Luka estaba de pie un paso atrás de Adrien mientras su amigo encaraba a su padre.

Gabriel le miraba con una ceja alzada, a la espera de escuchar el motivo que Adrien había manifestado para tener tanta urgencia de hablar con él, pero justo ahora, el rubio retorcía sus manos y ladeaba el rostro, evitando a toda costa el contacto con los ojos de Gabriel Agreste.

¿Tanto miedo le daba pedir acceso a los registros?

Pero aquel siempre había sido un tema delicado en esa casa, puesto que ver aquellos registros implicaba que Adrien conociera un poco más del pasado de Emilie, y no era algo para lo que Gabriel se sintiera preparado, al menos no al ver la saña con la que su heredero había tratado a los hijos del océano luego de haber perdido a su madre.

—Luka enfrentó al tiburón del arrecife. —Dijo Adrien al fin, levantando los ojos y encontrándose con la mirada de escrutinio que Gabriel le dedicaba. —Padre, somos guardianes del registro de cada tritón y sirena nacidos en estas playas, tú conoces los nombres de todos los hijos del océano y Luka vio las marcas en la piel de aquel tritón. Pensábamos que si, tal vez, nos permitieras entrar a la biblioteca a revisar los libros que...

—No saquen ningún libro. —Dijo Gabriel dándoles la espalda y consiguiendo que Adrien se quedara pasmado. —Y asegúrate de regresarlo todo a su sitio.

Luka sonrió de medio lado, ya conocía el desenlace de aquella historia, ya sabía cómo iba a terminar aquello puesto que conocía los motivos de Gabriel para prohibirle a su hijo la entrada a la biblioteca. Adrien no estaba preparado para saberlo, así que ahora que Adrien comenzaba a cooperar y retomar su relación con Luka, todo debía ser más sencillo. Para todos.

Sí, Luka Couffaine había chantajeado a su amigo sabiendo que no había batalla por librar, puesto que el tritón del arrecife sabía que Gabriel les diría que sí a revisar los registros. Y sí, aquello había sido una venganza personal contra el heredero de la casa agreste por todos los malos tragos que le había hecho pasar desde la llegada de Marinette a la playa de Les Cavaliers. Aunque en realidad había sido una venganza por los tres años de reclamos y pleitos, por cada golpe, por cada insulto, por cada lágrima que Anarka había derramado por su culpa.

—¿Libros? —Repitió Adrien, confundido.

—Una vez que terminen su búsqueda —dijo Gabriel volviendo el rostro con media sonrisa y entrelazando sus manos a la espalda —, hijo, si tienes alguna pregunta o si hay algo de lo que quieras hablar, estaré en mi despacho el resto de la tarde. Sólo ten cuidado con poner los registros en orden para no confundir la información.

—Sí. ¡Sí! —Exclamó volviendo en sí.


17.-Rewrite the stars

Sonrais777: Bueno, ya lo leíste, tenía sus motivos para hacerle pasar un mal rato jajajajaja que vengan los kwamis

Manu: gracias por hacerme saber de tu historia, luego le doy una leida y te comento, ¿cómo es tu user name?

Dessirenya: Uy, tema delicado los guiños Lukadrien jajajaja. Honestamente no era algo que pensara abordar directamente, aunque a Marianne le hice un fragmento de antes donde confirmo la relación de Luka y Adrien, sí, en algún momento fueron pareja, pero eso quedó atrás luego de la pérdida de Emilie. ¡Que vengan los kwamis!

Marianne E: Perdona la demora, pero después de tantos spoilers, lecturas privilegiadas, dibujos interrumpidos y otras cosas, te entrego esta parte del océano, que espero te guste tanto como el resto de la historia y los planes que tenemos para ella. Lindo inicio de semana


Luka tenía los ojos cerrados, estaba recargado en el pilar que marcaba la entrada a las ciudades, aunque su rostro lucía relajado, Marinette no tardó en percatarse de que tenía los hombros tensos y hacían movimientos largos, como si tomara respiraciones profundas.

—¡Luka! —Exclamó la sirena, nadando a toda velocidad hacia su protector mientras que él sonreía ligeramente, levantando el rostro.

