Marinette se despertó primero, pero se quedó muy quieta dándose cuenta de que todavía era de madrugada, lo ideal sería que volviera a dormirse para reponer fuerzas para el día siguiente, pero, en lugar de eso, se quedó observando el rostro de Luka con detenimiento.

Hacía mucho tiempo (o no tanto tiempo realmente, ¿cuántos meses habían pasado desde el solsticio de otoño?) que no lo veía tan relajado como en ese momento. Extendió una mano hasta alcanzar la piel de Luka, delineó su nariz, sus cejas, sus pómulos, sus labios, aventuró sus dedos entre el cabello quebradizo de aquel muchacho, negro en la base, cian en las puntas. Por primera vez, a ver que las puntas de su propio cabello se tornaban lentamente en un tono rosa claro, consideró seriamente que el muchacho no se tiñese el cabello, sino que aquello fuese una parte de su naturaleza como hijo del océano.

Luka emitió un gruñido leve, un ruido de satisfacción ante el roce de Marinette; aunque permanecía suspendido a medio camino entre el sueño y la conciencia, ensanchó su sonrisa estirándose un poco, reacio a abrir los ojos, reacio a moverse más por temor a reventar aquella burbuja de paz.

—Dios —ronroneó el muchacho divertido, apresando la cintura de Marinette y suspirando contra su coronilla —, lo que daría por despertar así todos los días.

—¿Y qué te detiene? —Murmuró Marinette sonriendo, delineando el tatuaje del pecho de Luka con la punta de la nariz.

Luka abrió los ojos y se retiró un poco de Marinette para observarle a conciencia, con cuidado le tomó el rostro entre las manos y sonrió observando bien cada detalle, cada peca, cada cabello fuera de lugar, el color de sus ojos, los matices en su cabello.

—Y yo que pensaba que estaba soñando —soltó el muchacho sintiendo una descarga de adrenalina invadirle.

Atrajo el rostro de Marinette hacia el suyo, plantándole un beso apasionado antes de tomarle la cintura y girar para colocarla sobre sí mismo. Marinette soltó una carcajada sentándose a horcajadas sobre las caderas de Luka y posando las manos en el pecho del muchacho, tranquilizándose un poco para poder sonreírle a su prometido, acariciándole el rostro.

Fue cuestión de segundos, en cuestión de unos cuantos segundos, Marinette recordó que había sido robada, que Lila le había arrebatado toda la magia, que la estrella de su vientre se había desvanecido y que ya no había manera de que pudiese volver al mar. Y en esos cuantos segundos, Luka hizo presión con su cadera y puso a Marinette bajo su peso, apresándole con cuidado y sonriendo con dulzura y melancolía, recordando la primera noche que habían pasado juntos en Les Cavaliers, o pensándolo mejor, la primera noche que ella había pasado ahí.

—Tu cabello —indicó el muchacho haciendo un gesto con la cabeza —, no quiero jalarte el cabello.

Marinette sonrió pasando las manos por su nuca y desperdigando su cabello por toda la almohada, sonriendo con timidez. El muchacho recargó los brazos a los costados de su prometida y le sonrió con dulzura.

—Por favor —murmuró él acariciándole el rostro con una mano, observando la manera en que sus ojos pasaban por todas las líneas de su propio gesto —, por favor no pienses en ello, te prometo que voy a encontrar la manera de que todo vuelva a la normalidad. Lo que daría por verte reír...

El gesto escapó a su control, posiblemente fue por el nerviosismo de recordar todo lo que había ocurrido la noche anterior, por saberse a merced del capitán de la guardia, porque ella misma quería soltar toda la tensión. Marinette soltó una carcajada sonora, echando los hombros hacia adelante y torciendo el gesto, Luka pudo verlo claramente, como en cámara lenta, pudo ver cada detalle de su boca estirarse, sus ojos apretados, cómo su vientre se contraía un par de veces y ella relajaba el cuerpo.

No, las promesas que se habían hecho la noche anterior no eran suficientes, así que, en medio de las carcajadas de Marinette, Luka tomó una decisión; cuando la joven por fin se tranquilizó un poco, él sonrió acariciándole el rostro antes de murmurar:

—Marinette, así tenga que vivir media vida en el océano y media vida en la playa, juro que, si no encuentro la manera de regresarte al mar, no quiero volver a perderme un solo segundo de esto.

—¿De esto? —Murmuró la joven, confundida.

—Sí, de esto —añadió antes de volver a tomar el rostro de Marinette y plantarle un beso.


