Kim leía en voz alta los archivos de la playa, con sus amigos de pie a su alrededor. Había algo macabro en medio de todas las leyendas que hablaban algo acerca de los tiburones de la playa desde la fundación de aquel pueblo. Ninguno de ellos se dio cuenta de que un montón de turistas se habían aglomerado a su alrededor cuando se percataron de que hablaban de lo que había ocurrido esa mañana en la costa.
—La primera generación de gente que fue nombrada de forma oficial como Hijos del océano llegó cargada de conocimiento para los pobladores de estas playas, al mismo tiempo que llegó como una esperanza de vida para los habitantes de estas tierras. —Kim hizo una pausa para mirar a Juleka, que tenía la vista fija en el libro, sus ojos no se movían. —Las primeras generaciones que poblaron esta parte de Les Cavaliers habían pasado varios intentos para poder establecerse, pero las aguas eran turbias, la marea imprecisa, las corrientes subían sin previo aviso y el agua estaba plagada de toda clase de criaturas peligrosas.
—El archivo está mal. —Murmuró Juleka, interrumpiendo a Kim y llamando la atención de todos los presentes. —El nombre de la primera hija del océano está mal.
El muchacho miró confundido a su amiga, pero cuando ella asintió una vez, él continuó leyendo.
—Fue llamada primera reina del océano, su nombre era Tomoyo y fue nombrada embajadora de la paz entre la costa y el mar.
—Su nombre era Tomoe. —Corrigió Juleka. —Y sólo les daban ese nombre a las princesas del océano nacidas bajo cierto cielo, cuando las estrellas del océano y las estrellas del firmamento se alineaban para demostrar que, la portadora del nombre, sería digna de lograr grandes proezas.
Murmullos se alzaron alrededor de los muchachos, pero Kim los ignoró y siguió leyendo.
—Sus hijos emergieron del mar como almas puras y bondadosas, llenas de pasión y amor para enseñar a los lugareños las artes de dominar el agua. Cada Hijo del océano elegido por el agua para ser un maestro de los lugareños debía recibir la protección de un animal sagrado, sólo sus marcas sobre la piel serían prueba de que eran dignos.
—Son los tatuajes de Luka, ¿verdad? —Murmuró Rose tomando una mano de Juleka.
—Durante casi cien años, el pueblo prosperó. No entiendo esto. —Dijo Kim viendo que el archivo parecía terminar abruptamente.
Mientras que el muchacho se agachó sobre las páginas para leer mejor las letras gastadas, y un cúmulo de personas se cerraba a su alrededor, Juleka se movió entre la multitud para buscar algo.
—Dice que busquemos los diarios de Meredith...
—Aquí están. —Llamó Juleka abriendo un archivo digital en una de las pantallas colocadas en la pared. —Se refiere a los registros de la primera estrella.
7.-La leyenda de la estrella
Marianne E: Prometo que Adrien ya le va a bajar de hue... de hecho voy a meter el fragmento que te mandé, próximamente viene para acá. ¡Dios! Mariana, tenemos que decidir quién es el tiburón de la playa cuanto antes. Te va a encantar esta Kagami, y no sé qué vas a pensar de Tomoe, pero próximamente va a aparecer. Pronto. Luego le hago otro guiño a Colette, y verás poco más de las relaciones madres-hijos en esta historia, les voy a dar más peso
Sonrais777: Perdona mi entusiasmo, pero a qué te refieres con ART?
Luneth Gray: Creo que este universo te va a gustar bastante. Pronto verás más actualizaciones, estoy planteándome actualizar un capítulo y un capítulo. Próximamente Adrien va a entender un par de cosas, ya verás. Gracias por leerme y de verdad, gracias por el entusiasmo, siempre es tranquilizador saber que voy por buen cami
Marinette por un momento creyó que harían el recorrido a pie, pero sabía perfectamente que los arrecifes a los que Luka pretendía llevarla estaban mar adentro.
Marinette de nuevo se acercó al agua; era extraño sentir la necesidad apremiante de meterse al agua, desde la noche anterior estaba ahí, como una alerta a lo lejos, como si el mar la llamara por su nombre.