Tuvo que abrir los brazos para recibir a Marinette y girar una vez sobre sí mismo para frenar la velocidad de su movimiento, la chica había hundido el rostro en el hueco de su cuello, riendo discretamente cuando sintió la piel de Luka acariciándole la cintura.

—Buenas tardes. —Murmuró Kagami sonriendo de medio lado.

—¿Cómo estás?

—Bueno, ha sido un tema. —Soltó la princesa del océano bajando los hombros y dejando escapar un suspiro largo y pesado. —Mi madre insiste en que debería llevar escolta, quiso mandar a Long con nosotros esta mañana, pero le convencimos de que irías con nosotras.

Marinette se separó de Luka y reparó, por primera vez, en el hecho de que llevaba hombreras de cuero café oscuro, atadas a su pecho con correas por debajo de los hombros. Las placas de metal que le habían puesto en la cadera la primera vez se habían desvanecido, pero habían puesto en su lugar una protección del mismo material de las hombreras. Llevaba en los antebrazos un protector oscuro y la espada ceñida a la espalda, con el cabello recogido en media coleta.

—¿Y esto? —Murmuró Marinette al darse cuenta de que, en el brazo, Luka parecía tener un golpe.

—Me han dado el uniforme para entrenamiento, y Fu dice que debo llevar la espada conmigo todo el tiempo, para acostumbrarme a su peso y esas cosas.

—Es una bastarda. —Soltó Kagami nadando detrás de Luka, percatándose del largo de la hoja y lo elaborado del mango. —Pero no es una espada oficial de la guardia.

—No. Fu dijo que esta es un poco más ligera, pero no sé qué pensar al respecto.

Luka desenvainó la hoja y sonrió ante la expresión de sorpresa que Marinette compuso al percatarse de que no parecía estar hecha de metal. La hoja era oscura y opaca, a diferencia del mango, hecho de un material plateado envuelto en una tira de cuero café para ofrecer mejor agarre.

—Wolframio. —Dijo Luka con media sonrisa de autosuficiencia antes de desenvainarla y mostrarla a Marinette, blandiéndola con ligereza. —Forjada en el volcán activo más lejano de las ciudades de coral específicamente para entrenarme. Fue el último regalo de mi padre, la dejó encargada con Fu cuando era un niño.

—Louis siempre supo que serías un guardián del arrecife. —Dijo Kagami con una sonrisa dulce, cruzando los brazos y asintiendo una sola vez.

—Sí, sabía que tenía talento para los problemas. —Murmuró ofreciéndole el mango a Marinette ante su mirada de curiosidad.

La sirena tomó la espada con ambas manos y sonrió asintiendo para Luka, dándole a entender que estaba lista. ¿Cuál no sería su sorpresa? En cuanto Luka soltó el Mango, la punta de la espada aterrizó en la arena con un golpe seco y Marinette tuvo que asirse con fuerzas al mango, incapaz de sostenerla por sí misma.

—Pesa una tonelada. —Se quejó con dificultad mientras Luka le sonreía y asentía, recuperando la espada y envainándola en su espalda.

—La idea es que sea más liviana que la espada que blandiré oficialmente, eso me dará destreza en la batalla... O al menos eso dice Fu.

—¿Batalla? —Murmuró Marinette, contrariada.

—No es por alarmarnos ¿verdad? —Murmuró Kagami tomando una mano de Marinette para infundirle valor. —Pero mi madre dice que no puede salir nada bueno de la llegada de Lila a nuestro pueblo de nuevo, ella tampoco cree que sea coincidencia la aparición del tiburón y de la bruja del mar en el mismo momento, dice que debe haber cierta conexión, aunque no puede asegurar o negar nada.

—Bruja... —Repitió Marinette, confundida ante el término.

—Hablaremos de eso después. —Prometió Kagami sonriendo para Marinette. —Pero primero lo importante. Vamos a las catacumbas.

