CAPITULO IV
. . . No estás sola . . .
Ella prefirió continuar con los ojos cerrados, tal vez si imaginaba que todo era un sueño . . . una pesadilla . . . Pero debió suponer que sería muy fácil para sus hermanos preguntar dónde se encontraba y que su madre al no conocer la situación se los dijera. Se había puesto una trampa ella misma, estúpidamente había ido a meterse sola a la boca del lobo, y además sin ninguna protección.
Sintió lentamente el aliento del hermano que se acercaba, no sabía exactamente quién era, pero indudablemente era alguno de ellos. Continuó con los ojos cerrados, él se acercó a su cuerpo y le dedicó un beso en la mejilla. A ese, le siguieron varios que caminaban suavemente por su cuello, ella comenzó a llorar en silencio víctima de una impotencia enorme. Gritar? Correr? ¿A dónde llegaría antes de que él estuviera de nuevo con ella?
Su hermano, tomándola del cuello la recostó sobre la hierba, mientras las náuseas subían hasta su garganta. Él se recargó sobre ella quien inevitablemente llevó las manos a sus hombros para empujarlo, es cierto que no estaba imprimiendo mucha fuerza, pero, de verdad que en ese momento se sentía terriblemente débil, desilusionada más que nunca, sin mencionar que estúpidamente culpable por haber facilitado las cosas de ese modo.
El tomó sus antebrazos y los levantó poniéndolos sobre la cabeza de ella, en ese momento ella abrió los ojos, ¿Fred . . . de nuevo? ¿George? Se sintió incapaz de reconocerlo bien, pero era uno de los gemelos, sus ojos estaban húmedos y no podía enfocar bien.
Él se levantó un poco sobre ella para retirar su camiseta y buscó quitar la de ella también, pero ella, sin más lágrimas ni suplicas, se opuso, jamás dejaría de oponerse; pero con él encima era poco posible que realmente lograra algo, con tan solo aplicar un poco más de fuerza le había quitado la blusa y sujetado de nuevo las manos. Eso pareció inquietarlo o desesperarlo pues empezó a ser más insistente con ella. Se olvidó un poco de la calma con la que había ido hasta ahora, no la dejaría que encontrara otra posibilidad de resistirse. Entonces ella supo quién era . . . Era George.
La boca de George rodaba por su piel de nuevo y con manos desesperadas retiraba de ella pantalón y pantaletas, llevándose con ellos las pocas esperanzas que tenía de que no lo hiciera, de que finalmente no continuara como había sucedido el día anterior con Ron. En aquella ocasión había logrado que Ron se detuviera con dos palabras, ¿Funcionarían ahora . . .?
-no quiero George, no quiero, detente!-
Pero él no habló y continuó sin detenerse, esta vez no funcionaron aquellas palabras. Por el contrario parecían haberle dicho –sigue, sigue- pues él la acariciaba con mucha más intensidad, como si al incrementar sus caricias fuera a lograr que ella diera su consentimiento o pudiera evitar que ella se opusiera más o . . . tal vez aquello aminoraba su sentimiento de culpa. ¡¡A saber que diablos podía tener George en la cabeza!
Repentinamente él estaba ya bajando sus pantalones y ella sintió antes de siquiera esperarlo, como entraba en ella sin demora, estaba desesperado. El jadeaba fuertemente y ella hacía de repente algún esfuerzo más por liberarse, para molestarlo, para quitarle la concentración o algo que ayudara a que aquello terminara.
Lograba sentir como latía frenéticamente el corazón en el pecho de George, sus manos aferradas a su cadera y empujar su cuerpo una y otra y otra vez contra el de ella, detener sus manos cada vez que ella las levantaba en algún intento derrotado por hacer algo. Entre intensos gemidos él levantó su torso para responder a lo que su cuerpo demandaba aumentando la intensidad, para más tarde contener un grito, y llenarla de él, quien se movió inmediatamente después y le dio la espalda.
