CAPÍTULO XXVI

NUEVO DESTINO

Aún aturdido, adolorido y sin animo alguno, a través de la ventana del tren el rubio contemplaba la hermosa y espesa vegetación que rodeaba el ancho camino.

Fue durante todo ese tiempo, en el que si la maquina pasaba por alguna ciudad o aldea, la duda de inmediato se hacía presente; "¿En este sitio debo quedarme?", nervioso se preguntaba. Y siempre que eso ocurría, tomaba su equipaje con verdaderas intenciones de descender, más de un momento a otro el temor a que ese sujeto lo encontrara y lo asesinara lo hacía desistir y lo invitaba a continuar lo que parecía ser un interminable viaje. ¿Que cuanto más duraría?, la respuesta era algo que pronto llegaría.

Con ese era ya casi el quinto día en que se había mantenido casi estoico. Había comido y bebido poco. De madrugada, atormentado por la fiebre y algún que otro delirio en los que siempre estaba presente su amada, lo llevaban a pasar aquellas infernales horas en vela.

Así pues, con la mirada casi perdida de cuando en cuando limpiaba las dolorosas lagrimas que resbalaban por sus empalidecidas mejillas.

Desde que abandono Tokio numerosos habían sido sus compañeros de viaje, y cada vez que alguno de ellos le preguntaba que era eso que lo atormentaba al punto de hacerle temblar, este se limitaba a encogerse de hombros, manteniendo en sus labios tan terrible secreto.

Más fue el ultimo día cuando aquella situación cambio. El que fuera su penúltimo compañero, un joven hombre un poco mayor que él y cuyo aroma a canela y comino le hicieron saber que se trataba de un comerciante de especias, queriendo conocer que era aquello que lo torturaba, le ofreció un cigarrillo.

"Fumar un poco hará que te relajes, quizás hasta te haga dormir", expreso observando el cansancio que se dibujaban en su joven rostro.

Siendo cortes, Tenou negó con la cabeza; "Muchas gracias, pero no suelo hacerlo", replico bajando la entristecida mirada.

El comerciante, aún más intrigado por lo que ocultaban aquellos hermosos ojos verdes, los cuales bien podía comparar con los de una bella princesa, finalmente se atrevió a preguntar; "¿Qué es lo que pasa?... Quizás si te desahogas, tu pena podría aligerarse aunque sea un poco"

Y como solía hacer, ante esa pregunta el rubio volvió a encogerse de hombros; "¿Cual es el ultimo destino de este tren?"

"Solo queda una estación, que es en la que descenderé, luego llegara a Nagasaki. Entonces dará vuelta y comenzara su recorrido de regreso. ¿A dónde se supone que vas?", cuestiono sorprendido de que no lo supiera. Y es que nadie aborda un tren sin conocer su destino.

"Hace algunos meses el destino me era muy importante. Entonces debía llegar a Tokio. Ahora... ahora no me importa a donde me lleve", replico volviendo a observar por la ventana.

El sujeto, encendiendo un cigarrillo, sonrió ante su respuesta; "Entonces ya has recorrido todo Japón. Yo también he viajado mucho en tren y sin embargo jamas había escuchado algo semejante. Todos tenemos un destino, sino ¿Qué caso tiene viajar?"

Haruka sonrió volviendo la mirada hacia él, entonces finalmente accedió a hablar;"Hemos pasado muchas ciudades, pero ninguna me atrae lo suficiente como para quedarme"

Deseoso por poder escuchar sus motivos, el comerciante apago el cigarrillo; "¿Qué te sucedió… ¿A qué se debe este sorpresivo viaje?"

"Inicie este viaje sin saber a donde voy porque soy un cobarde que huye. Soy un cobarde que debería de estar muerto", embargado por una profunda impotencia, con sus puños arrugo su pantalón hasta que sus nudillos se volvieron blancos. No era que temiera a las amenazas de Isao, lo que en verdad le aterraba era saber que podía llegar a lastimar a su amada.

