CAPÍTULO LXXXIII
PEQUEÑO COBARDE
Aún paralizado por la sorpresa y al borde de sufrir un colapso, a través del escaparate Isao siguió observando la maravillosa escena que se abría frente a sus ojos.
Sí, luego de tanto vagar y fracasar por fin había encontrado a su hija, quien contenta y sin haberse dado cuenta de su indeseable presencia, sonriente besaba la mejilla de aquella niña.
Embargado por una alegría que en poco más de cincuenta años jamás había experimentado y ya sin poder contener el llanto, Kaio sonrió satisfecho.
Durante esos cinco años de constantes tropiezos, de día y de noche, dormido o despierto había imaginado como sería ese reencuentro y con ello, siempre había pensado una y otra vez las palabras que utilizaría para cuando ese momento llegara. Sin embargo en ese instante ni aun siquiera sus piernas respondieron, mucho menos lo que tanto quería decirles fluiría de sus labios.
"¿Tienen todo?", cuestiono Haruka acercándose a ellas.
"Sí, papi", contesto la amorosa chiquilla.
Isao contemplo al atractivo joven que las acompañaba, quien era el mismo que en el mercado y de forma accidental hubiera conocido. Fue en ese instante cuando por fin pudo reconocerle.
"Es él... si... sabía que en algún otro lugar lo había visto, sin embargo no estaba seguro de cuando había sido. Él es ese chiquillo de la preparatoria que aquella noche de nieve acompaño a mi hija a casa. Entonces en vez de agradecerle el que la hubiera protegido de esos sujetos, me atreví a humillarlo arrojandole una moneda de plata... él en cambio no la recogió no porque fuera rico u orgulloso, sino porque era humilde y orgulloso", murmuro y luego dejo que libres las lagrimas fluyeran por su rostro.
Por su parte ninguno de los tres se había percatado de su presencia.
"¿Cómo pude haberlo herido?, ¿Cómo pude haber pensado que era malo?, ¿Cómo pude compararlo conmigo?. Ahora no me cabe duda, mi hija es feliz y yo por mi parte debo conformarme con solo saberlo. No merezco su perdón ni mucho menos que piense que estoy aquí para volver a dañarlos", concluyo y dándose la vuelta agacho la mirada. Decidido estaba a abandonar la ciudad y regresar a Tokio sin siquiera haber cumplido el propósito de su viaje.
"Hola", una infantil voz a su espalada lo llamo, haciendo que el sujeto se detuviera y volviera la inquieta mirada hacia ella.
"Hola", expreso sonriendole a la rubia.
"Ya sé quien eres. Eres el señor de los bombones", la pequeña Harumi señalo y luego sonrió para él.
Confiando en su intuición, la cual le decía que estaba ante su nieta, Isao asintió; "Sí, soy yo", a punto de romper a llorar de forma abierta, si apenas pudo balbucear. "Aquí tengo algunos... lamento no haber traído más conmigo", expreso poniendo en el bolsillo de su kimono un par de paquetes.
"¿Por qué lloras?", intrigada por su semblante y sin saber quien era ese hombre la chiquilla cuestiono.
"Porque no puedo expresar mi alegría de otra forma", contesto él limpiándose el rostro con la manga de su fina camisa.
"No llores", dijo ella. "No me gusta que estés triste"
"Lo merezco", con la voz quebrada el hombre gimió y justo cuando estaba por acariciarle el rubio cabello, en la cercana distancia alguien interrumpió.
"Pequeña, ¿Dónde estas?. Es hora de ir a casa"
Temiendo ser descubierto y que su presencia se prestara a mal interpretaciones, Isao se despidió de ella; "Ve, tu papá te llama". Así que reincorporándose con paso presuroso y para que no lo vieran continuo su camino. Por su parte la rubia regreso al lado de ambos adultos.
Así pues, siendo presa de una extraña mezcla que iba de la tristeza a la alegría, el sujeto avanzaba por la ancha acera, hasta que deteniéndose detrás de un muro decidió observar.
Dirigiendo la inquieta mirada hacia el jardín del cual hubiera robado aquella rosa, descubrió que ante el la aguamarina se inclinaba para cortar unas cuantas de ellas.
Ante la hermosa imagen que Michiru le ofreció, el hombre sonrió y de nuevo el llanto volvió a inundarlo.
