CAPÍTULO LXXIII

DOBLE FELICIDAD

Y después de aquella celebración en la que los más buenos deseos no faltaron, los días siguieron transcurriendo con total naturalidad, dejando atrás con su tranquilidad cualquier dolor que hubiera llegado a herirlos. Mas fue luego de una larga estancia en Japón que ambos rubios decidieron regresar a su hogar.

Así pues, contenta la alta dama, quien aún mas hermosa que de costumbre lucia su buen estado, junto a la señora Matsuko se ocupaba de cocinar lo que en aquellos días el patriarca de los Tenou les hubiera enseñado.

"¿Crees que lo estamos haciendo bien, nana?", cuestiono la mujer al contemplar el terrible desorden que en la inmaculada cocina habían hecho.

"La mezcla sabe deliciosa, eso me hace suponer que si", contesto la contenta anciana.

"Ahora espero y nos queden igual de perfectos, aunque si ese no es el caso entonces lo más importante será que sean comestibles"

"Entonces será mejor que empecemos a rezar para que no nos queden crudos", bromeo la nana.

"Es verdad, pero qué tonta soy. En la habitación deje olvidada la receta de crema de chocolate", habiéndola rebuscado en su cuaderno de apuntes y esperando que estuviera cerca del tocador, Katherine dijo. "Iré a buscarla"

"Yo puedo hacerlo. Sabe que no debe esforzarse"

"Estaré bien, nana. Un poco de ejercicio no me hará ningún mal. No me tardo, pero por favor espera a que yo regrese para que podamos ponerlos en el horno", señalo antes de salir de la cocina.

"Se hará como usted diga, señora"

Katherine salio con presura, mas fue en ese instante que la puerta de servicio se abrió dando paso al mayordomo quien al ver aquella escena, molesto negó con la cabeza.

"¿Se puede saber que hace la señora?", cuestiono el mal encarado sujeto. "¿Es consciente del terrible desastre que aquí tiene?... hay harina en todo el suelo... no hay siquiera un traste que este en su lugar. Ahora dígame ¿Quien va a limpiar?"

"Estábamos mejor sin usted", por lo bajo murmuro la nana.

"Lo mismo debería decir de usted. Esta casa estaba en orden hasta que usted llego... Ahora dígame, ¿Qué se supone que hace?"

"¿Pero qué no lo ve?, en breve estas dulces mezclas se convertirán en postres, en pan"

"¿Cocina pan?, ¿Para qué, si acabo de comprar?", encogiéndose de hombros, el hombre señalo.

"Lo sé, pero este pan no se compara con ese. Le aseguro que el qué estamos preparando estará más que delicioso", contesto ella concentrada en agregar la cantidad exacta de cada ingrediente.

"¿Se puede saber quien le enseño?", indiferente y como si se tratara de una investigación hecha por algún oficial, Arthur cuestiono.

"La señora y yo aprendimos cuando fuimos a Japón. Nos enseño hacerlo el esposo de la niña Michiru", recordando esos días tan felices, la mujer suspiro satisfecha.

Ante esas palabras el mayordomo se quedo pensativo; "No lo sabía"

"Así es, él es panadero y sabe cocinar unos postres que ni se imagina. Son mucho más deliciosos que esos tan caros que venden en esos establecimientos. El favorito de la señora es el que esta relleno de crema de chocolate"

El mayordomo frunció el entrecejo y luego torció los labios para después abrirlos con tono burlón; "Usted no solo es una desordenada, también es una mentirosa. El esposo de la niña Michiru no puede ser un pandero"

"¿Y por qué no?", sorprendida ante su reacción, pregunto la mujer.

"Porque eso es imposible. Seguro estoy de que el señor Isao ni la señora Katherine hubieran permitido que su única hija se casara con un simple pandero. Es ridículo siquiera pensarlo. ¿Qué futuro puede ofrecerle un don nadie a una mujer como ella?"

"¿Y por qué no es posible?", molesta cuestiono la rubia, quien acababa de ingresar y lo había sorprendido por la espalda.

"¡Oh, señora!", empalidecido el hombre no supo qué más decir.

"La señora Matsuko no es ninguna mentirosa. Mi hija es la orgullosa esposa de un panadero, y por supuesto que yo no tuve ningún problema en aceptar su unión. Él es mucho más bueno que cualquiera que se presuma de ser un caballero y gracias a su trabajo es que le ha dado a una vida bastante cómoda. No hay vergüenza alguna en su profesión"

"Señora, lamento mucho haber sido tan inoportuno. Le ruego una disculpa", avergonzado y a la espera de que no lo despidiera, Arthur agacho la cabeza.

