(Love and war – Fleurie)

Luka estaba agachado frente a la reina mientras los murmullos iban en aumento, un par de tritones de la guardia atendían las heridas de Tomoe mientras ella recargaba el rostro en una mano, agobiada en su trono.

Luka había guardado silencio, esperando un momento prudente para hablar, sin embargo, fue la reina ciega la que alzó el rostro en dirección a su aspirante a capitán, suspirando pesado antes de mirarle con curiosidad.

—¿En qué momento, Luka Couffaine?

No es como si Luka necesitara mayor explicación, por supuesto comprendía que la reina se refería a la magia de la luna, a la manera fiera en la que había recubierto los filos de sus espadas antes de atacar a Emily, ese requerimiento que Tomoe había defendido ferozmente para poder elegir a un candidato a capitán, esa característica que él no había presentado durante años.

El muchacho se enderezó con aires solemnes mientras los murmullos frenaban a su alrededor y la sala parecía llenarse de estática y tensión.

—En el momento en que su hija fue ultrajada por el hechizo de la bruja —informó con voz poderosa, percatándose de que, de nuevo, la presencia de Marinette había desaparecido del océano, como si hubiera salido o hubiese desaparecido.

—¿Por qué no lo dijiste?

Luka respiró profundo, tratando de organizar mejor su respuesta para ello.

—Quería mantener la ventaja de la ignorancia. Si nadie más lo sabía, no había manera de que Lila lo supiera, y cuando la tuviera de frente no sabría por qué lado había sido golpeada.

Las miradas pasaron de Luka hacia la reina, quien asintió en medio de un suspiro pesado, preguntándose como había cambiado tanto, no sólo el muchacho frente a ella, sino toda la situación que estaban viviendo.

El mundo entero se le venía abajo y ella apenas y podía respirar...

Respirar.

¿Cuándo había sido la última vez que la reina ciega había pisado la superficie terrestre?

Ella no sabía qué hacer. No entendía cómo era posible que la reina más sabia y poderosa de todos los tiempos ahora parecía estar absolutamente perdida, no entendía cómo era posible que aquello escapara a su control como el agua escurriendo entre sus dedos, pero respiró profundo aceptando aquella sensación de ser el más diminuto grano de arena en medio de todo el océano.

—Ve ante Fu —murmuró la reina sin ánimos ni energía —, que inicien tu entrenamiento para...

—Alteza, con todo respeto —inició el muchacho avanzando un poco —, su hija ha entrado al agua, como su guardián creo que es importante buscarla y...

—Luka —cortó la reina fríamente —, ¿sientes a mi hija en el agua en este momento?

—No, alteza, pero...

—Entonces acata la orden que te he dado.

—Alteza —llamó Luka bajando la voz mientras el agua a su alrededor comenzaba a sentirse densa, pesada —, Marinette ha desaparecido en dirección al noreste y...

—¡Luka Couffaine! —exclamó la reina poniéndose de pie y haciendo a todos retroceder un poco, a todos menos al aludido, quien alzó la barbilla en un gesto déspota y desafiante —No te lo estoy diciendo como reina o como hechicera, te lo pido como madre —todo. Se habría esperado todo menos aquello, sus hombros cayeron y su expresión se contrajo por la sorpresa mientras Tomoe se sentaba de nuevo, sintiendo que se le levantaban las escamas cercanas a sus heridas —. Sé en qué dirección desapareció mi hija, no te necesito persiguiendo a alguien que está a salvo, te necesito preparándote para que ella permanezca así, a salvo. ¿Entiendes?

Silencio, Luka guardó silencio unos segundos antes de asentir y bajar la cabeza, avergonzado de sus actitudes y sus actos.

—Sí, alteza, lo entiendo.

—Retírate —ordenó despectiva mientras Kagami nadaba hacia ella, con un peto metálico ceñido a su cuerpo, con la espada colocada en el costado y los guanteletes en el cinturón, una princesa preparada para la guerra —, te llamaré si surge algo —prometió al final mientras Kagami se arrodillaba a su costado, con ambas manos puestas en el brazo del trono a la espera de su siguiente indicación.