Este gesto a ella le pareció particularmente raro, tal vez sí sentía algo de culpa, tal vez sí se daba cuenta de que estaba haciendo algo que no debe ser; pero entonces ¿Por qué lo hace?
Ella se sentó poco a poco, cubriéndose con su ropa mientras él también se vestía. Ella se detuvo al notar como de entre sus piernas salía aquél líquido mezclado con sangre, él volteó hacia ella y al darse cuenta su expresión cambió de inmediato.
-¿Estás bien?-
Ella no respondió, ¿cómo se atrevía a hacerle aquella pregunta? Sólo lo miró con cara de incredulidad y reproche.
-La vez pasada también sangraste . . . no creí que . . . lo siento-
-Si lo sientes . . . no lo hubieras hecho-
Ginny no supo de donde tomó la fuerza para responderle, se terminó de vestir y se fue dejándolo ahí. Estaba llena de sentimientos encontrados, se sentía impotente, triste, llena de rabia, desesperada, derrotada y al mismo tiempo con ganas de desafiarlos, de no dejar de luchar. Lloró de regreso a La Madriguera. Al llegar las exclamaciones de su madre quien estaba acompañada de Bill, la hicieron sobresaltarse:
-¡Niña, ¿pero qué te paso!-
-Qué . . .- dijo Ginny volteando a verse, su ropa estaba llena de tierra –Ah . . . me he caído, en la colina . . . me daré un baño-
Había encontrado el pretexto idóneo para darse un baño, limpiarse de todo lo que había dejado George en su cuerpo, Bill la había observado atentamente desde que entró.
Sin pasar siquiera por su habitación, se metió en el baño, se desnudo y entró en la regadera, dejando que el agua caliente cayera sobre ella, como si eso la purificara, tomó sus pantaletas y las lavó bajo el chorro de agua mientras las observaba pensando en lo que significaba, en lo que acababa de suceder. Tomó el estropajo y con jabón talló todo su cuerpo queriendo retirar todo lo que ella sentía que la ensuciaba, pero era como si la saliva de sus hermanos hubiera penetrado bajo su piel y no pudiera sacarla, dejando una huella por todo su cuerpo. Finalmente salió y se fue a vestir para bajar a comer.
Cuando llegó al comedor, ahí estaban ya todos, su padre, su madre, Bill, Ron, Fred y George. Hablaban acaloradamente sobre algo de los gemelos. Su estómago dio un vuelco, parecía que los reprendían por algo.
-No Fred no, sus locuras se han pasado de la raya. Y ahora quieren formalizarlas . . .-
-Mamá deberías haberlo supuesto, nosotros no somos como el tarado de Percy . . .-
-Pero . . . es que . . . Fred, George ¿quién les ha dicho que esas locuras dan para comer?-
-Si no fuera así, no estaríamos pudiendo poner la tienda mamá, además si la vamos a poner, necesitamos estar al pendiente del negocio-
-Arthur . . .-
-Esta bien Molly déjalos, es su decisión, por lo menos se están haciendo responsables-
-Cielo Santo, y cuándo piensan iniciar con todo eso?-
-La tienda la abriremos pasado mañana-
-Y nos trasladaremos a allá un par de días más, cuando tengamos todo listo-
Ginny se esforzaba por comprender . . . los gemelos se van? A poner una tienda de sus bromas? La noticia la impresionó, sentía alivio y incertidumbre a la vez, esa era una verdadera sorpresa. Ron, a su lado permanecía callado y con la vista clavada en el plato. Mientras Bill sonreía apoyando a los gemelos y riendo con sus comentarios y tonterías. Fred era quien más hablaba y bromeaba como siempre, George apenas si compartió alguna de las bromas. No dirigió su vista hacia ella para nada.
