© Naruto, Masashi Kishimoto.
Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.
Recomiendo buscar en YouTube las canciones sugeridas en el capítulo y reproducir cuando se indique para una lectura in situ...
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TRAPECIO SIN RED
Capítulo 3
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Hinata cerró la puerta de golpe dejando fuera el tirante quemado, y se llevó la mano al pecho. ¿Qué clase de hombre podía dominar el fuego?
Notando que el corazón le latía con fuerza bajo la mano, se recordó que estaba en un circo, un lugar de ilusiones, y que él aparentemente tenía sangre shinobi corriendo por sus venas. Hinata sabía que no debería dar rienda suelta a la imaginación, pero no podía quedarse conforme con el simple pensamiento de que Sasuke conocía algunos trucos de magia cuando podía tener algo que ver con la manipulación de chakra.
Se tocó la pequeña marca roja en la suave curva del pecho y el pezón se tensó en respuesta. Mirando la cama sin hacer, se dejó caer en una de las sillas junto a la mesa de la cocina e intentó asimilar la ironía de todo aquello.
«Mi hija se reserva para el matrimonio.» O-Ren solía soltar esa declaración en las cenas para divertir a sus amigos mientras Hinata se tragaba la vergüenza y fingía reírse con ellos. Cuando Hinata cumplió los veintitrés años, su madre dejó de anunciarlo en público por miedo a que sus amigos pensaran que su hija era un bicho raro.
Ahora que tenía veintiséis, Hinata se consideraba una reliquia victoriana. Sabía lo suficiente de psicología humana para darse cuenta de que su resistencia al sexo fuera del matrimonio era un acto de rebeldía. Cuando era niña, había observado el vaivén de la puerta del dormitorio de su madre y supo que nunca podría ser como ella. Deseaba con toda el alma ser considerada una mujer respetable. Incluso hubo un tiempo en que pensó que lo había conseguido.
Se llamaba Kabuto Yakushi, tenía treinta y ocho años y era cirujano plástico en Otogakure. Lo conoció en una fiesta y era todo lo que admiraba en un hombre: caballeroso, inteligente y bien educado. No fue difícil enamorarse de él.
Hinata era una mujer hambrienta de afecto, y los besos de Kabuto y sus expertas caricias la enardecían hasta casi hacerla perder el juicio. Incluso así, Hinata no pudo olvidar sus principios, profundamente arraigados para acostarse con él. Al principio, la negativa de la joven le irritó, pero poco a poco él comprendió lo importante que era aquello para ella y le propuso matrimonio. Hinata aceptó entusiasmada y vivió en una nube rosa durante los días que faltaban para la ceremonia.
O-Ren fingió estar encantada, pero Hinata debería haber imaginado que a su madre le daba terror quedarse sola, hasta el punto de dejarse llevar por la desesperación. A O-Ren no le llevó demasiado tiempo tramar un cuidadoso y calculado plan para seducir a Kabuto Yakushi.
A favor de Kabuto debía decir que logró resistirse casi un mes, pero O-Ren siempre conseguía lo que se proponía y al final lo conquistó.
—Lo hice por ti, Hinata —había dicho cuando una Hinata apesadumbrada descubrió la verdad. — Quería que abrieras los ojos y vieras lo hipócrita que es. Habrías sido muy desgraciada si te hubieras casado con él.
Madre e hija discutieron amargamente y Hinata había llegado a recoger todas sus pertenencias para marcharse. El intento de suicidio de O-Ren puso fin a eso.
Se acomodó el escote del vestido y suspiró. Fue un sonido profundo y doloroso, el tipo de suspiro que salía desde lo más profundo del alma porque no tenía palabras para expresar sus sentimientos.
Para otras mujeres el sexo resultaba fácil. ¿Por qué no para ella? Se había prometido a sí misma que nunca tendría relaciones sexuales fuera del matrimonio y ahora estaba casada. Pero, irónicamente, su marido era más desconocido para ella que cualquiera de los hombres que había rechazado. El hecho de que fuera tan brutalmente atractivo no cambiaba las cosas. Ni siquiera podía imaginar entregarse a alguien a quién no amara.