—¿Perdón? —Soltó Luka encarando a Kagami con expresión de pasmo. —Las catacumbas son un ala prohibida fuera de los linderos de la ciudad. Ir ahí no sólo es imprudente, con la bruja y un tiburón suelto es hasta peligroso hacerlo sin protección alguna.

—Lo sé. —Cortó Kagami con media sonrisa. —Por eso tú nos vas a acompañar.

—Kagami, no soy suficiente si algo más nos ataca.

—Nada nos va a atacar, primero que nada. —Puntualizó la sirena mientras Marinette alternaba miradas con ambos muchachos, comprendiendo cada vez menos. —Segundo, eres capaz de blandir tu Æquor para defender a Marinette. Y por último y más importante, el tiburón sólo toma tres víctimas antes de volver a sumergirse, no pueden estar en estas aguas mucho más tiempo porque pueden morir. Si no es por prudencia, seguro el tiburón ya estará agonizando.

—Esto no me tranquiliza, Kagami. —Aclaró Luka, furioso. —¿Dónde cree tu madre que vas a estar? Porque apuesto mi espada a que no sabe que quieres adentrarte a las catacumbas.

—Le dije que estaríamos en el ala este. No es del todo una mentira. —Dijo la princesa. —Le dije que tenía intención de enseñar el lenguaje a Marinette antes de empezar con otras cosas.

—El camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones, Kagami. Es peligroso.

—Pero es el único lugar en el que hay registro de las estrellas. —Enfatizó la princesa, dejando el punto claro. —¿O en la biblioteca de Gabriel había registros de esta estrella?

Silencio.

El silencio se cernió sobre ellos como un manto pesado.

No, esta vez no fue un silencio cómodo en el que ambos podían intercambiar sonrisas o miradas, no había complicidad ni dobles intensiones, no había una broma o un susurro. El silencio que los invadió le dejó claro a la princesa del océano que acababa de ganar una batalla que había tenido asegurada desde el principio, y Luka carraspeó concediendo la victoria, cruzándose de brazos y mirando a Marinette de reojo antes de dedicarle una mirada desafiante y furiosa a su princesa.

—Si pasa algo, ella será mi prioridad. Soy su guardián y es mi prometida, así que blandiré la espada para salvar su vida primero, y si me queda tiempo, la blandiré para protegerte a ti.

—Descuida, sé ponerme sola la corona.

.

(Emerge I – Ruelle)

Marinette nadaba con las manos pegadas a la pared de roca, con la mirada perdida en los grabados que plasmaban la historia del arrecife por todo el lugar.

Kagami sostenía en sus manos una lámpara con la que iluminaba los grabados, una esfera de cristal opaco colgando de una soga que funcionaba como agarradera, lo suficientemente larga como para que la princesa se la pudiera colgar sobre el hombro, cruzada sobre el pecho, y levantarla de ser necesario.

Las catacumbas eran una cadena de grutas submarinas, cavernas apenas iluminadas en las que casi no había vida o vegetación. Kagami había conseguido dos lamparas, una para ella y otra para Marinette, así la sirena podría ir y venir a voluntad por todo el espacio.

Nunca se imaginó que los ojos de Marinette se tornarían azul hielo, de un tono tan claro que parecían brillar en la oscuridad. Marinette había soltado la lámpara en cuanto entraron a la cámara de los embajadores del pasado, y ésta se habría quebrado si Luka no hubiese reaccionado tan rápido. Marinette se había quedado pasmada al ver todos los grabados de la roca, sus manos perdieron toda fuerza sobre el mango de la lámpara antes de darse cuenta de qué estaba pasando, y ella se perdió en la vastedad de información contenida en aquel sitio.

Ya había visto antes un muro de grabados, el mismo lugar en el que había escrito su nombre junto al de Luka. Y una cosa era haber sabido, por instinto, escribir con letras que nunca antes había visto, pero comprender la letanía que estaba escrita como bienvenida… eso era una historia completamente aparte.

Ahí estaba toda la historia de la ciudad del arrecife.

No, ni siquiera estaba impresionada por la historia de las ciudades submarinas. Lo que la hizo soltar la lampara fue ver su estrella grabada en el muro, debajo del nombre de Kagami, debajo del nombre de Tomoe. Las letras para Marinette… no… Las letras para Meredith, que parecían brillar en el mismo tono de sus ojos.