Llegaron a la punta más rápido que el día anterior, sobrepasaron el risco y Luka señaló un punto en el mar.
—¿Recuerdas donde estábamos ayer?
—Puedo ver los escollos. —Respondió la joven con la vista fija en la mancha oscura en el agua.
—¿Puedes nadar?
—¿Hasta allá? —Exclamó Marinette sin despegar la vista del agua.
Por lo apremiante de su voz, Luka consideró que aquella idea le hubiese parecido peligrosa, la joven sonaba escandalizada, pero sus facciones rebosaban entusiasmo, como si la idea fuese la mejor aventura del otoño.
Luka soltó una risa discreta al ver a Marinette amarrarse bien el pareo y mirarlo fijo.
Ninguno de los dos agregó más. Luka saltó primero y miró a Marinette, en espera de que la chica entrase al agua.
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Juleka había encontrado el diario que buscaban, Kim se había cruzado de brazos, dedicándole una mirada expectante, así que la joven Couffaine suspiro y se tomó de los lados del pedestal, admirando las letras retocadas y los dibujos brillantes, vívidos que adornaban las leyendas del pueblo.
—Fui llamada la primera estrella puesto que llegué al crepúsculo, el pueblo esperaba una buena noticia en medio del caos y fue así que me dieron el nombre de Meredith, que significa Guardiana del mar.
"Mi madre Tomoe sabía que mi llegada al océano traería grandes cambios y la gente del mar y la gente del pueblo esperaban que ella tuviese razón.
"El problema fue que, con mi llegada, también el mar se agitó.
La gente reunida en torno a Juleka comenzó a murmurar ante aquello, la mayoría de los presentes estaba cuchicheando con avidez, como si aquello fuese un muy buen chisme o una película a comentar, al parecer, los únicos que se estaban tomando aquello en serio eran los amigos de Juleka, al ver las facciones ensombrecidas de su amiga.
Rose sabía que los mitos de la playa eran todos ciertos, en alguna ocasión se había quedado un fin de semana en el Liberty con Juleka, y vaya si habían confirmado que los mitos no eran sólo mitos. Pero entendía que, por el bien de su amiga, debían guardar el secreto.
—Existía entre mi gente toda la variedad del océano, desde caballitos de mar, delfines, mantarrayas, pero nunca nadie vio antes un tiburón entre los nuestros hasta ese año. Sus cuerpos eran casi humanos, las manos terminaban en aletas, el rostro estaba desfigurado hasta mostrar esa nariz gris inconfundible; con mi llegada, ese otoño llegaron los monstruos, sedientos de sangre, buscando a sus víctimas en el mar.
"No encontraron entre nuestra gente una brecha por la que pudieran pasar, nuestros soldados eran poderosos, las tortugas siempre han sabido protegernos, así que los tiburones del océano encontraron la manera de salir a la superficie y atacar.
"Nunca la humanidad conoció criatura tan repugnante y peligrosa como lo fueron los tiburones del arrecife, que quisieron alimentarse de la gente del océano y fallaron estrepitosamente, y en lugar de aceptar su derrota y volver al abismo del que habían salido, decidieron emerger y buscar a los indefensos, que seguían viéndonos como dioses, como monstruos.
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Marinette alcanzó los escollos y subió ayudada de Luka, ambos muchachos perdieron la vista a la inmensidad del océano y la joven suspiró sintiendo que toda la pesadilla que habían vivido esa mañana se desvanecía poco a poco. Desde niña amaba el mar. Recordaba todas las vacaciones que había pasado en alguna costa con sus padres. Sabine solía bromear respecto al hecho de que, no importando si llevaba traje o no, Marinette siempre corría hasta la playa y se tiraba de cabeza al mar; mucho tiempo la joven creyó que aquello era una broma por parte de su madre, pero ahora, al sentir las olas golpeando contra sus tobillos, por un momento consideró zambullirse de nuevo y entonces las palbras de su madre la golpearon de lleno.
"Como un pececito, siempre lista para saltar al agua"
—Luka, yo... —Murmuró la joven insegura, pero en ese instante, alguien emergió del agua.