Volvió a mirar la cama. Se levantó y se acercó a ella. Algo que parecía un bastón negro asomaba bajo unos vaqueros tirados de cualquier manera sobre las arrugadas sábanas azules, justo a un lado del kit de herramientas sospechoso. Se inclinó para tocar la tela de los vaqueros, desgastada por el uso, y deslizó un dedo por la cremallera abierta. ¿Cómo sería ser amada por ese hombre? ¿Despertar cada mañana y ver la misma cara mirándola desde el otro lado de la almohada? ¿Tener una casa y niños? ¿Un trabajo? ¿Cómo sería ser una mujer normal?
Apartó los vaqueros a un lado y dio un paso atrás al ver lo que había debajo. No era un bastón, sino una katana. Una katana ligeramente desenvainada que dejaba ver el filo plateado de la hoja delgada. Y lo que creyó un kit de herramientas no era otra cosa más que un estuche de armas ninja, sobresalía de la tela la cola de un kunai y las puntas de una shuriken.
El corazón le comenzó a latir con fuerza.
«Podemos hacer esto por las buenas o por las malas. De un modo u otro voy a ganar.»
Sasuke había insinuado que habría consecuencias si no le obedecía. Cuando ella le había preguntado cuáles serían, había contestado que lo descubriría ella misma esa noche. No habría insinuado que tenía intención de lastimarla, ¿verdad?
Intentó normalizar la respiración. Puede que, en algún momento de la historia, la tortura era efectiva para someter, pero las cosas habían cambiado desde entonces. Llamaría a la policía si se atrevía a ponerle un solo dedo encima.
Seguramente había una explicación sencilla para todo eso: el fuego, la katana y las armas e incluso esa amenaza. Pero Hinata estaba exhausta y temblorosa por el vuelco que había dado su vida y le costaba pensar con claridad.
Antes de hacer nada, tenía que cambiarse de ropa. Una vez que volviera a sentirse ella misma, se encontraría mejor. Arrastró la maleta hasta el sofá, donde la abrió, y se encontró con que todos sus elegantes vestidos habían desaparecido, aunque el resto de las prendas parecían bastante adecuadas para alternar con esa gente. Se puso unos jeans, una blusa con mangas de color lavanda que cubría perfectamente sus voluminosos pechos y unas sandalias.
Prefería ser recatada cuando de mostrar su escote se trataba, era un complejo que tenía desde la secundaria cuando las chicas crueles se burlaban de su gran frente, comparándola con una vaca, o cuando los inmaduros chicos la miraban con morbosidad insana.
Si, prefería ser recatada.
El diminuto cuarto de baño resultó estar mucho más limpio que el resto de la caravana. Y cuando se arregló el pelo y se retocó el maquillaje, se sintió lo suficientemente bien consigo misma para salir y explorar el lugar.
Olores a animales, heno y polvo inundaron las fosas nasales de Hinata tan pronto como puso un pie en el suelo. La brisa caliente de finales de abril corría por el recinto, agitando suavemente las lonas laterales de la carpa y los banderines multicolores. Oyó el sonido de una radio a través de la ventana abierta de una de las caravanas y el sonido estridente de un programa de televisión saliendo de otra. Alguien estaba cocinando en una parrilla de carbón y a Hinata le rugió el estómago. Al mismo tiempo, creyó percibir el olor a tabaco. Lo siguió hasta otra caravana y vio a un hada apoyada contra la pared, fumando un cigarrillo.
Era una delicada y etérea criatura, con el pelo rosa, ojos de Bambi verde esmeralda y boca diminuta. Recién entrada en la adolescencia, poseía unos pequeños pechos que presionaban contra una descolorida camiseta roja con un agujero en el cuello.
Llevaba unos vaqueros cortos y unas deportivas que se veían enormes en sus delicados pies.
