(I'm dangerous – The EverLove)

Las escamas de Luka lanzaban destellos verdes cada pocos segundos, testigos de la magia presente en su piel, el uniforme de capitán se había esfumado, su aleta había cambiado, parecía ahora más una serpiente que un tritón, pero los soldados de la guardia apenas podían prestar atención a los cambios sutiles (a la espada nueva en su espalda además de la que blandía, en los tonos verde olivo de las escamas que habían brotado en torno a sus ojos, en los colmillos afilados que asomaban a los costados de su boca cada vez que Luka profería un grito y atestaba un golpe de su espada), la guardia de las catacumbas seguía abriéndose paso al ras de la arena, y los guardias del palacio hacían su mejor esfuerzo para neutralizarlos, ganando algunos centímetros de ventaja cada vez.

Louis les había dicho que, si podían llegar hasta la puerta de entrada, contenerlos sería más sencillo todavía, aquello serviría como un embudo ya que ellos no podían levantar los trajes más allá de las vallas que rodeaban el palacio.

Rayos color esmeralda que salían disparados en dirección al capitán de la guardia, Lila atacando con sus conjuros de magia negra haciendo que chispas saltaran en lo profundo del mar, cegando momentáneamente a los guardias que luchaban al filo de la arena, hechizos interceptados por la espada de Luka, quien contenía los conjuros en el metal de su arma y los redirigía hacia su cuerpo, acumulando cada vez más energía en sus escamas.

Lila ya lo había notado, y los conjuros que lanzaba eran cada vez menos efectivos. Temía una represalia, temía darse cuenta de que el capitán de la guardia podía usar contra ella su poder, necesitaba trazar una estrategia para debilitarlo de nuevo.

Tomó a su anguila en un movimiento rápido, convirtiéndola en una espada que usó para detener el filo del arma de Luka.

Le costó mucho frenar el ataque del capitán. El tritón era, por mucho, más fuerte que ella, y se preguntaba si se debería al conjuro que había realizado al llamar a Sass.

Había escuchado de ellos alguna vez, leyendas, mitos de antaño dichos a media voz para no molestar a los dioses, criaturas legendarias que servían como guías a las sirenas más especiales en la historia, aquellas que merecían guía, que eran elegidos favoritos de la diosa Luna.

Luka retrocedió al ver el contrataque de Lila, una estocada diagonal planeada para rebanarle la garganta, un movimiento desesperado que los obligó a poner distancia de por medio una vez más, mirarse a los ojos y preguntarse cómo salir de aquello.

Y entonces vio el destello perlado colgando en el lóbulo del muchacho.

Ese colmillo de tiburón que habían extraído de su pierna tantos años atrás.

—¿Sabes que era de Emilie?

Las palabras que Lila pronunció las dijo con tal suavidad que Luka dudó por un segundo, retrocediendo, abriendo su guardia...

Lila atacó, una mano blandió la espada, la otra lanzó un hechizo, pero Luka recibió ambas con una sonrisa déspota.

Estaba harto de ella, de ella y de todas las palabras que había recibido durante su combate.

Marinette es hija de tiburones, tu padre es el traidor que todos dicen, mataríamos a tu madre en la superficie de no ser por los hijos de la playa.

Estaba cansado de ella.

Y eso lo hacía peligroso...

Así que recibió el hechizo de lleno en el pecho preparado para responder.

La mano que antes había sostenido su espada ahora se encontraba vacía, y eso le permitió tomar la muñeca de Lila, detener el ataque físico de aquella bruja y, al mismo tiempo, mantenerla cerca para poder hacer su siguiente movimiento, puesto que en cuanto el hechizo de la bruja le tocó el pecho, todas las escamas que habían contenido alguna iridiscencia reaccionaron, reflectando y potenciando el ataque que Luka había recibido y regresándoselo a su autora multiplicado diez veces mientras el portador exclamaba a todo volumen: —¡Seconde chance!


