28 Días
(28 Days)
Por Rozefire
Traducido por Inuhanya e IR-CHAN
Disclaimer: No poseo a Inuyasha… Y juro que muchas personas fueron lastimadas durante la realización de este fic. Después de todo, este ES en un hospital.
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Capítulo 4
Parloteo psicópata
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La sala de espera estaba llena, el escritorio estaba ocupado y finalmente una de las otras enfermeras estaba ayudando a Kikyo a manejar las consultas y llenar el sistema.
"Ooh - aquí es como el hotel embajador." Anotó una mujer mayor mientras la enfermera auxiliar de Kikyo comenzaba a guiarla hacia la sala de revisión.
"Intentamos hacer lo mejor para hacer su estadía tan placentera como sea posible." Dijo la enfermera con una sonrisa.
"Sí, porque probablemente será lo último que vea." Dijo Inuyasha descuidadamente mientras pasaba, regresando de su hora de almuerzo.
Una pluma se estrelló contra el lado de su cabeza, disparado desde la dirección de Kikyo e hizo una mueca. "Ou… oh! Pluma! Necesitaba una de estas…"
Él se agachó, lo levantó y continuó hacia el escritorio.
"Eres un horrible muchachito, lo sabes?" Dijo Kikyo fríamente. "Intentas deliberadamente darles a todos los residentes aquí ataques cardíacos?"
"Sólo si son viejos." Él se encogió y se recostó contra el escritorio mientras releía su agenda para la tarde. "Oh dios… Sango regresa hoy."
"Tal vez puedas negociar con ella para que vea a Miroku?" Kikyo se detuvo de repente. "En realidad… creo que mejor negocio con ella esta vez…"
"Mm hm…"
Ella no podía estar segura de si estaba o no, escuchándola ya que parecía muy ocupado moviendo uno de esos paquetes de azúcar de papel que la gente siempre robaba de la cantina. "Por qué siempre robas eso?"
"Podría tener una escasez de azúcar en mi apartamento." Él se encogió de hombros. "Pasa."
"No pasa."
"Cállate. Si pasa, pasa. No puedes detenerlo."
De repente el paquete se rasgó y esparció gránulos blancos de azúcar sobre el piso. "Ah mierda… no puedo creer que dejara caer todo mi ántrax…"
Una pausa rodeó la sala de espera en el momento, y después de un golpe de silencio, hubo una ráfaga de movimiento cuando todos salían por las puertas. Cuando la puerta finalmente se cerró detrás de la multitud, el único sonido para escuchar era la risa pobremente contenida de Inuyasha.
Kikyo quedó boquiabierta del shock. "Qué fue eso!"
"Eso fue puro ingenio." Él cerró de golpe su carpeta sobre la mesa.
"Eso fue malvado - de dónde saliste, Inuyasha?" Espetó Kikyo.
Justo entonces Miroku rodeó la esquina de la recepción. Todo lo que tuvo que hacer fue darle un vistazo a la vacía sala de espera para imaginar lo que había pasado. Él sacudió su cabeza cuando llegó. "Déjame adivinar… otra vez asustaste a los pacientes."
"Regresarán." Inuyasha no se molestó en levantar la vista de sus archivos.
"Apuesto que no puedes pasar la semana sin insultar, asustar, aterrorizar, traumatizar y enfurecer a los pacientes." Dijo Miroku en forma casual.
"Oh sí? Seguro que podría." Inuyasha lo miró. "Cualquier día."
"Está bien, si eres tan presumido - vamos a hacerlo esta semana." Declaró Miroku.
Inuyasha lo miró, un poco preocupado de en lo que se había metido. "Qué?"
"Cada vez que insultes, te quejes, asustes o te opongas a un paciente esta semana…" Miroku agarró el portalápices de Kikyo y sacó las plumas, ignorando su indignante farfullo, y lo alzó. "Tienes que meter cien yenes en esto."
Inuyasha lo miró un momento antes de cubrirlo rápidamente con engreimiento. "Bien. Creo que te sorprenderás al encontrar que esa taza estará muy vacía al final de la semana."
