CAPÍTULO LIV

DOBLE TRAICIÓN

(Londres)

Sonriendo y en compañía de la señora Matsuko, la rubia recorría las modernas calles de la ciudad.

"Dime nana, ¿Qué más deseas?", cuestiono la alta mujer justo cuando abandonaron aquella tienda.

"Nada señora, suficientes cosas me ha comprado el día de hoy", replico la agradable anciana.

"Mi padre solía decir qué para una mujer jamas es suficiente y he de darle la razón", contesto y entonces dejo escapar una ligera risa. "Entonces compremos chocolates y bombones... ¡Dioses!, en verdad extraño los pastelillos que ese joven preparaba para nosotras. Ven, vamos por algunos", concluyo al recordar aquellos dulces y salados sabores.

La señora Matsuko contempló el sonrosado rostro de su ama, no pudiendo evitar sonreír y pensar qué había vuelto a ser una chiquilla, una chiquilla a la qué un abyecto sujeto le había arrancado lo mejor de su vida y que ahora se esforzaba por recuperarla.

Fue entonces que caminando en sentido contrario a ellas observaron a una hermosa mujer de cabellos negros, quien a su paso atraía la mirada no solo de los hombres, sino también la de las mujeres.

No era para menos, y es que esos ojos verdes en combinación con unas aterciopeladas mejillas enmudecerían a cualquiera. O quizás más bien se debía a su escote, el cual dejaba entrever su senos.

Así pues, la dama continuo la marcha hasta que dejando a su paso a ambas mujeres, se detuvo y entonces se volvió hacia ellas.

"¿Eres tú, Katherine?", enmarcando en sus labios una sonrisa, cuestiono.

No reconociendole, la rubia dudo; "Si. ¿Nos conocemos?", fue la pregunta obligada.

La pelinegra rió un poco; "Me parece increíble que después de veinte años hayas olvidado a una buena amiga", expreso cubriéndose los labios con el abanico.

"¿Betsy?", habiendo escuchado el sonido de su juguetona risa, Katherine pregunto.

"La misma, querida. Entiendo que no me reconozcas, a veces cuando me veo en el espejo creo estar viendo a otra"

Desconfiada como ella sola, la anciana la observó a detalle, más comprendiendo que siempre las primeras impresiones engañan, se limitó a sonreír.

La mujer, o mejor dicho Betsy, entre el gentío y con la mirada busco a alguien; "¿Y tú esposo?"

Ante esa pregunta la rubia negó con la cabeza; "No me acompaña"

No hicieron falta grandes explicaciones, basto la sola expresión qué en el rostro de su antigua amiga se dibujo como para entender qué había sucedido con él, más prefirió ser discreta;"¿Has venido a quedarte o solo pasaste a visitarnos?. Hay mucho qué platicar, espero y no te vayas sin que antes lo hagamos"

"He regresado para quedarme", fue la entusiasta respuesta.

"Me alegra mucho escuchar eso. Creo qué tenemos mucho en común"

Sorprendida he intrigada por saber qué había sido de la vida de su amiga durante esos veinte años, Katherine asintió; "Es cierto"

"Todas las tardes un grupo de amigas solemos reunirnos a las cinco en mi residencia, ahí encontraras caras conocidas, pero para qué podamos platicar de una forma más personal y con toda confianza, ven mañana a las cuatro. Luego beberemos té y entonces podrás conocer a las demás"

Comprendiendo que debía recuperar a sus antiguas amistades, y ¿Por qué no, hacerse de nuevas?, la rubia acepto; "Me interesa y mucho, ¿Dónde podre verte?"

"Vivo en la calle tres numero trescientos treinta y tres. Ahora tengo que irme, me esta esperando un lord", contesto guiñanole un ojo. "Ciao, cariño", habiendo besado sus mejillas añadió.

"Entonces hasta mañana"

"No faltes", la pelinegra concluyo y entonces continuo su camino, atrayendo las miradas de los curiosos.

Y apenas se quedaron a solas, la nana y la rubia se vieron al rostro.

"Disculpe el atrevimiento, pero ¿Esa mujer qué vende?", la señora Matsuko no pudo evitar cuestionar.

