Capitulo III: "matando por fe"

"Es la vida pues toda una paleta de colores


que matiza nuestro entorno


en ocasiones con tonalidades


que no son de nuestro agrado


pero que vana y vacía seria entonces,


si todo fuera de un mismo color


si no existieran altibajos."

La mañana había pasado con insistencia, todos los devotas aun oraban, desde hace mas de seis horas, sabían que esto era importante, que debían prepararse, que esto marcaba el comienzo, el principio de una solemnidad… su aura debía ser pura, su alma poseedora de paz, y su esencia llena de fe; aquellos cuerpos, hincados, reunidos en aquel santuario, exhaustos pero llenos de creencias, llenos de la necesidad de creer…

-ahhh…-suspiro la joven, cayendo sosteniendo el equilibrio en sus palmas, fatigada por el esfuerzo y por el evidente cansancio del cuerpo… sentía como la respiración era prelimitada, y como su pecho subía y bajaba con desesperación, buscando aire, con los ojos cerrados, mientras las hebras castañas perpetuamente lacias caían a sus costados, y otras estaba adheridas a su frente por el excesivo sudor, cayendo en gotas cristalinas, corriendo por su sien…

-levántate…- dijo con desprecio, aquel témpano de hielo frente a ella, mientras abría su palma, dejando ver la inmensidad del enorme brazo, con el cual sostuvo parte de la cabellera castaña, elevándola de una manera tan brusca, haciendo que la joven, ahora casi desmayada, lo entreviera con los ojos casi muertos; aquellas lagunas castañas idas, desfallecidas, consumidas…- ¡te dije, que te levantaras!- grito tomando mas fuertemente a la joven, asimilando su inconciencia; pero sin ser impedido, todos los creyentes aun oraban ajenos a la situación, ajenos a la realidad… elevando la otra mano indispuesta, abriéndola en palma, elevando el dorso, concentrando toda aquella ira, aquella sorna, en el rostro femenino, apunto de plantarle en aquella mejilla, ahora sonrosada por el agotamiento, una brutal bofetada…

-no… por favor…- susurro la joven con aquella mirada vidriosa oscura, asimilando lo sucedido, desde su comienzo, avanzando cautelosa asta su amiga, tomando con sus manos temblorosas la del sacerdote, dispuesta para bofetearla, cerro lo ojos, pidiendo a Dios clemencia por su amiga… sintiendo como las garras de aquel clérigo se clavaban despiadadas sobre la piel blanca de sus manos, cerrándolas en puño, atrapando la carne, de la mano femenina, entre sus uñas…

Apretó los dientes, en señal de acato, ante el ruego de la joven; pero de nuevo dejando entre sus garras aquel líquido color escarlata… soltó a la joven de cabellos castaños, haciéndola desfallecer contra el piso, pero sin soltar aun la carne pálida femenina, mirándola con furia ante aquel desacato, y la soltó, llevándose entre sus dedos, la sangre femínea, dejando heridas profundas en las manos pálidas… y se dejo caer junto a la joven agonizante, acomodando el cuerpo cansado y consumido de su amiga sobre su regazo, creando una media sonrisa ante lo evitado…

-su fe depende de ti…- dijo dándole la espalda a las mujeres, cerrando su mano en un puño, con fuerza, calvando sus propias garras en su palma, mezclando la sangre femenina con la propia, torciendo la boca, creando una sonrisa, llena de placer…

Cerro lo ojos con ahínco, abrazando el cuerpo, ahora, inerte de su amiga… sintiendo un dolor punzante en el dorso de su mano, observando la herida a carne viva, hecha con abstinencia y dolor, y sonrió de nuevo, al menos su amiga estaba un poco mejor…-tranquila sango… todo estará bien…- susurro abrazándose mas al cuerpo femenino… orando de nuevo, aun aferrada a la joven, dejándola descansar en su regazo…

&.

