CAPÍTULO XXXI

EL FIN DE UN TODO

(Londres. Hace veinte años)

Lo que aquella mañana hubiera comenzado con un simple paseo por entre los jardines de la casona, el inevitable paso del tiempo se había encargado de hacerlos más personales y ese en especial, cambiaría sus vidas para siempre.

Así pues, el parque perfumado con los suaves aromas de la primavera, era el telón perfecto para tan magnificas escenas.

Las felices parejas de enamorados, tomados del brazo sonreían ante la alegría de los hijos. Los chiquillos, emocionados por el color de las flores, reían y jugaban en torno a las preciosas jardineras.

Katherine, disfrutando de la magnifica vista, en una de sus manos sostenía el vuelo de su fino vestido mientras que en la otra llevaba el paraguas de encaje. A su lado, el menudo pelinegro avanzaba con paso lento al mismo tiempo que con cariño y emoción le hablaba de su lejano hogar.

¿Qué si Katherine lo amaba?, ella amaba, pero no a él.

"Muy interesante, señor Kaio", expresaron sus labios, aunque muy dentro de ella estaba cansada de tener que acompañarlo cada tarde, como era el deseo de su padre.

"Lo es, señorita", replico él llevando la mano dentro del bolsillo de su pantalón.

Un chiquillo, habiendo arrojado su pelota, esta rodó hacia los pies del extranjero. Isao sonrió complació he inclinándose, la tomo. "Aquí tienes", amablemente la ofreció en sus tiernas manitas.

¿Qué si Isao por ese entonces era educado?, parecía serlo, tratando de impresionarla con esos pausados modales de caballero, a los que ella tan acostumbrada estaba. Y es que después de todo, él no era el primero que trataba de hacerle la corte.

El niño sonrió y tomándola, continuo su infantil y despreocupado juego.

"La alegría de los hijos es la alegría de los padres", expreso el hombre. "¡Qué ganas de volver a ser niño!"

"Eso es un imposible, señor Kaio. Es parte de la naturaleza el renunciar a la infancia para convertirnos en adultos", ella contesto.

"No lo crea así. Mire el rostro de esos orgullosos padres, en ellos asoma la niñez perdida. Viven su infancia a través de sus hijos"

"Interesante observación"

Katherine comprendía hacia donde su padre quería llevar aquella relación en la que ninguno de los dos parecía tener algo en común, salvo el interés por la familia. Algo que desde niña ella hubiese soñado. Así que tratando de escapar a esa negra mirada en la que se podía contemplar cierta frialdad, dirigió la suya hacia la acera de enfrente, donde contemplo algo que de haber sabido que atestiguaría, hubiera también desviado su camino.

Aprovechando esa pausa, Isao se coloco frente a la mujer y llevando la mano al bolsillo interno de su saco, extrajo una fina caja.

Sin aliento, pero no porque ese sujeto al que apenas conocía estuviera a punto de pedirle matrimonio, sino por esa dolorosa escena que más allá se abría frente a ella, sintió como poco a poco sus miembros perdían fuerza, amenazando con derrumbarla.

Y es que Albert, paseando del brazo de una humilde chiquilla, sonreía con sutileza mientras que de cuando en cuando besaba sus sonrosadas y aterciopeladas mejillas. Sí, los besos que la rubia tanto hubiera deseado, pertenecían a otra.

Isao Kaio, enmarcando una sonrisa en su rostro, seguro de si mismo hizo aquella pregunta que terminaría cambiando para siempre la vida no solo de ellos dos, sino la de todos aquellos quienes algún día llegarían a rodearles.

"Hace tiempo escuche a alguien decir que la felicidad de un hombre esta en la mujer. Jamas fui feliz, sin embargo cuando la conocí algo cambio dentro de mi. Así que ahora quiero preguntarle... ¿Se casaría conmigo?, ¿Quiere ser usted mi felicidad eterna?", cuestiono enmascarando su arrogancia detrás de esa mueca afable.

Katherine, ignorando aquella escena que había destruido toda su esperanza, en silencio se quedo un momento. Fue entonces cuando esa pregunta obligada asalto su cabeza; "¿La felicidad de una mujer esta en el matrimonio y en los hijos?... ¿Mi felicidad esta en este hombre al que no amo?"

