CAPÍTULO LVIII
DOS CORAZONES, UN DESTINÓ
(Londres)
Sentadas en un cómodo carruaje, la rubia y la pelinegra viajaban rumbo a una nueva reunión.
"¿A donde vamos?", cuestiono Katherine observando por la ventanilla y viendo como quedaba atrás la opera, la cual pensaba y era su destino.
"¿Recuerdas a Jacob?"
"¿El parlanchin sujeto del teatro?", fue la pregunta al recordar ese bello cobrizo mirar.
"El mismo. Pues bien, su abogado organiza hoy una reunión en su residencia y se ha tomado la molestia de invitarnos. Y aunque en un principio trate de rehusarme, en cuanto me dijo quien era el anfitrión no pude negarme"
"¿Crees que será conveniente presentarnos en la residencia de un extraño y sin invitación?", Katherine expreso no muy animada y pensando que quizás en cuanto arribaran las echarían.
"No te preocupes, querida. Nuestro anfitrión es un hombre que puede llegar a ser bastante aburrido y tan frío como una piedra. De carácter sobrio, pero con unos hermosos ojos azules que en cuanto los veas te vas a quedar muda. Es una lastima porque desde que su esposa murió, se encerró por completo en su mundo"
"Es lógico, sigue amándola", expreso la rubia, recordando como después de tantos años ella seguía enamorada de su adorado Albert.
"¿Piensas que después de tantos años de ausencia se puede seguir amando a alguien?"
"Por supuesto, sino dejaría de ser un amor verdadero. Le es fiel a su lejano recuerdo"
Betsy suspiro y exhalando una bocanada de humo, sonrió; "Lo dices como si ese fuera tu caso, ¿Aún en su ausencia amas a un alguien?"
"No, no es eso", contesto la otra bajando la mirada.
Así pues y avanzando un par de calles más, finalmente arribaron al lugar donde se llevaría acabo el banquete.
Habiendo descendió del carruaje y habiendo entregado sus abrigos en la recepción finalmente ingresaron en el amplio salón.
Reconociendo unos cuantos rostros familiares, la pelinegra iba saludándolos a su paso al mismo tiempo que en tono bajo iba poniendo al corriente a la rubia sobre cuales eran sus costumbres.
"Dolly, querida... un gusto volver a verte", dijo hacia una preciosa castaña, luego se volvió para con su amiga; "¿Ves a ese hombre qué la acompaña?... pues es su segundo esposo en menos de dos años"
"¿De verdad?"
"Así es... Gustav, querido"
Gustav, un regordete sujeto camino hacia ella y beso su mano; "Betsy, que alegría verte. Un día de estos pasare por tu casa para que veas la maravillosa mercancía que me ha llegado directo de la India"
"Por supuesto. Con permiso", huyendo a sus ofrecimientos, se alejo junto a su amiga. "Ni se te ocurra hacer negocios con él... es un ladrón. Estafo a unos cuantos comerciantes diciéndoles que lo que les vendía eran pieles genuinas, pero en realidad eran simples cauchos... ¿Ves a la mujer con el abanico rojo?, pues bien, nadie sabe de donde salio, pero gracias a su esposo se ha hecho de un buen nombre entre la sociedad"
Ruborizada ante esos detalles que consideraba innecesarios, Katherine asintió; "¿De verdad?"
"Quizás pienses que esa información no tiene ningún valor, pero es para que te des cuanta de que nadie puede juzgarte porque todos tenemos cosas de qué dar a hablar, solo que algunos son de memoria corta y se olvidan de criticarse a ellos mismos"
De pronto el rumor proveniente de la habitación contigua trajo a los oídos de la rubia el dulce sonido de un piano, haciendo que al instante reconociera la melodía que estaban tocando.
"Ese no es otro más que nuestro anfitrión. Es extraño, porque cada vez que lo veo, trato de recordar donde es que lo conocí antes, quizás tú si lo reconozcas"
Por su parte Katherine siguió concentrada en las notas que en el aire él iba dejando. Hacía tanto tiempo que no escuchaba esa composición, que su corazón de pronto había dado un sobre salto.