Marinette soltó un grito y dio un paso de espaldas, cayendo al mar, consiguiendo que Luka amenazara con saltar, pero la joven pelinegra sacó la cabeza y dio una bocanada con una sonrisa tímida, cuestión que consiguió que Luka se relajara.
—¿Esta es la niña perdida? —Soltó Kagami mientras medio cuerpo salía a flote.
Marinette se quedó maravillada ante la visión. La recién llegada tenía el cuerpo cubierto de cúmulos de escamas color blanco, naranja y rojo distribuidas por todos lados, llevaba una especie de sujetador tejido de color verde, Marinette no tardó en percatarse de que estaba hecho con algas y decorado con conchas, perlas y coral, a pesar de haber salido del agua, su cabello corto y oscuro como el azabache, se esponjaba delicadamente en torno a su rostro, enmarcando sus facciones con elegancia y naturalidad, llevaba un collar al cuello con una insignia colgando, la cabeza de un dragón.
—Ella es. —Dijo Luka solemne, ofreciendo una mano a Marinette para ayudarla a subir al escollo de nuevo.
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—Fue la noche de luna llena, la noche del solsticio —continuó Juleka cuando los murmullos pararon por fin —, en que mi madre convocó a las fuerzas del océano y de la tierra. Esa noche mi madre eligió a los representantes que guiarían la batalla en tierra, pero para poder hacerlo, estos primeros hijos del océano deberían renunciar a su naturaleza del mar para poder caminar libremente en la tierra. Sabían que existía la posibilidad de no volver a su hogar al renunciar a sus aletas, pero estaban dispuestos a proteger la playa que tanto esfuerzo les había costado purificar, esta vez no renunciarían a tener a los hombres viviendo en armonía con ellos, así que se volvieron fuertes y esperaron al solsticio, el momento en que la diosa mira en nuestra dirección y nos concede favores.
—Por eso son tan importantes las dos fiestas... —Dedujo Nino recordando que Alya le había dicho algo al respecto. —Por eso era tan grave que Luka no hubiese estado en la fiesta de los hijos.
—Pero Anarka dijo que Luka tenía una misión esa noche. —Murmuró Rose considerando seriamente volver a la playa a preguntar al respecto.
—Son leyendas... —Murmuró Juleka amenazando con cerrar el archivo, sin embargo, la mano de Chloe la detuvo y su mirada suplicante consiguió disuadir a su amiga. —Muy bien... —Murmuró la joven suspirando, antes de volver su atención al libro y continuar. —Les llamaron hijos del océano porque emergieron del mar, caminando en dos piernas como los hombres, pero llevando el conocimiento sagrado como nuestra gente. Fueron los primeros en pelear mano a mano con los tiburones, exiliándolos de regreso al abismo a donde debían estar, y luego fueron ellos quienes volvieron a fundar la ciudad, convirtiéndose en embajadores entre el océano y los hombres.
"Desde entonces, caminan por estas playas aquellos que tienen la vida de los hombres, pero el alma de las sirenas. Hicimos un juramento, que estaríamos ahí cada solsticio, que protegeríamos estas tierras sin importar qué pasara, que podrían contar con nosotros y que seríamos nosotros los primeros defensores de los hombres, porque la armonía dependía de ambos, pero mientras tuviésemos el poder de proteger a los hijos de la tierra, lo haríamos con nuestras vidas.
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Marinette podía ver el borde de la aleta de Kagami, la joven había emergido tanto como le era posible por el movimiento constante del agua, así que las escamas de su aleta, roja, blanca y anaranjada, asomaban por encima del agua.
—Marinette, ella es Kagami, llamada la princesa del océano. Es hija de Tomoe, la embajadora de la playa. —La aludida hizo una reverencia ligera y sonrió para infundir valor. —Kagami, esta es la niña perdida, es amiga de mi hermana, se conocieron en el instituto y estaban de vacaciones por el periodo de intercambios.
—¿Vienes los tres meses que eso dura? —Inquirió Kagami, sorprendiendo a Marinette al estar al tanto de aquella información.
—No, sólo pudimos venir dos semanas. La economía no da para más. —Bromeó al final.