"Que sea la ultima vez que escucho un comentario tan desafortunado, ademas queda estrictamente prohibido hablar del señor Isao. Él ya no es el amo, ni aún siquiera el señor Albert. El único amo en esta casa soy yo"

"Le prometo que no volverá a suceder"

"Entonces puedes retirarte"

Presuroso y esperando que su ama no se arrepintiera, el sujeto salio de la cocina.

Por su parte, habiendo regresado de la calle y atraído por el delicioso aroma que de aquel lugar provenía, Albert dirigió sus pasos hacia esa habitación y entonces observo a ambas mujeres.

"¿Qué hacen?", cuestiono encaminándose hacia su esposa.

"Panesillos salados y deliciosos postres", contesto ella antes de depositar un beso en sus labios.

"Lo imagine. Pero ¿Cómo están tú y mi bebé?"

"Estamos perfectamente bien", satisfecha ella sonrió.

Contenta la anciana también sonrió ante la escena que los dos le ofrecían. Y es que eran tan felices al igual que su amada niña y aquel chiquillo del que tanto hubiera desconfiado.


(Nagasaki. Parque)

Y así como aquella pareja, el rubio y la aguamarina disfrutaban de su felicidad en compañía de su pequeña, quien atraída por las risas de los contentos chiquillos cernía toda su atención en ellos.

"Siéntate, yo iré por los helados", Haruka señalo justo cuando pasaron junto una banca.

"Por favor no te tardes", expreso su amada mientras colocaba a su hija en su regazo.

"No lo haré", contesto él y luego se encamino hacia la fuente de sodas.

"Dime, Harumi, ¿Quieres jugar con los demás niños?", cuestiono su madre al verla tan interesada en los que se divertían cerca de la fuente. "Pronto podrás hacerlo. Aún eres muy pequeña y podrías lastimarte"

Unos pajarillos, atraídos por las migajas que había sobre el suelo volaron cerca de donde ellas estaban. Harumi al contemplarlos los señalo.

"Lo sé, son muy lindos. Mira, ellos también tienen bebés", Michiru sonrió para ella, luego le acomodo los claros cabellos que habían caído por su frente.

Haruka regreso y entregándole a la aguamarina el fresco postre, se sentó a su lado. "¿Me perdí de algo?"

"Qué tu hija quiere jugar con los demás niños y con los pajarillos"

"Crece rápido. Hoy viene con nosotros al parque, pero el día de mañana conocerá a un apuesto muchacho, aunque no tanto como su papá y entonces preferirá hacerlo en su compañía. Luego nosotros seremos viejos y aguardaremos la visita de los nietos, que espero y sean muchos", en su juguetona imaginación, solo bastaron unos instantes para que Tenou creara toda una vida.

Ante ese futuro que parecía tan lejano, su esposa rió un poco; "Mi amor, para eso aún falta mucho. Aún somos muy jóvenes como para pensar en ello"

"Tiene sus ventajas. Serías una abuela muy joven y ademas hermosa, así como tu madre. Yo sería una abuelo por demás atractivo"

"Es verdad. Y aunque nos convirtamos en abuelos... o bisabuelos, sabes que mi madre y mi nana tienen razón. Ante nuestros ojos siempre será una niña", expreso y luego sonrió al verla querer comer de su helado, a lo que ella cedió. Ante ese dulce y frió sabor, la pequeña comenzó a reír con evidente alegría. Más fue entonces que el semblante de Michiru cambio, luego agacho la mirada.

"¿Ocurre algo?", pregunto su esposo ante el silencio que se formo.

"No, no es nada", replico ella tratando de alejar aquellos tristes pensamientos y mientras que de nueva cuenta trataba de sonreír.

"Entonces ¿Por qué tu actitud ha cambiado?"

"Es verdad, a ti jamas podría mentirte. Pasa que por más que lo intente no puedo olvidar aquello. Tampoco puedo olvidar la forma en la que alguna vez hable de nuestro bebé... tampoco puedo olvidar lo qué de ella pensé. Estaba tan asustada y dolida, que no reflexione mis palabras. Espero y llegue a perdonarme por lo que intente hacer"

Haruka sonrió y señalando a la risueña Harumi aferrada al kimono de su madre, expreso; "Michi. Entiendo que aquello es algo que jamas podrás olvidar y que siempre ha de resultarte doloroso. Ella lejos de haber sido culpable es una victimas mas"

"Lo sé, y me duele no haberlo aceptado antes"

"Obsérvala, ella es feliz a tu lado. Ella no entiende lo que es la tristeza, pero sabe lo que es la alegría de tenerte. Ante sus ojos tú eres su todo"

"Aún así me siento culpable", agrego y luego también sonrió ante la infantil alegría de su hija.

"No tienes porque. Todos los bebés son buenos, ellos no saben de culpas. Más si piensas que algo tiene que perdonarte, ten por seguro que lo ha hecho una y mil veces"

"Es cierto. Son cosas que deben quedar en el pasado", contesto volviendo a mancharle los pequeños labios de helado. "¿Te gusta?"

