Amo Sesshomaru… - trató de disimular su malestar - ¿Qué sucede? – esquivó su mirada.
Sesshomaru: - Déjame ver tu quemadura.
Ella le mostró su mano y él comprobó que no era la gran cosa.
Los dos se desviaron del camino y atravesaron un jardín cercano, apreciando la belleza de las flores y las plantas que allí había. Ella divisó unas camelias rosas que estaban en su mejor momento.
Sesshomaru: - ¿Te sucede algo?
Rin: - No… solo no dormí bien. Al final, el calor me afectó.
Él sabía que mentía.
Rin: - ¿Anoche se encontró con esa chica?
Pero el demonio no le respondió. La humana sintió una punzada en su pecho.
Rin: - Creo que sí me siento muy desvelada. Iré a recostarme.
Sesshomaru: - Haz como te plazca.
Ella lo miró consternada.
Rin: - Sí.
Dio la vuelta y se devolvió por el mismo camino.
¿Por qué no me respondió la pregunta?
Derramó una tímida lágrima en el camino. Cuando entró a la habitación vio la caja de música puesta en la mesa de noche. La abrió y se consoló escuchando la melodía.
¿Estoy exagerando? ¿Sigo siendo una niña? ¿Si yo no existiera mi amo estaría con una mujer como ella?
Su mente y su corazón se agitaron con ideas negativas e imaginarias. Se recostó en el futón y se quedó dormida escuchando la canción, que en ese momento le parecía triste.
Jaken permaneció en la puerta, escuchando su llanto. Cuando notó que se había dormido, dio la vuelta y se encontró con la figura de su amo. Se veía confundido.
. . .
Al día siguiente, La mujer cuervo revisó a Rin y les dijo que todo estaba en orden. Hak, siendo tan amable y talentoso, les había ofrecido pintar a la pareja. Para asombro de todos, el daiyokai aceptó hacerse un retrato junto a ella.
Todo parecía en orden, pero en sus corazones había surgido la duda y el silencio. Sesshomaru se acostó a su lado la noche anterior y cuando ella se durmió se quedó velando su sueño.
No voy a perturbar tu paz, Rin. Voy a dejar que seas y actúes como realmente eres…
Se les avisó que por la noche habría una actividad en el jardín principal. Primero, la joven Ayame haría una danza. Luego, tres jóvenes darían un concierto de Taiko (tambores grandes).
La noche llegó. En el jardín había espacio suficiente para los espectadores. Al frente, se puso una tarima amplia que serviría de telón para la joven y posteriormente, los percusionistas.
Por encima de sus cabezas, se colgaron unas guirnaldas de varios metros de largo, las cuales tenían faroles redondos de papel, para iluminar el lugar. Las guirnaldas estaban atadas a las ramas de los árboles, que se hallaban a cada lado de las dos tarimas.
Cuando la actividad iba a dar inicio, una caravana de demonios llegó a la posada. De repente, el lugar se había colmado de gente.
Los demonios acapararon el espacio, de modo que Rin y Jaken quedaron algo separados del demonio. Estos hicieron contacto visual con él, en señal de que todo estaba bien.
La presentación de la jovencita iba a iniciar. Ella vestía un precioso kimono de seda rosa, que tenía detalles en rojo y dorado. El estampado era de flores de cerezo. Su maquillaje y tocado la hacían lucir radiante.
Al momento de salir para dar la presentación, los demonios –que parecían estar emparentados con el clan de los lobos de Koga – comenzaron a chiflar y a gritarle halagos. Habían ido allí únicamente para ver su presentación.
La música tradicional comenzó y con ello su danza. Ella se movía de forma elegante, moviendo un paraguas rojo en sus manos. Lo ponía en su hombro y luego lo elevaba con elegancia. Era una danza sublime.
Rin la veía admirada, pero al mismo tiempo, le dolía el corazón. Estaba celosa de la atención que podía generar en su amo. Sesshomaru, sin desearlo, había quedado justo al frente de ella, mientras que Rin y Jaken estaban situados en un lateral.