Por la tarde Ginny volvía a sentirse como cuando tuvo aquél resfriado fingido, era como si de verdad lo tuviera, sentía el cuerpo pesado, estaba irritada, sin fuerzas ni ánimos para nada. Al anochecer mientras los gemelos cuchicheaban en la cocina, Ginny se encontraba en la sala con sus padres y Bill. Cuando ella tuvo ganas de ir a su habitación, al hacer el esfuerzo de pararse sintió una molestia y se detuvo.
-¿Qué pasa?- preguntó su madre observándola
-Nada-
-Ah Arthur es que te he dicho, Ginny hoy en la mañana salió a dar un paseo y se cayó en la colina, ¡Figúrate!-
-Te has lastimado Ginny, ¿ hay algo que te duela?-
-No, no papá, solo fue un tironcito, es que . . .-
-Vamos Ginny, dinos la verdad, debes haberte lastimado sino, no hubieras llegado llorosa-
Ginny sintió que la sangre desaparecía de sus venas, no quería seguir con aquella conversación. Para decírselo a sus padres se necesitaba mucho valor, uno que ella en ese momento no tenía.
-Yo . . . no mamá, no te preocupes-
-Si quieres podemos ir a San Mungo mañana mismo a que te revise un curandero-
Los gemelos voltearon de improviso a la conversación, hubo un breve instante de silencio, Bill la observaba atento.
-¿Lo crees necesario?- preguntó Bill
Ginny sintió que su cabeza giraba de nuevo, sentía otra vez que esa centésima de segundo era eterna, en donde todos la observaban y esperaban expectantes su respuesta, mientras ella pensaba un millón de cosas a la vez. Titubeó y dijo:
-eh . . .no, no . . .-
Decidió no moverse y quedarse ahí mientras su madre, contaba que una vez cuando ella era adolescente se cayó en los terrenos de Hogwarts y . . . . Ginny no la escuchaba realmente, probablemente había dejado pasar la mejor oportunidad que tendría para enterar sus padres y detener aquello, pero no se atrevió, tuvo miedo, dudas, le faltó valor.
Después de un rato, se sintió harta de estar ahí y con la maravillosa excusa de que había recaído en su resfriado se retiró a su cuarto con una pequeña vela. Al entrar iba más dormida que despierta, puso la vela en su mesita de noche y comenzó a desvestirse mientras buscaba su camisón. Una sombra y una respiración agitada la hicieron buscar en la débilmente iluminada habitación. Se encontró con Ron en un rincón.
No lo permitiría, ¡NO! Ahora estaba en su cuarto, sus padres abajo, no sería tan fácil. Se giró rápidamente hacía su almohada en busca de su varita, la cama se interponía entre los dos, Ron la miraba alerta, metió la mano bajo la almohada, el también sacó su varita de su pantalón. Pero . . . qué . . . no . . . ¡La varita! Levantó la almohada desesperada, no había nada abajo, levantó bruscamente los tendidos en busca de su varita pero no estaba, alguien se la había llevado.
Lo miró angustiada y confundida, él al ver que no encontraba lo que estaba buscando puso un pie sobre la cama y de un paso ya estaba con ella. Ginny abrió la boca con intención de gritar pero él le tapó la boca con la mano y como pudo la llevó a la cama. Ginny estaba solo en pantaletas y una blusa ligera. Él sin dejar de taparle la boca la acomodó sobre la cama y se montó a horcajadas sobre su cadera. Ella estaba decidida a gritar, Ron lo sabía por eso no separaba la mano de su boca mientras con la otra luchaba por contener sus manotazos.
-Sssshhh, cállate . . . cállate!-
Ron estaba algo asustado, no esperaba que ella estuviera preparada para pelear, pero ser visitada por dos de sus hermanos el mismo día era un exceso, y hacerlo con sus padres en casa era un descaro. Ron dudó unos momentos, tomó su varita y en un susurró dijo –Silencio- El hechizo la dejó sin poder hablar aunque si podía emitir sonidos guturales. Cuando él estuvo seguro de que ella ya no podía gritar descubrió su boca despacio. Ella movía los labios formulando palabras, pero Ron no iba a detenerse a leer sus labios. Nunca pensó que pudieran llegar incluso a lanzarle hechizos para lograr su objetivo, ni siquiera en sus encuentros los habían utilizado nunca.