Comprendiendo y aceptando ese destino al que Albert sin querer la había orillado, asintió contra su voluntad y es que si su amado había encontrado la felicidad, ¿Por qué ella no debía tratar de encontrar la suya propia?

"Con la llegada de los hijos, estoy segura de que aprenderé a quererlo", pensó tratando de contener las lagrimas. "Si" replico sin mucho animo, con los labios secos y sin aliento en el pecho.

Sabiéndose triunfador, el que un día se convertiría en un hombre orgulloso, cobarde y sin sentimientos, la tomo por los menudos hombros y acercado su rostro al de ella, la beso.

Ese beso, el primer beso que tan reservado tenía para el hombre amado, de sus labios había sido arrancado por el que para ella sería uno de los dos sujetos más despreciables sobre la tierra.

Sí en ese momento hubiera sabido que su decisión algún día terminaría destruyendo a esa persona aún desconocida a la que ella llegaría amar con toda su alma, entonces se hubiera rehusado a ese forzado matrimonio, aunque eso significara no haberla concebido.


(Residencia Kaio. Presente)

Insomne y sin otro pensamiento llenandole la cabeza, la hermosa Michiru había pasado la noche presa de la indecisión. Reviviendo a cada instante la conversación que durante la tarde pasada hubiera sostenido con el hombre al que juro jamas volver a llamar padre.

-Flashback-

Acudiendo a su insistente llamado, contra su voluntad la chiquilla firmemente se planto ante él.

Sonriendo porque hubiera acatado su orden, como él pensaba y debía ser, Isao le indico que se sentara. Por su parte, sin moverse la joven fijo su mirada en la de él. En ese momento ni los golpes ni las duras palabras ya podían lastimarla. Su único dolor era el estar lejos de su amado.

"Eres orgullosa como yo", el pelinegro expreso contento de ello. "Si hubieras sido hombre...", trato decir, sin embargo rápidamente su hija lo silencio.

"Estoy muy contenta con ser mujer. En ser como soy", replico elevando la voz.

"Me agrada, esa actitud tan fiera me agrada porque la heredaste de mi. Me alegra mucho tenerte por hija, por favor no creas lo contrario. ¿Sabes por qué?... un día lo sabrás, aunque supongo que tu madre ya te lo ha dicho"

"¿Qué deseas?"

"Espera, deja que termine lo que iba a decir. Si fueras hombre, serías como yo. De eso estoy seguro"

"Eso jamas", fue la corta contestación que la aguamarina ofreció.

Ignorando esa actitud desafiante, el peligro se puso de pie y caminando hacia ella, la tomo por los menudos hombros; "Hace días que quiero que hablemos de algo muy importante para ambos, sin embargo considero que es más importante para ti"

"Dudo que tengamos algo de que hablar", indiferente replico.

"Michiru, eres mi única hija, la única qué de mi ha nacido. Créeme si te digo que me preocupo por ti. Y aunque sé que ahora me odias por lo que sucedió, quiero que me escuches. Esto es algo que en un futuro me lo agradecerás", por primera vez, hablo como el padre compresivo que no era. Intrigando con su actitud a la joven.

"¿Qué puede ser?", cuestiono con el mismo tono de antes, fingiendo ese interés que en ella había logrado despertar.

"Saburo Katsumoto es un hombre mayor, pero es rico. No sé si lo habrás notado, pero muestra un gran interés por ti"

Enfadada, Michiru alzo la voz; "¿Qué es lo que estas insinuando?". Había jurado no volver a llamarlo padre, y se mantenía y mantendría firme en su promesa.

"¿No es lógico?, ese hombre esta interesado en ti. Quiere conocerte y quien sabe, quizás desee convertirte en su esposa"

Ante semejante descaro, Michiru negó con la cabeza; "Eso que me pides es imposible. Yo amo a un hombre y cuando él regrese me convertiré en su esposa"

Escuchando aquello que le revolvía el animo, Isao frunció el entrecejo; "¿Qué parte de no puedes casarte con ese inútil muerto de hambre no entiendes?"

