El Señor Sesshomaru, luego de terminar nuestro encuentro, no dejó de besarme muy suavemente en el cuello y los hombros, intentando arrullarme. Sentía su respiración pausada y amorosa recorrer mi piel y con suavidad rozar la punta de sus dedos por mi desnudez.
Él sabía que no estaba dormida, así que en algún momento me susurró al oído que me durmiera, pero era imposible para mí hacerlo cuando sentía a mi lado su cuerpo erguido y sus brazos cobijarme de esa forma, pero más allá de eso, los latidos de su corazón que me confirmaban su incesante deseo.
Además, haber escuchado su voz en celo decir que me amaba no dejó de darme vueltas durante la noche. No mucho después, un calor nocturno me azotó cuando di rienda suelta a mis fantasías con el señor Sesshomaru, con aquel que dormía a mi lado y trataba dormirme aunque me provocaba justo lo contrario.
Rin: - Señor Sesshomaru…
Sesshomaru: - ¿No puedes dormir?
Rin: - Es que sus manos son muy inquietas.
El demonio, al escucharla, se detuvo.
Sesshomaru: - No lo haré más – se dio media vuelta.
Rin: - Amo Sesshomaru – dijo hundiendo su cuerpo en el moko moko del daiyokai – me gustó escucharlo decir lo que siente por mí.
Él no respondió.
Rin: - Pero aunque no lo dijera nunca, yo lo sé desde hace mucho. Eso me hace aún más feliz.
El demonio la miró de reojo y notó que sonreía.
Sesshomaru: - Mañana nos iremos del palacio ¿Te gustaría vivir en el palacio que me fue heredado?
Rin: - A Rin le gustaría vivir donde su amo prefiera.
Él se dio media vuelta y mirándola a los ojos, le dijo:
Sesshomaru: - Yo te seguiré a dónde vayas.
Rin: - Señor Sesshomaru, se ha vuelto tan tierno – le acarició el rostro.
Sesshomaru: - ¿Quieres vivir en la aldea?
Rin: - ¿Qué tal el palacio que está en medio del bosque? Era mucho más pequeño y también muy hermoso. Tokyoji ha muerto hace mucho, no hay problema si regresamos allí.
Sesshomaru lo consideró.
Sesshomaru: - Entonces, regresaremos allí. Que Jaken recoja tus cosas y limpie el lugar.
Rin: - ¡Yo también puedo ayudar! Después de todo será nuestro hogar.
Sesshomaru: - Ahora duérmete.
Rin: - Pero su cuerpo sigue… muy enérgico, yo tal vez pueda-
Sesshomaru: - Mi cuerpo no dejará de estar encendido aunque volvamos a unirnos.
Rin: - ¿Es así?
La humana se quedó meditando lo que su suegra le había comentado.
Rin: - Tal vez una esposa no es suficiente para usted.
El demonio se sorprendió al escuchar aquello.
Sesshomaru: - Para ser humana has dicho algo demasiado frívolo.
Rin: - Pero si no usted se va a sentir así siempre durante las noches de luna creciente.
Él se levantó y se colocó sobre ella, quedando cara a cara.
Sesshomaru: - Es debido a tu aroma que mi cuerpo reacciona de esta forma.
Ella se ruborizó.
Sesshomaru: - Además, no necesito ninguna esposa, yo solo… - la tomó del mentón y le dio un beso.
Rin: - Yo tampoco necesito un esposo, solo necesito a mi señor a mi lado. Además, no podría compartirlo con nadie. Lo lamento. - se ruborizó.
La humana abrazó su cabeza, dejando al demonio respirando entre sus senos.
Rin: - El señor Sesshomaru es solo mío.
El demonio permaneció sintiendo la tibieza de sus senos, mientras escuchaba los latidos de su corazón.
Dices que ya sabías que te amaba… tal vez tengas razón, después de todo, las palabras son siempre más lentas que el corazón.
Además, aunque me cuesta aceptarlo, es cierto, mi vida te pertenece.