32.-La decisión más difícil

Ruby Moon Li: Pasan muchas cosas con Emily jajaja Ya tengo que empezar a desenmarañar todo este relajo, a ver que sale de aquí en delante. Me ausenté más tiempo del que creía me iría, pero espero volver con el mismo ritmo que tenía antes y mantener la historia a la altura. Gracias por seguir leyendo.

Mu Bug Moon: Lamento muchísimo la demora jajaja han sido días raros y no había tenido cabeza para sentarme a escribir, espero pronto recuperar el ritmo y poder volver a publicar con regularidad.

Sonrais777: ¡Muerte a la bruja! Jajaja no la tolero, perdón, he vuelto, lamento la ausencia, esperemos recuperar el ritmo.

Manu: No he visto toda la T4 de Miraculous, pero por lo poco que he visto y por cómo han forzado el cuadro, no creo que el Lukanette tenga esperanzas de nada. A ver qué surge a continuación.


Marinette se permitió sentir alivio un poco más, llorar le había servido para deshacerse de aquellas emociones adheridas a lo profundo de su corazón, bullendo y amenazando con ahogarla a la menor provocación. Luego de haber metido el rostro al agua varias veces (un accidente dado que se recostaba de costado a lomos de aquel tiburón peregrino y éste se sumergía, obligándola a enderezarse y toser el agua que le había entrado a la boca y a la nariz), se sentía cada vez un poco mejor, preguntándose si de verdad su sufrimiento sería para tanto o si sólo era una Alicia cualquiera, llorando en la habitación del picaporte.

Estaba en medio de la nada, a metros de una isla perdida, sentada en el lomo de un tiburón peregrino y con una sirena león marino nadando en círculos alrededor de ella, estirando los músculos luego de tanta tensión.

Estaba en medio de la nada, despojada de su magia gracias a la mordida que un tiburón le había dado en la pierna. Estaba en medio de la nada, lejos de su madre y de su pueblo, sin poder hacer nada por ayudarlos, luego de haberle dado a Lila la única gota de sangre que necesitaba para consolidar su hechizo y usurpar su lugar.

Luka... ¿Cómo lo estaría pasando su Luka?

Ahogó un grito por la sorpresa.

Marinette ahogó un grito y cayó al agua por el aspaviento que hizo al ver al escualo sacar la cabeza a la superficie, agitándola de un lado al otro mientras volvía a lucir humana.

Las manos de Jeanette ayudaron a la princesa a salir a flote y a subir de nuevo al tiburón peregrino.

Dientes, piel gris, cabellos negros, ojos oscuros, la metamorfosis fue extraña al principio, una confusión entre piel de escualo y facciones humanas, y luego aquella chica, de cabellos negros como la noche, le dedicó una mirada de reproche a Marinette, como si quisiera matarla sólo con los ojos.

Marinette vio sorprendida cómo los ojos oscuros de aquella chica cambiaban hasta revelar un azul tan profundo como la propia mirada. La princesa pasó saliva con dificultad por el reproche implícito, moviendo lentamente una mano hacia el costado, en busca de su remo.

Se sorprendió mucho (ambas se sorprendieron mucho) cuando la misma Jeanette le entregó el remo con una sonrisa inocente.

—Marinette de la ciudad de coral —canturreó Jeanette sonriendo para ambas sirenas —, esta es Colette de las profundidades.

Aquel nombre tintineó en los oídos de Marinette un segundo más, como si lo conociera, como si lo hubiera escuchado antes, pero no podía recordar de dónde.

—Colette...

—¿De dónde conoces a Luka Couffaine? —espetó la pelinegra mirando a Marinette, interrumpiendo a Jeanette sin remordimiento, emergiendo hasta la cintura y consiguiendo que la princesa se encogiera en su sitio, amedrentada.

—Pues yo —murmuró Marinette insegura, encogiéndose de hombros y mordiéndose la mejilla.

