CAPÍTULO XXXII

DULCE SUEÑO

(Casa de Kenta. Dos meses después)

Para Haruka, el tiempo había transcurrido con total naturalidad y sin imaginar lo que en Tokio hubiera acontecido. Para él, el caer de la oscura noche era una especie de bendición, y es que con cada amanecer que llegaba, más cerca estaba de cumplir con su promesa.

Durante esos dos meses, que en su perspectiva habían parecido casi eternos, los avances realizados habían sido prósperos.

La casona que hubiera comprado para su amada estaba terminada al igual que la panadería y, aunque el huerto hacía dos días había comenzado a florecer, aún no había señales de los primeros frutos.

Así pues, aquella agradable noche sentados a la mesa estaban el medico, su preciosa hija Kazuki y el rubio. Entre risas y una amena conversación, disfrutaban de la buena cena que el ama de llaves les hubiera preparado para festejar lo que a la mañana siguiente por fin acontecería.

Llevándose el cigarrillo a los labios, el pelinegro sonrió; "¿Nervioso?"

"Por supuesto, pero también estoy muy contento", replico el otro mientras se ocupaba de sacar del horno el humeante pan con aroma a naranja que para la ocasión hubiera cocinado. "Aquí esta", dijo colocandolo justo en el centro de la mesa.

El viejo, después de echarle un vistazo, sirvió más café en su taza; "En verdad huele exquisito", expreso totalmente emocionado y es que en mucho tiempo sería la primera vez que disfrutaría de un pan recién hecho.

"Y le aseguro que su sabor será mucho mejor", tomando el dentado cuchillo, se volvió hacia la joven Kazuki; "Por favor, háganos el honor de partirlo", el bello rubio pidió.

Sintiendo como su corazón daba un vuelco dentro de su pecho, la mujer titubeo; "¿Yo?", pregunto ruborizada al mismo tiempo que tomando el utensilio de su mano, sus mutuos dedos se rozaban. Produciendo en ella un agradable cosquilleo.

"Por supuesto que si. Usted como la única señorita de la casa debe hacernos el honor", replico el mozo con ese aire divino que le rodeaba.

"Pero", nerviosa ante esos hermosos ojos verdes que destellantes la observaban, trato de hablar, sin embargo rápidamente fue silenciada por su padre.

"Kazuki, hija, por favor hazle ese honor a Haruka", expreso llevando el cigarrillo a sus labios.

"Esta bien", tratando de ocultar sus sonrojadas mejillas, la joven obedeció.

Sonriendo, Kenta la observaba satisfecho, y es que ese nerviosismo que apresaba a su pequeña al estar cerca del rubio, era algo que no había pasado desapercibido para él. Cosa que lo emocionaba, aunque Haruka no parecía muy interesado, o quizás solo se mostraba reservado.

"No es por nada, pero el pan que yo cocinaba en Tokio era el más delicioso", orgulloso de su trabajo, el chiquillo explico.

"Y estoy seguro de que sera el mejor de todo Nagasaki", llevando un bocado a sus carnosos labios, Kenta reconoció.

"Lo será, ya lo vera... ¿Qué la ha parecido?", volviéndose hacia la chiquilla, cuestiono.

Kazuki, embelesada por esos hermosos ojos verdes y ese rubio brillante que coronaba su cabeza, lo miro a los ojos mientras le sonreía; "Esta delicioso". Si, finalmente y después de meditarlo, se había convencido así misma de que aquello no era otra cosa más que amor. Haruka, despistado como siempre, no se había dado cuenta, o quizás no quería darse cuenta, tal y como había sucedido con la joven aguamarina.

"Me alegra mucho que haya sido de su total agrado", expreso tomando la frágil mano de la señorita en la suya. Gesto de cariño y agradecimiento, cosa que ella o Kenta podrían llegar a interpretar de otra manera.

Ante ese muy deseado toque, la pelinegra, más nerviosa que antes, asintió ruborizada; "Gracias, Haruka", expreso mientras que debajo de la mesa arrugaba su servilleta.

"No tienen nada que agradecer, soy yo quien esta en deuda con ustedes. A pesar de no conocerme me recibieron en su hogar"

Kenta sonrió, dejando su cigarrillo sobre el plato; "Eres todo un visionario, Haruka. Eso me agrada mucho. No me cabe una, tus padres estaría muy orgullosos de ti"

"Me gusta pensar en el futuro, y el mio hace tiempo que esta definido. En cuanto los dulces frutos del huerto hayan madurado, podre volver a Tokio", embargado por la emoción que la sola idea le causaba, no pudo evitar contener el suspiro qué en su pecho nació.