Kagami sonrió de medio lado y asintió una vez.
—Me gusta ella. —Dijo mirando a Luka antes de acercarse más a los escollos y tocar la piel del ombligo de Marinette, delineando la forma de la estrella. —Ahora veamos esto...
—Antes de que sigas... —Murmuró Luka dándole la espalda y mostrándole su raya, la forma en que la tinta se había movido de espacio y dejado perfectamente delineada aquella figura.
—No lo puedo creer... —Murmuró Kagami divertida. —Así que te convertiste en su guía espiritual.
—Eso parece. —Respondió el muchacho con una sonrisa radiante.
Kagami volvió su mirada a la estrella de Marinette y suspiró reconociendo todos y cada uno de los vestigios de ese tatuaje. —Es como el de las leyendas. —Murmuró la princesa negando con la cabeza. —Incluso está escrito con esas letras, lo que me parece extraño es que no diga Marinette, dice otro nombre. Tienes sangre de sirena ¿Por qué vives en la ciudad?
—¿Podría ser que algún ancestro haya en su familia? —Sugirió Luka confundido. —Quiero decir, muchos hijos del océano emigraron cuando la paz llegó a estas tierras, podría ser cualquier cosa, pero me gustaría apostar por ello y...
—Soy adoptada... —Murmuró Marinette tímidamente.
Las miradas de Luka y Kagami cayeron sobre ella en una pausa incómoda y larga, Marinette comenzó a retorcer sus manos, jugando por el nerviosismo de aquello.
—¿Adoptada? —Murmuró Kagami invitándola a continuar.
—Lo sé desde los diez años, Tom y Sabine no son mis padres biológicos, pero nunca pregunté al respecto, así que no sé quiénes son mis verdaderos padres. Supongo que ellos deben tener un registro o algo.
—¿Nunca te dio curiosidad saber? —Murmuró Luka tomándole una mano a Marinette, tratando de reconfortarla por la expresión de congoja que había compuesto.
—La verdad es que mis padres han sido tan buenos conmigo que nunca necesité saber nada más. Solía creer que mis verdaderos padres debían haber tenido sus propósitos para dejarme, así que les perdoné y seguí con mi vida. No pensé que fuera importante saber.
—De verdad eres una chica extraordinaria. —Murmuró Luka acariciando una mejilla de la joven con la mano disponible.
—La de atrás sí dice Marinette... —Murmuró Kagami rodeando el escollo y sonriendo de lado. —Como si ambos nombres te pertenecieran. No son tan distintos el uno del otro. Eso es bueno. Significa que tus padres te aman de verdad.
—Puede ser que por eso se hicieran las dos marcas. —Murmuró Luka soltando a la joven y rodeándola para ver la marca en su espalda baja. El muchacho estuvo a punto de poner sus manos sobre la piel de la joven, pero se congeló ante la mirada de reojo que Marinette le dedicó. —¿Puedo?
—Adelante. —Murmuró ella sin aire.
La piel de Luka se sentía caliente en comparación a la suya, Marinette estaba helada.
El muchacho delineó la figura de la estrella que se había dibujado contra la piel de alabastro que la joven tenía, era cierto, estaba hecha de tribales, curvas, olas y otras cosas, pero también tenía letras ocultas entre cada línea, letras que rezaban el nombre de Marinette.
—No me había dado cuenta... —Murmuró Luka en medio de un suspiro, sonriendo ampliamente al ver que también estaba la primera letra de su nombre oculta ahí.
Se lo atribuyó al hecho de ser su guía, no se haría ilusiones tan pronto.
—Marinette ¿qué? —Quiso saber Kagami.
—Dupain-Cheng. —Completó la pelinegra sonriéndole a la sirena y haciendo una reverencia.
—Escúchame bien, Marinette Dupain-Cheng. Tienes una decisión que tomar. —Dijo Kagami con voz solemne y expresión seria. —El océano te marcó como una hija suya, la diosa luna te ha llamado y has sentido en ti misma la posibilidad de volver al mar, pero debes elegir si quieres atender a esa naturaleza.
—¿Cómo? ¿Me puedo negar?
