Se acabó el fanfic :c

Estoy haciendo la segunda parte de este fic basado en la 2da temporada de Hanyo no Yashahime. Cuando tenga varios capítulos los empezaré a subir😊💖

Besitos 💕💕💕💕

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Así es ¡El pervertido monje tenía razón!

Ah... ¡RIN! Aunque hay cosas que simplemente no debes hacer, tú...

Bueno, aun si es difícil de creer el señor Sesshomaru también fue insensato, por eso yo, como su fiel sirviente, me encargaré de las labores que sean necesarias. Al fin y al cabo yo, yo... no me puedo enojar contigo, Rin.

Además, también quiero conocer a las niñas ¿Se parecerán al amo Sesshomaru? ¡ESPERO QUE ASÍ SEA O NO VIVIRÉ PARA AGUANTAR A TRES ESCANDALOSAS POR EL PALACIO!

Rin: - ¿Señor Jaken? ¿Qué hace murmurando solo en ese rincón? Me está dando miedo...

Jaken: - ¡Tú me das miedo! ¿Qué le hiciste al Señor Sesshomaru? ¿Acaso lo embrujaste?

La humana se sentó en el tatami.

Rin: - Señor Jaken...

Jaken: - ¡Calla! ¡La otra noche estabas encima de mi amo! Tenía un rostro, una mirada de..., de...

Rin: - ¡Señor Jaken!

El pequeño demonio se dio cuenta muy tarde de que su adorado señor estaba justo tras él. Así que, al momento de darse la vuelta, lo primero que vio fue el rostro de Sesshomaru, totalmente distinto al de la otra noche. Tenía los ojos encendidos, sí, pero del coraje.

Sesshomaru: - ¡Jaken!

El sirviente se cubrió la cabeza, atemorizado y al mismo tiempo, listo para recibir el golpe, pero para su sorpresa, no recibió golpe alguno. Abrió los ojos lentamente y lo vio con el rostro serio, pero su mirada un tanto suave, observando a Rin, quien estaba sentada tras él.

Jaken: - Eh...

El daiyokai le tendió la mano a su esposa, ella la tomó y se levantó mirándolo a los ojos.

Sesshomaru: - ¿Tienes hambre?

Rin: - Sí, quiero melón, pero ya sé que es difícil conseguirlo ahora cuando se acerca el invierno.

Sesshomaru: - Jaken, ve a conseguirlo. No vuelvas hasta que encuentres al menos uno.

Jaken: - Sí señor.

El pequeño demonio prefirió, al menos por ese día, no comentar nada más al respecto, por lo que salió del palacio llevándose a Ah-Un con él en busca de la ansiada fruta.

Rin: - Pobre del señor Jaken, probablemente no regrese en muchas horas ¿Por qué hizo eso, mi señor? No era necesario.

Sesshomaru: - Precisamente para eso le di la orden, quiero que estemos solos.

El daiyokai sacó de su ropa un melón grande y sabroso.

Sesshomaru: - Toma, come bien.

Rin: - Señor Sesshomaru - dijo, muy ruborizada - ¡Muchas gracias!

Luego de comer, caminaron por los alrededores del palacio. En medio del campo, Rin vio una higanbana roja, que se movía al son del viento.

La humana se acercó a la hermosa flor para apreciar sus pétalos.

Rin: - Encontrarse esta flor es de mal augurio. Según el libro que usted me dio son signo de muerte.

Sesshomaru: - Son solo supersticiones. Nada va a suceder, yo me encargaré de eso.

Rin se acercó a él y tomó su mano.

Rin: - Y yo siempre confiaré en usted, mi señor.

En ese momento, el viento sacudió el kimono de Rin, esta se cubrió con ambos brazos. El demonio al ver su reacción la abrazó, mientras sujetaba su cabeza suavemente.

Sesshomaru: - Cuando llegue el momento del alumbramiento nos iremos a la aldea.

Rin: - Aún falta mucho para eso.

Sesshomaru: - No quiero que resultes herida.

Ella lo abrazó fuerte.

Rin: - Rin lo hará bien. No se preocupe.

Sesshomaru: - Rin...

El demonio la besó, provocando en ella un intenso estremecimiento. Con sus manos la recorrió, mientras le daba calor, pero ya no hacía falta, pues todo su pequeño cuerpo estaba ardiendo.

