© Naruto, Masashi Kishimoto.

Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.


IMPORTANTE: Por favor, leer las notas finales.


.

TRAPECIO SIN RED

Capítulo 1

.

Hinata Hyuga había olvidado el nombre de su novio.

—Yo, Hinata, te tomo a ti... —Se mordisqueó el labio inferior. Su padre los había presentado unos días antes, aquella terrible mañana cuando los tres habían ido a por la licencia matrimonial. Después él se había esfumado y no lo había vuelto a ver hasta hacía sólo unos minutos, al medio día cuando entro al washitsu(1) en el complejo Hyuga, donde estaba celebrándose aquella apresurada boda.

Hinata casi podía sentir la enérgica desaprobación de su padre, que se encontraba a su espalda, pero eso no era nada nuevo para ella. Lo había decepcionado incluso antes de nacer y no importaba cuánto lo hubiera intentado, nunca había conseguido que cambiara de opinión sobre su hija.

Se arriesgó a mirar de reojo al novio que el dinero de su padre había comprado. Un semental. Un auténtico semental de estatura imponente, constitución delgada pero fibrosa y profundos ojos oscuros. A la madre de Hinata le habría encantado.

O-Ren Hanzō(3) había muerto el año anterior, en el incendio de un yate cuando dormía en brazos de una estrella de rock de veinticuatro años. Hinata ya podía pensar en su madre sin sentir dolor y sonrió para sus adentros al darse cuenta de que el hombre que estaba junto a ella hubiera sido demasiado mayor para O-Ren. Debía rondar los treinta y cinco años y su madre solía fijar el límite en veintinueve.

Tenía el pelo tan negro como el carbón mojado y unos rasgos cincelados que harían que su cara pareciera demasiado bella si no fuera por el ceño amenazador. Los hombres que poseían ese brutal atractivo habían atraído a O-Ren, pero Hinata los prefería más maduros y conservadores. No por primera vez desde que la ceremonia había comenzado, deseó que su padre hubiera escogido a alguien menos intimidante.

Intentó tranquilizarse recordándose que no iba a tener que pasar más que unas pocas horas con su nuevo marido. Todo acabaría en cuanto tuviera oportunidad de exponerle el plan que se le había ocurrido. Por desgracia, el plan conllevaba romper unos votos matrimoniales que ella consideraba sagrados y, dado que no solía tomarse sus promesas a la ligera —en especial los votos matrimoniales, —sospechaba que eran los remordimientos de conciencia la causa de su bloqueo mental.

Empezó de nuevo, esperando que el nombre le viniera a la mente.

—Yo, Hinata, te tomo a ti... —La voz de Hinata se apagó.

El novio en cuestión no le dirigió ni una simple mirada y, por supuesto, tampoco intentó ayudarla. Permaneció con la vista al frente, con las inflexibles líneas de aquel duro perfil que le provocaron un cosquilleo en la piel. Él acababa de formular sus votos, así que tenía que haber pronunciado el dichoso nombre, pero la falta de inflexión en su voz no había traspasado la parálisis mental de Hinata y no se había enterado.

—Sasuke —masculló su padre detrás de ella, y Hinata pudo deducir por el tono de su voz que apretaba los dientes otra vez. Para haber sido uno de los mejores diplomáticos de Konohagakure no se podía decir que tuviera demasiada paciencia con ella.

Hinata se clavó las uñas en las palmas de las manos, diciéndose que no tenía otra alternativa.

—Yo, Hinata... —tragó saliva, —te tomo a ti, Sasuke... —volvió a tragar saliva, —como mi horrible esposo.

Hasta que no escuchó la exclamación de Hana, su madrastra, no se dio cuenta de lo que había dicho. El semental volvió la cabeza y la miró. Arqueaba una ceja oscura con leve curiosidad, como si no estuviera seguro de haber oído correctamente. «Mi horrible esposo.» El peculiar sentido del humor de Hinata tomó el control y termino por decir en voz alta lo que pensó en su cabeza.

Él alzó las cejas, y esos ojos profundos la miraron sin una pizca de diversión. Resultaba evidente que el semental no compartía sus problemas para contener una risa inoportuna.

Tragándose la histeria que crecía en su interior, Hinata miró rápidamente hacia delante sin disculparse. Al menos una parte de aquellos votos había sido honesta porque él, sin duda, sería un esposo horrible para ella. Finalmente, el bloqueo mental desapareció y el apellido del novio irrumpió en su mente. Uchiha. Sasuke Uchiha. Era otro hombre shinobi de su padre, supuso.