"¿Por que no entiendes tú que lo amo?. Acepte ser su esposa y así será. Cuando él regrese podremos casarnos. Entonces no volverás a vernos, no volverás a saber de nosotros"

"Eres terca como buena mujer. Ese malnacido jamas regresara. No le será nada fácil olvidarse de lo que le hice, ¿En verdad crees que se arriesgara a hacerlo? Muy seguramente ese idiota ya ha de haber encontrado tu reemplazo. Burlándose ante todos de tu estúpida ingenuidad"

"Él jamas se olvidaría de mi, jamas se burlaría de nuestro cariño. Ademas él no es así, deja de juzgar a la gente. No todos viven como tú"

El pelinegro alzo la mano, amenazando con abofetearla, más esforzándose por no perder los estribos, desistió; "Eres ingenua y no entiendes que al lado de ese hombre solo te espera miseria. Con Katsumoto te esperaría lo mejor, viajes, lujos… todo lo que tú deses lo tendrás"

La joven Kaio negó con la cabeza; "No, no tendré lo que yo desee, tendré lo que mi juventud y mi belleza puedan comprar. En cuanto esas dos cosas se me terminen, también se cansara de ti. Soy una mujer, un ser humano que siente. No soy mercancía ni parte de tus negocios como para que a tu antojo quieras comerciar"

"Eres mi hija y debes obedecerme. Si yo pienso que eso es lo mejor para ti, entonces tú debes aceptar mis deseos"

"Con semejante proposición, me estas comparando con una prostituta. ¿Qué diferencia hay entre ellas y un matrimonio forzado por la conveniencia?, Dígame, porque yo no la encuentro", dejando que las lagrimas brotaran, cuestiono.

Isao en ese punto se quedo en silencio, era obvio que se había quedado sin argumentos.

La aguamarina se llevo una mano al pecho, recordando con ello su promesa; "Al lado de mi amado prefiero una vida llena de miseria y amor, qué una vida llena de lujo al lado de un hombre que me parece mezquino. Hacia ese sujeto al que quieres encadenarme, solo siento repulsión, porque es igual a ti"

"Hija, no entiendes como es la vida. Hablas de esa forma porque estas ilusionada, pero la realidad es muy diferente. No soportarías una vida llena de pobreza, qué es lo único que ese puede ofrecerte"

"Lo entiendo y créeme si te digo que no hay riqueza que pueda cambiar mis sentimientos. Amo al hombre que me jure y cuando él regrese, me voy a convertir en su esposa. Esa pobreza que me pronosticas, no me asusta"

"Falta que yo permita semejante aberración", enfurecido alzo la voz, golpeando con su puño el sillón.

"No hace falta, soy una mujer que ya ha tomado su decisión. Yo no soy mi madre"

Fue en ese momento que la aguamarina dio por terminada la conversación. Isao, sabiendo que había sido infructífera, entonces tuvo una idea. Una idea que terminaría por convencer a la inocente chiquilla.

"Hagamos un trato. Ve y conoce a Saburo, si no te convence entonces yo habré perdido. Respetare tus deseos de casarte con ese panadero", expreso sonriendo. Aunque su palabra poco valor tenía, era algo que Michiru sabía.

Atrapando su atención, la joven se volvió hacia él; "¿Qué has dicho?"

"Lo que escuchaste, hija. Ve y conoce a Saburo, si no te convences de seguirlo viendo... si no te atrae, entonces aceptare tu compromiso con ese sujeto. Juro que yo mismo te entregare en el altar. ¿Qué dices?", sonriendo ofreció.

"Mientes. No hay honor en tu palabra"

"No miento", el hombre fue firme al responder, dándole con ello la confianza de creerle. "Acusar a un hombre de no tener valor, es una infamia" añadió.

-Fin flashback-

Pensando en ello, la mañana sorprendió a la chiquilla sobre su lecho. Así que volviendo a meditarlo, después de un rato se puso de pie para comenzar con su arreglo personal.

Sí, asistiría a aquella reunión, pero no porque estuviera interesada, lo hacía por defender su amor. Deseaba hacer que su padre perdiera y cumpliera su promesa.


(Nagasaki)

La soleada y fresca mañana había llegado hasta ese pequeño rincón. El viento del verano arrastraba el perfume de las flores de los jardines vecinos, llenando de alegría la acera.

Contento porque el viento del Norte se hubiera llevado lejos las densas nubes que del Sur provenían y que hacía dos tardes hubieran dejado caer una espesa lluvia, satisfecho el rubio sonrió al ver que la fértil tierra estaba lista para ser sembrada.

