Ikebana: el arte de hacer arreglos florales.

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Mi esposa está sufriendo porque no he sabido proteger sus sentimientos. Este Sesshomaru, un demonio de mi clase que ha salido victorioso de tantas batallas, es incapaz de hacerla sentir segura y demostrarle mi devoción. Rin, no hay nadie más que tú para mí, pero ¿Cómo puedo hacer que lo entiendas?

El demonio reflexionaba mirando la camelia. Sin más dilación, la arrojó al río y la siguió con la vista hasta que desapareció. Ayame lo observaba por entre los arbustos; al notar que se daba la vuelta para marcharse, apareció frente a él.

Ayame: - Las mujeres somos seres misteriosos, nadie sabe lo que verdaderamente esconde nuestro corazón.

Él no respondió, se limitó a mirarla inexpresivo.

Ayame: - Su esposa ha estado muy nerviosa debido a mi imprudencia. Estoy segura de que se ha dado cuenta de mis sentimientos por usted, mi señor. Esta débil sirvienta no ha podido disimular lo que siente.

Se acercó a él y dejó caer en el pasto su kimono.

Ayame: - He dejado mi pudor atrás. Solo quiero ser estrechada en sus brazos.

Intentó agarrarlo del brazo, pero él se alejó de ella con absoluta calma.

Sesshomaru: - Vístete.

Iba a dar el paso para marchar cuando ella agregó:

Ayame: - Yo podría ser una mejor esposa y tener su descendencia. Podemos escaparnos hoy mismo de esta posada.

Sesshomaru: - ¿Estás diciendo que vales más que Rin porque puedes concebir? ¿Eres estúpida?

Ella enmudeció, sintiéndose ofendida.

Sesshomaru: - No tengo ningún tipo de interés en ti. No insistas.

Se marchó indignado hacia su habitación; Ayame permaneció desnuda en el sitio, pensativa.

¡No puede ser, me rechazó como una mosca!

La joven se vistió en silencio, pero no vencida. Conocía la verdadera naturaleza de los hombres; era cuestión de tiempo.

Todos cambian de opinión…

Sesshomaru entró a su cuarto y la vio acostada, percibía el aroma débil de sus lágrimas. Rin se había calmado.

Te hice llorar… Esto no era lo que yo quería.

Se sentó su lado, Rin se percató de su presencia y también se sentó. El daiyokai sintió unos profundos deseos de consolarla. Su rostro marchito lo hacía sentir culpa y molestia consigo mismo. Cuando aquellos ojos enrojecidos lo miraron con amor, pese a su pena, no resistió y la abrazó hasta lastimarla.

Rin: - Me…duele – musitó.

Sesshomaru: - Siempre serás la única, no lo olvides – le dijo al oído.

Rin: - ¿Por qué no me respondió cuando le pregunté qué hacía con ella esa noche?

Sesshomaru: - No quería preocuparte. Es verdad que nos encontramos en el río, pero no sucedió nada.

Rin: - ¿Los dos… en el río? – hizo contacto visual.

Sesshomaru: - Aquella noche, luego de acariciarnos, me sumergí en el agua para calmarme. Ahí fue cuando percibí su olor y volví a la habitación inmediatamente.

Rin: - Así que por eso ella se disculpó… ¿Y las flores?

Sesshomaru: - Pensaba dártelas, por eso las acepté. Ahora sé que fue un error.

Sesshomaru acercó su rostro al de ella. Lo tomó en sus manos con cariño y la besó muy suavemente en los labios, que estaban resecos de tanto llorar. Sus caricias eran delicadas, pero certeras, intentaba consolarla elevando su temperatura. Debido a su naturaleza demoníaca no comprendía la profundidad de sus heridas.

La apretaba muy fuerte a su cuerpo y la recorría con las manos. Se volvió brusco, casi salvaje, resoplaba en su oreja y le llenaba el cuello de mordidas.