"Pues espero y no sea eso", ruborizada contesto la otra. "En nuestra juventud fuimos buenas amigas. Según sé, se caso tiempo después de qué yo lo hiciera. En ese entonces era una chiquilla no tan despreocupada como ahora... ¿A qué se debería ese cambio?", se cuestiono mientras la veía alejarse. "Ya lo averiguare"

La señora Matsuko asintió sonriendo; "Creo adivinarlo... es bueno que se haga de amistades. Lo necesita"


(Tokio)

Y aunque era invierno, el pesado bochorno qué se había apoderado de la antigua casona Kaio hacía que el ambiente se tornara insoportable.

Embriagado, Isao permanecía con la cabeza apoyada sobre sus brazos mientras que de cuando en cuando alzaba la mirada para contemplar su vaso medio lleno, y aunque sus miembros se percibieran relajados, para sus adentros el recuerdo de lo qué hubiera acontecido la noche anterior lo corroía, haciendo que su corazón se acelerara de forma casi frenética.

"Maldito desgraciado", mascullo y entonces de un solo golpe trago lo qué quedaba de su bebida.

Saiko, observándolo desde el otro lado del salón, con una mueca burlona dirigió sus pasos hacia él y una que vez que estuvieron frente a frente, se inclino a la altura de su oído, entonces murmuro; "Querido, espero y el día de hoy no se te ocurra hacer un escándalo como el de anoche. Me hiciste perder un excelente cliente"

El sujeto volvió la mirada hacia ella y torciendo los carnosos labios, contesto; "Permití que convirtieras mi hogar en un sucio lupanar, pero no voy a permitir que ese desgraciado vuelva a pisar mi casa, ¿Entendiste?"

"Si tiene suficiente dinero para gastar en mi negocio, puede hacerlo. Tú no me vas a decir quien puede o no entrar. Ademas mírate, estas hecho un asco... deberías ir a darte un buen baño que con esa cara sucia y ese pelo crecido más que un hombre pareces un animal salvaje. Debería llevarte al zoológico"

Ante esas palabras Isao se reincorporo, haciendo que la silla en la que hubiera estado sentado cayera al suelo con violencia; "¿Cuando es qué vas a largarte?. Estoy cansado de toda esta suciedad, de todos esos borrachos y de todas esas mujerzuelas. Quiero estar solo"

La pelinegra llevo el cigarrillo a sus labios y luego de que exhalara una abundante bocanada hacia su rostro, contesto entre carcajadas; "Cuando yo lo decida, créeme qué no va a ser pronto". Habiendo dicho le dio la espalda, dirigiendo sus pasos hacia el otro lado de la residencia.

En ese punto la puerta se abrió, dando paso a un rostro bastante conocido no solo para lo qué hubiera sido la distinguida familia Kaio, sino también para Eiji.

"Señor, permitame su abrigo y su portafolio", expreso el mozo apenas lo vio ingresar.

El sujeto, un hombre de mediana edad, de cabellos castaños y complexión delgada, negó con la cabeza al mismo tiempo que con fuerza se aferraba a sus pertenencias. Por su naturaleza no se podía permitir perderlas.

"No es necesario", contesto desconfiado.

"Entonces pase, en un momento se le atenderá"

Nervioso el castaño camino hacia el recibidor al mismo tiempo que con la mirada recorría el lugar.

Si bien era cierto que no era la primera vez que pisaba la residencia, en ese momento le pareció un lugar totalmente surrealista a lo que él hubiera conocido. Y aunque había escuchado rumores, más pensando que tan solo eran eso, decidió ignorarlos y presentarse.

Sin palabras para describir lo qué atestiguaba, a la memoria trajo el recuerdo de que hacía poco más de un año había estado ahí por petición de Isao. ¿El motivo?, hacerle a su esposa un regalo por su aniversario, el cual había consistido en un hermoso par de pendientes cuyas preciosas piedras qué los adornaban eran de zafiro. Pendientes qué ya se encontraban en posesión de la aguamarina.

Convenciéndose de que no se trataba de una grotesca alucinación, penetro el gran salón en búsqueda de Isao Kaio.

Fue entonces que tumbado sobre un sillón pudo reconocerlo detrás de una sucia camisa y una espesa barba.

"¿Señor Kaio?", lo llamo esperando estar equivocado, ya que lo qué hubiera sido un regordete sujeto se había convertido en ser de aspecto enfermizo.

El pelinegro levanto la mirada y luego con la manga de su camisa se limpio el rostro, recobrando por un instante ese aire de caballero. Y es que en mucho tiempo nadie lo había llamado señor de una forma tan genuina. Katsumoto lo había hecho solo para burlarse de él.