—¿Qué? —Murmuró Luka, sin aliento, sentándose a toda prisa puesto que sentía que se había mareado, le faltaba el aire.
—Marinette, si eliges la naturaleza de los hijos del océano, deberás pasar un año en la playa o tu salud se deteriorará y podrías morir.
—¿Un año? —Soltó la chica, pasmada.
—Esta noche, cuando la luna comienza a menguar, es que debes elegir si quieres hacer caso a tu naturaleza o si volverás a tu vida normal. El mar te va a llamar, exactamente igual que anoche, y entonces tienes dos opciones. Puedes volver al agua y completar el ritual, o puedes quedarte en la playa y continuar con tu vida. Pronto olvidarás todo esto, en un par de años ni siquiera recordarás que podrías haber sido una hija del océano y seguirás siendo una niña perdida.
—Yo no quiero olvidar... —Murmuró Marinette mirando el océano.
Luka respiró profundo y asintió para sí mismo. Demasiado bello para ser verdad. Demasiado dulce para durar.
—Kagami. —Llamó el muchacho poniéndose de pie en su sitio. —El océano me dio una segunda oportunidad y esta vez voy a tomarla. Esta noche completaré el ritual, yo me quedo. —Hizo una pausa para mirar a Marinette y sonreír. —Normalmente los hijos del océano sólo tienen una oportunidad para hacer que su naturaleza despierte del todo, así que creí haber perdido la mía hace tres años. Me detuve por Adrien, pero esta vez no hay nada que me frene. —Volvió la mirada a Kagami y, asintiendo una vez, añadió. —Me uniré a los embajadores de la playa.
—Que así sea.
—Mari, esta es mi vida... —Murmuró el muchacho tomando ambas manos de la joven y encarándola con cierto grado de angustia. —Durante toda mi adolescencia soñé con el momento de convertirme en un embajador, pero no puedo pedir que te quedes. Esta es una decisión muy importante que tienes que tomar.
—¿Qué implica quedarme? —Murmuró la chica.
—Comenzaría tu entrenamiento en la magia y en nuestra cultura. —Llamó Kagami sumergiéndose hasta los hombros. —Ese año que tendrías que pasar aquí serviría también para instruirte y prepararte para ocupar tu lugar como niña perdida. Una vez terminado ese año, podrías elegir a qué quieres dedicar tu vida, incluso si te quieres ir de la playa. Pero tendrías que pactar con sangre para guardar el secreto.
—Mis habilidades tampoco tienen efecto en ella. —Anunció Luka orgulloso.
—¿Qué? —Replicó Kagami, volviendo a subir un poco más. —No tiene sentido.
—No puedo sosegarla. —Dijo Luka maravillado, acariciando el rostro de Marientte y apartando algunos mechones lejos de sus ojos. —Su corazón sigue latiendo desbocado y el contacto con mi piel no es suficiente. —Luka bufó divertido. —Igual que con mi madre, ella es una digna hija del océano, su mente es fuerte.
—¿Sosegarme?
—No me hagas caso. —Pidió Luka sonriendo apenado. —Quería tratar de darte algo de paz para que pudieras pensar con claridad, pero parece que no debo meterme en tu decisión. —Luka bajó el rostro y compuso una expresión sombría. —Marinette, toda mi vida he soñado con convertirme en un embajador del océano, hace tres años tuve que renunciar a ello por todos los problemas que la desaparición de Emilie significó para la reserva, pero esta vez voy a estar ahí.
—Lo entiendo.
—Sé que tienes muchas cosas por pensar, y creo que lo mejor es que tomes tu tiempo para ello.
—Necesito hablar con mi madre. —Murmuró Kagami viendo bien la marca en la espalda de Marinette, percatándose de que había más insinuaciones y pistas en ese espacio de las que se había percatado al principio, tratando de memorizar cada trazo para poder dibujarlo para Tomoe en cuanto la viera. —Sea cual sea la decisión que tomes, Marinette, tienes mi apoyo; pero si eliges no ser una hija del océano, mañana veme aquí, por favor.
—Me aseguraré de traerla. —Prometió Luka encarando a la princesa del océano.
