28 Días
(28 Days)
Por Rozefire
Traducido por Inuhanya e IR-CHAN
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Capítulo 9
La llamada del despertar
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Probablemente fue el ruido del tráfico afuera que la había despertado. Antes de abrir sus ojos vagamente se hizo consciente de un peso sobre la pierna izquierda y un leve soplo de aire contra su mejilla. Preguntándose lo que podría ser abrió sus ojos y encontró que su nariz estaba literalmente a una pulgada o menos de la nariz de Inuyasha. Parecía aún estar dormido mientras su respiración era profunda y fuerte y su rostro estaba completamente relajado de los usuales frunces de preocupación e irritación.
Cuidadosamente ella bajó su mirada y notó que su mano estaba descansando ligeramente en su cintura – una mano la cual retractó rápidamente. Se paralizó cuando él se movió y murmuró algo en su sueño, girando su cabeza levemente.
Cuando estuvo segura de que no estaba despertando ella levantó su propia cabeza y miró más abajo. Su pierna… era el peso que estaba aprisionando su pierna en el asiento.
"Oh cielos…" murmuró ella para sí y tembló mientras lentamente intentaba sacar su otra mano debajo del cuerpo de Inuyasha. Se detenía cada vez que pensaba iba a despertar e intentaba separarse tan lejos como fuera posible.
La parte de la pierna era complicado… y tuvo mucho más dificultad intentar salirse de esto. Entonces él comenzó a despertar…
"Kikyo…" murmuró él en su sueño mientras comenzaba a moverse.
Una fugaz idea pasó por la cabeza de Kagome ante el nombre de la enfermera jefe, una que la hizo sentir extrañamente desanimada.
"B va después de A…" él suspiró. "… tonto…"
Con un gran tirón ella sacó su pierna debajo de la suya y gritó ahogada cuando salió del asiento. El golpe hizo despertar a Inuyasha de una vez. "Juro que fue Miroku! Yo no toqué tus archivos!"
"Buenos días." Gruñó Kagome desde el piso.
Inuyasha parpadeó y bajó la mirada mientras la realidad lentamente regresaba a él. "Qué estás haciendo en el piso?"
"Buscando África, qué parece que estoy haciendo?" dijo ella sarcásticamente mientras se sentaba, cuidadosa de mantener gacha su cabeza para que su cabello pudiera cubrir sus sonrojadas mejillas.
"Qué hora es?" preguntó él, frotando su cabeza y cepillando su cabello.
"Alrededor de las ocho, creo." Kagome comenzó a levantarse y a acomodarse.
"Mierda - estoy tarde!" él saltó y corrió a la cocina, antes de regresar. "Esa no es la habitación!"
Kagome bostezó ampliamente mientras él desaparecía en otra habitación y se despachó hacia el baño. No pasó mucho antes de que Inuyasha llegara a golpear la puerta. "Sal de ahí! Ese es MI baño!"
"Sí, pero no he terminado todavía!" gritó ella, usando un dedo para 'cepillar' sus dientes con crema dental. De ninguna forma iba a usar el cepillo de su doctor, sin importar cuán saludable pudiera estar.
"Ya voy tarde - si me retraso más entonces desquitaré mi malhumor contigo todo el día!"
"Cielos… siento como si estuviéramos casados o algo!" gritó ella y enjuagó su boca. "Podría estar desnuda aquí adentro, sabes!"
La puerta se abrió de repente y ella saltó.
"Tú no estás desnuda." Declaró él lo obvio, pasándola hacia el lavamanos.
"No suenas muy decepcionado." Respondió ella, regresando al salón principal para recoger sus zapatos. Justo cuando se había deslizado en ellos sonó el teléfono.
"Es para ti!" gritó ella.
"Cómo lo sabes?"
"O podría ser para el cadáver o el hámster que comparten contigo." Kagome sonrió. "Sólo estoy suponiendo."
"Contesta."
Ella estaba por decir que no era su esclava o camarera, pero el timbre estaba alterando sus nervios. Kagome fue a la mesa donde estaba el telefono y lo colocó en su oído. "Hola, está llamando al refrigerador del doctor Inu, cómo puedo ayudarle?"
"Quién es?" dijo la joven mujer al otro lado, una mujer con una voz familiar.
Era Kikyo?
"Soy el violento mono sexual de Inuyasha, y quién es usted?"
"Su madre."
Kagome colocó una mano sobre su boca y miró con horror a Inuyasha que justo entró. "Quién es?" él frunció.
"Es para ti." Repitió ella y colocó el teléfono en sus manos.