Preocupado por esa extraña confesión, el joven titubeo; "Dime la verdad... ¿Escapaste de alguna prisión?... ¿Eres un ladrón... o un asesino?... ¿Escapaste de algún manicomio?", considerando cualquiera de esas posibilidades, el color termino por huir de sus mejillas.

Ante el efecto de sus misteriosas palabras, Tenou dibujo una corta sonrisa en su rostro; "Ni lo uno ni lo otro. Pero... porque me enamore de una mujer que muchos dirán que no es para mi, es que ahora estoy huyendo. Estoy escapando de su padre para que no me asesine"

Riendo de forma ligera, su compañero volvió a encender otro cigarrillo. "¿Algo le harías como para que su padre quiera vengar su honra?, ¿No?. Sí algo así sucediera en mi familia, yo haría lo mismo que él", esperando escuchar los escabrosos detalles de aquella relación, cómodamente se apoyo en el respaldo de su asiento.

"Nos amamos. Fue él quien me hizo esto", replico mostrándole el vendaje en su hombro. "Soy un cobarde porque no me enfrente a él, soy un cobarde porque no la traje conmigo. La deje con ese maldito monstruo", volviendo a lamentarse, su voz se apago. "¿Qué infierno estará viviendo por mi culpa?", añadió con un murmuro.

El hombre torció la sonrisa en sus labios, luego con total despreocupación expreso; "¿Ella vale tanto como para arriesgar tu vida?... observa a tu alrededor, no es la única"

Esas atrevidas e indiscretas palabras hicieron que el rubio lo tomara por las ropas, luego alzo la quebrada voz; "Escúchame bien, y espero jamas olvides lo que voy a decirte. Ninguna mujer, ni aun siquiera las que en la piel llevan un precio, son objetos. La que yo quiero no es un algo que se pueda comprar o vender, nadie puede poner valor en ella. Es una buena mujer que me ama y yo la amo, sin embargo ante los ojos de su padre tan solo soy un maldito panadero muerto de hambre… ¿Qué cosa puedo ofrecerle sino miseria?". Habiendo dicho, el agarre perdió fuerza, luego volvió a dejarse caer sobre su asiento.

Comprendiendo que había cometido un error, por un momento trato de experimentar el dolor que lo consumía; "¿Qué planeas?"

"Voy a regresar por ella, jure que lo haría y no renunciare a mi promesa", contesto volviendo a ver por la ventana.

El joven hubiera querido responder algo que lo consolara, más sabia que de poco serviría. Fue entonces cuando la voz de uno de los oficiales del tren recorrió los angostos pasillos de la maquina.

"Próxima parada, Saga"

"Esta es mi estación. Y aunque me gustaría mucho seguir escuchando de ti, debo bajar", el comerciante, poniéndose de pie, comenzó a preparar sus cosas para descender.

"Suerte"

"Suerte para ti, en verdad la necesitas mucho más que yo. Sonríe, eso sin duda hará que tus ojos verdes sean aún más hermosos. Adiós", expreso y tomando su equipaje, camino a través del pasillo.

La pesada maquina fue haciendo más lenta su marcha, hasta que por fin se detuvo. Escuchando el alboroto que ahí afuera se formaba, Haruka observo a través de la ventanilla. Mirando el abarrotado anden, fijo la mirada en una humilde chiquilla envuelta en un sencillo hakama, quien de forma inevitable le recordó a su amada.

La mujer, abriéndose paso entre la apretujada multitud, con impaciencia aguardaba a que aquella persona por la que ansiosa esperaba descendiera y, una vez que lo hizo, se lanzo en brazos del comerciante.

Ante esa cariñosa imagen que le resulto dolorosa, Haruka contuvo las lagrimas; "¿Cómo estará ella?... ¿Cómo estará mi Michi?", se pregunto trayendo a su memoria su preciosa imagen.