Sin casi aliento y con los labios secos, camino hacia ese punto mientras que su juguetona memoria le volvía a traer el recuerdo de su adorado. Fue entonces cuando por fin pudo observar al hombre de espalda, concentrado en su música al mismo tiempo que quienes le rodeaban en silencio lo escuchaban.
El movimiento de esa dorada cabeza iluminada por el brillo de la tarde y ese incorregible e inconfundible vicio de sus dedos al arrastrarlos sobre las teclas, hicieron que la rubia por un instante quisiera acercarse un poco más; "¿Será él?", con el corazón acelerado se pregunto. "No, eso es un imposible"
Con un rápido movimiento la melodía termino, entonces el caballero se reincorporo al mismo tiempo que estrechaba unas cuantas manos. Más fue Betsy quien queriendo llamar toda su atención, se acerco a él.
"Señor Graham, pero qué exquisita melodía ha tocado para nosotros"
El sujeto se volvió hacia ella, haciendo una corta reverencia; "Betsy, qué gusto que haya venido"
"Esta vez no vengo sola, quiero presentarle a una buena amiga que ha llegado desde el lejano Japón", dijo haciéndole un ligero ademan para que la rubia se acercara.
En ese punto y sin siquiera haber esperado a que el destino luego de tantos años se encargara de reunirlos, el hombre fijo su mirada en la de ella, haciendo que entre los dos se formara el silencio y se olvidaran de lo qué sucedía a su alrededor.
"Ella es la señora...", la pelinegra trato de decir, sin embargo fue interrumpida por el apuesto sujeto.
"Kaio", gimió al perderse en esos preciosos ojos que destellantes le devolvían su reflejo.
"¿Albert?", siseo al volverse a ver reflejada en esos bellos ojos y sintiendo como estos volvían a perforar su alma. Si, detrás de esa bien alineada barba, el fino frac y aquel rubio cabello que comenzaba a encanecer, Katherine reconoció su voz.
"Así es", fue la corta respuesta que ofreció, pero no porque así lo hubiera deseado sino porque había perdido el aliento ante esa encantadora belleza.
Sorprendida, Betsy sonrió; "Como lo imagine, se conocen"
"Sí, fue en otro tiempo... y por lo lejano que me resulta, bien podría decirse que en otra vida", contesto el rubio sin poder desviar la mirada de su antigua ama.
"Así es... fue hace tanto tiempo", Katherine expreso observando el fino movimiento de sus labios al hablar.
"Albert, ¿Podrías venir un momento?", un lord que había caminado hacia él y deseando felicitarlo por su cumpleaños número cuarenta, pidió.
Él, sin deseos de separarse de ella y sin importarle si aquello podía llegar a ser impropio, beso su mano, luego gimió en voz baja para que nadie más salvo ella lo escuchara; "Por favor no se marche sin que antes hayamos hablado"
Ante el toque de sus labios en su piel, ella se estremeció; "No volveré a irme"
Así pues, la interminable reunión continuo su curso y aunque los dos estaban enfrascados en la poco interesante conversación, entre ellos no habían faltado las discretas miradas y las dulces sonrisas.
Hasta que Betsy, habiendo notado esa chispa que entre los dos se había encendido y esperando no ser inoportuna, se retiro en compañía de Jacob.
Por su parte y esperando que aquella reunión pronto terminara, Albert de cuando en cuando contemplaba el reloj, observando como los minutos transcurrían con tortuosa lentitud. Lo mismo sucedía con Katherine, más ella pensaba qué si por volver a verlo ya había esperado una vida, un par de horas era nada...
Finalmente uno a uno los invitados se fueron marchando, dejando a ambos rubios.
Nervioso por encontrarse ante su presencia, Albert sirvió un par de copas y luego de ofrecerle una que ella titubeante acepto, se sentó para iniciar la platica.