Sesshomaru: - No espero la hora en que pueda hacerte mía de nuevo – gimió anhelante.

Rin: - ¡Suélteme!

Empezó a acariciarle su entrepierna, pero ella seguía resistiéndose.

Sesshomaru detuvo sus caricias.

Rin: - Hoy no quiero… ¿Por qué no lo entiende?

De nuevo había muro entre ellos. Aquellos ojos amorosos se habían vuelto fríos y distantes. Rin se levantó y salió de la habitación, necesitaba que la brisa la calmara. Él sintió el rechazo muy dolorosamente en su ego y su corazón.

¿Rechazas mi abrazo?

Repitió su mente su mirada fría.

Así que también puedes mirarme así...

Hak observaba su alcoba a unos metros de distancia. Había sido testigo de la tristeza de su amiga, por lo que decidió llevarle un té para los nervios, pero no hallaba la forma de interrumpirlos. Al momento, la vio salir y caminar por el pasto. Hak decidió seguirla; Rin caminó varios metros en la negrura de la noche y se adentró por el camino que la llevaba a los árboles frutales.

Mi amo fue… tan insensible. Buscaba mi cuerpo cuando me siento tan herida.

No obstante, revivió en su mente la mirada triste de Sesshomaru cuando lo dejó solo en el cuarto.

Lo rechacé de nuevo ¡Rechacé sus brazos!

De pronto, se percibió envuelta en la oscuridad, estaba tan afectada que no sabía ni dónde se encontraba.

Debo volver…

Hak, que le daba su espacio, la veía confundida y melancólica.

Pobrecita, me acercaré.

Mayordomo Hak: - Rin… - ella dio un salto.

Rin: - ¡Joven Hak!

Él le ofreció el té y ella lo aceptó y bebió sin siquiera percibir el sabor.

Rin: - Muchas gracias.

Mayordomo Hak: - No hay de qué… ¿Te sientes bien? Hoy te veías muy ensimismada y ahora estás aquí, sola.

Rin: - Sí...

No pudo decir nada más, su ánimo había desaparecido.

Mayordomo Hak: - Deberías regresar y arreglarte con él. Perdona que me inmiscuya en tus asuntos, pero sé que están teniendo problemas debido a Ayame. Sin embargo, vinieron aquí para que puedas sanar. No sé mucho de estas cosas, pero si yo fuera él no te dejaría alejarte de mi lado por un malentendido.

El joven se acercó a ella y la abrazó. Rin abrió mucho los ojos.

Mayordomo Hak: - Sé que mi actitud es impropia, pero no pude resistirme a abrazarte.

Eres tan tierna…

Mi cuerpo solo reacciona ante el abrazo de mi amo. Eso… ya lo sabía. Pasó lo mismo con Kohaku.

Ella lo alejó.

Rin: - Iré a mi habitación. Gracias por todo.

Hak la escoltó a su cuarto entristecido; había cometido una estupidez.

Al final, no soy tan distinto de Ayame.

La humana entró a su cuarto y vio a su amo apoyado en la pared, mirando el horizonte nocturno por la ventana.

Rin: - Me he calmado, el joven Hak me ofreció un poco de té.

Sesshomaru volteó a verla, inexpresivo.

Hueles a él…

Rin: - He estado triste y celosa, pero ya no quiero que estemos así. Señor Sesshomaru, discúlpeme por haberlo rechazado.

Se acercó a él con ánimo de reconciliación.

Sesshomaru: - Si alguna vez no te sientes cómoda, está bien si me lo haces saber. Solo recuerda que si alguien puede herirme eres tú.

¿Puedo abrazarte?

Ella asintió con el rostro.

Él lo hizo con suma suavidad, quería dejar su aroma en ella y borrar el rastro del humano; sostener su pena y hacerla sentir segura. Tal como ella había dicho que Jaken y él eran su familia, hacerla sentir que sus brazos eran su hogar.

Por un momento pensé que te perdía...