Cuando las personas que tenían por destino esa estación terminaron por descender, vino el turno de aquellos que abandonaban ese sitio, abordaran.

Fue entonces cuando un hombre de edad madura y barba encanecida ingreso en el camarote donde el rubio viajaba. Con él, eran ya seis personas las que a lo largo del viaje lo hubieran acompañado. Los primeros tres habían sido una joven pareja con su pequeño hijo, el tercero, una chiquillo cuyas intenciones no parecían nada buenas.

"Buenas tardes", el sujeto dijo mientras acomodaba el poco equipaje que llevaba.

"Buenas tardes", observando que sin duda se trataba de un hombre educado, de forma cortes respondió a su saludo.

"Desgraciado sea este calor". Habiendo tomado asiento frente al mozo, se quito el sombrero de paja, luego con el trato de refrescarse.

Ante esa palabras, Haruka se limito a sonreír, aunque sin verdaderos deseos de hacerlo. La pena seguía consumiéndolo.

El hombre volvió a sonreír y tendiéndole la mano, añadió; "Es cierto, perdón. He abordado maldiciendo y ni siquiera he tenido la gentileza de decirte mi nombre. Mi nombre es Kenta"

"Y yo soy Haruka", replico mientras que de forma occidental respondía a su saludo.

Kenta, queriendo hacer platica y conocer más de su compañero, se atrevió a preguntar; "Perdona mi imprudencia, pero… ¿Dónde comenzaste tu viaje?". Él era un hombre que gustaba de la buena conversación y era debido a su profesión que había conocido a gente de todo el país.

"En Tokio", replico volviendo a pensar en su amada, quien detrás de aquel ventanal impaciente estaría esperando su regreso.

Ante su respuesta, Kenta se llevo una mano al rostro; "Esos son casi cinco días de viaje. Eso es demasiado"

"Lo es"

"Supongo que tu ultimo destino es Nagasaki, ¿No?"

El bello mozo asintió; "Así es". No es que así fuera, sino que al no tener otro sitio al cual ir, había determinado que en la ultima estación descendería.

Kenta sonrió satisfecho; "Entonces no tienes que preocuparte. Llegaremos luego de que oscurezca"

Habiendo decidido que ese era el lugar donde se quedaría y donde en un futuro viviría al lado de su amada Michiru, deseoso de saber más, cuestiono; Dígame, ¿Cómo es?"

Satisfecho, Kenta cerró los ojos para relatarlo; "He estado en muchos lugares de Japón, pero debo decir que ninguno es como Nagazaki. Quizás lo idealizo de esta forma porque ahí he vivido toda mi vida, sin embargo debo reconocer que sus anocheceres son lo más hermoso que he visto. Cerca de la costa, el rugido del mar al amanecer y al atardecer es maravilloso. Y, aunque aún no se le puede comparar con la modernidad que hay en Tokio, debo decir que pronto seremos una ciudad tan prospera como esa"

"Entiendo", el chiquillo replico contento al saber que ese lugar era el indicado para él y la aguamarina, quien también amaba el mar.


(Lejos de allí)

Sonriendo y andando con lo que ella consideraba un paso encantador, pero que por momentos podía llegar a rayar en lo vulgar. La pelinegra Saiko, amante del cobarde Isao, iba por la calle.

Atrayendo a su paso la mirada de aquellos que al encuentro aparecían y se detenían para contemplar su belleza y el descarado movimiento de sus caderas, ella de cuando en cuando les correspondía con una mirada traviesa, como invitándoles a que se acercaran para que la conocieran. Más sabiendo que difícilmente podrían pagar el precio que eso significaba, luego de unos segundos les ignoraba. Y es que pocos eran los afortunados que podían acceder a lo que ella consideraba un lujo, algo que el dinero de Lady Katherine desde hacia siete años había comprado.