—Hola, soy Hinata. ¿Cómo te llamas? —Hinata la saludó amablemente, pero los ojos de Bambi de la chica se mostraron taciturnos y hostiles.
Hubo un largo silencio antes de que la chica se dignara en contestar.
—Sakura.
—Qué bonito. Eres del circo, ¿no? Por supuesto que lo eres, o no estarías aquí, ¿verdad?
—Soy una de las acróbatas de Jiraiya Senju.
—¡Eres artista! ¡Genial! Nunca he conocido a una artista de circo.
Sakura la miró con el perfecto desdén que sólo los adolescentes parecen capaces de dominar.
—¿Has crecido en el circo? —Al hacer la pregunta, Hinata se dio cuenta de la inmoralidad que suponía pedir un cigarrillo a una adolescente. —¿Cuántos años tienes?
—Acabo de cumplir dieciséis. Llevo aquí algún tiempo. —Se puso el cigarrillo en la comisura de la boca, donde parecía vagamente obsceno. Entrecerrando los ojos por el humo, la chica comenzó a lanzar unos aros plateados del tamaño de un plato de presentación para la vajilla, hasta que hubo cinco en el aire. Al ver que fruncía la frente con concentración, Hinata tuvo la impresión de que aquel ejercicio de malabarismo no era fácil para ella, especialmente cuando los ojos verdes de la joven comenzaron a lagrimear por el humo.
—¿Quién es Jiraiya Senju?
—Mierda. —A Sakura se le cayó uno de los aros y luego atrapó los cuatro restantes. —Jiraiya Senju es mi padre.
—¿Actuan los dos juntos?
Sakura la miró como si estuviera chiflada.
—Pero, ¿qué dices? ¿Cómo voy a actuar con mi padre si ni siquiera puedo mantener los cinco aros en el aire?
Hinata se preguntó si Sakura era así de ruda con todo el mundo.
—Jiraiya actúa con mis hermanos, Yahiko y Nagato. Yo sólo salgo para posar con estilo.
—¿Posar con estilo?
—Para captar la atención del público. ¿Es que no sabes nada?
—No sobre el circo.
—Tampoco debes saber mucho sobre los hombres. Te ví entrar antes en la caravana con Sasuke. ¿Sabes lo que dice Mei sobre las mujeres que se enrollan con Sasuke?
Hinata estaba bastante segura de no querer escucharlo.
—¿Quién es Mei?
—Mei Terumī. Es la dueña del circo desde que murió su marido Kakashi Hatake. Y les dice a todas las mujeres que se acercan a Sasuke que algún día acabará asesinándolo.
—¿Por qué?
—Se odian mutuamente. —Tomó una profunda calada y tosió. Cuando se recuperó, miró a Hinata de reojo con una intensidad aniquiladora que parecía ridícula en un hada. —Apuesto a que se deshace de ti después de que te haya follado un par de veces.
Hinata había oído cosas peores en su infancia, pero aún se sentía desconcertada cuando esa palabra salía de los labios de un adolescente. Ella nunca decía palabrotas. Otra rareza como rebelión a su educación.
—Eres una chica muy guapa. Es una pena que lo eches a perder utilizando ese lenguaje tan soez.
Sakura le dirigió una mirada de desprecio absoluto.
—Follar. —Se quitó el cigarrillo de la boca y lo tiró al suelo, apagándolo con la suela de la sandalia.
Hinata contempló la colilla con anhelo. Habría podido darle al menos tres caladas antes de apagarla.
—Sasuke puede tener a la mujer que quiera —le escupió Sakura por encima del hombro cuando se dio la vuelta para marcharse. —Puede que seas su novia ahora, pero no durarás mucho tiempo.
Antes de que Hinata pudiera decirle que era la esposa de Sasuke, no su novia, la adolescente desapareció. Ni siquiera mirándolo por el lado positivo, podría decir que el primer encuentro con uno de los miembros del circo hubiera sido bueno.