Rin: - Señor Sesshomaru, Rin quiere ir a la habitación.

De la mano regresaron a su alcoba. Aunque se sentían presos de su pasión, únicamente rozaron sus cuerpos, llegando al clímax en medio de caricias y jadeos. Ella le pidió en un susurro que la acariciara por dentro, pero él se limitó a lamerla toda. Quería cuidarla y así evitar cualquier tragedia por su descuido.

Cuando Jaken regresó, casi al anochecer y con las manos vacías, vio las cáscaras del melón puestas sobre la mesa donde Rin se había dado un festín.

Lo sabía, ya no soy necesario para mi señor...

Como no encontró a nadie con quien destilar su drama se marchó hacia su habitación.

Por su parte, la humana no podía dormir esa noche. La luz de la luna, que se filtraba por la ventana, besaba sus pestañas intentando en vano arrullarla. Al mismo tiempo, podía sentir la respiración pausada de su señor en su espalda.

En ese momento y a esa hora, eran un solo latido. Se les había abierto un mundo hacia lo desconocido, pues dos pequeñas niñas crecían en su vientre, y algún día, abrirían sus ojos al mundo y extenderían sus manos hacia el sol.

Sí, Rin ya podía imaginar aquello; más allá del dolor y la incertidumbre, sabía que estarían bien. Recorrerían juntas los campos, en compañía del señor Jaken y Ah-Un, harían coronas de flores y comerían muchas frutas.

En las tardes calurosas observarían las estrellas hasta quedarse dormidas, y en las otoñales e invernales, tomarían té caliente; harían por las noches, gracias al fuego, animales con las sombras de sus manos en la pared. Además, le cantarían a la nieve pidiéndole que se marchara y diera paso a la apacible primavera.

Una vez más, una vez más, estarían juntas en cada estación, al lado de su señor, aquel que había decidido erigir su imperio bajo la luz de las luciérnagas, y ahora, como un roble longevo e inamovible, usaría sus ramas como un nido únicamente para ellas.

Sí, quiero creer que todo estará bien.

Sesshomaru: - Rin ¿Estás soñando despierta?

Rin: - Es que... aún sigo emocionada. Ya quiero tenerlas a mi lado.

Ella se levantó y abrazó sus piernas.

Rin: - No sé qué sentir. Señor Sesshomaru...

Sesshomaru: - Dime.

Rin: - Una vez más, gracias. No solo me ha dado una familia, sino que la ha hecho crecer.

El daiyokai se sentó. Él también le agradecía por hacerle experimentar emociones y vivencias nuevas. Además, aunque a su manera, se sentía emocionado. Su alma crecía con cada día que pasaba a su lado y ahora con las expectativa de un día tenerlas a su lado.

Sesshomaru: - No hay nada qué agradecer - dijo colocando su mano cálida en su vientre.

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Dos meses se cumplieron desde que se dieron cuenta del embarazo. Al otoño aún le quedaban algunas semanas y eso era evidente debido al frío nocturno que obligaba al demonio a cobijar a la humana más que siempre. Su estado la hacía sentir acalorada, hambrienta y deseosa de su señor, pero este veía la forma de evadir sus apasionadas propuestas.

"No quiero lastimarte"

Le había dicho, pero ella sabía, gracias a los conocimientos adquiridos por la anciana, que no había peligro alguno. No obstante, tuvo que conformarse con las caricias y lamidas de su amo. Sabía que no podía luchar contra el instinto paterno que comenzaba a emerger en él.

Por otro lado, todavía no le comentaba sobre su estado a la anciana Kaede ni a los demás. Cuando le habló de eso a su señor este se mostró todavía más serio de lo que era. Si bien no se encontraba reacio a llevarla a la aldea y hacer pública la noticia, una parte de él se sentía extraño.

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Hacía unos días recordó la primera vez que vio a Inuyasha, cuando era un niño de escaso años. Jugaba en el palacio de su madre y era ignorado por los demás aristocráticos.

Por otro lado, un joven Sesshomaru adolescente observaba con repudio la figura frágil de aquel niño híbrido. Sus orejitas blancas y de aspecto tierno lo enfurecían, pero al pensar en su padre fallecido y en el sacrificio que había hecho para mantenerlos con vida, le resultaba impensable lastimarlos.