Nada brillaba. Pero para Marinette por un momento todo fue claro.

Como un golpe recordó el rostro de Tomoe, sosteniéndola en sus brazos, cantando una canción de cuna mientras la agachaba hacia el suelo de manera que una niña pequeña de cabellos azabaches pudiera verla. Esa debía ser Kagami cuando era poco más que una bebé. Pero ¿Qué era todo aquello?

La apremiante necesidad de saber sólo podía compararse con el dolor de cabeza y de estómago que comenzaba a azolar a la pobre sirena. Imágenes que venían como golpes de consciencia, flashazos de recuerdos que parecían de otra vida, de otra persona, pero que ella sabía que eran suyos.

El recuerdo de las manos de Tomoe rodeando su cuerpo con dulzura, sosteniéndola como si fuese una burbuja de cristal, y al mismo tiempo, asiéndola como si fuera indestructible. Había muchísimo amor en la manera en que aquella reina, antigua y benevolente, sostenía a la pequeña de brazos, había mucho amor en la forma en que aquella bebé Kagami se asomaba sobre el brazo del trono para poder observar a la recién nacida, había muchísimo amor en la forma en que la gente de palacio se detenía sobre la cuna cuando Tomoe dejaba a la niña al lado del trono y se disponía a atender a sus súbditos.

Así que la niña perdida podía asegurar una cosa.

Tomoe no la había abandonado. No podría haberla dejado sin más sintiendo tanto amor por ella.

Marinette siguió nadando por todo el espacio, leyendo acerca de la estrella extraviada en la noche de la gran tormenta, leyendo sobre su desaparición y de la búsqueda implacable que Tomoe organizó para recuperar a su hija perdida. Nunca escucho la voz de Luka cuando el muchacho preguntó si estaba todo en orden, aunque tampoco él hizo mucho por insistir cuando se percató de qué área de las catacumbas era en la que se encontraban, se limitó a acompañar a Marinette en silencio, debatiendo entre acercar la lámpara o dejarla tranquila.

—Tú lo sabías…

No fue una pregunta, no era parte de algún interrogatorio, aún así, tampoco era una acusación. Marinette pronunció esas palabras porque se había dado cuenta de aquella realidad, un golpe de consciencia que le permitió darse cuenta de que, cuáles fueran los motivos que hubiese tenido para guardar el secreto, aquello debía haber sido una decisión muy difícil que tomar.

—Sí. —Murmuró Kagami cuando por fin reunió el valor suficiente para hablar.

Luka había comprendido que no se dirigía a él cuando su amiga se tensó en su sitio. No. Aquella conversación no le concernía a él.

—Y no me lo dijiste... —De nuevo, aquella afirmación fue la constatación de un hecho.

Porque decirlo en voz alta hizo que aquello se volviera real, decirlo en voz alta ayudó a comprender los motivos por los que podrían haberla dejado en la superficie. Decirlo en voz alta había ayudado a entender que, de verdad, la reina del océano había organizado una búsqueda por cada mililitro de agua salada que pudiera navegar.

—No lo hice... por tu seguridad y por la mía. —Respondió Kagami a media voz, desviando el rostro, sintiéndose incapaz de mirar a los ojos a la princesa perdida.

Una princesa perdida.

Luka la había llamado princesa de la playa en presencia de Gabriel Agreste, y aquel hombre no había apelado al apodo, no había reclamado ni contradicho al guardián del arrecife.

Entonces Luka debía saberlo.

Marinette giró sobre sí misma, mirando con cierta incredulidad a ambos muchachos.

—Luka... —Murmuró ella, sin aliento, confundida y perdida en un océano profundo y desconocido para ella, literal y metafóricamente.

—Tenía mis sospechas por la estrella de tu piel, y tenía el conocimiento de la princesa perdida, pero nunca se me ocurrió que pudiese tratarse de ti hasta que te vi ataviada con las ropas más finas del arrecife, con tu corona, siguiendo el protocolo. Fue como si todo cayera en su lugar.

