CAPÍTULO XXVII

NUEVOS REENCUENTROS

En la cercana distancia las embravecidas olas se estrellaban contra la orilla de la playa, borrando a su paso de la arena las huellas de los pescadores. Los pajarillos, rompiendo con sus variados cantos la monotonía de las primeras horas de la mañana, volaban de aquí a allá mientras que más arriba, el sol comenzaba a quemar sobre los dorados cultivos.

Un poco más allá, juguetones los primeros rayos comenzaban a colarse a través de las rendijas de las cortinas de aquella habitación, golpeado con su candidez las ya sonrosadas mejillas del rubio, quien sobre el cómodo lecho dormía.

Sintiendo su dulce caricia sobre él, aún dormido se llevó una mano al rostro en un inútil intento por apartarlo, pero al no poder hacerlo, abrió los ojos y de golpe se reincorporo.

"¿Dónde estoy?", se preguntó así mismo al descubrir que estaba recostado sobre una sencilla cama. "¿Qué sucedió?... ¿Y el Tren?", añadió con intenciones de reincorporarse, sin embargo un ligero mareo lo obligo a que volviera a apoyar la dorada cabeza sobre la almohada.

Adolorido y semidormido, la extraña sensación de que no se encontraba solo se hizo presente y, haciendo que volviera la mirada hacia su izquierda, finalmente descubrió que junto a él y en una incómoda silla, una joven de cabellos oscuros se había quedado dormida.

Confundido por esa extraña combinación de elementos y aún más por el dolor de cabeza que no le permitía pensar con claridad, pudo recordar pequeños fragmentos de lo que hubiera acontecido la noche anterior. Entre ellos, que luego de muchos días finalmente había llegado a Nagasaki.

Así que horrorizado por los procaces ofrecimientos que a su paso hubiera encontrado, avergonzado y tratando de negarse a sí mismo esa penosa posibilidad, se hizo aquel obligado cuestionamiento; "¿Pase la noche con ella?, no, eso es imposible", expreso limpiándose el molesto sudor de la frente.

La joven, aunque profundamente dormida, pareció sentir su penetrante mirada posada sobre ella, haciendo que por un breve momento abriera los ojos.

"Disculpa… ¿Me escuchas?", Haruka pregunto al verla moverse.

Ante el sonido de su voz, la mujer finalmente despertó y sonriendo, se encaminó hacia la entrada para abrir la puerta; "Papa, papá, el joven ya despertó", a fuertes voces contenta anuncio.

Aún sin comprender que había pasado, Tenou volvió a cuestionar; "¿Dónde estoy?"

"No tiene que preocuparse. Está a salvo en el consultorio de mi padre, ¿No lo recuerda?", la chiquilla expreso acercándose a él para acomodarle la almohada.

El rubio asintió y dándose cuenta de que aquella sencilla prenda azul le cubría hasta los muslos, encima se colocó la sabana; "Si, claro… es solo que", no supo que más decir, temía que su secreto hubiera quedado al descubierto.

La pelinegra al ver que las mejillas de ese atractivo muchacho estaban sonrojadas, asintió también apenada; "No se preocupe, señor… estará bien"

"¿Señor?", confundido pregunto a la espera de cualquier palabra en referencia a aquello.

"Sí, mi padre, es decir el médico, anoche le atendió. Vendrá en un momento", sin decir nada más y encaminándose hacia la entrada, abandono la habitación.

"Demonios, creo recordarlo", mascullo el mozo.

De pronto unos pasos y una voz masculina que provenían del pasillo atrajeron la atención del rubio; "Gracias, hija", dijo y luego empujo la puerta.

Fue entonces cuando Haruka pudo reconocer aquel simpático rostro.

"Vaya forma en la que hemos vuelto a encontrarnos, ¿No?", el hombre dijo. Y es que ese no podía ser otro más que Kenta, su último compañero de viaje.

Sorprendido por ese nuevo reencuentro, el joven se llevó la mano a la cabeza; "Así es, pero ¿Qué sucedió?"

Kenta camino hacia él y acercando la silla al lecho, cuestiono; "¿Me permites?"

"Si", expectante expreso, dejando que de su hombro y su muslo deshiciera los vendajes para que revisara sus dolorosas heridas.