No hacían falta las palabras, solo bastaban sus balbuceos y carcajadas de su bebé para hacérselo saber.

"Así es. En lugar de entristecernos, debemos disfrutar de cada momento. Porque cuando crezca solo nos quedaran los bellos recuerdos de estos días", Haruka señalo.


(Londres)

Y como resulta imposible detener el inminente paso del tiempo, a menos de que la hija del siempre poderoso Cronos decida hacerlo, fue que reloj que se encontraba al lado de la chimenea marco las once de la noche y justo cundo este estaba por anunciar la ultima campanada, en compañía del cochero presuroso Arthur abandono la residencia. Más no lo había hecho porque Katherine lo hubiera despedido a causa de algún desafortunado comentario, sino porque Albert le había ordenado ir en búsqueda de aquel hombre.

"Señora, cálmese por favor", preocupada la anciana Matsuko le dijo a su ama, quien recostada sobre su cama, de cuando en cuando era sorprendida por aquellos terribles dolores. "El señor Arthur ya fue a buscar al medico"

"No puedo, nana. Había olvidado lo que se sentía", gimió la rubia y luego de nueva cuenta volvió aferrarse a las blancas sabanas.

"Entiendo, señora. Pero debería guardar sus energías para cuando él llegue el momento"

Y mientras ella trataba de tranquilizar a su asustada ama, nervioso Albert golpeaba la puerta en un intento por abrirla.

"Katherine, por favor permiteme pasar", por décima vez imploro. "Quiero estar a tu lado. Necesito saber que todo esta bien"

"No, vete", como hasta entonces su esposa replico.

"Entonces no me voy a mover hasta que no me permitas estar junto a ti", replico él forzando la cerradura. "Esta espera me va a matar"

Katherine, atormentada por el dolor, volvió negar con la cabeza. "Los hombres no entienden de estas cosas"

"Soy el papá, por supuesto que entiendo lo que debes estar pasando"

Colocándole una compresa de agua fía en la frente, la nana negó con la cabeza; "Señora, el señor Albert esta muy nervioso y asustado... déjelo pasar para que se tranquilice"

"Esta bien, nana. Deja que entre. Solo espero y no venga a estorbar", gimió presa del dolor.

Presurosa la señora Matsuko acudió a abrir y una vez que lo hizo, Albert se sentó al lado de su esposa para abrazarla.

"El mayordomo ya fue a buscar al medico... sin embargo ¿Ya será tiempo de que nazca?"

Ante sus desastrosas palabras y el terrible bochorno que se había apoderado de la habitación, la rubia la empujo un poco; "Si quiere salir yo no lo voy a detener, pero como tú no eres el que esta sufriendo, se te hace fácil decirlo"

"No, mujer. Me has mal entendido. Es solo que aún no es el momento", esperando que su estado no se debiera a otra cosa , señalo y luego le beso la frente.

De pronto alguien llamo a la puerta. "Señores, el medico ya llego", Arthur anuncio.

"Adelante"

Así que habiendo ingresado y luego de prepararse, el sujeto inicio la siempre incomoda revisión.

"Es extraño que ya haya llegado la hora. Su hijo ya va nacer", confundido señalo. "¿Hizo algún esfuerzo?"

"Nada fuera de lo común", fue la respuesta que la nerviosa mujer ofreció.

"Entonces no nos queda de otra que proceder"

Fue así que como la primera vez, la anciana Matsuko sostenía la mano de su señora mientras que un nervioso y sofocado Albert luchaba por mantenerse consciente.

"¿Se encuentra bien?", aún más preocupado por el empalidecido padre, el medico cuestiono.

"Sí, es solo que aquí hace mucho calor", replico el rubio aflojándose el nudo de su corbata.

"Entonces por favor no se vaya a desmayar, porque entonces serán dos pacientes y no sabre a quien atender primero... puje", ordeno el sujeto.

"¿Yo?", cuestiono el confundido padre.

"Qué usted puje no me sirve de nada", contesto el medico.

"¿Quieres callarte...?", cada vez más adolorida, Katherine le dirigió una mirada de enojo a su esposo.

"Puje"

"No, no puedo más", contesto ella aferrándose a las manos del rubio y de la anciana.

"Tiene que hacerlo. Ya falta poco"

"Pensé que luego de la primera vez todo se volvía más fácil", fue el desafortunado comentario que en esos momentos tan difíciles el rubio hizo.

"Ya cállate", su esposa grito y haciendo un ultimo esfuerzo, fue que el medico finalmente sostuvo en sus brazos aquella pequeña figura.