" Si, ¿Qué hace aquí?", cuestiono reconociendo al joyero.

"Será mejor que hablemos en un lugar privado", expresó el otro.

Aún y sin comprender a qué se debía su visita, con dificultad Isao se puso de pie y mostrandole el camino, exclamó; "Vamos"

Aferrándose a su portafolio, el sujeto siguió sus pasos y una vez que llegaron a ese punto de la casona, el pelinegro monto en cólera al ver que el lugar estaba hecho un desastre.

"Malditos desgraciados... por favor, siéntese", recobrando la compostura qué por un instante había perdido, pidió.

"Muy amable de su parte"

"Entonces dígame, ¿Qué lo trae por aquí?", fue la pregunta obligada.

"Señor Kaio... me es muy penoso el haber tenido que venir a su hogar, pero es qué tengo un negocio que cuidar... hace meses por medio de su amigo Eiji, usted me solicito una joya... no era cualquier joya, pero sabiendo que usted es uno de mis mejores clientes, accedí a darle el crédito. Vengó para qué cubra sino el costo total de la misma, al menos pague los meses vencidos"

"¿De qué habla?", Isao cuestiono sorprendido.

"Qué hace meses recibí de su parte un único pago por veinte mil yenes... cuando el costo total de la joya fue de dos millones"

"¿Dos millones?", sin color en sus mejillas y con los ojos bien abiertos exclamó.

"Así es, señor Kaio. Vea la factura", contesto el castaño y entonces se la mostró. "Eiji dijo que le haría llegar una copia de la misma"

"Imposible, Eiji me la trajo y el chiste no costo más de veinte mil yenes", balbuceo al borde del colapso por lo qué había escuchado. "El único regalo costoso que le hice a mi esposa por encima de esa cantidad, fue esta casa... la joya qué pedí para mi amante, no debía costar más de veinte mil. Eiji lo sabia"

"¿Me llama mentiroso?"

"Si", Kaio exclamo y entonces abrió el cajón de su escritorio, tomando del fondo la factura falsa que Eiji le hubiera entregado. "Observe. Aquí esta el preció", con dedos temblorosos se lo mostró.

No hizo falta que el hombre hiciera mucho análisis como para descubrir que era una falsificación; "Lo siento, pero esta firma no es la mía. Si, no negare que es parecida, sin embargo hay detalles en ella qué la hacen ilegible"

"¿Pero... Eiji me ha engañado?"

"Lamento decirle que eso parece, señor Kaio. Estoy aquí para que usted me pague lo que me debe. De lo contrario me veré en la necesidad de llamar a la policía y en verdad no quiero hacerlo. Arreglemos este asunto como los caballeros que somos"

Comprendiendo qué había sido victima de un terrible engaño por parte del castaño, Isao se reincorporó y luego se acomodo el sucio cabello; "No debió autorizar semejante crédito sin antes haberme llamado, sin embargo soy un caballero que no quiere ver su nombre envuelto en escándalos, así que aunque ahora mismo no puedo liquidarle la deuda total, al menos podre pagarle un cuarto de ella, ¿Qué dice?"

"Eso liquidara los meses vencidos", el sujeto asintió.

Tratando de contener el enojo qué lo consumía, Kaio se inclino sobre el suelo y agradeciendo que Saiko ni ninguno de sus invitados hubiera descubierto su caja secreta, de ella extrajo el dinero prometido, luego se lo entrego al hombre.

Tomándolo, el joyero sonrió satisfecho, luego le entrego el recibo correspondiente; "Espero y cumpla su palabra"

"Un caballero siempre la cumple", contesto el otro. "Tenga cuidado al salir. Esta calle se ha vuelto bastante peligrosa"

"Lo tendré", el hombre concluyo dirigiendo sus presurosos pasos hacia la entrada principal.

Esperando que él abandonara su residencia, Isao no pudo evitar la ira y extrayendo de la caja su revolver, lo cargo con seis tiros.

"Hijo de perra", mascullo y entonces salio de su oficina. Recorriendo los abarrotados pasillos, alzo la voz; "Eiji, ¿Dónde esta Eiji?"

