CAPÍTULO LII
OCASO DE UN ORGULLO
El tiempo transcurrió con total naturalidad, y así como el viento arrastra las secas hojas que de los arboles caen, de igual modo el transcurso de las horas arrastro lejos la tristeza de los días pasados, dejando en ellos la alegría de los buenos momentos.
Tal y como Michiru hubiera prometido, había vuelto a sonreír, dejando de lado el pesimismo y concentrándose en su hogar, en su amado y en su hijo, a quién poco poco y gracias a la ayuda de su rubio, iba aceptando.
Y aunque por instantes llegara a flaquear, tomada de la mano de su prometido volvía a recuperar las fuerzas para continuar, no dejándose abrumar por malos recuerdos, o perversas intrigas.
Satisfecho por ese cambio en ella, él sonreía al verla tan contenta.
Juntos iban logrando lo que aquella tarde hubieran soñado. Sólo que en ese momento no imaginaron qué la recompensa a su trabajo, traería como consecuencia la ampliación de su negoció.
(Del otro lado del océano)
Y aunque su viaje había iniciado hacía muchos días, la verdad era qué para Katherine este y apenas comenzaba.
¿Qué aventuras le aguardarían?, ¿Qué inesperados reencuentros acontecerían?, ¿Volvería a ser feliz?
Así pues, viendo en la lejanía la ciudad que hacía treinta y ocho años la vio nacer, emocionada sonrió al saberse en casa.
"Hemos llegado, nana", satisfecha expreso cuando la pesada embarcación por fin anclo en el muelle.
Así pues, al instante comenzó el desembarco.
"El camino a casa es lejos. Tomaremos un carruaje para qué nos lleve"
Avanzando por entre aquellas anchas o angostas calles, maravilladas ambas mujeres observaban a su alrededor.
"En diez años la ciudad ha cambiado mucho", expreso la rubia al contemplar los nuevos edificios que daban un aire moderno a sus calles.
Observando como sus ojos destellaban, la anciana sonrió; "Muchas gracias por no dejarme sola"
"Nana, no tienes nada qué agradecer, soy yo quien tiene que hacerlo para contigo. Juntas soportamos tantas cosas, juntas vencimos la mezquindad. Y aunque este sitio ahora te resulte abrumador, estoy segura de que muy pronto te vas a acostumbrar"
"La ciudad es muy grande, me será necesario un mapa", risueña la mujer bromeo.
Continuando el viaje un par de calles más, finalmente arribaron en la residencia Winchester.
"Bienvenida a tu nuevo hogar, nana. Aquí volveremos a ser felices. Recuperaremos nuestras vidas", expreso la dama.
Sorprendida por el amplio jardín, la señora Matsuko no supo qué decir. Sabía que sería una lugar precioso, sin embargó la imaginación no le había alcanzado para tanto. Era mucho más de lo que ella hubiera esperado.
Recordando a su amado rubio, quien solía ocuparse de las flores, la rubia sonrió al ver las rojas rosas, las cuales y en medio del crudo invierno abrían sus pétalos para que sobre ellas se posaran los juguetones insectos.
"Siguen creciendo igual de hermosas qué en ese entonces... muero por ver a mis nietos corriendo de aquí a allá", ilusionada por un momento imaginó a un par de traviesos chiquillos.
El mayordomo, habiendo visto a través del ventanal el inesperado regreso de su ama, presuroso dirigió sus pasos hacia la entrada no sin antes haber llamado a los demás trabajadores a su presencia.
Él, un señor maduro, de rostro pálido y de aspecto escuálido, hizo una reverencia ante ella; "Señora, qué gusto qué haya venido a visitarnos"
"He venido para quedarme", expreso entregándole su paraguas y su abrigo. "¿Alguna novedad durante mi ausencia?"
"Ninguna, señora. Todo sigue igual como cuando su padre vivía", el sujeto expreso. "¿Y el señor y la señorita?", no pudo evitar cuestionar al verla llegar sin el pelinegro y sin la pequeña aguamarina, a quién había conocido cuando esta era apenas una niña.