Fue como si algo despertara.

Como burbujas emergiendo de lo profundo del mar.

La estrella en la espalda baja de Marinette ardió un momento, como si la repasaran con fuego, con brazas, con metal al rojo vivo, pero la joven mantuvo la expresión serena; si de verdad sintió el dolor, nunca dejó que aquello llegase a su rostro.

Pero definitivamente algo despertó en ella.

Por un momento el agua se sintió densa, como si el mar se volviera más pesado a su alrededor, como si el entorno tuviese el doble de sal. Los ojos de Marinette se volvieron más oscuros, la estrella en su vientre brilló y su piel se tornó aún más pálida.

Kagami sonrió ante aquello, pero no dijo nada, esperó paciente a que su hermana se serenara.

—Quiero quedarme un poco más, saber de la historia de este lugar... —Murmuró la princesa. —Y al mismo tiempo tengo tantas preguntas. Sobre Tomoe, sobre ti... —Marinette levantó el rostro, suplicante. —Kagami, no entiendo nada...

—Toma tu tiempo... —Murmuró Luka, rompiendo por fin con la tensión que le había impedido moverse, nadando hasta su sirena y tomándole las manos antes de apresarla entre sus brazos, ofreciéndole un refugio. —Es demasiado qué asimilar.

Kagami lo escuchó como un murmullo lejano, y no dijo nada al principio, al menos no hasta que Luka le dedicó una mirada de reojo, haciéndole saber que él también lo había escuchado.

—Me quedaré aquí con ella, ve. —Anunció el guardián, antes de soltar el agarre sobre Marinette y sonreírle con dulzura. —Le servirá a Mari para organizar su mente y todas sus ideas. Al menos así podrá poner en orden lo que quiere preguntarte.

—Estaré de regreso tan pronto como pueda. —Prometió Kagami antes de nadar hasta ellos en un movimiento veloz y agraciado, y apresar a Marinette entre sus brazos finos. —Prometo explicarlo todo.

El cuerpo de Kagami estaba tibio, no. Caliente. Estaba caliente en comparación a ella, que se había quedado helada en su sitio.

—Toma tu tiempo. —Pidió Marinette sonriendo. —Yo tomaré el mío.

.

Adrien estaba sentado en su tabla con los pies metidos en el agua, se había alejado lo suficiente de la costa como para pasar desapercibido del resto del mundo, en la distancia sería un punto difuso que los bañistas podrían ignorar, nadie podría sospechar que aquello era en realidad una persona arriesgándose a estar en medio del mar.

Una parte de él sostenía que Luka y Marinette estaban metidos en el agua, si algo llegaba a pasar (pero no tenía por qué pasar nada), entonces ellos vendrían a ayudarle. ¿Verdad?

Había tomado aire antes de gritar con todas sus fuerzas el nombre de Kagami, como si esperase que su voz corriera a través del océano hasta donde estaba la princesa y poder hacerle saber que estaba ahí. ¿Pero en qué estaba pensando?

De todos modos ¿qué le iba a decir?

Hola, soy hijo del keeper de la playa, quiero ser tu tutor en la arena.

No, para eso tenía a Marinette, si él quería una excusa para hablar con Kagami, tenía que ser sincero con sus emociones y con la princesa.

Volvió a gritar el nombre de la joven, esta vez con menos esperanzas que antes.

Luka le había dicho que estarían ocupados esa tarde, había dicho algo de comenzar los preparativos de los entrenamientos, que él tenía que empezar a practicar con la espada y que ellas debían presentarse ante la biblioteca para poder definir qué era lo primero que Marinette debía aprender, pero entonces ¿por qué estaba ahora él metido en medio del océano, gritando un nombre al viento que no llegaría a su portadora?

—Kagami... —Murmuró desganado, profiriendo en aquel sonido lastimero y melancólico, todo el anhelo que tenía por ver a la princesa de las ciudades de coral.

Adrien jamás se enteraría de aquel hecho, pero había sido la emotividad de sus palabras lo que había conseguido que su mensaje llegara hasta los hijos del océano.