Permanecía sobre la cama, aun con aquella inconciencia, había logrado desvanecer aquel insomnio, aunque a muy altas horas de la noche… la respiración sumamente agitada, como si todo el aire en aquella habitación no fuese suficiente, sentía en carne viva aquella esencia, aquella fantasía, aquel sueño… cada rose, cada beso, cada embestida contra el cuerpo femenino, que se estimulaba aun mas con cada suspiro dado, como su esencia se contraía y explotaba ante las sensaciones, sintiendo su cuerpo llenar aquel espacio, matando la lógica… matándola, matando a aquella mujer, enloqueciendo su conciencia, acabando su esencia, bebiéndose su pureza, mostrando aquella naturaleza, animal, bestial, atacando con desmedida el interior del cuerpo femenino, creando espasmos continuos, perdiéndose en aquel orgasmo en aquel placer… llegando sin medida a aquel final, aquella explosión de esencias, a aquella… ¿realidad?…

Y despertó con la respiración sumamente agitada, con el cuerpo sudado, y con el rastro de aquel sueño haciéndose notorio por debajo de las sabanas; se sentó sobre la cama, con la cordura por los suelos y las cuestiones por cielos, Dios ¿Qué había sido eso?… dijo retirándose los rastros de sueño con las manos, frotándose el rostro, sin mucho éxito, pero aun alarmado por la intensidad de su noche… se puso de pie, pisando descalza el piso frió, entrando al baño, sosteniéndose en aquel lavabo, mirando su rostro en aquel espejo, aun sin creer lo que su desmesurada imaginación había creado… su reflejo, aun con aquel semblante algo aturdido, pero pleno, mostrando aun fresco aquel sudor, por la excitación, Dios verdaderamente una noche incitante, y todo esto pasaba solo con verla una vez, se preguntaba, con aquel rostro malicioso y lleno de placenteras sensaciones¿Qué seria tenerla así, hacerle el amor, con aquella naturaleza, con aquella energía, con aquel amor?… y sonrió ante aquella entelequia, si aquel sueño había significado una noche llena de éxtasis, hacerle el amor, seria morir en vida entre sus brazos, renacer en sus labios, caer desfallecido sobre su cuerpo pidiendo compasión, y para aceptar solo vida en su interior…

Había caído tan hondo, pisado tan bajo, a tal grado de desear, incitar a su cuerpo con un placer ajeno, Dios, se estaba consumiendo con las ansias, estaba cayendo en una situación de desesperación… su recuerdo, por si solo, era un estupefaciente, directo en sus venas y así se sentía, entupido por ella…

& .

La mañana había pasado con premura, y el sol empezaba a caer, dejando atrás el día, pero abriendo espacio al atardecer, el cielo matizándose en un gris, deteniendo el tiempo, dejando ver los estragos de aquel invierno, comenzando a nevar…

En silencio predominaba en aquel espacio, estando tan vació, pero tan lleno a la vez; todos los devotas en acción de oración, con los ojos cerrados, los dedos entrelazados, uniendo esencias; el día estaba pasando con desmedida, agotando el tiempo, yendo contra reloj, pero necesitaban preparación, necesitaban fe, creencia, credo sublime por el señor…

-¡de pie, hermanos!- grito con euforia y energía, atrayendo a aquellos hombres fieles de nuevo a aquel presente, acatando las ordenes de aquel superior, y elevando aun mas sus voces como sus cuerpos, orando con devoción…- el momento llego, y no hay manera de evitarlo ya¡los impuros pagaran con sangre su nacimiento¡malditos desde su creación, malditos hasta su muerte!…- sentencio, elevando ambas, manos en señal de suplica, agitando un tanto la respiración, y los latidos del corazón, al sentir la energía naciente de las almas a su alrededor…

&.