"Para el final de la semana serás un hombre pobre, amigo mío." Miroku lo golpeó en el hombro y colocó la taza en la plataforma más alta del escritorio. "Kikyo - no coloques plumas en esa cosa."
"ASI es como pierdo todas mis plumas!" gruñó Kikyo desde donde estaba recogiendo los del piso.
"Estás atrás." Inuyasha agarró sus archivos y los pasó con dignidad. "Lo verás… no soy un adicto a la rabia…"
Bueno, viendo cómo había asustado a la mitad de los pacientes esa tarde, se dio cuenta que tenía plenitud de tiempo para ir a hacer algunas cosas que necesitaba poner al día. La cosa en la cima de esa lista era Kagome Higurashi.
Por supuesto, cuando llegó su madre y abuelo estaban de visita otra vez lo cual significaba que tenía que hablarles… de todas las suertes…
"Sra. Higurashi…?" anunció él mientras entraba, intentando por una vez mantener una lengua civil en su cabeza.
La mujer miró a su alrededor y de repente estaba ante él en un parpadeo. "Sobre lo que dijo ayer-"
"Sra.-"
"Queremos una segunda opinión." Ella lo miró esperanzada.
Inuyasha suspiró y la rodeó entrando a la habitación. "Si quiere una segunda opinión, vayan a ver al Dr. Hatsuyo. Él fue quien lo confirmó antes que yo." Él miró a la chica en la cama… definitivamente aún inconsciente. "Por supuesto, estará en el avión a Francia en este momento…"
"Tiene que haber algún error." La madre de Kagome movió su cabeza con sus ideas. "Sólo tiene diecisiete años! Cómo puede estar muriendo!"
"Se lo dije… es un virus que invadió su sangre. Al paso actual de crecimiento apagará su cuerpo en un mes o más." Inuyasha suspiró. "Realmente lo siento… pero eso es todo."
"Debe haber algo que pueda hacer para detener esto!" El abuelo de la joven se levantó de repente. "Alguna cura tiene que la salvará!"
Parecía que el anciano estaba más cercano en aceptarlo que la madre. Pero sus comentarios tampoco estaban ayudando mucho.
"Miren - todavía tengo un mes para practicar más pruebas y encontrar un posible tratamiento para su condición. Nunca he visto un virus como este así que no va a ser fácil para mí, saben-"
"Por supuesto que no has visto uno como este - eres tan joven! Cómo podrías tener toda la experiencia necesaria!" Interrumpió la Sra. Higurashi.
Cuenta hasta tres… uno… dos… tres… en realidad… mejor hasta diez. Inuyasha tomó un profundo respiro para contener su decadente paciencia. "Puedo ser joven, pero ahora soy lo más cercano a un doctor en esta habitación - sé de lo que estoy hablando."
"Entonces cúrala!"
"No es así de simple!" Inuyasha apretó sus puños, principalmente para intentar controlarse. "Su hija tiene un verdadero problema - no sólo un caso de gripe - mírenla! Está en coma! No hay nada pequeño en experiencia! Podría nunca despertar de ese sueño!"
La Sra. Higurashi palideció y selló sus labios.
"Sé de lo que estoy hablando. He sido doctor desde que tenía dieciocho y lo mayor suficiente para tomar un examen de 'doctor', de acuerdo?" Dijo Inuyasha sarcásticamente. "Infortunadamente, la cura para la enfermedad de Kagome no es una de las preguntas, así que no me molesten y al resto del departamento médico para preguntar qué demonios pasa con ella."
El abuelo parecía que estaba por hervir, pero la madre parecía haberse calmado un poco.
"Las probabilidades de que alguien adquiera una nueva enfermedad como esta debe ser una en un millón. Así que no vengan a mí quejándose sobre segundas opiniones y curas porque primero que todo no tenemos un nombre para esto!" les espetó él a ambos. "Y si yo fuera ustedes, me iría ahora mismo y jugaría el resto de mi suerte en tiquetes de lotería, de acuerdo?"
"No puedes decirnos qué hacer!" humeó el anciano.
"Sí puedo, si está en los intereses de mi paciente." Inuyasha retrocedió y abrió la puerta de una patada. "De acuerdo a la enfermera han estado prolongando sus horas de visita. Eso no está ayudando a Kagome - así que mejor se van. Si quieren, regresen mañana, pero no antes."