Se pasó la siguiente media hora deambulando por el recinto, observando los paseos de los elefantes desde una distancia segura y procurando mantenerse apartada del camino de todo el mundo. Se percató de que había un orden sutil en la forma en que funcionaba el circo. En la parte delantera se encontraba el puesto de comida y de venta de recuerdos junto a una carpa decorada con brillantes posters de dibujos horripilantes de animales salvajes devorando a sus presas. En el letrero de la entrada se leía CASA DE FIERAS DE LOS HERMANOS HATAKE. Justo enfrente, había una caravana con una taquilla en el extremo. Los camiones de carga pesada estaban estacionados a un lado, lejos de la multitud, mientras que las caravanas, las camionetas y los remolques ocupaban la parte del fondo.
Cuando la gente comenzó a agolparse en la carpa del circo, Hinata avanzó entre los puestos de comida, recuerdos y algodón de azúcar para acercarse más. Los olores dulces de dango recién hecho y takoyaki se mezclaban con los de los animales y el del moho de la carpa de nailon del circo. Un treintañero con el pelo color arena y una voz atronadora intentaba convencer a la gente de que entraran en la casa de fieras para ver la exhibición de animales salvajes.
—Sólo por un ryō podrán ver a un cruel tigre de bengala en cautividad, a un exótico camello, a una llama cariñosa con los niños y a una gorila feroz...
Mientras seguía con el discurso, Hinata pasó junto a él y bordeó el puesto de comida donde estaban almorzando algunos trabajadores del circo. Desde que había llegado a aquel lugar se había dado cuenta de lo ruidoso que era, y ahora descubría la fuente de ese sonido atronador: un camión que contenía dos grandes generadores amarillos. Pesados cables se extendían desde ellos; algunos culebreaban hacia la carpa, otros hacia las tiendas y algunos más hacia las caravanas.
Una mujer envuelta en una capa ribeteada con plumas de marabú de color índigo salió de una de las caravanas y se detuvo a hablar con un payaso que llevaba una brillante peluca naranja. Otros artistas comenzaban a reunirse bajo una carpa que debía de ser la entrada de los empleados del circo, ya que estaba en el lado contrario a la del público. Hinata no vio señales de Sasuke y se preguntó dónde estaría.
Aparecieron los elefantes, magníficos con sus mantas doradas y rojas y sus casquetes de plumas. Cuando enfilaron en dirección a Hinata, ésta retrocedió hasta una de las caravanas. Si los perros pequeños la aterrorizaban, los elefantes no podían ser menos y estaba segura de que se desmayaría si se le acercaba uno de ellos.
Varios caballos engalanados con arneses adornados con joyas se encabritaban a un lado. Hinata hurgó torpemente en el bolsillo para coger la caja de cigarrillos casi vacía que acababa de gorronear de una de las camionetas y sacó uno.
—¡Señoras y señores, la función va a comenzar! Acérquense todos...
El hombre que hacía el anuncio era el mismo que animaba a la gente a entrar en la casa de fieras, aunque ahora llevaba puesta una chaqueta roja de maestro de ceremonias. En ese momento Hinata vio aparecer a Sasuke montado en un caballo zaino negro. Fue entonces cuando la joven se percató de que su marido no sólo era el gerente del circo, sino también uno de los artistas.
Iba vestido con un traje samurái de cuero muy simple pero impresionante: las escamas y placas de la armadura negra que cubrían el pecho y los hombros, estaban unidas entre sí por cordones de seda trenzada color añil; pero los protectores de los brazos y las piernas tenían láminas rectangulares de hierro lacado sobre una cota de malla, cosidas a su vez, a un respaldo de tela beige y añil respectivamente. Debajo de la armadura, la camisa shitagui y el pantalón kubokama eran negros, ambos remetidos en guantes y sandalias de cuero negro. Sasuke no llevaba el kabuto característico de un samurái, pero Hinata dedujo que siendo tan guapo como era, no convenía ocultar su atractivo debajo de un casco a la audiencia para cuando actuara en la función.