La tarde había caído espesa, forrando las calles y techos de un hermoso blanco, haciendo casi imposible el paso; las avenidas desoladas, y los parques vacíos, que triste era el invierno…

Caminaba pasivo, casi quieto, llevando el ritmo del aire al correr; una camisa de cuello negra, y unos pantalones oscuros, creando un juego absoluto entre su piel canela y su cabello negro… dejándose perder, al caminar, entre la espesa nieve, que no paraba de caer. Había salido huyendo de aquellas cuatro paredes, asfixiado, sosegado de lo lejos de la realidad, cayendo en desesperación…

Había caminado, por quizás horas, despejando sus ideas, aniquilando creencias, matando esperanzas, aun con aquella ansiedad; sin darse cuenta, llegando a las puertas de un amplio parque, tan hermoso, los árboles, muertos, pero inmensamente bellos, aun conservando la energía para dejar caer la flor; los amplios espacios, donde el forro verde del pasto se ceñía, una gruesa capa de hielo lo cubría, llenando aquel lugar de paz… pero, a aquel espacio, le hacia falta algo, era tan hermoso, pero tan carente de vida, tan muerto…

Y se dejo caer sobre una banca, reposando la nuca en el respaldo de la gradilla, desperezándose, llegando a esta el, aquel olor a invierno… debía de admitir, aquellas cuidad era un lugar inmoral para vivir, pero era lo único que tenia, solo vivía de recuerdos, y vagas fantasías, quizás algunos amigos, y gratos conocidos; pero demás, gente corrupta, sobreviviendo solo de la carne ajena, matando y comiendo el cuerpo del prójimo, al parecer aquellos sacerdotes tenían razón de llamarlos impuros, pues eso eran, unos indignos, traidores, repugnantes seres de sangre fría… capaz de matar a su hermano con tal de comer… si, era verdad, era un pecado, por si solo, haber nacido humano…

trayéndole desde aquella fantasía, comenzando a respirar con agitación, dilatando sus pupilas, y tragando con dificultad¿desde cuando los puros no salían del santuario?… ¡Dios, sentía como el corazón se le oprimía, algo le decía que hoy era el día, pero, esta vez¡no lo permitiría!… y salio disparado, corriendo aterrado de lo que pudiese suceder, si no llegaba a tiempo; si tenia razón, la humanidad era un nido de ratas, pero ante ello, solo había la esperanza de cambiar, y sacrificando almas humanas no lo lograrían… con variante velocidad y suma destreza cruzaba con suspicacia las grandes avenidas, matizadas en blanco, forradas de espesor, corriendo con desesperación… necesitaba llegar, sabia que aquel sádico crimen era expuesto a ojos de todos, en el jardín imperial, como recriminando aquel abuso, como obra humana, como castigo por pecar…

&.

Aquellas puertas, inmutables, de ébano, se abrieron, consolidando salida a los oradores, vestidos acorde al tiempo, con largas togas negras, cubriendo asta las rodillas y la cabeza, con bordes al termino de la tela y en sus uniones, color dorados… sandalias, en piel, cruzando listones por la pantorrilla, hasta cerrar en un pequeño amarre; y por su cuello una sarta de cuentas unidas en un cordón, en una especie de rosario, tomando este como arma de oración…

Caminaron con pasos fijos, siguiendo al sacerdote, con la misma vestimenta, solo que en color blanquecino, inundando sus oídos con rezos, confusos y quebrantados al paso del las décadas, pero concisos, indagando en su fe… creando con estas, un campo de voluntad, una barrera de creencias, un muro de fe… sabia que estar fuera del templo, era asta cierto punto, peligroso, sabia la debilidad humana, las ambiciones, la corrupción, lo podrida que estaba la sociedad, sin el manto protector del señor; era un auto suicidio, una corrupción inmunda para el alma, pero si hacia falta cobrar vidas, además de aquella prevista, lo haría sin dudar si quiera…