Como antiguo embajador del País del Fuego, el padre de Hinata, Hiashi Hyuga, tenía infinidad de conocidos en la comunidad shinobi, tanto en Sunagakure como en Konohagakure, y en el extranjero. La pasión de su padre por la ancestral tierra shinobi que lo había visto nacer se reflejaba incluso en la decoración de la habitación donde se encontraban en ese momento: en el fusuma que dividía las diferentes estancias de la casa, —tan comunes en la arquitectura de su país—, tenía elaboradas pinturas de la historia shinobi, pasando por el origen del Ninshū hasta su transición al Ninjutsu. A su espalda, donde se encontraba el tokonoma(2) había un arreglo de ikebana elaborado supuestamente con hojas del Shinju y flores de Sakura, y un kakemono colgado al centro con un kanji del Sabio de los Seis Caminos. Toda la estancia retrataba la opulencia tradicional japonesa.

La gran mano del novio tomó la de Hinata, mucho más pequeña, y ella sintió la fuerza que poseía cuando le puso la sencilla alianza de oro en el dedo.

—Con este anillo, yo te desposo —dijo él con voz severa e inflexible.

Ella contempló el sencillo aro con momentánea confusión. Por lo que podía recordar, acababa de entrar en lo que O-Ren denominaba la fantasía del amor: el matrimonio. Y lo había hecho de una manera que nunca hubiera imaginado posible.

—... por el poder que me otorga la Aldea de Konoha, los declaro marido y mujer.

Hinata se tensó mientras esperaba que el Hokage invitara al novio a besar a la novia. Cuando no lo hizo, supo que había sido una sugerencia de Hiashi para ahorrarle la vergüenza de verse forzada a besar esa hosca y recia boca. No entendía cómo su padre había pensado en ese detalle, que sin duda se les había pasado por alto a todos los demás. Aunque no lo admitiría por nada del mundo, Hinata desearía haberse parecido más a él en ese aspecto, pero si no era capaz de encargarse ella sola de los acontecimientos más importantes de su vida, ¿cómo iba a ocuparse de unos simples detalles?

Sin embargo, detestaba sentir lástima de sí misma, de modo que apartó a un lado ese pensamiento mientras su padre se acercaba a ella para besarle fríamente la mejilla como colofón de la ceremonia. Esperaba alguna palabra de afecto, pero tampoco se sorprendió al no recibirla. Incluso consiguió no sentirse dolida cuando él se apartó.

Hiashi señaló al misterioso novio, que se había acercado a la puerta abierta que daba al jardín. Los había casado el tercer Hokage. Los otros testigos de la ceremonia eran el jardinero, que había desaparecido discretamente para atender sus deberes, y la esposa de su padre, Hana, que destacaba entre los demás con aquel kanzashi extravagante arreglando su peinado y aquella característica voz ronca.

—Felicidades, cariño. Forman una bonita pareja Sasuke y tú. ¿No te parece, Hiashi? —Sin esperar respuesta, Hana abrazó a Hinata, envolviéndolas a las dos en una nube de perfume almizcleño.

Hana simulaba sentir un cariño sincero por la hija ilegítima de su marido, y aunque Hinata era consciente de los verdaderos sentimientos de su madrastra, reconocía el mérito de Hana guardando las apariencias. No debía de ser fácil para ella enfrentarse a la prueba viviente del único acto irresponsable que Hiashi había cometido en su vida, incluso aunque hubiera sido veintiséis años antes.

—No sé por qué has insistido en ponerte ese vestido, querida. Sería perfecto para una fiesta, pero no para una boda. —La mirada crítica de Hana evaluó con severidad el caro vestido color malva de Hinata, con el corset de encaje, sujeto de los hombros por dos franjas de listón asimétricos y con una ligera caída de la falda que se abría discretamente por encima del muslo derecho.

—Es casi blanco.

—El lila no es blanco, querida.

—El escote es muy discreto —señaló Hinata, alisando inexistentes arrugas en la prenda y sintiendo con el tacto de sus dedos las líneas verticales debajo del pecho.

—Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Si no tenías intención de usar un kimono, ¿no al menos podías haber seguido la tradición y usar algo blanco?

Ya que ése no iba a ser un matrimonio de verdad, Hinata pensaba que, de haber tenido en cuenta la tradición, se estaría recordando a sí misma que estaba vulnerando algo que debería haber sido sagrado.

Sabía que Hana tampoco aprobaba los tacones de sandalias con correa en T. Eran terriblemente incómodos, pero al menos era imposible confundirlos con unos zapatos tradicionales de raso.

—El novio no parece feliz —susurró Hana. —No me sorprende. ¿Por qué no tratas de evitar decir alguna otra tontería por ahora? Y te lo digo en serio, haz algo con respecto a esa molesta costumbre que tienes de decir lo que piensas.

