CAPÍTULO XXXIX

ETERNA ESPERA

Y de nuevo los días se sumaron sin llegar a ser muy diferentes a los demás, o al menos no hasta ese momento.

Los cielos nublados dejaban escapar una ligera lluvia mientras que una sensación casi sepulcral se había apoderado de la residencia Kaio. Solo el golpeteo de la lluvia sobre el techo de cuando en cuando rompía con ese abrumador silencio.

Para las tres mujeres imposible era el ya seguir viviendo en ese tormentoso infierno en el que ese sujeto con piel de hombre, era el verdugo.

Ya harta de su crueldad, la rubia Katherine había comenzado con los preparativos para dejar la casona cuanto antes. "Lo material siempre se puede recuperar", decía mientras se encargada de empacar lo mero importante.

¿Qué a dónde irían?, a cualquier lugar siempre y cuando estuviera lejos del alcance de Isao.

Por su parte, sumida en la más terrible de las tristezas, sentada sobre su cama y a través del ancho ventanal de su habitación, con la mirada perdida la chiquilla observaba lo que afuera acontecía.

Con ese era ya el tercer día que no comía. En vano habían sido los esfuerzos de su madre para conseguir que lo hiciera. Ademas el insomnio se había apoderado de ella, ni aun siquiera la mezcla de hierbas que aquella noche la nana hubiera utilizado para adormecerla, había funcionado.

Como es natural, los estragos de la falta de un descanso profundo comenzaban a asomar a su de por si menguado semblante. Y si es que lograba dormir aunque fuera durante unos cuantos minutos, la imagen de aquel chiquillo siempre acudía a llenar sus sueños. En los que todo era tal y como aquella tarde y sobre la colina, lo hubieran deseado.

El huerto había madurado y el jardín había florecido, inundando con su dulce aroma el interior de la casona. Y allí, de pie junto a la ventana, estaba él esperándola, siempre en silencio. Pero entonces el terrible dolor que significaba despertar en esa realidad, acudía a atormentarla.

"Sí al menos pudiera dormir un poco más, entonces podría seguir disfrutando de esa efímera utopía", le decía a su madre. "En mis sueños él está vivo, en ellos si soy feliz. Qué ganas de no despertar jamas"

Así pues, de cara a la realidad y hundida en su dolor, de la ajetreada calle a sus oídos llegaba el lejano rumor de lo que alrededor pasaba.

La campana de la alta torre con su pesado movimiento marco las seis en punto y al instante, el sonido del tren que partía dejo un eco que retumbo por toda la ciudad, haciendo que el corazón de la aguamarina se agitara aún más.

"En ningún tren regresara. Nada puede devolvérmelo", si apenas y pudo murmurar.

Fue entonces que junto a la ventana paso una joven y sonriente pareja de enamorados, quienes queriendo escapar de la fría lluvia, corrían tomados de la mano.

Esa encantadora escena a la joven le trajo a la memoria el recuerdo de aquella noche, en la que su amado y ella se habían refugiado ante un portal.

Ya sin poder contener el llanto, dejo que las lágrimas resbalaran por sus mejillas. Saber que jamas volvería a reflejarse en sus verdes pupilas, saber que jamas de sus labios volviera a tomar un beso, le era intolerable.

"Ojala y a ellos nadie los separe como a nosotros", murmuro al verlos cruzar la acera.

De pronto un lejano rumor en la distancia la hizo reincorporarse, haciendo que por un instante sonriera. Era el dulce sonido de una concertina el que había roto con esa abrumadora tristeza.

"¿Será él?", nerviosa se cuestionó esperando que se tratara de Fiódor Nikoláyevich, el alegre marinero que con sus versos muchas veces hubiera alegrado el parque. "Quizás decidió volver", dijo al recordar que hacía algún tiempo había zarpado rumbo a su amada patria.

Impaciente por verlo y hablarle, la mujer se asomó por el ventanal, aferrando sus menudas manos a la pesada reja.

Por su aspecto, si algún mal intencionado la llegaba a contemplar, erróneamente llegaría a pensar que se trataba de una prisionera, o en el peor de los casos, de una desquiciada.