Vestido así no era difícil imaginarlo cabalgando por los bosques caducifolios enfrentando los horrores de la guerra. También llevaba una katana colgada a un costado y, con alivio, Hinata se percató de que había dejado volar la imaginación.
La katana de mango y estuche negro que había visto sobre la cama no era nada más que uno de los artilugios que Sasuke utilizaba en la pista. Hinata se permitió estudiar los bordes dorados que decoraban el mango, sin embargo, lo que le llamó la atención fue el símbolo pequeño en la vaina con forma de abanico surcado por la mitad, dividiendo la parte superior en color rojo y la parte inferior en color blanco.
Mientras observaba a Sasuke inclinarse sobre el lomo del caballo para hablar con el maestro de ceremonias, Hinata recordó que había hecho unos votos sagrados que la vinculaban a ese hombre y supo que ya no podía ignorar más su conciencia. No podía negar que aceptar casarse con él era la cosa más cobarde que había hecho nunca. Había dudado de sí misma, de su habilidad para cuidarse sola; debía haberse negado al chantaje de su padre y haberse buscado la vida, aunque eso significara ir a la cárcel.
¿Sería así como viviría el resto de su vida? ¿Evitando responsabilidades y saliendo airosa de las situaciones? Se sintió avergonzada al recordar que había hecho esos votos sagrados sin intención de cumplirlos y supo que de un modo u otro tenía que llevarlos a cabo.
La conciencia se lo había susurrado durante horas, pero se había negado a escucharla. Hinata aceptaba ahora que no iba a poder vivir consigo misma a menos que intentase cumplir su promesa. El que fuera a ser difícil no lo hacía menos necesario. En el fondo reconocía que si huía de esto no habría esperanza para ella.
Pero, aunque sabía que tenía que hacerlo, su mente ponía obstáculos. ¿Cómo podía honrar los votos hechos a un desconocido?
«Tú no se los hiciste a un desconocido, le recordó su conciencia. Se los hiciste a Kami.»
En ese momento Sasuke la vio. La decisión que había tomado era demasiado reciente como para que fuera cómodo para ella hablar con él ahora, pero no tenía escapatoria. Le dio una nerviosa calada al cigarrillo sin apartar la mirada cautelosa del caballo que él montaba, y que parecía más feroz según se acercaba. El animal estaba adornado con magníficos arreos, incluida una silla de montar revestida de rica seda dorada y unas bridas con filigranas doradas. Él la miró desde arriba.
—¿Dónde te habías metido?
—He estado explorando.
—Hay gente poco recomendable rondando por el circo. Hasta que sepas cómo va todo, quédate donde pueda verte.
Ya que ella acababa de prometerse a sí misma que iba a cumplir los votos matrimoniales, se tragó su resentimiento ante las maneras dictatoriales de su marido y se obligó a responder amablemente.
—De acuerdo.
A Hinata le comenzaron a sudar las palmas de las manos ante la proximidad del caballo y se encogió contra el remolque.
—¿Es tuyo?
—Sí. Jūgo Tenpin lo cuida por mí. Hace un espectáculo ecuestre y transporta a Garuda en el remolque de sus caballos.
—Ya veo.
—Entra y echa un vistazo a la función.
Él agitó las riendas y ella retrocedió con rapidez. Luego siseó consternada cuando el resto del cigarrillo comenzó a arder.
—¡Tienes que dejar de hacer eso! —gritó Hinata, sacudiendo las ropas y pisoteando las ascuas que habían caído al suelo.
Él la miró por encima del hombro con la comisura de la boca ligeramente curvada.
—Ese vicio acabará por matarte. —Riéndose entre dientes, regresó a su lugar en la fila junto al resto de los artistas.
Hinata no sabía qué encontraba más desalentador: el que Sasuke hubiera destruido uno de los cigarrillos con su acostumbrada teatralidad o saber que parecía haberla vencido en cada uno de los encuentros que habían tenido ese día.