Hinata apenas pudo reprimir un suspiro. Hana nunca decía lo que pensaba en tanto que Hinata casi siempre lo hacía, —la mayoría de las veces inconscientemente—, y tal alarde de impensada sinceridad molestaba a su madrastra. Pero Hinata no era capaz de actuar con hipocresía. Tal vez fuera porque eso era lo único que sus padres tenían en común.

Dirigió una mirada furtiva a su nuevo marido y se preguntó cuánto le habría pagado su padre para que se casara con ella. La parte más irreverente de Hinata se moría por saber cómo se había efectuado la transacción. ¿Dinero en efectivo? ¿Un cheque? «Perdón, Sasuke Uchiha, ¿acepta tarjeta de crédito?» Mientras observaba al novio declinar el té verde de la bandeja que le había tendido Kō, intentó imaginar lo que él estaría pensando.

«¿Cuánto tiempo más debo esperar antes de poder sacar a la mocosa de aquí?»

Sasuke Uchiha echó un vistazo a su reloj. Otros cinco minutos más, decidió. Observó cómo el sirviente que pasaba con la bandeja de bebidas se paraba a adularla.

«Disfrútalo, señora. Pasará mucho tiempo antes de que puedas volver a hacerlo».

Mientras Hiashi le mostraba al Hokage y juez un bonsái de arce tridente con hojas que parecían doradas, Sasuke contempló las piernas de su nueva esposa, expuestas parcialmente ante todo el mundo gracias a la abertura de su falda. Sujetas a unas caderas anchas, estaban bien proporcionadas y torneadas, lo cual le hizo dirigir la mirada más arriba, a un escote tentador que no revelaba más de lo necesario pero que dejaba en claro dos pechos firmes y turgentes. Aunque ni siquiera el cuerpo de una sirena lo compensaría de tener que casarse a la fuerza.

Recordó la última conversación que mantuvo con el padre de Hinata.

—Es torpe, de carácter débil y poco coraje —había dicho Hiashi Hyuga. —Su madre fue una mala influencia para ella. No creo que Hinata sepa hacer algo útil. Por supuesto, no es todo culpa suya. Hinata estuvo pegada a las faldas de su madre hasta que murió. Es un milagro que no estuviera a bordo del barco la noche que se incendió. Tienes que tener mano dura con mi hija, Sasuke, o te volverá loco.

Lo poco que Sasuke había visto de Hinata Hanzō(4) hasta ahora no le había hecho dudar de las palabras de Hiashi. La madre, O-Ren Hanzō, había sido una modelo famosa de Kirigakure hacía treinta años. Como los polos opuestos se atraen, O-Ren y Hiashi Hyuga habían tenido una aventura amorosa cuando él comenzaba a destacar como experto en política exterior; Hinata era el resultado.

Hiashi le había asegurado a Sasuke que le había propuesto matrimonio a O-Ren cuando ésta se quedó embarazada inesperadamente, pero ella se había negado a sentar cabeza. No obstante, Hiashi insistió en que siempre había cumplido con su deber de padre hacia su hija ilegítima.

Sin embargo, todo indicaba lo contrario. Cuando la carrera de O-Ren había comenzado a desvanecerse, se había convertido en asidua de fiestas y saraos. Y donde quiera que O-Ren fuera, Hinata la acompañaba. Al menos O-Ren había tenido una profesión, pensó Sasuke, pero Hinata no parecía haber hecho nada útil en la vida.

Mientras miraba a su nueva esposa con más atención, observó algún parecido con O-Ren. Tenían el mismo color de pelo, oscuro como el asfalto, y sólo las mujeres que no salían de casa podían tener esa tez tan pálida. Hinata era más voluptuosa —también parecía más frágil— y no tenía los rasgos tan marcados. Por lo que recordaba de viejas fotos, el perfil de O-Ren había sido casi masculino, mientras que el de su hija era mucho más suave, especialmente en la pequeña nariz respingona y en aquella boca absurdamente dulce. Eso sí, sus ojos eran como todos los del Clan Hyuga, inusuales ópalos sin iris, sin embargo, poseían un ligero y único tono lavanda lechoso, alguna alteración genética por parte de su madre, supuso.

Según Hiashi, O-Ren tenía un carácter fuerte, pero era corta de entendederas, otra cualidad que la pequeña cabeza hueca con la que se había casado parecía haber heredado. No era exactamente la típica chica bonita y tonta —era demasiado culta para eso, —pero a él no le costaba imaginársela como el caro juguete sexual de un hombre rico.

Sasuke siempre había elegido con cuidado a sus compañeras de cama, y aunque le atraía su cuerpo, prefería otro tipo de mujer, una que fuera algo más que un buen par de nalgas y pechos. Le gustaban las mujeres que fueran inteligentes, ambiciosas e independientes y que no se guardaran nada para sí mismas. Podía respetar a una mujer que lo mandara a la mierda, pero no tenía paciencia con lloriqueos y pataletas. El mero hecho de pensar en eso hacía que le rechinasen los dientes.