28.-La caverna de los nombres


Luka dio un vuelco en la cama al sentirla vacía, se movió a toda velocidad, tomando su espada a la pasada, corriendo hacia la cocina esperando encontrar a Marinette al pie de la estufa bailando con los audífonos puestos como otras mañanas, cuidando no hacer ruido para no molestarlo.

La cocina estaba vacía.

Siguió corriendo, ahora con la espada ceñida a la cintura y tomando la de su padre a la pasada, tal vez en la sala de estar, acostada en los sillones porque hacía demasiado calor, él estaba sudando, pero era un líquido frío y pegajoso, resultado del pánico ante la idea de perderla.

La sala estaba vacía.

Siguió corriendo, mientras terminaba de ceñirse la espada de su padre a la espalda, sintiendo que los filos del cinturón le laceraban la piel, pero apartó ese pensamiento recordándose que era más importante encontrar a Marinette, así que abrió la puerta y salió corriendo hasta la entrada de la casa, donde se dejó caer de rodillas, respirando con alivio y sintiendo que la presión se le bajaba al confirmar que la chica se encontraba a salvo.

Marinette estaba a unos metros, de pie en los escollos cercanos a la casa, las rocas que sobresalían a la marea donde las olas rompían bañando la piel de la princesa, refrescándola a pesar del calor de primavera, la chica tenía los ojos cerrados mientras hacía movimientos lentos, cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro, girando el torso para inhalar, regresando hasta su sitio para exhalar, consiguiendo que Luka imitara aquel gesto y se serenara sintiendo la arena contra sus rodillas, entre los dedos de sus pies, en sus pantorrillas y en sus espinillas.

El muchacho hundió las manos en la arena y cerró los puños con fuerza, sintiendo que algunas conchas rotas se le encajaban en la piel sin llegar a hacerlo sangrar. El pánico se desvaneció dejando sólo espacio para la debilidad, la adrenalina se había consumido y ahora él estaba mareado mientras su musa practicaba Tai chi a unos metros de la casa, con un gesto de tranquilidad que habría logrado apaciguar cualquier tempestad.

La joven franco-china no se dio cuenta de que era observada, estaba demasiado concentrada en las sensaciones que el sol, la arena, el oleaje lanzaban a su piel, respirando y aplicando todo lo aprendido, como si hacer aquellos ejercicios fuera suficiente para regresarle la calma que había perdido la noche anterior junto con cada gramo de magia en su cuerpo.

Alejó esos pensamientos y abrió los ojos sin llegar a enfocar el paisaje, con la mirada perdida entre la gama de colores que la playa le ofrecía, recordándose a sí misma que tenía que vaciar su mente para que el entrenamiento surtiera efecto.

Luka se acercó hasta ella con pasos tranquilos, sintiéndose ridículo al estar portando las dos espadas que le habían conferido como capitán de la guardia, pero sabiendo que nada perdía con prevenirse ante las catástrofes.

Por amor al océano ¿quién la iba a buscar en la playa?

Pero la amenaza estaba ahí, latente, Lila estaba en el océano esperando a saltar para llevarse consigo la sangre de la princesa, y aunque unas gotas serían suficientes para sellar la magia de la princesa, el muchacho estaba seguro de que Lila no frenaría a menos que tuviera toda la sangre de su princesa. Bueno, tendría que pasar sobre su cadáver.

Kagami emergió del agua, gotitas quedaron prendidas a su piel como perlas refulgiendo al sol, Marinette reparó entonces en la presencia de Luka y de su hermana, ambos se acercaron a la princesa con pasos rápidos, pero Luka se congeló en su lugar cuando vio a su padre emerger tras la princesa, con una sonrisa cansada y expresión de disculpa.

—¿Pasó algo? —Murmuró Marinette pasmada, percatándose de que Louis desviaba la mirada, avergonzado por sus acciones.

—Sí —sentenció Kagami con una sonrisa sincera. —Mi madre hizo un conjuro sobre tu padre, capitán, para obligarlo a decir la verdad frente al consejo de las sirenas.

—¿Y? —Espetó Luka dando otro paso, mirando a Kagami con gesto suplicante, como si no pudiera esperar por la respuesta de su amiga.

—Tu padre está libre de pecado, aunque no recuerde nada de sus actos como tiburón del arrecife, en la mente consciente, aún en sus recuerdos más profundos no tiene crímenes qué confesar.

—Y entonces ¿qué hacen aquí? —murmuró el muchacho confundido.

—La reina lo quiere a salvo, así que me pidió que lo escoltara a tierra, y pensé en venir a ti antes de tomar una decisión. ¿Hay algún lugar donde pueda quedarse?

