CAPÍTULO XXXVII
HOMBRE O DEMONIO
Insomnes, dos de las tres mujeres habían pasado lo que quedaba de la madrugada al cuidado de la inocente chiquilla, quien de cuando en cuando agitada despertaba ante cualquier ruido que quebrantara el reconfortante silencio de su alrededor. Su madre, envolviéndola en sus brazos para que en ellos se refugiara, sonreía al verla en ese estado de reposo, recordando con ello los felices días que cuando niña, su hija había disfrutado sin imaginar que tristeza alguna llegaría a mortificarla.
"Soy una tonta, nana. ¿Cómo es que no me di cuenta?", expreso la mujer mientras limpiaba las lágrimas de sus mejillas.
"No diga eso, señora. No es culpa suya, solo de esas dos bestias con piel de hombres", replico la vieja sin mucho ánimo como para hablar.
"Debí insistir para que confiara en mí. Debimos marcharnos antes de que esta pesadilla comenzara", lamentándose, si apenas y pudo murmurar.
"Hace días que lo venía notando, sin embargo en ningún momento pensé que se trataba de esto, mucho menos que hubiera sido de esa forma tan horrenda"
"Es mi culpa, nana. Me equivoque, soy una mala madre por no haber insistido. Por permitir cada uno de los abusos de Isao"
"No diga eso. El único que debe sufrir con semejante cargo de conciencia, es ese monstruo. En él no hay ningún cariño. Si no ama a su hija, entonces no puede querer a nadie"
"Ya de nada sirven las lamentaciones", Katherine expreso mientras acariciaba las mejillas de su hija. "Hay cosas que quisiera preguntarle y sin embargo no me atrevo, ahora lo más importante es ocuparnos de ella y de su pequeño", al decirlo sonrió.
Contrario a ella, la nana Matsuko bajo la mirada; "Ay señora, la niña dijo cosas tan horribles de su bebé, que ni siquiera soy capaz de mencionarlo. Una mujer que va a ser madre no debería hablar de esa forma"
"Para ella es difícil, nana. Muy seguramente el tiempo terminara curando esas heridas que aunque invisibles, son muy dolorosas"
"Ojala y así sea, señora", concluyo la mujer.
Poco a poco la mañana llego, aunque no sería muy diferente a la del día anterior. La lluvia golpeaba sobre el techo mientras que de cuando en cuando el trueno surcaba el cielo, como amenazando con romperlo y dejarlo caer sobre la ciudad.
Así pues, sentadas a la mesa, la hermosa aguamarina y la rubia disfrutaban del caliente y delicioso desayuno.
"¿Cómo te sientes?", pregunto su madre al ver que sus mejillas no estaban tan pálidas.
Entristecida, la chiquilla alzo la mirada; "Igual que ayer, madre", fue la corta contestación que ofreció.
Katherine sonrió y tomando sus menudas manos entre las suyas, replico; "Aunque no lo creas, hablar te ha hecho bien. Tus mejillas hoy tienen un poco de color, incluso en tu mirada hay algo diferente"
"El dolor y la tristeza que ahora me consumen no me deja, quisiera que por un momento se alejara y me dejara respirar", contesto haciendo un esfuerzo por comer, y es que no solo la falta de apetito la aquejaba, también unas terribles nauseas la atormentaban.
"Michiru, debiste decírmelo, ahora necesitamos que un médico te revise. Me preocupa mucho que algo vaya mal contigo y con el bebé"
Asustada, la chiquilla se llevó la mano al kimono, aferrándola con todas sus fuerzas a la fina tela; "No madre, no quiero que nadie me vea. No quiero que nadie me toque"
La rubia asintió, comprendiendo como debía sentirse. "Entiendo que no quieras ir, pero no puedes rehusarte. ¿Acaso no te gustaría saber cómo está tu bebe?", cuestiono esperando que con ello la joven aceptara.
Negando con la cabeza, la chiquilla comenzó a llorar de forma abierta y dolorosa; "No madre, no me interesa. Esto no es mío, lo único que quiero es que me deje en paz. Quiero qué me lo saquen"
Katherine hubiera insistido, pero en ese punto la puerta se abrió con violencia, dejando entre ver a un empapado, mal herido y adolorido Isao.
Arrastrando sus pesados y mal olientes pasos hacia el comedor, el pelinegro torció los carnosos labios al clavar la iracunda mirada en la joven; "¿Qué haces aquí?", cuestiono al mismo tiempo que le apuntaba con el trozo de madera sobre el que se apoyaba para avanzar.
