28 Días
(28 Days)
Por Rozefire
Traducido por Inuhanya e IR-CHAN
Disclaimer: No voy a decirlo otra vez.
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Capítulo 7
La época para estar alegre
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"Entrega para el Dogtor Inu."
Inuyasha apretó su puño alrededor de la pluma que estaba usando para llenar algunos certificados de salud… rompiéndolo accidentalmente. Con cuidado, Kikyo movió su nuevo portalápices bajo el escritorio y fuera de vista.
Inuyasha se volteó lentamente, abriendo su boca para dejar salir un torrente de colorido e ingenioso lenguaje, cuando se paralizó. "Qué demonios…?"
El repartidor no estaba usando más su usual overol azul marino con una gorra de béisbol igual. Ahora estaba usando un brillante overol rojo, bordeado con una cosa blanca de peluche alrededor de las mangas y el medio, y también usaba un sombrero rojo con una bola blanca al final. También tenía una barba y peluca blanca falsas.
"Feliz Navidad, Doc!" sonrió el repartidor.
"Maldición…" suspiró Inuyasha. "Olvidé que era esa época del año otra vez…"
"Qué, Pascuas?" Kikyo levantó la vista y se asustó cuando vio al repartidor. "Quién demonios es ese?"
"Quién crees que soy?" Él repartidor se encogió.
"Papá?" Inuyasha parpadeó. "La similitud es perturbadora…"
"Treinta y dos cajas de jeringas para el Dogtor Inu." El repartidor extendió la tabla con la forma para firmar.
Inuyasha miró alrededor. "Uh… pluma… pluma…" él vio la que Kikyo estaba usando y rápidamente se lo arrebató de su mano. "Ajá!"
"A - oye!" Kikyo le gritó ahogadamente. "Yo lo estaba usando!"
"Cambia a descafeinado, Hermana." Dijo Inuyasha sobre su hombro mientras firmaba las formas. "Necesitas relajarte un poco."
Kikyo gruñó y tranquilamente sacó una de su cajón secreto.
Una vez que Inuyasha había firmado, el Padre Navidad llamó a sus pequeños amigos duendes quienes entraron las cajas.
"Treinta y dos?" Inuyasha frunció. "Sólo hay dieciséis… dónde está el resto!"
"Dame un descanso - es Navidad!" el repartidor se encogió otra vez.
"Todavía no lo es!" Inuyasha apretó sus puños. "Dónde está el resto?"
"En el depósito, Doc. No podía molestarme en traer todo hoy, así que el resto estará aquí mañana." El repartidor se despidió. "Buenas noches a todos - y para todos; una buena noche! Gracias a todos, estaré aquí toda la semana!"
Cuando los residentes de la sala de espera aplaudieron, Kikyo tuvo que agarrar la parte de atrás de la camisa de Inuyasha para prevenirlo de atacar al repartidor mientras salía. "No lo vale, Inuyasha."
"Juro - si veo a ese payaso aquí una vez más no seré responsable por mis acciones." Gruñó él. Estaba por irse cuando alguien pasó por el escritorio tarareando. Ambos, Kikyo e Inuyasha lo observaron pasar… más porque estaba usando ropa muy extraña. Su cabello era rojo, su traje verde limón y sus zapatos eran blancos… igual a la bata de doctor que estaba usando.
"Oye… hablando de payasos…" señaló Inuyasha. "Ese no es-"
"El doctor Lisuko." Asintió Kikyo. "Vaya…"
"Cuándo regresó a pediatría?" Inuyasha miró a Kikyo. "Ahora es un doctor payaso?"
"No… sólo es una crisis pasajera a la mitad de la vida." Ella suspiró y regresó a su trabajo.
"Crisis de media vida?" Inuyasha se estremeció. "Espero nunca llegar pronto a eso…"
"Nunca llegar a eso?" repitió Kikyo y le arqueó una ceja. "Tú la golpeaste hace cinco años."
"Eres tan horrible conmigo!" Inuyasha se infló y se alejó con un movimiento de su cabello.
"Lo intento…" murmuró Kikyo a su salida.
En su camino a su primer paciente pasó por la habitación de Kagome. Él pausó por un momento para mirar por la ventana y vio que aún estaba dormida y destapada. Una enfermera estaba a los pies de la cama anotando cosas en una forma, justo como le había dicho hacer. Esperanzado, su primera dosis de Xycrophobin comenzaría a hacer efecto pronto y ella despertaría… aunque no siempre era algo bueno.