Sesshomaru observó cómo uno de los niños que se encontraban en el palacio arrojó la pelota algo lejos de Inuyasha, pero cerca de él, quien se encontraba escondido entre los arbustos. Cuando la pelota alcanzó al demonio, pensó en alejarse, pero por alguna razón no lo hizo ¿Sería acaso la curiosidad?

Inuyasha se acercó a la pelota con rostro animado, ignorando que aquel acto más que propio del juego era de repudio y asco. Esa fue la primera vez que ambos hermanos conectaron sus ojos color ámbar, pues el objeto estaba en los pies de Sesshomaru.

Inuyasha alzó la mirada hacia el joven precioso y altanero y le mostró una sonrisa propia de su tierna edad. El demonio no le devolvió el gesto, sin embargo, movió su pie derecho hacia él alcanzándole la pelota. Inuyasha la levantó con ambas manos, ya imaginando que había hecho por fin un amigo, pero al volver la vista al frente solo vio los arbustos iluminados por la luz del sol.

Cuando Sesshomaru volvió al palacio de su madre se sintió extraño. No sabía por qué se la había alcanzado, por qué había huido, como perro con el rabo entre las piernas hacia su madre. Probablemente, porque al verlo de cerca no sintió el enojo que pensó experimentaría.

Fue la ingrata herencia de su padre la que, años después, le haría cometer crueles acciones contra su hermano. No obstante, aunque en algún momento intentó matarlo, ahora se daba cuenta de que al atacarlo nunca sintió realmente dicha.

¿Por qué será que los lazos de la sangre son así de fuertes? Aquel híbrido torpe y escandaloso era su hermano, e inevitablemente siempre lo será. Así mismo, pensó que sus hijas serían hanyo, pero ¿Acaso eso importaba?

Sin haberlas visto ni sentido, solo detectado una minucia de su aroma, ya estaba seguro de que los lazos de sangre tenían un poder inmenso sobre él.

Por ellas blandiría su espada ante sus enemigos, y por ellas la enfundaría para arrullarlas.

Inuyasha, una vez dije que estábamos destinados a luchar, pero realmente, nunca lo pensé...

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Era de madrugada, el daiyokai dormía, como pocas veces lo hacía, junto a su amada. De repente, en medio de la noche, escuchó un sonido sugerente a su lado.

Rin: - Amo Sessho... maru...

La joven se acariciaba entre sus piernas. El daiyokai se dio la vuelta, ya que cuerpo había reaccionado de inmediato ante aquel gemido.

Maldición, no puedo controlar esta parte de mi cuerpo.

El aroma húmedo impregnó toda la habitación, provocando en el demonio unas inmensas ganas de tocarse.

Luego de batallar unos minutos consigo mismo, el demonio comenzó a tocarse en medio de la oscuridad, intentando mermar su deseo, pero solo lo volvía más ansioso.

Había esperado más tiempo que aquella vez cuando estuvieron en La posada de fuego y Rin no colaboraba con sus sinceras intenciones, incluso estando dormida.

Rin: - Amo Sesshomaru... déjeme abrazarlo - le dijo de repente al despertar y percatarse de lo que él hacía.

Sesshomaru: - Tengo algo de calor, no es necesario - dijo escondiendo entre sus ropas su húmeda erección.

Rin: - El Amo Sesshomaru no conoce el frío ni el calor.

Sesshomaru: - No lo haré, no insistas.

Rin: - Pero aún no tengo muy abultado el vientre, entonces por qué-

Él se dio media vuelta, quedando de espaldas al futón.

Sesshomaru: - Hazlo con tu mano.

Ella le sonrió, ruborizada.

Rin: - Muy bien.

Recorrió su cuello, sus pectorales y su musculoso abdomen con sus manos. El daiyokai cerró los ojos y se dedicó a sentir. Antes de que se diera cuenta ella había alcanzado su miembro, el cual agitó de la manera que a él le gustaba.

Lo sintió fuerte y húmedo en su mano, a punto de explotar.

Quiero saborearlo...

Adoptando una postura cómoda dado su estado, Rin usó su boca para estimularlo. El daiyokai gimió profundamente, al tiempo que sujetaba el cabello de su esposa. La miraba mover su cabeza, saboreando su cuerpo, aquella imagen lo prendía demasiado y lo hacía acercarse cada vez más al clímax.

Instintivamente, movía su cadera hacia ella. Rin lo veía moverse y gemir ya ansioso por terminar.