Ambos hombres intercambiaron una mirada, una sonrisa de medio lado antes de que Luka le lanzara los brazos alrededor del cuello y murmurara contra su oído —Sí, el único lugar del que nunca debiste irte.

—Se va a morir —murmuró Louis en medio de una risita.

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(Bailar – Leonel García)

No, no se murió, pero Luka tuvo que correr a sostener a su madre cuando aquella mujer casi se cae de espaldas por la impresión de ver ahí a su esposo, vivo. Anarka perdió fuerza en las rodillas y estuvo a punto de desmayarse, pero la calidez de los brazos de Luka en torno a su cintura, sumados a la sonrisa franca que Louis le compuso mientras le tomaba las manos, eso la hizo mantenerse cuerda y consciente.

—Pensé... todo este tiempo...

—Ay, nena... —murmuró Louis pegando su frente a la de su esposa, sonriendo de medio lado antes de besarle las mejillas y sonreírle ampliamente. —No puedo creer que no te movieras de espacio, debiste seguir adelante.

—¡Seguir adelante! —Espetó ofendida, levantándose en un movimiento ágil y parándose en jarras, alternando miradas con ambos Couffaine a manera de reclamo. —¿A dónde me iba a mover si me arrancaron al amor de mi vida?

Louis abrió los ojos, pasmado, Luka se levantó en silencio y se alejó discretamente hasta llegar a Marinette para darles algo de espacio a sus padres.

Louis miraba desde el suelo a su esposa, embelesado, como si estuviera contemplando a la mujer más hermosa sobre la faz de la tierra, sus ojos lentamente se fueron inundando y su sonrisa se volvió más y más extensa.

—¿Cómo me llamaste? —Murmuró con voz ahogada.

Anarka pasó saliva con dificultad y Luka sonrió tomando la mano de Marinette, haciendo un gesto con la cabeza para invitarla a moverse.

Louis cerró sus brazos en torno al cuerpo de su esposa mientras ella se aferró a la espalda de aquel viejo tritón como si no existiera nadie más en el mundo, y aunque primero fueron las lágrimas las que protagonizaron aquel reencuentro, pronto Louis tomó a su esposa para llevarla a postura de baile y comenzar a moverse por la proa del Liberty, haciéndola reír a carcajadas, en parte por el nerviosismo, en parte por la emoción, demasiadas emociones cerca unas de otras que se juntaban en una catarsis que incluía llanto, incluía carcajadas, incluía pucheros y reclamos.

Porque Anarka sabía perfectamente cómo bailar al ritmo de sus sueños, del oleaje, del corazón de su esposo. Porque Louis no había dejado de soñar un solo día con volver a los brazos de aquella mujer que lo había llamado el amor de su vida. Porque nunca debieron estar separados, ni en ese ni en ningún otro mundo, y ahora que estaban de nuevo reunidos, no planeaban volver a separarse jamás.

Luka suspiró con una sonrisa radiante al ver a sus padres bailando lado a lado, y Marinette dudó mucho antes de hacer un comentario, puesto que sabía que podía, en cualquier momento, quebrantar la quietud de aquel encuentro, pero no podía callarse aquella sospecha.

—Así que es de familia —murmuró acercándose al oído de su prometido antes de besar su mejilla y conseguir una mirada dulce por parte del muchacho.

—¿Qué cosa?

—Esto de ser un romántico que baila de la nada cuando se está contento. Jule y Rose también lo hacen —confesó mientras Luka se posaba tras ella, abrazándose a su cintura y recargando la barbilla sobre el hombro de la sirena, disfrutando ambos de ver a Louis y Anarka bailando y sonriendo como dos adolescentes enamorados en su primera cita. —Gracias —murmuró al final.

—¿Por qué? —Inquirió el tritón mirándola confundido por la sinceridad y el sentimiento con que su musa había dicho aquellas palabras.

—Por permitirme ser parte de esto —respondió la chica limpiándose las mejillas en un gesto inocente antes de encarar a Luka y poner las manos alrededor de su cuello, bamboleándose también en su espacio, consiguiendo que el muchacho le siguiera la corriente unos minutos antes de besar su boca dulcemente.

Sin embargo, cuando rompieron aquel contacto, sus miradas se habían convertido en un gesto feroz, Marinette asintió una vez y Luka miró a sus padres sin atreverse a despedirse, sabiendo que, de todos modos, volvería al atardecer. Por ahora debían ir a la caverna de los nombres, donde Kagami ya los esperaba lado a lado con Adrien.