Él continuó hacia su cita y rápidamente revisó el nombre del paciente que estaba por ver. Era Sango, lo cual levantaba un poco sus esperanzas - porque Miroku estaría ahí.
Él encontró la sala de revisión en la que estaba esperando y abrió la puerta. Se detuvo y frunció cuando se encontró confrontado con la vista de Miroku buscando más pacientes por la garganta de Sango. Después de mirar un momento, sin ser notado por la pareja besándose, cerró la puerta y parpadeó.
"Todo eso fue una ilusión… y cuando abra la puerta otra vez… ellos estarán discutiendo." Inuyasha sacudió su cabeza para aclararla, dándose cuenta que debe haber estado comiendo mucho Ramen recientemente.
Él abrió la puerta otra vez.
Nop… definitivamente no estaba soñando eso. Y desde que Sango parecía estar en manos… capaces… Inuyasha decidió que podría tomar una contraseña en esta cita e ir a tomar un café.
Mientras se dirigía hacia el elevador para subir a la cafetería tuvo que preguntarse qué pasaba con la Navidad que hacía que la cara de las personas apestara. Tenía que ser algo relacionado con el muérdago… o alguna especie de conspiración del gobierno. No era que eso tuviera mucho sentido…
"Doctor!"
Inuyasha colocó su mano para detener la puerta del ascensor de cerrarse y las empujó para ver a una de las jóvenes enfermeras corriendo hacia él. "Qué pasa?"
"Es Kagome Higurashi - está despierta." La joven jadeó, presionando una mano en su pecho.
"Está bien - Iré a verla ahora -"
"No - ella despertó mientras no había nadie ahí para observarla - debe andar por ahí en cuestión de segundos - sólo la dejamos por cinco minutos!" habló efusiva la enfermera.
"Qué?"
"Se fue - fuimos a verla y se había ido de la cama." Ella movió su cabeza. "No tengo idea de a dónde fue!"
"Está bien, Aki." Él la pasó. "Me haré cargo."
El primer lugar que revisó fue, por supuesto, su habitación. Miró alrededor, revisando los rincones y el baño por alguna señal, pero definitivamente no estaba ahí. Las sábanas en su cama estaban desordenadas y medio caídas del colchón, y las hebillas que habían estado sujetándola estaban abiertas - y una de las hebillas de la muñeca había sido rota completamente.
"Mierda…" murmuró él mientras salía por la puerta otra vez y corrió hacia la recepción. "Kikyo!"
"Ah!" Ella saltó tanto que dejó caer una caja de jeringas en el piso. "Qué!"
"Dile a todos buscar un paciente - una que se ve como tú?"
"La Srta. Higurashi escapó otra vez?" Kikyo le frunció.
"Sólo hazlo!" espetó él y volteó para buscar en los lugares más probables en los que podría estar.
Primero revisó la cafetería ya que era el lugar donde la mayoría de los pacientes terminaban en sus viajes, pero tampoco estaba ahí. Fue ahí cuando encontró que estaba falto de ideas. Definitivamente estaba dentro del edificio porque los guardias de seguridad en la entrada del frente tenían órdenes estrictas de no dejar salir a ningún paciente sin que el doctor lo dijera. Eso… o ella había saltado por una ventana o algo.
Realmente esperaba que tuviera más sentido que eso, así que continuó buscando por el piso superior donde la mayoría de las plácidas actividades estaban localizadas para pacientes de largo término, incluyendo la sala de juegos.
Ella no estaba en ningún lugar y regresó a las escaleras para comenzar a buscar en el piso de abajo. Él se detuvo justo antes de descender el vuelo de escaleras ya que una fría corriente lo rodeó, haciéndolo temblar. No era tan frío usualmente… entonces significaba que la puerta del techo estaba abierta.
Probabilidades de ser Kagome quien la abrió…? Muy altas.
Él subió las próximas escaleras para encontrar que la puerta del techo sin duda estaba abierta. El viento pasó fuertemente, y el frío choque hizo mover su cabello alrededor de sus hombros. Lo retiró de sus ojos y miró alrededor rápidamente. Particularmente no le gustaba cuando los pacientes encontraban el camino al techo… y tuvo que preguntarse si ella estaba aquí arriba… y no hubiera tomado el camino más rápido al suelo.