Levanto ambas manos, a la altura de sus hombros, y con ambos parpados abiertos, pero con sus pupilas pérdidas, dejando sus ojos en un aterrador blanco; gritando con insistencia, aquellas palabras formadas en oraciones, fortificando aun mas aquel campo de fuerza, caminando con insistencia, escoltado por el paso de sus siguientes, por las, ahora, desoladas calles, de aquella tan vana cuidad; se le había avisado, o mejor dicho advertido, al emperador Go-Daigo, de mantener las calles desiertas, "si no quiere que cobremos mas vidas de las necesarias"… indicó con recelo aquel sacerdote, manteniendo mas control, quizás, que aquel poderoso emperador…

Marchaban con decisión, llegando al jardín imperial, aun sin perder aquella ingente concentración, aun con lo ojos cerrados, confiando con total devoción al guía de la luz…

y frente a las escaleras, que daban comienzo a aquella edificación absoluta degradada al emperador, se encontraba hincada, sollozando, una mujer, que entre manos enlazadas llevaba un rosario, orando con arrepentimiento y devoción, por un Dios de infinita misericordia; vestida con una chilaba color blanca, holgada, dispuesta a su destino, a su rotunda perdición, esperado lo inevitable…

Levanto la vista, después de estar ahí por lo meno un par de horas, el emperador le había mandado traer, amenazando la existencia de su familia, con tal de seguir las órdenes estrictas de aquella secta, aun tenia miedo, pavor, terror de dejar a su mundo ahora, no esta lista para esto, no estaba lista para morir en manos de Dios… y con lo ojos hinchados ya de llorar, comenzó a sollozar en desesperación, observando como los beatos se acercaban, con pasos cortos y precisos, aun manifestando aquella aura, ahora visible, pero temiendo aun mas por aquel hombre descomunal, aquel témpano de hielo, a aquel protervo sacerdote…

Sabia que era un hombre de armas tomar, al menos eso eran los terribles rumores que corrían de boca en boca por la cuidad, se hablaba con desmedida sobre aquellos perversos llamados "puros", pero del que se anunciaba con temor, si quiera nombrarlo, era aquel indiscutible hombre, aquel clérigo, llamado Naraku, un hombre sin alma, y sin fe, según el mundo, lleno de retorcidas ideas, de mundanas creencias, y de destructivas visiones sobre la vida, un hombre detonante y corrosivo; con aquella mirada tan vacía, pero tan llena de desprecio hacia todo y hacia todos; aquellas uñas en forma de garras a fin de sus dedos, grandes brazos y fuertes extensiones, aun para ser un hombre de "fe", una melena castaña oscura, larga, casi hasta su cintura, ondulada, y ojos fulminantes, destellantes casi en un rojo incendiario… un completo desquiciado, que gozaba matando vida, pero atribuyendo, según el, los deseos del divino…

Todos aquellos devotas, se detuvieron en seco, levantando la vista, todos en un solo movimiento, como enfocando solo con un par de ojos a la condenada; y aquel presbítero, se acerco, con paso pesado hasta la mujer, de quizás unos treinta y seis años; con aquel temple inmutable, frió e irritable… la mujer levanto la vista horrorizada por tenerlo en frente y cerro lo ojos con fuerza al ver la mano de el acercase, de pronto, siento que le era arrebatado aquel rosario, y lo levando hasta su vista, sonrió con sorna, apretando una cuenta con sus garras, destrozándola, provocando deshacerse la cadena, cayendo todos los corales al suelo, aun sin quitar aquella risa tan perversa…- ¿crees que esto te va ayudar?…- pregunto malicioso, aun con aquella mueca de placer en el rostro, observando a la mujer rezar con desesperación, apretando sus manos en símbolo de oración, levanto el dorso de su mano, plantando en la mejilla femenina, ahora inundada de llanto, una tremenda bofetada, que la izo tambalear, perdiendo el equilibrio, cayendo de medio lado al piso…- deja esa maldita hipocresía, sucia mujer…- exclamo con odio, y rencor vivo a la inocente, encubriendo su ira con a fe, sintiendo como la sangre corría espesa por sus venas alterando mas su cólera…- ¿crees que por rezar ahora, del señor te salvara!…- grito explotando de sus estribos, tomando a la mujer, con una ira descomunal, por el cuello, levantándola del piso, y elevándola varios centímetros por sobre el suelo, asfixiándola…- ¡se necesita una vida entera para pedir perdón, por el solo hecho de nacer!…- grito histérico, ajustando mas el cuello, delgado, femenino, escuchando, como melodía, el llanto de la mujer…- no te preocupes…- dijo sonriendo con sorna, lleno del placer, de ver a la mujer sentirse morir…- nosotros ayudaremos al perdón de tu alma, acabando con tu vida tan impúdica, y llevándote a las manos del señor…- sonrió entre dientes, moviendo un poco los dedos, en el fuerte agarre del cuello, rozando las garras con la piel femenina… satisfecho, por la orden dada, ahora el resto era acto suyo…