Ante esas palabras, el medico se sorprendió; "¿Regresar al lugar donde casi te asesinan?, eso si qué es extraño... aunque debo reconocer que tienes muchas pelo... tienes mucho valor. Si, valor es lo que quise decir", avergonzado por lo que casi dice frente a su pequeña, cambio sus palabras.

"Así es, tengo que regresar por algo que me es muy importante y querido", Tenou replico llevando la fresca bebida a sus labios. "Sólo hasta entonces Nagasaki se convertirá por completo en mi hermoso hogar"


(Saratov. Rusia)

Escondido entre las montañas y muy cerca el rió Volga, se levanta tan hermosa ciudad.

Ese era el hogar de Fiódor Nikoláyevich, el regordete y simpático marinero que había logrado ganarse el corazón del amable rubio, quien a su vez podía llegar a compararlo con ese padre al que jamas conoció.

Aprovechando que los cielos estaban nublados, con fuerza tomo la afilada guadaña, luego dirigió sus pasos hacia los abundantes campos donde comenzó a sesgar los dorados cultivos de trigo.

Alzando la mirada hacia el cielo, sonrió al mismo tiempo que se llevaba una mano a la sudorosa frente; "Aunque cargado de nubes, desde aquí puedo ver el ancho cielo de Japón", murmuro al mismo tiempo que a la memoria le traía el recuerdo de aquel enamorado chiquillo y su amada. "¿Se habrá olvidado de mi?", entristecido se pregunto al no haber recibió correspondencia de su parte.

Haciendo a un lado cualquier pensamiento de fatalidad, se inclino sobre la tierra y luego de llenar sus manos con polvo para evitar que la herramienta resbalara, continuo con su labor al mismo tiempo que con cariño entonaba los dulces versos que a su amigo tanto le gustaban.

De pronto, la voz de una mujer que conocía a la perfección y que con insistencia lo llamaba, perturbo la paz de su alrededor, haciendo que el hombre volviera la oscura mirada hacia ella.

"Fedya, Fedya", corriendo en su dirección, emocionada la mujer en el aire agitaba un papel.

"¿Olya?", se pregunto así mismo al verla tan agitada.

"Fedya, ven", grito una vez más.

"¿Le habrá ocurrió algo a ella o a Metvey?", sin aliento, a un lado arrojo la herramienta, encaminando sus veloces pasos hacia ella; "¿Qué pasa, mujer?"

"Es una carta, ha llegado una carta para ti", dijo extendiendo el sobre para que su esposo lo tomara. "Vamos, ábrela"

Nada emocionado porque quizás se trataba de una carta proveniente de la marina en la cual le informaban que debía zarpar hacia un nuevo destino, separandolo así de su esposa y su hijo, contra su voluntad la tomo. Sin embargo cuando miro la procedencia de los sellos postales que le acompañaban, una mueca de felicitad se dibujo en su rostro, produciendo en sus mejillas aquellos simpáticos hoyuelos.

"Haruka escribió. Haruka escribió", emocionado grito mientras que con cuidado la abría.

Olga, u Olya, como él solía llamar a su esposa, sabiendo de quien se trataba, más no porque le conociera, sino porque de labios de su esposo había escuchado tantas historias sobre ese chiquillo, junto sus manos. "¿Qué dice?"

No haciéndose esperar, la lluvia comenzó a caer, haciendo que el hombre guardara la carta en el bolsillo de su camisa.

"¡Vamos!", dijo y tomando la mano de su esposa, emprendieron una rápida carrera hasta que llegando al tejaban que daba cobijo a su hogar, volvió a tomar el papel, comenzando la difícil lectura y es que después de todo, el Japones no era algo que se le hubiera dado con mucha facilitad.

"Fiodor, ¿Cómo has estado?, ¿Cómo esta tu familia? De corazón espero que se encuentren bien. Perdona que haya tardado tanto en escribir, y es que eso se debe a dos razones. Una de ellas es que aquí las cosas no han sido nada fáciles.

Porque soy un tonto es que él padre de mi amada, pensando que me trataba de un lascivo ladrón a la espera de entrar en su hogar, una noche por la espalda me vació su revolver. Hiriéndome no de muerte, pero dejándome imposibilitado durante muchos días. Ella, defendiéndome de las infames acusaciones que su padre se atrevió a hacerme, le ha dicho todo lo nuestro. Él, argumentando estar ofendido, amenazo con asesinarme", el hombre dijo, luego hizo una pausa mientras que en su rostro se dibujaba una mueca e preocupación.

"¿Qué más dice?", cuestiono Olya.

"Ella para protegerme de su ira, me pidió abandonar Tokio contra mi voluntad, teniendo que dejarla con ese monstruo. Huyendo de su venganza llegue a Nagasaki, donde finalmente pude asentarme.

Manteniendome firme en mi promesa de casarme con ella, he comprado una modesta casa para nosotros. Confió que dentro de unos meses la panadería que estoy por abrir comience a funcionar tal y como lo planee. Hasta entonces finalmente podre regresar a Tokio para convertirla en mi esposa.

