CAPÍTULO XXX

PRINCIPIO DE UN FIN

(Londres. Hace veinte años)

Inclinado sobre los hermosos rosales que adornaban el amplio jardín de aquella casona, un rubio hombre de ojos azules cortaba las marchitas hojas.

Observándolo desde el ventanal de su habitación, la hermosa rubia Katherine en silencio suspiraba. Adoraba esos momentos en los que con total libertad podía contemplarlo sin que nadie lo notara. Y es que a sus ojos y sonrisa asomaba el amor que por él sentía.

Albert, concentrado en su labor, no sintió su juguetona mirada posada sobre él.

No pudiendo soportar más, la joven abandono su habitación y quitándose los finos zapatos, dirigió su andar hacia los jardines en un intento por sorprender a su amado.

El chiquillo al sentir su presencia sonrió y haciendo una pausa, le dirigió la mirada; "Sus pasos aunque menudos, siempre la delatan"

Ahogada por la emoción, la señorita pudo sisear; "¿Al menos pudiste disimular?"

"No lo creo", replico él mientras que con el dorso de su mano de la frente se limpiaba el molesto sudor.

Esperando escapar a esa encantadora mirada, Katherine trato de centrar su atención en las blancas rosas; "Qué bellas flores", dijo extendiendo sus manos para acariciarlas.

"Cortare la más hermosa para usted", sonriendo y tomando el tallo de una que era blanca y aterciopelada, la entrego en manos de su joven ama. "Un mundo sin rosas sería totalmente aburrido. Y aunque son muy hermosas, en nada se comparan con la belleza de la mujer", expreso con las mejillas totalmente ruborizas y es que al igual que ella, desde hacía no mucho tiempo había comenzado a amarla. Algo que le resultaba imposible y es que ¿Qué aspiraciones podía tener el hijo de una criada para con la señorita de la casa?

"Eso suena a algo que Shakespere escribiría", ella contesto sin aliento.

"Quizás lo leí en algún libro", expreso haciendo a un lado cualquier esperanza. Esperanza que al igual que aquellas hojas, estaba marchita.

"Eso le resta originalidad, pero no lo hace menos hermoso"

"Katherine... Katherine", en la cercana distancia una voz masculina y madura la llamo, haciendo que la mujer volviera la mirada.

Entonces contemplo a su padre, quien acompañado por un joven vestido con un traje gris y un sombrero blanco, caminaban hacia ella.

"¿Si, padre?", dijo sin moverse. No deseaba separarse de su adorado Albert.

Él, luego de echarle un rápido vistazo a su amo y a aquel menudo extranjero, volvió a tomar sus herramientas para continuar con su trabajo, aunque sin el mismo animo de antes. "¿Quién ese ese sujeto?", irritado se pregunto para sus adentros y entonces, sin querer se hirió un dedo. "Maldición", chillo.

"¿Estas bien?", cuestiono ella al ver la sangre manchando la húmeda tierra.

"Si, no tiene importancia", tratando de contener sus lagrimas, agacho la mirada, empapando con ellas las flores. "Vaya con su padre, la esta llamando"

"Hija, ven por favor", el anciano pidió al mismo tiempo que con un ademan y con palabras que ella no alcanzo a escuchar, se dirigía a aquel sujeto.

Katherine, no muy animada porque eso significaba terminar su platica con Albert, hizo un ademan de disculpa hacia él. "Ya vuelvo"

El rubio, sabiendo que nos sería así, tomo sus cosas y entonces entristecido se retiro para curar su herida.

Esperando que su padre no le robara mucho tiempo, Katherine comenzó a caminar hacia ellos y cuando finalmente estuvo a prudente distancia, hizo una reverencia; "Aquí estoy, como lo ordeno.

"¿Lo ve?", dijo el anciano para con el joven.

"Usted no mentía", contesto el extranjero sonriendole a la chiquilla.