Sin importarle qué sucedía detrás de esas puertas, una a una las fue abriendo en un intento por encontrarlo, sin embargo parecía haberse marchado, hasta que llegando a la habitación que hubiera ocupado su ya ex esposa, embargado por la rabia y el miedo la abrió sin imaginar lo qué detrás encontraría.

Ahí, recargada sobre el tocador y vistiendo uno de los finos vestidos que hacía algunas semanas hubiera pertenecido a la rubia, estaba Saiko con los brazos al rededor del cuello de Eiji, quien agitado y con los pantalones en las rodillas, la besaba.

Sin aliento y con la mirada inyectada en odio por lo que atestiguaba, Isao alzo la voz.

"Malditos hijos de perra", encaminándose hacia el castaño, lo tomo por la camisa para que se volviera y le diera la cara. "¿Qué estas haciendo, maldito perro traidor?"

Sorprendida, Saiko se cubrió el desnudo pecho; "Isao, no es lo qué imaginas... Eiji esta ebrio y me forzó a hacerlo"

Por su parte el castaño negó con la cabeza al mismo tiempo que con dificultad trataba de subirse el pantalón; "Eso es mentira, hace ya mucho tiempo que los dos somos amantes... fue ella quien me busco"

"Poco me importa lo qué digan. Son unos malditos desgraciados", echándose sobre la mujer, la abofeteo un par de veces. "Siempre has sido una sucia mujerzuela, ¿Cómo te atreviste a tocar las cosas de mi esposa?", grito y entonces termino por rasgar el fino vestido.

Aprovechando el momento, cobarde Eiji se encamino hacia la puerta con intenciones de huir.

"¿A dónde crees qué vas?, maldito embustero", mascullo y luego de apuntarle soltó un tiro, el cual termino por herirlo en una pierna.

"Imbécil", chillo el otro al mismo tiempo que con violencia resbalaba sobre el sucio suelo.

"¿Cómo mierdas pude ser tan estúpido y no darme cuenta?... todos estos años... Mientras yo engañaba a mi esposa contigo, tú me engañabas con quien yo consideré mi amigo... los dos son unos cerdos", volvió a apuntar y entonces como aquella noche que se atrevió a dispararles a la rubia y la aguamarina, el tiro no abandono el tambor.

Ante sus ridículas palabras, Saiko rompió a reír; "Así es, querido... ¿En verdad pensaste que una mujer como yo iba a amar a un imbécil como tú?. Si tu esposa fue capaz de abandonarte ¿Por qué yo no habría de hacerlo?... hace ya mucho tiempo que eres el remedo de un hombre. Aparte de cojo, eres un maldito sifilítico", escupió con burla.

"Fuera todos, fuera de mi casa", Kaio chillo y entonces disparo un par de veces hacia el alto techo.

Al instante el silencio se hizo, haciendo qué llenos de miedo y con presura los invitados de la mujer, Eiji y ella misma abandonarán la residencia.

Habiéndose quedado en esa soledad, Isao observo a su alrededor, encontrando solo miseria. Ya sin fuerza en sus desnutridos miembros se derrumbó a llorar sobre el suelo de la habitación de la rubia. Lleno de pesar recordó como se había atrevido a lastimar a las únicas mujeres que había amado, recordando también que su esposa le había dicho que no encontraría mujer más buena con quien compartir mesa, más que su hija.

Fue en ese momento cuando por fin y de todo corazón comprendió que a causa de su orgullo y su arrogancia, había perdido todo aquello que valía la pena.


(Nagasaki. Residencia Tenou)

Sentado detrás de su escritorio, el rubio escribía una carta

"Con tanto qué hacer había olvidado responder la ultima carta de Fiodor", expreso al mismo tiempo que la colocaba dentro de un sobre. "Mañana podre ponerla en el correo", satisfecho concluyo.

Poco a poco el ambiente comenzó a tornarse aún más frió, haciendo que Tenou respirara ese gélido aroma. Intuyendo a que podía deberse, de forma presurosa dirigió sus pasos hacia la ventana y abriéndola, observo como poco a poco la oscura acera comenzaba a tornarse blanca. Era la primera nevada de la temporada.

Tomando la vela con la qué se hubiera alumbrado, dirigió sus pasos hacia su habitación y antes de entrar, observo a su amada frente al armario. Lucia tan hermosa, qué en silencio y desde ese punto se quedo contemplándola.

