© Naruto, Masashi Kishimoto.

Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.


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TRAPECIO SIN RED

Capítulo 2

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Hinata se pasaba por el rincón más apañado de la sección de fumadores de la puerta de embarque de KageAir, dando unas caladas profundas y rápidas al cigarrillo que empezó a marearse. El avión, según había descubierto, se dirigía a Suna, una de sus ciudades favoritas a pesar de su caluroso ambiente, algo que tomó como una buena señal en una larga cadena de acontecimientos que se iban volviendo cada vez más desastrosos.

Primero, el estirado y poderoso señor Uchiha se negó a aceptar el plan. Luego le había saboteado el equipaje. Cuando el chófer descargó una sola maleta del maletero en lugar del juego completo que ella había preparado, Hinata pensó que era una equivocación, pero Sasuke la sacó rápidamente de su error.

—Viajaremos con poco equipaje. Le ordené al ama de llaves que lo rehiciera por ti durante la ceremonia.

—¡No tenía derecho a hacer eso!

—Vamos a facturar. —Él cogió su propio y ligero equipaje, y Hinata se quedó mirando con asombro cómo echaba a andar sin dejarle otra opción que seguirlo. Ella apenas podía cargar con la maleta; sus tobillos se tambaleaban sobre los altos y delgados tacones mientras se arrastraba tras él.

Cuando Sasuke desapareció en los aseos, ella se había apresurado a comprar una nueva cajetilla, pero descubrió que sólo tenía un billete de diez dólares en el bolso. Se dio cuenta con inquietud de que ése era todo el dinero que poseía. Sus cuentas corrientes estaban bloqueadas y las tarjetas de crédito canceladas. Por lo tanto, volvió a guardar el billete en la cartera y le pidió un pitillo a un atractivo ejecutivo.

En cuanto lo apagó, Sasuke salió de los aseos y al ver cómo iba vestido sintió un vuelco en el estómago. El oscuro traje sastre había sido reemplazado por una camisa de mezclilla desgastada y abierta que dejaba ver una playera blanca debajo. Llevaba la camisa remangada, mostrando unos fuertes y pálidos antebrazos portadores de un reloj de oro con una correa de piel. Los bajos del vaquero azul marino se doblaban sobre unas botas de trabajo color caqui.

Hinata se mordisqueó el labio inferior. Al pensar en todo lo que su padre podía haberle hecho, nunca se le había ocurrido que la casaría con un camionero.

Él se acercó a ella cargando la maleta con facilidad por el asa. Los pantalones revelaban unas piernas musculosas y unas caderas estrechas. A O-Ren le hubiera encantado.

—Vamos. Acaban de hacer la última llamada.

—Uchiha-san, por favor, no creo que quiera hacer esto. Si me prestara sólo la tercera parte del dinero que legítimamente me pertenece, podríamos poner fin a esta situación.

—Le hice una promesa a tu padre y nunca falto a mi palabra. Quizá sea un poco anticuado, pero es una cuestión de honor.

—¡Honor! ¡Se ha vendido! ¡Dejó que mi padre le comprara! ¿Qué clase de honor es ése?

—Hiashi y yo hicimos un trato y no voy a romperlo. Por supuesto, si insistes en marcharte, no te detendré.

—¡Sabe que no puedo hacerlo! No tengo dinero.

—Entonces, vámonos. —Él sacó las tarjetas de embarque del bolsillo de la camisa y se puso en marcha.

Ella no tenía dinero ni tarjetas de crédito, y su padre le había ordenado que no se pusiera en contacto con él. Con el estómago revuelto, se percató de que no tenía otra alternativa que coger la maleta y seguirlo.

Delante de ella, Sasuke había alcanzado la última hilera de sillas, donde un adolescente estaba sentado fumando. Cuando su nuevo marido pasó junto al chico, el cigarrillo de éste comenzó a arder.

Unas dos horas después Hinata se encontraba bajo un sol resplandeciente en el aparcamiento del aeropuerto de Suna, observando la camioneta negra de Sasuke; tenía el capó cubierto por una gruesa capa de polvo y la matrícula estaba casi ilegible por el barro seco que la ocultaba.

—Déjala ahí detrás. —Sasuke lanzó su propia maleta sobre la camioneta, pero no se ofreció a hacer lo mismo con la de ella, igual que no se había ofrecido a llevársela en el aeropuerto.