—Alteza —murmuró el muchacho haciendo una reverencia, tocando su corazón con las puntas de los dedos antes de darse la vuelta y salir de ahí.


30.-La verdad tras las espadas

Mu Bug Moon: Tarde pero sin sueño te traigo otra actualización. Me encanta que atraparas al vuelo todas las referencias de Emilie, quise ser clara al respecto, pero me preguntaba si lo iban a notar, me hace feliz. Su aparición y la de Louis son cosas que había estado planeando desde el capítulo cuatro o cinco, donde menciono que habían desaparecido. Aunque lo de Louis lo tenía claro (todo esto de ser esclavo de Lila y demás), todavía tengo mis dudas respecto a Emilie, a ver qué se me ocurre, de verdad no he podido tomar una sola decisión decente. Y mientras en el canon no den más información, me encuentro paralizada. Quiero hacer más escenas de Luka y Louis entrenando, espero la guerra me dé tiempo para ello. Gracias por leer y por los comentarios, yo insisto, me dan vida para seguir escribiendo. Nos leemos pronto

Sonrais777: Juro que ni yo sé qué está pasando jajajaja

RubyMoon Li: Perdón, juro que no es mi intensión, todavía no sé qué va a pasar con Emilie, no quiero averiguarlo jajajja cuando hablaba de no alargar el sufrimiento me refería a revelar información, pero créeme cuando te digo que yo también estoy sufriendo jajajajjaa ahora estoy perdida, no sé qué hacer con Emilie, pero estoy segura de que lograré mantener la historia de calidad como hasta ahora. Gracias por leerme

ClauSan23: Me hace muy feliz saber que te gustaran mis historias, la verdad es que me esfuerzo mucho para que tengan sentido y sigan siendo buenas, las sirenas me encantan, hace tiempo escribí un fic Romanogers de sirenas también entonces más o menos traía noción, pero no quería dejar un solo cabo suelto. Sé que me he tardado mucho en actualizar y demás, pero de verdad quiero que valga la pena leer cada historia mía, pronto tendrán noticias.

Watashi-sama: Gracias de verdad por el comentario. De esta historia la verdad había cosas planeadas desde el principio, gracias a Marianne E y sus miles de teorías al momento de leerme. En confesiones ha sido difícil atar cabos sueltos porque es una historia muy larga, pero todavía da para otras dos temporadas en cuanto termine el torneo jaja, honestamente espero ponerme a ello pronto y mantener la calidad a la altura de las expectativas.

Tete2021: Justo ahora, disfruta la actualización, quiero imaginar que te gusta la historia, gracias por leerme y por el comentario jajaja me meto presión para seguir.

Manu: perdón, no leí tus comentarios en cuanto sentí la alerta de spoiler, otra vez no voy al corriente con los capítulos nuevos, me pondré a ello en cuanto la escuela y el trabajo me den chance, sorry.

Marianne E: Linda, juro que voy por el capítulo 3 de Inuyasha jajajja definitivamente quiero saber qué pasó con Segunda oportunidad en algún momento, por lo pronto por favor no me vayas a matar después de tanto, juro que no es mi intensión pero la historia se me sale de las manos, te juro que los personajes ya hacen lo que quieren. Love u!


Marinette miraba la inmensidad del océano.

Agua para todos lados, para donde mirase.

No había más a su alrededor que ese color profundo y oscuro que había comenzado a agobiarla desde el momento en que había perdido el rumbo. La voz se había esfumado, aquel canto ancestral no estaba más a su alrededor y ella se encontraba perdida y a la deriva, preguntándose cómo demonios saldría de aquella.