Aún se sentía acalorada cuando rodeó a los animales y entró en la carpa por la entrada trasera. Encontró un sitio libre en las gradas. Eran tablones de madera blanca, duros y estrechos, sin otro lugar donde apoyar los pies que el asiento de los espectadores de la fila de abajo. Pero rápidamente olvidó la incomodidad al ver la excitación de los niños de alrededor.
Le encantaban los niños. Aunque nunca se lo había dicho a nadie, su sueño secreto había sido dar clases en una guardería. No creía que aquel sueño se fuera a hacer realidad algún día, pero le gustaba pensar en ello algunas veces.
Las luces se atenuaron y un redoble de tambores sonó en crescendo mientras un foco iluminaba al maestro de ceremonias en la pista central.
—¡Señoras y señores! ¡Niños y niñas de todas las edades! ¡Bienvenidos a la emocionante edición número veinticinco del circo de los Hermanos Hatake!
La música estalló, tocada por una banda que constaba de dos músicos con tambores, un sintetizador y un ordenador. Comenzó a sonar una animada versión de I'd like to teach the world to sing y en la pista entró un caballo blanco con una chica que portaba una bandera dorada en la que se podía leer el nombre del circo en letras mayúsculas color azul metálico; debajo de ellas, había un símbolo del mismo color con forma de un rombo cuadrado con rombos más pequeños dentro, unidos entre sí como una malla. Los demás artistas la siguieron portando coloridos estandartes, sonriendo y saludando con la mano a la multitud.
La trouppe de acróbatas de Jiraiya Senju fue la que captó la atención de Hinata; la componían tres hombres guapos y Sakura, que estaba ataviada con lentejuelas rojas, mallas brillantes y espeso maquillaje. Sobre el pelo de la chica, ahora suavemente rizado, había una diadema de brillantes y esmeraldas de imitación que brillaba como un cometa, haciendo competencia a sus brillantes ojos. Hinata no tuvo ninguna dificultad en identificar a Jiraiya Senju entre sus hijos. Era un hombre musculoso, alto y de cabello largo cano sujeto a una cola de caballo baja, le recordaba a un chico duro de la calle. Los seguía un grupo de jinetes, payasos, malabaristas y perros adiestrados.
Sasuke entró solo en la arena, a lomos de su feroz caballo, y a diferencia de los demás artistas no hacía gestos con las manos ni saludaba. Mientras daba vueltas por la pista, parecía un ser tan distante y misterioso como su corazón de samurái. No era ajeno a la presencia de la gente, pero de alguna manera permanecía aislado y le daba una extraña dignidad al colorido despliegue. La multitud se animó cuando los elefantes cerraron el desfile.
La función comenzó y, según avanzaba el espectáculo, Hinata se sorprendió ante tanto talento. Salió un trío de trapecistas llamados los Inuzuka Voladores, las luces se apagaron y la música se desvaneció. Un foco azul iluminó al maestro de ceremonias, el único que ocupaba la oscura pista central.
—Están a punto de presenciar un número jamás visto en ningún otro lugar del planeta más que en el circo de los Hermanos Hatake. Por primera vez, voy a contarles una historia asombrosa. —Su voz se volvió dramáticamente baja y una folclórica melodía japonesa comenzó a sonar de fondo.
Epic Japanese Music «戦場» Senjō
Composed by Matias Tapia
Primero, se escuchó el sonido prolongado de un instrumento de cuerdas siendo raspado por su arco, luego, de ipso facto, el golpeteo rápido de siete percusiones con el taiko(1) que permitieron a su vez, la transición a una melodía misteriosa a partir de las cuerdas del kokyū(2) y el sonido de una flauta shakuhachi(3).
»Hace casi treinta años, en las coníferas nevadas de Yukigakure, una tribu errante de ninjas se tropezó con un niño muy pequeño que sólo vestía harapos y llevaba un magatama(4) de jade de valor incalculable colgado del cuello. Los ninjas llevaron al niño a su pueblo en el País del Hierro y le enseñaron las habilidades que habían aprendido de sus padres. Sólo el colgante que llevaba puesto daba alguna pista de su verdadera identidad.