Sesshomaru: - ¡Rin!

Ella lo recibió sin queja alguna, sentía su tibia esencia resbalar por su garganta. Luego se dejó caer a su lado, derretida al verlo extasiado.

El demonio la abrazó, clavando sus pupilas alargadas en ella y todavía deseoso de seguir hasta el amanecer, la calmó adentrándose por ella con suavidad.

Rin: - ¡Ah!

Sesshomaru: - Lo deseabas ¿No es así?

Rin: - Voy a... voy a...

La joven hundió sus uñas en la musculosa espada del demonio.

Rin: - No se detenga..

Sesshomaru: - Rin...

Rin: - Lo amo, mi Señor...

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Tres meses de embarazo se cumplieron, Rin acariciaba su vientre que había ya adoptado una forma redondeada. Se encontraba sentada en la pasarela del palacio, esperando a su señor, quien había salido en busca de nuevas prendas de vestir para ella.

Cuando intentó ponerse de pie para hacer té vio una figura alta y femenina aparecer frente a sus ojos.

Irasue: - Niña humana.

Rin: - ¡Mi señora! - dijo, levantándose de repente.

Irasue: - ¿Creyeron que no me daría cuenta?

Rin: - No es así, es que-

Irasue: - Lo sé, mi hijo de seguro se ha mostrado reacio a decírmelo. Aunque también debe saber que no me interesa en lo absoluto.

Rin calló, avergonzada.

Irasue: - Puedo detectar que son dos niñas ¿Crees que podrás hacerlo? Después de todo serán híbridas.

Rin: - Rin dará todo de sí. Las tendré con la ayuda de la anciana Kaede, ella es una excelente partera y sabrá cuidarme.

Irasue: - Si mueres no habrá manera de devolverte la vida ¿Sabes cuán infeliz se pondrá Sesshomaru?

Rin: - No moriré, debo sobrevivir por ellas.

Irasue: - Sesshomaru es un descuidado, mira que dejarte aquí sola...

La demonio hizo contacto visual con ella.

Jaken, quien se encontraba dormitando algo lejos se acercó corriendo hacia ella.

Jaken: - ¡Ah! Mi señora.

Irasue: - Pequeño demonio.

Jaken: - El amo Sesshomaru no debe tardar.

Irasue: - No importa, solo venía a darte esto, niña.

Acercó su mano a Rin, mientras sostenía un par de mantas: una celeste y otra púrpura. Ella detalló aquella fina tela, y ya podía imaginarse a sus pequeñas envueltas en ellas.

Inu no Kami ladeó su rostro.

Irasue: - Di con ellas por casualidad.

Poco después, alzó vuelo y se marchó de regreso a su palacio. Rin la vio irse, mientras abrazaba con cariño las telas.

Huele a ella...

Las observó un poco más.

Dice que no sabía que eran gemelas, pero incluso consiguió dos telas. Tal como el señor Sesshomaru, su madre es muy amable.

Por su parte, el pequeño demonio se había quedado pasmado:

No puedo creer que Inu no Kami haya venido hasta aquí a dejarle a Rin un obsequio para las bebés...

Volvió su rostro a ella, quien permanecía sonriendo y fantaseando con las telas.

Ya veo... su madre, a su manera, también ha llegado a encariñarse con ella...

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El cuarto mes llegó y Rin le pidió a su amo que visitaran la aldea. Cada vez se sentía más pesada y consciente de que dos seres vivos crecían dentro de ella. Quería darle la noticia a los suyos y recibir consejos de la anciana para los meses que venían.

El daiyokai no opuso resistencia y al día siguiente partieron hacia la aldea. Esta vez, él iba sentado en Ah-Un y sobre él, Rin. Iban lento para evitar cualquier accidente.

A pesar de que ella llevaba un abrigo aterciopelado, el demonio la cubrió con su estola. Abrigada cómo estaba, llegó a la aldea donde vivió por varios años.

Rin: - Buenos días, anciana Kaede.

La viejecita movió la puerta de estambre para saludar, pero al verla, abrió mucho los ojos y se llevó una mano a la boca.

Anciana Kaede: - ¡Rin! Estás...

Ella le sonrió.

Rin: - Así es, ya tengo 4 meses de embarazo.

Jaken interrumpió:

Jaken: - ¿No nos vas a dejar pasar? ¡Se va a congelar aquí parada!