Hinata rechinó los dientes. Si pensaba que iba a pedirle ayuda, podía esperar sentado. Le dolieron los brazos cuando intentó lanzar la voluminosa maleta a la parte trasera. Pudo sentir los ojos de Sasuke sobre ella y, aunque sospechaba que al final agradecería todo lo que el ama de llaves había metido en ella, en ese momento habría dado cualquier cosa por que aquella valija fuera más pequeña.

Cogió el asa con una mano y sujetó la parte inferior de la maleta con la otra. Con gran esfuerzo, tiró de ella.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó el con falsa inocencia.

—No..., gra... cias. —Las palabras parecían gruñidos más que otra cosa.

—¿Estás segura?

Hinata, que por fin consiguió alzarla para empujarla con el hombro hacia dentro, no tenía suficiente aliento para contestar. Sólo unos centímetros más. Se tambaleó sobre los tacones. Un poco más...

Con un grito de consternación, la maleta y ella cayeron hacia atrás. Gritó al impactar contra el pavimento, luego chilló de pura rabia. Con la mirada clavada en el cielo se percató de que la maleta había amortiguado la caída y evitado que se lastimara. También se dio cuenta de que había caído de manera desgarbada, con la falda ciñéndole el muslo izquierdo y dejando el derecho descubierto, las rodillas pegadas y los pies extendidos.

Unas oscas botas de trabajo entraron en su ángulo de visión. Deslizó la mirada por los muslos que se perfilaban bajo los vaqueros, luego más arriba por el ancho pecho hasta llegar a aquellos ojos color noche que brillaban con diversión, Hinata recuperó su dignidad. Juntando los tobillos, se apoyó en los codos.

—Esto es justo lo que pretendía.

La risa del hombre fue ronca y oxidada, como si no se hubiera reído en mucho tiempo.

—Si tú lo dices.

—Así es. —Con toda la dignidad que pudo reunir, se impulsó sobre los codos hasta quedar sentada. —A esto es a lo que nos ha llevado su comportamiento infantil. Espero que lo sienta.

Él soltó una carcajada.

—Tú lo que necesitas es un vigilante, cara de ángel, no un marido.

—¡Deje de llamarme así!

—Agradéceme que te llame así. —Cogió el asa de la maleta y la lanzó con facilidad sobre la parte trasera de la camioneta como si no pesara más que el orgullo de Hinata. Luego tiró de ella hasta ponerla en pie. Abrió la puerta de la camioneta y la empujó al sofocante interior.

Hinata esperó para hablar hasta que hubieron dejado el aeropuerto atrás. Viajaban por una carretera de doble sentido que se dirigía tierra fuera en lugar de a la Aldea de Suna, como ella había esperado.

Matorrales y maleza bordeaban ambos lados de la carretera y el aire caliente que entraba por las ventanillas abiertas de la camioneta le agitaba los cabellos contra las mejillas. Adoptando un tono suave, Hinata rompió el silencio.

—¿Podría encender el aire acondicionado? Se me enreda el pelo.

—Lleva años sin funcionar.

Tal vez estuviera ya entumecida, porque aquella respuesta no la sorprendió. Los kilómetros pasaron volando y los signos de civilización escaseaban cada vez más. De nuevo le preguntó lo que se había negado a contestar cuando bajaron del avión.

—¿Podría decirme adonde nos dirigimos?

—Es mejor que lo veas por ti misma.

—Eso no suena muy esperanzador.

—Por decirlo de una manera suave, donde vamos no hay salón de cóctel.

Mezclilla, vaqueros, botas. ¡Tal vez fuera ranchero! Ella sabía que había multitud de ganaderos ricos en Suna. Quizás estuvieran dirigiéndose hacia el sur. «Por favor, Kami, que sea ranchero. Que haya una hermosa casa, ropas de diseño, y Sue Ellen y J. R. haraganeando alrededor de la piscina.»

—¿Es usted ranchero?

—¿Parezco ranchero?

—Lo que parece es un psiquiatra. Responde a una pregunta con otra.

—¿Los psiquiatras hacen eso? Nunca he ido a uno.

—Por supuesto que no. Es evidente lo bien que le funciona la cabeza

Ella había intentado que el comentario sonara sarcástico, pero el sarcasmo nunca se le había dado bien y pareció que lo estaba adulando.

Hinata miró por la ventanilla el hipnótico paisaje de la carretera. Totalmente ensimismada, vio una casa desvencijada con un árbol en el patio delantero lleno de comederos de pájaros hechos de calabaza. El aire caliente los movía.