"Kagome?" llamó él mientras se alejaba de la puerta, cuidadoso de no cerrarla tras él en caso de que quedara encerrado afuera. La ubicó rápidamente - sentada en el borde del techo con sus piernas colgando sobre el borde, encarando el Monte Fuji en la distancia. Tras ella, una de sus correas yacía en el suelo, la que había roto en orden de liberarse… no una proeza fácil.
"Bonito día." Comentó él mientras se acercaba lentamente a ella.
"No lo es." Respondió Kagome imparcial, dándole momentáneamente una mirada al cielo gris. Antes de saberlo, o moverse, Inuyasha se sentó a su lado, colgando sus propias piernas sobre el costado. Ella lo miró por un momento, preguntándose por qué no estaba agarrándola y halándola hacia atrás, o al menos dándole el discurso para alejarla del borde. Decidiendo que él estaba tan loco como su abuelo desvió su mirada hacia la ciudad.
"En qué estás pensando?" preguntó Inuyasha distraído.
Kagome extendió su mano. "Primero centavos, luego hablaré."
"Um…" Inuyasha palpó sus bolsillos. "He estado un poco escaso de dinero recientemente…" Gracias a cierto parásito hacedor de dinero Miroku.
"Lo imaginé…" Kagome se encogió de hombros. "Sólo estaba pensando en cebras…"
"Y por qué no?" Inuyasha se encogió. "Es un buen… animal…"
"No crees que han sido dejados en lo último de la vida?" Ella suspiró. "Quiero decir… hablo de desafortunados. Viven en grandes llanuras de pasto donde hay leones y hienas… y tienen camuflaje? No. Están equipados con rayas blancas y negras así que están expuestas como un pulgar adolorido. Entonces no es muy difícil para un león encontrar una cebra. Y están de último en el alfabeto."
"Tal vez cuando estaban repartiendo el camuflaje, estaban de últimas en la fila porque iban alfabéticamente." Supuso Inuyasha.
"Eso tendría sentido…" Kagome asintió distraídamente. "Debe haber sido duro para ellos cuando Noé también estaba subiendo a los animales en orden alfabético…"
"Sí…"
"Y las hormigas… no - Aardvarks…" Kagome arrugó su nariz. "Cuánto quieres apostar de que sólo se pusieron ese nombre para que pudieran ser los primeros en el Arca?"
"No soy un apostador…" Dijo Inuyasha aburrido.
Kagome cayó en silencio y levantó sus rodillas hacia su pecho y envolvió sus brazos alrededor de ellas.
"Eso era realmente lo que estabas pensando?" preguntó Inuyasha.
"Sí…" respondió Kagome con un suave suspiro mientras inclinaba su mentón contra sus rodillas. "Y… el hecho de que probablemente no podré escalar el Monte Fuji sin un bastón…"
"No estabas pensando en saltar?"
"No soy estúpida." Resopló Kagome. "Este es el único lugar donde puedo tener algo de privacidad… esas estúpidas enfermeras se mantienen vigilándome cada treinta segundos."
"Con buena razón." Respondió Inuyasha.
"Sí, bueno cuál es el punto?" Kagome lo miro brevemente. "Si voy a morir, por qué no enviarme a casa para que pueda vivir el resto de mi vida en paz y en cómodos alrededores?"
"Porque este es un virus que nadie ha visto antes." Le dijo Inuyasha severamente. "Podrían haber complicaciones y el consejo médico quiere que te quedes aquí para observación y tratamiento. Si vas a casa no podemos tratarte, y entonces entrarás en otro coma, y esa es una buena manera de pasar el último mes de tu vida."
"Cómo puedes ser tan casual sobre esto?" Kagome frunció mientras se levantaba de repente y retrocedía un poco del borde. "Estoy MURIENDO! No puedes cambiar eso! Por qué no me dejas caer en coma - no me importa! Al menos me ahorrará un mes de tortura - sabiendo que sólo tengo días para vivir!"
"Es un hecho - no voy a pisar en cáscaras de huevo por esto. Soy un doctor, no puedo pretender que no estás muriendo!" Espetó Inuyasha, sin moverse de su asiento cerca a la orilla.
"Tengo diecisiete! Mi cumpleaños es en cinco semanas!" Kagome apretó sus puños. "Pero no voy a vivir para entonces, verdad!"
"No."