"Según me dijo el ama de llaves, dos jóvenes te encontraron sin conocimiento en la acera. Te trajeron y cuando estabas en mi recibidor, volviste a desmayarte. ¿Quieres contarme qué te sucedió?"

Tenou respiro profundo antes de proceder; "Fue en Tokio hace varias noches. Volvía del trabajo y en un callejón oscuro un ladrón me sorprendió." Creyó conveniente mentir, y es que pensaba que era innecesario compartir aquellos escabrosos detalles con un extraño. "¿Está todo bien?"

Kenta asintió mientras le volvía a vendar el muslo. "Ahora parece ser que sí. No quiero asustarte, pero hace algunas horas esto era un desastre. Tenías fiebre a causa de la infección… Si no te hubiera atendido anoche, muy seguramente se hubiera convertido en gangrena", dijo mientras concentraba su atención en la herida del hombro.

"¿Gangrena?", sabiendo cuales eran las terribles consecuencias que la infección podría traerle, su rostro se empalideció y a su pecho falto el preciado oxígeno. Prefería estar cojo que inutilizado a causa de una o dos severas amputaciones. Y, aunque Michiru había dicho que lo amaría incluso si estuviera lisiado, ¿Estaría dispuesta a pasar su vida al lado de un ser incompleto?

Cubriendo su herida, Kenta asintió; "Llegaste a tiempo… las lave, las cure y volví a cocerlas. Debemos cuidarlas para que eso no vuelva a pasar"

"Doctor, yo…", el mozo trato de decir. Su rostro estaba completamente ruborizado.

"Vamos hombre, estarás bien", dibujando una sonrisa, el medico palmeo su hombro sano. "Eres joven y fuerte. Anoche después de curarte me quede profundamente dormido, y es que en verdad estaba muy cansado a causa del viaje. Fue mi hija, la encantadora chiquilla que estaba contigo, quien se ocupó de ti. Temíamos que no despertaras"

"Entiendo… pero… usted sabe… yo… ¿Cómo decirlo?", apretando sus puños y arrugando las sabanas, se mordió los labios.

Kenta rió un poco al imaginar lo que estaba por decir; "No digas nada más, muchacho. Soy respetuoso de mis pacientes, ni yo ni nadie estuvo husmeando… por si lo necesitas, junto a la cama hay un orinal. En eso mi hija ni yo podemos ayudar", expreso señalando mientras reía un poco.

"¿Dónde está mi ropa?", aún apenado dijo aferrándose a la sabana.

"Estaba manchada de sangre, mi hija se encargó de lavarla y plancharla… no tienes que avergonzarte, tú mismo te desvestiste y volviste a hacerlo", dijo con total naturalidad. "En un momento le diré que te traiga el desayuno, más tarde podrás asearte"

Justo cuando termino de decir, la puerta se abrió, dando paso a la chiquilla de cabellos negros, quien en sus manos llevaba el pantalón y la fina camisa.

"Bien Haruka, te dejo en buena compañía… sé bueno", expreso sonriendo.

La joven, ruborizada por las palabras de su padre y aún más por la hermosura de aquel extraño, se acercó a la cama para colocar en ella las prendas; "Señor, su ropa ya está limpia… la sangre era fresca, eso hizo que la mancha saliera sin ninguna dificultad", expreso con la mirada baja.

"Gracias, no debió molestarse", contesto tratando de sonreír.

"No es ninguna molestia. Suelo ayudar a mi padre con sus pacientes… dígame, ¿Su almohada esta cómoda?", cuestiono sin dejar de ver el suelo. Era lógico que fuera así, aquellos ojos verdes enmudecían a cualquiera, eso sin importar si se trataba de un hombre, o una mujer quien los contemplaba.

"Si, por supuesto"

"Me alegra mucho que este bien" contesto siendo víctima de un profundo nerviosismo que a sus manos hacía temblar. Ese era el efecto Tenou.

"Gracias por lo de anoche, sin embargo no me ha dicho su nombre"

La pelinegra antes de responder se mordió los carnosos labios; "Me llamo Kazuki… ahora iré a traerle su desayuno y su medicamento. Con su permiso", queriendo escapar a esos ojos verdes, hizo una reverencia y luego con pasos presurosos abandono la habitación.