De repente, percibió el dulce aroma de su humana en el aire.
Rin: - Una vez más – dijo abriendo las piernas y cubriéndose parte del rostro.
Sesshomaru: - ¿Estás segura?
Rin: - Sí.
El demonio procedió a embestirla con suavidad miéntrqas la miraba a los ojos.
Sesshomaru: - Eres muy tierna.
Rin: - Amo Sesshomaru ¡Ah!
Entrelazaron sus manos, sus labios y sus cuerpos al vaivén de la calurosa noche. Esa vez, Rin escuchó los profundos gemidos del demonio justo en su oreja, como si él quisiera que los escuchara.
El señor Sesshomaru está tan entregado… Mi señor.
. . .
Los rayos del sol chocaron en la tierna piel de Rin, lo que provocó que despertara. Abrió los ojos y vio que su amo no estaba a su lado. Rememoró lo sucedido durante la noche y le fue imposible no sentir mariposas en el estómago.
Poco después se levantó para lavar su cuerpo y comenzar el día de la mejor manera, pero…
¡Ah! Mi cabeza da vueltas, mi cuerpo, mi cuerpo… ¡Sigue caliente!
Sonaban sus patitas en el piso de madera, mientras, aún ebrio y acalorado, entraba sin saberlo en la habitación de los amantes.
Aun cuando se escuchaba el agua tibia golpear en la piel de la humana, el confundido renacuajo se dejó caer en las sábanas que fueron testigo de la pasión del daiyokai hacia la humana. Allí, se envolvió como si aquel acto le quitara la sensación tan incómoda de la que era preso su verdoso cuerpo.
Esta sábana huele a… huele…
El aroma de sus cuerpos impregnó la piel de Jaken, disimulando en gran medida su olor demoníaco y todavía más el fatídico afrodisíaco que había ingerido mezclado con el sake.
¡Ah! ¿Dónde me encuentro?
Rin había dejado de bañarse y ahora embalsamaba su cuerpo con una loción floral que ella misma había preparado. Mientras que Jaken se revolvía entre las sábanas que ya lo cubrían enteramente. En eso, el daiyokai regresó a la habitación.
Rin, sigues dormida, debes estar exhausta …
Se acercó a las sábanas y vio una silueta extraña, la pequeña Rin, que ya no era tan pequeña, podía dormir en unas posturas muy extrañas, pensó el demonio. No obstante, dejando su excesiva racionalidad por una vez, decidió sorprender a su amada con un acto cariñoso desenvolviéndola y dándole un tierno beso.
Pero cuando tomó aquel menudísimo cuerpo y le quitó la sábana lo que vio iba más allá de una mala broma, una pesadilla o un horroroso espectro, sino que era nada más y nada menos que ¡JAKEN! Quien, semidesnudo y todavía invadido por el efecto del afrodisíaco, miraba a su amo con sus típicos ojos que reflejaban devoción y un dejo de ternura.
Jaken: - Amo Sesshomaru – dijo al ver su silueta, muy sonrojado - ¡Soy su esclavo!
El daiyokai sintió su sangre congelarse, su corazón detenerse y un incesante instinto asesino emergió.
Sesshomaru: - ¡JAKEEEEEEEEN! – dijo tirando aquel pequeño espantajo al suelo - ¿¡Qué haces en el lugar de Rin!? ¡BAKUSAIGA!
Jaken: - ¡AAAAAAAAAAAH! ¡POR PIEDAD, MI SEÑOR!
Rin, al escuchar la voz del demonio que había sonado como un rugido, salió como una bala del cuarto de baño, cubierta únicamente con una ligera tela blanca.
Rin: - ¿Qué ha pasado?
Sesshomaru: - Jamás debí aceptar que vinieras conmigo ¡Retorcido!
Jaken: - ¡Espere, por favor! ¡No entiendo qué hago aquí!
Dijo en un grito, con lágrimas en los ojos y la frente en el suelo, en total sumisión.
Rin: - ¡Señor Jaken! ¿Qué hace aquí?
