Shogun: desde antes de la era Sengoku, época donde se narran los eventos suscitados en Inuyasha, se había producido un golpe de Estado que desembocó en el establecimiento de un régimen militar, en lugar de la antigua monarquía japonesa.

En ese sentido, el shogun era un gran señor feudal que poseía su propio ejército, guerreros como samuráis y mercenarios. Los shogun eran dictadores militares del Japón medieval.

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El señor Sesshomaru no me dicho "Te amo" ni una sola vez. Nunca me quedó claro por qué decidió salvar mi vida aquel día, por qué me protegió y luego me eligió como su esposa.

Esa mujer, ciertamente es hermosa, pero mi amo no se dejaría llevar por algo así. De eso estoy segura.

Entonces ¿Cuál es la explicación?

¿Por qué estaba desnuda a su lado?

¿Por qué escuchó sus ofensas hacia mí?

Pero lo que más me inquieta… ¿Por qué estaba tan desconcertado?

¿Acaso arrepentido de haberla abrazado?

Rin estaba de pie, apoyada en un árbol de algún lugar de la posada donde la llevaron sus pies al escapar de la escena. Su cuerpo tiritaba, pero no sentía nada. La oscuridad de la noche se instaló en su alma, le caló hasta los huesos, haciendo que repitiera el recuerdo en su mente de aquellas dos figuras tan cerca, viéndose tan íntimos…

Jaken había seguido sus pasos cuando ella fue a buscarlo. También había presenciado la escena de este junto a la criada, pero tenía la certeza de que no había pasado nada entre ellos. Mantenía una extraña conexión con su señor y lo que percibió en él fue miedo y confusión.

Cuando vio a Rin alejarse, decidió seguirla. Estaba a su lado, pero no sabía qué decir. Por primera vez, el demonio verde fue sensato.

Rin: - Señor Jaken… - susurró, mientras se agachaba y lo abrazaba de repente – Me duele tanto...

Jaken: - Rin – la abrazó también – Sé que es difícil no malinterpretar lo que viste, pero estoy seguro de que hay una razón para ello.

Rin: - Pero ella… y él… - sollozó.

Jaken: - El señor Sesshomaru te ama más que a nada en este mundo. Créeme, Rin.

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¿Qué fue lo que soñé? ¿Por qué no lo recuerdo? ¡Sé que era importante!

Se levantó del futón y caminó hacia la puerta; debía arreglar el malentendido con su esposa. Ayame, al ver que se iba, le dijo:

Ayame: - ¿No va a decirme nada? Lo drogué, intenté aprovecharme de usted y lastimé a su esposa. Incluso le confesé mis sentimientos… ¿Va a ignorarme sin más? – lo miraba con reproche.

Él la miró de frente.

Sesshomaru: - Lo que ha salido de tu boca no lo recuerdo. Tú no existes para mí ¿Puedes repetir lo que dijiste? Aunque no puedo asegurarte que te preste atención.

Ayame: - Qué lengua más afilada tiene.

Sesshomaru: - Si hay algo que detesto son las mujeres que no entienden cuál es su lugar. A simple vista puedo decir que eras la amante de alguien más. No vuelvas a aparecer frente a mí ¡DESAPARECE! – rugió.

El demonio salió de la habitación, dudando de si aquellas palabras iban enteramente dirigidas a ella, o más bien a alguna otra mujer humana que en algún momento llegó a detestar.

Sin más distracciones, siguió el aroma de Rin.

Está triste… puedo percibirlo en sus lágrimas. Esto no puede seguir así.

Voló por los alrededores y al momento la halló abrazando a su súbdito bajo un árbol. Aterrizó a unos metros de distancia. Estos al notarlo lo volvieron a ver.

Sesshomaru: - Rin, es un malentendido.

Rin: - Lo sé…

Sesshomaru: - Déjame llevarte a la habitación.

Jaken: - Te vas a enfermar si sigues así. Deja que te lleve, hazme caso.

Confió en el señor Jaken, sus palabras, de alguna forma, le habían hecho ver que estaba demasiado sumergida en sus emociones.

Rin: - Está bien.

Los llevó de regreso. El demonio verde entró a su habitación, confiando en que todo se solucionaría; le había dado pena ver a Rin llorar de esa forma.