-no… por favor…-rogó la mujer en un acto de conciencia, aun con sus ojos enrojecidos por las inmensas ganas de llorar…- tengo… hijos… familia…- sollozo la mujer, esta vez como ultima esperanza, gastando su energía en una plegaria hacia el hombre sin corazón, que la sostenía con desmedida fuerza por el cuello…

Y la miro con una ira descomunal, con una repulsión, con asco… ajustando demás el agarre del cuello, apunto de dejarla sin conocimiento, pero manteniéndola aun conciente, al menos o suficiente para escucharlo reprochar con furia…- ¡pecadores!… ¡mas malditos impenitentes!…- gruño, apretando lo dientes en señal de desesperación e ira…- …no te basta con pecar… ¡ahora traes, a este asqueroso mundo, mas almas malditas!… ¡ahora cumpliré con mas placer los mandatos de mi señor!… - dijo con sorna, enterrando esta vez, las garras, partiendo la piel, perforando una vena, dejando caer el cuerpo inconciente, pero vivo aun, de la mujer… relamiéndose los labios, llevándose hasta la boca una de las garras lamiendo aquel goteado escarlata…- ¡ajústenla!…-grito a los presentes, enfocando una mirada castaña, dilatada y llorosa, sumamente temblorosa…- ¡hay que llevarla al templo!…- anuncio, acercándose a la joven de cabello azabache y ojos llorosos que estaba entre sus hermanos… susurrando entre sus oídos, retando la poca cordura y la valentía de la mujer… - pagara con sangre lo que ha hecho a Dios…- dijo con furia, alejándose de la joven y encaminando de vuelta el camino hacia el santuario…

&.

Había llegado… ¡pero Dios! Demasiado tarde, aquel blasfemo, sucio y desquiciado hombre tenia sujeta por el cuello a una mujer, lo veía, con pánico, como le gritaba con ira a la pobre dama; y una necesidad incandescente de ir y partirle la cara al maldito, se hizo presente, de ir y de hacerle pagar a golpes los mil y un pecados cometidos, haber si su señor lo sacaba de esta… pero, de pronto se escucho una voz infantil, un niño, eso era seguro¿pero que hacia un niño ahí?… desvió la vista, a unos cuantos metros corría un pequeño, frenético hasta la escena, con una sonrisa, como si en realidad no tuviera la menor idea de que estaba pasando en aquel lugar… Dios ¡no podía permitirlo, si aquel miserable de daba cuanta de la presencia infantil, lo haría pedazos sin siquiera tocarse el corazón… si es que tuviese…

Corrió desesperado hasta el pequeño infante, tomando al niño por la cintura y ejerciendo presión por sobre su boca, evitando hacerlo hablar, y salio despavorido de ahí, dirigiéndose a uno de los tantos callejones, en que se partía la avenida principal… alejados ya del riesgo de ser descubiertos, el joven de mirada ambarina aparto su brazo de la diminuta cintura del niño, colocando su dedo índice en sus labios indicando silencio…

