Nota: Este capítulo contiene escenas sangrientas. Se recomienda discreción.

Nota 2: No coman ansias, pronto se vendrá el cierre del arco :3

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Durante la noche prepararon una cena para despedir a los demonios lobo que se habían quedado varios días en la posada. Rin y Jaken estaban sentados en la mesa. También estaba Sesshomaru, Ayame, Hak y algunas geishas que allí trabajaban.

Las oiran saludaban a lo lejos a los demonios. De cierto modo, parecían invitarlos a un encuentro nocturno. La mujer cuervo se había sentado justo frente a Rin. Esta le comentó:

Rin: - No ha probado bocado. Es más, no la he visto hacerlo desde que llegamos.

Mujer cuervo: - Debo dejar la bebida. He estado ebria varios días y no se me antoja comer.

Rin: - Ya veo.

Ayame le ofreció a todos los demonios un poco de sake. Estos aceptaron agradecidos y al mismo tiempo, encandilados por su belleza y sensualidad. Se acercó tímida a Sesshomaru, ofreciéndole también. Rin comió hasta reventar, incluso haciéndole batalla a algunos de los demonios que se encontraban compartiendo la mesa.

Rin: - Me siento muy cansada. Iré a recostarme, Amo.

El demonio no vio razón para seguir allí, por lo que decidió seguirla. Ella no había cerrado los ojos cuando cayó rendida. Lo mismo Jaken en su habitación, quien también había comido en exceso.

Sesshomaru comenzó a sentirse mareado al poco tiempo. Era imposible que una sola copa de sake le afectara si aquella vez en el duelo de copas con Inuyasha se sintió normal, tomando casi una botella entera.

Salió de la habitación y el mareo se volvió muy intenso. Desorientado, entró a una habitación vacía que estaba no muy lejos de la suya. Al ver un futón sin usar en el suelo decidió tumbarse en él. El demonio cerró los ojos y de inmediato se durmió.

Ayame, quien había estado espiándolos desde que se marcharon a su cuarto, entró y se desnudó en la puerta. Al lado del daiyokai colocó un incienso, el cual potenciaba el deseo sexual.

La joven se sentó a su lado, viéndolo dormir.

No importa la manera, yo no perderé.

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En la cueva, sitio de refugio de Saya y Shishio, la encapuchada los había visitado para comprobar si por fin había despertado.

Encapuchada: - Veo que ya despertaste. Te tomó demasiado tiempo reponerte.

Saya: - Desperté hace varios días.

Encapuchada: -¿Shishio te contó? Lo descubrieron. Ya no tenemos forma de saber lo que sucede en la aldea. Además, parece que Sesshomaru se ha marchado hace días de la aldea y no sabremos cuando volverá.

Saya se quedó pensando un momento antes de responder. Estaba acostada, en la cueva lúgubre y fría. Se sentía triste.

Saya: - No tengo ánimo de pelear ahora. Si viniste a ordenarme que lo haga, puedes marcharte por donde viniste.

Encapuchada: - Está bien, no pensaba hacerlo. No tengo intención de que acabes con Inuyasha si su hermano no está.

Shishio: - He estado pensando... ¿Qué te hizo ese idiota? ¿Por qué quieres matar a Inuyasha frente a él? Eso tiene más sentido en el caso de Saya, debido a la a muerte de su hermano.

Encapuchada: - Simplemente no es divertido. Escucha Saya, en unos días atacarán la aldea. Da igual si te sientes mal o si Sesshomaru no ha regresado. Tampoco voy a dilatar mucho tiempo la situación.

La mujer se alejó apenas terminó de hablar. Shishio, quien estaba sentado al lado de Saya, le dijo:

Shishio: - Te contaré los detalles: una sacerdotisa llegó a la aldea, la asesiné porque descubrió que mi cuerpo se trataba en realidad de una ilusión. Sé que fue una imprudencia, pero no pude pensar en otra cosa-

Saya: - Shishio – lo interrumpió -esa mujer encapuchada y yo tenemos un motivo para acabar con ellos, pero tú no tienes por qué hacerlo. Detente y márchate de esta cueva – le lanzó la cobija de lana que había estado usando – Gracias por tus cuidados, pero no tiene caso que sigas aquí.

Shishio: - Escúchame, yo soy alguien que no tiene un lugar, en eso somos iguales. Es más, yo estoy peor que tú: ni siquiera tengo a quien odiar. Soy un híbrido y la aldea donde crecí en el Valle de la Ilusiones está destruida.

No hay culpables externos, ellos mismos se encargaron de acabar con todo. Saya, a tu lado me siento animado, quiero ayudarte y abrazarte cuando te sientas sola.

El joven la abrazó.

Shishio: - Anda, acéptame.