Yo solo quería que estuvieras tranquila y te dedicaras a tus cosas, no afligirte con las artimañas de esa mujer.

Permanecieron abrazados, sintiendo una profunda paz en sus corazones. Estaban conectados por la confianza y el amor que se profesaban. Rin perdió la noción del tiempo, solo quería estar a su lado.

No obstante, no podía suprimir de su alma la molestia al imaginar que a su señor podía gustarle la sirvienta. Y si fuera así ¿Cómo reaccionaría al enterarse? Actuó impulsivamente y le preguntó:

Rin: - ¿Esa mujer…es su tipo? – rompió el silencio.

Sesshomaru: - ¿Mi tipo?

Rin: - Ante cualquier humano ella es muy hermosa. Rin se siente insegura porque es evidente que quiere estar cerca suyo. Le coquetea frente a mí, amo Sesshomaru ¡Ella quiere estar a su lado!

Sesshomaru: - Lo que ella sienta es su problema.

El demonio se quedó pensativo.

¿Qué debería hacer para que te sientas mejor?

Ella volvió a abrazarlo.

Rin: - Por favor, no caiga en la tentación, por más que ella le insista.

Para el daiyokai era difícil comprender lo que le decía. Tenían una visión muy distinta de la vida. Rin era efímera, emocional e impulsiva. Él en cambio era inexpresivo, paciente y sereno. No había necesidad alguna de pensar en esa mujer.

Sesshomaru: - Ya te lo dije una vez, antes de ti, nunca hubo otra mujer, ni humana ni demonio. No me dejo llevar por un cuerpo o un rostro joven.

Rin: - Pero, entonces, ¿Finge cuando está conmigo? ¿Está esforzándose para cumplirme como esposo?

Se sintió desconcertada.

¿Qué espera Rin que diga?

El demonio la miró intensamente a los ojos y procedió a abrirse su yukata, dejando al descubierto su torso. Rin se quedó perpleja, no entendía sus intenciones. Él sujetó su mano y la llevó a su pecho.

Unos segundos después, estaba erecto.

Sesshomaru: - Mírame.

Rin: - Mi señor – estaba ruborizada.

Sesshomaru: - Este Sesshomaru solo le muestra este tipo de reacciones a Rin.

La apretó usando la mano de su esposa.

Sesshomaru: - Con solo tenerte cerca ya estoy ardiendo. Aun si fuera egoísta y pretendiera abrazar a otra ¿Crees que me pondría así de enérgico?

Rin: - Amo Sesshomaru… – se sentía muy acalorada.

Sesshomaru: - No me tomes a la ligera.

Rin estaba sorprendida, podía comprender la sinceridad en sus gestos y palabras. A su modo, intentaba demostrarle que no era tan fácil para él responder a nadie más que a ella.

Él la abrazó, de modo que pudo sentirla en su abdomen y parte de su muslo. El daiyokai había notado que cada vez se volvía más carnal. Una parte de él no quería reconocer que estaba loco por ella, pero era inevitable no pensarlo cuando sentía que de algún modo le pertenecía.

Rin: - D-debemos detenernos– lo empujó.

Le dio la espalda, intentando alejarse de sus propios anhelos, pero él le levantó la yukata y la atrajo hacia él. Sus glúteos chocaron contra su erección.

Está ardiendo…

Rozó con las yemas de los dedos sus caderas que temblaban de deseo.

Rin: - Por favor, no me castigue más.

Sesshomaru: - Mi sangre se vuelve dulce solo para ti.

Rin: - ¡Aaah! Está diciendo eso adrede.

Rin se estremeció. Muy pegada a su cuerpo fornido experimentaba el placer de sus fantasías. Su cuerpo palpitaba, deseándolo. Gemía sin cesar, mientras él la acariciaba en su zona llena de terminaciones. El demonio se había mordido la yema de su dedo índice y con su sangre la estimulaba.

Sesshomaru: - Mi sangre es tuya.

Rin: - ¡Kya!