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El rubio estaba pasmado frente a la marca de su madre, sintiendo que el nombre parecía brillar en la oscuridad, preguntándose por qué Kagami lo había llevado hasta ahí. La princesa le sonrió ofreciéndole una piedra y Adrien pareció saber qué hacer en ese momento, puesto que, en el espacio vacío al lado de la marca de Emilie, él dibujó la silueta de una tortuga y luego escribió su nombre dentro, el único nombre escrito en ese muro con una lengua romance y no un idioma antiguo lleno de magia y secretos.

Y justo cuando el muchacho regresó la piedra a la princesa, Marinette y Luka emergieron del túnel que conducía a la caverna, Marinette dando una bocanada de aire y torciendo el gesto en una mueca de dolor mientras Luka la empujaba fuera del agua, sosteniéndola por la cintura para ayudarla a salir más rápido.

—¿Estás bien? —Exclamó el tritón cuando la chica se sujetó de sus hombros y sonrió divertida, asintiendo mientras tosía ligeramente.

—Me faltó tomar aire —anunció con la voz entrecortada —, pero ya sé cómo hacer para el regreso, descuida.

—Gracias por venir —murmuró Kagami antes de abrazar a Marinette y quedarse ahí unos minutos, disfrutando de la calma de saberse a salvo.

Luka se dirigió en silencio hacia el lugar en el que había grabado su nombre y descubrió que la roca en que había estado el nombre de Meredith ahora estaba lisa, casi parecía pulida, pero un brillo verde esmeralda cubría los bordes.

—El hechizo de Lila sigue incompleto —murmuró el capitán antes de volver el rostro hacia Kagami y Marinette, que ya caminaban hacia él tomadas de la mano. —¿Se puede revertir?

—Desafortunadamente —inició la princesa mirando a su hermana menor —, es magia de sangre, magia negra del océano. Se pagó con sangre para realizar el conjuro. No creo que podamos deshacerlo fácilmente.

—Lila debió saber que lo intentaríamos —murmuró Marinette acercándose y percatándose del hechizo, recordando todas las lecciones que había tomado con Kagami y Tomoe en los últimos meses, desde que había descubierto su naturaleza como sirena. —Los destellos verdes no son otra cosa, es un hechizo de rastreo. Es como si Lila hubiese esperado que viniéramos a tratar de deshacer el hechizo.

—¿Qué sugieren entonces?

—Marinette está a salvo en la superficie —prometió Adrien acercándose a ellos, asintiendo una vez antes de mirar a Kagami. —Mi padre ha puesto todas las protecciones necesarias para que Lila no pueda poner un pie en Les Cavaliers por ningún lado. Al menos en la superficie no puede permanecer.

—Es una ventaja —murmuró Luka pensativo, triste. —Pero Marinette no puede permanecer mucho tiempo lejos del mar, su piel, su cuerpo, algo le pasa.

—Me pica la piel, y me salen erupciones —admitió la chica mostrando sus antebrazos, donde no había nada.

Tanto ella como Luka se quedaron callados un segundo, mirando aquellos espacios.

—Pensé que sólo había aliviado la comezón... —admitió Luka acercándose para acariciar la piel de su prometida y sonreírle de medio lado.

—Parece que el océano también alivió las ronchas.

—Puede darse baños de sal, pero ¿será suficiente?

—De momento, tendremos que hacer que lo sea —sentenció Luka pensativo, mirando a su musa con un gesto de tristeza.

—Puedo dar lecciones de surf a los bañistas —sugirió Marinette divertida, aplaudiendo una vez con fuerzas y mirando a sus amigos. —Iniciar con la teoría en la playa y luego pasar a la práctica.

—Si lo hace pocas horas —coincidió Adrien sonriendo también —, puedo estar con ella como auxiliar, y así tener a la mano la espada, estaría bien protegida cuando tengas que ausentarte —dijo mirando a Luka con un gesto solemne —, sé que los entrenamientos con el capitán serán por las tardes, así que puedo cuidar a Marinette en esos momentos.

—En todo caso, Alya también está al tanto.

—No —sentenció la peliazul retrocediendo un paso. —No quiero que se pongan en peligro por mi culpa, no soportaría verlos heridos si están tratando de defenderme.

—Mari, cielo —llamó Luka abrazándola por los hombros y besándole la sien. —Entiende que nos vamos a preocupar por ti como tú te has preocupado por nosotros.

—Además, si no quieres mi compañía para suplir a tu guardián —llamó Adrien divertido —, lo acepto, pero no puedes negarme mi derecho como embajador de la playa, ahora que he tomado el lugar de mi padre en el océano, es mi obligación proteger a las personas. Ahora tú eres una persona de Les Cavalierse, te guste o no.

Marinette sonrió con los ojos anegados y asintió una vez —Gracias —murmuró luchando contra el nudo en la garganta.