Katherine se puso de pie, haciendo a un lado la servilleta que cubría sus muslos. Luego de forma educada, pero asqueada, señalo; "¿Ya viste que tienes toda la ropa cubierta de lodo?, además de ebrio, hueles a sangre"
Ignorándola, el sujeto se encamino hacia la aguamarina y tomándola del brazo, de un jalón hizo que se reincorporara solo para gritarle cerca del rostro; "¿Qué haces en mi mesa?… mejor dicho, ¿Qué sigues haciendo en mi casa? Ya sabes cuál es tu lugar". Habiendo hecho, la empujo.
"No la toques, podrías lastimarla", su esposa intervino al mismo tiempo que se interponía entre los dos.
"¿Pretendes que me siente a la mesa con esta pérdida?, no querida. Si quiere comer, qué lo haga lejos de mi vista. Si quiere un lugar para dormir, qué lo haga en la calle. Ese lugar es el que le corresponde a los vagos y a las mujerzuelas como ella"
Al escucharlo, Katherine se burlo de él. Acercándosele, lo empujo sin ningún hacer mucho esfuerzo; "Pues entonces será mejor que vayas buscando donde vivir, porque sabes bien que esta es mi casa. Además no seas hipócrita, quieres hablar de moral y buenos principios cuando tú eres un alcohólico que comparte mesa y cama con ebrios y prostitutas, ¿Qué eso no te da asco?. Entonces ¿Por qué no has de hacerlo con mi hija?, qué es una mujer buena, la más buena que en toda tu asquerosa vida conocerás. Deberías estar agradecido por eso"
"Porque es diferente. Se supone que ella debería ser educada, ser toda una dama. No andarse revolcando con cualquiera que se le cruce. Se ha convertido en una basura", expreso sentándose a la mesa y colocando la servilleta sobre sus piernas. "Ordénale a esa maldita anciana que me traiga el desayuno... no, que mejor lo haga tu hija. De esa forma va aprendiendo como es que se sirven mesas. Satisfacer hombres es algo que ya sabe hacer", habiendo dicho, soltó una carcajada.
Dicen que quien ríe al ultimo ríe mejor, eso era algo que Katherine quiso poner a prueba. Así que siendo educada, hablo con esa encantadora voz y ese hermoso acento Británico; "Por supuesto, querido. Aquí te tengo tu postre", habiendo dicho, de forma ligera, aunque no menos dolorosa, con su pie presiono la herida del hombre, haciendo que este aullara del dolor.
"Hija de mil perras", grito al sentir como la herida en su pie volvía a abrirse.
"Verte así de sucio ha hecho que el estómago se me revuelva. Llevare a mi hija al médico, luego comeremos algo en el camino y en cuanto lleguemos, comenzaremos con los preparativos para dejar esta maldita casa", sin importarle las quejas, los alaridos y las palabrotas que Isao lanzaba, expreso de forma despreocupada, como quien habla del clima o del último partido de cricket.
El sujeto torció los labios, emulo una sonrisa y fingiendo que aquello no dolía, contesto mientras se servía el amargo café; "Al fin escucho una idea decente. Si ese inútil no se ocupa de sacarle eso, con gusto lo haré yo. Aunque tenga que hacerlo con las manos. No me importa si la mato"
"Ya vámonos", ignorándolo, la rubia dijo para con su hija.
Escuchándola, la anciana de forma presurosa abandono la cocina y viendo a su ama, comenzó a jugar con las mangas de su kimono. Entonces hizo esa pregunta a la que se veía obligada; "Señora, ¿Puedo acompañarlas?, me aterra quedarme con ese engendro"
"Por supuesto que no, vieja tonta. Vuelve a la cocina y sirveme el desayuno", mascullo el encolerizado hombre.
La mujer, ignorando las órdenes del otro, asintió; "Por supuesto, nana"
"Ya dije que me sirvas el desayuno", enfurecido Isao grito al mismo tiempo que con fuerza golpeaba la mesa.
"Isao, la señora Matzuko no va a acatar ninguna de tus órdenes. Así que si quieres ropa limpia o comida, tendrás que hacerlo tú mismo. Dudo mucho que eso tan inservible se te termine de caer solo porque te ocupes de ti mismo", de forma burlona Katherine expreso.
"Malditas sean las tres. Muéranse", mascullo enfurecido.
(Esa misma tarde)
Escuchando que un carruaje se había detenido justo en la entrada, el mal encarado hombre arrastro sus débiles y adoloridos hacia el ventanal. Corriendo la pesada cortina para ver qué era lo que acontecía, observo a las tres mujeres descender.