Al menos tenerla bajo control no sería un problema. Miró a su esposa y curvó una de las comisuras de la boca en una sonrisita sardónica. «La vida tiene maneras de poner a las pequeñas chicas ricas y mimadas en el lugar que les corresponde. Y, nena, eso es lo que te acaba de pasar.»

Al otro lado de la habitación, Hinata se detuvo delante de un espejo antiguo para mirarse. Lo hacía por costumbre, no por vanidad. Para O-Ren, la apariencia lo era todo. Consideraba que llevar el rímel corrido era peor que un holocausto nuclear.

El nuevo corte de pelo de Hinata, a la altura del pecho y con las puntas ligeramente degrafiladas, era juvenil y delicado. A ella le había encantado desde el principio, dejando de lado su largo recto habitual y aburrido, pero le había gustado aún más esa mañana, cuando Hana había protestado sobre lo inadecuado que era traer un estilo suelto para una boda.

Hinata vio acercarse a su novio por el reflejo del espejo. Compuso una sonrisa educada y se dijo a sí misma que todo saldría bien. Tenía que ser así.

—Coge tus cosas, cara de ángel. Nos vamos.

A ella no le gustó ni un ápice aquel tono de voz, pero había desarrollado un talento especial para tratar con personas difíciles y lo pasó por alto.

—Natsu está haciendo un soufflé Grand Marnier para el convite de bodas, pero no está listo aún, así que tendremos que esperar.

—Me temo que no. Tenemos que coger un avión. Tu equipaje ya está en el coche.

Necesitaba más tiempo. No estaba preparada para estar a solas con él.

—¿No podemos coger un vuelo más tarde, Sasuke? Odio decepcionar a Natsu. Es una joya y hace unos desayunos maravillosos.

Aunque la boca del hombre se había curvado en una sonrisa, sus ojos parecieron taladrarla. Eran de un inusual color negro azulado. Hinata no estaba segura si podrían considerarse negros totalmente porque tenían un tono similar a la noche, pero tampoco estaba convencida de que fueran simplemente azul marino. Suponía que habría un nombre para referirse a aquella tonalidad, pero claro, no sabía cual. La única forma que se le ocurría para describirla era aquella zona del océano, en la que el último rayo de sol alcanzaba a reflejar el azul antes de llegar al negro.

—Tienes un minuto para llevar ese bonito culo tuyo hasta la puerta.

A Hinata le dio un vuelco el corazón, pero antes de que pudiera reaccionar, él le dio la espalda y se dirigió a los otros tres ocupantes de la habitación con voz tranquila pero autoritaria.

—Espero que nos disculpen, pero tenemos que coger un avión.

Hana dio un paso adelante y le dirigió a Hinata una maliciosa sonrisa.

—Vaya, vaya. Alguien está impaciente por celebrar la noche de bodas. Nuestra Hinata es un bocadito apetecible, ¿verdad?

De repente, a Hinata se le fueron las ganas de tomar el soufflé de Natsu.

—Me cambiaré de ropa —dijo.

—No tienes tiempo. Estás bien así.

—Pero...

La firme mano de Sasuke se posó en su espalda y la empujó resueltamente hacia la salida de la estancia. Justo entonces, el padre y la madrastra de Hinata se acercaron para despedirse.

Si bien ella no pensaba llegar más allá del aeropuerto, quiso escapar del contacto de Sasuke que la conducía hacia la puerta. Se volvió hacia su padre y se odió a sí misma por el leve tono de pánico en la voz.

—Tal vez tú podrías convencer a Sasuke de que nos quedemos un poco más, papá. Apenas hemos tenido tiempo de hablar.

—Obedécele, Hinata. Y recuerda que ésta es tu última oportunidad. Si me fallas ahora, me lavo las manos. Espero que hagas algo bien por una vez en tu vida.

Hasta ahora, siempre había soportado las humillaciones de su padre en público, pero ser humillada delante de su nuevo marido era demasiado vergonzoso y Hinata apenas consiguió enderezar los hombros. Levantando la barbilla, dio un paso delante de Sasuke y salió por la puerta.

Se negó a sostener la mirada de su esposo mientras caminaban a la salida. Tres munitos más tarde, divisaron la reja a la calle y segundos después el auto que los llevaría hasta el aeropuerto. Hinata estaba a tres pasos de la puerta cuando un perro gris, con aspecto de lobo, peludo y grande apareció junto a su dueña por su flanco izquierdo.

De inmediato, Hinata se encogió contra la puerta del auto, empujando a su paso al hombre que acaba de desposar. Poco le importo su reacción cuando el perro la divisó. Enderezó las orejas y emitió un ladrido furioso. Hinata chilló mientras el perro se abalanzaba con la intención de morder lo primero que tuviera a su alcance.