Anciana Kaede: - Te has vuelto más protector, pequeño demonio, pero tienes razón. Ven, Rin, te daré algo de té.

Rin: - Muchas gracias.

A unos cuantos metros, Kohaku y Shippo espiaban la escena. Aunque Sesshomaru había detectado su presencia, los ignoró y solo se limitó a quedarse de pie, mirando la cabaña de la anciana.

Shippo: - ¿La viste? Rin está esférica.

Kohaku asintió, un poco afectado por ello.

Kohaku: - Sabía que esto pasaría algún día.

Fue más pronto de lo que pensé, pero realmente te ves muy feliz y llena de vida...

Aunque se sintió cobarde, el muchacho decidió alejarse ese día de la aldea. La próxima vez, le daría un buen regalo a ella y a sus hijas.

Poco después de su llegada, el chismoso de Shippo le comentó la noticia a todos en el pueblo. El demonio zorro, aunque había crecido, no se le quitaba ese mal hábito.

Kagome: - ¿Qué?

Shippo: - Así es, tanto que renegó de su propio hermano, pero parece que va a tener bebés - susurró.

Sango y Kagome: - ¿Bebés? ¿Gemelos?

Sango: - Tal como ustedes, hijas mías.

Gyokuto: - ¿Ah?

Gin'u: - ¡La señora Rin va a tener bebés! Hisui también es un bebé - dijo mirando a su hermano, quien estaba a su lado.

Gyokuto: - Ya no es tan bebé.

Kagome: - ¡Vamos a saludarla!

Sango: - Sí, además, me muero por ver la expresión de Sesshomaru.

Kagome: - ¿Verdad?

Ambas rieron, mientras se dirigían a la choza de la anciana y dejaban a Shippo solo, el cual hacía memoria de a quien no le había comentado sobre la noticia.

Por otro lado, Miroku e Inuyasha volvían de exorcizar míseros monstruos en las aldeas cercanas a cambio de cuantiosa comida.

Inuyasha: - Un día de tantos nos van a agarrar a palos cuando se enteren de tus mentiras, Miroku.

Miroku: - ¡No son mentiras! Aunque, ciertamente, yo también estoy algo cansado de esto...

Los jóvenes regresaban de una mañana cualquiera, cuando vieron al daiyokai mirando al cielo, justo al lado de la choza de la anciana.

Inuyasha: - Ya sabía que Sesshomaru estaba aquí. También puedo detectar a Rin, pero su esencia es un poco distinta.

En el mismo momento, se acercaron al demonio, quien los ignoró olímpicamente.

Inuyasha: - Sigues igual de amargado que siempre.

Sesshomaru: - Hmp.

Al momento, Rin movió la cortina de estambre, dejando a la vista su ya pronunciado vientre.

Miroku e Inuyasha pusieron los ojos como platos. No respiraron, ni se movieron, solo permanecieron con los ojos clavados en la figura de Rin.

Inuyasha: - No lo puedo creer.

Sesshomaru volteó su rostro, ya obstinado por lo que su hermano pudiera decirle.

Inuyasha: - ¿Estás indigestada? Incluso se te hinchó el estómago - dijo acercándose a ella de manera amistosa.

Miroku se agarró el rostro, compadeciéndose de Kagome.

Sesshomaru: - Qué ignorante eres...

Inuyasha: - ¿Qué dijiste?

Sesshomaru: - Definitivamente, no hay aspecto alguno en que puedas superarme.

Inuyasha: - ¿Por qué buscas pelea?

Miroku: - Inuyasha, mejor quédate callado.

El hanyo seguía protestando, cuando Kagome, Sango y los niños llegaron junto a ellos.

Kagome: - ¡Rin, muchas felicidades!

Sango: - ¡Vas a tener gemelos igual que yo!

Rin: - Muchas gracias, aunque en realidad serán niñas.

Inuyasha: - ¿G-g-gemelas? O sea que... ¿Estás embarazada?

Miroku: - Eres increíble, Inuyasha.

Kagome: - ¿No lo habías notado?

Sango: - ¡Mira que eres distraído!

Jaken, quien había escuchado parte de la conversación, salió diciendo:

Jaken: - No hay nada en lo que seas capaz de ganarle a mi amo, incluso en las cuestiones maritales está por encima de ti, hanyo.

Inuyasha: - ¿Entonces son de Sesshomaru?