Ella no le respondió, solo dejó caer su peso en el cuerpo del Shishio. Su rostro era inexpresivo y su mirada fría.

Debo hacerlo sin equivocaciones...

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Ayame seguía apreciando el sueño de Sesshomaru, detallando su rostro y su respiración pausada. Mientras tanto, él tenía un sueño, que más bien parecía un recuerdo:

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Era un pequeño bebé, estaba sentado en los regazos de su madre y apoyado en su pecho. Sesshomaru mamaba su dedo pulgar, viendo a su padre, quien se encontrada de rodillas a su lado. Este lo miraba con cariño.

Toga: - Eres idéntico a tu madre, tan serio desde niño.

Irasue: - Le gusta mucho golpear a las sirvientas y tirarles la comida o lo que sea que le ofrezcan.

Toga: - Sí, definitivamente es como tú.

El demonio acercó su mano a su bebé, que era muy gordo y de rostro malhumorado. Al mismo tiempo, sus ojos redondos y grandes mostraban un deseo de aprender y aventurarse por el mundo. Mamaba su dedo con fuerza, como si su vida dependiera de ello, pero cuando su padre acercó su mano hacia él, dejó de mamar y sujetó su dedo índice.

Toga: - ¿Quieres venir con tu padre?

Lo levantó y Sesshomaru se acurrucó en su pecho. Inmediatamente se durmió.

Siempre estaré a tu lado, mi pequeño.

Repentinamente, el bebé despertó y era un niño. Parecía tener alrededor de ocho o diez años. Caminaba por un prado que tenía muchas flores. Tomó algunas de ellas y se las llevó a su madre, quien estaba en el palacio.

Ella las aceptó y se dirigió a él:

Irasue: - Hoy empezará tu entrenamiento. Verás a tu padre después de tanto tiempo.

El pequeño la miró inexpresivo, pero en el fondo, no pudo disimular su alegría.

Toga llegó al palacio e inmediatamente se lo llevó, cruzando los aires. Se dirigió a un árbol de extraña forma, pues sus ramas formaban una especie de nido.

Toga: - Todo este territorio me pertenece y algún día será tuyo. Sin embargo, aunque seas mi hijo debes demostrar que puedes erigir tu propio imperio. Prueba tu valía.

Bajaron del árbol y se dirigieron a un río cercano. El niño intentó cortar el agua haciendo uso de una daga. Su padre lo veía desde atrás, cuando anocheció había dominado la técnica. Las luciérnagas empezaron a rodearlos.

Toga: - Estos insectos consiguen pareja y vienen a este valle a copular. Si las miras bien forman un corazón.

Sesshomaru: - ¿Qué es copular?

Toga: - Supongo que no lo sabes... digamos que se demuestran afecto entre ellas.

Sesshomaru: - Eso... no me interesa. Enséñame otra técnica.

Lo llevó en brazos, cruzando el cielo nocturno.

Toga: - Hoy es luna nueva, así que podremos pasar por La Ruta de las Luciérnagas.

Sesshomaru: - ¿Más luciérnagas?

Toga: - ¿No te gustan?

Sesshomaru: - ¿Adónde iremos mañana?

Toga: - Disfruta lo que tienes al frente, hijo.

Apoyó sus manos en el pecho de su padre. De pronto, vio pasar a su lado cientos de esos insectos que formaban caminos de luz.

El niño se cautivó por el juego de luces. Sus ojos brillaban.

Sesshomaru: -¡Cuántas luces! – dijo asombrado, moviendo tu cabeza a todas direcciones.

Toga: - Pensé que no te gustaban.

Sesshomaru sonrió y en un abrir y cerrar de ojos era un adolescente. Sus expresiones se habían endurecido drásticamente. Su padre y madre lo había entrenado, además, había adquirido un carácter avinagrado y muy presumido. Era un demonio de pocas palabras y sarcástico, tal como su madre.

Por aquellos días, Toga se había apartado de ellos. Un año transcurrió sin verlos. Sesshomaru, harto de su ausencia, siguió su rastro y llegó a un palacio.

Sesshomaru: - Aquí huele a humano ¡Qué desagradable!

Sabía que su padre estaba dentro.

Así que nos dejaste por una mujer humana...

Cruzó el jardín que daba a la entrada del palacio y cuando se disponía a entrar una voz lo llamó:

Toga: - Hijo.

Sesshomaru: - Padre ¿Qué haces aquí escondido?

Toga: - No me escondo.

El demonio empujó con suavidad el pequeño cuerpo femenino que estaba tras él.

Toga: - Ella es Izayoi, mi mujer.

Sesshomaru la miró y quedó atónito. La sangre se le agolpó en las sienes, le faltaba el aire. El mareo se intensificó y su corazón se aceleró.