Pocos momentos de miradas duelistas después y la familia salió de un humor más bien fuerte. Obviamente, no les gustó que les dijeran qué hacer y por un joven nada menos…
Inuyasha suspiró cuando se fueron y regresó a terminar por lo que había venido.
"Inuyasha…" llamó Miroku desde la puerta. Inuyasha volteó para encararlo y fijó sus ojos en el portalápices extendido.
"Jódete…" Murmuró Inuyasha mientras buscaba en su bolsillo y sacaba una moneda. "Ve a comprarte una vida, idiota."
"Sabes… por eso probablemente deberías pagar otra vez." Miroku sonrió y movió el recipiente.
"Tú no eres un paciente, así que fuera." Rugió Inuyasha. "Ahora!"
Miroku sólo se encogió y se retiró.
Una vez solo, o algo así, los nervios de Inuyasha comenzaron a calmarse, suspiró profundamente y fue a anotar los signos vitales de Kagome. El ritmo de su corazón era normal… presión sanguínea normal… todo era muy normal aparte del hecho de que estaba en coma. Eso no era normal.
Síp, ella parecía que estuviera en perfecta salud. Y si sólo despertara entonces estaría con una salud aún más perfecta. Cuando terminó de revisar sus signos y escribir cosas en la tabla al final de su cama, ubicó la variedad de obsequios que habían sido colocados en la mesa al lado de la cama. Chocolates, tarjetas, flores… frutas… y… más chocolate…
Sintiendo que ella no extrañaría un pequeño chocolate, marchó felizmente y con cuidado abrió la caja para ver adentro. Sabor fresa - cómo habían sabido que era su favorito! Él escogió uno de los más grandes y lo metió en su boca. Se le ocurrió que realmente debería continuar con sus rondas… pero el chocolate usualmente venía antes de los pacientes en su libro.
Sin embargo, comenzó a toser por el chocolate al minuto que el continuo pito del monitor cardíaco sonó y mostró la línea recta. Se giró de una vez, listo para comenzar la Reanimación Cardio-Pulmonar si fuera necesario, sólo para encontrar que Kagome estaba estirándose y moviéndose gentilmente contra las cobijas. Por un momento estuvo confundido cuando el zumbido del monitor al fondo se encendió… antes de darse cuenta que los pequeños receptores de pulso que habían sido colocados en las puntas de sus dedos habían caído y, por supuesto, no estaban recibiendo pulso.
Con un gran suspiro de alivio él alcanzó y apagó la máquina antes de que le diera un dolor de cabeza y miró a la joven despertar gentilmente.
"Kagome, estás despierta?" preguntó él fuertemente, sabiendo que algunas veces los pacientes comatosos encontraban un poco difícil escuchar cuando despertaban.
Ella abrió sus ojos lentamente y fijó su mirada en su rostro. El reconocimiento no llegó y frunció por un momento.
"Está bien, no me reconocerías. No me conoces." Él revisó otra vez su temperatura y pulso. "Recuerdas algo más?"
Kagome lucía pensativa por un momento antes de asentir lentamente, casi insegura.
"Probablemente has olvidado al menos algo, pero no recuerdas lo que has olvidado." Él sonrió levemente, "Está bien, todo regresará a ti."
Kagome hizo un gesto de que quería una bebida pero Inuyasha movió su cabeza. "Todavía no, espera al menos media hora antes de que comiences a tomar líquidos. Un par de horas antes de que puedas comer otra vez, de acuerdo?"
Kagome sonrió con una ceñuda expresión.
"De acuerdo… ahora tengo que irme pero la enfermera estará por aquí constantemente para revisarte. Si eso es bueno o malo es tu decisión." Él avanzó hacia la puerta.
"Ahora te recuerdo." Gruñó Kagome y él volteó para verla sonriendo débilmente. "Eres ese joven… de la cantina."
"Soy tu nuevo doctor."
Kagome lo miró. "Qué le pasó al anterior?"
"Se retiró."
"Maldición… cuánto tiempo he estado dormida?" ella frunció, mirando alrededor por un reloj.