Perdona la falta de cartas, pero es que habiendo estado en cama no había tenido oportunidad de escribirte, ademas deseaba tener mi propio hogar para en él poder recibir tu correspondencia..."

En ese punto Fiódor miro hacia el cielo y llevando una mano dentro de su bolsillo, asintió con tristeza; "Haruka aún es un niño, pero llegara a ser un muy buen hombre. Él es un buen amigo, ahora debo escribirle"


(Nagasaki)

Y tal y como durante meses lo hubiera planeado, aquella mañana finalmente llego.

Aún era de madrugada cuando de forma presurosa el rubio encamino sus pasos hacia la panadería.

Nervioso, saco su pañuelo y limpiándose el sudor que le manchaba la frente, en la cercana distancia contemplo a la hermosa joven Mina, quien impaciente le esperaba.

"Lamento mucho la demora, ¿Tienes mucho esperando?", cuestiono metiendo la mano al bolsillo de su chaleco para tomar la llave.

"No, aunque debo reconocer que poco pude dormir", expreso riendo.

"Me ha sucedió lo mismo", Haruka replico y entonces, finalmente abrió las cristalinas puertas de su negocio. "Es demasiado temprano, pero eso es porque es nuestro primer día de trabajo", contesto antes de lavar sus manos para comenzar con la preparación de los dulces y salados postres.

En ese punto las voces femeninas de tres mujeres irrumpieron en el local, atrayendo la atención de ambos rubios.

"Buenos días", una de ellas cuyo nombre era Kioko, saludo.

Mina se volvió hacía las tres y dibujando una sonrisa en sus labios, hablo; "No saben cuanto me alegro porque se hayan deicidio a venir"

Esas tres jóvenes eran las mismas que hubieran trabajado para aquella mujer que ante las falsas acusaciones de su vago hijo, hubiera echado a la rubia. Así que ya nada dispuestas a seguir soportando ese infame trato, una tarde decidieron hacer como Mina y marcharse.

Sin trabajo, pero con el orgullo integro, las tres jóvenes se reencontraron con Mina para ofrecerle disculpas por lo que aquella tarde hubiera ocurrió. Esta a su vez, les dijo que su patrón, un hermoso rubio que distaba mucho de ser como el mimado señorito de la casona, dentro de poco inauguraría su panadería, necesitando de forma urgente quien supiera cocinar.

Conociendo cual era su situación y aunque no tenían experiencia alguna en ese arte, Tenou les dio la oportunidad de aprenderlo. Así que luego de mucha practica y error, finalmente lo lograron.

"Esto va a funcionar, tiene que funcionar", dijo Haruka. "Dentro de dos horas abriremos y estoy seguro de que tendremos muchos clientes", añadió mientras se encargaba de encender uno de los dos hornos.

Tarde como a veces era su costumbre, finalmente arribo la castaña Sai, sobrina del ama de llaves de Kenta. Ella al igual que Mina y las otras tres mujeres, trabajaría ahí.

Así pues, los seis comenzaron con los preparativos.

Los aromas a naranja, merengue, canela y chocolate, rápidamente se apoderaron de las aún oscuras calles, llamando la atención de aquellos que habiendo abandonado la cama, se dirigían al campo o al muelle para iniciar su jornada.

Grande iba a ser la sorpresa para los habitantes de la ciudad, quienes despertarían con la noticia de que por primera vez podrían disfrutar del delicioso pan recién hecho.

Un hombre, intrigado por ese dulce aroma, dirigió sus pasos por entre los callejones y una vez que arribo, con los nudillos de sus dedos llamo al cristal.

"¿Es lo que pienso?", cuestiono apoyando el rostro para a detalle poder contemplar el interior.

"Lo es", replico la joven Tami sonriendo.

El sujeto asintió y llevando la mano entro del bolsillo de su pantalón, expreso; "Quiero tres de esos que huelen a merengue"

"Veinte minutos, en veinte minutos", expreso la chiquilla.

En la lejanía, los primeros rayos del sol comenzaron a despuntar, lo que había permitido que las personas comenzaban a abarrotar las calles y aún más, la acera sobre la cual se alzaba la panadería.

"Pensé que ese aroma lo estaba soñando", dijo un hombre mientras se agolpaba entre la multitud.

"¡Oye! haz fila, yo llegue primero", expreso un enfadado chiquillo.

Impaciente, una mujer esperaba con su canasto; "Hace ya tanto tiempo que no probaba un pan recién hecho, que ahora estoy muy nerviosa"

Escuchando el alboroto que en la calle se había formado, el rubio hizo a un lado lo que hacía y asomándose por el escaparate, observo justo lo que había pensado que sucedería.