Los versos que acompañaban la dulce melodía poco a poco se fueron acercando, haciendo que el corazón de la chiquilla convulsionara aún más agitado que antes. Sabía de ese aprecio paternal que entre su amado y ese sujeto había, y era por eso que necesitaba preguntarle si aquello que Isao le había dicho era una realidad, o una vil mentira.

Pero una vez más todas sus esperanzas se esfumaron al ver que era un chiquillo el que la tocaba.

El niño, un pelinegro de ojos azules y de no más de diez años, al pasar por su ventanal se detuvo, como si de pronto la necesidad de hacerlo lo hubiera dominado por completo.

"Buenos días, señorita", de forma educada saludo al mismo tiempo que le sonreía.

"Buenos días", replico ella sin mucho animo.

"Señorita es usted muy bonita, ¿Por qué no sonríe?", intrigado por su semblante, se atrevió a cuestionar.

Ante su pregunta, Michiru se encogió un poco de hombros; "Eres muy joven, el mundo de los adultos es algo que aún no puedes entender"

El inocente chiquillo insistió; "Por favor sonría, eso la hará ver mucho más linda de lo que es"

"La tristeza no me deja hacerlo. Es cierto, eres un niño. No debería atosigarte con mis problemas"

El pequeño de ojos azules negó con la cabeza y como si adivinara cuales eran sus penas, entonces se atrevió a decir; "Yo también siento que perdí a alguien. Es extraño decirlo y aún más escucharlo, pero puedo sentir que esta vez ella no nació para acompañarme. Sé que en esta vida estoy condenado a estar solo. Y eso es algo muy doloroso"

Sin haber entendió que significaban sus palabras, la aguamarina bajo la mirada; "El jamás volverá porque alguien muy malo lo lastimo", replico sin aliento.

El niño dejo sobre el suelo la concertina y llevando la mano al bolsillo de su gastado pantalón, de el saco un trozo de papel. "Por favor sonría, le hará bien", expreso mientras que de forma hábil comenzaba a doblarlo y una vez que termino, lo entrego en manos de la mujer. "Es una flor… esta rosa jamás se marchitara. Y al igual que ella, que su esperanza no desfallezca y sea eterna. Piense que todo estará bien y que un día él volverá"

La aguamarina, sabiendo que eso jamas ocurriría, llevo la mano a su bolsillo y extrayendo unas monedas, las deposito en sus sucias manitas. "Gracias por tu música, has alegrado el día"

"Lamento no haberla alegrado a usted. Muchas gracias", el pelinegro expreso y quitándose el sobrero, hizo una corta reverencia. Luego tomo su concertina, continuando así su camino calles abajo.

Pensando en sus palabras y viendo como poco a poco se alejaba, Michiru alzo la voz; "Espera, ¿Cómo te llamas?"

El niño volvió la azulada mirada y entonces replico; "No tengo nombre. Esta vez nací sin uno"

"Endimión", habiendo sido lo primero que a su mente acudió, agitada grito para con él. "Te llamas Endimión"

Ya con un nombre, Endimión asintió. "Me gusta. Adiós", contesto sonriendo y luego continuo tocando su instrumento.

Con una tierna sonrisa en los labios, Katherine en silencio observaba a su hija.

"Michiru, hija", finalmente la llamo.

Agitada, la joven se volvió hacia ella. "¿Ocurre algo, madre?"

"Nada importarte. Venía a decirte que nos marcharemos al amanecer", expreso mientras se sentaba frente a ella.

"Entiendo, pero… ¿A dónde iremos?", fue la pregunta obligada. Ya no tenía caso seguir esperando. Él se había marchado para siempre.

"Había pensado en retirarnos a casa de mi padre, pero si es así, Isao nos encontrara… así que nos iremos lejos. A donde él jamás pueda hacerlo"

Ante esas palabras, Michiru bajo la mirada; "Antes de subirse a ese tren, él dijo lo mismo. Iría a donde ese maldito no pudiera lastimarlo, y no fue así. Lo encontró y lo asesino", habiendo dicho, de nuevo comenzó a llorar.