Así pues, con ese andar, finalmente llego a una puerta he ingresando en esa oficina, toco la campanilla que sobre el mostrador reposaba, atrayendo así la atención del regordete sujeto que ahí atendía.

"¿Hay algo para mi?", cuestiono de forma despreocupada.

El hombre, detrás de su maquina de pulsos asintió y poniéndose de pie tomo del estante uno de los sobres amarillos, luego camino hacia ella. "Preciosa, tú más que nadie sabe que todo tiene un precio", dijo señalando hacia la bodega del fondo.

Comprendiendo que el sujeto intentaba hacer un intercambio, Saiko rió por lo bajo; "Sabes que mi compañía vale mucho más que tres yenes", expreso y colocando las monedas sobre el mostrador, de las manos le arranco el telegrama.

Entendiendo que ese no era su día de suerte, el tipo resoplo y dándole la espalda, volvió a su sitio.

Saiko, esperando que Eiji le tuviera buenas noticias sobre el ultimo negocio de Isao Kaio, con nerviosismo abrió el sobre. "Espero y todo haya salido como lo planeamos", murmuro extrayendo el trozo de papel que contenía. Haciendo una difícil lectura, pero no porque fuera difícil de comprender, sino porque su limitada educación no había dado para más, rompió a reír de forma descarada. "Isao, siempre has sido un imbécil", concluyo al mismo tiempo que rompía el mensaje.


(Nagasaki)

Y tal y como su compañero hubiera pronosticado, sucedió.

Para cuando el tren arribo en el anden, ya había oscurecido.

"Ultima parada, Nagasaki", un oficial vocifero y bajando de la pesada maquina de hierro, encendió su linterna para mostrar el camino.

"Hemos llegado", Kenta dijo y colocándose el sombrero, se apresuro para ser de los primeros en descender.

Haruka, aún en su asiento, aferro los dedos a su equipaje. Hasta que nervioso como cuando llego a Tokio, respiro profundo y luego descendió.

Sin saber a donde ir, respiro el fresco aire de la noche, el cual estaba impregnado con un aroma salino. Ante eso, fue como si de pronto se encontrara en su aldea, donde solía pescar. "Michiru estará muy contenta de vivir cerca del mar", se dijo así mismo. "Cada tarde iremos a la playa a contemplar el atardecer", con los ojos abiertos comenzó a soñar.

Sonriendo y siguiendo su instinto, comenzó a avanzar por entre aquellas desconocidas calles, las cuales comenzaban a llenarse con ese vicio y corrupción que la oscuridad permitía bajo su cobijo.

Adoptando una postura de total familiaridad con el lugar para con ello evitar ser robado u engañado, como la primera vez comenzó a buscar entre las puertas abiertas un lugar en el que finalmente pudiera descansar, encontrando a su paso dos tabernas y un sucio lupanar.

Y como aquella noche en Tokio hubiera sucedido, una mujer al verle pasar salio a su encuentro, bloqueándole el camino; "Ey, ven aquí"

"Si vas con ella, va contagiarte algo feo", expreso otra al mismo tiempo que intentaba tomar su maleta con intenciones de llevarlo a su habitación.

"Ellas te van a robar, ven conmigo", entrelazando su brazo al suyo, una tercera intervino. "Eres muy guapo. Ven, házmelo y te pago, ¿Qué dices?", añadió al mismo tiempo que llevaba la mano hacia sus mejillas para tocarlas.

Cansado, Tenou alzo la voz al mismo tiempo que se deshacía de ese procaz agarre; "Apártense", orden ignorando así su presencia. Temía que en un descuidado momento terminaran por robarlo.

Sí, estaba cansado y adolorido, más eso no significaba que su guardia se encontrara baja. Debía cuidar la propia vida y su pesado equipaje en cuyo interior no solo contenía sus pocas o muchas pertenecías, sino también el dinero que en otro tiempo hubiera servido para pagar su matricula en la universidad de Tokio, y que ahora serviría para otro propósito.