Después de lanzar el hechizo Ron tiró su varita a un lado, lo suficientemente lejos como para evitar que ella en un momento de suerte pudiera alcanzarla y hacer algo en su contra. Ya no la necesitaría, todo lo demás él podría controlarlo. Así como estaba aún a horcajadas, la tomó del talle y la subió un poco más acomodándola en el centro de la cama, le sujetó los brazos y se agachó para besuquear su piel.
Ella ponía todas las fuerzas de que era capaz en empujar a Ron, aunque no lograba moverlo en absoluto, pero no quería rendirse, no podía rendirse. No lograban salir de su boca más sonidos, que los pujidos del enorme esfuerzo que hacía, pero esos nadie los escucharía.
El dejó de sujetarle las manos para quitar su ropa, pero ella estaba esperando eso para actuar, mientras él quitaba su camiseta inmediatamente se sentó. Cuando se la hubo quitado sintió como ella movía sus piernas buscando la manera de zafarse y entre forcejeos la detuvo y le quitó la blusa y sujetándola del cuello le quitó también las pantaletas mientras ella se retorcía y le tiraba patadas. Él volvió a tomarla enérgicamente.
-¡No me hagas lastimarte . . . no quiero lastimarte!- le dijo Ron en un tono casi de súplica
Parecía que realmente no quería hacerle daño con su fuerza pero. . . si quería tenerla . . .
Ron se dejó caer sobre ella para tener mejor control, con las manos retenidas se dedicó a chupetear toscamente sus pechos y cuello, pero sería difícil que avanzara mucho más, en cuanto la soltara ella buscaría la manera de hacer algo. Ella notó que él además de estar excitado, estaba algo asustado, definitivamente no lo esperaba así. Si tenía suerte Ron se acobardaría de nuevo . . . él en el fondo es menos atrevido que los gemelos.
Para poder continuar necesitaba bajarse los pantalones pero no podía soltar las manos de ella. Se detuvo un segundo, definitivamente quería seguir pero ella lo miró retadora. Él trató de hacer un movimiento rápido pero ella lo fue más y logró zafarse de las horcajadas de Ron. Él no alcanzó a hacer nada con sus pantalones, no podía dejar que ella llegara a la puerta. Se bajó de la cama y la alcanzó, la jaló y la aventó con fuerza en la cama. Ron estaba angustiado y alterado, las cosas estaban muy lejos de lo que él tenía planeado.
Mientras ella se recuperaba del aventón él no desaprovechó la oportunidad, era el momento para quitarse definitivamente los pantalones. Ella estaba hincada sobre la cama, él la jaló de los brazos al tiempo que se sentaba y buscaba sentarla sobre él, ella se oponía haciendo su cuerpo hacía atrás. Finalmente Ron la sujetó con fuerza y la acostó en la cama dejándose caer sobre ella quien se retorcía bajo su peso inútilmente. Él con su mano le jaló una pierna y se acomodó para entrar.
Ella estaba cargada de adrenalina, quería correr, gritar, golpear, y no podía hacer nada de eso, se aferró con impotencia a las ropas de su cama mientras lo veía disfrutar de su intrusión. Era como si estuviera viendo a un animal moverse solo por instinto. La jalaba de los brazos y hombros hacía él, mientras jadeaba, no tenía control. Era como un niño que acaba de aprender a pasar los niveles en el Nintendo.
Se movía y se movía, jadeaba y gemía, y seguía y seguía, parecía que no acabaría nunca. A ella le pareció mucho tiempo el que duró follándola, fue mucho más que lo que duraron Fred o George, ella había terminado por cansarse. Él también se miraba cansado, por momentos se detenía para retomar el ritmo o reacomodarse un poco, hasta que por fin sintió que se venía y se salió de ella eyaculando apenas sobre sus piernas y sobre las ropas de la cama. Esa reacción le pareció sumamente extraña, los gemelos no habían hecho eso ¿Por qué Ron sí?