Tomándola entre sus brazos, su madre trato de darle consuelo; "Será diferente"

Aferrándose a ella, su hija replico; "Haruka nació huérfano, vino a este lugar cuando su abuelo murió. En este mundo él estaba solo hasta que nos conocimos. Ahora me gustaría mucho saber dónde está. Quisiera tener un lugar para él, un lugar para llorarle. Solo me tiene a mi para recordarlo"

"Difícilmente Isao nos dirá dónde está, pero te prometo que haré lo posible por encontrarlo"

Limpiándose las lágrimas, la aguamarina añadió; "Si muero, entonces entiérrame a su lado. Solo así volveremos a reencontrarnos"

"No digas eso. Aún eres una niña como para pensar en la muerte", como es lógico, la rubia reprendió.

"Él también era un niño, y ese sujeto me lo quito, más nunca de mi corazón podrá arrancar este amor"

"Eres muy joven. Quizás algún día vuelvas a enamorarte, entonces podrás rehacer tu vida"

"No, madre. Eso es imposible. Yo nací para estar con él, y si en esta vida no fue posible, cumpliré mi promesa de seguir esperándole. Quizás en la siguiente si podremos estar juntos", Michiru concluyo.


(Cerca de allí)

Y tal y como había dicho, había hecho.

Luego de haber abandonado el tren y de haber tenido que pasar la noche en una pensión de Saitama, el hermoso rubio había encontrado una diligencia que por un módico precio, lo llevaría a la capital.

Así pues, el galopeo de los caballos y el andar de los carruajes rompía con el silencio de los campos, mientras que sus negras siluetas atravesaban la densa cortina de niebla.

Agitado porque la noche estaba por caer, Haruka contemplaba lo poco que a través de la espesa nube podía ver. Sabía que el viaje pronto se vería interrumpido.

"¿Nervioso?", cuestiono el hombre que viajaba a su lado, quien a su vez también se había visto orillado a bajar del tren y continuar el trayecto por su cuenta.

"Bastante… ya está por anochecer", replico sabiendo que en cuanto la oscuridad de la noche se apoderara de todo, a orilla del camino se tumbarían a descansar. Sin embargo ya había decidido que si eso pasaba, continuaría el viaje a pie. No podía quedarse a esperar a que la mañana llegara.

De pronto las palabras del cochero principal hicieron que Tenou sonriera; "Dentro de unas horas llegaremos a Tokio. No nos detendremos a descansar. Iremos directo al centro de la ciudad"

Eso sin duda reconforto su turbado ánimo. Solo unas cuantas horas más y entonces se reencontraría con su amada.

Así pues, aferrando sus manos a su equipaje y a la hermosa muñeca que hubiera comprado en la última ciudad por la que pasaron, esperaría a que el momento llegara.

No, ni siquiera podría esperar a que la mañana se hiciera presente para ir a la residencia Kaio. Decidido estaba a hacerlo en cuanto arribara.


(Tokio)

Aullando a causa de los terribles dolores que corroían su figura, Isao permanecía tumbado sobre la mesa de operaciones del medico.

Hacía dos días que la fiebre había comenzado a atormentarlo, produciéndole fuertes temblores.

Acompañándolo, Eiji desviaba la mirada mientras que con el pañuelo se cubría buena parte del rostro. Y es que el terrible hedor que de aquella herida se desprendía comenzaba a volverse insoportable.

"Ten cuidado, imbécil", grito el pelinegro en cuanto el medico inicio la curación.

El hombre, ignorando los alaridos y las palabrotas que aquel lanzaba, se concentro en su labor. Aunque por el estado en el que sus dedos se encontraban, sabia que poco podría hacerse. Ademas había recordado que hacía no mucho tiempo ese iracundo y orgulloso sujeto había estado ahí, presumiendo de haberle disparado a un hombre.

Observando que Eiji bebía, Isao de las manos le arranco la botella de vino para llevarla sus labios. "Dame eso"

"No debería beber. Eso solo empeorara la infección", como es obvio, el viejo señalo.

"¿Le estoy preguntando?... haga su trabajo. Maldito estúpido", Isao mascullo a gritos.

