Adrien llegó a la orilla y se quedó pasmado al ver a su padre de pie al borde del océano, Gabriel le dedicaba una mirada distraída al vaivén de las olas, como si buscara encontrar algo en la espuma del mar. No se dio cuenta cuando su hijo clavó la tabla en la arena y se acercó a pasos calmados hacia él.
—Ella... —Murmuró Gabriel cuando vio a su hijo por el rabillo del ojo. —Ella amaba esta hora.
—Solía llamarla hora gris... —Dijo Adrien en el mismo tono, con voz trémula, como si temiera quebrantarla quietud de aquel momento, como si temiera que, si su padre se daba cuenta de que seguían hablando de ella, cambiara de tema para no meter a su hijo en discusiones y nuevas riñas.
—Amaba el atardecer, decía... —añadió en medio de un suspiro, luchando contra las ganas de llorar, recurriendo al autocontrol para tratar de serenarse y volver a su actitud críptica —, decía que ver un paisaje iluminado y sin sol era aterrador y reconfortante al mismo tiempo, que podía resumir todo lo que sentía y pensaba a este momento.
—Recuerdo que solía sentarse durante horas en las rocas de la otra punta, cerca de la casa de Anarka, quería mucho a la madre de Luka.
—Sí. La Capitana Couffaine siempre recibió a Emilie en casa con los brazos abiertos. Ellas eran las embajadoras en ese entonces, el contacto con la reina del océano. Siempre creí que todo quedaría entre mujeres, pero yo era el guardián de los registros, así que...
—Mamá te amaba. —Dijo Adrien poniendo una mano en el hombro de su padre.
¿En qué momento se había vuelto tan alto como él?
Porque ahora Adrien tenía la estatura de su padre, estaba seguro de que pronto sería más alto que él. También era más fuerte, más gallardo, más apuesto. Su sonrisa era la de Emilie, pero el porte lo había heredado de él.
—También a ti. —Dijo Gabriel antes de sonreír para su hijo y observarlo por primera vez. —Pero ¿qué? —Murmuró pasmado tomando la solapa del lado izquierdo y descubriendo el hombro de su hijo.
Sobre su piel estaba grabada una tortuga, la misma tortuga que tenía en el nacimiento del cabello ahora se manifestaba a la altura de su hombro, cuestión que hizo a Gabriel rodear a su muchacho hasta poder despejarle la nuca y darse cuenta de que aquel signo sagrado se había movido de lugar.
Gabriel Agreste se quedó pasmado y retrocedió un par de pasos, lo mismo que Adrien, cuando se percató del signo en su piel.
—Papá... —Murmuró el muchacho buscando los ojos de aquel hombre. —¿Qué está pasando?
—Por fin despertó la sangre de tu madre... Adrien... —Murmuró sin aire, con una expresión radiante en el rostro. —Tenemos que hablar de tu linaje.
18.-Guardianes de las catacumbas
Dessirenya: Definitivamente esta historia va para largo, la verdad es que originalmente la idea era hacer un one shot, pero Marianne no me dejó y ahora se lo agradezco. Me enamoré del MariGami en Ikari Gozen, no podía dejar de escribirlas, así que le he hecho algunos cuantos guiños que luego publicaré. Lo del Lukagami... ¡Ay! Sí tengo un par de cosas en el tintero que irían bien, pero luego, de momento no sabría cómo meterlas sin que sea forzado. Aunque ahora me lo llevo de tarea, espero te guste cuando salga a la luz.
Marianne E: Lo de Gabriel, también yo tengo mis reparos para usarlo desde Chat Blanc, pero como ya había creado a este Gabriel para esta historia, no sabía si eliminarlo de las escenas, no pude. Pronto me pondré a trabajar en esa escena de Tomoe y Marinette, pero las quiero a las tres juntas, también a Kagami. Por si fuera poco, no me quedé en la danza ritual, espero que este pedacito nuevo de Adrien despertando te deje el corazón tibio.
Sonrais777: Son un caso esos dos, con tantas decisiones por tomar, pero bueno, poco a poco, espero poder abrazarles por ti en este capítulo.
RubyMoon . Li: Muchas gracias por los comentarios, de verdad que esta historia ha supuesto un reto en muchos sentidos, así que saber que va por el lado correcto me da paz. La relación de Luka y Mari fue lo más complicado, necesitaba que estuvieran juntos jajajaja pero no sabía si había exagerado, también por toda la historia personal de Luka y eso, con Adrien, con el arrecife, con todo. Ay, Adrien es un tema, pero bueno. Lamento haberme demorado tanto en actualizar, te dejo la continuación #MuerteALila jajajaja
Manu: Muchas gracias por la información, en una chance me doy una vuelta por tu perfil, ando corta de tiempo últimamente, pero si puedo dejarte un review, ahí me paso.
