Kagami sonreía dulcemente mientras se tomaba un descanso de sus actividades y encaraba a sus compañeros de palacio, a pesar de no ser tareas hechas para las manos de una sacerdotisa en entrenamiento, ella había estado ayudando a quitar las decoraciones (a escondidas de Tomoe); el descanso se había ido rápido gracias a que la joven princesa se había demorado un poco más de la cuenta al traer bocadillos, pasando algunos dulces a sus amigos, riendo discretamente ante las charlas de los tritones que terminaban de limpiar el salón del trono después de la fiesta. La mañana habría sido perfecta, pero todo se puso repentinamente tenso cuando ella llegó.
Escuchó el grito de aquella sirena mucho antes que el resto, su habilidad para escuchar a través del mar le facilitó aquello, pero de todos modos no fue consciente de lo que estaba pasando hasta que vio a una intrusa entrar a toda velocidad por la ventana, arremolinándose con violencia en busca de un refugio en aquella habitación.
Al ver que la recién llegada avanzaba hacia la princesa, los guardias del palacio se cerraron frente a Kagami, desenfundando las espadas ante la posibilidad de una amenaza, sin embargo, la recién llegada se postró a los pies de todos ellos, suplicando clemencia por su alma.
—Me va a matar... —Musitó desesperada, pegando la frente al piso y llorando amargamente. —Lo dijo, amenazó con matarme. No dejen que me alcance... —Suplicó antes de romper en llanto y arrastrar un poco las manos hacia los guardias. —No dejen que me mate...
—Levanta la cara. —Dijo Kagami con voz fría, aventajando a los guardias y encarando a la recién llegada, como si dudara todavía sobre la identidad de aquella mujer.
La piel morena era inconfundible, sus tentáculos negros arremolinándose contra el piso, el cabello largo y marrón, los ojos grandes de color verde olivo. La expresión de Lila Rossi era una pintura, llena de emociones encontradas, súplica, arrepentimiento, dolor, miedo... No, miedo no. Terror.
Y Kagami se quedó helada cuando su madre entró a la habitación, sosteniendo un cayado metálico con una piedra en la punta, una herramienta de los reyes para consumar la magia del océano.
—¿Qué hace ella aquí?
14.-Recuerdos de los ausentes
Marianne E: Normalmente las partes de suspenso son las que más me gusta escribir y las que más me cuestan, toda la hora que me tardé en publicar el capítulo fue para reestructurar sólo ese pedacito, bueno, casi jajajaja. Estoy considerando lo del aura protectora de Luka, digo, acá tiene veintidós añitos, así que todavía tengo permiso de darle un poquito de actitudes celosas o algo, pero voy a ver qué pasa ahí. Lo del Adrigami, tenía rato queriendo plasmarlo y sabía que tenía que ser así, al final de un capítulo, así que me gustó dejarlo así, me alegra saber que te gustó.
Sonrais777: Ya era justo y necesario que se conocieran. Me gustó dejarlo así en suspenso
Manu: Nop, todavía no tengo planes de ningún Lukadrien de momento, estoy malabareando con estas dos historias de momento, y a ver qué pasa después. Nos leemos
Luka estaba pasmado.
Ahora los chicos estaban en un bar de la playa, el Jolly Roger se había convertido en un punto de encuentro para los hijos del océano, así que Luka encontró rápidamente una mesa en la que pudieran charlar cómodamente; el lugar era una palapa de palmas que cubría la barra y algunas mesas, pero había un área determinada por una barda hecha de troncos amarrados, al aire libre, varias antorchas estaban colocadas en la barda cada dos o tres metros, manteniendo el lugar tibio.
A pesar del calor que había hecho en la tarde, los últimos rayos del crepúsculo habían traído una brisa fresca, fría, clásica del otoño, consigo. Luka, Adrien, Kagami y Marinette estaban sentados en una mesa cerca del borde, justo debajo de una de las antorchas para guardar un poco el calor (no, no era suficiente), mientras el sol descendía lentamente en el horizonte.
Luka, al ver a Marinette tratando de ocultar el hecho de que comenzaba a tiritar, pasó un brazo sobre sus hombros, atrayéndola cerca de sí y ocultándola del clima de la noche.