Aún llovía de forma abundante, mezclándose en el interior de la casona ese delicioso aroma a tierra mojada con el desagradable olor de la sangre y los medicamentos.
"Con cuidado", expreso la rubia para con su pequeña.
Asqueado, Isao golpeo el fino cristal.
Ingresando en la residencia, el pelinegro de inmediato acudió a su encuentro. "Y bien, ¿Qué les dijo ese inútil?", cuestiono, más no porque estuviera interesado en ello.
Satisfecha, la rubia sonrió mientras se sentaba en el amplio sofá; "Hija, será mejor que vayas a descansar. Ya escuchaste, debes hacerlo"
"Si, madre", con la mirada baja y totalmente avergonzada porque el medico la hubiera tocado y examinado, contesto ella dirigiendo sus lánguidos pasos hacia sus aposentos.
"Tú no vas a ningún lado, ven aquí", grito el hombre, más como su palabra ya no tenía valor alguno, la aguamarina hizo como si no lo hubiera escuchado.
"He dicho que vengas aquí", de nueva cuenta ordeno sin ser obedecido.
"Pues bien, mi hija y su bebé están bien. Me preocupaba mucho que ese maldito cerdo la hubiera enfermado de algo, por fortuna no lo hizo", habiendo dicho la madre respiro aliviada.
Esas no fueron las palabras que el cobarde Isao hubiera deseado escuchar, así que torciendo los labios, contesto con enojo; "Pensé que ya se habían deshecho de ese bastardo"
"Eres perverso y vil. Deberías fingir aunque sea un poco de interés"
"Gracias por llamarme así", contesto irónico, como si lo disfrutara.
"Ahora solo debemos ocuparnos de que este tranquila y cuidar su alimentación. Nana, para la cena quiero que prepares una sopa de pollo con muchos vegetales", despreocupada la señora de la casa añadió.
"Como usted ordene", haciendo una corta reverencia, la señora Matsuko se retiro a la cocina.
Asqueado, Isao sonrió; "Pues más vale que no te encariñes con eso, querida. Es más que obvio que alguien debe ocuparse de eso. Anciana, supongo qué sabes a la perfección a qué me refiero. Así que ve a las calles de abajo, a las más sucias y pregunta por alguien discreto que pueda ayudarnos a deshacernos del problema"
"Señor Isao, lo que dice es terrible", expreso la otra desde el umbral.
"Me importa poco lo que pienses, aquí no eres nadie. Si tanto quieres ayudar a esa sucia ramera a la que llamas niña, entonces ve y hazlo. ¿O prefieres que yo lo haga?", apenas dijo arrastro sus pasos hacia la habitación de su hija, donde corrió el fusan. "Despierta, a golpes voy a sacarte ese engendro", ordeno.
Dándole alcance, su esposa lo detuvo por el brazo; "Eres un monstruo"
"Suéltame, maldita perra", expreso y luego hizo un corto silencio, cambiando con ello la dura expresión de su rostro. "Esta bien, por esta vez tú ganas", dijo observando a la chiquilla con una mirada llena de burla. "Al menos ahora deja que hablemos"
"No tienes nada que hablar con ella"
Temblando a causa del miedo, la chiquilla se sentó sobre su cama.
Ignorando a la rubia, Isao se dirigió a la aguamarina; "Michiru, porque pienso y me preocupo en ti, es que ahora mismo se me han ocurrido un par de soluciones para este vergonzoso problema. No quiero que digas que soy un ser mezquino, y es por eso que te daré a escoger, querida. O hacemos algo para que pierdas a ese bastardo, o me veré obligado a buscarte y comparte un esposo para cubrir la maldita vergüenza que ese estúpido panadero nos ha dejado"
Ante esas palabras, Katherine intervino; "Ni lo uno ni lo otro. No voy a permitir semejante atrocidad, o que pretendas condenar a mi hija a una eterna infelicidad. Ya le has hecho mucho daño"
Ignorando a su madre, la chiquilla alzo la voz; "¿Crees que esto me importa?, ¿Crees que no quiero deshacerme de él?"
Isao asintió; "Entonces lo primero es la mejor opción, es lo que yo mismo había pensado. Ahora deja que esta vieja inútil encuentre a alguien que te lo saque. Aunque tampoco miento al decir que yo puedo hacerlo"
"Me sorprende mucho que aún seas capaz de habar con tanto cinismo, es más que obvio que yo me opondré", la rubia contesto.