"Hola?" preguntó él curiosamente, antes de que su expresión se desvaneciera lentamente en realización, y finalmente, irritación. Cubrió la bocina con su mano y la miró. "Tú - llaves - auto - ahora!"
Kagome no necesitó ser dicha dos veces y rápidamente cruzó la sala, agarró las llaves del auto que había robado el día anterior, y corrió por las escaleras. Ella entró en el auto cuando lo alcanzó y finalmente se permitió hacer una mueca. Había dejado a Inuyasha enfrentar la música, pero no pasaría mucho antes de que bajara para darle la música a Kagome.
La tentación de irse sin él era asombrosamente fuerte, y tuvo que sentarse sobre sus manos para evitar tomar el volante.
Sólo momentos después de que se había sentado en el auto, Inuyasha apareció en la entrada del edificio, no luciendo como un conejo particularmente feliz.
Él abrió la puerta de un tirón y bruscamente se sentó en el asiento del conductor y cerró la puerta tras él - Kagome hizo una mueca ante cada ruido fuerte. Después de un momento soltó sus apretados puños y volteó una lenta mirada hacia ella. "Juro… creo que podría matarte antes de que encuentre una cura para ti…" gruñó él antes de arrebatarle las llaves y meterlas en el encendido.
Tan pronto como el motor encendió, así lo hizo la radio - la radio rota. La radio rota que emitía un fuerte ruido rechinante ahora que estaba rota. Ambos gritaron ahogadamente y cubrieron sus oídos antes de que Inuyasha tuviera que golpear la despedazada cosa para matarla completamente.
Kagome recordó callarse y mantenerse tranquila por el resto del viaje antes de que conociera el mismo destino.
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"Y si te mueves de ese lugar - escucharé - y sabré que te moviste. Así que no más huir o haré que las enfermeras te den más sedantes y diez puntos de restricción. Entiendes?"
Inuyasha no esperó por la respuesta de Kagome cuando cerró la puerta de su habitación y volteó para dirigirse a la recepción… sólo para ver a su madre llegando de la dirección opuesta, aparentemente muy distraída para notarlo porque parecía estar hablando por telefono.
"Le estaba hablando a Mochika el otro día - SU hijo logró entrar en una firma de Abogados la semana pasada." Su madre estaba diciendo en el teléfono. "Sin estrés - sin fiestas salvajes para esos abogados, sabes - y SU hijo todavía la llama 'mamá'! Y NINGUNA chica extraña responde su teléfono en la mañana cuando está tarde para trabajar! No puedo creerte! No - quiero que me escuches antes de que comiences a explicar tus razones - No lo creeré! Era Kikyo, no es cierto! No? No necesitas decir nada - sé que era ella - sonaba igual a ella! Y no estás tarde para trabajar - estás desperdiciando mi tiempo Inuyasha, tengo asuntos que atender."
Ella desconectó la llamada y levantó la vista para verlo venir hacia ella. Ella parpadeó. "Eso fue rápido."
"Sólo tratando de impresionarte, Fei." Sonrió él.
Ella se dio cuenta de lo que había pasado, desde que lograba hacer este pequeño truco con ella cerca cada vez que llamaba. Tal vez de vez en cuando debía chequear para asegurarse de que aún estuviera en la línea para asegurarse de que no estuviera desperdiciando su cuenta telefónica. Había sabido que fue por un café una vez cuando lo llamó, y había regresado a tiempo para decir adiós y colgar el teléfono. Tal vez ella hablaba demasiado…
"No engañes a una mujer mayor." Espetó ella y retiró su teléfono. "Estaba preocupada por ti! Tengo la mitad de mi mente contigo sólo para asegurarme de que estés bien. Chicas extrañas… quién era ella?"
"Sólo estás preocupada de que tu pequeño pudiera no ser más virgen." Dijo él despreocupadamente y ella quedó boquiabierta, claramente agraviada.
"No uses esa palabra alrededor mío, jovencito!" ella se infló antes de inclinarse. "Quiero decir… tú eres V, no es así…?"
Inuyasha volteó sus ojos y comenzó a alejarse rápidamente. "Podrías hacer más pruebas en el Xycrophobin por mi? Gracias!"
"No he dicho 'sí' todavía!" gritó ella tras él.
"Por favor, Ma." Él miró alrededor sinceramente con la mirada más inspiradora que pudo lograr. "Hoy estoy muy ocupado."
La palabra 'Ma' había tenido su efecto y ella se rindió instantáneamente. "Oh está bien…"
Él encontró a Miroku en la recepción otra vez, viendo que Kikyo aún no aparecía. "Déjalo Miroku - no tengo nada en toda la mañana, podrías dejármelo a mi."