—También yo debería hablar con mi madre. —Murmuró Marinette pensativa, bajando la mirada a los ojos de Kagami y percatándose de que estaban oscurecidos. —Puede que ella sepa un par de cosas respecto a mi origen.
—Te acompaño a tierra firme. —Ofreció Luka sonriendo para Marinette.
—Luka. —Llamó Kagami al verlos dar la vuelta. —Esta noche, a las once inicia todo, escucharás el llamado de mi madre ahora que tu sangre despertó. No llegues tarde.
—No suelo hacerlo.
—No llegues tarde. —Repitió la joven antes de sumergirse de nuevo en el agua.
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Adrien y Erik habían hecho algunas fotografías al cuerpo de la playa y ahora estaban en la mansión Agreste, ubicada en la otra punta de la playa, muy cerca del océano para gusto de Adrien, pero también lo suficientemente cerca de la punta como para que no corriesen peligro por el oleaje. Gabriel estaba sentado con su hijo, observando las fotografías en la computadora con ojo crítico.
—Es cierto. —Murmuró al final el hombre, poniendo una mano al hombro de su muchacho. —Se parece mucho a los vestigios que Louis y yo encontramos cuando eras apenas un bebé. Las marcas de mordidas son las mismas, y el cuerpo está completo.
—No fue un asesinato como tal, ¿verdad? —Murmuró sombrío Adrien.
—No. —Respondió Gabriel bajando la mirada y negando con la cabeza. —Este fue un crimen de luna, los tiburones están de regreso en nuestras aguas.
—Dios... —Murmuró Erik tensando los hombros.
—Mamá sabría que hacer... —Murmuró Luka apesadumbrado.
—También Luka sabrá, hijo mío. —Soltó Gabriel levantándose y comenzando a caminar hacia su despacho. —Ese amigo tuyo es hijo de uno de los más legendarios cazadores de tiburones que esta playa haya tenido.
—Qué lástima que no estuviera aquí para detener a su propio hijo. —Ironizó Adrien entre dientes, cruzándose de brazos, esperando provocar a Gabriel con aquel comentario.
No, el hombre sólo suspiró relajando la espalda, bajando el rostro.
—Adrien, lo que pasó con tu madre no es como te lo imaginas.
—Tal vez no lo sea, pero nadie nunca me habla de ella. Estoy harto de tener dudas, de tener miedo, de no saber qué pasa. Merezco saberlo, creo yo.
—Hijo... —Murmuró Gabriel volviendo sobre sus pasos y observando el rostro del muchacho, contraído en un gesto de angustia y resignación, como si ya esperase la negativa. —Han pasado tres años desde que la perdimos en el mar, y durante todo este tiempo te has empeñado en aborrecer a los hijos del océano en lugar de entender lo que ellos pueden enseñarte de tu naturaleza. Incluso has bloqueado las pesadillas, no recuerdas lo que sueñas ni lo que presientes. Tu madre era una mujer sumamente intuitiva, ella sabía muchas cosas y quería estar aquí para transmitir ese conocimiento a ti. Yo no sé cómo hacerlo, y llegué a creer que Luka y Anarka sabrían guiarte, pero no has hecho otra cosa más que obstinarte en culparlos.
—Alguien tiene que pagar. —Irrumpió el muchacho, con los ojos anegados.
—¿Quién te dio el derecho de decidir quién? —Apuntó Gabriel con un gesto de compasión. —Es verdad, va siendo hora de que conozcas la verdad. Pero cualquier cosa que debas saber, será hasta mañana, ya que pase la primera luna menguante y el final del solsticio.
—Sí padre... —Murmuró el muchacho bajando el rostro, consiguiendo que Erik le palmeara el hombro para hacerle saber que lo apoyaba.
—Adrien... —Dijo Gabriel mirando sobre su hombro una última vez antes de salir de la habitación. —Ve y busca a Luka, dile de mi parte que tenemos un tiburón consagrado en el arrecife, que debemos tomar medidas de inmediato y que el consejo del océano debe saberlo.
—Sí padre.