Tal vez él también tenía las habilidades de Emilie de comunicarse a través del agua, ¿quién sabe? Quizás hasta podría despertar un legado o dos.

¿Pero en qué estaba pensando?

Adrien sacó los pies del agua, poniéndose bocabajo en su tabla para comenzar a remar hacia la orilla, reclamándose por haber sido tan tonto como para creer que de verdad podía ser un hijo del océano. Ya estaba mayorcito, su oportunidad habría llegado a él en esos años si no se hubiese obstinado en culpar a Luka en una muerte que no tenía nada que ver con ellos.

No dio la primera brazada cuando, a sus espaldas, Kagami emergió con una sonrisa dulce.

—Hola Adrien. —Dijo con timidez la princesa antes de encaminarse hasta su amigo.

—¡Kagami! —Exclamó el muchacho girando medio cuerpo con tal violencia, que cayó de la tabla en un momento.

Adrien tuvo que luchar contra sí mismo con tal de recuperar la calma y volver a subir a la tabla. Y aunque Kagami habría querido ayudar a su amigo a subir, el muchacho hizo un movimiento grácil y fue más que suficiente para volver a estar sentado sobre aquella superficie.

—Perdón, no quería asustarte. —Admitió la princesa sonriendo apenada. —No sabía si llegar por atrás o por delante.

—No, está bien. Fui torpe. —Murmuró el rubio mientras se rascaba la nuca en un gesto nervioso.

—Escuché que me llamaste. —Admitió la princesa antes de acercarse más y sonreír de medio lado. —Aquí estoy. ¿Pasó algo?

Bueno, a partir de ahí se limitaba a todo lo sincero que pudiera ser.

—Quiero conocerte más. —Admitió sin darse cuenta de lo que había dicho hasta que Kagami compuso una expresión de sorpresa. —Es decir, que eres una chica muy interesante en todos los sentidos y creo que tienes mucho por contar al mundo, y sé que eres una princesa del arrecife y, más o menos sé lo que eso implica, y me preocupa saber que puedo estar interfiriendo, pero quiero conocerte más.

—Adrien... —Murmuró lentamente la joven, sintiendo que podría romper el corazón de aquel muchacho en cualquier momento. —No quiero ser grosera, pero ¿qué tienen que hacer un ser del océano y un hijo de la playa juntos?

—Mari y Luka parecen llevarlo bastante bien. —Soló el chico al ver la mirada triste que acababa de componer Kagami, esperando que aquel comentario fuese suficiente argumento.

Pues no lo fue.

La sirena se hundió levemente, consiguiendo que Adrien levantara una mano hacia ella.

—Espera...

(Rewrite the stars – The greatest showman)

—Kagami, me gustas. —Soltó sin rodeos, sin preámbulos. —Y creo que lo sabes, no es difícil leerme... y creo que hay algo en ti que está tratando de averiguar por qué, creo que lo que comienzo a sentir por ti es bien correspondido, así que me gustaría poder seguir viéndote.

—Adrien, somos de mundos diferentes, no creo que sea posible algo más allá de una relación profesional entre embajadores del océano.

—¿Quién dice? Mi madre era una sirena del arrecife y aun así se casó con mi papá.

—Pero se trata de tener muchas cosas en cuenta.

Adrien no lo pensó dos veces. Saltó al agua y nadó hasta Kagami para tomarle las manos.

—Por favor. —Murmuró sonriéndole, sintiendo que el agua a su alrededor lo mantenía a flote por sí solo, preguntándose si sería producto de la insolación o si, realmente, el océano lo sostenía en ese momento por la gracia de estar al lado de una sirena.

Kagami suspiró profundo, como si lidiara con un niño pequeño y no quisiera denotar su impaciencia. Claro que Adrien le gustaba, ya se lo había externado a Luka la otra noche, pero eso no quería decir que fuese a renunciar a todo por él.

Qué facil lo habían tenido Luka y Marinette al ser ambos hijos de la playa, o al menos, al vivir Marinette como una. Ahí no había obligaciones qué cumplir, ni gente con la que hubiese un deber.