-¿Quién eres?…-pregunto el niño en voz baja, intentando acatar las ordenes dadas… pero aun con aquella enorme curiosidad, despertada por su corta edad…

-eso no es importante…- dijo aclarado, pero aun consternado por la presencia del niño en aquel lugar, se suponía que todos fueron avisados, y que nadie podía estar fuera de su casa¿Qué hacia este niño ahí?…- pero por dios, niño¿Qué demonios hacías ahí, es muy peligroso estar afuera ahora…- aclaro con cierto dije de molestia, aun asustado de lo que pudo haber sucedido si se daban cuanta de que el pequeño estuviera ahí…

-es que quería ir con mi amiga…- dijo el niño con suma inocencia, aclarando aquello como si fuera de lo mas normal del mundo, y si bien, para el lo era, era su amiga…

-¿amiga?…- pregunto en voz baja… asimilando la idea, entonces aquella pobre mujer no era su madre…pero ¿su amiga?…- ¿a quién te refieres?…- pregunto esta vez dudoso de su conclusión, esperando que el pequeño le supiera responder, y aclarar aquellas dudas, esperando no despertar mas…

-a kagome…- dijo el pequeño, esta vez un poco molesto por el interrogatorio, pero aun con respuestas cargadas de suma inocencia…- ¿no la conoces? …-pregunto el infante, esta vez extrañado de la lejanía del hombre junto a el¿Cómo es que no conocía a su amiga kagome?…

-no… no la conozco…- dijo el joven esta vez mas intrigado aun¿seria aquella mujer que llevaban al templo?… o caso era…- ¿era aquella mujer de vestimenta blanca, la que estaba con aquel "hombre"…- remarco aquello con desmesurado desprecio, tragando amargo al recordarlo…

-mmm…- pensó el niño, dando pequeños golpecillos con el dedo índice a su barbilla, intentando recordar lo visto minutos atrás-… ¿vestimenta blanca?…- pregunto, como si con ello pudiera rememorar lo sucedido…- no, ella traía… así como un vestido negro… y un gorro, no se le veía el cabello pero es negro, largo¡muy bonito!…- dijo con alegría el pequeño, recordando a su tan apreciada amiga…

El hombre solo, escucho atónito¡toga negra, el niño buscaba a una de las sacerdotisas¡Dios, callo sentado sobre la nieve, recargando su espalda sobre aquella barda, inclinando su cabeza hacia tras intentando despejarse, y pensar… lo habrían matado, de eso no había duda…-… eso no puede ser… quizás confundiste a tu amiga con una de esas mujeres…- reprocho el joven, respirando hondo, tranquilizando el cuerpo, cerrando lo ojos, aun escuchando la respiración del pequeño, comprobando que aun estaba ahí…

-¡No!…- anuncio molesto el niño, cruzándose de brazos frunciendo el seño, sumamente molesto e irritado¿desde cuando un extraño lo sujetaba a media calle y le decía que no sabia reconocer a su amiga?…-… ¡ella era mi amiga!… yo se reconocerla… además siempre cuándo va a visitarme trae ropa muy parecida a esa…- dijo el pequeño mas calmo, sonriendo, como comprobando su punto, restregándole a aquel extraño que el no era un mentiroso…

- ¿cuando va a visitarte has dicho?…- pregunto extrañado el hombre, esta vez intrigado, por la veracidad de las palabras del infante, el pequeño no parecía mentir, y a decir verdad deseaba creerle…

-si, mi amiga viene todas las noches a visitarme, pero ayer no vino, y me preocupe…- dijo un poco triste el pequeño, agachando la cabeza… pero levantándola después con una enorme sonrisa…- pero hoy vino, y creo que no me vio…-dijo el pequeño, dando de nuevo unos golpecillos con el dedo su barbilla, intentando pensar…- espero que hoy pueda venir a visitarme…- dijo con un halito de inocencia, marcada en una tierna sonrisa…