—¡Quieto! —Le grito su dueña, una mujer de pelo castaño y ojos pequeños color café, pero el perro continuó halando hacia ella. Hinata gritó y se apelmazo aún contra la puerta. Sasuke, ligeramente molesto por el empujón que recibió, la miró con curiosidad y luego apartó al animal de un empujón de su cadera.

—¡Mira que eres travieso, Kuromaru! —La mujer tomó a su mascota por el collar y le dirigió a Hinata una mirada de reproche. —No entiendo lo que le pasa. Kuromaru quiere a todo el mundo.

Hinata había comenzado a sudar. Continuó aferrada a la manija del auto como si le fuera la vida en ello mientras miraba cómo aquella bestia cruel gruñía mientras continuaba su camino hasta que desapareció con su dueña.

—Parecía conocerte—dijo Sasuke cuando salieron.

—Nunca... nunca he visto a ese perro en mi vida.

—No lo creo. Ese perro te odia.

—No es eso... —ella tragó saliva, —es que me pasa una cosa extraña con los animales.

—¿Una cosa extraña con los animales? Dime que eso no quiere decir que les tienes miedo. —Hinata asintió con la cabeza e intentó respirar con normalidad.

—Genial —masculló él atravesando el vestíbulo. —Simplemente genial.

La mañana de finales de abril era húmeda y fría. Cuando hubo superado su shock con el perro, Hinata se dio cuenta que no había papeles pegados en el auto que los esperaba junto a la acera, ni latas, ni letreros de RECIÉN CASADOS, ninguna de esas cosas maravillosas reservadas a las personas que se aman. Hinata se dijo a sí misma que tenía que dejar de ser tan sentimental. O-Ren se había metido con ella durante años por ser exasperadamente anticuada, pero todo lo que Hinata había querido era una vida convencional. No era tan extraño, supuso, para alguien que había sido educada con tan poco convencionalismo.

Se subió al auto y vio que el cristal opaco que separaba al conductor de los pasajeros estaba cerrado. Al menos tendría la intimidad que necesitaba para contarle a Sasuke Uchiha cuál era su plan antes de llegar al aeropuerto.

«Hiciste unos votos, Hinata. Unos votos sagrados.» Ahuyentó a la inequívoca voz de su conciencia diciéndose que no tenía otra opción.

Sasuke se sentó junto a ella y el espacioso interior pareció volverse pequeño repentinamente. Si él no fuera tan físicamente abrumador, ella no estaría tan nerviosa.

Aunque no era tan musculoso como un culturista, Sasuke tenía el cuerpo fibroso y fornido de alguien en muy buenas condiciones físicas. Tenía los hombros anchos y las caderas estrechas. Las manos que descansaban sobre los pantalones eran firmes y blancas, con los dedos largos y delgados. Hinata sintió un ligero estremecimiento que la inquietó.

Apenas se habían apartado del bordillo cuando él comenzó a tirar de la corbata. Se la quitó bruscamente y la metió en el bolsillo del abrigo; después se desabrochó el botón del cuello de la camisa con un movimiento rápido de muñeca. Hinata se puso rígida, esperando que no siguiera. En una de sus fantasías eróticas favoritas, ella y un hombre sin rostro hacían el amor apasionadamente en el asiento trasero de un auto negro que recorría Konoha mientras The Weeknd cantaba de fondo Earned It, pero había una gran diferencia entre la fantasía y la realidad.

El coche se incorporó al tráfico. Ella respiró hondo, intentando tranquilizarse, y olió el intenso perfume a violeta y romero en su pelo. Vio que Sasuke había dejado de quitarse la ropa, pero cuando él estiró las piernas y comenzó a estudiarla, Hinata se removió en el asiento con nerviosismo. No importaba lo mucho que lo intentara, nunca sería tan bella como su madre, y cuando la gente la miraba demasiado tiempo, se sentía como un patito feo.

Abrió el bolso para buscar el cigarrillo que tanto necesitaba. Era un vicio horrible, lo sabía de sobra y no estaba orgullosa de haber sucumbido a él. Aunque O-Ren siempre había fumado, Hinata no solía fumar más que un cigarrillo de vez en cuando con una copa de vino. Pero en aquellos primeros meses después de la muerte de su madre se había dado cuenta de que los cigarrillos la relajaban y se había convertido en una verdadera adicta a ellos. Después de una larga calada, decidió que estaba lo suficientemente calmada como para exponerle el plan al señor Uchiha.

—Apágalo, cara de ángel.

Ella le dirigió una mirada de disculpa.