Jaken: - ¡Rin, sálvame! ¡No quiero morir!
Sesshomaru: - ¡Debiste pensarlo antes de pasarte de listo!
Jaken: - ¡AAAAAAAH!
Rin: - ¡Debe ser un malentendido! – se puso de rodillas y abrazó a Jaken en señal de protección.
Jaken: - ¡Rin!
En un mal movimiento, el desdichado demonio se acercó demasiado a ella, provocando que su cara chocara contra uno de sus senos, que, dicho sea de paso, estaba prácticamente al aire.
Al sentirlo, ella gritó agudamente, y el daiyokai al ver la escena, sintió una furia que le hizo hervir la sangre.
Sesshomaru: - ¡JAKEN!
El demonio le dio una patada al sapo, quien salió despedido por los aires, atravesando la puerta de papel que estaba cerrada.
Jaken: - ¡AAAAAAAAAAAAH!
El infame cayó en el duro suelo del palacio, que era similar al que se hallaba cerca del trono de Inu no Kami.
Jaken: - ¡Argh! Creo que… mejor me muero ¡Ay!
En ese momento, la demonio perro regresó con rostro sereno.
Irasue: - ¿Oh? ¿Te has muerto? ¿Qué pasó? – expresó con tono burlista.
Al momento, el daiyokai apareció ante sus ojos, emanando una energía sumamente hostil.
Sesshomaru: - ¿Cómo te atreves, madre?
Irasue: - ¡Qué hijo más desconsiderado! Incluso les di su espacio.
Sesshomaru: - ¡No vuelvas a hacer eso!
El daiyokai tenía el rostro sombrío.
La demonio perro había regresado después de fallar en sus propósitos. Aunque no era propio de ella ensañarse con una presa sentía que conocía de algún lado a aquella misteriosa encapuchada. Quería darle fin a su curiosidad y al mismo tiempo, dejarlos solos y causar revuelo en aquel aburrido ambiente del palacio.
Desgraciadamente, incluso si sentía los remanentes de su disimulado aroma demoníaco, no pudo hallarla.
Irasue: - ¿La humana sigue dormida? Debió quedar exhausta.
Su hijo la miró desafiante.
Sesshomaru: - No creo que hayas salido del castillo a buscar pareja. Solo querías molestarnos.
Irasue levantó la ceja.
Irasue: - Ese comentario no es propio de ti ¿Ya dejaste que la humana se metiera en tu cabeza?
Sesshomaru: - Se lo diste a Jaken ¿No es así?
Ella sonrió.
Irasue: - ¿Pasó algo con tu inocente súbdito?
Sesshomaru: - ¡Míralo!
El pobre Jaken seguía en el suelo, moribundo, lesionado y aún mareado.
Jaken: - Argh…
Irasue: - Si no tienes nada más que decir iré a mi trono.
La mujer demonio se desplazó con la elegancia y parsimonia de siempre. Luego se sentó y miró desde su trono el horizonte de las nubes de la mañana. Había comenzado algo movido el día en el palacio.
. . .
El señor Sesshomaru y yo decidimos irnos ese mismo día del castillo. Un avergonzado Jaken estuvo ausente algunos días, pero con el tiempo mi amo decidió hacer como si hubiera pasado nada.
Al parecer, la madre del señor Sesshomaru le había permitido quedarse unos días en el palacio. Por otro lado, los amantes durante su primer día en el pequeño palacio…
Sesshomaru: - ¿Estás bien haciéndolo por ti misma?
Rin: - ¡Sí! No se preocupe, Amo. Todo está un poco empolvado, pero bastará unas horas para dejarlo como nuevo.
Aunque Rin le había dicho eso, el demonio colaboró llevando las pesadas sábanas y futones ya limpios a tender. También, recolectó frutas y algunas hierbas aromáticas. Por su parte, ella abrió las puertas y ventanas para ventilar el espacio, desempolvó la casa, incluyendo las habitaciones y los utensilios y muebles de la cocina y la sala, y por último limpió el piso. Unas horas después ya estaba prácticamente todo listo.