Ron aún jadeaba fuertemente cuando se sentó a un lado de ella, estaba lívido, se miraba como si estuviera enfermo, como si estuviera a punto de desmayarse. Ella lo miró extrañada, no tenía idea de que le sucedía. El seguía sudando, ella pasó de la rabia y la repugnancia a la preocupación.
-¿Ron . . .?-
El temblaba, lo tocó y su sudor se había vuelto frío. Ginny lo miraba desconcertada, pensó incluso que podría tener un problema cardiaco o algo así, tuvo miedo. Se vistió con su camisón sin dejar de mirarlo.
-Acuéstate . . .-
Ron se acostó aún desnudo, ella lo tapó con las sábanas. No hablaba. Jamás hubiera esperado algo así, nunca. Era lo último que habría imaginado.
-¿Estás bien? Me voy a ir a tu cuarto . . . tu duerme aquí-
Él asintió con la vista fija en la pared y ella salió. En esta ocasión no lloró. Decir que Ginny se encontraba desconcertada es poco, había vivido la situación más impresionante y fuerte de su vida y su cerebro no lo asimiló en toda la noche.
Al amanecer seguía despierta y pensó que aprovechando que estaba en la recámara de Ron no desperdiciaría la oportunidad y registró toda la habitación en busca de su varita, pero no la encontró. A cambio encontró otras cosas que la hicieron conocer aspectos de Ron que no se hubiera imaginado. ¿Qué hacía Ron con una foto de la tía Muriel en su recámara? Mas tarde la puerta se abrió.
-¿Hija podrías ayudarme un momento?-
Ginny se sorprendió de que su madre pareciera estar enterada de que ella dormía ahí, pero no dijo nada. En la cocina se encontró nada menos que con Ron todo despeinado, con su pijama mal puesta, una expresión muy rara en la cara y aún tratando de parecer el de siempre; ella notó que evitaba a toda costa mirarla. Llena de extrañeza ayudó a su madre con el desayuno, almorzó y fue a darse un muy necesitado baño.
Cuando bajó después de su baño encontró la cocina sola y la varita de su madre en la mesa. No había nadie más en la casa, los gemelos habían salido a ver lo del local para su tienda y Ron estaba ayudando a su madre a podar las plantas del patio. Subió rápidamente con ella y se metió al cuarto de Ron.
-¡Accio varita . . . accio varita!-
Una varita salió disparada de entre las ropas hacia su mano, la tomó regocijada, pero al observarla bien notó que era la de Ron. Salió y fue a la habitación de los gemelos a repetir la misma acción pero en esa habitación no había ninguna varita.
Cuando bajó, Bill estaba en la cocina y la vio llegar con la varita de su madre en la mano.
-¿Es la varita de mamá?-
-Eeh . . . huumm . . . este . . .-
-¿Necesitas algo?-
-No . . . es que . . .-
Él se acercó a ella, la observó con serenidad por un momento para luego decirle:
-Ya sabes que si yo puedo ayudarte en algo, lo que necesites Ginny, puedes decirme lo que sea-
Ginny ya había notado ese gesto en Bill, esa forma de mirarla, esa misma invitación, tal vez . . . tal vez él si podría ayudarla, quizá él era su tabla de salvación y ella no lo había considerado . . . tal vez todo lo que había creído sentir era producto de su delirio, de su angustia y él podía ayudarla ¿Bill será quien pueda ayudarla?
La Cochambres
No se pierdan el próximo capitulo, a la misma hora y por el mismo canal . . . ¡ah no verdad!
No ya en serio el que sigue tal vez sea el último, no dejen de darme sus comentarios, ¡ya pueden dejar comentarios anónimos! (no sabía que tenía candado, sorry)