"Dicen qué uno siempre vuelve al lugar que lo vio nacer. Pensé que luego de tanto tiempo jamas volvería a verla... ¿Pero qué estoy haciendo?, será mejor que ordene un carruaje para usted, él podría molestarse si se entera que estuvo hablando con su antiguo jardinero", sin olvidarse de que ella era una mujer casada, dijo sin verdaderos deseos de dejarla ir.
"No es necesario, nadie me espera", ruborizada Katherine expreso. "Y si le ha sorprendido verme llegar sin él, es porque jamas volverá a acompañarme"
"Pero..."
"Lo nuestro fue un fracaso... después de mas de veinte años me convencí de ello", sin aliento si apenas pudo decir.
"Entonces debo agradecerlo porque eso ha permitido que usted volviera", Albert contesto deseando que en su vida no hubiera nadie más.
"Por favor, ya no me hable de usted"
"Usted disculpara los formalismos, pero es la costumbre. No puedo hablarle de otra forma a la hija de quien fuera mi amo", perdiéndose en el brillo de sus ojos, siseo deseando poder robar un beso de sus labios.
"Eso fue hace ya tanto tiempo. Además sabes qué para mi fuiste como un hermano", cobarde no tuvo el valor de confesarle cuanto seguía amándolo.
"Es cierto, desde entonces han pasado ya tantas cosas. Entiendo que ahora a usted le parezca increíble que me haya hecho de un nombre y me haya convertido en un caballero, pero no es difícil de explicar, el trabajo duro me dio todo esto... luego perdí a mi esposa al poco tiempo de casarnos... desde entonces no había vuelto a sonreír hasta el día de hoy", expreso fijando su mirada en la de ella.
"¿Tienes hijos?", emocionada ella no pudo evitar cuestionar.
Albert negó con la cabeza y luego bajo la mirada al recordarlo; "Perdí a ambos la misma noche"
"Lo siento. No era mi intención"
"No tiene porque disculparse, pero dígame, ¿Usted los tiene?"
En ese punto Katherine sonrió satisfecha; "Una hermosa hija que pronto me va a hacer abuela" orgullosa de que pronto conocería a su nieto, contesto.
"¿Abuela?", sonriendo de forma juguetona Albert cuestiono.
En ese punto las mejillas de la rubia hirvieron de pena, haciendo que se llevara las manos al rostro para ocultarlo de su vista; "Si, soy una vieja, ¿Verdad?"
"Una mujer tan bella no puede ser una vieja", expreso él y sin poder contenerse, le acomodo el fino cabello que caía por su frente.
En ese punto el reloj del fondo sonó, atrayendo la mirada de los dos. Era la madrugada que los había sorprendido.
"Es media noche, tengo que irme", sin verdaderos deseos de irse, la rubia dijo y luego se puso de pie.
Durante veinte años se habían amado en secreto que en ese momento las palabras sobraban y hacían falta las acciones, así que sin pensar si aquello estaba bien o mal, Albert tomo su mano para retenerla.
"No, no te vayas", valiente fue al pedir, luego la atrajo hacia él para aprisionarla entre sus brazos.
Mirándose a los ojos, lo que tan celosamente hubieran guardado quedo al descubierto y ya sin poder soportarlo se fundieron en un beso, beso que sediento en sus labios deseoso había estado esperando, y que de haber pospuesto un segundo más, los hubiera enloquecido.
Comprendiendo que ya no eran más un par de asustadizos chiquillos, con presura la rubia llevo sus manos hacia el cuello del rubio para deshacerle la corbatilla, luego con la misma presura de antes, comenzó a desabotonarle la camisa.
Ante esa silenciosa aprobación, Albert beso su cuello y entonces comenzando a despejarla de las estorbosas ropas, encontrándose con el bien ceñido corsee.
Respondiendo al deseo de su enardecida piel, no pudieron esperar a desnudar el cuerpo, solo bastaba la desnudez del alma.