Las extrañas notas de la popular melodía japonesa se fundían con la voz baja del maestro de ceremonias, y cuando la luz se volvió más brillante y los acordes rápidos del shamisen(5) se unieron a la sinfonía, el público escuchó, embelesado.
—Durante años, se forjó una leyenda sobre ese hombre, una leyenda que incluso a día de hoy, sus rescatadores insisten en que es cierta.
La música se hizo más resonante.
—Creen que es el único descendiente directo del fallecido emperador: Hogoromo Ōtsutsuki. —La voz del hombre se volvió más fuerte. —Señoras y señores, ese hombre está aquí esta noche... —Un redoble de tambores. —¡El heredero de la corona imperial del País del Fuego!
Hinata sintió un estremecimiento de excitación, a pesar de que no se creía ni una palabra de la historia que había oído.
—Los ninjas, al reconocer el poder y la opulencia shinobi heredada, decidieron portarlo de una armadura que magnificara su presencia pese a lo que representaba como contraparte para los ninjas…
La voz del maestro de ceremonias resonó en la carpa.
—¡El circo de los Hermanos Hatake se enorgullece en presentar... al incomparable Susanoo el Samurái!
Las luces subieron de intensidad, la música resonó y Sasuke entró en la pista a todo galope a lomos de su caballo zaino. Las mangas kote de la armadura samurái ondeaban ligeramente y la cota de malla en el traje tintineaba con el trote. El poderoso zaino negro se elevó sobre las patas traseras. Desafiando la gravedad, Susanoo levantó los brazos por encima de la cabeza, permaneciendo montado sólo con la presión de sus poderosas piernas.
El caballo bajó y Susanoo desapareció. Hinata quedó boquiabierta al verle reaparecer, de pie sobre la silla de montar. Mientras su montura galopaba alrededor de la pista, él realizó una serie de proezas diestramente ejecutadas que eran a la vez atrevidas y dramáticas. Finalmente se hundió en la silla y desenvainó su katana de hoja plateada, blandiendo en cortes rápidos, haciéndola resonar tan fuerte que la gente de la primera fila pegó un salto.
Habían introducido algunos accesorios en la pista durante la presentación del maestro de ceremonias: una hilera de dianas con cintas coronadas con globos negros, además de algunas velas en candelabros altos. Dando una vuelta sobre la pista, Sasuke lanzó en un movimiento inclinado su espada contra la diana más grande, dando en el blanco. Cuando tuvo las manos vacías, buscó entre los pliegues del traje tres shuriken de cuatro picos en cada mano, e hizo estallar los globos uno a uno, retumbando en una brillante explosión roja, como gotas de sangre. Surcó el aire con lanzamientos veloces y precisos.
Luego, cabalgó hasta su espada clavada en la diana y la tomó con la mano derecha en un movimiento elegante.
El público aplaudió, incluso los de las filas traseras habían podido obtener una buena visión del espectáculo. Sasuke bajó a la arena en pleno galope y el caballo se alejó trotando fuera de la carpa. Las luces se atenuaron hasta que sólo él quedó iluminado por la luz de las velas que lo rodeaban de cerca.
Battalla Samurai (Samurai Music)
Composed by Tsubaki Music
Susanoo se quedó tremendamente quieto con la katana y la cabeza apuntando al suelo cuando la música cambió a golpes huecos con el taiko, pero al resonar los acordes pausados del shamisen y el sonido aireado de la shakuhachi, Sasuke levantó poco a poco la espada hasta tenerla a la altura del hombro, desplegada horizontalmente a su costado derecho. Hinata y la audiencia se quedaron sin aliento, expectantes a su siguiente movimiento.