¡Esa tetona tiene la culpa! Todas en este lugar son unas haraganas, incluso la dueña…

Al entrar, caminó directo a la ventana, dándole la espalda. Sesshomaru observó su espalda delgada y levemente encorvada por la tristeza. Sentía en el aire su desazón.

Sesshomaru: - Rin…

Rin: - Déjeme hablar primero.

Suspiró y tomando valor se volteó y lo miró directamente. Estaban cada uno a un extremo de la habitación. Las velas estaban encendidas, pues la luna nueva seguía imperando.

Rin: - Cuando los vi tan cerca, por un momento lo odié ¡Lo odié profundamente!

Recordé sus palabras, cuando me dijo que yo era la única y que solo podíamos intimar entre nosotros. También cuando me confesó que no era como los humanos, tan superficial y que solo yo lo provocaba de esa forma, pero luego me di cuenta de que ese no es mi verdadero dolor, porque sé que usted no hizo nada con ella.

Rin – continuó - ha olvidado el rostro de su madre, el de la mujer que la tuvo en su vientre, la que la cuidó y la amó tanto. He olvidado todo eso. Entonces, pensé que una vez que yo muera, tal vez en muchos años, el señor Sesshomaru también llegará a olvidarme.

Cuando encuentre otra piel, otro abrazo, incluso si falta mucho para eso, algún día podría suceder. Ahora me doy cuenta de que ese es mi verdadero miedo. Soy muy egoísta, ya se lo he dicho.

Por eso mismo nunca he tenido reparos en demostrarle y decirle lo que siento, pensando en que tal vez de ese modo pueda imprimir mi esencia en usted.

Pero hay algo más importante que todo eso...

A pesar de todo, sé que el señor Sesshomaru me ama sinceramente. Aunque nunca lo haya dicho, cada recuerdo que tengo a su lado lo demuestra. Incluso cambió debido a mí, sus ideales, su forma de vivir ¿Por qué voy a dudar de algo así cuando sé que en sus ojos, desde aquel día en que renací en sus brazos, solo he estado yo?

Corrió hacia él y lo abrazó.

Rin: - Aun así, me duele. Soy humana y no puedo cambiarlo. Déjeme llorar algunas veces y sentirme triste. Consuéleme, justo como ahora.

Él la estrechó agradecido.

Sesshomaru: - Este Sesshomaru va a dedicar su vida a ti. Esa es mi manera de amarte.

Rin estaba llorosa y un poco roja. Sentía el corazón del demonio latir en su oreja. Él entrelazó su mano con la de ella.

Sesshomaru: - Sobre tu dolor humano, déjame sentirlo también. El rostro difuso de tu madre, la muerte de tu padre y hermanos, el miedo que padeces a raíz de tus pensamientos, cualquier cosa por mínima que sea. Déjame ser parte de eso.

Alzó el mentón de su esposa hacia él, quería ver su rostro.

Sesshomaru: - Justo así, déjame verte llorar.

Rin: - Me duele…

Sesshomaru: - No será la última vez que lo sientas, pero nunca estarás sola.

Ella hundió su pecho en la yukata de su esposo. El abrazo duró varios minutos. Él la besó en la frente.

Sesshomaru: - Tu rostro se ha hinchado… Ven conmigo.

Caminaron de la mano hacia el onsen. Dejó que él se adentrara primero y lo notó pensativo. Estaba con la espalda y los brazos apoyados en el borde del agua termal.

Luego de arrojarse agua templada y lavar su cuerpo, entró y se sentó a su lado.

Rin: - ¿Se encuentra bien?

Sesshomaru: - Esa mujer puso algo en la bebida, además, había un olor a incienso muy fuerte. No sé qué lo detonó, pero tuve un sueño, más bien lo que ustedes los humanos llaman pesadilla.

Rin: -¿Y de qué trataba?

Sesshomaru: - No logro recordarlo, pero cuando vi a esa sirvienta a quien vi fue a Izayoi.

Rin: - ¿La madre del señor Inuyasha?

Sesshomaru: - Odié a esa mujer por mucho tiempo, seguramente por eso intenté estrangularla.

Ella lo abrazó y le dio palmadas en la espalda.