Así que inclinándose sobre ella, con sus desnudas manos y con cariño comenzó a acomodarla.

"La tierra es como una madre. Da sus frutos para alimentar a sus hijos, los hombres. Por eso hay que cuidarla", expreso al mismo tiempo que con cuidado tomaba las plantas que en el vivero hubiera comprado. Luego comenzó a enterrar sus enredadas raíces. "Tienen que crecer bellas y dar jugosos frutos. Porque en cuanto las moras y las fresas hayan madurado, podre volver a Tokio por mi Michiru. Entonces ese desgraciado no podrá volver a separarnos", murmuro totalmente emocionado y sobre todo, convencido de que así sería.

"Necesitaran muchos cuidado", Takeo, el hermano de Mina expreso interesado en lo que el alto hombre hacía. Estaba totalmente intrigado por aprender el arte de cultivar la tierra.

"Así es, y cada día me encargare de dárselos", replico el orgulloso rubio.


(Tokio. Residencia de Katsumoto)

Habiendo escapado de su madre y de la nana, pero habiéndole avisado a Isao que cumpliría con su encargo, no porque tuviera algún interés en Saburo, sino porque deseaba que él aceptara su compromiso con el rubio, Michiru abandono la casona.

Sí ella hubiera sabido que esa equivocada decisión significaba el final de cada uno de sus sueños, a muerte hubiera paleado con su padre por defender su amor, sin embargo ¿Quién puede adivinar el futuro?

Así pues, incomoda y esperando que el compromiso pronto terminara, la hermosa aguamarina observaba las pinturas que adornaban los muros del amplio recibidor. Siendo la que más había llamado su atención, la de una tribu escondida en alguna selva del África Ecuatorial. Quien sabe, quizás a la memoria le traía el recuero de alguna vida pasada.

Posando su inquieta mirada sobre su encantadora y menuda figura, Saburo sonrío; "¿Le gustan?"

Interesada en la obra, la joven asintió; "Son demasiado buenas, la técnica empleada es nada fácil de dominar"

"Me alegra escucharla... es suya, siéntase libre de tomarla", dijo echándole un rápido vistazo.

Ante el ofrecimiento, Michiru negó con la cabeza; "Gracias, pero eso es algo que yo no podría aceptar"

"Piénselo, ahora pasemos al comedor. El desayuno ha sido servido", Katsumoto, sin desdibujar esa sonrisa, indico con un ademan. Luego de arrastrar la silla y luego de que ella se sentara, hizo lo mismo.

"Gracias", contesto apenada por las atenciones.

"Ayer tuve oportunidad de hablar con su padre, y la verdad es que me sorprende que siendo tan hermosa, no sea una mujer comprometida", encendiendo un puro, de forma despreocupada lo llevo a sus labios.

Al escuchar esas palabras, la joven frunció el entrecejo, despertado en ella la ira. Aunque fue cortés al responder; "No sé que le haya dicho, pero hace tiempo que estoy comprometida con un hombre muy bueno. Dentro de poco vamos a casarnos"

Por extraño que pareciera, su explicación no pareció perturbar al hombre; "No sabia que su padre fuera un mentiroso"

"Él es un hombre muy orgulloso. Digamos que no esta de acuerdo con mi boda, no esta de acuerdo con nada de lo mio", entristecía bajo la mirada.

"Por algo será", contesto el pelinegro bebiendo de su copa.

"Es solo que no acepta a mi prometido"

Saburo suspiro como dándose por vencido, aunque no era un hombre que estuviera acostumbrado a perder; "Ya entiendo. Desgraciado de mi, sin haber podido aspirar a la madre y ahora a la hija"

"Lamento mucho lo que él le haya contado", expreso la aguamarina asintiendo.

Saburo sonrió y recobrando la confianza que fingió haber perdido, sin importarle que ella pudiera llegar a malinterpretar su acción, llevo la mano a su rostro, acariciándole la suave mejilla; "No lo lamente. No es su culpa", siseo de forma entre cortada.

Ante ese inesperado toque, la mujer se alejo un poco; "Me ha pedido que venga a hablar con usted a cambio de respetar mi decisión, sin embargo creo que me equivoque". De forma rápida la joven Kaio se reincorporo, Saburo imito su acción al mismo tiempo que con fuerza tomaba su frágil mano para impedir que se retirara.