Agolpándose, un grupo de personas esperaba a que abriera sus puertas.

"Justo como lo había planeado", expreso satisfecho. Dirigiendo sus pasos hacía la entrada, hizo señas para que la enardecida multitud se calmara y no lo arrollara, luego abrió la puerta.

"Buenos días", saludo sonriendo.

Un anciano, apoyándose sobre su bastón, alzo la voz; "Oye tú, ¿A que hora piensas abrir?"

De su bolsillo Haruka extrajo su reloj y consultando la hora, replico; "En cinco minutos"

La mujer de la canasta, sospechando que ese rubio chiquillo se trataba del propietario, cuestiono; "¿Qué precio tendrá cada pan?"

"Cincuenta centavos de yen", Tenou replico pensando que ese era el precio justo por una de esas exquisitas delicias.

Ante esa inesperada respuesta, un incontenible murmullo no tardo en hacerse presente, hasta que el hombre que había sido el primero en llegar, alzo la voz; "¿Por que tan barato?... si el panadero de Saga pide poco más de un yen"

"Eso es cierto", alguien añadió.

"Quizás eso se debe a que no es tan bueno como huele", una chiquilla se atrevió a referir, haciendo que Haruka se cruzara de brazos y en su mueca se dibujara una ligera mueca de molestia.

Sin responder, el rubio volvió la mirada hacia el escaparte y observando que sus jóvenes empleadas comenzaban a acomodar el pan en las tarimas, expreso contento; "Mi pan es barato porque aquí lo cocino, no tengo necesidad de llevarlo de un lugar a otro... no tengo porque cobrarles peaje. Ademas de accesible, es fresco"

"Tiene sentido", asintiendo, un joven expreso.

"Pues bien, ya han pasado los cinco minutos... así que sean bienvenidos a mi local. Sean bienvenidos", expreso abriendo de par en par ambas puertas para que ingresaran.

"Oye, no empujes"

"Yo quiero siete de esos"

"Yo llegue primero"

"Pero ya paso tu turno"

"Yo quiero tres de estos y seis de aquellos"

En medio del alboroto, eran las palabras que alcanzaban a escucharse.

El sujeto que hubiera sido el primero en llegar, habiendo sido atendido, pero no pudiendo esperar a llegar a casa para probarlo, abrió la bolsa y dándole un mordisco a uno de los aún humeantes bocados, sonrió lleno de alegría. "Es verdad, es más delicioso de lo que yo mismo esperaba"

Satisfecho, Haruka contemplo tan magnifica escena. Había cumplido uno de sus anhelos, aunque aún faltaba el más grande, qué era estar al lado de su amada para siempre.

Mina, habiendo notado la expresión de su rostro, se dirigió a él; "¿En qué piensas?"

"Todo esto me parece irreal. Hace no mucho tiempo le conté a mi amada que tenia este sueño. Ahora estoy aquí, habiéndolo realizado"

La rubia sonrió y palmeando el hombro del rubio, contesto; "Hablas tan bonito de ella, que siento que ya la he conocido"

"Pronto la conocerás, Mina", expreso tomando su mano y luego, con cariño la estrecho entre sus brazos al mismo tiempo que besaba su mejilla. "Gracias por ser un gran apoyo para mi"

Katzuki, quien había arribado sin la compañía de su padre, observo aquella dolorosa escena que se abría frente sus inocentes ojos. Así que ignorando todo a su alrededor y sin que Haruka hubiera notado su presencia, llorando abandono el lugar.

"No es justo, no es justo", expreso limpiándose las lagrimas con el dorso de la mano. "Yo también lo quiero, y más que ella", sollozando murmuro mientras corría por las calles.


Notas de autor.

Hoy me incline por un capitulo sencillo y dulce, es que luego de tanto drama y dolor tenía que ser así.

Kaiohmaru; Isao siendo como es, dudo que haya querido que a su hija le hubiera pasado algo tan feo. Es malo y cruel, pero no creo que a esos extremos.

Michelle; Haruka no tiene porque odiar a Michiru, eso no fue su culpa, incluso no fue ni culpa de Isao.

Isavellcota; Obvio que Michiru no puede renunciar a Haruka y mucho menos por algo que no fue su culpa, pero es que su dolor no la deja ver más allá de la tragedia.

soto140983; Obvio que luego de lo que le hizo, Katsumoto no estará interesado en ella, no habrá ninguna boda.

Hotaru tomoe; No, Michiru no es tonta, es inocente. No hay maldad en ella. Habría que entenderla, esta cansada de que su padre odie a su prometido, así que actuó por puro desespero y sin imaginar lo que le sucedería. Cualquiera estaría dispuesto/a a consolar a Haruka, pero él (ella) no es tan malo como para llegar a despreciar a su amada por algo como eso.