Cuando finalmente se quedó a solas Haruka respiro aliviado, y es que su secreto seguía bien guardado.


(Tokio)

Con nerviosismo, el cobarde pelinegro se paseaba a lo largo de aquel ancho pasillo. Con el rostro perlado por el sudor y con las mejillas pálidas, de cuando en cuando con su sombrero en vano trataba de refrescarse. Sin embargo, contrario a lo que se podía llegar a pensar, ese actuar para nada se debía a lo sucedido en casa.

Como era lógico, esa extraña combinación de elementos que en los últimos días se había vuelto algo muy normal en él, no pasaron desapercibidos para Eiji. Así que dejando a un lado el diario, se dirigió a él.

"¿Cuándo es que me dirás qué es lo que te sucede?", cuestiono como si de verdad le interesara. "Aquella mañana dijiste que querías que te hiciera un favor… ¿Qué era?"

Del bolsillo de su pantalón Isao saco su pañuelo y limpiándose el sudor que le perlaba la amplia frente, replico; "No es nada importante, pero comprende mi nerviosismo. ¿Qué querrá Saburo?"

En ese momento la puerta de la oficina de Katsumoto se abrió, dando paso a su joven secretario, quien de forma cortes y como si de verdad lo mereciera, hizo una reverencia hacia Isao. "Señor Kaio, pase por favor"

Aquellas palabras hicieron que con dificultad el hombre tragara saliva; "Si, gracias"

Con pasos lentos ingreso en su oficina, observando que detrás del escritorio el pelinegro Katsumoto le esperaba con una media sonrisa en los labios.

"Señor Kaio, me alegra mucho que haya venido"

"Dígame, ¿Qué es eso tan importante que quiere decirme?", fue la pregunta obligada después de estar esperando durante casi tres horas.

Ante su actitud en la cual se podía adivinar cierto temor, Saburo sonrió y dejando a un lado el puro, con un ademan le indico que se sentara; "Señor Kaio, ¿A que, o mejor dicho a quien le tiene miedo?"

"¿Miedo?... no, por supuesto que no"

"Eso me alegra, pero ¿Sabe por qué lo he citado el día de hoy?", cuestiono volviendo a llevar el puro a sus labios.

"No"

Katsumoto emitió una pequeña risa y abriendo el primer cajón de su escritorio, de él extrajo una caja de metal. "Le dije que cuando lo tuviera, sería suyo… así que… aquí esta"

Tratando de adivinar que contenía aquella caja, Isao se acercó con cierta incredulidad; "¿Qué es?"

"Es un millón de yenes, en unos cuantos días tendrá el resto", habiendo dicho, del cajón extrajo un par de documentos y, colocando su pluma fuente sobre ellos, le indico el lugar exacto donde debía firmar. "Vamos, señor Kaio, no tenga miedo. Digamos que este es el primer negocio de muchos que en un futuro tendremos"

Con manos temblorosas, Isao tomo los documentos para darle una rápida lectura y, observando que todo parecía estar en orden, estuvo a punto de firmar, sin embargo por un momento la indecisión pareció apresarlo.

"¿Ocurre algo, señor Kaio?", Katsumoto cuestiono al ver que su socio ligeramente negaba con la cabeza.

Por un momento Isao levanto la mirada para ver la de su socio, luego volvió a posarla sobre los papeles. "¿Que estoy haciendo?, ¿No le estaré vendiendo más que el alma a este demonio con rostro de hombre?", para sus adentros pensó mientras que seriamente consideraba salir de ahí y perder tan magnífica oportunidad de negocio.

Saburo negó con la cabeza y tomando los papeles de sus manos, los devolvió al cajón; "Entiendo. Señor Kaio, fue un placer tratar de hacer negocios con usted", poniéndose de pie, extendió su mano para que este la tomara.

Isao en ese punto reacciono y alzando la mirada, volvió a fijarla en la de él; "Voy a firmar"

"Así me gusta, señor Kaio", volviendo a torcer la sonrisa en sus labios, abrió el cajón y entregándole los documentos, con impaciencia espero a que cerrara el trato.