Cerró los ojos y se imaginó fumando. O lo intentó. Hasta ese día, no se había dado cuenta de lo mucho que dependía de la nicotina. En cuanto se adaptara a la nueva situación, tendría que dejar de fumar. En cuanto llegara a su nueva vida, tendría que replantearse muchas cosas. Por ejemplo, nunca fumaría en la casa del rancho. Si le apetecía un cigarrillo, saldría a fumárselo a la terraza, en el balancín al lado de la piscina.

Mientras seguía soñando, se encontró rezando otra vez: «Por favor, Kami, que haya terraza. Que haya piscina...»

Un poco más tarde, la despertó el traqueteo de la camioneta. Se incorporó bruscamente, abrió los ojos y soltó un grito ahogado de asombro.

—¿Pasa algo?

—Dígame que eso no es lo que creo que es.

El dedo de la joven temblaba cuando señaló hacia el objeto que se movía al otro lado del polvoriento parabrisas.

—Es difícil confundir a un elefante con otra cosa.

Era un elefante. Un elefante de verdad, vivito y coleando. La bestia recogió un fardo de heno con la trompa y lo lanzó hacia atrás. Mirando la deslumbrante luz del atardecer, Hinata rezó para estar todavía durmiendo y que aquello sólo fuera una pesadilla.

—Dígame que estamos aquí porque quiere llevarme al circo.

—No exactamente.

—¿Va a ir usted solo?

—No.

Hinata tenía la boca tan seca que le resultaba difícil articular las palabras.

—Sé que no le gusto, Uchiha-san, pero, por favor, dígame que no trabaja aquí.

—Soy el gerente.

—Gerente de un circo —repitió ella débilmente.

—Exacto.

Atontada, Hinata se dejó caer contra el asiento. A pesar de su optimismo, era incapaz de encontrar una luz al final del túnel.

En el recinto abrasado por el sol había una carpa de circo roja y azul junto con varias carpas más pequeñas y una gran cantidad de caravanas. La carpa más grande, salpicada por estrellas doradas, tenía un gran rótulo de color rojo intenso donde se podía leer: CIRCO DE LOS HERMANOS HATAKE, PROPIETARIO: KAKASHI HATAKE. Además de unos cuantos elefantes atados, Hinata vio una llama, un camello, varias jaulas enormes con animales y toda clase de gente de mal vivir, entre la que incluyó a algunos hombres bastante sucios. A la mayoría de ellos parecían faltarle los dientes delanteros.

El padre de Hinata siempre había sido un esnob. Le encantaba todo ese rollo de los linajes antiguos y los títulos de nobleza, incluidos aquellos guardados en el mundo del circo. Creía firmemente que la real sangre shinobi aun residía en aquellos bizarros lugares.

Se jactaba de descender de las más grandes familias shinobi del País del Fuego. El hecho de que hubiera casado a su única hija con un hombre que trabajaba en un circo decía mucho de lo que sentía por ella y confirmaba su teoría de ser un contacto shibobi de su padre.

—No es exactamente el Cirque du Soleil.

—Eso ya lo veo —repuso ella débilmente.

—Los Hermanos Hatake es uno de los circos que se conocen como circos de barro.

—¿Por qué dice eso?

—Pronto lo averiguarás —la respuesta sonó ligeramente diabólica.

Su marido aparcó la camioneta al lado de las demás, apagó el motor y salió. Para cuando ella bajó, él ya había sacado las maletas de la parte trasera y había echado a andar cargando con ellas.

Los altos tacones de Hinata se hundieron en el terreno arenoso y se tambaleó mientras seguía a Sasuke. Todos dejaron lo que estaban haciendo y clavaron los ojos en ella. Su vestido de raso malva arrugado, con ligeros chamuscados en la falda y el pecho, -que a ella le parecieron grandes parches quemados que exhibían su miseria-, y los zapatos se hundían en algo demasiado blando. Afligida, Hinata bajó la mirada para asegurarse de que había pisado justo lo que se temía.

—¡Uchiha-san!

El chillido de la joven tenía un deje de histeria, pero él pareció no oírla y siguió caminando hacia la hilera de caravanas. Ella restregó la suela del zapato por la arena, llenándoselo de polvo durante el proceso. Con una exclamación ahogada, Hinata echó a andar de nuevo.