La humana, que acomodaba sus kimonos y otras pertenencias en su respectivo lugar, fue descuidada y dejó caer su preciada caja musical, la que su amo le había regalado.
Rin: - ¡Oh no!? ¡Qué lástima! – dijo levantándola del suelo.
Recogió los pedazos y con mucha tristeza se dirigió a las afueras del palacio donde el daiyokai se encontraba sentado, sintiendo los rayos del sol darle justo en el rostro.
Rin: - Mire, la he roto.
Él la miró sin responderle.
Rin: - Me gustaba tanto, su melodía era hermosa.
Sesshomaru: - Te compraré otra.
Rin: - Pero igual, esta caja de música era muy importante para mí.
Sesshomaru: - ¿Recuerdas la melodía?
Rin: - Umm, sí, creo que sí.
El demonio se levantó y se marchó hacia el palacio. Mientras tanto, Rin preparó el té y la comida. Para su regreso, la vio sentada en la pasarela del palacio tomando té, mientras apreciaba los pájaros revolotear en el cielo de la tarde amarillenta.
Sesshomaru: - Rin.
Ella volteó a verlo.
El demonio traía en sus manos un koto nuevo, grande y de madera.
Rin: - ¡Oh! Es un koto.
Sesshomaru: - Tocaré para ti si así lo quieres.
A la humana se le iluminaron los ojos.
Rin: - Me encantaría.
Se sentó junto a ella y adoptando una posición óptima comenzó a tocar el instrumento de forma magistral. Rin dejó que sus oídos fueran invadidos por la música, que le pareció melodiosa y algo triste.
Rin: - Me encantó la canción, fue maravilloso.
Sesshomaru no respondió, sino que empezó a tocar la misma melodía de la caja musical.
Ella se sorprendió gratamente por el detalle. Le había gustado tanto la interpretación que le pidió que la volviera a tocar muchas veces.
Antes de que se diera cuenta se había hecho de noche, las estrellas aparecieron en el cielo y los sonidos de la noche acompañaron la música producida por el daiyokai.
Rin: - Señor Sesshomaru.
Sesshomaru: - ¿Sí?
Rin: ¿Podría tocarla una vez más?
El demonio así lo hizo, mientras ella se fue arrullando con las notas que producía el koto. Sin haber terminado de tocar, el demonio se percató de que su esposa dormía, tendida en el suelo, muerta de cansancio.
Cuando terminó de tocar, la llevó a la habitación y veló por su sueño hasta el día siguiente.
. . .
Los días pasaron, Jaken junto con Ah-Un ya habían regresado y todo parecía en calma. Esperaban que esta vez sí fuera el inicio de una vida matrimonial tranquila y armoniosa.
Los amantes pasaban gran parte del día juntos, dando paseos por los campos de flores vecinos, comiendo frutos silvestres y otros alimentos que el demonio traía para ella, hablando de muchas cosas sin importancia. Asimismo, Sesshomaru siguió tocando el koto para ella, así como Rin cantaba para él.
Las tardes calurosas se fueron acabando y con ello la inminente llegada del otoño. Poco a poco, las hojas de los árboles comenzaban a teñirse del color rojizo de la tarde.
Rin se sentía inmensamente feliz en compañía de su amo. A veces pensaba que nunca se iba a acostumbrar a sentir sus besos, sus manos y su cuerpo entrelazarse con el suyo. Poder tocarlo, escucharlo y verlo todo el tiempo, parecía demasiado bueno para ser verdad.
Así, una noche de tantas, la luna creciente volvió a aparecer en el cielo. El demonio caminaba en soledad por el inmenso prado cercano a su hogar. Veía el pasto crecido ondearse bruscamente ante la implacable brisa otoñal.
Sesshomaru se sentía extraño, un sentimiento de felicidad lo invadía cada vez más. Sus deseos de lucha y poder hace mucho habían mermado y sustituidos por los de cariño y protección, confianza y afecto. Pero ahora, cada vez aumentaba más su deseo de poseerla, de no soltarla nunca, como si pudiera fundirse dentro de ella para siempre.