"Ya no estamos negociando, así que deja de meterte en esto que no te incumbe. Nos deshacemos del problema y podremos volver a nuestra cotidianidad… luego, luego podre buscarte un muy buen pretendiente y hacer que esta pesadilla jamás sucedió. Entonces también tendrás que fingir. Ningún muchacho decente querrá por esposa a una cualquiera que estuvo a punto de ser madre"
"Ya mejor cállate, que con cada palabra que de esa podrida boca sale, más asco me das. Estamos hablando de dos inocentes que no pidieron esto. Estamos hablando de tu nieto, casi tu hijo", la rubia expreso cansada de esa abominable actitud.
En ese punto Isao se quedó en silencio. Su labios se arquearon de forma burlona y en sus ojos se pudo contemplar un brillo malévolo, dándole con ello la apariencia de un repulsivo ser. "Luego de todo no eres tan estúpida como yo pensaba, querida", palmeando la mejilla de su esposa dijo.
"¿Qué quieres decir?"
"Qué deben irse a la casa de campo. Allí podrán estar en paz sin que yo me entrometa. Espero que tu hija si sirva para esto, y no sea una inútil como tú", torciendo aún más los labios, rió por lo bajo.
"¿Qué quieres decir?", aún sin entender, su esposa volvió a cuestionar.
"Dicen que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar, así que se van a ir. Si tu hija da a luz a un varón, entonces yo me olvidare de qué todo esto ocurrió. No será ningún bastardo porque llevara mi buen nombre. Será hijo tuyo y mío. Seremos esa familia que siempre debimos ser. Luego me enfocare en buscarte y comprarte un buen esposo, pero si prefieres alejarte de nosotros, mucho mejor para mi. Te iras de mi casa sin mi apellido. Por el contrario, si por equivocación das a luz a una mujer, entonces podrás deshacerte de ella"
"Imbécil, no puedes hablar así de tu sangre. No puedes separar a mi hija de su hijo", su esposa grito.
"Es un trato justo, querida Katherine. Así que más le vale a esta cualquiera esforzarse por cumplir mis deseos. En darme un hijo, porque no voy a tolerar a otra perdida bajo mi techo. Eso si, no se me olvida lo que ese hijo de perra nos hizo. Te juro que voy a encontrar y voy a matar a ese panadero muerto de hambre"
Ante esas dolorosas palabras, Michiru se arrojo a sus pies; "Matame a mi, pero por favor a él no lo lastimes. En todo esto él no tiene culpa alguna, él es muy bueno, demasiado bueno", llorando suplico.
Katherine se inclino para ayudarla a reincorporarse; "Hija, tranquilízate por favor. Y tú Isao, ya deja de hablar de esa forma. Ese muchacho no tiene culpa alguna. En todo caso y si eres tan hombre, ¿Por qué no vas y matas a ese cerdo?... es cierto, eres un cobarde que le tiene miedo"
Sin querer escucharla, pero disfrutando ver como la chiquilla en vano se humillaba, Isao la empujo con su pie sano. Luego y sin añadir palabra arrastro sus adoloridos pasos hacia su habitación y, habiéndose colocado sobre los hombros uno de sus pesados y finos sacos, abandono la residencia.
(Salón del centro)
Tratando de mitigar el dolor de su herida, Isao bebía de forma descontrolada, deseando con ello llegar a perder el conocimiento para olvidarse aunque fuera por un corto instante de lo que él consideraba una deshonra.
Intrigado por conocer a que se debía ese comportamiento, Eiji lo observaba. Y aunque lo había cuestionado en un intento por saber cómo es que se había herido, el otro se limitó a responder que durante la madrugada y mientras volvía a casa, un idiota lo había hecho. Como es lógico, este difícilmente reconocería que ese idiota, era él mismo.
"¿Qué te ocurre?", finalmente cuestiono el castaño mientras que de las manos trataba de quitarle el trago. "¿Quieres que vaya y busque al idiota que te hizo esto?"
Isao lo contemplo a través del cristalino vaso al mismo tiempo que un dolor punzante se concentraba en su pecho. Era como si algo muy filoso se enterrara en su carne.
"Dime en que calle fue, yo mismo me encargare de ese sujeto", expreso Eiji.
Aunque Isao confiaba en él, no lo hacía lo suficiente como para llegar a contarle lo que en su casa ocurría, así que luego de beber directamente de la botella, con el dorso de la mano se limpió los labios. "Hace tiempo dije que quería pedirte un favor, y es ahora cuando quiero que me ayudes con eso"
Deseoso de conocer sus íntimos secretos, el burlón castaño puso toda su atención en él; "¿De qué se trata?"
"Quiero que busques a ese maldito panadero y lo mates", murmuro de forma casi inentendible, luego volvió a beber con desespero, manchándose así el fino saco y la impecable camisa.