—Háblame —pidió con voz trémula, recostada en la tabla mientras sostenía el remo sobre sí misma, proyectando una sombra sobre su rostro ahora que se había quedado quieta —. Háblame —suplicó al océano sin ser consciente de que el agua estaba en perfecta quietud, como un espejo pulido capturando y reflejando los destellos del sol de regreso al firmamento —. No me dejes aquí... —murmuró una última vez mientras una lágrima se deslizaba por el rabillo del ojo y ella sentía que desfallecería por el calor y la tristeza.

Aquella lágrima nunca llegaría al mar, cuando ella se abrazara al remo, de costado en la tabla, cuando ella sintiera que su mundo terminaba de desmoronarse y no habría nadie que pudiera rescatarla, cuando estuviera segura de que había perdido hasta el último gramo de esperanza, entonces su súplica sería escuchada, pero no por el mar, ni por la dueña de aquella aria inmortal que había sido cantada para ella y para cada estrella de la historia del arrecife.

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(Become the beast – Kaerline)

Tres kilómetros y medio no eran la gran cosa, caminar tres kilómetros tampoco era una proeza legendaria, una persona que no tuviese el hábito, tardaría como mucho una hora en recorrerlos...

No ella.

No la bruja del mar.

No Lila que jamás en su vida había caminado tanto.

Sus pies descalzos sangraban a cada paso, las ampollas habían reventado y ahora lanzaban llamaradas de dolor a su cerebro, exigiendo que se detuviera inmediatamente.

No, ella seguía avanzando, un paso a la vez, planeando su venganza, haría que Meredith pagara por cada gota de sangre desperdiciada, se cobraría con la sangre de la princesa cada mililitro de aquel precioso líquido que había perdido.

Porque la bruja del mar había tenido que caminar por el borde de la playa hasta salir de Les Cavaliers para poder volver a entrar al mar, porque los benditos hijos de la playa (el embajador de la playa) había puesto un hechizo tan poderoso que ella no podría entrar al agua por ningún lugar de Les Cavaliers mientras la princesa perdida estuviese en el agua, porque ese mismo hechizo la había mantenido encerrada en el océano y le había impedido salir a buscar a Meredith para cobrar con sangre el hechizo que había impuesto en ella durante el baile del solsticio.

Ya pensaba en cada uno de los hechizos que recitaría, ya pensaba en las maldiciones que impondría a los hijos de la playa, ya pensaba en cuál sería su venganza una vez que el vínculo de magia estuviera afianzado.

Pero primero necesitaba la sangre de Meredith, necesitaba sellar en sí misma la magia de esa princesa perdida para poder poner en marcha su plan.

Cum minimal damnum pretium est in sanguinem —musitó la bruja mientras las huellas dejadas a su paso con la sangre hervían hasta convertirse en charcos ennegrecidos y densos como el chapopote, mezclándose con la arena humedecida y convirtiéndose en algo vivo, retorciéndose sobre sí mismo hasta que terminaba de consumirse.

La mano de la hechicera estaba extendida hacia el costado, recargándose en la barrera mágica que le impedía sumergirse en el océano, recargaba en ella todo el peso de su cuerpo mientras daba otro paso, sintiendo que la presión de regreso iba y venía en la misma medida en la que el mar se acercaba contra la orilla.

Dos horas.

Había estado caminando durante dos horas, arrastrando los pies y tropezando de vez en cuando ahora que el cansancio la había vencido, maldiciéndose internamente por haber sido tan estúpida como para caer en una trampa improvisada por dos hijos de la playa y dos mestizos, maldiciéndose mientras las conchas rotas se encajaban en la piel de sus pies agravando las heridas y el sol amenazaba con besar el horizonte.

Dio un traspié hacia el costado cuando el sol comenzó a ocultarse tras el borde del mar, la barrera se había esfumado, había salido de Les Cavaliers.

Su respiración se agitó, lo mismo que el oleaje cercano, la chica miraba con rabia el agua sintiendo que comenzaba a temblar por la sed de venganza que la consumía desde dentro en ese instante.

Avanzó un paso con muchísima dificultad mientras el mar se acercaba a ella, rompiendo cerca y bañándole la piel.