El silencio reinó en la carpa por un largo momento. Sasuke alzó lentamente la vista y Hinata creyó ver un destello carmesí en sus ojos lóbregos, pero no pudo confirmarlo porque de pronto, blandió el sable tan rápido que cortó el fuego de las velas y el escenario quedó a oscuras. La música fue en crescendo y con ello, el samurái reapareció iluminado por una chispa de fuego en los dedos de su mano izquierda que fue atraída inexplicablemente a cada una de las mechas de las velas, como imanes. Con las llamas en los candelabros, esta vez más grandes, se esclarecían sus ágiles movimientos, intrincados por una gracia tan letal y masculina que Hinata se quedó impresionada. Parecía que Susanoo el Samurái sostenía una batalla con un enemigo invisible que lo retaba a defenderse dando piruetas y malabares con la filosa espada.
La batalla iba en aumento con movimientos cada vez más rápidos y, como por arte de magia, la hoja de la katana estalló en una furiosa descarga eléctrica que apagó nuevamente la luz de las velas. Los relámpagos se enredaban a lo largo del sable, canalizados desde el mango hasta la punta aguzada y resonaban en sus oídos como trinidos de una bandada de pájaros agitados.
Con una poderosa torsión del brazo, Sasuke elevó el rayo que tenía de espada verticalmente por encima de su cabeza, y cuando una pesada manta dorada y roja cayó en picada desde lo alto de la carpa, Sasuke la cortó a la mitad en un perfecto movimiento de su afilada arma antes de que tocara el suelo.
El público soltó un grito ahogado cuando en un eco ensordecedor, se apagaron los destellos que electrocutaban el sable y la manta bailó una danza de fuego alocada en medio de la oscuridad hasta que las llamas se consumieron por completo.
En el momento en que la luz de los reflectores cortó la imperiosa oscuridad, Susanoo el Samurái había desaparecido.
…
De Wikipedia para el mundo:
(1) Taiko. Tambor japonés, tocado con baquetas de madera denominadas bachi.
(2) Kokyū. Instrumento de cuerda tradicional japonés, el único que se toca con arco.
(3) Shakuhachi. Flauta japonesa que se sujeta verticalmente como una flauta dulce en lugar de como la tradicional flauta travesera.
(4) Matagama. Son abalorios que surgieron en Japón durante la Era Jōmon. Se las relaciona como indicativos de la Dinastía Yamato. Están compuestas mayoritariamente de jade, ágata, cuarzo, talco o jaspe.
(5) Shamisen. Pequeña guitarra japonesa, con cuerpo cuadrado y un largo mástil con tan solo 3 cuerdas.
…
Les dije que esta vaina iba a ser tan pero tan AU…
Holi! ¿Qué les pareció el cap? Me di cuenta de que Kishimoto tejió la historia de los Uchiha con guiños y alusiones a un linaje imperial: desde la imagen que simboliza Susanoo en el sintoísmo hasta la etimología de cada uno de los nombres de los integrantes de dicho clan. Por eso creo que todas las adaptaciones que hice quedaron como anillo al dedo y la esencia de la historia concuerda con lo que representan las personalidades de los personajes… o eso quiero pensar (*-*)
También intenté darle sentido a Sasuke como samurái, pues el mismo ninjutsu en sí de susanoo toma forma de un guerrero samurái, y ésta figura en el folclore japonés es asociado al poder, la magnificencia y hasta a la autoridad (ya que guardaban relación con emperadores y feudales). Yo si veo a Sasuke como heredero de un imperio xD
Now, para el guest que ama a Susan Elizabeth: Si consideré el porqué del título original del libro, pero al analizarlo no quise irme por lo obvio, ya que desde mi perspectiva, la historia trata sobre los prejuicios, enfrentarse al día a día en un entorno nuevo y a un matrimonio incierto que al encararlo, te hace pensar que te arrojas a un vuelo en trapecio sin red, ahhhhh vedaaa... haha, soy solo yo y mi soliloquio pero a que quedó genial :? Gracias por dejar reviews, ahora sé que alguien lee mis notas finales y por ti ya no siento que me dejan en visto. THANX!
Para todos y todas (o todes) -.- Muchas gracias por pasar por aquí, ¡nos leemos pronto!
CIAO!