—Todo parece estar ocurriendo justo como las leyendas dictan. —Complementó Gabriel pensativo. —En teoría, anoche debió elegirse una estrella. Pregunta al muchacho si sabe algo.
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Juleka miraba a sus amigos en espera de las preguntas cuando Alya los alcanzó, saliendo del archivo municipal. Todos habían estado muy callados, como si supieran que todas las leyendas que habían estado investigando fuesen ciertas, pero ninguno se atrevía a decirlo en voz alta.
¿Cómo era posible que apenas fuese medio día? Todo lo que estaba pasando daba la impresión de tener ahí un mes.
—Las leyendas... —Murmuró Nino mirando a Jule, que tenía la vista fija al frente. —Todo lo de los tiburones, no era para justificar asesinos seriales, o sí...
El silencio se apoderó de los muchachos hasta que Alya suspiró.
—Para la gente del pueblo, para los más viejos, las leyendas lo son todo. —Admitió la morena con pesar. —Mi abuela nos contó todo cuanto sabía, actualmente hay dos tipos de jóvenes en esta costa, los que creen que todo es un mito y los que sabemos la verdad.
—Así que eres creyente... —Murmuró Chloe pensativa.
—No tengo otra opción. —Admitió Alya sonriendo de medio lado y tomando una mano de Juleka, consiguiendo que la chica levantara la vista con una sonrisa cargada de gratitud. —La luna me eligió como embajadora de la playa.
—Los que creemos estamos divididos en hijos del océano e hijos de la playa. —Explicó Juleja con voz serena. —Los hijos del océano, como mi hermano, son los que se encargan de mantener la paz y de cuidar el agua, los delfines que encallaron, por ejemplo. Alertan a los bañistas cuando hay malagua y otras cosas. Ellos "están entrenados" para saber esas cosas.
—"Están entrenados" —Repitió Nino acentuando las comillas, dejando claro que había notado el gesto y el tono de voz de su amiga.
—Mi hermano siempre lo sabe. Es como si el mar le hablara.
—Los hijos de la playa, como Adrien, Andrée y yo —continuó Alya sonriendo y apuntándose con el pulgar —, nos encargamos de la gente, de los turistas, de la ecología y la limpieza. Es una forma de mantener el balance delicado y natural que existe entre tierra y agua. Luka y Adrien son los hijos favoritos de sus respectivos dominios, la madre de Luka y Juls siempre fue muy respetada en esta tierra y su padre puso a la gente en su lugar en su momento.
—Emilie fue una representante importante. —Explicó Juleka con expresión de tristeza. —Hasta que la perdimos en las iniciaciones de hace tres años. Mi hermano estaba a punto de tomar su lugar como embajador del océano, el lugar que había adquirido mi padre tanto tiempo atrás. Gabriel es el embajador de la playa actual, y él tenía la esperanza de que Adrien tomara su puesto algún día, pero con su actitud, Tomoe no está dispuesta a aceptarlo y no hemos encontrado a nadie que sea digno.
—¿Tomoe? —Soltó Kim confundido. —¿Tomoe como la de la leyenda?
—Es el nombre de la actual embajadora del océano. Pero casi nunca sale de su hogar. —Dijo secamente Alya, dando el tema por cerrado.
—Déjame ver si entendí... —Pidió Chloe frenando en su sitio. —Mi amiga de la universidad acaba de quedarse atorada en medio de un mito de monstruos y sirenas que tiene rondando este pueblo desde hace generaciones...
—Sí.
—Y esta gente pez, mitad tiburón...
—Son... sirenas. —Interrumpió Juleka desviando la mirada. —Aunque sean mitad tiburón siguen siendo sirenas. No sólo hay sirenas con cola de pescado, las hay de muchos tipos. De hecho, la Úrsula de la sirenita no está tan alejada de la realidad.
—Pero no entiendo qué tiene que ver Marinette con todo esto. —Murmuró Nino reanudando la marcha. —Ella siempre ha vivido en la capital, no tiene sentido a menos que el mar reclame a cualquier persona, entonces podría haber sido suerte.
—Si el mar la reclamó es porque era una hija del océano, desde el principio. —Sentenció Alya terminante.