El escozor la hizo ahogar un grito, le ardía la piel, le ardía la carne viva puesta al agua salada, y en cuanto sintió que se acostumbraba un poco a la sensación de que la piel se abría, dio el siguiente paso, metiéndose al agua.

Sólo necesitaba transformarse, sólo necesitaba volver a convertirse en lo que era para regresar a su escondite, le tomaría poco tiempo sanar, recuperarse del derroche de magia que había exigido su huida desesperada, y encontrar a la princesa perdida sería pan comido, después de todo, la estrella de Meredith brillaba en su piel mientras ella conjuraba la magia para recuperar su verdadera forma mientras se adentraba hacia el mar, cada vez más oscurecido por la partida del sol.

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Luka se llevó una mano al costado de la cabeza, a las trenzas apretadas que todavía mantenían su forma a pesar de su falta de experiencia. No pudo evitarlo, sonreír dulcemente en medio de la amargura que estaban viviendo mientras su mente volaba hacia las manos de Marinette, una noche en su hogar mientras ella le hacía aquellas trenzas y le dedicaba palabras dulces.

Eres un guardián maravilloso, Luka, que nadie te cuente lo contrario.

Luka respiró profundo, cerrando los ojos, componiendo un gesto de dolor mientras evocaba las manos de Marinette, la forma dulce en que sus dedos se le enredaban entre los cabellos mientras ella seguía seccionando los mechones que peinaría, dándole con aquellas caricias algunos escalofríos y ayudándolo a relajarse.

¿De verdad ya había pasado casi un año?

El rostro de Luka se contrajo en una mueca de dolor, recordaba el rostro de Marinette la primera vez que la vio. Recordaba la risa ligera que tenía aquella extraña que observaba a los surfistas desde la orilla, junto a su hermana. Recordaba el hecho de que incluso Juleka parecía más luminosa estando al lado de aquella extranjera, no porque Rose no la hiciera brillar, sino como si Marinette le contagiara con su magia.

Recordaba aquella primera descarga de electricidad que se dieron al sostenerse la mano, la sensación apremiante de romper el contacto antes de hacerse daño sumada a la necesidad de mandar al carajo la distancia y percatarse de que ella misma parecía querer ignorar su instinto de supervivencia para aceptar el apretón que Luka le ofrecía.

Supo que estaba perdido en el momento en que sus labios encontraron un sitio contra la mejilla de aquella extraña, supo que su vida le pertenecía cuando le robó aquel beso en medio de la noche, supo que era adicto cuando la escuchó por primera vez gemir su nombre...

Y supo que no podía volver a vivir sin ella cuando despertó a su lado, temprano en la madrugada mientras sus amigos llegaban a tropezones luego de la primera fiesta, de la primera luna, haciendo ruidos discretos, callándose entre ellos para no molestar a Marinette, para no despertarla. En el momento en que despertó con la chica acurrucada contra su pecho, respirando ligeramente, con esa expresión de serenidad y el atisbo de una sonrisa, supo que no pasaría a partir de ese momento un solo segundo de su vida que no le perteneciera a la joven princesa, que en ese entonces no sabía que lo era.

Tal vez lo que más le dolió fue la segunda fiesta, la luna llena, ese momento en el que charlaban en la terraza mientras él trataba de alejarla aun cuando su corazón parecía romperse en mil pedazos. Ni siquiera saber que él podía no ser solicitado como capitán había dolido tanto como la idea de no volver a ver a Marinette, porque, incluso si los separaban, él podría haberla servido con su vida y permanecer a su lado.

Abrió los ojos alejando ese pensamiento, mientras sentía el agua cambiando a su alrededor. La entrada de Fu a la arena de entrenamientos.