Katherine sonrió con evidente alegría; "Arthur, no hay ningún señor. Pero si viene a buscarme, no lo dejen pasar. No importa qué diga o qué exija... Si es necesario llamen a la policía. Mi hija esta vez no me acompaña, ella se quedo en casa porque ya tiene su propia familia. Quizás pronto vengan a visitarnos"
Sin palabras, a detalle la nana observaba los altos muros que daban forma a la casona, la cual en nada se podía comparar con la antigua residencia Kaio.
"En el carruaje están nuestras cosas, de la orden para que sean llevadas a nuestros dormitorios. Quiero que preparen una buena habitación para la señora Matsuko"
Arthur, pensando que aquella mujer extranjera formaría parte del servicio, se volvió hacia ella, quien parecía bastante confundida. Así que hablándole de forma pausada en un intento porque le entendiera, exclamo; "Los cri-a-dos dor-mi-mos del o-tro la-do de la ca-sa. En bre-ve le ex-pli-ca-ré cu-a-les se-rán sus fun-ci-o-nes y cu-al se-rá su sa-la-rió"
Ante esas palabras, la rubia frunció el entrecejo y negó con la cabeza; "La señora Matsuko no es una criada. Es como una madre para mi. Así qué quiero que preparen una buena habitación para ella. Quiero que sea tratada como si de un miembro de mi familia se tratara"
Confundido, el mayordomo vio a la menuda anciana de pies a cabeza, dibujando en su rostro una ligera mueca de desagrado; "Qué escándalo. Primero el hijo de aquella criada y ahora esta mujer", murmuro por lo bajo.
La señora Matsuko sonrió y volviéndose hacia él, contesto con un casi perfecto Ingles; "No crea qué no lo escuche. Parezco tonta, pero no lo soy. Así qué hable bien"
Sorprendido porque la mujer le había entendido y aún más, le había replicado, el sujeto mascullo; "¡Y sabe hablar!, al menos parece educada"
"La señora Katherine me enseño a hacerlo, así que por favor ni siquiera se atreva a murmurar a mis espaldas, qué siempre he de escucharlo. Ya escucho a la señora, vaya y prepare mi habitación", concluyo riendo un poco.
(Nagasaki. Residencia Tenou)
Dejando que el lánguido brillo del atardecer penetrara a través de los anchos ventanales, sentada detrás del caballete la chiquilla se ocupaba de preparar el lienzo.
Después de tantos días, había decidido volver a pintar.
Así pues, tomando las finas acuarelas, hizo las brillantes mezclas y entonces inicio los primeros trazos.
Observándola desde el umbral de la puerta, el rubio sonreía al verla tan contenta.
Sintiendo su presencia, la mujer se volvió hacia él. "¿Qué te gustaría que pintara?"
"Lo qué tu corazón desee", expreso Haruka, luego la rodeo entre sus brazos.
"Podría ser el mar, o aquel hermoso campo que durante las tardes solíamos visitar, aunque ¿Quien dice que no pueden ser ambos?"
"Lo qué decidas estará bien. Me alegra mucho que hayas vuelto a retomar las actividades que tanto te gustan", besando su mejilla dijo a su oído.
"Te dije que volvería a ser aquella Michiru", contesto depositando un beso en sus labios.
"Lo sé", contesto y justo cuando estaba a punto de volver a besarla, sintió aquel movimiento, el cual provenía desde el vientre de la joven. Riendo un poco, Haruka coloco su mano en él. "Me causa mucha alegría poder sentirlo"
La aguamarina asintió levemente. Y es qué aún y cuando ella misma aún se encontraba un tanto renuente, se emocionaba al ver a su amado disfrutando a través de ella ese estado. "Me alegra mucho escucharlo... ¿Sabes?, también estoy considerando hacer una pintura sobre nosotros dos"
"¿El motivo de esta?"