Mi amo se ha vuelto tan amoroso. No voy a resistir.

Siguió acariciándola hasta llevarla al clímax. Sesshomaru dejó su mano en el mismo lugar, sintiendo sus temblores. Rin resoplaba acalorada.

Sesshomaru: - ¿Lo has entendido?

Rin: - Sí….

La acostó en el futón, ella se durmió casi de inmediato, en medio de aquellos brazos protectores que la cobijaban. Sesshomaru intentaba calmar su pasión que permanecía encendida y no mermaba aun viéndola descansar.

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Dos días de tranquilidad transcurrieron en la posada. Pocos días los separaban del rito. Ayame se sentía frustrada, no había podido acercarse a él y había sido rechazada de forma tajante. Hak no se apartaba de ella, evitando que hiciera algún movimiento.

La mujer cuervo miraba por la ventana de una habitación del tercer piso. Veía el atardecer y en sombras a Sesshomaru, a su vasallo y a la humana. Esta recogía flores en el campo, ya que estaba aprendiendo sobre el arte de los arreglos florales conocido como Ikebana, con ayuda de algunas empleadas de la posada.

Mujer cuervo: - Solo unos días más…

Rin caminaba con algo de debilidad, pues había iniciado su período. Su amo lo había notado, por lo que la sostenía de su mano.

Rin: - Me siento mal, tengo mucho dolor – se palpaba su vientre bajo.

Sesshomaru: - Te llevaré a la habitación.

Alzó vuelo y al entrar la acostó en el futón. Jaken fue por un cojín hecho de cuero para el dolor menstrual.

Jaken: - Rin, aquí tienes – dijo colocándoselo en el vientre – Descansa. Iré a pedirles que te preparen alguna tizana para los cólicos.

Rin: - Muchas gracias, señor Jaken.

Luego de tomar el té y comer algo de sopa. Rin se durmió. Sesshomaru la veía dormir y de vez en cuando le acariciaba la mejilla. Veía sus manos pequeñas y menudas, su rostro fino y su cabello rebelde. Todo de ella le provocaba deseos de protegerla y admirar su sueño plácido eternamente.

Cuando despertó era de madrugada. Su amo estaba acostado a su lado y tenía su mano justo en el cojín. Ella la sujetó y notó que estaba tibia, al igual que el cojín.

Se ha quedado dormido…

Observaba su rostro tan perfecto, él respiraba con total tranquilidad. No obstante, con sus agudos sentidos percibió que Rin había despertado, por lo que abrió sus ojos.

Rin: - Señor Sesshomaru…

Sesshomaru: - ¿Te sientes mejor?

Rin: - Sí.

Él le besó la frente.

Sesshomaru: - Duerme un poco más.

Rin: - Rin quiere dormir abrazada.

Él la cobijó con sus brazos.

El aroma de mi señor me embriaga…

Hundía su nariz en su pecho, y sin darse cuenta, había empezado a darle suaves besos en su pecho.

Me siento protegida…

Sesshomaru: - Rin, duérmete.

Rin: - No quiero…

El demonio acarició sus senos por encima de la ropa. Rin lo observaba avergonzada.

Viéndome así, mientras te acaricio ¿Cómo puedes ser tan linda?

Sesshomaru la atrajo a su rostro. Mordió sus labios y le acariciaba su cintura y su espalda.

Rin: - ¿Cómo vamos a lograrlo? Con cada día que pasa me vuelvo más débil.

Entristecida, se hizo un capullo con su ropa y se acomodó en su lado del futón, dándole la espalda.

Ya se ha puesto muy grande… pude sentirlo.

Él la abrazó por detrás. Rin lo sintió en su trasero.

Sesshomaru: - Descansa.

¿Cómo podría?

Sin embargo, concilió el sueño al poco tiempo. Cuando despertó era de mañana y todavía sentía su hombría erguida tras ella.

Amo Sesshomaru… Rin también lo está padeciendo.