"Necesito detalles, ¿Dónde puedo encontrarlo?, ¿Qué te hizo como para que busques esa venganza?", deshaciéndose de la molesta ceniza, Eiji volvió a llevar el puro a sus labios.
Irritado por aquello que contra su pecho se clavaba, Isao alzo la voz; "Eso no te importa, cumple mi orden que yo sabre pagarte bien". No pudiendo tolerar más aquello que contra su carne se presionaba, Isao llevo la mano al bolsillo interno de su saco y buscando en el lo que lo lastimaba, entonces descubrió que en el fondo había un precioso broche de oro guarnecido con fina plata.
"¿Qué es esto?", extrañado por la presciencia de esa cara joya en su bolsillo, con detenimiento lo observo, descubriendo lo que parecía ser sangre seca su alrededor. Fue entonces cuando un vago recuerdo asalto su adormilada memoria. "¿Será posible?", se preguntó en medio de aquel pesado sopor. Y es que había logrado recordar el preciso instante en que por la espalda le disparo al panadero y aún más, cuando este mal herido dio un tumbo sobre la fría acera.
Observándolo a detalle, entonces pudo reconocer en él aquellas iniciales. Si, ese era el broche que hacía ya varios años el mismo le hubiera obsequiado a su hija. Y era el mismo qué ella le hubiera obsequiado a su amado en muestra de cariño.
Recordando el instante en que lo recogió del piso y lo guardo en su saco, agitado y lleno de dificultad se puso de pie. "Olvídate de eso, vamos a mi oficina"
"Está lloviendo", expreso el otro sin ningún deseo de llegar a empaparse.
"He dicho que me acompañes, necesito estar seguro", arrastrando con dificultad su pie herido, en medio de la madrugada abandonaron el salón y, caminando un par de calles arriba, finalmente arribaron.
En medio de las penumbras Isao pudo encontrar un par de velas y, encendiéndolas con el mechero que guardaba en su bolsillo, de los cajones del escritorio extrajo un montón de papeles.
"¿Dónde estás?", se cuestionó mientras que con desesperó comenzaba a revolver los documentos.
"¿Qué buscas?", cuestiono el castaño para ayudarle.
"Debe estar por aquí", murmuro el pelinegro con el rostro cubierto por un frió sudor. "Hace dos o tres años se lo compre, debe estar por aquí. No pudo haberse perdido"
No encontrando lo que buscaba, se volvió hacia el archivero del fondo y al hacerlo, de el extrajo otro puñado de papeles.
"Dime que buscas para que pueda ayudarte y sea más fácil encontrarlo"
"Puedo hacerlo solo, no soy un inútil", el cobarde señor Kaio mascullo. Fue en ese instante que encontró justo lo que necesitaba. Enmarcando una sonrisa en sus labios, finalmente comprobó que si se trataba de aquella joya que había adquirido para la aguamarina.
Al verlo sonreír de esa forma tan malvada, Eiji hablo; "¿Estas bien?"
"Ahora lo estoy", murmuro antes de echarse a reír de una forma grotesca, casi demoníaca. "Muy seguramente esa cualquiera se lo obsequio, aunque también él pudo haberla robado. En medio de los disparos él lo perdió, manchandolo con su sucia sangre. Esa noche yo estaba tan ebrio que no pude reconocerlo y lo deje olvidado en mi saco", tratando de recordar lo sucedido, pensó.
El castaño se le quedo mirando con extrañeza, viendo como sus negros ojos se volvían los de un desquiciado; "Sigo a la espera de más instrucciones"
Isao fijo su mirada en la de él y torciendo esa malévola sonrisa, expreso con calma; "No será necesario que hagas más. Yo me encargare de todo", expreso. "Esto hija, me lo vas a pagar", pensó mientras seguía contemplando aquello que en su mano reposaba.
Notas de autor;
Kaiohmaru; Isao y Saburo son iguales. Debió creerle a su hija. Qué fea época para ser mujer.
Michelle; Hasta el revolver odia a ese hombre.
Isavellcota; Pareciera que el destino no quiere que Haruka se encuentre con su amada. Isao prefirió creerle a él por miedo a que lo lastimara como alguna vez lo hizo con Eiji, pero él no contaba con que él mismo terminara agujerándose un pie.
UnbreakAbleWarrior; Así es, parece que poco a poco la luz va apareciendo.
Kyoky; Si Isao se hubiera muerto, nadie lo hubiera extrañado. Saburo por supuesto que no se iba a interesar por su bebé. Esos hombres no tienen otro interés más que lo económico.