"Hija, te he llamado porque quiero que conozcas a mi nuevo protegido. Se llama Isao Kaio y hace algunos meses llego desde Japón", expreso orgulloso.

Contrario a lo que su padre hubiera imaginado, esa negra mirada y esa esbelta figura para nada impresionaron a la rubia.

"Mucho gusto, señor Kaio", dijo inclinando un poco la cabeza.

"El placer es todo mio, señorita. En verdad su padre no mentía cuando me dijo que usted era hermosa", tomando su mano la beso.

"Mi padre exagera", nerviosa, pero no porque su caballerosidad hubiera movido algo en su animo, expreso. Y es que le preocupaba que Albert hubiera contemplado esa escena. Cosa que así fue.

Lord James sonrió y palmeando el hombro del pelinegro, exclamo mientras encaminaba sus pasos hacia el otro lado del jardín; "Creo que aquí estorbo"

"No, padre", agitada ella alcanzo a decir.

Isao, habiéndose quedado a solas con la mujer, de forma galante ofreció su brazo; "¿Me acompaña en un paseo?"


(Presente. Tokio)

El cielo cubierto por densas y oscuras nubes hacía que el ambiente dentro de aquella casona se respirara aún más pesado, al punto de hacerlo insoportable.

Tal y como ella lo hubiera prometido, la hermosa Michiru aguardaba detrás de su ventanal. Esperando a cada instante la llegada de su amado, quien hacía un un mes había partido con destino desconocido. En ese silencio, con todo su corazón deseaba al menos recibir una carta en la que le hiciera saber que estaba bien, más sabía que era mejor así. Porque entonces Isao podría descubrirlo.

Y aunque los días pasados hubieran sido soleados y cálidos, para ella siempre eran sombríos y dolorosos.

Limpiando las lagrimas que resbalaban por sus pálidas mejillas, escucho cuando la puerta principal se cerró detrás de los menudos pasos de su madre. En ese punto las lagrimas volvieron a mancharle el rostro y es que desde lo sucedido aquella trágica noche, era incapaz de verla a los ojos. Algo que a la rubia la atormentaba.

"Michiru, hija", la mujer la llamo para que se dirigiera al recibidor.

La chiquilla enjugo su llanto y acudiendo a su encuentro, la observo sentada sobre el amplio sillón. Arrodillándose ante ella y colocando la cabeza sobre su regazo, hablo; "Madre, lo siento tanto"

Katherine sonrió y acariciándole los cabellos aguamarina, expreso; "No llores. No tienes porque pedir perdón"

"Es mi culpa, madre. Deberías odiarme por ello. Yo soy la única responsable"

"Hija, yo no te odio. No podría hacerlo porque una mujer es incapaz de odiar a sus hijos", la mujer expreso para calmar su pena.

"No madre, tienes todo el derecho a despreciarme y llamarme mala hija. Ha sido por mi culpa que ese monstruo te haya...", trato de decir, sin embrago el valor falto.

"Isao siempre ha sido un monstruo"

"Si no lo hubieras conocido, entonces hubieras podido casarte con ese hombre que tanto amabas", manchando el vestido de la alta mujer con su llanto, sollozo. "Ahora serías feliz"

"El día que descubrí que te esperaba, agradecí haberlo conocido. Porque de no haberlo hecho, no te tendría. Eres lo único bueno que de él ha nacido", expreso acariciándole las mejillas. En ese punto la mujer sonrió y levantandole el rostro para que la viera a los ojos, con cariño añadió; "Michiru, esta casa se ha vuelto un completo infierno para ambas, estaba pensando que tú y yo deberíamos irnos. En casa de mi padre podríamos volver a empezar"