Sesshomaru: - Ella no es...

Toga: - ¿Qué dices?

Sesshomaru: - Su rostro... ¿Quién es?

La humana hizo una reverencia y le mostró una sonrisa sincera.

¡Rin!

La tomó por los hombros y comenzó a sacudirla.

Sesshomaru: - Te he visto, reconozco tu aroma ¿Por qué estás con mi padre?

Toga: - ¡Déjala!

Desenfundó a Colmillo de Acero y le apuntó con ella.

Toga: - No permitiré que la lastimes por ser humana.

Sesshomaru: -Dijiste que se llama Izayoi, pero eso no es cierto ¡RIN, DILE QUE ERES MI ESPOSA!

Toga: - ¿Una esposa humana? ¿Acaso encontraste algo que proteger?

Sesshomaru: - ¡Dile, no te quedes callada!

Rin tenía los ojos apagados.

Toga: - Ella no puede hablar. Dices que es tuya, pero no sabes nada acerca de ella.

Sesshomaru palideció. De repente, ya no era un adolescente, sino un joven que aparentaba los diecinueve o veinte años. Había anochecido y él seguía en el jardín del palacio.

Sesshomaru: - ¡Padre, no te le acerques!

Observó por entre las puertas corredizas que estaban a su lado una figura masculina que estrechaba a una más pequeña. La luz de las velas dejaba ver sus sombras acopladas. Se acercó con pesar.

¿Acaso ellos...?

Estaba frente a la puerta. Vio las sombras moverse, disfrutando de sus cuerpos. El kimono y las sábanas rozaban con sus pieles y generaban un ligero sonido debido al movimiento. Ella gimió.

Esto... no es cierto ¡NO PUEDE SER!

Rin: - Lo amo, Señor Toga...

Sesshomaru hizo trizas las puertas corredizas. Su sangre le hervía y su rostro se había transformado. Iba a matar a su padre ahí mismo.

Sesshomaru: - Conoce mi nueva espada, padre. Si no quieres morir deja a Rin y ve con Izayoi ¡Tú también tienes algo que proteger!

Pero lo que vio fue la misma puerta corrediza, que estaba intacta.

Rin: - ¡Aaaaaaah! – gritó aterrada - ¡Sálveme, señor Sesshomaru!

Sesshomaru: -¡Rin!

Blandió a Bakusaiga sobre la puerta. Esta se destruyó violentamente hasta desaparecer.

Sesshomaru: - ¿QUÉ?

La habitación era lúgubre, el suelo era de tatami, pero estaba podrido y húmedo de sangre. Además, desprendía un olor a cadáver. Su padre estaba sentado en medio de la habitación, vestido de blanco y tenía el rostro y la ropa llena de sangre.

Rin estaba acostada en el futón, a la par de su padre. Se encontraba desnuda y totalmente destrozada. Sus vísceras sobresalían de su cuerpo y sus otros órganos se hallaban tirados por la habitación. Su rostro era el de la misma muerte.

Sesshomaru: - ¡RIN!

Sesshomaru tomó su cuerpo mutilado, pero su cabeza se desprendió y rodó por el piso de madera.

Toga:- ¡HUYEEEEEE! – vociferó.

Su hijo veía horrorizado la cabeza de Rin, mirándolo sin vida.

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De repente abrió los ojos y lo primero que vio fue a una mujer desnuda sobre su abdomen.

Sesshomaru: -¡Izayoi!

Sujetó su cuello con furia.

Sesshomaru: - ¡Tú debiste morir, no ella! ¡MALDITA SEAS!

La mujer forcejeaba, intentando zafarse. Él de inmediato la reconoció: era Ayame, que al ver que no despertaba había intentado aprovecharse de él, en vano.

La soltó. Ella cayó al futón, tosiendo con dificultad.

¿Por qué tuvo ese efecto? Se suponía que...

No podía dejar de toser.

Sesshomaru: - ¿Qué me sucedió? – preguntó para sí mismo.

Estaba temblando. Ella, luego de un par de minutos de fuerte tos, se acercó a él a gatas, con algo de dificultad.

Entretanto, Rin despertó y no vio a su amo a su lado. Se levantó, tenía un mal presentimiento. Dio unos pasos y en el silencio de la noche, escuchó una voz de mujer que susurraba:

Ayame: - Tu esposa es muy joven e inmadura, incluso su rostro lo es. Estoy segura de que soy una mejor compañera. No me importa lo que hagas conmigo, yo lo seguiré a donde sea.

Rin se asomó la habitación y vio a la sirvienta desnuda, hablándole al oído a su amo. Él estaba sentado en el futón, con la mirada perdida.

Él notó su presencia y se le quedó mirando; el rostro de Sesshomaru era de extrema confusión.