Se sentía extraño porque sus emociones lo invadían de sobremanera cuando se entregaba a ella, no sabía si por el amor que le tenía o por haber compartido cada uno un poco de su sangre, pero esta noche, como muchas otras, sentía unos inmensos deseos de poseerla.
Y eso, a fin de cuentas, le avergonzaba, cada vez se sentía más preso de sus besos y caricias, siendo dominado por su ternura y pasión, por su cuerpo terso y cálido, sus labios rosados y húmedos y sus ojos anhelantes.
Aquellos movimientos desesperados por acabar, sus sonidos placenteros y la forma en cómo le metía la uñas en la espalda le transitaban por las venas, y al mismo tiempo, por su mente. Y esa noche sus deseos lo fueron envolviendo en una vorágine de fantasías.
El demonio regresó a casa y la vio acomodando el resto de las cosas que Ah-Un y Jaken habían traído del palacio contiguo al de su madre. Él se quedó en la puerta viéndola muy concentrada. Se veía tan hermosa.
Sin poder resistir la abrazó desde atrás y la atrajo a su pecho, que hacía varias semanas carecía de su típica armadura.
Sesshomaru: - ¿Estás ocupada? – le mordió suavemente la oreja.
Rin: - ¡Me asustó!
El demonio tomó sus senos y empezó a moverlos con pasión, sintiendo cómo sus pezones despertaban entre sus manos.
Ella solo gemía y se dejaban acariciar, era presa de él y no tenía problema alguno con eso. Con el paso de los meses, y desde la primera vez, se sentía más motivada a complacer sus deseos sexuales y los de su motivado amo.
Aquellas caricias lujuriosas y al mismo tiempo, llenas de cariño, fueron colmando de vapores la habitación, provocando en ella unos sonidos cada vez más sugerentes y graves resoplidos en el daiyokai.
Sesshomaru: - Ya no puedes más, estás tan húmeda.
Tenía sus manos en su intimidad y movía sus dedos con suavidad, revolviendo su fina carne húmeda y caliente.
Rin: - Usted también.
A cómo podía, pasaba su mano por el erguido miembro de su amo, que la amenazaba desde atrás.
Sesshomaru: - Rin.
El demonio sacó su sexo y dejó que ella, al darse la vuelta, lo apreciara.
La luz de la luna creciente se filtraba por la ventana enrejada. La luz de la vela se había apagado sin que ellos lo notaran, pero aún así, podían ver sus cuerpos sin problema.
El demonio se desnudó, mientras ella pasaba su mirada por aquel fornido cuerpo. Él se acercó a ella mordiéndose los labios y frotando lentamente su intimidad con su mano.
Sesshomaru: - ¿Quieres que entre ya?
Ella le respondió quejándose cuando sintió en su sexo la punta resbaladiza masturbarla, y en su cintura sus garras aprisionarla.
Rin: - ¡Señor Sesshomaru!
Sesshomaru: - Eres mía, toda mía.
Los pies de Rin ya no tocaban el suelo, el demonio la había alzado y la tenía abrazada, mientras la seguía acariciando con su miembro. Aquel movimiento húmedo y placentero los fue humedeciendo tanto, que provocaba un sugerente sonido. La humana escuchaba aquello y se ruborizaba demasiado. Al parecer le gusta oírlo.
Él solo la miraba disfrutar y cerraba sus ojos sintiendo el deseo poseerlo por completo.
Rin: - ¡Ah!
Sesshomaru: - ¿Estás por venirte?
Rin: - ¡AAAH!
La humana tembló al sentir aquella corriente de placer recorrerla desde su sexo hasta la cabeza. Temblando como estaba, el demonio la sentó en un taburete que había en la habitación, pero antes de que ella pudiera abrir los ojos, sintió en su boca el miembro de su amo intentando introducirse.