Observando a su alrededor, rápidamente descubrió que Kenta, su compañero de viaje tenía razón. Esa ciudad aunque bella, aún no se podía comparar con Tokio. "Espero y a Michi le guste este sitio... si, le gustara mucho porque esta cerca del mar", pensó totalmente convencido de ello.

Maravillado por lo que a su alrededor iba encontrado, pronto descubrió que frente al hermoso templo había un parque. Dibujando una sonrisa en sus carnosos labios, imagino los bellos paseos que dentro de poco haría al lado de la chiquilla. Más concentrándonos en lo que en esos momentos era más importante, siguió buscando un lugar seguro donde pasar la noche.

"Un hostal… necesito dormir", se dijo así mismo mientras que de un momento a otro sus pasos comenzaban a hacerse más pesados. "Demonios", mascullo sintiendo como sus miembros poco a poco eran despojados de sus de por si menguadas fuerzas.

Fue entonces cuando un frió recorrido su adolorido cuerpo y su mirada se nublo.

"Maldición, no", chillo cuando finalmente cayo sobre sus rodillas. Más como su voluntad era férrea y había sobrevivido al cobarde ataque de ese sujeto, no dejaría que aquella grotesca sensación terminara por derrumbarlo. Apoyando todo el peso de su cuerpo sobre su pierna sana, trato de respirar profundo para hacer llegar el aire hasta el ultimo rincón de sus pulmones. "Puedo hacerlo", en vano quiso convencerse.

Tratando de reincorporarse por completo, sus piernas no respondieron y entonces, todo a su alrededor termino por oscurecerse, haciendo que su pesado cuerpo cayera sobre la empedrada acera.

"Despierta, despierta", en la negra lejanía escucho a una mujer decir al mismo tiempo que con sus menudas manos lo sacudía. "¿Crees que esta muerto?", pregunto a alguien que la acompañaba.

"No lo creo. Sus mejillas aún tiene color", expreso una voz masculina.

Sin intenciones de morir, y mucho menos sin haber cumplido sus promesas, el rubio finalmente recobro la perdida conciencia y abriendo los ojos con dificultad, observo a dos jóvenes que con preocupación lo veían.

"¿Donde estoy?", cuestiono llevándose una mano a la adolorida cabeza.

"En la calle", replico la hermosa rubia de ojos azules que en sus brazos lo sostenía.

El joven hombre que la acompañaba y que había acudido en su auxilio cuando lo miro desmayarse, lo tomo por el brazo, dejando que se apoyara en su hombro; "¿Estas bien?", cuestiono con el rostro muy cerca del suyo. Tan cerca que en su mejilla sintió su aliento.

Esa extraña cercanía hizo que Tenou se sonrojara; "Si, es solo que...", trato de decir, sin embargo la confusión aún no le abandonaba.

La chiquilla le acomodo el rubio cabello que caía por su frente; "Esta muy pálido y desorientado. Será mejor que lo llevemos al medico"

"No, no es necesario. Estoy bien", dijo negando con la cabeza y al mismo tiempo que en vano trataba de sostenerse.

"Para nada, en verdad estas muy mal", el sujeto replico sonriendole.

Tenou se hubiera rehusado una vez más, pero entonces el punzante dolor en sus heridas lo devolvieron a la realidad. "Esta bien", expreso con dificultad. "Mi equipaje", murmuro a punto de volver a perder la conciencia. En ese momento poco le importo si lo estafaban, conservar la vida le resulto más importante.

Las rubia chiquilla lo tomo, de esa forma los tres comenzaron a avanzar en medio de esa oscuridad.

Continuando la pesada marcha varias calles arriba, finalmente llegaron a una casa. De forma presurosa la rubia dejo el equipaje y encaminando sus pasos hacia la puerta, llamo.