"Quiero mi vida!" Kagome recogió la hebilla que había roto y la lanzó del techo con un grito. "No es JUSTO!"
"Quién dijo que lo era?" Inuyasha siguió la hebilla mientras cruzaba el cielo y comenzaba a caer a tierra, apuntando directo al repartidor que estaba por entrar en su camión. Inuyasha rezó en silencio… antes de resoplar con risa cuando la pesada hebilla golpeó al joven en la cabeza.
"Encuentras esto divertido!" gruñó Kagome. "Estoy muriendo y tú sólo te ríes!"
"No es bueno insistir en esas cosas." Inuyasha cambió su atención al asunto en mano. "Algunas veces es bueno hacer una lista de las cosas que aspiras hacer en la vida."
"Por qué? Para que pueda mirarla y alegrarme que nunca las podré hacer?"
"No… es para que puedas hacerlas mientras aún tienes tiempo." Le dijo Inuyasha. "Cosas como… plantar un árbol… ir a parapentismo… visitar España…"
"Podría hacer esas cosas?" preguntó Kagome reprochante.
"Seguro… y nosotros pagaríamos por eso." Inuyasha se encogió con una pequeña sonrisa. "Pero sólo podrías visitar España por poco tiempo… y serías agobiada por doctores todo el tiempo… así que no intentaría eso si fuera tú."
"No voy a salir." Suspiró Kagome y se movió para sentarse en el borde otra vez. "Saltar por acantilados con una aleta atada a mi espalda nunca estuvo en mi lista de 'cosas que hacer antes de morir'."
"Entonces qué?" él la miró.
Kagome escondió su rostro en sus manos con un suspiro. "Todas mis amigas… cuando éramos pequeñas… ellas querían volverse doctores, dentistas, astronautas… modelos… cantantes…"
"Bailarines, actores y estrellas?" Inuyasha asintió. Sabía que la mayoría de los niños querían eso.
"Hoy en día quieren una carrera… ser mujeres independientes. Quieren salir allá y hacer dinero para que puedan comenzar a pensar en retirarse temprano con una pequeña fortuna."
"Y tú también?"
"No…" Kagome movió su cabeza. "Sólo quería un trabajo tal vez… pero lo que más quería realmente era encontrar al chico perfecto de quien enamorarme… casarme… tener niños…"
Inuyasha hizo una mueca, sabiendo que nunca tendrá tiempo para hacer esas cosas.
"Estaba esperando tener la vida perfecta…" Kagome se levantó otra vez, pero esta vez no se movió del borde. "Se supone que en vez debo entregarme a una muerte perfecta?"
"Vas a saltar?" preguntó Inuyasha.
"Tal vez…" Kagome se meció ligeramente en la brisa, cerrando sus ojos para evitar ver la mareante altura. "Por qué no? Le ahorraré a todos muchos problemas… un paciente menos para ti… menos dolor para mi… y mi familia no tendrá que mirarme más con compasión…"
"Oh… pero tienes mucho por qué vivir."
"Eso no es divertido." Kagome frunció desapercibidamente.
"No era una broma." Respondió Inuyasha. "Tienes un mes… en ese tiempo puedes hacer lo que quieras. Puedes soplar tus salvavidas… nunca tener que trabajar otra vez… nada. Aún tienes tiempo para estar con tu familia y amigas."
"No." Kagome se movió otra vez. "No quiero ver a mi familia… me compadecen… podía verlo aún cuando no sabía que estaba muriendo…"
"Pero hoy están de visita." Le dijo Inuyasha, mirando sus uñas críticamente. "Lo hacen todos los días."
"Entonces me rehúso a verlos."
"O podrías saltar y ahorrarnos el tiempo."
"O podría saltar, sí, gracias por el recordatorio."
"Pero…" comenzó Inuyasha lentamente mientras se recostaba sobre sus manos. "Eso significaría que morirías de una muerte muy desastrosa… tripas y sesos sobre todo el pavimento allá abajo." Él silbó mientras miraba abajo. "Y justo allá está el Jardín Infantil… y a menos que quieras traumatizar a un grupo de niños de tres años de por vida entonces no saltaría si fuera tú."
"Qué me importaría? Estaré muerta." Kagome frunció, también mirando hacia abajo.
"Supongo que tienes razón… y estoy seguro que el vigilante podría recogerte antes de que suene la campana y los niños corran a casa." Inuyasha le sonrió. "Pero qué te importaría…? Estarás muerta."