"Dos días, no te preocupes." Inuyasha le guiñó. "Pasaré más tarde, de acuerdo?"
"De acuerdo…" Kagome sonrió y esperó hasta que se fuera antes de retirar con cuidado los electrodos pegados a su pecho y sienes. De ninguna manera iba a yacer ahí por horas. Tenía cosas que hacer, gente a quien llamar, clases de Universidad que atender…
Mientras tanto, Inuyasha estaba en la recepción. "Sabes lo que odio?" preguntó él malgeniado cuando llegó.
"Tengo una lista en algún lugar…" murmuró Kikyo.
"Gatos?" dijo Sango desde donde estaba recostada contra el escritorio.
"No." Inuyasha le frunció.
"Repartidores." Adivinó Kikyo salvajemente.
"No!"
"Niños." Sango se encogió de hombros.
"Pacientes." Adivinó Kikyo otra vez.
"El personal de la cafetería cuando dicen que andan escasos de ensaladas, pero en hecho real sólo las esconden bajo el mesón para guardarlas para ellos." Preguntó Sango. "Sé que odias eso."
"No!" Refunfuñó Inuyasha. "Odio cuando-"
"Cuando las familias asumen saber más que tú?" dijo Miroku desde atrás. "Siéntete libre de quejarte, Inuyasha."
La ceja de Inuyasha tembló. "En realidad… absolutamente detesto cuando las personas ahogan gatitos." Él enmendó y se precipitó para recoger su programador. "Bien… eres la siguiente Sango."
"Yipii." Dijo Sango con el entusiasmo de alguien que había permanecido despierto por siete días seguidos. Lo cual significaba no mucho entusiasmo.
Alejándola de Miroku la llevó a una de las salas libres y apuntó la mesa. "Algún nuevo problema?"
"No. Sólo quería de nuevo una cirugía." Dijo ella, subiéndose a la elevada mesa. "Sólo que no con ese sórdido Miroku."
"Ya, ya." Gruñó Inuyasha y sacó su martillo de reflejo. "Brazos extendidos."
"Algo está molestándote?" preguntó Sango, captando una pizca de su humor mientras obedecía. "Pareces aún más malhumorado que lo usual."
"Yo siempre me veo así."
"No."
"Sí."
"No - tú no!"
"Mira - creo que conozco mi cara mejor que tú - así que cállate y déjame hacer mi trabajo."
"Eso son otros cien yenes, Inuyasha!" gritó Miroku desde el corredor.
"Qué, me espías con micrófonos ocultos o algo así!" gritó Inuyasha antes de tirar la puerta. "Dónde estaba…?"
"Por confesar lo que está molestándote?" intentó Sango.
"No… creo que estábamos en el codo." Inuyasha golpeó el nervio central ahí, pero ella no reaccionó.
"Déjame adivinar… uno de los pacientes está dándote un momento difícil." Supuso Sango.
"Cállate, no eres mi psiquiatra." Espetó Inuyasha.
"En realidad…" Sango sonrió lentamente.
Inuyasha le disparó una mirada. "Sólo deja de hablar - yo SÉ que no eres una psiquiatra! Eso es imposible! Eres una consejera guía!"
"Sí, pero tienes que obtener un grado en psiquiatría para tener ese trabajo." Sango sonrió. "Bueno - estoy escuchando?"
Inuyasha no era lo estúpido suficiente para entrar en una de esas conversaciones. Él sólo cerró su boca y decidió que esa era la mejor manera de evitar soltar la verdad. "Baja tus brazos."
"Entonces, es una chica o un chico?" dijo ella mientras obedecía.
"Y estíralos otra vez…"
"Viejo o joven…?"
"Puedes retorcerlos de esta forma?"
Sango los retorció. "Loco o cuerdo."
"Cuerdo."
"Consciente o inconsciente?"
"Consciente."
"Chica o chico?"
"Chica."
"Joven o vieja?"
"Joven - espera!" Inuyasha dejó caer sus manos y retrocedió. "Deja eso!"
"Dejar qué?" preguntó Sango inocentemente.
"Ese control cerebral! No es divertido!" Espetó Inuyasha. "Sabes que no me gusta esa basura cerebral!"