—Para ti es muy sencillo decirlo. —Espetó ella, dolida, ofuscada. —Con la libertad que te da la playa.

—¿Dices libertad? —Soltó Adrien con cierto aire de desprecio. —Siendo hijo de Gabriel Agreste y habiendo perdido a mi madre hace tres años, no se puede conocer la libertad. Aunque pueda ir y venir a mi antojo, hay muchas responsabilidades sobre mis hombros por ser hijo de quien soy, la gente en el pueblo espera mucho de mí. Es una jaula de oro.

—Con mayor razón deberías de enfocarte a lo tuyo. —Dijo Kagami con cierto aire de desesperación, como si esperara hacer a su amigo cambiar de opinión. —Esto no va a dejar nada bueno a la larga, y no quiero hacerte daño, así que paremos aquí. No nadarías a mi ritmo y no podría alcanzarte corriendo.

—¿No? ¿Ponme a prueba? Podemos reescribir lo que está ya planeado.

—¡Adrien! Nadie puede reescribir el firmamento.

—Ponme a prueba. —Murmuró Adrien antes de apretar las manos de Kagami.

Aquello lo tomó por sorpresa.

La princesa lo soltó y se sumergió un par de metros, Adrien la perdió de vista un momento y, aunque consideró seriamente dejarlo por la paz, su corazón dio un vuelco cuando él tomó una respiración profunda y se sumergió, pateando con todas sus fuerzas, empujándose mar adentro para alcanzar a Kagami antes de que la chica se alejara demasiado. Había nadado en esas playas toda su vida, no debía ser un problema alcanzarla.

Kagami sonrió ampliamente al ver a Adrien seguirla, así que, en lugar de esperarlo, comenzó a nadar rápidamente hacia los escollos donde estaban grabados los nombres de todos sus ancestros, preguntándose si aquello sería buena idea.

Adrien sólo necesitó tomar aire una vez para alcanzarla, pero el resto del tiempo la pasó sumergido. Los años de practicar surf le habían ayudado a desarrollar la habilidad de aguantar un buen tiempo sin respirar, ahora debía probar ser digno de nadar a la par de aquella sirena, de verdad quería alcanzarla.

Aquel pensamiento se volvió abrumador. ¿Y si nunca era capaz de nadar a la par de Kagami?

No.

Alejó ese pensamiento y aceleró su nado, en unos segundos ya había llegado hasta Kagami y la tenía sujeta por la cintura, atrayéndola hacia sí con una sonrisa autosuficiente, un "te atrapé" silente en el que demostraba su punto. Podía nadar a la par de aquella sirena.

Kagami sonrió poniendo las manos en los hombros de Adrien y comenzó a nadar hacia arriba, hacia la superficie.

Adrien jamás lo admitiría en voz alta, pero había agradecido sobremanera el hecho de que Kagami los hubiese sacado a flote, necesitaba respirar.

—Así que dices que me puedes seguir.

—Te puedo seguir, lo sostengo.

—Veamos si es verdad.

Adrien tomó aire y luego ambos muchachos se sumergieron al agua.

Kagami tomó las manos del muchacho y giró una sola vez, tomando impulso a la par que él daba alguna que otra patada para ganar velocidad. Se soltaron y comenzaron una especie de carrera hasta el fondo, hacia las rocas. Adrien, como pudo, se puso de pie en las superficies irregulares de aquel escollo submarino y le hizo una reverencia a Kagami antes de ofrecerle una mano. La princesa soltó una carcajada y aceptó, permitiendo que Adrien la atrajese hacia sí y le apresara la cintura en un movimiento dulce.

No. Ninguno de los dos supo en qué momento había comenzado a escuchar la música, lo único que sabían era que aquel momento debía aprovecharse.

Kagami soltó una carcajada cuando Adrien comenzó a dar vueltas, asiéndose con fuerzas de su cintura para no perder detalle.

Se movieron por todo el escollo, bailando sobre la roca, consiguiendo que algunos pececillos nadaran a esconderse, y otros cuantos emergieran, curiosos de lo que estaba ocurriendo.