No muy convencido de estar haciendo lo correcto, Isao finalmente accedió y una vez que plasmo su rubrica, esa arrogante confianza y altivez regreso a él, devolviéndole a su rostro esa mueca poco agraciada. "Como usted bien lo ha dicho… este es solo el inicio"

"Así es, señor Kaio. Ya lo vera", guiñándole un ojo, el jefe Katsumoto tomo los papeles y luego volvió a guardarlos.

"Dígame, jefe… esta tarde vendrá, ¿Verdad?", el pelinegro cuestiono.

"Cuente con ello, señor Kaio", Saburo expreso recargándose sobre el respaldo de su silla. "Ahora tome su dinero. Es todo suyo"

Emocionado por haber cerrado una parte del negocio, Isao tomo la caja de metal y saliendo de la oficina, se dirigió hacia Eiji, quien impaciente le esperaba

"¿Qué sucedió?", cuestiono el castaño.

Isao asintió satisfecho; "Aquí está la mitad de la inversión. Oficialmente Katsumoto es mi socio"

Al escuchar esas palabras, Eiji sonrió con cierta burla; "¿Festejamos?"

"No sabes cuánto me gustaría, sin embargo debo ir a casa", replico el otro aferrando sus dedos a su pequeña fortuna.

Eiji llevo su mano al bolsillo interno de su saco y tomando un papel que allí guardaba, se lo mostró; "Saiko envió un telegrama. Lo recibí esta mañana"

Al escuchar eso, el nada agraciado Isao frunció el entrecejo, luego con la mirada iracunda se volvió hacia él; "¿A ti?, ¿Por qué ella te ha escrito?"

El castaño, fingiendo humildad, se encogió de hombros; "Llego a mi casa, pero es para ti… ¿Hubieras preferido que llegara a casa de tu esposa y se diera cuenta de que tienes una amante?"

Ante su convincente explicación, el pelinegro relajo los músculos de su endurecido rostro; "No seas imbécil, pero ¿Qué quiere?"

"Supongo qué eso qué a todas las mujeres las motiva… ¿No?"

"Dinero, dinero, dinero", el tosco sujeto expreso agitando su mano. "Algo podre enviarle esta tarde", dijo de forma presurosa. "Cómprale algo bonito y que me envíen la factura a mi oficina, ¿De acuerdo?... algo que parezca que yo mismo compre"

"Se hará como tú digas", fue la corta contestación que el otro ofreció.


(En Nagasaki)

Y después de tantos días, disfrutando por primera vez de un buen y caliente desayuno, satisfecho el rubio bebía el amargo café.

El apetito que hubiera perdido a causa de la pena y el dolor había regresado, además debía alimentarse de forma saludable para recuperar las fuerzas que la infección y la hemorragia le hubieran arrancado.

Contenta por verlo lleno de ánimo, la pelinegra sostenía la tetera; "Señor, ¿Desea más café?"

Ante esa pregunta y su servil actitud, Haruka negó con la cabeza; "No, pero por favor no me llame señor… si acaso soy mayor que usted uno, quizás dos años. Llámeme Haruka"

Ruborizada por esa confianza depositada, aunque no menos apenada, la chiquilla Kazuki asintió "Esta bien, señor Haruka"

Tenou no pudo evitar reír al descubrir que el resultado no era lo que esperaba; "Eso lo ha empeorado todo, llámeme solo Haruka"

Kazuki sonrió; "Como usted diga, Haruka. ¿Sabe? Mi padre siempre dice que el apetito es el más grande síntoma de mejoría en un paciente"

"Espero y así sea. Tengo que recuperar todas mis fuerzas cuanto antes", dijo dándole un mordisco al penecillo, el cual comenzaba a ponerse duro y seco, algo que no pasó desapercibido para la joven hija del médico.

"Lo lamento mucho, pero es que cada tres días traen el pan desde Saga", bajando la mirada, se ruborizo.

Al escuchar esas palabras, Tenou sonrió contento; "No sabe cuánto me alegra escuchar eso. Entre más duro y seco, mejor para mi"

"No lo entiendo", confundida se encogió de hombros.

"Bueno, eso es porque…", justo cuando estaba por explicarle, contento Kenta ingreso en la habitación, interrumpiendo de forma abrupta.

"Me alegra mucho que estés bien, y más ahora que una joven que dice conocerte, ha venido a ver como estas", expreso sonriéndole de forma juguetona.