La joven ante sus palabras negó con la cabeza al mismo tiempo que las lagrimas volvían a nublarle la mirada; "Hace ya un mes que Haruka se marcho, ahora no hago otra cosa más que preguntarme si estará bien. Madre, yo no puedo ir a ningún lugar. Ni lejos ni cerca. Él me prometió que regresaría, yo jure que lo esperaría. Si me marcho, ¿A donde me ira a buscar cuando vuelva?. Yo he de esperarlo aquí, aunque tenga que seguir soportando este maldito infierno. Aunque eso signifique que deba esperar toda una vida"

Esas palabras aguijonearon el animo de la mujer. Y es que muy dentro de ella pensaba que luego de lo que Isao se hubiera atrevido a hacerle, él jamas regresaría. Pensaba que de ese hombre su hija jamas volvería a saber. Más tragándose esa terrible idea, muy dentro de ella prefirió mantener la efímera esperanza de que aquello algún día ocurriría.

Qué poco conocía a Haruka, quien no pensaba en otra cosa que no fuera cumplir su promesa.

Haciendo a un lado tan terribles pensamientos, volvió a dibujar en sus labios la perdida sonrisa y entonces, abrió la bolsa de sus compras; "Entiendo lo que sientes. Aquella noche tu padre hizo algo terrible, así que espero y estas sean de tu agrado. Fue un pedido especial el que hice", expreso mostrandole las hermosas sabanas nupciales que había comprado en remplazo de las que Isao hubiera destrozado.

Al verlas, el rostro de la joven se ilumino; "Gracias madre, son muy hermosas. Iré a guardarlas junto a las cosas que me llevare cuando Haruka regrese", replico y justo cuando dirigía sus pasos hacia su habitación, la puerta principal se abrió, dando paso a ambos pelinegros.


(Nagasaki)

Y al igual que en Tokio, como el día anterior los cielos se llenaron de pesadas y negras nubes, amenazando con dejar caer una nueva tormenta.

Presuroso y a la espera de que la lluvia no lo sorprendiera, el hermoso rubio dirigía sus pasos hacia la oficina de correos, la cual quedaba a veinte minutos de su hogar.

"Buenas tardes", dijo una vez que entro y recupero el perdido aliento.

"Buenas tardes, ¿En que puedo ayudarlo?", dijo el hombre de finas lentillas que detrás del escritorio atendía.

Acercadose más y llevando la mano dentro del bolsillo de su chaleco Ingles, saco el sobre; "Deseo enviar esta carta a Rusia"

"¿A Rusia?",con cierto tono de incredulidad, el sujeto alzo la voz.

"Así es"

Observando que Saratov era el destino, asintió; "Necesitara al menos cinco sellos postales... primero llegara a Moscú y luego continuara un muy largo camino", el hombre expreso mientras hacía la cuenta de cuanto costaría aquella petición.

"Ponga los sellos que necesite, pero quiero que llegue lo mas rápido posible"

"Dos meses, dos meses tardara en llegar... serán cincuenta yenes"

"Esta bien", dijo el rubio y metiendo la mano a su bolsillo para extraerlos, un lejano recuerdo acudió a su cabeza. "¿El broche?", se pregunto al pensar en el hermoso prendedor que aquella noche la nana Matsuko le hubiera entregado en nombre de su amada. "Aquí tiene", dijo con la frente cubierta por el sudor y mientras colocaba el dinero en el escritorio.

Observando que debía devolverle cambio, el hombre abrió el cajón para tomarlo.

No pudiendo esperar más, con el rostro empalidecido y los labio secos, a toda prisa Haruka salio de la oficina, comenzando a correr por aquellas calles.

"Oye, espera el cambio", grito el otro.

No prestandole importancia, el rubio continuo su camino. "¿Dónde deje el broche?", agitado por la carrera se pregunto.


(Tokio. Residencia Kaio)

Sentados los cuatro a la mesa, solo Katsumoto e Isao disfrutaban de la comida y la interesante conversación que ambos sostenían. Aunque ese silencio por parte de ambas mujeres, al primero le hacían saber que algo sucedía. ¿Qué era?, eso era algo que le intrigaba conocer.

