CAPÍTULO XXXIII

TRISTEZA Y RESIGNACIÓN

(Aquella tarde)

En la lejanía, los barcos que hubieran zarpado al atardecer se perdían en el oscuro horizonte. El mar en calma, se arrastraba hacia la orilla, golpeando a su paso los menudos pies de la entristecida chiquilla.

Ella, con el rostro apoyado en sus rodillas de cuando en cuando se limpiaba las cristalinas lagrimas de sus mejillas. En ese silencio y ahogada en su dolor, había permanecido las últimas horas.

Las estrellas una a una comenzaron a apoderarse de los oscuros cielos, haciendo que la joven alzara la mirada y viera como la luna comenzaba a abrirse paso entre las nubes. Aquella escena le resulto maravillosa, haciendo que por un breve momento se olvidara de lo que le hubiera ocurrido.

"¿Haruka estará viendo…?", con una sonrisa en sus labios se cuestionó, sin embargo las lágrimas volvieron a rodar por su rostro, devolviéndola a esa amarga tristeza. "Ni siquiera merezco volver a mencionar su nombre", murmuro casi en silencio.

Sin fuerza ni ánimo se reincorporo, comenzando así el camino a casa. Y aunque había pensado en no regresar lo hizo por su madre, quien ante su ausencia se impacientaría. Lo que en esos momento menos deseaba, era darle más preocupaciones.

En la cercana distancia la chiquilla observo su hogar y con ello los lejanos recuerdos felices volvieron a llenarle la memoria. Hacía no mucho tiempo reía en compañía de su amado y ahora, ahora estaba sola y consumida por una tristeza que la sobrepasaba. ¿Podría sobrevivir a ello?

Así pues, ingresando en la casona, su madre acudió a su encuentro.

"Michiru, hija… ¿Dónde estabas?, estaba tan preocupada", la alta mujer expreso tomando su pálido rostro entre sus manos para besarlo.

La aguamarina, sintiéndose a salvo ante las tiernas caricias de su madre, la abrazo con todas sus fuerzas; "Estoy bien, madre. No te preocupes", expreso mientras se esforzaba por no romper a llorar. "Solo fui a caminar, no me percate de que ya era tarde"

Katherine sonrió; "Esta bien. Ve y cámbiate, la nana ha preparado tarta"

"Gracias madre", Michiru expreso y luego camino hacia su habitación.

Habiendo ingresado en ella y luego de cerrar la puerta, sin poder tolerar más su pena se derrumbó sobre el frió suelo, rompiendo a llorar con desespero.

"Ha sido mi culpa, si yo no hubiera escuchado las peticiones de ese hombre, nada de esto hubiera ocurrido. Haruka, perdóname porque contra mi voluntad he faltado a mi promesa. Merezco que me odies", con la voz quebrada pudo murmurar.

Reincorporándose, observo el lecho donde la noche aquella por vez ultima se hubiera entregado a su amado y, acariciándolo con sus menudas manos, sonrió; "De él solo me queda el pañuelo y el recuerdo de ese amor y esa ilusión que no pudieron ser. Haruka, eres libre de tu promesa. Por mi parte yo seguiré aquí, esta casa será mi tumba", resignada sollozo.


(Nagazaki. Dos meses después)

Y de nuevo el tiempo transcurrió, trayendo consigo nuevos anocheceres con sus respectivos amaneceres.

Y aunque aún era de madrugada y los primeros rayos del sol lejos estaban de despuntar al alba, en la lejanía ya se podía escuchar el alegre canto de los primeros ruiseñores, quienes abandonando sus nidales, volaban por entre las ramas de los arboles.

El fresco viento del Norte se arrastraba por entre las aún casi solitarias calles, arrancando de los jardines las amarillentas y quebradizas hojas que el otoño a su paso iba dejando. Del ambiente, el aroma a canela y leña que de los fogones provenía se podía aspirar, mientras que en los rojizos cielos se podía adivinar que la primera nevada de la temporada no tardaría mucho en llegar.

Así pues, recostado sobre su cama con pabellón, qué era lo que la aguamarina aquella tarde hubiera deseado, el rubio, envolviendo una almohada entre sus brazos, yacía entregado al merecido descanso. Enmarcando en sus rosadas mejillas una sonrisa de satisfacción, era fácil llegar a intuir qué estaba soñando. ¿Qué que era? Por la forma en que sus labios se arqueaban y sus rubias pestañas juguetonas se movían, era fácil de imaginar.