—Colette de las profundidades —continuó Jeanette con una sonrisa radiante, como si ya se esperara un comportamiento así por parte de la sirena —, te presento a Marinette, princesa de las ciudades de Coral, heredera a la biblioteca de las catacumbas y prometida del capitán de la guardia real.

Pues sí. Marinette reaccionó en ese momento, recordándose quién era y qué hacía ahí.

—Luka Couffaine es mi prometido —soltó recuperando su seguridad y mirando a Colette con cierto aire de desprecio —, y yo soy la estrella perdida.

Silencio primero, un silencio largo y tendido, incómodo mientras la brisa suave acariciaba la piel de las tres sirenas. Jeanette miraba con atención a ambas chicas, preguntándose cuál sería el siguiente movimiento y quién lo haría, así que, por supuesto, le tomó por sorpresa cuando Colette rompió en carcajadas en lugar de seguir con su ataque.

Tuvo que sumergirse y sostener su estómago, las carcajadas no paraban, y durante un rato Marinette no supo qué hacer, dedicándole miradas de reojo a Jeanette en espera de una respuesta.

—Ok, ok —soltó Colette emergiendo hasta la superficie —, ya estuvo bien la broma, Jeanny. ¿Estrella perdida? Lo creo, princesa tal vez, le falta ser más creída. Pero, ¿prometida de Luka Couffaine?

Una nueva ronda de carcajadas y Marinette, exasperada, tomó su remo y saltó al agua, nadando hacia la isla creyendo que Colette estaría entretenida tiempo suficiente burlándose como para que ella llegase a la superficie.

No.

Colette la interceptó en un parpadeo, cerrándole el paso con una mirada feroz y con una expresión que contenía en sí misma una amenaza contra la joven princesa.

—No sé tú —espetó Marinette mirando a Colette con una determinación que hizo dudar a la sirena —, pero yo tengo la firme tarea de salvar a mi hogar, tal vez tanto como tú pretendes defender al tuyo, además...

Pero no pudo terminar su frase.

El aria, la misma aria que le había llevado a arriesgarse a cruzar el océano hacia un destino desconocido, se alzó entre las olas, y Marinette, con los ojos vedados por una especie de trance o hechizo, miró en dirección a la isla.

Todavía se encontraba lejos, pero podía ver ahí a una mujer de edad avanzada, parada a la orilla de la playa con un vestido de tela blanca y sus cabellos recogidos suavemente en un moño atado atrás de su cabeza.

—Puedo oírte —cantó Marinette por lo bajo, asintiendo al mismo tiempo que aquella mujer.

El mar se levantó, el agua formó una ola que no reventó, pero que arrastró a Marinette y Colette hacia la orilla. Jeanny sonrió antes de besar al tiburón peregrino y encaminarse hacia la orilla, sonriendo divertida ante el desconcierto en las facciones de Colette.

—Tardaste en llegar —murmuró aquella mujer mientras Marinette y Colette se levantaban con dificultad del mar que remitía a sus espaldas, retirándose con aires respetuosos.

—No sabía a dónde ir —admitió la princesa mientras avanzaba al encuentro de aquella extraña, quien le recibió con un abrazo suave, dulce, cariñoso, como una abuela recibiendo a su nieta en vacaciones de verano luego de no haberla visto durante meses.

Marinette lloró. Sentía calidez en ese abrazo, y también lo sentía familiar, como si ya hubiese estado presa en ese abrazo antes.

—No la conozco, perdón —se disculpó la pelinegra retrocediendo medio paso y limpiándose las lágrimas, sin percatarse de que Colette las miraba confundida, con los brazos cruzados y expresión de desconcierto.

Jeanny llegó a su lado y sonrió con melancolía, suspirando profundamente mientras esperaban la explicación a todo esto.

—Te cargué el día que naciste —confesó la mayor —, y mira cómo has crecido, ya eres toda una mujer, y muy hermosa —añadió tomando el rostro de Marinette y admirándola a conciencia.