Así que tratando de romper con esa abrumadora tensión que comenzaba a incomodarlo, hablo; "Este vino es importado y uno de los mejores en mi cava". Destapando la botella, se dirigió para con la aguamarina. "¿Señorita, gusta probarlo?. Lo he traído especialmente para usted"

Entestecida, nada interesada y sin apetito, la chiquilla se encogió de hombros.

Ante su gesto de claro rechazo, Isao frunció el entrecejo; "Estará encantada de hacerlo"

Saburo Katsumoto sonrió y sirviendo la copa de la joven, replico; "Es Europeo y bastante añejo... ¿Saben? Soy un hombre que considera que ciertos placeres no fueron hechos para las mujeres, por ejemplo el vino, pero..."

La hermosa rubia, cansada de que durante los últimos días Katsumoto siempre los acompañara en la comida y en la cena, molesta alzo la voz; "Sí eso piensa, ¿Entonces por qué se lo ofrece a mi hija?"

Ante su propia indiscreción, Saburo sonrió avergonzado; "Señora, disculpe si mis palabras o mis acciones le han ofendido. No era mi intención"

"Entonces no vuelva a servir la copa de mi hija", replico y luego de un un trago bebió todo el contenido de la suya. Molesto, Isao le dirigió una mirada llena de rencor.

"Katherine… el jefe solo esta siendo cortes", expreso él tratando de ocultar su evidente enojo.

"Con palabras descorteses... ¡vaya forma de mostrarse educado!", no, no era el efecto del vino sobre ella, era el valor que le había llenado el aún joven pecho.

Michiru ante el atrevimiento de su madre sonrió.

"Me disculpo, no volverá a ocurrir", asintiendo, Katsumoto inclino la cabeza para con la chiquilla.

Aún en medio de esa discusión, hubo algo que a Isao lo hizo sonreír satisfecho. Y es que el interés de su socio por su mujer parecía haber terminado, volcando por completo todas sus atenciones hacia su hija.

"¿Por qué mejor no pasamos al jardín?", poniéndose de pie, el regordete hombre cuestiono. Deseaba cerrar el trato y que por fin le entregara la otra parte del dinero prometido.

"Estaré encantado"

Habiendo tomado asiento en una de las mesitas exteriores, entre ambos hombres se hizo el silencio, hasta que Katsumoto lo rompió.

"En verdad debo decir que su hija es muy bella, para nada se parece a usted", dijo dejando escapar una risa burlona. "¿Esta seguro de ser el padre?... por favor no se ofenda, es una broma"

"Es la única. Y me alegra mucho que se parezca a su madre", orgulloso contesto.

"Lo primero si que no se lo creo, lo segundo lo agradezco", encendiendo un puro, cruzo la pierna sobre la otra. "Me muevo en los círculos más selectos, así he conocido mucha gente, más debo decir que jamas había tenido el placer de conocer a una joven tan educada y hermosa como ella. Es una lastima porque parece que no del todo le agrado"

"Por favor no piense eso. Mi hija es muy discreta en sus modos, pero tenga por seguro que usted le agrada"

"Señor Kaio, usted y yo tenemos gustos diferentes. A usted le atrae ir a esos sucios salones a buscar mujeres, yo prefiero buscarlas en la opera y en el museo. Y es por eso que debo reconocer que si esa dama no fuera su esposa, yo estaría encantado de cortejarla"

"¿Qué me quiere decir?", intrigado y tratando de ocultar la molestia que esa confesión le causo, Isao tomo con fuerza su copa.

"Me queda más que claro que con la madre no tengo ninguna aspiración, en primera porque no es libre, en segunda porque no le agrado. Así que no finja, señor Kaio. Sabe de que estoy hablando… su hija en verdad también ha llamado mi atención, y digamos que me gustaría conocerla. Con su consentimiento, claro esta", llevando el puro a sus labios, observo al tosco hombre a los ojos.