"Estás seguro?" Miroku bajó la revista que estaba leyendo y lo miró. "No estaba ocupado."
"Sango viene, no quieres verla?" preguntó Inuyasha distraído mientras bajaba un poco la estrella de Navidad que estaba colgando sobre su cabeza.
"Oh, Scrooge, me convenciste." Miroku se levantó de una. "Ahora déjame sacar mi almuerzo."
Él abrió un cajón… obviamente el equivocado porque cuando ambos bajaron la vista para ver el contenido se paralizaron y observaron. Era como si se hubieran tropezado con una mina de oro o algo.
"Creo que la Hermana Kikyo ha estado ocultándonos…" Miroku miró todas las plumas brillando en el cajón.
"Mira - ahí está el que recibí en el correo!" Inuyasha lo agarró y levantó. Notando la extraña mirada de Miroku saltó en su propia defensa. "Oye - me gustó el color de la tinta!"
"No hay necesidad… mira… rojo… azul… negro… este es rosado?" escarbó Miroku.
"Es púrpura." Ambos lo agarraron al mismo tiempo y se miraron mutuamente, teniendo un menor tirón de guerra.
"No deberías irte ahora Miroku?" preguntó Inuyasha apretadamente, agarrando fuerte la pluma púrpura.
"Sí." Respondió Miroku en el mismo tono, pero sin moverse una pulgada.
De repente, Inuyasha miró pasando a Miroku en la sala de espera. "Oh hola, Sango!"
Miroku soltó la pluma de una vez y volteó… para encontrar a nadie ahí. Le gruñó a Inuyasha quien estaba pateando felizmente sus pies en el escritorio y escribiendo algo en una libreta de prescripciones con su pluma nueva, una malvada sonrisa en su rostro.
"No puedes tenerlo para siempre." Dijo Miroku con advertencia. "Y cuando lo sueltes… estaré ahí para recogerlo después de ti."
Él dejó la advertencia en el aire mientras se retiraba mientras Inuyasha lo observaba fríamente. Nop… él nunca dejaría semejante pluma por ahí…
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"Dogtor - no se supone que debe verme ahora?" Un hombre anónimo dijo en la sala de espera.
"Estoy ocupado!" respondió Inuyasha enojado, luchando con el gran bostezo que casi hacía conocida su presencia.
"Basura! Sólo está leyendo!" gritó el repartidor. "Aquí estoy lisiado y en agonía y estás leyendo un libro!"
"No lo estoy!" rápidamente él guardó su libro dentro de una revista y la levantó para que el tonto pudiera ver la portada. "Estoy leyendo sobre los últimos equipos médicos - podría salvar la vida de alguien de estas cosas!"
"Yo no sabía que Playboy había entrado a la ciencia médica." Respondió el hombre.
Inuyasha frunció antes de mirar la portada de la revista… era una de las de Miroku. Él la bajó de una vez e hizo una nota mental de estrangular a ese cirujano hasta que su cambio saliera… todo del cambio de Inuyasha saliera.
Él retiró sus pies del escritorio y guardó su libro en un cajón vacío. Con un resignado suspiro se levantó y le indicó al repartidor. "Entonces vamos…" gruñó él, deseando sinceramente que pudiera estar en otro lugar.
De repente su botón se apagó y miró abajo felizmente. "Sí! Está teniendo un ataque cardíaco - tengo que ir!"
Aki rápidamente se quitó del camino mientras Inuyasha pasaba. "No se supone que debe ver al Sr. Repartidor!"
"Recibí un llamado!"
Ella le dio una mirada severa.
"No seriamente - no es genial!" Inuyasha sonrió y volteó para correr otra vez. "Cuida la recepción y si Kikyo pasa dile que vaya a joderse - está despedida."
Kikyo era la Hermana del hospital… Aki no iba a decirle ir a hacer nada, pero entonces tampoco iba a decirle eso a Inuyasha. Además Kikyo no parecía recordar que tenía un trabajo, no había estado por tres días.
Con un suspiro ella se sentó en el escritorio y miró alrededor por algo que hacer… leer tal vez - pero no esa revista de allá perteneciente a Miroku. Encontró un libro que había sido tirado bruscamente en uno de los cajones y miró la portada. "Mujercitas…?" ella asintió apreciativamente y se fue con el libro en su mano, olvidando totalmente el trabajo al que había sido asignada.
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Kagome estaba aburrida otra vez, y no quería permanecer en su habitación por mucho más. Lo mejor que podía hacer era jugar cartas consigo misma. Aparentemente los doctores habían pensado que lo mejor era remover todo tipo de costosos equipos médicos de su habitación - incluyendo el T.V… por alguna extraña razón. Y ahora que no podía ver las maravillas de la T.V de día estaba aburrida.