Ambos hijos del océano estaban pasmados, se habían quedado helados al ver a la princesa del arrecife de pie frente a su casa, puesto que ella jamás había salido del agua, jamás había demostrado tener la capacidad de tener sus propias piernas. No. Kagami era una hija del arrecife, una princesa de las ciudades del océano, había nacido sirena, se suponía que moriría sirena. Entonces ¿Por qué ahora Kagami tenía piernas y caminaba libremente por las playas de Les Cavaliers?
Pero todas esas preguntas se desvanecieron en el aire cuando ella pronunció el nombre Lila Rossi.
Luka palideció, no sólo eso, perdió el equilibrio, retrocedió un paso mirando a Kagami, suplicando con la mirada a su amiga que estuviese bromeando. Por un momento que pareció eterno, Luka le había suplicado a Kagami que estuviese mintiendo, que se hubiera equivocado, que volviera al océano para comprobar la información que había transmitido a los portadores.
No podía haber vuelto.
La bruja del mar no podía estar de nuevo en el arrecife.
Lila Rossi era de las más poderosas brujas del mar de su generación. Se había ganado a pulso su lugar, había conseguido tanto poder y tanta magia que había podido competir contra Tomoe unos años atrás. Nadie en el arrecife sabía cuántos años tenía aquella bruja, pero su rostro y su piel permanecían intactos al paso de los años, como si de verdad fuese inmortal, nadie sabía cuál era su verdadera edad, pero Luka estaba seguro de que era de su generación, sino un poco más joven.
Tomoe la había enfrentado unos años atrás (el mismo año en que Louis se había hundido en el fondo del mar), y la razón era sencilla.
Lila Rossi se había querido hacer pasar por la princesa perdida.
Todos los habitantes de las ciudades del arrecife sabían que había una princesa perdida, todos sabían que Tomoe había perdido a su segunda hija poco después de nacer. Y la razón por la que muchos todavía recordaban aquel hecho era porque la reina había buscado con vehemencia a su bebé durante mucho tiempo, montones y montones de tritones y sirenas que habían tratado de encontrar a la bebé sin lograr nada en realidad. Habitantes del océano que amaban a la reina benévola y justa, que querían verla sonreír de nuevo.
Claro, con el paso de los años, la reina de las sirenas se había vuelto fría, seca, distante. Y los platos rotos los había terminado pagando su primogénita. La princesa Kagami había recibido de su madre la protección y el entrenamiento para ser toda una diplomática, pero le había faltado el amor. Y por mucho tiempo se había convertido en una princesa solitaria y retraída, incapaz de hacer amigos. O al menos así había sido hasta que había conocido a Luka Couffaine, una tarde en que el muchacho estaba en mar abierto con su padre, pescando en una lancha pequeña mientras Anarka se quedaba en el barco con Juleka. El joven se iniciaría como un hijo del océano pronto, Kagami conocía a Louis, era parte de las tortugas del arrecife, un guardián completo y embajador de la playa, el contacto de su madre con los elementos que podían andar libremente en dos piernas.
La niña se había asomado a la superficie (se había quedado sumergida, sólo sus ojos estaban sobre la superficie del agua y ella les miraba dudando, como si quisiera acercarse, pero temiera hacerlo), despertando la curiosidad de Luka cuando Louis sonrió.
—Mira nada más. —Soltó el tritón haciendo una reverencia hacia la niña. —La princesa del océano.
—Princesa. —Repitió Luka despectivo, frunciendo el entrecejo para mirar a su padre.
—Kagami Tsurugi, hija de la reina Tomoe. —Anunció Louis extendiendo una mano hacia la recién llegada, como si la presentara ante su hijo. —Ella es la heredera del trono de las sirenas, y es la princesa más bonita que ha tenido este mar.
Kagami se sonrojó hasta las orejas y se sumergió por completo, consiguiendo que Luka acentuara más el gesto.
—Pues no es muy valiente.
—Oh, vamos, sólo es tímida. Es un año mayor que tu hermana. —Regañó Louis mirando a su hijo con reproche, poniendo una mano en su hombro mientras se agachaba en una rodilla ante él para poder mirarle a los ojos. —Ya sabes cómo es July de tímida, además, Kagami perdió a su hermana menor. Pasa mucho tiempo en palacio sin poder salir a convivir o jugar con otros niños. Deberías disculparte.
—¿Disculparme? —Escupió Luka como si aquello no tuviera sentido. —Pero si ella ni siquiera me escuchó decir eso.
La aleta de Kagami salió abruptamente, salpicando de agua a Luka, en respuesta a su reproche.