"¿Una visita?", Tenou, se estremeció al mismo tiempo que con una servilleta se limpiaba los carnosos y ya rosados labios, luego, lleno de sorpresa negó con la cabeza. Lo que el médico le decía le resultó imposible. Nadie en ese lugar lo conocía.

"Así es. Se trata de una joven mujer muy hermosa. Con unos bellos ojos azules que parecen dos grandes mares", expreso de forma alegre, cosa que no le hizo mucha gracia a su hija, quien sin decir nada y de forma presurosa, abandono la habitación.

Ante esas palabras que a la perfección describían a su amada, el corazón del rubio convulsiono y a su pecho falto el aire. ¿Acaso era posible que su hermosa Michiru de alguna forma se hubiera enterado de su lamentable estado y hubiera acudido en su auxilio?... no, eso era imposible, sin embargo cabía esa posibilidad, aunque muy remota.

"Iré a decirle que puede pasar", Kenta expreso, dejándole a solas.

Entonces detrás de la puerta y a lo largo del angosto pasillo, los menudos pasos de una mujer se dejaron escuchar. Nervioso por verla y esperando que se tratara de su amada, Haruka se llevó una mano al pecho, y es que la sensación de ahogo lo abrumo, amenazando con hacerlo perder la conciencia.

La puerta finalmente se abrió, dando paso a la joven que había ido a buscarle. Al verla y no reconocerla, los miembros del rubio se relajaron por completo. Era la desilusión que había acudido a aguijonearle todas sus esperanzas.

"Hola, buenos días", su visita dijo apenada y mientras ingresaba.

"Buenos días", replico el otro dibujando una sonrisa en sus labios y mientras se esforzaba por reconocerla. "Disculpa mi indiscreción, pero… ¿Quién..?", trato de cuestionar.

"Comprendo que ahora no puedas reconocerme. Anoche estaba muy confundido", replico la joven rubia.

"Oh, ya entiendo. Era usted la mujer que estaba con el sujeto que me trajo, ¿Verdad?... siéntese para que hablemos", de forma alegre señalo la silla.

Ruborizada la chiquilla se sentó en el lugar donde Kazuki se hubiera quedado dormida; "No, yo no estaba con él, ni siquiera sé quién es. Pero cuando usted se desmayo también acudió en su auxilio"

"Muchas gracias por las atenciones, siempre es bueno encontrar personas dispuestas a ayudar", siendo sincero en su sentir, exclamo sonriente.

"No es necesario que lo agradezca. Es algo que cualquier persona decente haría por su congénere", contesto mientras que sobre sus piernas sostenía una bolsa en cuyo interior llevaba algo muy caliente.

Tenou abrió su equipaje, el cual estaba a un costado suyo y tomando un poco de dinero, se lo entrego. "No es mucho, pero en algo podrá servirle"

Rechazándolo y negando con la cabeza, por un instante la rubia cerró los ojos; "No, no vine a eso. Vine para saber cómo estaba"

"Estoy bien, solo un poco adolorido y hambriento"

"Me alegra mucho escuchar eso último. Le he traído sopa y verduras para que coma", poniéndose de pie y caminando hacia el buro, de la bola saco un recipiente y ahí lo coloco.

"Señorita, no era necesario que se molestara, pero muchas gracias"

Sonriendo, la joven se volvió hacia él; "No tiene que agradecerlo. Por cierto, ni siquiera nos hemos presentado como se debe. Me llamo Mina", dijo dibujando una coqueta sonrisa en sus labios.

Al escuchar eso, Haruka sonrió y su actitud se volvió aún más relajada. Al final de cuentas, ya no eran tan extraños; "Mucho gusto, Mina. Yo soy Haruka"

"¿Haruka?", cuestiono ella con cierta extrañeza. Como quien trata de recordar donde más ha escuchado ese nombre.

Ambos y por un momento guardaron silencio, luego se miraron a los ojos como si en sus húmedas pupilas buscaran algo más. Y es que para ellos fue como si en algún otro sitio se hubieran conocido y ahora trataran de reconocerse.

Esos ojos verdes que tan fijo la veían, hicieron que la rubia se estremeciera y rompiera el silencio que entre los dos se había formado. "De… debo irme", de forma nerviosa expreso.