"Señor Katsumoto, esto me toma por sorpresa", fue bueno y modesto al fingir. Hacía ya mucho que deseaba escuchar esas palabras.

"¿Va a decirme que esta comprometida?, ¿Va a decirme que un acercamiento con ella me es imposible?", con cierta ironía cuestiono. "¿Es porque podría ser yo casi su padre?. Véase a usted y a su esposa. Ella es muy joven"

El pelinegro negó con la cabeza; "No, por supuesto que no. Mi hija no esta comprometida, ademas la edad poco tiene que ver en estas cosas"

"Escuchar que no tiene compromiso alguno me sorprende mucho. Y es que a una mujer como ella los pretendientes no le han de faltar, ¿Verdad?"

"Es mi única hija, he sido cuidadoso en ese aspecto", bebiendo todo el contenido de su copa, replico.

"Entiendo, si yo tuviera hijos sería igual de celoso que usted... Supongo que a su esposa no le hará mucha gracia el que me acerque a ella", recordando el incidente con el vino, dio un trago a su copa.

"Mi esposa sabe que yo tomo las decisiones", contesto Isao volviendo a servirse.

"Es cierto, hablar de ciertas cosas con las mujeres es casi imposible. Ademas entiendo que su esposa este preocupada por su hija"

"Eso es algo que también a los padres nos preocupa"

"Hable con su hija y dígale que estoy interesado en conocerla. Si la convence, entonces mañana estaré encantado de recibirla en mi casa. A esas paredes le hace falta la alegría que solo la presencia de una mujer puede dar"

"Lo haré. Téngalo por seguro"

"Estaré esperando, ahora con su permiso", el pelinegro Katsumoto se puso de pie y haciendo una reverencia, dirigió sus pasos hacia la salida. "No piense que me he olvidado de lo otro", añadió antes de cerrar la puerta detrás de él.

Fue entonces cuando Kaio sonrió complacido. Si ese hombre se interesaba por su hija y la convertía en su esposa, el beneficiado sería él.

"Michiru, ven aquí", de forma tosca como era su costumbre, ordeno con un grito.


(Nagasaki)

Empapado por la lluvia y el sudor, Tenou ingreso en su estudio, dirigiendo sus pasos hacia la caja fuerte que en el suelo se encontraba oculta y a la que ya le hubiera cambiado la combinación. Revolviendo en ella los documentos y el dinero que de su herencia le quedaba, aquello que tanto temía se había vuelto una terrible realidad.

"No, no puede ser", dijo llorando al ver que el broche no estaba.

"¿Ocurre algo?, Haruka", cuestiono la hermosa joven Mina al escucharlo gritar.

El rubio negó con la cabeza; "No, no es nada", expreso limpiándose las lagrimas que le llenaban las mejillas.

"Soy un tonto, tan tonto que no me había percatado de su ausencia. Lo he perdido, he perdido el broche que ella me obsequio", expreso cubriéndose el rostro con ambas manos para llorar de forma abierta.


(Notas de autor)

Hago mención de ese broche (prendedor) en el capitulo XX y en el capitulo XXII. Lo del broche perdido es una analogía, piensen a que se refiere y me dejan su comentario.

Vamos en el capitulo 30, pero debo decir que este fic apenas acaba de comenzar.

kaiohmaru; Por ese arco tendremos que esperar otros 84 años xd

Michelle; Ese hombre merece todo lo malo, el problema es que arrastra a su familia consigo.

Isavellcota; Mina no sera ningún problema en esta ocasión. Eso tenlo por seguro.

Hotaru tomoe; Hoy en día se viven muchas injusticias, imagina como debe de haber sido esa época. No debió ser nada fácil ser mujer en una sociedad como esa. Esta Mina nada que ver con aquella que conocimos en un principio, ahora es buena. Tienes razón, ella se puede convertir en un dolor de cabeza para nuestra pareja, sino es que ocurre antes otra cosa.