Su sonrisa se disolvió en un instante, bajó la mirada hacia la arena y suspiró, asintiendo, sacando conclusiones.

—Marianne —llamó Colette confundida, un reclamo rebelde que hizo reaccionar a la mayor, que asintió una vez.

—La heriste en altamar —anunció Marianne mirando a Colette con firmeza, no era un regaño precisamente, pero Colette se encogió en su sitio, pasando saliva y asintiendo una vez.

—Yo no...

—Tenemos que resolver esto —cortó la peliblanca mientras avanzaba en dirección a la isla —, rápido, hijas mías, antes de que en palacio se meta en verdaderos aprietos. La ayuda está en camino de todos modos, y lo que tenemos que hacer, tenemos qué hacerlo rápido.

—¿Qué hay que hacer? —Espetó Colette siguiendo a Marianne y rebasando a Marinette, obligándola a reaccionar —¿Qué ayuda? ¿Qué tiene que la haya hecho sangrar?

—Mi niña —murmuró Marianne con aires tétricos —, le diste a Lila lo que necesitaba para vencer a la reina ciega —su anuncio tuvo la contundencia del trueno, dejando a Colette pasmada, horrorizada por sus acciones, y confirmando las sospechas de Marinette —, pero nosotras se lo vamos a quitar —anunció volviendo el rostro y sonriendo confiada, infundiéndoles valor a las jóvenes que la seguían —. Y Tikki llegará en cualquier instante.

—¿Quién es Tikki?

.

Las risas macabras de Lila hicieron a algunos guardias retroceder, pasmados. La bruja del mar emergió de una nube de arena y tinta negra, sosteniendo su brazo con una mano mientras sacudía el rostro para quitarse los cabellos de los ojos.

Por un segundo, el rostro de Lila se volvió un poco más redondo, sus cabellos se oscurecieron y sus ojos lanzaron destellos azules, pero todo se desvaneció cuando la bruja levantó la mirada en dirección a su enemigo, y Luka pasó saliva con dificultad, reconociendo las facciones de su prometida en el rostro de aquella bruja.

—¿Sabes por qué los padres de las estrellas siempre desaparecen? —Cuestionó la bruja del mar —No conozco una sola estrella que no sea huérfana de padre. Son criadas por sus madres y eventualmente son entregadas a sus mentoras, nunca hay un padre que las consuele.

—Deja tus juegos y desenvaina —amenazó Luka aprestando su espada y desenvainando la segunda, preparado para tomar la ofensiva luego de haber analizado a profundidad el estilo de pelea de Lila.

—Porque son hijas de tiburones —concluyó la bruja, ignorando las palabras del capitán de la guardia —, todas ellas, todas las estrellas, hijas de tiburones que se aparean con la reina madre del momento. Pregúntale a Tomoe por el nombre de su difunto esposo.

—Vinimos a defender la ciudad, no a dejarnos engañar por tus trucos.

—¿Trucos? —Espetó la bruja mirando a todos los presentes —Cualquiera con acceso a un árbol genealógico puede notarlo, está escrito en las paredes del palacio. ¡Meredith —exclamó levantando ambas manos sobre su cabeza y girando sobre sí misma, mirando a todas las personas a su alrededor —, hija de Tomoe y nombre tachado, estrella del arrecife! Marianne, hija de Itzae y nombre tachado, estrella del arrecife. Ayelén, hija de Morgana y nombre tachado, estrella del arrecife. Beleno, hija de Tomoe y nombre tachado, estrella del arrecife... Y si sigo...

La red cayó sobre ella, Luka sonrió avanzando con ambas espadas aprestadas antes de tocar la red con la punta de las mismas y murmurar de nuevo aquel sencillo conjuro, Seconde chance, que confería a la red la oportunidad de darle un segundo uso a cualquier hechizo que la bruja lanzara.