"Nuestra boda... luego podría pintar un cuadro más familiar"
Al escucharla pronunciar esa palabra, Haruka sonrió satisfecho. Lo llenaba de alegría saber que poco a poco su amada iba aceptando el hecho de que pronto pasarían de ser una familia de dos, a ser una de tres, así como cualquier otra. "Michi, pintes lo qué pintes, el resultado siempre será hermoso"
"Aún más si en ella estas tú. Hoy pintare ese hermoso día en la colina"
En ese punto el rubio recordó aquel gracioso incidente, no pudiendo con ello evitar soltar una corta risa; "Pintaras al campesino que nos descubrió haciéndolo en sus cultivos"
Las mejillas de la joven se encendieron, luego también rió; "¡Dioses!, casi lo había olvidado. Estaba tan molesto qué grito cosas horribles. Pero hay qué admitirlo, nosotros lo provocamos"
"Eramos jóvenes y torpes", el rubio ligeramente se encogió de hombros.
"Decidimos correr el riesgo. Sin embargo no me refería a ese día, sino a cuando hicimos todas las promesas que poco a poco hemos ido cumpliendo. En el plasmare todos nuestros sueños, y cuando este terminado lo colocare en el recibidor para qué todo aquel que nos visite, contemple que los cumplimos"
"¿Se puede pintar la felicidad?", Haruka cuestiono maravillado ante sus palabras.
Michiru se volvió hacia él, volviendo a enmarcar una sonrisa en sus labios; "Si, puedo hacerlo, aunque no hay mayor muestra de felicidad, qué la que se dibuja en nuestros rostros"
(Tokio)
El humo del cigarrillo inundando el recibidor y el aroma a tabaco barato revuelto con el alcohol, por momentos hacían irrespirable el aire de lo que hubiera sido la residencia Kaio.
El murmuro de toda esa gente qué sin su consentimiento, pero qué por invitación de Saiko se hubiera apropiado de su casa y del fino piano, podía ser escuchado del otro lado de la acera.
Las procaces carcajadas de aquellas escandalosas mujeres, el chocar de las cristalinas copas, el aroma a sudor y la pedante conversación de aquellos viciosos, mortificarían a cualquiera que estuviera lejos de llevar una vida tan licenciosa.
Isao Kaio, con la camisa sucia, el cabello crecido y una espesa barba rodeándole el empalidecido rostro, ahogado en vino permanecía con la cabeza apoyada sobre sus brazos.
"Saiko, Saiko, dile a toda esta gente que se vaya", al borde de la inconsciencia si apenas y pudo murmurar.
"Bebe esto, calmara cualquiera de tus dolores", cínico, Eiji expresó al mismo tiempo que le ofrecía otro trago.
Más allá, sobre el sillón favorito de su ya ex esposa, sin pudor alguno una pareja jugaba a seducirse. Del otro lado, un hombre yacía tumbado sobre el suelo a causa de la embriaguez.
Por su parte y como si se encontrara en su propia casa, la pelinegra recibía a más invitados, obteniendo de ellos buenas ganancias. Cuanta razón tuvo el castaño al decir que el ir a Tokio sería un buen negoció para ella.
Qué injusto había sido Isao cuando en medio de su enojo y sin razón alguna acuso a su hija de convertir su casa en un burdel. En ese momento lejos estaba de imaginar que sus palabras se terminarían cumpliendo por mano de la pelinegra Saiko.
Sí, de lo que en el pasado hubiera sido un hogar, no quedaba ni aún siquiera su sombra.
Los preciosos vestidos de encaje y seda que en otro tiempo hubieran adornado el cuerpo de la alta rubia, ahora eran portados por aquellas desvergonzadas mujeres. Los finos kimonos que hubieran pertenecido a su pequeña, se apostaban en infantiles suertes. Los caros perfumes que hubieran pertenecido a ambas, eran desperdiciados en un intento por deshacerse de la peste a orina y sudor que predominaba hasta en el ultimo rincón.
Las habitaciones que él hubiera reservado para cuando su esposa, su hija, su yerno y su nieto regresaran, tras sus puertas escondían el vicio y toda esa corruptela qué la noche con su oscuro velo permitía y qué hasta en ese entonces sólo se podía encontrar en las sucias calles de abajo.
Si la rubia Katherine observara en que se había convertido su hogar, lejos de sentir tristeza o lastima, se alegraría al ver a Isao hundido en su propia decadencia.
"¿Cuando vas a volver, mi amor?", en vano se pregunto a si mismo al mismo tiempo que llevaba la botella a sus sedientos labios. "¿Cuando vas a perdonarme?, ven a salvarme", gimió antes de echarse a llorar.