Rin: - Todo está bien, fue un sueño.

Pero él seguía intranquilo:

Era un sueño, pero la sensación que tuve en mi pecho era de desesperación absoluta, miedo y terror ¿Qué me generó esas emociones?

Así que no pasó nada entre ellos. Aunque ya lo sabía me siento aliviada al escucharlo de su boca. Esa mujer… tan insidiosa ¿Por qué no se rinde de una vez?

El demonio interrumpió sus pensamientos:

Sesshomaru: - En unos días nos iremos de aquí. Cuando acabe con Saya nos quedaremos en el palacio o adonde tú quieras. Por ahora, apóyate en mí y relájate.

Permanecieron en el agua abrazados. Rin se sonrojó.

Me ha dolido tanto verlo junto a ella, aunque sé que no sucedió nada… Ahora me doy cuenta de lo celosa que soy. Sí, Rin no entregará al señor Sesshomaru a nadie más.

De repente, cierta acción interrumpió su diálogo interior:

Rin: - Amo Sesshomaru, no puedo relajarme cuando me toca así.

Sesshomaru manoseaba su trasero por debajo del agua.

Sesshomaru: - Es solo un masaje.

Rin: - ¿Ma-saje? Está siendo insensible con Rin. Saldré de agua.

Sesshomaru: - Quiero que te relajes.

Ella se apoyaba en su pecho húmedo.

Rin: - Déjeme…

Sesshomaru: - Ya no te pondré un dedo encima.

Pero ella deshizo el abrazo, salió del agua y corrió desnuda hacia la habitación. Su esposo la vio marchar algo apenado por su comportamiento tan obsceno. Mientras tanto, Rin pensaba:

¡Aún quedan cinco días, pero yo ya no puedo más!

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Al día siguiente, una Rin mucho más serena batallaba por aprender cómo proceder durante la ceremonia del té. Un par de geishas le estaban enseñando en el salón principal. Ayame la observaba a lo lejos con desidia, había aceptado su derrota.

El señor Sesshomaru me recuerda a mi señor y Rin se parece a Haruka… de alguna forma, siento que he vuelto a perder.

La familia de Ayame era acomodada, la habían enviado a una gran mansión de un shogun joven y guapo para que tuviera sus hijos, tal como si fuera una concubina, ya que su esposa estaba muy enferma. La mujer murió, pero, aunque él la aceptó en su casa nunca la visitó en su habitación; se encontraba sumamente deprimido.

Transcurrió un año y en todo ese tiempo ni siquiera la besó. No obstante, empezaron los rumores: decían que una aprendiz de sacerdotisa se le había metido por los ojos. Se llamaba Haruka.

El shogun dejó de hablar con Ayame, resultó que los rumores eran ciertos, la chica lo cautivó y él le propuso ser su esposa, a lo que ella aceptó. Dos meses después, Haruka quedó encinta, lo que fue motivo de fiesta en la mansión.

Después de eso el shogun obsequió a Ayame a un hombre mayor de gran renombre y poder, un terrateniente. Luego de la primera noche, ella escapó.

El mayordomo Hak se acercó a ella, sacándola de sus cavilaciones:

Mayordomo Hak: - Deberías agradecer que sigues viva. Ese demonio no es para nada inofensivo.

Ayame: - Me ha quedado claro. Mi lugar no es al lado de ningún hombre, solo permaneceré en esta posada hasta mi muerte.

Mayordomo Hak: - No seas dramática… Yo también me siento atraído por Rin, así que puedo entenderte.

El joven le dijo al oído:

Mayordomo Hak: - Podríamos hacernos compañía, sea como sea, no tenemos a nadie en este mundo.

Ayame lo miró con asombro, pero no le dio una negativa. Se quedó pensando en ello, mientras observaba a Rin que intentaba recordar los pasos de la ceremonia del té.

Descripción del personaje:

Ayame: una joven de diecinueve años, quien fue rescatada por la mujer cuervo antes de cometer suicidio por su desdichada vida como "concubina" en la mansión de un shogun. Desde hace tres años vive en la posada. Es alta y de piel blanca, cabello largo, oscuro y lacio y muy voluptuosa. Los demonios que la han conocido suelen seguir visitando la posada para verla cantar o danzar.