Luka Couffaine había sido llamado por el océano cuatro años atrás, a sus diecisiete años había recibido los primeros regalos de la luna: El entendimiento de las emociones de los seres vivos, poder hablar con sus iguales a través del mar y el control sobre la marea, aunque este último prefería dejarlo rezagado y sin entrenar, ahora veía la importancia de conocer y manejar el mar. Después de todo, esa habilidad era la que le había permitido advertir a la reina del reingreso de Lila al océano, la dirección en la que Marinette había avanzado, y poder atacar a Emilie sin ser descubierto puesto que había ocultado su presencia de otros en el mar.

—Joven Raya —llamó Fu con una sonrisa amable mientras Wayzz nadaba cerca de ellos, seguido por otro guardián, por otro kwami que sonreía pacíficamente —, incluso para mí ha sido difícil detectar tu presencia. De saber que ya estabas aquí, habría llegado antes.

—Discúlpeme, maestro —murmuró Luka haciendo una pronunciada reverencia antes de sonreírle al guardián del arrecife —. Necesitaba pensar en soledad un momento.

—Te preocupa la pequeña estrella —murmuró Fu quitándose el sombrero y dándole la espalda a Luka mientras miraba su espada, dispuesta sobre la mesa de armas cerca de ellos.

—No dejo de pensar en ella.

—Están muy enamorados —aventuró el mayor mirando de reojo a su pupilo, percatándose de que Luka suspiraba y asentía con un gesto de tristeza mientras su mano volvía a dirigirse hacia las trenzas en su cabello —. Posiblemente son los más enamorados en la historia de las estrellas.

Luka le miró, confundido ante aquellas palabras, pero esperó pacientemente mientras el viejo terminaba de preparar las armas y le encaraba.

Ninguno dijo nada cuando Fu cambió de forma, de nuevo las aletas y el caparazón desaparecieron y Luka comprendió, tal vez por primera vez, que Fu parecía más una mantarraya que una tortuga ahora, aunque él mismo jamás había visto tritón o sirena con aquella forma.

Para sorpresa del más joven, un tatuaje apareció en el pecho de Fu, una mantarraya rodeando una estrella.

Definitivamente no era como la estrella de Marinette, no lo era, pero era una estrella que había visto en sus lecciones, en su entrenamiento como capitán de la guardia, en los libros de Gabriel en la casa Agreste, en las catacumbas...

No podía hablar, para estar rodeado de agua, se le había secado la boca, no podía más que esperar a que su maestro hablara.

—Comenzaremos con los conjuros —anunció Fu distraído.

—Con todo respeto, maestro —cortó Luka haciendo otra reverencia y permaneciendo ahí para continuar con su discurso —, puedo hacerlo sin los conjuros.

Fu guardó silencio unos segundos, mirando a Luka con curiosidad mientras Wayzz intercambiaba palabras con el otro kwami y sonreían con tranquilidad.

—Veamos qué tan diestro eres —pidió Fu con un gesto amable antes de tomar su espada y adoptar su primera postura de batalla —¡Escudos! —gritó atacando a Luka de lleno.

El tritón apenas tuvo tempo suficiente de desenvainar ambas espadas y cruzarlas en una equis frente a él, la hoja de Fu ni siquiera lo tocó, se quedó a diez centímetros del tritón antes de sentir el latigazo hacia atrás, obligándole a replantear la estrategia.

—¡Desvíos! —volvió a gritar la vieja tortuga mientras su pupilo recibía el ataque frontal.

Esta vez, la hoja de Fu sí coalicionó contra la de Luka, pero el muchacho giró sobre sí mismo jalando las espadas, y Fu salió disparado hacia el frente puesto que las hojas se habían quedado pegadas y Luka había aprovechado eso para lanzarle lejos.

—¡Descargas! —ordenó el maestro mientras Luka adoptaba aquella postura que había heredado de su padre, pero que había perfeccionado con el paso de los años.

Fue turno de Luka para atacar, golpeando con la propia la espada de Fu, y liberando una descarga eléctrica que lanzó al tritón un par de metros lejos de ellos. Luka levantó la guardia, sostuvo ambas espadas mientras la adrenalina corría por su cuerpo, sabía perfectamente que debía cuidarse de Fu, después de todo, era la tortuga más longeva del arrecife, si alguien tenía trucos guardados bajo la manga, ese era él.