"Desde que tú y tu madre se fueron de mi lado no ha habido día en que no me arrepienta de no haberles dicho que las amaba. Por necio, por estúpido, por imbécil me perdí de esta vida. Desaproveche tu infancia y ahora que te has convertido en toda una mujer es tarde para siquiera pensar que en tu corazón puedo ocupar un lugar... entiendo que ahora tienes tu propia familia y en ella no hay espacio para un lisiado amargado como yo... ni aún en mil años terminare de arrepentirme de cada uno de mis infames actos"
Poco a poco el cielo se fue oscureciendo, llegando así el anonimato de la noche el cual era quebrantado por las tenues luces de las farolas que se extendían a lo largo de la calle. Y así como alguna vez Haruka tuvo que esconderse entre las sombras de los altos muros para poder ver a la mujer que amaba sin que su tosco y cobarde padre notara su presencia, Isao se sentó para contemplar la residencia en un intento por poder volver a verlos.
Era así que de cuando en cuando sonreía ante las sombras que a través de las ventanas se alcanzaban a ver, hasta que de pronto la danzante flama de los candelabros se extinguió.
Satisfecho y comprendiendo que muy seguramente ya se habían ido a descansar, Kaio se reincorporo y echándole un ultimo vistazo a la residencia, murmuro; "Buenas noches"
Y aún desconociendo los peligros que en aquella calle pudiera encontrar y sin temor a ser robado o herido mas deseando respirar el dulce aroma que lo rodeaba, con paso ligero emprendió la caminata de regreso al hostal en el que se hospedaba. Y mientras lo hacía seguía pensando en ellos.
"Me alegra mucho el haberme equivocado, me alegra mucho que aun contra todo pronostico hayan cumplido las promesas que alguna vez se hicieron", orgulloso expreso.
(Mañana siguiente)
El alba despunto, anunciando con su brillo que un nuevo día lleno de sorpresas había llegado.
Isao despertó con esa amplia sonrisa en los labios. Y es que toda la noche pasada había soñado con ellos, con la familia que había perdido.
En ese mundo que dormido había creado, él estaba a su lado y disfrutaba de cada momento de esa agradable vida y, aunque era consciente que en la realidad era poco probable que algo así llegara a suceder, le gustaba imaginar que para él podía haber un pequeño lugar.
Así que luego de vestirse y de haber desayunado dirigió sus pasos hacia la panadería.
Y aunque había vuelto a pensar las palabras que utilizaría para presentarse ante ellos y rogar su perdón, apenas observo el local de nueva cuenta el valor falto y no le quedo de otra que quedarse observando lo que acontecía a su alrededor. Temía que el rubio terminara echándolo y su hija no deseara escucharlo, lo cual aceptaba que tenía bien merecido.
Luego de pensarlo tuvo una fantástica idea y rogando porque alguien pudiera ayudarle, en ese momento su plegaria fue escuchada al ver que poco a poco una joven se acercaba hacia donde él estaba. Pensando que ella bien podría ser su salvación, el pelinegro encamino sus pasos hacia ella.
"Buenos días", saludo haciendo una corta reverencia.
"Buenos días", extrañada replico ella.
"Le ruego que sea tan amable en hacerme un favor. Voy a pagarle", llevando la mano al bolsillo interno de su saco expreso.
Ante su petición la mujer frunció el entrecejo; "Lo siento, caballero. Pero se ha equivocado de calle"
Comprendiendo que sus palabras muy seguramente se habían prestado a una mala interpretación, Isao negó con la cabeza; "No se trata de eso... necesito que vaya a la panadería y pida un pastel... de chocolate. Que sea grande. Pida que lo lleven a esta dirección", dijo y luego le entrego la tarjeta del hostal en el que se hospedaba. "En la habitación catorce a las cinco de la tarde. Aquí tiene el dinero y su paga"
Sin haber comprendido a que se debía esa extraña petición, pero convencida de llevarla acabo porque recibiría un buen dinero a cambio, la joven asintió y luego ingreso en el negocio.
Por su parte y esperando que su plan resultara tal y como él lo había trazado, desde la distancia Isao se cercioro de que la mujer cumpliera su encomienda y una vez que lo hizo regreso a su habitación.