"¿Ya termino?", sonriendo Albert contemplo su bebé. El cual lloraba y se estremecía en brazos de aquel hombre.

"¿Cómo esta?", sin casi fuera para hablar, Katherine siseo.

"Esta bien" contesto envolviéndolo en una frazada para entregárselo a la rubia. "Es un pequeño hombrecito"

Ante esas palabras, contentos los tres sonrieron.

Satisfecho, la mujer lo acuno contra su pecho; "Hola"

Llorando Albert sonrió y luego le acaricio el poco cabello que comenzaba a poblar su tierna cabeza.

"No llores. Todo esta bien. Míralo", expreso su esposa para tranquilizarlo.

El hombre asintió, sosteniendo la frágil mano de su pequeño; "Lo sé, es solo que estoy muy emocionado"

En ese punto la hasta entonces mueca de satisfacción se borro del rostro de la alta mujer, dando paso a una llena de desagrado. Y es que de la nada aquellos terribles dolores regresaron a ella, haciendo que con fuerza se sujetara a la sabana.

"¿Qué ocurre?", cuestiono Albert.

No entendiendo a que se podía deber aquello, nervioso el medico ordeno; "Salgan de la habitación"

"No...no puede echarme fuera. Soy su esposo"

"He dicho que tienen que salir", empujándolo un poco, cerró la puerta detrás de ellos.

"Señor Albert. Escuchemos al doctor", asustada la nana expreso.

"Esta bien", con su hijo en los brazos el rubio obedeció sin ningún deseo de dejarla sola. Fue así que cansado y aún más asustado que al principio, se sentó en uno de los sillones que había en el pasillo; "¿Qué estará pasando?... ¿Es normal?", cuestiono.

"No lo sé", contesto ella echándose a llorar con él. "La primera vez esto no ocurrió"

Afligido el hombre asintió sin ningún animo; "Si algo le ocurre será mi culpa"

Tortuosos los minutos siguieron transcurriendo, hasta que de nueva cuenta la puerta volvió a abrirse.

"¿Cómo esta?", pregunto el ansioso esposo apenas el doctor asomo la cabeza.

El medico asintió y luego sonrió; "Mejor véalo por usted mismo. No hay de que preocuparse"

Intrigados el rubio y la anciana ingresaron y contemplando el lecho, ambos sonrieron al mismo tiempo que en ellos se disipaba cualquier tristeza. Y es que ahí, su amada esposa y ama sostenía en sus brazos otro bebé.

"Felicidades, hombre", satisfecho el anciano palmeo la espalda del confundido padre.

"¿Es real?"

"Míralo por ti mismo"

Aún sin palabras, la rubia sostenía al que era ya su tercer hijo.

"Señora... ¡vaya!, estas sin que son sorpresas"

"También se trata de un hombrecito... es extraño que cosas como estas ocurran, pero podríamos decir que se sacaron la lotería", el medico bromeo.

Ante esa imagen y recordando lo que tantas veces aquel imbécil le hubiera recriminado a su entonces esposa, la anciana sonrió mientras pensaba; "Si el señor Isao viera, sin duda se moriría del coraje. Jamás fue culpa de la señora, como siempre quiso hacérselo ver"

"Esto es más que maravilloso, ¿No lo crees así?", dijo la alta mujer sin salir de su asombro.

Albert camino hacia ella y dejando que el llanto lo embargara, la beso en los labios. "No hay palabras que describan este momento"

Era cierto, no había palabras ni acciones que pudieran describir la felicidad que lo embargaba. Su esposa y sus dos hijos eran la recompensa a todos esos años de soledad y dolor.


Notas de autor;

Si Isao viera que Katherine tuvo dos bebés, sin duda se moriría del coraje, en primera porque ya no tiene oportunidad de regresar con ella y en segunda porque con un buen hombre tuvo los hijos que por egoísta él le negó. Aunque quizás fue lo mejor, solo imaginen a un hijo de Isao criado por el mismo.

Isavellcota; Todos ellos están viviendo lo mejor de sus vidas. Isao ya no puede herirlos, sino resignarse a ver su felicidad desde lejos.

Michelle; La que fuera esposa de Albert no es un elemento muy importante en esta historia. Solo fue una referencia. Así es, Isao sufre lo que el mismo provoco.

Kaiohmaru; No es una justificación lo que a Albert le sucedió, pero se entiende su miedo y dolor. Lo bueno es que juntos iniciaran una nueva etapa.

Osaka; Así es, ellos son una cultura bien organizada, pero aquí la gente con su educación deja mucho que desear. Ojala y todos aprendamos de ellos y seamos más conscientes de la salud de los demás.

Kyoky-chan; Así es, las cosas poco a poco se ponen en orden, que es como deben estar. Mientras tanto que Isao sufra. Y si, Takeo es bien protector con Harumi y Katherine.