El viento del prematuro amanecer se arrastro con violencia, escalando los altos muros y golpeando la ventana de la habitación principal, esta cedió ante su toque, permitiendo que el dulce perfume del huerto se colara y acariciara el pálido rostro del rubio.

Ante esa fría, pero dulce sensación, Haruka abrió los ojos y sentándose de golpe sobre el lecho espero a estar bien despierto. Habiendo calzado sus zapatos, de forma presurosa se reincorporo y tomando su bata, comenzó a vestirla al mismo tiempo que bajaba las escaleras.

"Dioses, ¿Será esto real?", se pregunto así mismo mientras que del ambiente respiraba aquel dulce aroma. "Si es así, entonces eso quiere decir que ha llegado el momento"

Dirigiendo sus veloces pasos hacia el primer piso, de su bolsillo tomo la llave y una vez que abrió la puerta, salio al jardín.

Nervioso y con la frente cubierta de sudor, se arrodillo sobre esa fértil tierra y rebuscando entre las hojas del huerto, satisfecho sonrió al ver que las que las dulces moras y las fresas, ya habían madurado.

Habiendo encontrado un fruto cuyo color y aroma eran exquisitos, lo llevo a sus labios y dándole un mordisco, sus mejillas se ruborizaron y sus ojos brillaron destellantes; "Sí, ya han madurado. Ha llegado la hora, mi amor. Ha llegado la hora de regresar a Tokio para convertirte en mi esposa"


(Tokio)

Aunque los meses habían transcurrido, los habitantes de aquella cuidad seguían inmersos en la cotidianidad.

Del puerto los barcos pesqueros zarpaban a las seis de la mañana para regresar al atardecer con su pesada carga. El tren con su densa y oscura fumarola, llegaba y partía a las horas tan acostumbradas. Y, aunque a diario traía consigo a muchas personas, en ninguno de sus vagones había regresado su amado.

Así pues, las horas continuaron impasibles, alejando la oscura noche y trayendo consigo los primeros rayos del sol, quienes juguetones anunciaban con su aún débil candidez que ese día haría un clima precioso. Y, al igual que el viento, estos se colaban por entre las rendijas del ventanal. Moviendo a su fresco paso las pesadas cortinas y las finas sabanas que de la cama colgaban.

Un pajarillo, atraído por las enredaderas que escalaban los altos muros de las residencia Kaio, juguetón voló hacia el cristal, llamando con su pico.

Ante esa bella combinación de elementos que en otro tiempo la hubieran llenado de una indescriptible felicidad, la hermosa aguamarina despertó mientras que en silencio una vez mas se lamentaba por haber tenido que hacerlo.

Con un indescriptible dolor que le apuñalaba el alma, fue fuerte al contener el llanto que amenazaba con comenzar a brotar. Y es que los amaneceres que en días pasados hubieran sido alegres y cálidos, le parecían tan lejanos y sombríos que a veces pensaba y no habían existido.

"¿Por qué estoy viva?, ¿Por qué no morí mientras dormía?", expreso con un pesado nudo en la garganta.

A través de los angostos pasillos los menudos pasos de la nana se dejaron escuchar, luego su voz irrumpió el silencio que llenaba la habitación; "Niña, ¿Ya despertó?"

Limpiandose las lagrimas que por sus palias mejillas resbalaban, con la voz entrecortada la chiquilla respondió; "Si, nana"

"¿Puedo pasar?", fue la pregunta que siguió a la anterior.

"No, nana. Aún no estoy vestida", la joven lánguidamente murmuro y sentándose en la orilla de su cama, con la mirada clavada en el muro espero a que ese pesado sopor que cada mañana amenazaba con derrumbarla, se esfumara.

Luego de resignarse a esa existencia, respiro profundo al mismo tiempo que se reincorporaba. Fue entonces que con dolor, asco y un completo desdén, observo aquello tan pequeño que hacía no mucho había comenzado a asomar por debajo de su piel.

En vano había pasado largas noches de desvelo pidiendo a quien fuera que la escuchara, que aquel acto tan cobarde y grotesco no hubiera dejado consecuencias. Ella consideraba que una vida no podía ni debía ser concebida en esas circunstancias. La sola idea de algo así le resultaba repulsiva. Luego, cuando la mañana la sorprendía, trataba de convencerse a ella misma de que aquel breve y horrible momento de conciencia durante los minutos de desmayo, tan solo se había tratado de una terrible pesadilla, sin embargo, al paso de los días su temor más grande se volvió tangible. Recordandole con ello que lo sucedido esa mañana había sido una realidad.