Ambos tritones se lanzaron al encuentro del otro, las espadas soltaron chispas, los hechizos no se hicieron esperar por parte del más joven, y aunque estaba perfectamente claro en que no debía confiarse, por supuesto le tomó por sorpresa darse cuenta de que también su maestro conjuraba la magia a través de las espadas sin decir hechizo alguno.

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Emergió en la distancia. Su cabello negro flotaba alrededor de ella como una mancha de petróleo extendiéndose en el océano, un peligro inminente para aquella criatura indefensa que flotaba a la deriva en medio de un océano en quietud. Sus ojos azules sólo podían compararse con los de aquella chica ingenua e indefensa que flotaba a la deriva, náufraga de sueños, ilusiones y magia. Vacía de poder.

Emergió un poco más hasta que sólo la punta de su nariz estuvo oculta, preguntándose si sería vista por aquella chica que yacía de lado sobre una tabla de surf, aferrada con ambas manos al remo que la había llevado lejos de la costa y hacia su perdición.

Por debajo del agua podían ver su sonrisa, hileras e hileras de colmillos afilados mientras en su espalda se erguía una aleta dorsal plateada y brillante, si nadaba lo suficientemente cerca de la orilla, la gente podría confundirla con un tiburón, aunque estaban lejos de negar que ella lo fuera.

Admiró a Marinette tendida en la tabla, preguntándose cuánto tiempo pasaría antes de que la desesperación se apoderase de ella. Si un animal más grande la veía (aunque las ballenas y otros tiburones no solían meterse en sus aguas sin su permiso o sin el permiso de su maestra), podrían comérsela de un bocado. Entonces ¿por qué nadie había hecho por acercarse?

Ella misma se encargaría de esto, hundió el rostro en el agua permitiendo que su aleta emergiera a la superficie y se acercó lentamente, podía escuchar la música de fondo, aquellos acordes menores que anunciaban su presencia y que servían como emisarios de las malas noticias, música de funeral para los incautos que quedaban a su merced.

La devoraría sin importar quién fuera.

No entendía por qué una humana había llegado tan lejos en una tabla. No sabía cómo era posible que hubiese logrado dar con un lugar sagrado aún en contra de las mareas, las barreras y las protecciones impuestas por su maestra. Ella era la última barrera, el último filtro que un intruso debía enfrentar si alguien lograba entrar a tierra santa, y así como antes había llevado a miles a su perdición, al naufragio, a la muerte, aquella sirena del arrecife, aquella tiburón tigre, se encargaría de terminar con la vida de aquella princesa náufraga sin preguntar raza, edad, religión ni procedencia. Porque nadie podía llegar hasta su maestra. O todo se iría al carajo.

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Tomoe llegó hasta las celdas en donde tenían presa a Emilie.

La sirena rubia tenía puesto un bozal cubriendo su boca y la mitad del rostro, sus manos estaban atadas a la pared y ella se sentaba sobre su aleta doblada, con el gesto vuelto al piso y los ojos cerrados.

Por supuesto, notó la llegada de la reina, Emilie también había recibido la habilidad de manejar al mar, al océano. Jamás al nivel en el que Luka lo había conseguido, pero lo suficiente para saber quién era quien se acercaba a ella.

Ni siquiera se inmutó, permaneció quieta en su sitio mientras Tomoe ingresaba en la celda y se quitaba los vendajes, dedicándole una mirada fría y déspota a la mujer que había sido su aliada y su amiga, aquella sirena con la que había bromeado respecto a casar a su hija con el de ella, a la única que nunca bajó la cabeza frente a su reina por la obligación del protocolo, sino porque el respeto y el amor que sentía por Tomoe era profundo y era genuino.

—Ahora me vas a decir por qué lo hiciste —inició fríamente la reina mientras Emilie levantaba la cabeza con desgano, dedicándole una mirada cansada a la mujer que había sido su amiga.