Jamas en su vida la rubia había deseado entregarse como en ese momento, así que atraiéndolo sobre ella y sin siquiera buscar la intimida de una habitación, dejo que él la aprisionara contra el piano, haciendo que este produjera un sonido hueco, mas sin importarles si llegaba a romperse, se volvieron uno solo.
¿Acaso ese era un sueño?, no, los besos y las intimas caricias que su amado prefería en ella le hicieron saber que todo se trataba de una maravillosa realidad. Realidad que jamas creyó llegar.
"Señor... ¿La señora...?", dijo el mayordomo apareciendo por el pasillo, pero al descubrir que ambos estaban bastante ocupados, bajo la avergonzada mirada y entonces rápidamente se retiro.
Su respiración agitada, el sudor de sus cuerpos mezclándose en uno solo, sus mejillas sonrojadas y sus miradas enamoradas, hicieron que Katherine sonriera, aferrándose con todas sus fuerzas a él.
En ese instante no había espacio para el pudor y la vergüenza, estaba siendo poseída por el hombre que amaba y eso la regocijaba de pies a cabeza.
Si Isao Kaio hubiera presenciado esa encantadora escena, ¿Qué habría pensado?. Él, qué durante años hubiera renegado de ella, acusándola de ser una mujer frígida e incapaz de seducir a un hombre, sin duda en ese momento se hubiera tragado cada una de sus insolentes palabras.
"Dioses", agitado Albert chillo y entonces se empujo por vez última.
Convulsionando ante su toque, la rubia apoyo la cabeza contra su pecho, entonces recordó las bellas palabras de su hija al describir ese acto. Cuanta razón había tenido, porque de primera mano lo había experimentado.
Albet beso su frente y envolviéndola entre sus brazos, se quedo en silencio sin intenciones de soltarla. Por su parte y sin moverse, ella se aferro aún más a él...
Y entonces amaneció una vez más. El sonido de la lluvia y el fresco viento del invierno hicieron que la rubia despertara en aquella bien decorada y perfumada habitación.
Katherine poco a poco fue abriendo los ojos y al hacerlo, la sorpresa acudió a ella al no reconocer las paredes que la rodeaban, hasta que recordando que era lo que había acontecido la noche anterior, con cuidado giro sobre su cuerpo y entonces miro a su amado observando a través del ancho ventanal.
"Buenos días", dijo el hermoso rubio enmarcando en sus labios una sonrisa.
"Buenos días", contesto ella sentándose sobre el lecho y dejando que él contemplara su desnudo pecho. "¿Por qué te fuiste de mi lado?... ¿Nunca te diste cuenta qué desde ese entonces yo ya te amaba?"
Por un instante él bajo la mirada, luego camino hacia ella y envolviéndola ente sus brazos, replico con dolor; "Porque entonces yo no tenía nada que ofrecerte. Hubieras huido de mi pobreza"
"¿Y eso qué importaba?, si tú me lo hubieras pedido, yo habría huido contigo", Katherine expreso correspondiendo a sus caricias. "Accedí a casarme con él porque tú ya tenias a alguien"
Empapando su cabello con sus lagrimas, Albert asintió; "Y yo lo hice porque pensé qué lo amabas. Quise olvidarte tratando de amar a otra y sin embargo no lo logre. Desde entonces no ha habido día qué no lo lamente. Pero ahora que has vuelto, por favor quédate a mi lado. No vuelvas a dejarme", contesto besándola en los labios.
"Jamás me volveré a ir", ella gimió atraiéndolo hacia ella para que volviera a tomarla.
(Residencia Winchester)
Sentada a la mesa, en soledad la señora Matsuko trataba de disfrutar el desayuno. Y es que era la primera vez que la rubia no se presentaba, lo cual la inquieto al pensar que quizás estaba enferma y debido a eso aún no se había puesto en pie.
"¿Y la señora?, ¿Ordeno qué el desayuno se lo llevaran a sus aposentos?", intrigada por su ausencia finalmente se atrevió a cuestionar a una de las criadas.