-mmm… y ¿tienes donde pasar la noche?…- pregunto, conmovido por el pequeño, recibiendo una negativa como respuesta, con los ojitos un poco entristecido por el hecho…-¿Qué te párese si vives conmigo? Al menos por un tiempo, mientras conseguimos un buen lugar donde puedas quedarte…- interrogo, vivaz, con una sonrisa sumamente sutil y amable, enternecido por el pequeño infante…

-es demasiada buena la oferta…- dio el pequeño, asombrando al joven son cu respuesta, provocando una mas amplia sonrisa en el hombre…-¿cuales son las letras pequeñas?…- pregunto pensativo el pequeño, queriendo confiar en el hombre junto a el… debía de decir que para su corta edad, ya sabia un dato muy importante sobre la vida, la gente buena es muy poca, y la provechosa, costosa…

Rió divertido ante el comentario fuera de argumento del pequeño, debía de admitir, después de todo no se puede confiar en un extraño, que te ofrece techo, así como así…- de acuerdo, me sorprendiste… la condición es que me cuentas más sobre esa amiga tuya… kagome…- indago con astucia, recomiendo información, al parecer algo le decía que la conversación con este niño seria muy interesante…-pero primero¿Qué te párese si vamos a mi casa y tomamos un te caliente?… así me contaras mejor…- comento el hombre al ver que el niño, se frotaba por sobre aquella pequeña chamarra que traía puesta… y se quito la suya, acomodándola por sobre los hombros del pequeño, intentando darle un poco mas de calor…

- bien señor… hemos cerrado un trato…- dijo el infante con una enorme sonrisa, extendiendo la pequeña mano hasta la del joven, estrechándola, como clausurando un acuerdo… y el joven se sonrió, y abrazo por los hombros al niño, guiándolo por aquella calles, en camino a su hogar…

&.

Las voces elevadas en oraciones, los murmullos compuestos por rezos, y el eco vislumbrado en fe, permanecían estáticos, hincados rodeando al cuerpo, ya estropeado, de la pobre mujer, aun inconciente sobre el piso, manchando, con gotas color escarlata el mármol de aquel santuario… y aun idos seguían orando, sin percatar el despertar de la mujer, hasta que el grito desmesurado de aquel sacerdote lo alerto…

-Dios no perdona… castiga…Dios no da vida… la quita… Dios no defiende… ataca…-decía, con total convicción, mientras se acercaba con paso ligero asta la mujer, que yacía tirada aun en el suelo; tomando, con su mano derecha, el rostro femenino, ajustándolo de manera severa, lastimando la quijada de la mujer, provocándola a llorar…-

¡Dios no te ama!… ¡solo te odia!…- grito, con un ciclópeo rencor, agitando la voz, rechazando el cuerpo femenino al suelo, dejándola caer boca abajo al piso, dándole la espalda al capellán…

Y enterró con fuerza y violencia, una de sus garras en la nuca de la mujer, haciéndola gemir de un dolor perverso, sintiendo como la uña del párroco bajaba, rompiendo la tela de la chilaba, al igual que su piel, dejando correr la sangre escarlata, por toda la espalda, manchando la tela y la piel… provocando el destroce de la tela, dejando semidesnuda a la mujer, si no fuese por el movimiento rápido de sus manos, aun temblorosas, sujetando la chilaba por el pecho; dejando su espalda palparía, aun con el erice sobre su piel…

Elevando aun más el eco en aquel aposento, enalteciendo las voces, realzando las oraciones… escuchando los sollozos, mudos a los oídos devotas, de la mujer… con las palmas unidas, y las rodillas gastadas, permanecía, encumbrando los rezos, junto con sus hermanos, por el alma impura de aquella "sucia" humana, y en aquel instante, su respiración se agito, al igual que el latir de su corazón, tenia miedo, tanto terror, pavor si quiera pensar en lo que estaba apunto de ser testigo, en lo que estaba a punto de ser cómplice, una coautora de fe…