Rin se ruborizó al oír aquello.

Kagome: - ¿Pues de quien más van a ser?

Sesshomaru: - Hmp, qué estúpido... tu olfato es tan defectuoso.

Inuyasha: - ¡Oye! ¡Que no se te olvide que esas niñas serán hanyo!

Sesshomaru: - No te atrevas a compararte con ellas.

Jaken: - ¡Sí! Las futuras hijas de mi Señor llevarán su sangre PURA, no como la tuya.

Inuyasha: - ¡Cállate, inútil!

Miroku: - Quién lo diría, señor Sesshomaru, al final resultó ser más apasionado de lo que parece.

Rin: - ¡Señor Miroku!

Sango: - Sí, ya deja eso.

Sesshomaru lo miró con cara de pocos amigos.

Jaken: - ¡MONJE ENTROMETIDO, TODO ES TU CULPA!

Miroku: - Ja, ja, ja ¡Aquí tenemos al futuro niñero real!

Jaken: - ¡Cállate!

Mientras la discusión seguía, Kagome y Sango se llevaron a Rin para que les contara los detalles, también para darle consejos, especialmente Sango. Entraron en la choza de la anciana, donde hablaron largo y tendido.

En cuanto a Sesshomaru, este tuvo que soportar los comentarios de Miroku, hasta que este fue amenazado y mejor decidió marcharse a su casa con sus hijos.

Inuyasha: -, Sesshomaru ¿Qué crees que diría nuestro padre si supiera sobre las niñas?

Sesshomaru miró al cielo, imaginando el rostro gentil de su progenitor.

Sesshomaru: - No conociste a nuestro gran padre, así que no hables de él.

Inuyasha: - Keh... espero que no saquen tu horrible carácter.

El demonio no le respondió.

Inuyasha pensó:

Tal vez porque no te enamoraste de Rin por ser humana, tampoco te importa si tus hijas son híbridas.. Creo que puedo entenderte, Sesshomaru...

No tiene que haber una razón para querer proteger a alguien cuando realmente la amas.

Mientras la anciana removía la sopa del caldero, Sango y Kagome se sentaron una a cada lado de Rin.

Anciana Kaede: - ¿Estás bien? ¿No has tenido malestar?

Rin: - Por fortuna no, solo mareos al inicio, pero ahora me ha dado por comer y dormir mucho.

Sango: - ¿Y cómo te diste cuenta de que estabas embarazada?

Rin: - El señor Sesshomaru detectó un cambio en mi aroma.

Kagome: - ¡Es cierto! Después de todo es perro demonio, ja, ja, ja.

Rin: - Sí, ja, ja, yo pensé lo mismo, pero no dejes que te escuche.

Kagome: - ¡Inuyasha es mucho peor! Aún no logro hacer que se comporte civilizadamente.

Rin: - Por cierto, señora Kagome ¿Cómo es ser madre en su época?

Sango: - ¡Es verdad! Debe ser muy diferente.

Kagome: - Hmmm... no lo es tanto, pero si tuviera que decir algunas diferencias sería la edad y la forma de crianza.

Anciana Kaede: - ¿La edad?

Kagome: - Bueno, no es normal tener hijos tan jóvenes, pero... es mucho menos común tener hijos de un hanyo como Inuyasha, o un demonio como Sesshomaru.

Sango: - Pero te has acostumbrado a esta época ¿No es así?

Kagome: - Sí, me encantaría ver a mi familia, quisiera saber que están haciendo mi madre, el abuelo, Sota... pero al mismo tiempo, me gusta vivir aquí con ustedes.

Rin: - Entonces no tendrá hijos pronto ¿Verdad?

Kagome: - Ehhh... No, realmente tengo suficiente con Inuyasha.

Sango: - Haces bien, tener tres hijos y a un esposo como Miroku a veces puede ser un verdadero dolor de cabeza.

Kagome: - ¡Y qué lo digas!

Anciana Kaede: - Rin ¿Tendrás a tus niñas aquí o en el palacio de la madre de Sesshomaru?

Rin: - ¡Oh, no! Yo quisiera que usted me ayudara, anciana Kaede.

Anciana Kaede: - Así lo haré, Rin.

Rin y la anciana se miraron con cariño. Tras vivir tantos años juntas se había creado un vínculo especial que sabían aumentaría con el paso de los años.