La mujer ante esa pregunta se encogió de hombros; "No, pero supongo que aún no se ha despertado. ¿Necesita algo más?"
"No, así esta bien. Puedes retirarte", acompañando sus palabras con un ligero movimiento de manos, ordeno pensando que más tarde pasaría a verla y cerciorarse de que estuviera bien.
Fue entonces que la puerta principal se abrió, así como quien la abre cuidando que esta no haga ruido, más quien lo había hecho logro todo lo contrario, produciendo un chirriante sonido que retumbo por todo el salón.
"Demonios", murmuro la rubia al darse cuenta de que todos en la mansión la habían escuchado llegar. Así que ya sin importarle el haber llamado la atención de los presentes, respiro profundo y con paso digno ingreso en el amplio comedor, donde se encontró con la señora Matsuko.
"Buenos días", saludo con una sonrisa en sus carnosos labios y luego se sentó en su tan acostumbrado lugar sin importarle que su cabello no solamente estuviera desalineado a causa de la lluvia. "¿Qué de nuevo hay en los diarios?"
"Buenos días, señora. No hay nada interesante, salvo que ayer su majestad visito un zoológico" replico la mujer con cierta sorpresa ante su descuidado aspecto, y es que la rubia no solamente llevaba el cabello enredado y húmedo, sino que también llevaba el vestido con el qué el día anterior se hubiera marchado en compañía de Betsy. Algo que era totalmente inusual en ella.
"Hace un día precioso, ¿No lo crees?", cuestiono sabiendo que la nana ya se había dado cuenta de que no había llegado a dormir.
Ante esa extraña pregunta la nana Matsuko observo a través de la ventana, contemplando como el frió viento mecía con violencia los arboles y aún peor, observando como las nubes cargadas de lluvia no daban tregua. "Por supuesto", contesto llevando la taza a sus labios.
Ante los traviesos recuerdos de la noche pasada, la rubia se quedo pensando un momento al mismo tiempo que en su encendido rostro se volvía a dibujar esa sonrisa.
Por su parte la anciana sonrió al reconocer esas silenciosas expresiones, y es que eran las mismas que aquella madrugada y aún durante la mañana su niña Michiru hubiera conservado luego de que le confesara el haberse entregado a su amado. Así que imaginando que muy seguramente no había llegado a dormir porque había pasado la noche en compañía de algún apuesto caballero, deseando no entrometerse siguió concentrada en su desayuno.
"¿No me vas a preguntar nada, nana?", finalmente la rebosante dama se atrevió a cuestionar observándola por encima de su taza.
"Por supuesto que no, señora", contesto la ruborizada anciana.
"No finjas, sé qué ya notaste que llevo el mismo vestido que ayer, además de que mi cabello esta desordenado", replico la otra
"Creo adivinar qué es lo que sucedió, porque aquella noche la niña tenía la misma sonrisa y la misma mirada"
Fue entonces que la mujer no pudo contener más su alegría; "Así es, nana. A mi edad y como si me tratara de una chiquilla, es que anoche no llegue a dormir porque la pase en brazos de un hombre, pero antes de que mal pienses de mi y digas que soy una desvergonzada inmoral, debes escuchar que no ha sido una aventura que al amanecer se deba olvidar por lo embarazosa que esta haya sido... ¿Sabes con quien estuve?", cuestiono fijando su brillante mirar en el de ella.
Por esa mueca y por esa mirada, la anciana se quedo sin palabras hasta que pasados unos minutos pudo hablar; "No me diga que ha sido con ese joven del que me hablo"
Asintiendo la rubia tomo las manos de la anciana entre las suyas; "Si, nana. He pasado la noche con él. Sin buscarlo es que el destino y Betsy me llevaron a sus brazos. Ella parece haber olvidado que él solía trabajar en esta casa, más eso no importa. Él como yo es libre, y es por ello que después de tantos años a través de caricias nos hemos confesado nuestros sentimientos. Nana, soy muy feliz"
"Y no sabe cuanto me alegra, señora", respondió la anciana.