"¿Qué hace?", fue la pregunta obligada.

"Debió decirme la verdad y no hacerme ver como un estúpido", molesto, Katsumoto la acerco a él y aprisionándola entre sus brazos, la beso en los labios.

Resistiéndose a su agarre, molesta la aguamarina lo empujo para apartarlo de ella; "No se atreva", expreso dirigiendo sus pasos hacia la salida. "¿Que derecho cree tener?"

Katsumoto fue mas rápido y bloqueandole el paso, la tomo por la manga del hakama; "¿Qué no es mas que obvio?, no me voy a conformar con tan poco. Jamas lo he hecho"

"Déjeme ir", la chiquilla grito al adivinar cuales eran sus perversas intenciones, las cuales poco tenían que ver con una simple platica.

"Te vas a ir, pero cuando termine", contesto y abalanzándose sobre ella, con fuerza volvió a aprisionarla entre sus brazos, acercando su rostro al de ella para besarla.

"No, suélteme", temblando, fue capaz de ordenar mientras que en vano trataba de escapar. "Ayuda", grito presa del terror.

"No hagas que no sabes que es lo que quiero. Me gustas y no me voy a quedar con las ganas", Saburo chillo y apoyándola sobre la mesa, de un manotazo hizo a un lado los cubiertos.

"Por favor, no se atreva. Él sabrá esto", dejando que las lagrimas resbalaran por sus empalidecidas mejillas, la chiquilla continuo luchando en sus brazos. "Ayuda", volvió a gritar, obteniendo como única respuesta la risa del grotesco pelinegro.

"Tu padre es el imbécil mas grande que he conocido. Tú, tu boda y tu estúpido prometido no me interesan", elavandola un poco, la apoyo sobre la mesa. "No lo hagas más difícil, abre las piernas", ordeno enfurecido.

"No, por favor no me haga esto", llorando de forma abierta, Michiru grito mientras que con sus manos trataba de alejar ese repulsivo rostro del suyo.

"Nadie vendrá a auxiliarte. Mejor no te esfuerces y dame lo que quiero", en ese punto comenzó a besarla.

Invadida por un miedo atroz y paralizante, trato de arañarlo sin lograrlo. Asqueada ante las infames acciones del hombre, si es que se le podía llamar de esa forma, volvió a suplicar; "No, por favor no me haga esto"

Ignorando sus palabras y su doloroso llanto, con una mano el sujeto le rasgo el fino hakama, luego como si se tratara de una bestia, se echo sobre ella.

"Ya cállate", grito levantando su mano para abofetearla.

"Déjeme ir. Nadie lo sabrá", llorando expreso al mismo tiempo que estiraba su mano para tomar alguno de los cubiertos y hacerle frente.

Katsumoto observo sus intenciones y sujetándola por las muñeca, le quito el tenedor que había alcanzado a tomar. "Deja de gritar, no estará tan mal", de forma burlona rió. "Tu prometido me lo agradecerá. Será mi regalo de bodas"

Ante esas terribles palabras, la chiquilla saco todas las fuerzas que dentro de ella dormían y entonces, lo pateo cerca de la entrepierna, logrando así escapar a su agarre.

"Hija de puta", chillo el pelinegro ante el dolor.

Dispuesta a pelear a muerte para defender su honor, su amor y no dejarse mancillar, Michiru se limpio el rostro y tomando uno de los tenedores, grito; "No se me acerque, ahora abra"

"Esta bien, tú ganas", con dificultad, Katsumoto trataba de mantenerse en pie. Dirigiendo sus encorvados pasos hacia el fusan, de reojo observo a la chiquilla y haciendo un movimiento brusco, volvió a someterla. "Ya te dije que no me voy a quedar con las ganas", expreso dirigiendo sus manos hacia sus piernas.

Ante sus sucias caricias, la joven Kaio hundió en el tenedor en su mejilla sana, haciendo que la sangre comenzara a brotar; "Suéltame, maldito animal deforme"

Adolorido, Saburo se llevo la mano a la herida. Las ofensas hacia su de por si lastimado rostro, era algo que no toleraba, algo que Eiji tenía muy claro. "Maldita desgraciada. A mi ninguna perra me habla así. A mi ninguna ramera me dice no", expreso abofeteandola con fuerza y haciendo que la mujer se desplomara sobre el frió suelo.

