Lentamente, la mano de Gaara se alejó del cuello de Hinata y esta puso su mano en la mejilla para secársela. El ninja de la arena retrocedió unos pasos y se dio la vuelta cruzándose de brazos. Solos, en aquella cueva, un nuevo silencio se apoderó del lugar y el único sonido era el de las llamas provenientes de la hoguera y de la fuerte lluvia que caía en el exterior.

De espaldas a Hinata, al cabo de unos tensos segundos, Gaara habló en un tono algo inusual en él.

- Tú no sientes miedo de mí, no has salido huyendo… ¿por qué?

Hinata extendió un brazo y dio un paso vacilante hacia él.

- Yo… te quiero…

Entonces, sin previo aviso, Gaara se llevó una mano a la cabeza, algo le pasaba, un dolor agudo… Hinata se acercó a él con preocupación.

- ¿Qué te ocurre? ¿estás bien?

- No… no es nada – a Gaara le temblaba la voz y tenía los ojos y dientes apretados por el dolor – (Debo controlarlo… por favor ahora no… argh)

Hinata no sabía qué hacer, aquel dolor que Gaara sentía no quería desaparecer, y al cabo de unos pocos segundos, el ninja se dejó caer de rodillas y su gritó resonó en las paredes de la cueva.

- ¡Gaara-kun! – Hinata corrió hacia él e hizo algo insólito, le abrazó fuertemente contra su pecho.

Hinata le abrazaba como a un niño pequeño, la cabeza de Gaara estaba apoyada sobre el pecho de la kuonichi y esta susurraba por encima de su cabeza (se te pasará…), balanceándole con ternura y poniendo su mano donde parecía dolerle. De pronto, Gaara se sintió mejor, el dolor se le fue en un instante, nunca le había ocurrido algo así. Logró relajarse y sintió como los suaves dedos de Hinata le acariciaban su cabello rojizo. Y entonces lo sintió. Hinata le besó en la frente, justo donde tenía su cicatriz.

A partir de ahí, un calor repentino se expandió desde ese punto llegando a cada célula de su cuerpo, su corazón golpeó fuerte contra su pecho y se sintió excitado.

- ¿Por qué yo, Hinata?

- Tienes los ojos de haber sufrido una terrible soledad, te sientes débil, inferior, sientes que no vales nada y que todo el mundo te mira con odio por ello. Sientes que tu vida se está convirtiendo en un infierno y sientes miedo de ser quién eres y de cómo eres. Sientes que gritas y que nadie te escucha. Sientes un dolor constante que cuya única cura no puedes alcanzar. Sientes que todo se desvanece alrededor tuyo hasta el punto de no sentirte persona. Sientes que no tienes objetivos y temes fallar en todo. Aunque tienes compañeros, no tienes amigos verdaderos y te sientes confuso, aturdido, perdido, solo...

El ninja de la arena alzó la vista para contemplar aquellos ojos transparentes, tenía toda la razón en cada una de sus palabras.

- ... tan solo... como yo me he sentido siempre.

Entonces Gaara comprendió sus palabras, en realidad hablaba también de ella misma. Bajo de nuevo la vista, sin dejar de apoyarse se dio cuenta de donde tenía su cabeza. Alzó su mano para ponerla en el pecho de Hinata, era de tacto suave y firme. Hinata se ruborizó al instante, estaba confundida.

- ¿Qué… qué haces? Creí que no…

- Esta noche no pasará de nuevo, yo tengo el control.

Dicho esto y sin dejar de acariciar aquel pecho, Gaara se incorporó y se dirigió como había hecho antes, lentamente hacia el rostro de la kunoichi. Hinata sintió de nuevo aquella humedad esta vez dentro de su oreja, la respiración de Gaara era intensa. El ninja cogió, quizá con algo de brusquedad, la mano de Hinata y la guió hasta su entrepierna. Al notar el abultado paquete, Hinata dio un pequeño respingo. Fue entonces cuando Gaara la susurró al oído con voz grave:

- Hinata… haz que me sienta vivo.

Gaara se medio recostó sobre el suelo y Hinata inició un camino de descenso hacia el miembro de Gaara. Sabía lo que tenía que hacer y sabía cómo complacerle.

Al sentir el tacto y la humedad de la lengua de Hinata en su miembro, Gaara emitió un gemido. Si bien al principio el ritmo era algo lento, Gaara la cogió con fuerza del cabello y la instó a que fuese más deprisa. Hinata podía oír los gemidos del ninja, los cuales se asemejaban más a gruñidos de bestia.

Más rápido.

El fuego crepitaba ahora con mayor fuerza.

Ya no oían la lluvia.

Más rápido.

En el momento del éxtasis, Gaara arqueó su espalda y cerró fuertemente los ojos, emitiendo un grito ahogado. Hinata sintió entonces algo cálido bajando por su garganta… se separó y tosió un poco.