Louis soltó una carcajada mirando la expresión de sorpresa que su hijo había compuesto ante aquello, consiguiendo que el muchacho le mirara ofuscado.
No, Luka no dijo nada a su padre, se aferró al borde del barco y metió la cabeza al agua gritando "perdón" a todo pulmón en medio de un cúmulo de burbujas. Louis soltó un grito ahogado jalando a Luka por la camiseta, sacándolo del agua temiendo que el muchacho hubiese estado propenso a ahogarse.
Luka reía a carcajadas, Louis soltó el aire, aliviado de ver a su hijo bien, antes de torcer una sonrisa de medio lado (sonrisa que su hijo heredaría sin que él lo supiera, sonrisa que Luka replicaría años después de ese momento), el niño reía a carcajadas, con todo el cabello pegado a los costados de su rostro, sintiendo que el agua salada le había calado profundo en la nariz.
Kagami emergió del agua y sonrió mirando a Luka.
—Qué bonito te ríes. —Dijo ella sin pensarlo.
Luka la miró sorprendido.
—Perdón. —Dijo la niña volviendo a sumergirse, una serie de burbujas delataron que ella había dicho algo, pero Luka no lo comprendió. Kagami se hundió un poco más y luego sacó toda la cabeza del agua. —Es que no tengo muchos amigos. —Admitió desviando la mirada.
—Pues entonces yo voy a ser tu amigo. —Soltó Luka levantándose hacia el borde y ofreciendo una mano a la pequeña.
Kagami miró a Luka antes de aceptar tímidamente el apretón.
—Pero tú estás en tierra firme.
—Entonces pediré a la luna que me deje hablar contigo a través del mar...
—Lila Rossi está de vuelta. —Dijo Kagami con voz serena, sacando a Luka de sus cavilaciones y recuerdos.
Había relatado a sus amigos lo que había ocurrido esa tarde con lujo de detalle, consiguiendo que Luka no saliera de la sorpresa. No era posible que la bruja del mar estuviese de regreso de su exilio.
—¿Cómo se libró de las prisiones de cristal?
—¿Prisiones de cristal? —Murmuró Adrien, confundido ante el término.
—Son un confinamiento al fondo de la gruta. —Explicó Luka desviando la mirada hacia las olas que rompían contra la playa, pero cerrando el abrazo sobre los hombros de Marinette. —Es una especie de prisión en el fondo del océano, diseñada para retener a los criminales más peligrosos que han visto nuestras playas. Se supone que es un paraje olvidado, sus puertas sólo se abren durante el solsticio de otoño, y gran parte de los rituales y fiestas que hacemos los hijos del océano y los niños del mar son para mantener las puertas cerradas.
—Originalmente, la prisión de cristal era para los tiburones del arrecife. —Aclaró Kagami recuperando la atención del guitarrista y consiguiendo que Adrien se sonrojara ante la firmeza de su voz. —Pero ahí también han enviado a algunas sirenas que fueron consideradas amenazas en potencia. Lila Rossi era una de ellas.
—No lo entiendo. —Admitió Marinette tomando la mano libre de Luka, entrelazando sus dedos con los de él para mantenerlo en la realidad, haciéndole sonreír distraídamente. —¿Para los tiburones?
—Eso explica por qué los tiburones sólo aparecen durante el solsticio. —Murmuró Adrien mientras todas las piezas del rompecabezas caían lentamente en su sitio dentro de su mente. —Luka debiste decirme esto antes.
—¿Y negarte la oportunidad de llamarme tiburón del arrecife? —Soltó el muchacho divertido, consiguiendo que Adrien se sonrojara hasta las orejas. —Olvídalo, te haré bullying el resto de nuestras vidas sólo por esto.
—Los tiburones no pueden estar mucho tiempo en aguas templadas. —Explicó Kagami con tranquilidad, mientras un mesero dejaba las bebidas y un plato de botanas en la mesa. —Por eso van y vienen a la gruta en los solsticios, que es el momento en que las puertas se abren. Hace siglos que mi pueblo descubrió la gruta que daba a las prisiones de cristal y crearon los rituales e iniciaciones para sellar esos caminos. Debimos perder detalle con todo el revuelo de la niña perdida anoche. Normalmente una guardia de tritones, las tortugas más poderosas de Fu, van a la gruta para retener a cualquier ser viviente que trate de salir de ahí, pero había tanta esperanza de saber que había nacido una estrella del océano que todos nos enfocamos en la fiesta.