Tomando una de las servilletas, se cubrió la mejilla para frenar el rojizo flujo que de ella emanaba y caminando hacia la salida, abrió el fusan.

Quedándose un instante en el umbral, volvió la mirada hacia atrás y observando que la chiquilla estaba inconsciente, sonrió de forma malévola, luego volvió a cerrar...

Confundida, la aguamarina poco apoco fue abriendo los ojos, no reconociendo los muros que la rodeaban.

"¿Dónde estoy?", fue la pregunta obligada. Llevándose una mano a la adolorida cabeza, espero a que aquella sensación de desmayo se desvaneciera. Pero justo cuando intento reincorporarse, descubrió su hakama abierto y sus interiores rasgados.

Recordando la terrible lucha que había mantenido con el pelinegro, a sus pulmones falto el aire. "¿Que sucedió?", tratando de negarse a ella misma aquello que ese infame sujeto hubiera intentado, trato de no llorar, pero fue imposible. El llanto a acudió a llenarle los ojos y las mejillas. "No, no", sollozo con el más grande de los dolores.

Adolorida y sangrando, temblando pudo ponerse de pie mientras que un breve momento de conciencia durante aquellos momentos de desmayo, le decía que todo era una terrible realidad. Saburo Katsumoto, el socio de su padre, aprovechando su indefenso estado había abusado de ella.

"Maldito, mil veces sea maldito". Llorando de forma abierta, cubrió su mancillada desnudez y luego dirigió sus débiles pasos hacia la calle. Deseaba salir de allí antes de que él regresara y volviera a someterla, esta vez estando consciente.

Ocultando su vergüenza, su rostro y ese dolor que le corroía el pecho y el alma, avanzaba por las ajetreadas calles, escuchando a su paso las conversaciones, las risas o el llanto de todos aquellos que despreocupados se ocupaban de sus quehaceres. ¿Quién de ellos podría imaginar cuales eran sus sufrimientos?, ninguno. Ninguno podría imaginar la aberración de la qué había sido victima.

Escuchando en la distancia el bello y dulce rugido del mar, dirigió sus débiles pasos hacia la playa y dejando que la marea le empapara los pies, se sentó sobre la húmeda arena a la espera de que el océano la engullera y con ello se acabara su tristeza y dolor.

Entonces con sus dos manos se cubrió el rostro, llorando de forma abierta al mismo tiempo que una y otra vez se repetía; "Todo, todo en mi vida ha terminado. Adiós a mi juventud, adiós a mis sueños, adiós a nuestras promesas. Adiós, Haruka"


(Notas de autor)

Esta historia esta llena de analogías. Haruka perdió el broche, lo cual significa que también perdería a Michiru. El que Isao hubiera rasgado las sabanas nupciales, significaba que esa noche que Michiru tanto soñaba al lado de su amado jamas llegaría porque algo muy malo acontecería, era un mal augurio. Haruka en este capitulo sembró esa tierra esperando que cuando florezca, regresar para cumplir su promesa, algo a lo que Michiru ya renuncio.

Hubo quien dijo que esa boda jamas llegaría porque Isao la casaría con Saburo, y ya vemos que no. No habrá ninguna boda, tan solo dolor, mucho dolor para todos.

Es por eso que este fic era lento, porque tarde o temprano llegaríamos a esta parte, la cual pospuse durante mucho tiempo.

Kaiohmaru; La analogía por supuesto que era algo muy personal. Gracias :)

Michelle; Todo iba bien hasta este punto, Isao sin querer arrastro a su hija a lo peor.

Isavellcota; Exactamente, acertaste. El broche era muy querido para Michiru. Michiru para Haruka es lo más querido. Ha perdido a ambos. Es algo que a todos se les fue de las manos, incluido a Isao.

HaruTenoh11; Si, era una flor la que le regalo, pero el significado era diferente.

Hotaru tomoe; Sin duda Katsumoto es peor que Isao. En el recuerdo de Katherine, hago mención de que si ella hubiera sabido lo que le pasaría a Michiru, no se hubiera casado con Isao. Eso hubiera sido lo mejor, aunque nuestra pareja no estuviera destinada a estar junta. No, el padre de Haruka murió, no es Albert.