"Oh cálmate, sólo se llama hablar rápido." Sango volteó sus ojos. "Entonces, cuál es su nombre?"
"Cómo sabes que es una chica?"
"Lo dijiste."
Inuyasha no podía recordar lo que había dicho y frunció. "No pude decirte eso."
"Oh vamos, a quién le voy a decir?" Sango frunció.
"Su nombre no es importante." Espetó él. "Lo que pasa con ella es el problema."
"Qué pasa con ella?" preguntó Sango suavemente mientras él comenzaba a examinar sus muñecas otra vez, pero no parecía enfocado en la tarea en mano.
"Un virus que nunca he visto antes…"
Sango no dijo nada por un momento. "Va a morir?"
El mentón de Inuyasha se apretó mientras miraba furioso sus muñecas. Él asintió.
"Y… no tomó bien la noticia?"
"Todavía no le he dicho. Apenas despertó de un coma hace un momento." Las manos de Inuyasha cayeron para descansar contra la mesa. "Su familia no lo tomó bien."
"Déjame adivinar… ellos quieren que tú se lo digas?"
Inuyasha asintió otra vez, rehusándose a mirarla. "Piensan que ella se pondrá en su contra si le dicen…"
"No se pondrá contra ti en vez?"
"Sí…"
"Pero ella necesita confiar en ti si vas a ser su doctor." Sango frunció.
Inuyasha resopló mientras se movía y dejaba caer el martillo en el plato metálico con un estrépito. "Cuál es el punto? Si ella va a morir de todas formas…"
"Ella no podría…"
"Lo hará." Dijo él cortamente.
Sango presionó sus labios y lo miró. "Tú no… pierdes muchos pacientes, verdad?"
"Nunca."
"Esto realmente está molestándote, no es así?"
"Por supuesto que no." Gruñó él.
"Cuánto tiempo crees que ella…?"
"Un mes."
"Ouch." Sango miró sus manos y entumecidamente trató de flexionar sus dedos distraída. "Si esto es algún consuelo… no creo que esto cambiará el hecho de que eres un gran doctor."
"Eso no cambiará el hecho de que morirá."
Sango lo miró, notando el malhumorado tono en su voz. "Si no puedes recibir un paciente moribundo entonces estás seguro que puedes manejar este trabajo?"
Inuyasha estuvo por regañarla por decirle cómo hacer su trabajo cuando se dio cuenta que sabía de lo que estaba hablando. "Como sea… a propósito, tus brazos aún están arruinados. De nuevo necesitas cirugía."
Sango aceptó el cambio de tema fácilmente. "De acuerdo."
"Voy a darte una cita para que tú y Miroku hablen." Él la escuchó comenzar a protestar pero la interrumpió con una mirada. "IRÁS a verlo. Y si no lo haces no te trataré más. Él está trabajando por tu propio bien , recuerdas?"
"Basura." Dijo Sango cortamente.
Ella podría decir cosas como esas todo el tiempo, pero todos sabían que Sango también sabía que tenía suaves sentimientos por el cirujano que aparentemente 'detestaba'. Normalmente, habría saltado a la oportunidad de tener una cita con Miroku… pero había sido herida la última vez que lo había visto coqueteando con una de las enfermeras. Obviamente.
Miroku era tan cabeza dura que no había notado eso todavía.
No era que Inuyasha fuera a derramar algo de luz en él.
"Estoy retrasado, mejor ve a casa." Dijo Inuyasha sin rodeos, mirando su reloj. "Le diré a Miroku llamarte."
"No le des mi número!"
"Ya lo tiene." Inuyasha volteó sus ojos. "Tiene el número de cada chica. Su libro de contactos podría ser usado como las nuevas páginas amarillas."
"Sí, sí…" Sango se apuró cuando él la sacó de la sala. Justo antes de que dejara la recepción ella lo miró y sonrió consoladoramente. "No te preocupes por la joven, de acuerdo?"
"Como sea – sólo vete!" la despidió él.
"Por qué fue eso?" Preguntó Kikyo casualmente.
"No importa." Dijo él con un movimiento de hombro y volteó hacia la sala de espera que lentamente había comenzado a llenarse. "Sr. Sensati? Es el próximo."
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Continuará…
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