"Fue maravilloso, tal como Michiru lo describió. Lo que viví con Isao fue insano y poco agradable", con desprecio recordó la ultima vez que la toco. "Pero debo decir que anoche perdí la cuenta de cuantas veces... ¡Dioses, qué pena!", al darse cuenta de lo innecesario que eran esos detalles, se cubrió el rostro. "Ahora espero y no tenga una mala impresión de mi y piense que soy vulgar o demasiado ligera"
"Después de más de veinte años estarse aguantando esas ganas, ¿Por que habría de pensarlo?", sin poder evitarlo la nana rió un poco.
"Porque después de tanto tiempo en lugar de hablar, hemos terminado sobre el piano, rodando por la alfombra y en su habitación", ante la pena que la embargaba, seguía con el rostro cubierto.
En ese punto Arthur ingreso llevando en sus manos un hermoso ramo de rosas rojas; "Señora, han traído esto para usted"
"¿A mi?", nerviosa pregunto.
"Es lo qué dice la nota", contesto el escuálido sujeto dirigiéndole una mirada no muy amigable a la nana.
Sin poder creerlo, la rubia lo tomo, observando que en efecto las flores eran para ella. Abriendo el sobre que contenía, su rostro se encendido aún más.
"¿Se puede saber quien las envía?", sabiendo que había sido su amado, la señora Matsuko deseo comprobarlo.
"Él, nana... dice qué ha pasado una noche maravillosa y hoy quiere volver a verme", riendo Katherine expreso. "Estoy hecha un desastre, debo ir a arreglarme", concluyo y entonces con rapidez dirigió sus pasos hacia sus aposentos.
Ante esa alegría la señora Matsuko suspiro. Su ama había pasado por tanto, que esa ilusión parecía ser su recompensa. No cabía duda, aún en ella vivía aquella hermosa chiquilla a la que Isao le había arrancado todo.
Notas de autor;
Antes de que me apedreen por posponer una vez más su boda, les digo que este y el capitulo de la semana pasada iban a ser uno solo, pero como iba a ser muy largo, hice dos. Eso es porque a Michiru y a Katherine quería darles su propio protagonismo. Por un lado que la rubia se encontrara con su amado y por el otro que la aguamarina recibiera su sorpresa.
Nadie puede juzgar a Katherine por haberse entregado a su amado así tan rápido, era necesario. Hasta me emocione al punto de querer estar en el lugar de alguno de los dos. Ya no son dos niños, son un hombre y una mujer que ya no temen a las consecuencias.
Gracias por sus buenos deseos, ojalá y los suyos se cumplan pronto.
Isavellcota; Desde que Haruka volvió significo un gran cambio en ella. En un principio despreciaba a su hijo por completo, pero eso cambio y desde entonces son pocas las interacciones que ha tenido con su bebé, lo cual es mil veces mejor a que no lo tomara en cuenta. Así es, ya casados va a ser imposible que Isao los separe o qué él o el mismo Saburo pretendan reclamar ese bebé.
Michelle; Lo qué Haruka hace por su Michi, le resulta poco. Quiere que sea feliz.
Kaiohmaru; Imagínate lo que pensarían de Katherine si supieran que se entrego a un hombre "sin conocerlo", sin duda esa sociedad se la tragaría viva. Isao no supo lo que hizo, por nada perdido a la mujer más maravillosa que pudo haber conocido. Ahora ella es feliz con quien debió casarse.
Osaka; Gracias, espero leerte pronto :)
UnbreakAblewarrior; Gracias. Así es, Michi no se esperaba esa sorpresota.
Kyoky; Han pasado mucho para poder llegar a donde están, que a veces lo de la boda parece una mentira o un sueño, pero es real.
Zun9991; Espero y logres recordar el nombre dela película. Su argumento suena bastante interesante.