—Sé que es un vicio terrible y le prometo que no le echaré el humo, pero ahora mismo lo necesito.

Él alargó la mano detrás de ella para bajar la ventanilla. Sin previo aviso, el cigarrillo comenzó a arder.

Ella gritó y lo soltó. Las chispas volaron por todas partes. Él sacó un pañuelo del bolsillo del traje y de alguna manera logró apagar todas las ascuas.

Respirando agitadamente, ella se miró el regazo y vio la marca diminuta de una quemadura en la falda de raso malva.

—¿Qué ha pasado? —preguntó sin aliento.

—Creo que estaba defectuoso.

—¿Un cigarrillo defectuoso? Nunca he visto nada así.

—Será mejor que tires la cajetilla por si todos los demás están igual.

—Sí. Por supuesto.

Ella se la entregó con rapidez y él se metió el paquete en el bolsillo de los pantalones. Aunque Hinata todavía se estremecía del susto, él parecía perfectamente relajado. Reclinándose en el asiento de la esquina, él cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos.

Tenían que hablar —tenía que exponerle el plan para poner fin a ese bochornoso matrimonio, —pero él no parecía estar de humor para conversar y ella temía meter la pata si no iba con cuidado. El último año había sido un desastre total y Hinata se había acostumbrado a animarse con pequeñas cosas a fin de no dejarse llevar totalmente por la desesperación.

Se recordó a sí misma que, aunque su educación podía haber sido poco ortodoxa, desde luego sí había sido completa. Y a pesar de lo que su padre pensaba, había heredado el cerebro de Hiashi y no el de O-Ren. También poseía un gran sentido del humor que en su momento divirtió mucho a su madre y sus amigos, —de su madre, no de ella—, y era optimista por naturaleza, cualidad que ni siquiera el último año había podido destruir por completo. Hablaba cuatro idiomas, era capaz de identificar al diseñador de casi cualquier modelo de alta costura y era toda una experta en calmar a mujeres histéricas. Por desgracia, no poseía ni el más mínimo sentido común.

¿Por qué no había hecho caso del abogado de O-Ren, cuando le dejó claro que no le quedaría ni un centavo una vez que pagara las deudas que ésta había dejado? Ahora sospechaba que había sido el sentimiento de culpa lo que la había impulsado a asistir a todas aquellas fiestas durante los desastrosos meses que siguieron al funeral. Llevaba muchos años queriendo liberarse del chantaje emocional al que su madre la había sometido en su interminable búsqueda del placer. Pero no había querido que O-Ren muriera. Eso no.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Había querido muchísimo a su madre y, a pesar de su egoísmo, de sus interminables exigencias y de su constante necesidad de reafirmarse en la belleza, Hinata sabía que O-Ren la había querido.

Se había sentido culpable ante la inesperada libertad que el dinero y la muerte de O-Ren le habían proporcionado. Se había gastado toda la fortuna, no sólo en sí misma sino en cualquiera de los viejos amigos de O-Ren que estuviera en apuros. Cuando las amenazas de los acreedores habían subido de tono, había extendido cheques para mantenerlos callados, sin saber ni importarle si tenía dinero para cubrirlos.

Hiashi descubrió el derroche de Hinata el mismo día que emitieron una orden de arresto contra ella. Fue entonces cuando se dio cuenta de la realidad y del alcance de lo que había hecho. Tuvo que rogarle a su padre que le prestara dinero para mantener alejados a los acreedores, prometiendo devolvérselo en cuanto pudiera.

Hiashi había recurrido al chantaje. Era hora de que madurara, le había dicho, y si no quería ir a la cárcel debería poner fin a todas esas extravagancias y seguir sus órdenes sin rechistar. Hinata no era extravagante, sino ingenuamente bondadosa.

En un tono brusco e inflexible, él había dictado sus términos. Se casaría con el hombre que él escogiera para ella tan pronto como pudiera arreglarlo. Y no sólo eso, tendría que permanecer casada durante seis meses, ejerciendo de esposa obediente durante ese tiempo. Sólo al final de esos seis meses podría divorciarse y beneficiarse de un fondo fiduciario que él establecería para ella, un fondo fiduciario que él controlaría. Si era frugal, podría vivir con relativa comodidad el resto de su vida.

—¡No puedes hablar en serio! —exclamó ella cuando finalmente había recobrado el habla. —Ya no existen los matrimonios de conveniencia.

—Nunca he hablado más en serio. Si no aceptas casarte, irás a la cárcel. Y si no permaneces casada durante seis meses, nunca volverás a ver un ryō más de mi bolsillo.

Tres días más tarde, le había presentado al futuro novio sin mencionar qué estudios poseía ni a qué se dedicaba, y sólo le había hecho una advertencia:

—Él te enseñará algo sobre la vida. Por ahora, es todo lo que necesitas saber.