Y como si el licor le sirviera de recordatorio para terminar de torturarlo, a su memoria acudían aquellas desagradables visiones en las que lleno de crueldad y sin medir el daño qué sus palabras o sus golpes pudieran causar en su pequeña, la heria. Y aún peor fue cuando recordó como aquella noche había sometido a su esposa a su infame cobardía.
Cuanta razón había tenido la anciana Matsuko al decir que él era un demonio con piel de hombre, el cual a causa de su libertino comportamiento se encontraba inmerso en ese infierno que él mismo había creado.
(Nagasaki)
Lejos de imaginar la miseria en el que el pelinegro se había hundido, el rubio y la aguamarina yacían recostados sobre su cómoda cama.
Haruka, observando el desnudo y ya bastante abultado vientre de su prometida, prestaba especial atención a aquellos vigorosos movimientos qué por momentos se dejaban entre ver. "¡Vaya!", expreso emocionado. "Debo decir qué en las ultimas semanas se ha vuelto bastante fuerte"
Sonriendo ante las curiosas formas que bajo su piel se dibujaban, Michiru asintió; "Así es, se ha vuelto bastante travieso... le gusta estar despierto hasta muy tarde"
En ese punto y viendo como un bulto había vuelto a asomar, Haruka no pudo evitar tocarlo, haciendo que lo que se gestaba en las entrañas de su amada reaccionara ante su tacto. "Estoy seguro que a ti si te conoce, esta acostumbrado a ti, pero ¿Sabrá quien soy?"
La chiquilla asintió al mismo tiempo que dejaba escapar una ligera risa; "Créeme si te digo qué reconoce tu voz. A veces esta muy quieto, pero en cuanto te escucha hablar, se mueve de aquí a allá"
Viendo como con violencia se agitaba, en el rostro de Tenou se dibujo la extrañeza; "¡Dioses!, eso debe doler, ¿No?"
"A veces", contestó ella apoyando ambas manos sobre su vientre.
Tenou volvió a acariciarlo, luego apoyo la cabeza en el para posteriormente depositar un beso; "Muero por tenerte en mis brazos. Quiero llevarte al parque, quiero cocinar muchos pastelillos para ti"
Por un breve instante la aguamarina imagino aquella escena, haciendo que por un segundo una sonrisa se dibujara en su rostro al mismo tiempo que evitaba pensar como llegaría a ser su rostro. Luego aquel doloroso recuerdo volvió a ella, haciendo que su expresión cambiara por una de tristeza.
¿Y es qué la naturaleza podía llegar a ser aún más cruel y dibujar en el pequeño las facciones de aquel desgraciado para recordárselo no solo con su existencia, sino con su viva imagen?
No, no se dejaría vencer por el pasado, así que deshaciéndose de esa imagen y tratando de olvidar su repulsivo rostro, volvió a sonreír, acariciando con sus finos dedos el rubio cabello de su amado.
"Solo unas cuantas semanas más y entonces estaremos finalmente casados. Ni aún la muerte podrá arrancarnos del uno del otro", expreso satisfecho.
"Con cada día qué termina estamos más y más cerca de nuestra eterna unión. Me gustaría mucho que mi madre estuviera presente, sin embargo sé que no será posible. Ella tiene sus propios asuntos"
El chiquillo se reincorporó un poco, fijando su mirada en la de ella; "Eso es algo qué quiero hablar contigo. Sé que tu madre nació lejos de aquí, con costumbres bastante diferentes a las de cualquier Japones. Con creencias diferentes a las mías. Tendremos nuestra boda civil, si algo llegase a ocurrirme, esta te amparara a ti y al bebé...", trato de decir, pero rápidamente fue silenciado por la chiquilla.
"Nada te va a ocurrir, por favor no digas esas cosas"
"Es solo un decir, Michi. Pero déjame continuar. Supongo que ella te crió con sus propias creencias, y la verdad es que yo no tengo ningún problema con una cosa u otra, lo dejo a tu elección. ¿Quieres una boda propia de aquí?, ¿O quieres una ceremonia de otro tipo?"