Y de entre aquellas vestimentas oscuras, saco una daga, observando, con inmensa malicia, el filo del arma, pasando con sutileza, cerca de su nariz, percibiendo, aun, aquel olor a sangre impura, estremeciéndose del infinito placer que le provocaba ver, y saborear, aquel charco escarlata; y con aquel enorme deseo, calentando con lujuria sus venas, empuño aquel arma, y sonrió por entero, mostrando con avidez sus colmillos, y ante ello, aquel perenne goce; clavando en aquel desenfreno, la punta de arma blanca, en el quiebre la de columna descubierta, dejando muda la voz femenina, ante el doloroso contacto; deslizando el vértice de la daga, por sobre la piel ensangrentada, partiendo aun mas aquella tez, transcribiendo sobre esta un símbolo, antiguo quizás, resoluto por la dificultad de trazar sobre piel, provocando un enorme dolor, desgarrando la conciencia, acabando la inocencia, derrochando fe, manchando aquel fino mármol, en un color escarlata intenso, creando un lago de sangre humana, llenando de inmensidad los ojos rojizos del párroco, hundiendo mas la daga, al escribir por la espalda, provocando de aquel ritual, un reto a vivir, del cual el no estaba dispuesto a dejarla salir…

Y entre los sollozos y los gemidos cargados de dolor, susurro en su oído, rozando aquel aliento cargado de éxtasis en su oreja, erizando aun más la piel, pálida ya por la hemorragia, femenina…- esto marca el final de la vida… - murmuro, enterrando un poco menos de la mitad de la daga, justo en el centro del símbolo, en el quiebre de la espalda, soltando el arma, dejándola clavada en la demacrada piel, sonriendo con una inmensidad oculta, y con aquel placer de verla, poco a poco, morir; con la palma de su mano, poniéndola justo sobre la cumbre del mango, rozando con la mano el arma; en aquel instante una corriente eléctrica traspaso por su espina, haciéndolo estremecer, y carcajear a la vez… provocando que en aquel momento de desmesurado delirio, empujara, con fuerza colosal, el arma, traspasando con fiereza el agotado cuerpo femenino, provocando un extenso grito, encolerizado en dolor, dejándola caer ,en un acto por falta de vida, al suelo, matando aquella alma, matando la fe, matando aquella mujer…

Se acerco al cuerpo inerte de la mujer, dejándose en cuclillas, tomando el rostro manchado de escarlata, por impactarse contra el piso ensangrentado, y con uno de sus dedos limpio la mejilla, ahora pálida, femenina, y la dejo caer de nuevo, sin la mas mínima compasión, ni respeto por el cuerpo, llevando asta su boca aquella garra, lamiendo el resto de las gotas escarlatas, cerrando los ojos, disfrutando de aquello, absorbiendo la esencia, comiéndose la vida… - ya pagaste humana…- dijo mirando de reojo el cuerpo muerto de la mujer, pasando justo a lado del cadáver, dejando solo aquel rastro de los calcos manchados de sangre, ensuciando el mármol… machando la vida, acabando con la fe…

Y las lágrimas desmesuradas salieron a flor de piel, al verla caer, al ver la daga atravesar su espalda, al verla morir; y nuevamente no había hecho nada, la presión llego a sus ideas, el terror y el pánico llegaron golpeando su conciencia, y su fe callo, sus pulías castañas se dilataron y su piel se palideció aun mas de aquel tono natural… si matar era acto de fe… prefería dejar de creer…

"Por eso entonces digo cuan grande es


Quien capaz es de soportar sus embates,


Quien aunque efímeramente lo haga feliz."