Estar sumidos en la penumbra, en la oscuridad que reinaba en las catacumbas, les había hecho perder la noción del tiempo, Marinette había recuperado la lámpara y se la había pasado nadando de un lado a otro, leyendo, traduciendo los signos que no entendía, preguntando a Luka por algunas letras y algunos significados. Había llegado un momento en el que la joven ya no había requerido preguntar nada, todo era claro ante sus ojos y ella había comenzado a aprender la historia de su gente, así que Luka había desenvainado la espada y se había puesto a repasar las catas que Fu le había impuesto como entrenamiento extra.
Ahora Marinette comprendía que en la playa y en el mar debía haber grupos de embajadores, dos grupos en la superficie, compuestos por dos hijos de la playa y dos hijos del océano, y un tercer grupo submarino, compuesto por tres representantes del mar.
Si tomaba su lugar al lado de Kagami, ella formaría parte de ese grupo, sería una embajadora del océano, aunque permaneciera en la superficie. Entendía que Alya y Adrien eran los herederos de la playa y ahora comprendía el apremio que tenía Gabriel porque su hijo dejara de pelear contra los hijos del océano.
Tomoe y Wang Fu eran dos de los tres representantes del océano, y había un nombre que ella no había comprendido del todo, era como si las runas hubiesen sido modificadas para que nadie fuera capaz de leer esa parte del texto. Sólo sabía que era una sirena y no un tritón. Debía tener la misma edad de Anarka.
Anarka era la hija del océano que representaba a la playa, junto con Luka en esos momentos. Y había algo más, un hijo del océano que había fungido como embajador de la playa a pesar de no serlo, pero tampoco su nombre figuraba en los muros.
Todo era claro, entonces ¿por qué estaba tan confundida?
Hacía al menos media hora que Marinette se había quedado sentada frente al muro más extenso, con la lámpara sujeta sobre su regazo, admirando el nombre de Tomoe y la historia de amor con las princesas del océano, releyendo una y otra vez la dulzura con la que aquella reina había sostenido entre sus brazos a sus dos hijas, a los motivos de su felicidad en mucho tiempo.
No mencionaban a su padre en ningún espacio, pero no era como si necesitara saber. Para ella, descubrir que su madre biológica había agitado todo el océano con tal de encontrarla era más que suficiente.
(Emerge II – Ruelle)
Durante largo rato había permanecido en silencio, Luka ni siquiera se había percatado del hecho de que Marinette parecía estar sollozando, lo hacía tan en silencio que aquel sonido habría pasado por el eco de las rocas.
Eco.
Eco en las rocas.
Había eco alrededor de ellos, un sonido seco y distante, como el de una pizarra mientras escriben en ella, como alguien pasando una hoja de papel, como un sonido hueco, una alerta de peligro.
Pasó un rato antes de que Luka se percatara de aquel hecho.
—Mierda... —Murmuró el guardián extendiendo aquella palabra, envainando la espada en su sitio y mirando la entrada de aquella cámara.
Marinette no le prestó atención, ya había murmurado algunas otras palabras cuando había perdido el agarre sobre su espada o se había equivocado, así que había decidido ignorarlo, pero al sentir el agua enfriarse a su alrededor, ella supo que algo no andaba bien.
Levantó la mirada en dirección a su guardián y esperó unos segundos, paciente, hasta que la expresión de Luka se contrajo en una mueca de temor.
—Mierda. —Repitió desenvainando la espada y avanzando hasta la entrada.
—¿Qué pasa?
—Todavía es día de muertos. —Murmuró Luka como si acabara de recordar aquel hecho.
—Sí... —Murmuró Marinette confundida. —Esta noche recogeremos los altares y las mesas.
—No, eso no es importante. —Dijo Luka retrocediendo lentamente en su sitio, alerta a los sonidos, a los cambios. —Maldición, me olvidé por completo.
—¿De qué?
—De los guardianes de las catacumbas. —Sentenció con voz sombría, haciendo una pausa que se extendió más de lo que Marinette habría querido. —Este día tienen permiso de proteger los registros pues saben que los hechizos más poderosos se hacen bajo esta luna, así que cuando cae el sol, ellos...
El ruido se hizo más fuerte.
Ya no era un eco distante, sino una amenaza inminente. El ruido venía de la cámara contigua. Había caído el sol.
—Mari... —Murmuró Luka con voz contenida. —Pase lo que pase, quédate detrás de mí.
—Pero...
—Promételo.
Lo pensó un segundo. Ella había prometido que la vida de Luka no sería más importante que la suya jamás, se lo había jurado ante el océano, pero también entendía la parte del entrenamiento del muchacho, él sabía cómo pelear y él era el guardián de la relación, si ella trataba de intervenir de alguna manera, seguramente terminaría poniendo a Luka en apuros.
—Lo prometo... —Dijo con tiempo apenas suficiente, sabiendo que no podría mantener esa promesa si Luka llegaba a correr peligro, sabiendo que no podría detenerse si el muchacho podía salir herido.
Aquellas dos palabras llegaron con tiempo apenas suficiente para darle a Luka la tranquilidad de que podría pelear con todas sus fuerzas.
—Pégate a la pared y quédate quieta. —Ordenó el muchacho cuando la primera mano se asió del marco de la puerta.