Para Rin no había duda, quería que fuera la sacerdotisa quien le ayudara a traer a sus hijas al mundo.

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Cuando la humana estaba a punto de cumplir los nueves meses, la primavera ya mostraba los frondosos árboles de cerezo. Caminaban tomados de la mano, mirando los pétalos volar sobre sus cabezas.

Sesshomaru: - ¿Estás segura de que no quieres sentarte?

Rin: - Vamos al pie de aquel árbol - señaló uno de cerezo.

Cuando se sentaron, Rin sacó de sus ropas una camelia rosa.

Rin: - Muchas gracias por dármela, amo Sesshomaru. Esta flor siempre será especial para mí - dijo sonriendo.

El demonio acarició el abultado vientre.

Rin: - ¡Oh! ¿Ha sentido eso? Alguna de las dos ha lanzado una patada.

El demonio recorrió su vientre con su mano, sintiendo el movimiento de las pequeñas.

Rin: - Están respondiendo a su caricia, amo Sesshomaru... Rin está cada día más ansiosa por verlas, aunque... aún no hemos decidido cómo llamarlas.

Sesshomaru meditó un momento y luego sacó de su ropa el collar que ella le había hecho. El dije se trataba de una concha y dentro tenía tallado "Towa" y "Setsuna".

Rin tomó el collar y leyó los kanji que ella misma había escrito.

Rin: - ¡Son perfectos! Así cada bebé nos representará a nosotros.

El daiyokai la abrazó, mientras ella acariciaba su vientre.

Este Sesshomaru siempre creyó que darle un significado a las cosas no tenía importancia, pero ahora puedo ver que estas criaturas que pronto nacerán representan nuestra unión y nuestros sentimientos. Sí, este es el camino que he elegido...

La humana, al tiempo que veía los pétalos bailar con el viento y a lo lejos la pradera llena de flores, cantó de nuevo su canción:

Desde la colina puedo ver el vaivén de las flores.

Algún día también podrán verlas sentadas en mi regazo.

Tomarán su mano, cálida como un abrazo, e imprimirán tras sus huellas las suyas en la arena.

Si alguna vez la distancia nos llegara a separar.

Al otro lado del dolor, del miedo y la oscuridad, esperaré por nuestro reencuentro.

No importa la distancia, yo nunca estaré sola, si una parte de mí vive a través de ustedes.

Si nos separamos, agiten sus manos hacia el cielo, solo así recorreremos el mismo camino de nuevo.

Desde la colina podremos ver el vaivén de las flores.

Cuatro almas que ahora son una sola.

Cuatro almas que ahora son...una sola.

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Sesshomaru y Rin caminaron por el prado lleno de flores, era casi la hora de marcharse. Un atareado Jaken llegó a su lado llevando una carga de melones, pero al llegar a ellos unos cuantos se le cayeron al suelo. La humana rió al ver aquello.

Sesshomaru: - Jaken, es hora de irnos. Ve y trae a Ah-Un.

Jaken: - Sí, señor.

El pequeño demonio se fue por el mismo lugar por el que había llegado.

Rin: - Amo Sesshomaru ¿Sabía que la señora Kagome está embarazada?

El demonio no respondió.

Rin: - Estoy segura de que las tres serán muy buenas amigas.

Sesshomaru tomó su mano y la apretó fuerte.

A lo lejos, un par de ojos verdes los observaban. Entre las copas de los árboles, una mujer encapuchada los miraba besarse.

Eres idéntico a tu padre...

La encapuchada, aquella que alguna vez se alió con Saya, removió la capucha que andaba, dejando al descubierto su hermoso rostro.

Tras ella, una demonio, que parecía ser su sirviente, le dijo:

Sirviente: - Mi señora, he encontrado lo que me pidió.

Zero: - Bien, es hora de jugar mis cartas. Espero que puedas verlo todo desde el otro mundo, Inu no Taisho...

Muy pronto te despertaré, hermano mío...

Sesshomaru sintió una presencia, pero rápidamente, aquel olor casi imperceptible, se desvaneció en el aire.

Rin: - ¿Amo... Sesshomaru?

Sesshomaru: - No es nada, es hora de irnos.

Sesshomaru tomó la mano de Rin y caminaron en medio de las flores hacia Ah-Un y Jaken. Se marcharían antes del atardecer.

Rin, ahora más que nunca, te protegeré...

-FIN-