—Y me dejaste acusarte de ser el tiburón todos estos años. —Soltó Adrien ofuscado, ocultando su rostro entre los brazos, recargado en la mesa. —Luka, me has dejado quedar como un tonto todo este tiempo por no explicarme que los tiburones no pueden estar en nuestras aguas.
—No, te hice quedar como estúpida. —Corrigió el guitarrista consiguiendo una mirada de reproche por parte de Marinette. —¿Qué?
—Ya está sufriendo, ¿sí?
—Termínalo de matar. —Sugirió Kagami serena, consiguiendo que Adrien levantara el rostro.
Por un momento, esperó encontrarse con las facciones burlescas de la princesa del arrecife, en lugar de ello, se topó con una mirada dulcificada, una sonrisa amable, un gesto de compasión y ternura que parecía brillar en la oscuridad. Tal vez fue el hecho de que el muchacho la veía a contra luz por las antorchas, pero juró que estaba en presencia de un ángel con aureola.
—Creo que tú lo conoces bastante mejor que yo. —Comentó la princesa poniendo su mano suavemente sobre el hombro del muchacho. —Pero de todos modos lo diré. Luka es un imbécil cuando se lo propone.
—No. —Corrigió Adrien sintiendo que bajaba la presión. —Luka es un imbécil. Punto.
Marinette asintió encogiéndose de hombros y sonriendo para su guardián, cuyos mechones azules se habían oscurecido a la par de su expresión de disgusto.
—Ahora harán equipo ¿verdad? —Espetó el guitarrista mirando a Marinette y Kagami.
Respondieron al unísono. Kagami y Marinette ni siquiera se dedicaron una mirada, pero respondieron al mismo tiempo, componiendo ambas una sonrisa de fingida inocencia.
—Es mi aprendiz.
—Será mi guía.
Adrien soltó una risita, desviando la mirada y agradeciendo la intervención de ambas sirenas.
—Esto será divertido. —Admitió el rubio para Marinette.
—Ahora que son amigos de nuevo, ahora será divertido. —Comentó Kagami ladeando el rostro, como sopesando las posibilidades. —De todos modos, es muy pronto para relajarnos. ¿Qué es eso de que tienes el don de la catatonia? —Dijo la joven volviendo la atención a su amiga. —¿Qué viste?
Marinette tomó aire, permitiendo que las manos de Luka la apresaran con más fuerza, antes de mirar a la princesa y asentir.
—Anika y Jason fueron asesinados en la playa por la misma persona, el problema es que este hombre no es un tiburón del arrecife.
—¿Qué quieres decir?
—Fue extraño. —Admitió la joven, sopesando las posibilidades de estar equivocada, pero deseando con vehemencia tener la razón. —No creo que la llegada de Lila al arrecife sea una coincidencia, el hombre que se convirtió en tiburón no es un tritón, o al menos no es uno que pueda volverse tiburón, pero él cree que sí; se estaba asfixiando cuando trató de volver al agua luego del primer asesinato, como si hubiese olvidado su naturaleza. —Marinette hizo una pausa larga, tratando de poner en orden sus pensamientos. —Por un momento fue como si me fundiera en su consciencia, podía sentir su confusión y su desesperación como si fueran mías, no recuerda ni su nombre, pero está claro en que no es un tiburón del arrecife. Se niega a creerlo.
—¿Hay registros de algo así? —Inquirió Luka con aires distraídos, tratando de quitarse de la mente la expresión de terror que Marinette había compuesto durante su trance.
—No que yo sepa. —Murmuró Kagami sacando del bolsillo una tableta pequeña, parecida a una kindle, llamando la atención de Marinette y Adrien.
—¿Y esto? —Murmuró el rubio, acercándose a Kagami para mirar sobre su hombro.
—Mi biblioteca privada. —Murmuró la princesa con media sonrisa, observando a detalle el rostro del muchacho y sonriendo ante la expresión de sorpresa. —Luka me dijo que tenían aparatos parecidos en la superficie. Va a quedar por mentiroso.
—O tú como troglodita. —Sugirió Luka entre dientes, divertido ante la torpeza de Adrien.
—¡No! Nada de eso. —Exclamó el muchacho retrocediendo en la silla y agitando los brazos (Dios ¿Por qué estaba tan nervioso?). —Es que por ser una ciudad subacuática…
—También ustedes tienen aparatos que funcionan bajo el agua. —Comento Kagami quitándole importancia a aquel hecho. —No sé qué te sorprende.