Ella elevó su rostro para conectar con la mirada ambarina y ahora deseosa de su señor.
Sesshomaru: - Déjame sentir tu lengua.
Ella se ruborizó aún más, parecía no acostumbrarse a escuchar aquella voz profunda pedirle semejante cosa.
Rin abrió su boca y saboreó casi enteramente la intimidad de su amo. Él movía sus caderas, disfrutando aquello.
Sesshomaru: - Rin…
Ella aceleró el movimiento. No tardó mucho tiempo para que el demonio dejara salir su esencia, que la humana la saboreó complacida.
Rin: - Mi señor…
Sesshomaru: - No es suficiente.
Rin se acostó en el futón, testigo y partícipe nocturno de sus encuentros amorosos. El demonio aproximó su rostro a la intimidad de Rin, pero ella lo detuvo.
Rin: - Lo quiero ya… - dijo avergonzada.
Él obedeció excitado. Levantó una de sus delgadas piernas y sumergió su miembro deseoso en ella. Aquel cuerpo pequeño lo aprisionaba, como si no quisiera dejarlo ir nunca. La humedad y calidez de ambos fue aumentando a medida que se multiplican las embestidas.
Rin miraba a los ojos al daiyokai y él también a los de ella. Envueltos en amor y deseo, la unión se fue prolongando en varias posiciones, cada una más placentera que la otra.
Juntos terminaron una última vez, mientras el daiyokai apreciaba a la luz de la luna el rostro de Rin que revelaba el placer que sentía. Entrelazó su mano a la suya, y aun después de eyacular, se quedó mirándola, embelesado.
Sesshomaru: - Rin.
La humana se durmió casi de inmediato y él, algo sorprendido, salió de ella y se acostó a su lado. Una parte de él, una pequeña parte, había deseado que su esencia pudiera alojarse en ella y crear una nueva vida.
. . .
Los días pasaron y Rin reanudó sus estudios con ayuda de su amo, acerca de la escritura y lectura de los kanji. Mientras recogía hierbas y frutos, también recogía flores para hacer arreglos florales, que cada vez le quedaban más lindos y la mezcla de aromas, más armoniosa. Todo gracias a la práctica y en gran medida, denido al libro de las flores que el daiyokai le había dado. La humana poco a poco iba dejando atrás aquella personalidad tan infantil y distraída.
El demonio la veía concentrada leyendo o haciendo sus cosas y se enternecía al tiempo que le daba curiosidad ver el esfuerzo y dedicación que fascinaba a algunos seres humanos, por ejemplo, a Rin. Definitivamente, había rasgos en ella que nunca iba a poder entender.
Una tarde del mediodía, ella leía un libro denso, que hablaba acerca de una cruenta guerra entre imperios lejanos. No entendía mucho, pero como era ilustrado, se valía de ello para seguir leyendo.
El señor Jaken dormitaba a su lado, pues no hace mucho habían almorzado.
En ese momento, el daiyokai regresó trayendo algunos alimentos y otros objetos que había obtenido para esos días. Cuando entró a la casa vio a Rin muy concentrada leyendo. Ella al verlo lo recibió con una sonrisa.
Sesshomaru: - He traído alimentos.
Rin: - ¿Consiguió melones?
Él asintió.
Rin: - ¡Qué bueno! Iré a la cocina a traer un cuchillo.
La humana se levantó y se fue corriendo hacia la cocina. El demonio puso los melones en la mesa de la sala de estar cuando escuchó que unos platos caían al piso estrepitosamente.
Al momento, Sesshomaru y Jaken, quien despertó por el estruendo, se dirigieron a toda prisa a donde ella se encontraba. El demonio la sujetó de la cintura, ayudándole a incorporarse, ella apoyó su cabeza en el torso de su amo, con los ojos cerrados y mostrando cierto malestar.
Rin: - Creo que me maree, no es nada.
Sesshomaru se le quedó mirando y percibió en su aroma algo distinto. Entrecerrando los ojos, tuvo una corazonada que no pretendía de ningún modo ignorar.