"Sí Haruka regresa, ¿De que forma podre verlo a los ojos?", dijo contemplando su figura en el espejo y al mismo tiempo que su voz se apagaba. "Él por mi solo puede sentir asco y desprecio", murmuro tratando de contener el llanto. "A ti te odio, ¿Qué lo qué ese hombre me hizo no fue suficiente?, ¿Qué hice para merecer este castigo?, Ahora a ti tengo que cargarte como si fueras una penitencia"

Impaciente por no obtener respuesta, la señora Matsuko volvió a llamar; "Niña, por favor dígame cuando este lista"

Michiru no dijo nada y comenzando a vestirse, con desdén volvió a mirarse al espejo; "¿Por qué no me dejas?", murmuro al mismo tiempo que trataba de ocultar lo que ella consideraba un vergonzoso estado. "Puedes pasar, nana", finalmente ordeno.

La señora Matsuko apenas ingreso observo el apagado rostro de su amada niña; "¿Le ocurre algo?, ¿Se siente bien?", cuestiono con preocupación, luego llevo la mano a su frente para comprobar que no tuviera fiebre.

"Me pasa todo, nana. No sabes cuanto sufro", replico ella sentándose frente al tocador para comenzar con su arreglo, aunque poco animo tenía para hacerlo.

De las manos, la anciana le quito el fino cepillo, comenzando así a desheredar su precioso cabello aguamarina; "Cuando usted era una niña yo solía peinarla... qué bellos tiempos aquellos en los que todo era felicidad"

Ante esos dulces recuerdos, la joven bajo la mirada; "Lo sé nana. Antes mi único anhelo era el convertirme en una mujer, ahora no sabes cuanto deseo volver a ser una niña. Deseo mucho volver a reír y ser feliz, sin embargo eso jamas sucederá"

Sin entender a que se debían esas dolorosas palabras, la nana negó con la cabeza; "Sonría y venga al comedor, el desayuno esta servido… ¿O es que prefiere tomarlo aquí?"

"Iré a tomarlo con mi madre", replico. Y es que durante los últimos meses de cuando en cuando se presentaba ante su ella he Isao. Así lo había decidido para que ninguno de los dos sospechara o preguntara que era aquello que en silencio la atormentaba.

Así pues, como cada mañana sentado a la mesa Isao bebía el amargo café mientras que Katherine contra su voluntad lo acompañaba.

"Buenos días", dijo Michiru.

La rubia al ver que su hija se aproximaba, sonrió complacida; "¿Cómo te encuentras el día de hoy?"

"Estoy viva", replico ella agachando la mirada para que en ella no adivinaran que había llorado.

Isao, por primera vez, un tanto preocupado por su pálido y cansado semblante, expreso; "Comes y duermes poco. Deberías alimentarte mejor. Katherine, llama al medico, quizás esta enferma"

La chiquilla ante su supuesta preocupada recomendación, con temor exclamo; "No, no quiero que nadie me vea". Llevando la mano a su cuello, aferro el puño a la tela de su hakama.

El pelinegro, siendo tosco como era su costumbre torció los labios, frunció el entrecejo y luego arrojo el periódico hacia el otro lado de la mesa; "Si lo que quieres es morirte, entonces vas por muy buen camino"

"Isao, por favor no hables así", ofendida su esposa reprendió.

"Yo solo decía que debe comer mejor. O qué ¿Quieres que la force a hacerlo?", contesto arrojando la servilleta sobre la mesa. "Mejor me voy, no soporto estar en su compañía", añadió y dando un ultimo trago a su amargo café, dirigió sus pesados pasos hacia la entrada.

Isao Kaio, aunque no quisiera decirlo abiertamente, hacía ya cuatro meses que una duda rondaba su cabeza, y esa era, "¿Qué habrá pasado con Katsumoto?". Y es que Saburo no solamente era un criminal, también era un completo cobarde que luego de lo sucedido, había dejado Tokio alegando que tenía ciertos pendientes que concluir. Eso si, antes de hacerlo a Isao le había entregado los papeles que previamente hubieran firmado, dando así por concluido su negocio.