Gaara se acercó de nuevo a ella, cogiéndola del cuello como había hecho antes, pero esta vez la besó en los labios, demostrando más ternura.

- Buena chica… - dijo de nuevo, y se levantó subiéndose los pantalones.

Hinata le miraba entre aturdida y avergonzada, no podía creer lo que acababa de hacer. Sentada en el suelo, apretó sus muslos, ya que hacía un rato comenzó a notar su propia excitación. Gaara, sin decir nada, se dirigió a la pared opuesta de la cueva y se apoyó contra la pared, quedando ambos frente a frente, ¿qué pretendía?

La kunoichi pudo observar como Gaara cerraba los ojos y levantaba una mano para realizar un sencillo sello. Hinata sintió a la vez miedo y excitación, ya había visto de lo que Gaara era capaz de hacer y temió por su vida.

De repente Hinata sintió algo en sus muñecas, unos remolinos de arena se aferraron a ellas, de modo que las muñecas las tenía maniatadas, la fuerza de la arena hizo que levantase así sus brazos maniatados y sintió como se levantaba del suelo sin esfuerzo.

El ninja de la arena entonces alzó la vista y la miró, la locura se reflejaba en su mirada verde, fría como el hielo. Extendió su brazo y aparecieron más remolinos de arena los cuales aprisionaron a Hinata contra la pared, ésta quería gritar, pero no pudo. Sintió que se elevaba lentamente por la fría pared de la cueva, la arena parecía aferrada a la misma. Más arena apareció en sus tobillos, y ésta obligó a la kunoichi a separar sus piernas.

Entonces Gaara se acercó lentamente, aún con el brazo en alto, susurrando sellos incomprensibles. Al ver como sus ropas se hacían jirones, acuchilladas por la propia arena, Hinata gritó. Aquel grito pareció excitar aún más a Gaara, el cual no estaba haciendo otra cosa que "jugar con su presa".

Al no disponer ya de la ropa, Hinata notó como algo húmedo y caliente bajaba lentamente por su muslo. Al ver aquel líquido transparente, Gaara se acercó, y lo lamió subiendo hasta el origen del mismo. Hinata estaba por fin a su merced. Esta temblaba pero no podía moverse debido a aquella trampa de arena que la tenía sujeta contra la pared. Cuando la lengua de Gaara se hundió más en ella, Hinata cerró fuerte los ojos y gimió.

- Gaa… Gaa… ra…

Al oír su nombre, el ninja aumentó el ritmo, eso le volvió a excitar. Hinata miró hacia abajo y era como contemplar a una bestia que por fin se estaba dando su mejor banquete.

De repente, pasados unos minutos, todo pareció enmudecer en la cueva, Hinata no pudo oír nada y sintió aquella explosión de placer que salía de su propio cuerpo. Se hizo la oscuridad y de pronto sintió frío, un frío intenso… cerró sus ojos quedando inconsciente.

………………

Al abrir los ojos, Hinata se encontraba sentada apoyada sobre la pared de la cueva, se sentía muy confusa y la dolía la cabeza…

De repente escrutó todo lo que había a su alrededor y vio que Gaara tenía la cabeza apoyada en sus piernas y permanecía con los ojos cerrados, como al principio. Un momento… Hinata se miró, estaba vestida. Entonces comprendió.

- (Lo he soñado) – pensó – (todo fue un sueño…)

Contempló a Gaara y muy lentamente acercó su mano para tocar su cicatriz, pero cuando faltaban dos centímetros, un pequeño escudo de arena surgió de la nada, impidiendo llegar a tocarle.

- Perdona – dijo Gaara aún con los ojos cerrados, levantó la mano alzando dos de sus dedos y susurró algo, la arena desapareció al instante.

Entonces Hinata pasó las yemas de sus dedos por aquella cicatriz y evitó hacer la pregunta que en su sueño había realizado.

Continuó acariciando, sólo con las yemas de sus dedos, aquella herida, para posteriormente explorar el resto de su rostro, los ojos, la nariz, hasta llegar a los labios. Gaara seguía con los ojos cerrados y permanecía en silencio, Hinata pensó en su sueño y continuó bajando su mano por la barbilla para llegar al cuello, acariciándole suavemente.

Notó igualmente que el vello del chico se le erizaba, por lo que continuó y deslizó su mano por el pecho, y través de todo el dorso llegó finalmente al ombligo, titubeó y le miró de reojo a la cara, pero él continuaba con los ojos cerrados, en silencio. Hinata deslizó su mano hasta llegar a tocar el pantalón, sabía lo que iba a ocurrir entonces, pero al rozar la cremallera, Gaara no la detuvo, por lo que lentamente se la bajó e introdujo su mano.

El ninja abrió los ojos y miró a Hinata, tenía una mueca de satisfacción en su mirada que daba un poco de miedo.

- Hinata, haz que me sienta vivo… esta noche.

Fin.