—Perdónalo, por favor. —Pidió Luka con autosuficiencia, reclinándose hacia atrás en su sitio y atrayendo un poco a Marinette por la inercia. —Nuestro amigo no concibe que una ciudad llena de magia pueda ser vanguardista y moderna.
—La verdad es que la ciudad del arrecife es bastante... tecnológica. —Comentó Marinette pensando en los lugares en los que había estado durante la iniciación.
Kagami miró el horizonte, las últimas luces se fueron agotando ahora que el sol se había ocultado por completo. La princesa le dedicó una mirada pesada y larga a Luka, quien asintió una vez, comprendiendo el mensaje.
Habían pasado ya tantos años hablando entre ellos, comprendiéndose el uno al otro sin necesidad de cruzar palabra, que ahora era sencillo entender las miradas silentes y entender todo el lenguaje que había de por medio.
—Vamos. —Murmuró Luka antes de sacar la cartera y levantar la mano, pidiendo a gestos la cuenta. —Tenemos algo que hacer.
.
Marinette estaba maravillada.
Tenía los ojos abiertos de par en par al ver la playa adornada de aquella manera, luces, velas para ser exactos, flotaban en el agua tranquila, del otro lado de donde rompían las olas. Luka sostenía su tabla bajo el brazo y sonreía ante la mirada que su protegida le dedicaba a las flores naranjas y amarillas que estaban dispuestas por todo el lugar, adornando un camino que desembocaba al mar.
En la orilla, lejos del alcance del agua, habían puesto varias mesas con manteles de colores morado, naranja y negro, los lugareños habían llevado comida, bebida, algunos artículos como juguetes, botellas, cigarrillos y variedad. Luka le había explicado que en esas mesas solían poner aquello que había gustado a la gente que ya no estaba, una manera de recordar a los seres queridos que ahora estaban ausentes.
—Bienvenida al día de muertos al estilo del océano. —Murmuró el muchacho dedicándole una mirada de reojo al mar, percatándose de que el Liberty estaba cerca de los escollos donde solía reunirse con Kagami, iluminado levemente con velas y lámparas de aceite.
—Esto es increíble.
—¿Quieres ir por agua o quieres ir en lancha? —Sugirió Luka divertido, avanzando un paso hacia el agua, conocía la respuesta.
A pesar de que había lanchas que salían para acercarse a las embarcaciones que ofrecían hospitalidad a los visitantes, ambos hijos del océano se dedicaron una mirada cómplice antes de iniciar a caminar. Entraron al mar, el agua parecía negra por la oscuridad de la noche, al menos hasta el punto donde rompían las olas, puesto que pasando es espacio como por arte de magia, velas flotantes se distribuían por todo el espacio iluminando el camino a los surfistas sin adentrarse ni alejarse del espacio de quiebre.
Marinette sonrió al darse cuenta de que otros también estaban en sus tablas y kayacs, disfrutando del espectáculo que las velas y las flores amarillas y naranjas hacían en el mar, parecía como si el agua estuviese iluminada, podía ver los peces nadando bajo las tablas, podía ver la arena unos treinta metros al fondo, podía ver la flora y la fauna reinante de los arrecifes y los escollos.
Estaba sentada tras Luka, con los pies metidos en el agua mientras el muchacho remaba con los brazos, arrodillado en la tabla, doblado sobre sí mismo. La joven sonreía embelesada mientras su guardián se acomodaba en la tabla para tener una mejor vista del espectáculo.
—¿Debería ponerme a cantar? —Sugirió la chica cuando Luka sacó de su mochila dos velas para el agua. —Y la luz encuentro al fin...
Luka soltó una carcajada entregando las velas a su protegida y buscando el encendedor.
—Deberías, tal vez. Espera a que mi madre y mi hermana saquen las lámparas.
Luka había explicado que aquel lugar tenía por tradición encender velas en el océano, una por cada ser querido al que hubieran perdido. El muchacho solía ir en su tabla hasta los escollos y poner dos velas, una por su padre, una por Emilie, pero este año, Marinette había insistido en poner una vela también para los muchachos que habían caído a manos del tiburón.