Sasuke se acercó a dos vehículos que estaban aparcados uno al lado del otro. El más cercano era una moderna caravana plateada con una antena parabólica. Al lado había otra caravana abollada y oxidada que parecía haber sido verde en otra vida.

«Por favor, que sea la caravana de la parabólica en vez de la otra. Por favor...»

Él se paró ante la fea caravana verde, abrió la puerta y desapareció en el interior. Hinata gimió, luego se dio cuenta de que estaba tan entumecida emocionalmente que ni siquiera era capaz de sorprenderse.

Sasuke reapareció en la puerta un momento después y observó cómo se acercaba tambaleándose hacia él.

Cuando al fin llegó al combado peldaño de metal, él le ofreció una sonrisa cínica.

—Hogar, dulce hogar, cara de ángel. ¿Quieres que te coja en brazos para cruzar el umbral?

A pesar del sarcástico comentario, ella eligió ese momento en particular para recordar que nunca la habían cogido en brazos para cruzar un umbral y que, a pesar de las circunstancias, éste era el día de su boda.

Quizá poner un toque sentimental los ayudaría a los dos a sacar algo positivo de esa terrible experiencia.

—Sí, gracias.

—¿Estás de coña?

—¿Quiere o no quiere hacerlo?

—No quiero.

Ella intentó disimular la decepción.

—Vale.

—Es una puta caravana.

—Ya lo veo.

—Ni siquiera creo que las caravanas tengan umbrales.

—Si hay una puerta, hay un umbral. Incluso un iglú tiene umbral.

Por el rabillo del ojo, ella vio que comenzaba a formarse una multitud a su alrededor. Sasuke también se dio cuenta.

—Vamos, entra.

—Es usted quien se ha ofrecido.

—Estaba siendo sarcástico.

—Ya me he fijado que lo hace mucho. Y por si nadie se lo ha dicho nunca, es una costumbre molesta.

—Entra, Hinata.

De alguna manera se había trazado una línea y lo que había comenzado como un impulso se había convertido en un duelo de voluntades. Ella permaneció en el escalón, con las rodillas temblorosas, pero intentando mantenerse firme.

—Le agradecería que por lo menos tuviera la decencia de cumplir esa tradición.

—Por el amor de Kamisama. —Él bajó de un salto, la levantó en brazos y la llevó al interior, cerrando la puerta de una patada. Al momento la dejó bruscamente en pie.

Antes de poder decidir si había ganado o perdido esa batalla en particular, Hinata fue consciente de lo que la rodeaba y se olvidó de todo lo demás.

—¡Ay, Kami!

—Herirás mis sentimientos si me dices que no te gusta.

—Es horrible.

El interior era incluso peor que el exterior. Estrecho y desordenado, olía a moho, a viejo y a comida rancia. Delante de ella había una cocina en miniatura, el mostrador de fórmica color azul desvaído estaba astillado. Los platos sucios estaban amontonados en el diminuto fregadero y había una cacerola con una gruesa costra sobre el fogón, justo encima de la puerta del horno, que estaba sujeta por un trozo de cordel. La raída alfombra había sido dorada en otro tiempo, pero ahora tenía tantas manchas que su color sólo podía describirse recurriendo a alguna función corporal. A la derecha de la cocina, la descolorida tapicería a cuadros del pequeño sofá apenas era visible debajo de la pila de libros, periódicos y ropa masculina. Vio una nevera descascarillada, armarios con el laminado astillado y una cama revuelta.

Hinata miró rápidamente a su alrededor.

—¿Dónde están el resto de las camas?

Él la miró sin expresión, luego pasó junto a las maletas que había dejado en medio del suelo.

—Esto es una caravana, cara de ángel, no una suite. Es todo lo que hay.

—Pero... —Hinata cerró la boca. Tenía la garganta seca y un vacío en el estómago.

La cama ocupaba la mayor parte del fondo de la caravana y estaba separada del resto por un alambre que sostenía una descolorida cortina color café que en ese momento estaba recogida contra la pared. Sobre las sábanas había algunas ropas enredadas, una toalla y algo que parecía ser un kit de herramientas con procedencia dudosa.

—El colchón está limpio y es cómodo —dijo él.

—Estaré más cómoda en el sofá.

—Como quieras.

Ella oyó una serie de tintineos metálicos y vio que Sasuke se estaba vaciando los bolsillos en la desordenada encimera de la cocina: algunas monedas, las llaves de la camioneta y la cartera.