(Esa tarde)
Orgulloso de su creación, Haruka se ocupaba de los últimos detalles del pastel que debía ser entregado en el hostal.
"Es un pastel muy bonito", expreso la pequeña Harumi cuando lo contemplo.
"Y mucho más bonito va a ser el que juntos vamos a cocinar para el cumpleaños de mamá", expreso en voz baja para que nadie salvo ella lo escuchara.
"Por supuesto, papi", contesto ella.
Y así como cada tarde hacía la misma hora y luego de la escuela, llego Takeo para cumplir con los pendientes que quedaban.
"Hola, buenas tardes", saludo como era su costumbre.
"Buenas tardes, tío Takeo", dijo la chiquilla y luego camino hacia el mostrador, donde estaba su madre.
"Takeo, qué bueno que has llegado"
"Tú dirás"
"Necesito entregar este pastel en la habitación catorce del hostal del centro, pero no puedo hacerlo porque tengo otro pedido que decorar... ¿Podrías encargarte tú?"
"Por supuesto que sí, pero ¿A un hostal?... ¡Vaya!, esa si que es un petición extraña... aunque imagino la interesante fiesta que ahí tendrán", expreso y luego se sonrojo.
"Quizás es eso que ambos estamos pensando, aunque también puede tratarse del cumpleaños de algún turista. Como sea, el pedido ya esta pagado"
"De acuerdo". Así pues Takeo lo tomo, iniciando la caminata hacia el lugar indicado.
Por su parte y bastante nervioso porque estaba a punto de llegarse la hora, Isao consultaba su reloj. Hasta que de pronto alguien llamo a la puerta.
"Es él", dijo y tomando su bastón de forma presurosa se encamino hacia la entrada y una vez que atendió, se encontró con el joven del día anterior.
"¡Ah!, pero si es usted, el hombre que me preguntó donde estaba la panadería", dijo sonriendole.
"Así es, deseaba mucho un buen pastel. Por lo qué veo trabajas ahí, ¿O eres mensajero?", bastante intrigado por ese joven de cabello negro y modales educados, el caballero cuestiono.
"Trabajo en la panadería desde hace poco más de cinco años", orgulloso de la oportunidad que Haruka le hubiera dado aún y cuando era un niño, exclamo.
"Eso es mucho tiempo", contesto Isao tomando el postre en sus manos.
"Así es. Disfrútelo. Con su permiso"
"Espera, ten tu propina", Kaio expreso y luego le dio dinero en papel.
"Gracias, señor. Es usted muy amable", contesto el chiquillo y acto seguido tomo el camino de regreso a la panadería.
Isao cerró la puerta y luego coloco el pastel sobre el escritorio que había en el fondo.
"Mi plan no resulto. Esperaba que ese rubio fuera quien lo entregara. Porque de esa forma hubiera podido familiarizarme con él y así ganarme un poco de su confianza, aunque luego de lo que le hice claramente no la merezco"
Aspirando el dulce aroma que de la caja emanaba, Isao sonrió y abriéndola, contemplo el magnifico postre. "Es muy bello", dijo tomando un trozo y descubriendo así que su sabor era más que delicioso.
Más comprendiendo que no debía seguir perdiendo el tiempo, seguro de si mismo y decidido a todo el hombre tomo su bastón.
Fue así que volviendo a pensar en las palabras que utilizaría para presentarse ante su hija y su familia abandono la habitación, arrastrado sus pasos por aquellas calles.
"Maldita cojera que no me permite avanzar como yo quisiera", un poco molesto mascullo. "No, no debo maldecirla. Esa noche estaba enceguecido por lo que ese mal nacido me hubiera hecho creer de mi hija. Sin razonar alce mi revolver dispuesto a cobrarle a ella lo que ese cerdo le había hecho y fue a causa de mi cobardía que termine hiriéndome a mi mismo. Es una suerte que así hubiera sido, porque no hubiera podido seguir viviendo si esa bala la hubiera tocado a ella o a Katherine"
Habiendo avanzado un par de calles más el inconfundible aroma del huerto y del jardín se apodero de su alrededor y entonces en la cercana distancia contemplo el hogar de su hija.
Y así como durante la mañana le hubiera sucedido, de nueva cuenta sus miembros no respondieron, a su pecho falto el preciado oxigeno y hasta la ultima gota de su sangre se heló.