—No es mucho. —Murmuró Luka buscando dos velas más. —Pero es significativo. Antes solíamos cenar reunidos en familia, contando anécdotas de nuestros seres queridos, preparando sus platillos favoritos. No sé en qué año aquello fue demasiado doloroso para nosotros, pero esta noche mi madre y Jule irán a la casa después de encender las lámparas.
Sí, luces de cantoya que eran liberadas a media noche, en el momento en que el día iniciaba formalmente. Porque la creencia era que, en medio del otoño, había un día, veinticuatro horas completas, en las que los espíritus de los caídos en la playa podían entablar contacto y pasearse por las playas y las calles.
—Las mesas se quedan ahí todo el día. —Murmuró Luka sentándose en su tabla y abriendo las manos para Marinette, que se reclinó contra el pecho del muchacho permitiendo que él la envolviera entre sus brazos. —Así nuestros ausentes pueden tomar un poco y compartir la mesa con nosotros.
—¿Crees en las leyendas? —Murmuró la chica con curiosidad ante la devoción con lo que había hablado su guardián.
—He visto algunas cosas que me han hecho creer. —Admitió con tristeza. —Pero en estos años no he podido contactar con el espíritu de mi padre.
—Tal vez todavía no es momento de que hables con él.
—Con verlo me doy por bien servido. —Admitió el muchacho en medio de un suspiro.
El silencio se cernió sobre ellos mientras otros surfistas y nadadores se acomodaban. Varias embarcaciones medianas y pequeñas estaban cerca de ellos, pero el Liberty se alzaba al fondo, como un ícono, un emblema.
—Nunca me dijiste por qué Anarka ya no quiere navegar. —Murmuró ella distraída.
—Es por mi papá. —Confesó Luka distraído. —Cuando lo perdimos, mi madre empezó a sentir pánico al estar rodeada de agua, principalmente porque no pudo hacer nada por salvarlo, con el tiempo dejó de navegar, dejó el barco anclado a puerto seguro y se convirtió en embajadora de la playa, pero no vuelve al agua a menos que sea estrictamente necesario. O sean fechas festivas. El solsticio, esta noche de muertos. —Hizo una pausa larga, tan larga que Marinette creyó que ya no había más por agregar, pero luego, con una sonrisa melancólica, Luka añadió: —Su cumpleaños...
—De tu papá. —Dedujo ella sonriendo y enderezándose, mirando a Luka de reojo.
El muchacho sonreía con orgullo.
—Muy lista. —Murmuró asintiendo.
—Tengo buen profesor.
Luka torció la sonrisa, y habría añadido algún comentario inteligente, sagaz, alguna ironía para reirse con y de ella en ese momento, cuando vio el reflejo en el agua. Levantó la vista hacia el Liberty y sonrió al ver a Anarka sosteniendo una lámpara de cantoya en sus manos.
—Ven, momento de hacer magia.
Luka tomó las velas de nuevo y sonrió sacando el encendedor, encerrado en una bolsita resellable, antes de mirar a su protegida y asentir. La joven tomó distancia en la tabla y colocó las velas frente a ella con una sonrisa devota, permitiendo a Luka encenderlas.
—Emilie... —Murmuró el muchacho encendiendo la primera y entregándola a manos de Marinette, la joven le miró con duda, pero se relajó al ver a Luka sonreír y asentir, dándole a entender que debía poner la vela en el agua.
—Jason... —Murmuró ella cuando Luka encendió la segunda luz y la puso en sus manos.
Fue extraño, casi estuvo segura de que, al fondo del mar, una luz plateada se había iluminado y nadaba acariciando la arena, apenas con la fuerza para mantenerse ahí.
—Anika... —Dijo la chica sintiendo el corazón encogido al recordar la expresión de tristeza y de horror que la joven había compuesto en su visión.
Y las dudas se despejaron. Una serie de peces fotoluminiscentes comenzaron a nadar en torno a ellos, en torno a todos, llenando el mar de luces plateadas y azules que hacían que la vista pareciera de otro mundo.
—Louis... —Dijo al final Luka encendiendo la última vela.
El muchacho sintió el nudo en el estómago cuando, al ofrecérselo a su protegida, ella negó con la cabeza, sonriendo ampliamente y cediéndole el lugar para poner la vela en el agua.
Luka levantó la mirada hacia el Liberty, su madre lo miraba con una sonrisa dulce, así que, tras un asentimiento de la cabeza, Luka dejó la vela en el agua a la par que Anarka liberó la luz de cantoya con un par de lágrimas deslizándose por sus mejillas.