—Vivía en otra caravana hasta hace una semana, pero era muy pequeña para dos personas, así que me mudé a ésta. Es una pena que no haya tenido tiempo para llamar al decorador. —Él sacudió la cabeza. —Los donnickers están allí. Es el único sitio que me dio tiempo a limpiar. Puedes meter tus cosas en el armario que tienes detrás. La función empieza en una hora; no te acerques a los elefantes.

«¿Donnicker? ¿La función?»

—En realidad, no creo que pueda vivir aquí —dijo ella. —Está asqueroso.

—Tienes razón. Supongo que necesita el toque de una mujer. Encontrarás productos de limpieza debajo del fregadero.

Él pasó por su lado en dirección a la puerta, entonces se detuvo. Estupefacta, Hinata vio cómo se acercaba de nuevo a la encimera, cogía la cartera y volvía a meterla en el bolsillo.

Se sintió profundamente ofendida.

—No pensaba robarle.

—Por supuesto que no. Pero es mejor no tentar a la suerte. —Sasuke le rozó el brazo con el pecho cuando volvió a pasar junto a ella hacia la puerta. —Hoy tenemos función a las cinco y a las ocho. Actúo en las dos.

—¡Deténgase ahora mismo! N-no puedo quedarme en este horrible lugar y n-no voy a limpiar toda esta porquería.

Él miró con aire distraído el casquillo de su bota, luego levantó la vista. Hinata se quedó mirando aquellos oscuros ojos y sintió un escalofrío de temor, seguido de otra extraña sensación que no quiso examinar más a fondo.

Él levantó lentamente la mano, y Hinata dio un respingo cuando la cerró con suavidad alrededor de su garganta. Sintió la ligera aspereza del pulgar cuando le rozó el hueco bajo la oreja con algo que parecía una caricia.

—Escúchame con atención, cara de ángel —dijo él con suavidad. —Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. De un modo u otro voy a ganar. Tú decides cómo quieres que sea.

Se miraron fijamente a los ojos. En un instante que pareció eterno, Sasuke le exigió sin palabras que se sometiera a él. Los ojos del hombre dejaron un rastro de fuego sobre ella, consumiéndole la ropa, la piel, hasta que Hinata se sintió desnuda y despojada, con todas sus debilidades expuestas. Quería huir y esconderse, pero la fuerza de aquella mirada masculina la dejó inmovilizada.

Sasuke le deslizó la mano por la garganta, luego le acaricio los hombros con suma lentitud. Cogió el tirante del vestido y se lo deslizó por el hombro. Ella no llevaba sujetador —hubiera sobresalido sobre el escote del vestido— y el corazón comenzó a latirle con fuerza.

Con la punta del dedo, Sasuke bajó el tirante por su pecho hasta llegar al escote, doblando en su camino la almohadilla del corse y descubriendo el pezón. Luego, inclinó la cabeza y tomó con los dientes la suave piel que había expuesto.

Hinata se quedó sin respiración cuando notó el pellizco. Debería haber sido doloroso, pero sus sentidos percibieron el pequeño mordisco con placer. Sintió la insolente mano de Sasuke en el pelo y luego él se apartó, aunque ya había dejado su marca en ella como si fuera un animal salvaje. Fue entonces cuando Hinata tuvo una epifanía al mirar sus ojos. Él era un animal depredador.

La puerta de la caravana se meció sobre sus bisagras. Sasuke salió y la miró, dejando caer el tirante de su vestido que de algún modo le había arrancado sin ella haberlo percibido.

Estalló en llamas.


...

Hi everyone! Sentí que pasó un tiempo desde que público algo en general. Había prometido tomar una semana para corregir Nomeolvides pero sinceramente no tuve el tiempo ni las ganas de hacerlo. Me voy a tomar unas vacaciones de esa historia porque hay algo que me hace replantearme todo y por el momento no quiero saber de ello...

Eso no aplica para ÉSTA historia, así que voy a estar por aquí como lo prometido una vez a la semana en jueves... claro que hoy, en mi zona horaría, en éste momento que estoy publicando éste cap aún es miercóles. Por esta ocasión cambie el día porque no hay posibilidad que lo haga mañana juevesito, so- this.

Btw, hay algunos pocos reviews que en su mayoría son de invitados que no puedo responder directamente, pensaba responderlos en este cap, pero no sé, respondí así una vez en Nomeolvides y luego sentí que me dejaron en visto xD ¿Qué piensan? ¿Quieren que lo haga aunque me dejen en visto?