Y como era lógico en el pelinegro, este de forma injusta había hecho responsable a su hija de tan extraña actitud.

Ignorando por completo la falta de modales de su esposo y deseosa de saber que era aquello que en silencio atormentaba a su hija, la rubia espero a que él se marchara y una vez que lo hizo, se volvió para con ella.

"¿Ocurre algo?", la mujer pregunto, luego le acaricio las mejillas. "Hace ya muchos días que te noto enferma. Comes poco y no duermes"

"No me pasa nada, madre", fue la contestación de siempre.

"Soy tu madre, puedes confiarme lo que sea. Hace ya mucho que no te veo sonreír, hace mucho que no te escucho reír"

Sintiendo como en sus entrañas se movía aquello que contra su voluntad hubiera sido anidado, recordandole con ello su indeseable existencia, Michiru logro contener el llanto, así que encogiéndose de hombros fue capaz de responder; "Madre, ya no encuentro motivo alguno que me haga sonreír. La alegría y la felicidad son algo muy lejano para mi"

Imaginando a que se debía esa pena que la consumía, la rubia con cariño tomo sus manos entre las suyas; "Creo saber qué es eso que te tortura. Hace ya cinco meses que ese joven se marcho, durante ese tiempo no has recibido noticias de él. Antes su regreso era algo que te emocionaba y te hacía sonreír, ahora ni siquiera has vuelto a mencionarlo"

Ante esas dolorosas palabras, Michiru levanto la mirada; "Y es mejor así, madre", expreso totalmente resignada a perderle.

Sin poder creer lo que había escuchado, Katherine negó con la cabeza; "No hija mía. Dime, ¿Qué ya no esperas su regreso?, ¿O es que piensas que jamas lo hará?, ¿Sufres porque quizás él ya olvido su promesa?", con dolor finalmente se atrevió a peguntar. Temía que a eso se debiera la extraña actitud de su pequeña, sin embargo lejos estaba de imaginar la cruel realidad.

En sus labios, Michiru trato de dibujar una sonrisa que enmascarara su pena y su vergüenza; "Madre, hace ya mucho tiempo que deje de esperar. Antes deseaba con todo mi corazón que él volviera para cumplir con todas esas hermosas promesas que aquella tarde tan enamorados hicimos. Esa tarde yo le pedí que jamas me olvidara... le pedí que regresara para no volver a separarnos jamas. Ahora... ahora ruego a todos los cielos por que él me haya olvidado. Ruego por que él ya haya encontrado la felicidad en otra mujer. Mi único deseo es que él jamas regrese", con un nudo en la garganta y al borde del llanto, si apenas pudo sisear.

No, esas palabras tan llenas de una extraña resignación no pudieron ser comprendidas por la rubia Katherine; "Hija, ¿Qué sucede?, jamas creí escuchar que tú dirías algo como eso. ¿A que se debe ese dolor que te consume?"

Michiru trato de sonreír y asintiendo levemente con la cabeza, añadió; "Créelo, madre. Haruka es un hombre muy bueno, el más bueno de todos los hombres. Y yo, yo deseo que él sea feliz donde quiera que este. Deseo que jamas vuelva a pensar en mi. Porque me gusta mucho imaginar que él no regreso porque ya encontró la felicidad en alguien más. Yo solo puedo ofrecerle vergüenza"

Ese fatalismo, la rubia no lo había escuchado en nadie, así que respetando el silencio de su hija, solo se limito a decir; "Jamas pensé que de tus labios llegaría a escuchar algo como eso"

"Y yo madre, jamas imagine que podría decir algo como esto", concluyo limpiando las lagrimas de sus ojos.


Notas de autor;

Qué dolor. Imaginen cuando Haruka llegue.

Kaiohmaru; El dolor es demasiado, Haruka ni se imagina lo que se encontrara al llegar. Pobre Michi :(

Michelle; Ni siquiera Isao tiene la culpa de lo que su socio le hizo, nadie pensó que algo así ocurriría.

Isavellcota; Difícilmente Michiru encontrara la salida. Esta totalmente desecha y su único consuelo es que Haruka no volvió, sin embargo pronto lo hará.

Hotaru tomoe; Haruka en esta historia tiene que andar con pasos de plomo en cuanto a su sexualidad, dudo mucho que se interese en otra solo por lo que le sucedió a su amada. Es Michiru quien se niega a ese futuro que planearon.