Lila soltó un grito, la tinta cubrió la arena, pero en lugar de disolver las cuerdas de la red, hicieron amago de dañarle la propia piel, obligándola a ahogar un grito desesperado.

—¿Cómo piensas sacarme de aquí? —Gruñó la bruja —Si levantas esta red, será tu fin.

Luka lo sabía, no necesitaba que Lila le dijera algo así. Lo sabía perfectamente, todavía no había estrategia, pero esperaba que su padre y Adrien, quienes habían ideado la segunda red, tuvieran una idea de contingencia.

—Mira, bruja —amenazó el capitán agachándose al lado de la aludida.

Sin embargo, no pudo continuar con su discurso por el ruido de interior de palacio.

—¡Algo pasa en los calabozos! —Gritó un guardia saliendo al patio principal, cubierto de raspones y con la armadura abollada.

—La reina —murmuró Louis horrorizado, antes de dirigirse hacia el interior, escuchando como música de fondo las risas macabras de Lila, eco perfecto de los gritos desesperados provenientes del interior.

.

—Marinette, necesito asegurarme de que entiendas qué estamos haciendo —insistió Marianne cuando la aludida se posicionó en medio de las tres.

—Sé a todo lo que renuncio —sentenció determinada antes de asentir para aquella mujer, quien parecía estar a punto de echarse a llorar —. Si tengo que renunciar a mi magia para poner a salvo a mi hogar, lo haré sin pensarlo.

—Marinette —llamó Jeany consiguiendo que la joven girara para poder mirarle a los ojos —, Lila es más poderosa de lo que aparenta ser. Sobre todo, ahora que se alió con la reina de los tiburones.

—Arrancarle tu magia sólo la debilitará un momento —continuó Colette cruzándose de brazos y volviendo el rostro, ofuscada al percatarse de que la ayudarían en verdad —, y tú no vas a recuperar la estrella de Meredith.

—Lo sé. Y lo entiendo. Pero si me preocupo en este momento por recuperar mi magia de sirena, entonces la ciudad pagará las consecuencias. No puedo darme el lujo de ser egoísta justo ahora.

—Entonces está decidido —sentenció Marianne extendiendo sus manos hacia Jeany y Colette, formando un triángulo alrededor de Marinette, quien pasó saliva con dificultad antes de asentir una vez.

—Estoy lista.

.

Emilie emergió del final del pasillo, seguida de una oscuridad abisal que intimidó a los guardias que habían seguido a Louis hasta el palacio. El agua estaba helada, arrancando escalofríos a los tritones que aprestaban sus espadas y escudos a espaldas del antiguo capitán.

Aquella mujer parecía un fantasma en medio de las sombras, avanzando lento mientras se deshacía de la máscara de hierro, girando el cuello hacia un lado al otro conforme caían las piezas, revelando lentamente un rostro que, si alguna vez fue hermoso, no guardaba en sus facciones ni una brizna de belleza.

Los tritones pasaron saliva, algunos retrocedieron, incómodos, otros cuantos consideraron escapar cuando aquel rostro con la piel estirada sobre los huesos hasta rayar lo grotesco, les sonrió con aires lúgubres, pretendiendo intimidarlos.

Los ojos verdes esmeralda ahora lucían amarillos, los cabellos rubios se habían enmohecido, la piel había adquirido un tono verdoso, propio de la putrefacción de un cadáver, y conforme avanzaba hacia la guardia, el aspecto desmejoraba todavía más.

Pero Louis no retrocedió, el permaneció en su sitio, aprestando el escudo y levantando la espada sobre su cabeza, mirando a Emilie con determinación.

—¡Corta ya ese truco, ya me lo sé!

—Veamos si este te gusta más —murmuró la rubia con voz de ultratuba, levantando una mano a la altura de su rostro mientras su aleta se tornaba gris, hecha de piel suave y lisa, que obligó a los tritones a retroceder un poco más.