De pronto, la lámpara de Marinette no fue suficiente iluminación para tanta oscuridad. Igual que en sus visiones del tiburón, la princesa se percató de que se asían del marco de la puerta montones de manos pálidas, cadavéricas, blancas por la falta de luz, con los huesos saltados en su lugar. Marinette se llevó las manos a la boca, tratando de ocultar su respiración entrecortada, tratando de ahogar la expresión de terror que sintió cuando el primer guardián de las catacumbas emergió de la oscuridad.
Sabía que una luz efímera era suficiente para alumbrar la más profunda oscuridad, entonces ¿por qué de pronto se había oscurecido la cámara en las catacumbas?
Llevaba el uniforme de gala, pedazos de metal se habían caído, corroídos por la sal y por el tiempo, pero Marinette pudo distinguir perfectamente los uniformes de la guardia, aquellos cadáveres momificados habían pertenecido a los grupos de defensores y sus cuerpos habían sido colocados bajo un hechizo para proteger los secretos de la ciudad.
Dos, tres, cuatro, cinco guerreros emergieron de las sombras, Luka asió con fuerza la espada y serenó su respiración, adoptando una posición de pelea mientras que aquellos guardianes de las catacumbas se aglomeraban a su alrededor.
Se lanzaron todos al mismo tiempo, tanto guardianes de las catacumbas como Luka avanzaron al mismo tiempo, y el filo de las espadas pareció soltar chispas aún debajo del agua.
Marinette estaba pasmada. Luka se había puesto al centro de ellos, estaba rodeado por cinco esqueletos, o cadáveres, o momias, o lo que aquello fuera; lo superaban en número y, aun así, Luka Couffaine sonreía con altanería al estarlos enfrentando.
Incrédula.
Marinette estaba incrédula ante la sonrisa de Luka. El muchacho repelía los ataques de aquellos guardianes como si fuera cualquier cosa. El filo de su espada encontraba el de los adversarios antes de que ellos terminaran de dar las estocadas, como si el muchacho fuera perfectamente capaz de leer sus movimientos antes de que los realizaran, como si pudiera leer a los guardianes y anteponerse a sus golpes.
Pronto dio una estocada certera al centro de uno de ellos, aquel que tenía un aspecto más deplorable, casi sólo quedaba el esqueleto, así que, cuando la espada de Luka encontró su lugar en el vientre del uniforme, aquel guardián se partió por la mitad y el torso, habiendo perdido el agarre sobre su espada) no pudo hacer más que arrastrarse por aquella cámara.
Marinette sonrió, sorprendida, ante la destreza de su prometido con la espada.
Y se habría permitido albergar esperanza, de no ser por el sonido hueco y sordo que se escuchó al fondo de la catacumba, no necesitó escuchar más para darse cuenta de que todos los guardianes habían despertado.
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(First light – Starset)
Kagami buscó en la biblioteca primero, luego decidió nadar hasta el palacio, pero sabía que aquello sería pésima idea si su madre la veía sin su protegida, la buscó por los escollos y los arrecifes y, por un momento, se permitió albergar la esperanza de que Luka hubiera decidido estar a solas con ella un rato, debía ser así, debían estar solos.
Y entonces el sol cayó y ella escuchó el grito desesperado de Marinette a través del océano.
—No... —Murmuró sin aliento. —¡No! —Exclamó con más fuerzas, nadando hacia el palacio tan rápido como pudo, sabiendo que, cualquiera que fuera el resultado de aquello, sería su culpa.
Sabía que Tomoe la castigaría por aquello, sabía que perdería la confianza de la reina, pero justo ahora eso carecía de importancia.
—¿Qué hice? —Se reclamó a sí misma sintiendo que los ojos se le llenaban de lágrimas conforme se acercaba a las torres del palacio, sintiendo que en su interior crecía la rabia contra sí misma, rabia por haber conducido a su hermana y a su único amigo hacia una tumba sin salida, a un sepulcro silencioso del que nadie podría rescatarlos, no había manera de que ella llegase a tiempo.
Ella sabía perfectamente cómo funcionaban las catacumbas, había creído que ir temprano era más que suficiente, tendrían tiempo de sobra para salir antes de que la noche cayera, y tenía todo calculado, no sabía si Luka conocía las leyendas de los guardianes de tumbas, pero estaba tan confiada en haberlo calculado todo... Sí, todo; todo menos la intromisión de Adrien y su llamado. No, la chica no podía culpar a Adrien de aquello, no podía culpar al heredero de los registros por su insensatez, ella era la que había pasado media hora llorando en un arrecife oculto del resto del mundo, ella era la que se había aislado sintiendo que su corazón se partía en mil pedazos al elegir el deber en primera instancia.
Jamás podría culpar a Adrien por aquello, o no podría vivir consigo misma.
Así que cuando llegó al salón del trono, donde Tomoe charlaba distraídamente con Fu, no pudo evitar romper en llanto y postrarse a los pies de su madre.
—Están en las catacumbas.