El ceño de Kagome se arrugó ligeramente y retrocedió. "Tengo frío… lo haré otro día."
"Tómate tu tiempo." Dijo Inuyasha mientras ella regresaba adentro. "No te apresures a una tumba temprana, sabes."
La respuesta fue la puerta del techo cerrándose tras ella mientras regresaba. Inuyasha miró la ciudad abajo… antes de recordar de repente por qué había dejado abierta la puerta en primer lugar…
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"Fuiste arrastrado de espaldas?" le preguntó Miroku a Inuyasha cuando llegó a la recepción.
Inuyasha levantó su mano rígidamente e intentó bajar su cabello para aplanarlo. No había caso. Con un suspiro bajó su brazo otra vez y se movió hacia el radiador contra la pared detrás del escritorio, antes de dar una demorada respuesta. "Cállate."
"O finalmente has sido dominado por el espíritu festivo y te sentaste en la nieve toda la tarde."
"Cállate."
"Como si eso pasaría…"
"Dónde está Kikyo?" preguntó Inuyasha de repente. "Y qué estás haciendo aquí?"
"Kikyo fue a rondas así que estoy reemplazándola hasta que aparezca otra vez." Dijo Miroku mientras comenzaba a re-archivar todos los contenidos del gabinete que Kikyo había estado manteniendo.
"Ooh… ella va a matarte cuando regrese." Inuyasha siseó tranquilamente. "Regla uno: nunca toques las cosas de Kikyo."
"Esto no son sus 'cosas' - esto es propiedad del hospital." Respondió Miroku… pero estaba comenzando a verse preocupado.
Justo entonces Aki, la enfermera, pasó con un leve tarareo en su garganta y una caja de decoraciones. Ella se detuvo al lado del escritorio, les sonrió a los dos doctores, y luego colgó un ramillete de muérdago del tablero sobre el escritorio. Miroku estuvo por moverse hacia adelante y tomar la obvia iniciativa, si no hubiera sido por el pie de Inuyasha el cual se clavó de repente en el de Miroku. Miroku miró agriamente a Inuyasha mientras Aki se iba otra vez. "Por qué fue eso?"
"Esporádicos espasmos corporales." Inuyasha se encogió. "Está en la familia…"
Él se desvaneció con una expresión pensativa y se inclinó para descolgar el muérdago del tablero sobre su cabeza. Lo sostuvo curiosamente antes de apretarlo en su mano y levantar el teléfono.
"A quién llamas?" preguntó Miroku.
"A mi papá… graciosamente la Navidad siempre me hace pensar en él." Su mano se suspendió sobre las teclas e hizo una mueca. "Recuerdas el número del San Alexander?"
La cabeza de Miroku se volteó de golpe. "El manicomio San Alexander?"
La lengua de Inuyasha chasqueó impacientemente. "No… el hospital San Alexander para los inestables mentalmente… muchas gracias."
"Tu papá es un doctor, verdad?" preguntó Miroku cuidadosamente.
Inuyasha suspiró. "Al menos él cree que lo es…"
"Bien… botón seis." Señaló Miroku.
"Uh… por qué tenemos al manicomio en el botón seis?" preguntó Inuyasha. Y Miroku se encogió por un momento antes de que ambos asintieran y dijeran al mismo tiempo, "Kikyo."
Inuyasha presionó el botón seis y escuchó el tono. "Genial… y también lo rompió."
"Intenta el operador."
Inuyasha se extendió sobre el escritorio mientras timbraba. "Sí, me gustaría hacer una llamada por cobrar al hospital San Alexander."
"Avaro bastardo." Murmuró Miroku.
Inuyasha lo ignoró y esperó que los cargos fueran aceptados. Afortunadamente, el hospital era más generoso que él. "Hola, es el Doctor Inu - puedo hablar con mi papá, por favor?"
Miroku pausó su trabajo para escuchar. Esto debe ser bueno.
"Hola papá…" Saludó Inuyasha con un suspiro. "No… ellos no rastrearon la llamada… lo juro… No… a mamá no le ha crecido la tercera cabeza todavía - y no - no estoy casado!… desde cuándo!… no tengo hijos - cómo pueden haberte visitado!"
Ahora recordaba por qué no llamaba a su padre por los próximos doce meses.
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Continuará…
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