Entonces no tardo en aparecer una mujer madura de cabellos castaños, quien con una toalla se secaba las manos; "Diga"

"Este hombre estaba desplomado sobre la acera, ahora esta desorientado. Necesita que el medico lo atienda", el hombre, aún sosteniéndolo explico.

La mujer, quien al parecer se trataba del ama de llaves, abrió la puerta he indicándoles el camino que conducía hacia el consultorio de su patrón, contenta expreso; "Están de suerte, el doctor acaba de llegar... por favor siéntese", dijo y luego señalo un amplio sillón.

"Gracias", con dificultad Haruka logro apoyarse en él.

La castaña sobre el escritorio comenzó a preparar el instrumental de revisión; "¿Que le sucedió?"

"Me desmaye", murmuro llevándose una mano al hombro. Esa era la herida que mas agonía le causaba.

El ama de llaves lo observo una vez más, luego alzo la voz; "Doctor, doctor". Dirigiéndose hacia aquellos dos jóvenes, quienes habían sido tan amables en llevarlo hasta ahí, ordeno; "Ustedes tienen que salir de aquí", dijo comenzando a empujarlos fuera de la habitación.

"Gracias", el rubio grito para que los dos lo escucharan.

La mujer camino hacia un armario y tomando una blanca prenda, pregunto; "¿Qué le sucedió?... ¿Por qué esta sangrando?", añadió al ver como su pantalón comenzaba a teñirse de un rojo brillante.

"Me dispararon", con dificultad el mozo siseo.

La castaña miro su equipaje y no reconociéndolo como nativo del lugar, preocupada murmuro al imaginar que tal vez se trataba de algún prófugo; "Espero y no sea lo que pienso"

"Fue en Tokio. Por favor no se preocupe, no es nada de lo que ahora esta pensando"

"Tiene que quitarse el pantalón y ponerse esto"

"¿Qué?. Eso es imposible", Tenou expreso tratando de ponerse de pie.

"Señor, usted no es el primer hombre al que veo sin pantalones, así que haga el favor", expreso colocando la prenda a sobre el amplio sillón.

"No lo haré", dijo limpiándose el sudor que le perlaba la pálida frente.

"Si lo prefiere, saldré de la habitación para que lo haga", la castaña dijo y luego camino por el pasillo.

Aprovechando la oportunidad, Haruka bien pudo haber escapado, sin embargo el dolor que lo recorría y sus menguadas fuerzas hicieron que sus piernas no respondieran. Así que resignado, comenzó a despojarse de sus prendas, pero eso no significaba que lo haría de sus interiores. Debía proteger su secreto hasta el final, y si es que era descubierto, entonces tendría que iniciar un nuevo viaje.

Sin embargo en ese momento todo a su alrededor volvió a oscurecerse, luego sin conocimiento volvió a derrumbarse sobre el frió suelo.


Notas de autor;

Disculpen la sencillez de este capitulo, pero es que el drama de los tres últimos fue mucho, así que hoy quise escribir algo light para descansar de Isao.

Kaiohmaru; Siempre planeo historias que tendrán 30 capítulos, pero es que en poquitos no se puede expresar todo el drama que habrá.

Michelle; Si se entera de ello no les tendría consideración alguna, mucho menos a su hija.

Isavellcota; Te doy toda la razón, esa familia solo la conforman Katherine, su hija y la nana, porque Isao no ha sido ni esposo ni padre.

UnbreakAbleWarrior; Me pasa igual, es el peor de todos los villanos.

Hotaru tomoe; Odio a mi propio personaje. Es el peor de todos y la verdad creo que para mis próximas historias, no podré crear un villano más despreciable que él. Es humano y sin embargo supera a cualquier monstruo o criatura. No hay necesidad de crear vampiros o zombies, los personajes más malvados siempre han sido personas de carne y hueso. Es un cobarde, ruin, vil, es perverso. No hay forma de describirlo.