"Su herida esta llena de pus, si la infección sigue avanzando no podre hacer nada. Se convertirá en gangrena y entonces tendré que amputarle lo que queda de sus dedos"

El ebrio pelinegro soltó una carcajada y como si no le importara lo que había escuchado, de forma burlona añadió mientras le hacía una seña obscena; "Mientras me quede esto, ¿Para qué necesito los dedos?"

"Señor, sea consciente por favor. La gangrena podría extenderse hacia su pierna. Entonces tendré que amputarla", siendo prudente, contesto.

"Bah"

"Isao, escucha lo que el medico te esta diciendo". Viendo la sanguinolenta herida, Eiji hizo esfuerzos por no vomitar.

"Ya la he limpiado y curado, así que todo dependerá de usted, señor Kaio. Tiene que dejar de beber para que los analgésicos y la penicilina hagan su trabajo. Tendrá que lavar la herida, secarla y cuidar que no vuelva a supurar", expreso mientras le prescribía nuevos medicamentos. Y es que los otros parecían no haberle hecho ningún efecto.

"Todo menos dejar de beber", Kaio replico y luego volvió a llevarse la botella a los labios.

Sabiendo que sería inútil insistir, el medico entonces negó con la cabeza; "Maldita sea la sífilis, se come la cordura de los hombres"

Al escuchar eso, la embriaguez termino huyendo del pelinegro; "¿Qué ha dicho?"

"Qué habrá que darle más medicamentos", replico el viejo. "Muy seguramente esta infectado, habrá que evitar que la enfermedad se vaya a otros órganos"

Con la boca abierta, asqueado y la mirada desencajada, el castaño Eiji se quedo en silencio.


(Residencia Kaio)

La noche finamente se hizo presente, posando a la luna sobre el ventanal de la habitación de la aguamarina.

Observando su inmaculado resplandor, la chiquilla entonces acudió a verla. Hacía tanto que no contemplaba su belleza, que en ese momento su clara luz le devolvió un poco de esperanza.

"No, eso es un imposible. Él jamas regresara", expreso al mismo tiempo que cerraba el cristal y corría la cortina para no permitir que su resplandor se colara hacia el interior.

"El té esta servido", dijo la nana desde el otro pasillo.

"Iré en un momento", replico la chiquilla mientras que de forma presurosa dirigía sus pasos hacia el estudio de Isao.

Ingresando en él, nerviosa aseguro la puerta, luego camino hacia su escritorio.

"¿Dónde esta?", se cuestiono así misma al mismo tiempo que revolvía los documentos que ahí reposaban.

De pronto detrás de la puerta la voz de la alta mujer interrumpió al mismo tiempo que forzaba la cerradura para que esta cediera; "Hija, ¿Estas ahí?"

"Sí, madre. Necesito papel para escribir una carta", agitada replico y entonces, entre la pila de documentos finalmente encontró aquello que en realidad buscaba. Tomándolo entre sus menudas manos, lo observo con detenimiento, contemplando a detalle su hermoso brillo. Luego lo oculto entre sus ropas.

"Ven o el té se enfriara", habiendo recomendado, la mujer se alejo.

Forzando en su rostro una sonrisa la chiquilla abandono el estudio, dirigiendo sus pasos hacia el comedor y tomando asiento junto a su madre.

"Compre esos pastelillos que tanto que gustan", expreso contenta de verla sonreír, aunque fuera un poco.

"Gracias, madre", contesto Michiru. Dándole un mordisco al bocadillo, descubrió que su sabor en nada se comparaba con el que Haruka solía prepararlos.

Esa paz de la que tanto habían disfrutado no sería eterna, porque justo en ese punto la puerta se abrió con violencia, dando paso a Isao.

"Buenas noches", cínico saludo al mismo tiempo que ingresaba en el comedor, dejando a su paso el hedor de su lastimado pie.

"Pero que peste", dijo Katherine al mismo tiempo que con la servilleta se cubría la nariz.

Sin poder contener aquella sensación que se había apoderado de su estomago, la joven no pudo evitar vomitar.

Preocupada, su madre se volvió para con ella, "¿Estas bien?"