La luz entraba a raudales, el sol había iluminado aquel arrecife con tal gracia que los colores parecían más vivos que nunca, las plantas, los peces, las rocas, todo parecía salido de un cuento de hadas, pero ni Adrien ni Kagami le prestaron atención a ello, se limitaron a bailar lado a lado, sin pensar en el hecho de que a Adrien de pronto ya no le faltaba el aire.

All i want is to fly with you
All i want is to fall with you...
So, just give me all of you...

Podría haber sido un sueño, alguna imaginación por parte de ambos, podría habérselo atribuido a la falta de oxígeno. Pero Adrien se movía por todo el lugar como si no necesitara tomar aire, dando una patada certera contra el agua, con las rodillas pegadas y los pies fluyendo y arremolinándose contra la marea.

Ambos nadaban en círculos, persiguiéndose el uno al otro, un pez koi fluyendo en su elemento, perseguido de cerca por un pez gato que jugueteaba con la situación.

Porque estaban tan absortos en su persecución, bailando el uno con el otro, coqueteando con su compañero, que ninguno de los dos se detuvo a analizar el hecho de que las piernas de Adrien eran un remolino de escamas verdes y negras que iban y venían por todo el arrecife.

Porque cuando sus manos se encontraron palma a palma y ellos se miraron a los ojos antes de balancearse al ritmo de una canción que parecía sonar sólo en sus cabezas, el aire había pasado a segundo plano, la idea de salir por oxígeno ya no era tan importante, porque sostenerse la mirada era lo único que existía en ese mundo y en ese momento.

Cause you are the one that i meant to find...

Kagami pegó su frente a la de Adrien, profundizando una sonrisa boba, enamorada, dulce e infantil, sonrisa que no duró mucho tiempo cuando la princesa recordó quién era ella y dónde en el palacio era su lugar, sonrisa que se desvaneció cuando Kagami recordó las palabras de su madre, prohibiéndole encariñarse de más, por su bien y por el bien del muchacho.

Kagami escuchó algo, Adrien pudo verlo en sus facciones, como si se percatara de algo a la lejanía. No sólo fue su expresión de culpa, no fue sólo el darse cuenta de dónde estaba su corazón, pero dónde estaba su mente.

Ambos salieron a flote y Adrien se sentó a horcajadas sobre la tabla mientras la sensación de haber tenido aleta parecía irse desvaneciendo lentamente.

You know i want you...

—Me tengo que ir, Adrien. —Anunció Kagami con una mirada de melancolía.

—Pero...

It's not a secret i try to hide

—Te quiero. —Admitió dándole la espalda y sintiendo que el corazón se le saldría del pecho en cuanto terminara su frase. —Pero mi lugar es a la izquierda del trono, y tú deberías quedarte en las playas, a donde perteneces.

—Kagami... por favor. —Suplicó Adrien extendiendo una mano hacia la princesa al ver que hacía ademán de alejarse. —Por favor...

But i can't have you
We're bound to break and my hands are tied...

—Adios, Adrien. —Murmuró la princesa antes de sumergirse y dejar al muchacho solo en medio del océano.

Ninguno de los dos se percató de en qué momento la música se había detenido al fin. Era como si hubiesen quitado la canción a propósito, como si el mar de pronto se hubiese indignado con la posibilidad de que ellos dos estuvieran juntos y decidiera remitir.

Adrien se quedó sentado un momento más en la tabla antes de soltar una exclamación, un grito contenido de rabia y desesperación, un reclamo silente hacia sí mismo, que ahora era presa de su propio egoísmo.

Porque si sólo hubiese dejado pasar menos tiempo y hubiese dejado de perseguir a los hijos del océano, posiblemente habría recibido un llamado, habría despertado su naturaleza igual que su madre, igual que Marinette, habría sido iniciado en los guardianes del arrecife y, tal vez, habría conocido a la princesa en otras circunstancias. Pero se había sentido superior al resto, se había sentido más cosa que Luka, y ahí estaba su precio a pagar, su premio a tanta apatía.

Se lo había buscado, se lo había ganado a pulso.

Ahora debía vivir con la consecuencia.