La joven sonrió; "Mi madre me crió bajo ambos preceptos. Pero aquí nací, pertenezco a este lugar, así que me gustaría mucho tener una ceremonia tradicional"
"Se hará como tú digas, pero ¿Qué pensaría ella?"
"En su momento le expresé mis deseos de tener una boda tradicional, ella lo aceptó. ¿Sabes?, ella me regalo sus azares", dijo y luego agacho la mirada al recordar como es que Isao se había atrevido a destrozarlos.
"Entonces tendrás tus azares, seguro estoy de que ella desea mucho verte vistiéndolos"
"¿Una boda así?", Michiru cuestionó volviendo a sonreír.
"Sí así lo quieres, así será. Respeto lo qué crea tu madre y porque también la respetó a ella, quiero hacer las cosas bien... Y Aunque estoy segura de que muchos llegarían a considerar nuestra unión una herejía, no lo es. Yo quiero que todos los Dioses sean testigos de que nuestro pacto es real"
Michiru asintió y luego le acaricio el fresco rostro; "No me importa condenarme por hacer que nuestro pacto de eternidad una vez más quede sellado. ¿Hereje?, hereje sería que viviéramos juntos sin amor, sin ninguna bendición y entregados sin freno alguno a la carne... Si mañana la mismísima Venus nos uniera, yo estaría de acuerdo"
"¿Entonces aceptas?"
"Si, mi amor. Mi madre tuvo dos bodas, una tradicional y otra bajo sus creencias. La diferencia es que nosotros estamos muy enamorados, lo nuestro será eterno y aún mas allá del final de los tiempos", expresó y luego lo beso en los labios.
"Así será, mi Michi. En un futuro nos volveremos a casar. Te prometo que tú madre estará presente, estará feliz de verte tan alegre", concluyo y luego beso su vientre.
Notas de autor;
Qué bonito que Haruka y Michiru no se dejen vencer y que por el contrarió hablen las cosas, dejando en claro lo que ambos desean.
Me gusta mucho escribir sobre ellos en la alcoba. Se debe a que una vez Haruka dijo; "Es el lugar donde pasaremos las más intimas horas". Con eso no solo me refiero a esos momentos de pasión, sino que ahí pueden hablar de cualquier cosa. Ahí no sólo desnudan el cuerpo, desnudan el alma y no hay mas secretos. Ahí Haruka no tiene que fingir ser un hombre, aunque me refiero a ella en masculino.
Michelle; Aún le falta para volver a ser aquella Michiru, pero si que ha avanzado mucho.
Kaiohmaru; Así es, esos chismes siempre dañan. El problema es que Michiru confiaba en él, más su inseguridad la hacía dudar de sus propias capacidades como mujer y amante.
isavellcota; Si, esta es quizá mi historia más triste y dolorosa.
UnbreakAbleWarrior; Si, no deben permitir que los lastimen. Mucho dolor ya han pasado como para que este continué.
Fatima Aveith; Haruka es un amor, siempre al lado de ella.
soto140983; Poco a poco volvemos a tener a esa Michiru. Así es, Haruka en su momento llevo una vida casi igual a la de Isao, sin embargo cambio a tiempo.
Kyoky; En casi tres años, es la segunda vez que olvido responder un comentario. La primera vez fue a Milla23. Perdón :(.A través de palabras quiero que experimenten las emociones que cada personaje vive, es mi intención ponerlos en sus zapatos aunque sea por un breve instante, y por lo que comentas a ti logre cansarte de esa actitud sumisa, lo que resulta bueno, no me mal interpretes que ahorita te explico el porque :). Lo que le sucedió es terrible y en su dolor arrastro a Haruka. En el capitulo antepasado Sai le menciona que los hombres prefieren a las mujeres desvergonzadas, en el pasado Haruka le pregunta por esa otra Michiru. Pues bien, el cambio en ella se debe a esas dos cosas, porque independientemente de que Haruka sea una persona muy buena, considero que su comportamiento se estaba tornando un fastidio para él/ella. Ahora ¿Consideras tú (y todos ustedes) que tarde que temprano Haruka hubiera terminado fastidiándose de esa actitud sumisa?