"Si, madre", contesto. "Iré a lavarme"

"Qué asco", Isao mascullo. "Si puedes no vuelvas... al menos no hasta que sepas que traes ahí. Quiero un varón, no a una cualquiera como tú", añadió mientras la veía perderse por el pasillo del fondo.

"Hablas de asco cuando eres tú el que apesta. Te estas pudriendo, querido"

"Precisamente de eso quiero hablarte. El imbécil del medico me ha dicho que de continuar la infección, terminara por amputarme los dedos... pero eso no es lo peor"

"¿Puede haber algo peor?", sin inmutarse, su aún esposa cuestiono.

"Siempre puede haber algo peor. Ese imbécil ha dicho que tengo sífilis, ¿Puedes creerlo?"

Sin preocuparse, Katherine se encogió de hombros; "No me sorprende"

"¿Por qué no te sorprende?, ¿Lo sabias?... ¿Fuiste tú la perra que me contagio?", poniéndose de pie grito y luego golpeo la mesa. "Por culpa de tu hija estoy a punto de perder los dedos, ahora por tu culpa soy un sifilítico. Malditas sean las dos"

"Y aún tienes el descaro de hacerte el ofendido. Debería ser yo quien te cuestionara, pero como sé que como yo estoy bien y tú mal, no lo haré. Ahora hazme el favor... no, no es ningún favor. Te ordeno que te retires de mi vista"

Isao frunció el entrecejo y sirviéndose un poco de té, llevo la humeante bebida sus labios. "Ten cuidado querida, te has convertido en una histérica. Debería llevarte al psiquiátrico"

"Si no es que yo te interno primero. La sífilis se te ha subido al poco cerebro que te queda", ella replico de forma burlona.

Ante esas provocativas amenazas, el sujeto arrojo la taza de té contra la pared. "Esto esta frió. Qué esa vieja inútil me traigo uno caliente"

"Si mal no recuerdo, te dije que si querías algo tú mismo deberías ir a buscarlo, pero por esta ocasión seré flexible. Nana, ven por favor"

Temerosa por encontrarse ante la presencia de ese sujeto, la señora Matsuko obedeció a su joven ama.

"Si, señora"

Katherine torció los labios de forma burlona mientras que con una mirada picara le ordenaba; "Por favor prepara un té para el señor"

"¿Un té?", cuestiono tratando de entender que era lo que esa mueca y esa mirada trataban de decirle.

"¿Que parte no entendiste?, vieja estúpida", alzando la voz, Isao trato de ponerse en pie, sin embargo el dolor no se lo permitió.

"Si, nana. Por favor preparale un té al señor"

"Lo que usted ordene, señora", la anciana dijo y dirigiendo sus pasos hacia la cocina, sobre el fogón puso a hervir el agua. "Y bien caliente que se lo voy a dar", murmuro y entonces agrego aquella mezcla de hierbas.

En ese punto el reloj marco las once en punto, atrayendo la atención de todos los que habitaban la casona.

¿A caso se trataba de un presentimiento?

Isao en silencio, bajo la mirada al mismo tiempo que la fijaba sobre el blanco y fino mantel. Era como si aquel sonido hubiera terminado por perturbarlo.

"Señor, aquí esta su té", dijo la señora Matsuko mientras se lo servia.

"¿Qué?... ah, si. Lárgate de aquí", expreso volviendo a dibujar en su rostro esa expresión dura. "Aunque creo que mejor soy yo quien se va. No las soporto", añadió y tomando su bebida, con dificultad arrastro sus pasos hacia sus aposentos.

"Mañana a estas horas ya estaremos muy lejos. Esta pesadilla esta por terminar", sonriendo expreso la bella rubia mientras lo veía retirarse.


Notas de autor;

Dentro de unas horas Haruka llegara. Pensé en escribir un solo capitulo, pero hubiera sido muy largo y preferí dividirlo en dos.

Isavellcota; Si Isao no le hubiera enseñado el broche, Michiru no hubiera creído su mentira.

kaiohmaru; Isao ya no piensa, los excesos le están pasando factura.

Michelle; Ojala y Haruka llegue antes de que se marchen.

Kyoky; Aunque el destino trate de separarlas, Haruka ira en su contra. Es tenaz.