Pasaron Naka Bridge y se dio cuenta de que muy pronto cruzarían Main Gate, por lo cual no podía esperar más para sacar a colación el tema sobre el que tenían que hablar. Por costumbre, Hinata sacó un espejo dorado del bolso para cerciorarse de que todo estaba como tenía que estar. Ya más segura, lo cerró con un golpe seco.

—Disculpe, Uchiha-san.

Él no respondió.

Ella se aclaró la garganta.

—¿Uchiha-san? ¿Sasuke? Creo que tenemos que hablar.

Él abrió los párpados que ocultaban aquellos extraños ojos de océano profundo.

—¿De qué?

A pesar de los nervios, ella sonrió.

—Somos unos completos desconocidos que acaban de contraer matrimonio. Creo que eso nos da tema más que suficiente para hablar.

—Si quieres escoger los nombres de nuestros hijos, cara de ángel, creo que paso.

Así que tenía sentido del humor después de todo, aunque fuera algo cínico.

—Quiero decir que deberíamos hablar de cómo vamos a pasar los próximos seis meses antes de poder solicitar el divorcio.

—Creo que será mejor que vayamos paso a paso, día a día —hizo una pausa. —Noche a noche.

A Hinata se le puso la piel de gallina y se dijo a sí misma que no fuera estúpida. Él había hecho un comentario perfectamente inocente y ella sólo había imaginado la connotación sexual en aquel tono bajo y ronco. Forzó una brillante sonrisa.

—Tengo un plan, un plan muy simple en realidad.

—¿Sí?

—Si me da la mitad de lo que le pagó mi padre por casarse conmigo, y creo que estará de acuerdo conmigo en que es lo más justo, podremos irnos cada cual por su lado y acabar con este lío.

Una expresión divertida asomó en esos rasgos de acero.

—¿De qué lío hablas?

Ella debería haber sabido, por la experiencia adquirida gracias a los amantes de su madre, que un hombre así de guapo no rebosaría materia gris.

—El lío de encontrarnos casados con un desconocido.

—Pues creo que llegaremos a conocernos bastante bien. —De nuevo esa voz ronca. —Y eso de ir cada uno por su lado no era lo que Hiashi tenía en mente. Tal y como lo recuerdo, se supone que tenemos que vivir juntos como marido y mujer.

—Eso pretende mi padre. Es un poco tirano en lo que se refiere a las vidas de otras personas. Lo mejor de mi plan consiste en que él nunca sabrá que nos hemos separado. Mientras no vivamos en la Mansión Hyuga, donde puede vernos, no tendrá ni idea de dónde estamos.

—Definitivamente no viviremos ahí.

Él parecía no estar tan dispuesto a cooperar como ella había esperado, pero Hinata era lo suficientemente optimista como para creer que sólo necesitaba un poco más de persuasión.

—Sé que mi plan funcionará.

—A ver si nos entendemos. ¿Quieres que te dé la mitad de lo que Hiashi me dio por casarme contigo?

—Ya que lo menciona, ¿cuánto fue?

—No fue ni mucho menos suficiente —masculló él.

Ella nunca había tenido que discutir las condiciones y no le gustaba tener que hacerlo ahora, pero al parecer no tenía alternativa.

—Si lo piensa un poco, verá que es lo justo. Después de todo, si no fuera por mí, no tendría nada.

—¿Quieres decir que planeas darme la mitad del fondo fiduciario que tu padre ha prometido establecer para ti?

—Oh, no, no pienso hacer eso.

Él soltó una breve carcajada.

—Me lo imaginaba.

—No lo entiende. Le pagaré la deuda tan pronto como tenga acceso a mi dinero. Sólo le estoy pidiendo un préstamo.

—Y yo me niego.

Hinata comprendió que le había vuelto a pasar lo de siempre. Tenía la mala costumbre de asumir lo que otras personas harían o lo que haría ella en su lugar. Por ejemplo, si fuera Sasuke Uchiha, se prestaría a darle la mitad del dinero simplemente por deshacerse de ella.

Necesitaba fumar. Aquello no pintaba bien.

—¿Puede devolverme los cigarrillos? Estoy segura de que no todos estaban defectuosos.

Él sacó el arrugado paquete del bolsillo de los pantalones y se lo entregó. Hinata encendió uno con rapidez, cerró los ojos y se llenó los pulmones de humo.

Se escuchó un estallido y cuando abrió los ojos de golpe, el cigarrillo estaba en llamas. Con un grito ahogado, lo dejó caer. De nuevo, Sasuke apagó la colilla y las ascuas con el pañuelo.

—Deberías denunciarlos —dijo él con suavidad. Hinata se llevó la mano a la garganta, demasiado aturdida para hablar.