"¿Por qué?", cuestiono el otro esperando que se quedara un poco más.

"Debo regresar a mi trabajo… en verdad espero y pronto se recupere… espero volver a verle", Mina dijo y entonces de forma rápida abandono el lugar.

Confundido por esa extraña actitud, sin decir nada el rubio la observo marcharse.

Nerviosa y con el corazón agitado, la siempre hermosa Mina apoyo su mano sobre el muro mientras trataba de respirar, aunque con dificultad.

"¿Haruka?... ¿Dónde escuche ese nombre?... ¿Fue en algún sueño?... ¿Dónde he visto esos hermosos ojos y esos carnosos labios?", fueron las preguntas obligadas que en ese momento asaltaron su alma.


(Esa noche)

Hacía ya un par de horas que había comenzado a llover. El trueno batía los cielos y el relámpago dibujaba en él extrañas formas.

Haruka, quien desde hacía varias horas había vuelto a ser consumido por la pena de haber tenido que separarse de su amada en esas terribles condiciones, observaba como la lluvia resbalaba por los claros ventanales.

"Esta noche no solo mi corazón y mi alma lloran, también los cristales lo hacen", expreso limpiándose las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

Kenta ingreso con un par de velas para alumbrar la triste habitación; "Te traje esto para que estés más cómodo, pero dime ¿Cómo estás?"

"Estoy bien", replico tratando de ocultarle su amarga tristeza. Y es que saber que él estaba a salvo de Isao, le remordía la conciencia mientras que en silencio una y otra vez para sus adentros se llamaba cobarde por no haber llevado a la chiquilla con él, aunque hubiera tenido que ser por la fuerza.

"Tus heridas ya están sanando", dijo el hombre al ver que ya no supuraban.

"¿Cuándo podre levantarme?", Haruka cuestiono deseoso de poder hacerlo cuanto antes, y es que entre más pronto lo hiciera, más pronto podría reunirse con ella.

"¿Cuál es la prisa?", Kenta cuestiono volviendo a acomodar sus vendajes.

"No quiero ser una carga. Debo buscar un sitio para vivir", expreso recordando la bella promesa que sobre la colina y en la estación le hubiera hecho a la aguamarina.

"¿Sucede algo?… ¿No estas cómodo?"

"Si, lo estoy, pero tarde o temprano tendré que abandonar esta cama"

"Entiendo tu desespero, en un par de días podrás ponerte de pie, más eso no significa que estarás recuperado por completo", Kenta replico mientras encendía un cigarrillo.

"Soy nuevo en este sitio y no conozco a nadie, así que pensaba que usted podría ayudarme a encontrar un buen lugar donde pueda vivir, ¿No?"

"Me alegra mucho saber que confías en mí. Así que en cuanto puedas ponerte de pie, yo mismo te acompañare. Ahora con tu permiso, debo ir a descansar. Tú también debes hacerlo. Si necesitas algo, no dudes en gritar, vendré enseguida"

"Gracias, buenas noches"

"Buenas noches, Haruka", el hombre dijo y abandonando la habitación, cerró la puerta detrás de él.

Asegurándose de que se había quedado a solas, el corazón de Tenou no resistió y entonces las lágrimas volvieron a fluir de forma abierta.

"Mi Michi, ¿Cómo estará ella?... resiste Michi, te prometo que voy a regresar en cuanto nuestro hogar esté listo", murmuro y cubriéndose con la sabana, envolvió la almohada entre sus brazos para imaginar que era ella quien reposaba a su lado.


Notas de autor;

Aunque en un principio pensé en no reunir a todos nuestros personajes, al final decidí que así fuera. Ya solo nos falta Amy.

¿Cómo les fue con el estreno del cuarto arco?

Kaiohmaru; Ese actuar de Isao hacia su esposa fue algo que no sabía si añadir al capitulo o no. No fue justo para ella.

Michelle; A Isao solo le preocupa su propio bienestar, tanto que no se da cuenta del daño que puede hacer. Lo que le hizo a su esposa fue el colmo.

Isavellcota; Exacto, uso a su esposa para su beneficio, y es por eso que debería ser "bueno" con ella, después de todo es ella quien mantiene muchos de sus vicios. Feliz cumpleaños :)