Michiru entonces tomo uno de sus finos kimonos y acariciando sus bellos bordados dorados, casi en silencio gimió; "Hace algunos meses imaginaba que el día de mi boda usaría un hermoso shiromuku, hoy caigo en cuenta qué eso no será posible... sería indigno qué yo lo portara luego de... Haruka se reiría si me viera vestida así", expreso y entonces contemplo su figura en el espejo.

Habiendo escuchado esas lastimosas palabras, los miembros de Haruka temblaron. ¿Y es qué acaso su amada estaba considerando usar un simple aunque fino kimono para su boda?, no, eso era inconcebible. Él le había prometido un hermoso shiromuku y habría de cumplirlo, no porque se tratara de una promesa, sino porqué así debía ser.

Haciendo a un lado cualquier idea de fatalidad, en sus labios trato de dibujar una sonrisa y entonces entono los dulces versos qué de Fiodor hubiera aprendido; "A lo largo de la calle la tormenta cae..."

Agitada por casi saberse descubierta, Michiru se volvió hacia él; "¿Ha comenzado a nevar?"

"Así es, Michi... comenzó justo cuando termine de escribir la carta que le enviare a Fiodor... Adoro el olor de la nieve, me recuerda a esa noche, la noche en la qué nos conocimos", abrazándola por detrás, beso su mejilla.

"A mi también... ponla en el correo después de mañana, me gustaría mucho enviarles presentes", pidió y entonces coloco el kimono sobre el tocador.

"Es una prenda muy bella", Tenou dijo apenas y acaricio la sedosa tela.

"Lo es, lo tengo reservado para algo muy especial. Me alegra mucho que te guste", Michiru contesto contenta. "¿Crees que me veré bonita con él?" sus ojos brillaron llenos de ilusión.

"Sabes que te veras hermosa, pero ¿Cuando lo usaras?", cuestiono el rubio esperando que le confesara qué lo portaría el día de su boda.

"Para alguna ocasión especial", contesto encogiéndose de hombros. Y es que ella hubiera preferido que para su amado hubiera sido una sorpresa. "Sus bordados son increíblemente hermosos, son lo que más me gustan de él"

Haruka en ese punto y de forma intencional derrumbo una vela, haciendo que el Kimono se manchara con caliente cera.

"¡Demonios!", mascullo al mismo tiempo que con rapidez evitaba que la tela se quemara. "Lo siento mucho, no era mi intención ensuciarlo", cayendo en cuenta de que su plan no había sido el mejor, se ruborizo al casi destruirlo.

"Esta bien. Ha sido un accidente", contesto la aguamarina sin molestarse.

Tenou lo tomo, esperando no haberlo arruinado más de lo que hubiera deseado, descubriendo que solo se había ensuciado un poco; "Mañana lo llevare a la tintorería para qué lo arreglen"

"No será necesario, mi amor", contesto ella sin arle demasiada importancia. "Yo misma puedo limpiarlo"

"No insistas, Michi. Mañana lo llevare y entonces lo tendrás de vuelta. Confía en mi"

La chiquilla asintió y luego se contemplo en sus verdes pupilas; "Entonces no insistiré", dijo y entre sus manos tomo sus frescas mejillas. "Un día más ha terminado, es un día menos para nuestra boda"

En ese punto Haruka beso las menudas manos de su amada; "Y te prometo que será un día maravilloso qué recordaras por siempre"


Notas de autor;

Fue en el capitulo 29 que Eiji compro esa joya. El plan era huir antes de que esto pasara, pero prefirieron quedarse para hacer de su casa un tugurio. Lo bueno de todo eso, es que Isao se esta dando cuenta de que el siempre estuvo equivocado.

Michelle; Así es, aunque no deben confiarse de esa paz.

Kaiohmaru; Sabía que ese capitulo les encantaría a todos, tarde que temprano tendrían que enfrentarse.

UnbreakAbleWarrior; Ese sujeto no merece ninguna lastima. Es lo que merece por haber sido tan malo con su esposa y su hija.

zun9991; La verdad es que no quería escribir esta historia porque no tendríamos a Océano. Pronto, pronto nacerá su bebé, ya esta definido que será.

Kyoky; Antes de que Katherine encuentre el amor, debe reencontrar la confianza en si misma, cosa que poco a poco va logrando. Así es, es lo que él solito se busco. Si hubiera sido un buen hombre, estaría al lado de su esposa y su hija. Su error fue pensar que jamas se quedaría solo.