Él se acercó y le tocó un pecho. Ella sintió el roce de ese dedo en la parte interior del seno y se estremeció, lo mismo que la piel sensible debajo del corpiño del corset. Alzó la mirada de golpe a esos insondables ojos oscuros.

—Un poco de ceniza —dijo él.

Hinata puso la mano donde él la había tocado y sintió el martilleo del corazón bajo los dedos. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que una mano que no fuera la suya la había tocado allí? Dos años, recordó, cuando se había hecho la última revisión médica.

Ella vio que habían llegado al aeropuerto y se armó de valor.

—Uchiha-san, tiene que entender que no podemos vivir juntos como marido y mujer. Somos unos completos desconocidos. Toda esta idea es ridícula y tendré que insistir en que coopere más conmigo.

—¿Insistir? —dijo él suavemente. —No creo que tengas derecho a insistir sobre nada.

Ella tensó la espalda.

—No voy a permitir que me intimide, Uchiha-san.

Él suspiró y sacudió la cabeza, mirándola con una expresión de pesar que ella dudaba que fuera sincera.

—Esperaba no tener que hacer esto, cara de ángel, pero debería haber imaginado que no ibas a ser fácil. Será mejor que te explique las reglas básicas ahora mismo, así sabrás a qué atenerte. Para bien o para mal, vamos a permanecer casados durante seis meses a partir de hoy. Puedes irte cuando quieras, pero tendrás que hacerlo sola. Y por si todavía no te has dado cuenta, éste no va a ser uno de esos matrimonios modernos de los que se habla en las revistas. Éste va a ser un matrimonio tradicional. —Repentinamente, su voz se volvió más tierna y suave. —Lo que quiero decir, cara de ángel, es que yo mando y tú harás lo que diga. Si no lo haces, sufrirás algunas consecuencias bastante desagradables. La buena noticia es que, pasado el tiempo estipulado, podrás hacer lo que quieras. Sinceramente, me importará un bledo.

El pánico se apoderó de Hinata, que luchó por no perder los nervios.

—No me gusta que me amenacen. Será mejor que hable claro y me diga cuáles son esas consecuencias que penden sobre mi cabeza.

Él se reclinó en el asiento y torció la boca en una mueca tan dura que Hinata sintió un escalofrío en la espalda.

—Verás, cara de ángel, no pienso decirte nada. Tú misma lo descubrirás todo esta noche.

...


(1) Washitsu. Cuarto tradicional con pisos tatami, shōji, tokonoma, y puertas de fusuma. Se usa para recibir visitas en días modernos.

(2) Tokonoma. Es un cubículo o pequeño espacio elevado sobre un washitsu, en donde se cuelgan rollos desplegables decorativos con pinturas (kakemono). Los arreglos ikebana y bonsái también se pueden encontrar en estos espacios.

(3) O-Ren Hanzō. Personaje creado por mí como madre para Hinata. Apellido y nombre inspirado de mi película favorita Kill Bill, ¿se acuerdan de O-Ren Ishii? ¿o de Hattori Hanzō? Bueno, imagino a la madre de Hinata como ella, con todo su carácter infame, letal y aristocrático. De ahí que también haya adaptado su apellido por el de Hattori Hanzō, quien fue un samurai y shinobi en el periodo Sengoku, pero que se cree tan fenomenal que ha sido utilizado en la ficción de diferentes maneras, una de ellas en Kill Bill.

(4) Hinata Hanzō. Como en todas las relaciones fallidas, cuando el hijo o hija se queda con la madre o el padre, éste adopta el apellido que mejor le convenga a la madre o el padre xD Para el caso, ¿a que queda genial?


Hi everyone!

GRANDÍSIMO DISCLAIMER aquí: esta historia es una adaptación del libro "Besar a un ángel" de SUSAN ELIZABETH PHILLIPS al mundo ficticio de Naruto, sin embargoooooo….

Estará ubicada en un AU tan, pero taaaaan alternativo que la sangre shinobi se considera de la realeza y Hinata puede ser mayor que Sakura y Sakura menor que Moegi, ¿entienden lo que digo? Puedo decir que me he esmerado un montón en la adaptación, tanto, que ustedes mismos se darán cuenta.

Ahora bien, se habrán dado cuenta que el titulo de la historia es completamente diferente del original (Besar a un Ángel), bueno, esto es más por capricho y desacuerdo, ya que el titulo original no tiene nada que ver con el desarrollo del libro, y como me creo vengadora como Sasuke, quise hacerle justicia. Descubriran porqué le puse así más adelante.

En cuanto a las actualizaciones… se harán una vez por semana todos los jueves hasta que Nomeolvides este completa, hasta entonces, espero que disfruten mucho este primer vistazo de esta bella adaptación.

BYE!