"Cuanta razón tenía Katherine al decir que yo no era más que un estúpido cobarde que solo era valiente cuando de herir se trataba. Si, ahora lo reconozco. Soy un maldito enclenque que no es capaz de ver de frente sus errores"
Por su parte y sin haber notado su presciencia la aguamarina dio por concluida la clase del día.
Observando a su hija en compañía de aquellos chiquillos, Isao sonrió; "Uno... dos... cinco niños... ¿A caso todos ellos son mis hijos?", se pregunto y luego con la manga de su camisa se limpio el rostro . "Por estúpido me perdí de todo esto. Ahora bien podría estar sentado junto a ellos y no espiándolos como si de un abominable acosador me tratara". Bajando la cabeza se dio la vuelta con verdaderas intenciones de marcharse y volver después, pero entonces de nuevo se detuvo ante aquella voz que comenzaba a resultarle bastante familiar.
"Volviste", contenta Harumi expreso.
Isao se volvió hacía ella. Ante su imagen y embargado por una terrible culpa y la alegría del momento, se arrodillo y entonces de forma abierta se echo llorar.
"¿Por que lloras?", pregunto la rubia acercándose aún mas a él.
"Por nada en especial... pero... ¿Podrías decirme como se llama tú mamá?", pregunto al mismo tiempo que le acariciaba los rubios cabellos y la observaba como si lo que le restara de vida se le fuera en ello.
"Mi mamá se llama Michiru y mi papá se llama Haruka y es el dueño de la panadería", alegre y sin saber el porque de su cuestionamiento y haciendo caso omiso a su madre, quien le había dicho que jamas debía hablar con extraños, contesto.
Ante esa ansiada respuesta Kaio asintió y sin poder contenerse, con fuerza estrecho a la chiquilla contra su pecho de la forma en que nunca lo hizo con su hija. "No sabes cuanto tiempo te estuve buscando. Todos estos años en vano trate de imaginar como serías. ¿Cómo pude ser tan imbécil al expresarme así de ti sin siquiera conocerte?, ¿Cómo pude siquiera pensar esas terribles cosas si eres inocente?... ¿Verdad que tú si vas a perdonar a este viejo tonto?", recordando los golpes y las humillaciones a las que hubiera sometido a la aguamarina aún y sabiendo que estaba en cinta, su llanto se volvió más agónico.
"Ya no llores", replico la niña.
"Merezco ser presa de este dolor... lo siento, no era mi intención asustarte, pero ¿Cómo te llamas?", pregunto sosteniendo su manita en la suya.
"Harumi, porque así se llaman mis papás", orgullosa de ello contesto la niña.
"Es un nombre muy bonito", replicó y luego acaricio sus sonrosadas mejillas. "Eres igual de bonita que tu mamá", agrego al recordar los primeros años de su tierna infancia. Infancia que no iba a regresar y que por gusto al vicio él se había perdido.
Y aunque sus labios no lo expresaran, en ese momento deseo con toda su alma que lo llamara abuelo, sin embargo comprendía que ese era un imposible. En primera porque sentía que no lo merecía y en segunda porque terminaría descubriendolo ante el par de adultos.
"Gracias... tengo que irme", dijo la pequeña.
"Adiós, Harumi. Te quiero", él replico y sin poder decirle a ella todo lo que el hubiera deseado expresar, en silencio y desde detrás de un muro la observo alejarse.
Notas de autor;
Michelle; Por supuesto que para poder encontrarlos tenía que pasar por mucho. Se lo merecía y se merece ese dolor.
Kaiohmaru; El orgullo no le permitía ver que tenía una familia hermosa. De él depende hacer las cosas bien para que ellos puedan perdonarlo y permitirle estar con su nieta.
Isavellcota; Isao de verdad cambio, sería un gran retroceso que a ella le mencione que quizás su papá es otro sujeto, quizás ni siquiera debería mencionárselo a Michiru. Sería volver a abrirle esas heridas que no han sanado.
UnbreakAbleWarrior; Tenía mucho que no cortaba el capitulo en lo más bueno, perdón xd.
Kyoky; La vergüenza no le permite acercarse como él quisiera. Su castigo no fue andar vagando, su verdadero castigo es no tener el valor suficiente para enfrentarlos.