Rin volteó su rostro hacia él y conectaron sus miradas. Sesshomaru tenía los ojos apagados.
La danza continuó y en algún momento él miró a la bailarina, sin mucho interés. Su esposa lo notó y se sintió devastada, pero intentó disimular. Jaken no dejaba de decir que ya quería irse.
Estaba a punto de terminar su presentación, cuando se acercó al demonio y le ofreció una camelia rosa. El sonido de la música se detuvo cuando esta había quedado de rodillas en la tarima, con su brazo extendido hacia él.
Rin clavó sus ojos en la camelia y luego en él.
¿Va a aceptarla nuevamente?
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
Esta es la flor que le di a Rin aquella vez…
Tomó la flor, mientras los lobos lo abucheaban celosos. Era costumbre que la bailarina le diera la flor al hombre que había llamado su atención; aceptarla significaba que él le correspondía.
Sesshomaru volteó su rostro hacia ella y vio que ya no estaba.
¡No puedo más!
Se apartó del sitio, corriendo hacia cualquier lugar. Sesshomaru siguió su rastro con la intención de darle la camelia: la misma que él le había dado.
Ayame se alegró en sus adentros, pensó que estaba ganando terreno. Hak la miró a lo lejos, reprobando su comportamiento. Él también se sentía atraído por Rin, pero no tenía intención de cortejarla.
Llegó a la ribera del río. En el sitio predominaba la oscuridad, la luna no hizo aparición. Por alguna razón, en aquella posada sofocante, la noche de sentía dolorosamente fría.
Se dejó caer en el pasto y lloró amargamente.
Sé que estoy exagerando... Sé que soy tan tonta, pero me duele. Me he vuelto posesiva…
Por su mente pasaban los recuerdos de la joven sirviéndole el sake y haciendo contacto visual con su esposo días atrás; cuando rozó su cuerpo en él y le habló al oído, cuando escuchó que se habían visto por noche y él recogió sus cosas y finalmente, las dos veces que él aceptó sus obsequios.
El demonio, que la observaba por entre los árboles, escuchó su llanto. Esta gemía como un pájaro herido. Cada lamento martillaba en la cabeza y en el pecho de Sesshomaru. No sabía cómo dirigirse a ella, pero sentía en sus adentros el sentimiento de la culpa.
Sesshomaru: - Rin…
Ella apaciguó inmediatamente el llanto.
Sesshomaru: - ¿Por qué lloras? Dime para que pueda entenderlo.
Pero ella no podía hablar, sentía un vacío inmenso en su estómago y en su rostro la hinchazón; su cuerpo temblando y un frío que le recorría desde sus piernas hasta su espalda y se le instalaba en el corazón.
Él se quedó de pie, tras ella.
El sonido del río que fluía frente a ellos les calmaba levemente los pesares. Aunque sus corazones estuvieran lastimados, la vida seguía su rumbo, imperturbable.
Ella se levantó con la intención de marcharse, pero él la abrazó. En ese momento, los tambores de la siguiente presentación comenzaron a sonar.
Sesshomaru: - Aquella vez, cuando te llevé las flores junto con el libro de significados, lo hice porque quería que no tuvieras ninguna duda de lo que siento – le obsequió la camelia.
Ella se quedó pensando, mirando la flor altiva; luego respondió con suma tristeza:
Rin: - Ojalá pudiera vivir como yo, al menos por un día. Tal vez así podría comprender cómo me siento.
Dejó al demonio en el sitio con la mano extendida. La camelia se agitó debido a la brisa repentina. Sesshomaru se sintió extraño, molesto y a la vez asustado. Rin estaba enfadada con él y no lograba comprender el motivo exacto.
¿Sentiste celos?
Siguió de pie, escuchando los tambores agitarse como sus latidos perturbados, sintiendo en su alma la desazón de sus diferencias, pero en el fondo, la misma pena.