Después de hacer trampa en solitario por octava vez, se dio cuenta que tenía que salir de ahí antes de que perdiera la completa voluntad de vivir. Así que salió de la cama y cuidadosamente comenzó a cambiarse. Tenía que ser rápida, de lo contrario las enfermeras entrarían y le dirían regresar a la cama con ese vergonzoso traje sin espalda.
Ella se escabulló de su habitación tranquilamente y tiró de su manga sobre su mano para esconder la aguja intravenosa para que nadie la reconociera como un paciente. Ella no estaba planeando escapar, había aprendido su lección para entonces. De alguna forma el Doctor Inu terminaba encontrándola sin importar a dónde fuera. Podría haber sido porque usualmente terminaba en lugares que sabía a dónde se dirigía…
Ella no lo admitiría, pero él era un agradable soplo de aire fresco para tener alrededor. Bueno… al menos no estallaba en lágrimas cuando hablaba con ella… a diferencia de cierto abuelo.
Antes de que encontrara el camino a la recepción, totalmente por culpa de perderse, no era que hubiese estado buscando ese camino. El escritorio estaba completamente vacante, y había unas personas molestas alrededor de la recepción, estampando sus pies ya que habían salido del frío.
Alguien la ubicó. "Oye tú - eres una enfermera de aquí, dulzura?" preguntó un joven en una silla de ruedas.
Kagome resentía ser llamada 'dulzura'. "No… pero soy una asistente, puedo ayudarte?"
"Sí - dónde puedo encontrar al Dogtor Inu - debería estar tratándome."
'Y a mi' pensó Kagome privadamente, pero no lo vociferó. "Él está ocupado en este momento."
"Pero mi pierna está matándome y esta cadena cayó en mi cabeza de la nada el otro día, y eso necesita vendaje - dónde está el servicio aquí!"
"En la taberna - debería intentar buscar ahí." Dijo Kagome cortamente. "Siguiente por favor!"
Una mujer con un niño se acercó. "Hola, necesito ver al Doctor Inu, él es el psiquiatra de mi hijo."
"De verdad?" Kagome le parpadeó sorprendida al niño - y de repente lo reconoció como el que había estado sentado en su cama tiempo atrás. "Cuál es el problema." No era que pensara que podía ayudar, sólo era entrometida e interesada.
"Bueno, parece que el tratamiento funcionó… Shippo comenzó a hablar por un tiempo… pero ahora parece tener una recaída, y no me dice una palabra… verdad?" ella miró a su hijo que se rehusaba a encontrar su mirada.
Algo en la expresión del niño preocupó a Kagome, la última vez que lo vio había parecido tan vital y conversador… ahora parecía un poco apagado…
"Um… el doctor Inu está ocupado, creo…"
"Pero realmente tengo que ir a trabajar ahora - no puede verlo otra vez?" preguntó la madre.
"No lo creo…" respondió Kagome, sus ojos en el niño.
"Bueno…" la madre suspiró con resignación. "Supongo que mejor te dejo con tu padre en casa…"
De repente Shippo se alertó. "Quiero quedarme aquí!" Dijo él rápidamente.
"Shippo?" su madre volteó hacia él sorprendido. "Estás bien, cielo?"
Ella no recibió más palabras de él.
"Si quiere, puedo cuidarlo por un rato hasta que Inuyasha regrese." Ofreció ella. El niño no parecía mucho problema, y le gustaría la compañía.
"Si no es mucho problema." La mujer se veía aliviada. "Vendré en unas horas para recogerlo, le hablaré al doctor entonces."
"Bien." Kagome asintió con una sonrisa mientras la mujer levantaba a su hijo adoptivo sobre el escritorio y se despedía con una triste sonrisa suya.
Cuando se fue Kagome bajó a Shippo en la silla rodante detrás del escritorio. "Y, qué pasó con la expresión del fin del mundo?"
Shippo sólo miró planamente al piso.
"Sabes, porque no es el fin del mundo." Ella frunció sus labios. "A menos que alguien olvidara enviarme el memo."
Shippo sonrió levemente pero rápidamente la contuvo, aunque Kagome la vio y sonrió en respuesta. "Quieres hacer algo interesante? Porque estoy aburrida."
Shippo asintió dócilmente.
"Que tal… leer una revista?" ella levantó la que había visto en el escritorio, antes de tirarla como si la hubiera mordido. Shippo estaba inclinándose para ver lo que había tirado, pero Kagome rápidamente desvió su atención. "Qué tal si vamos a ver esas máquinas en el piso de arriba - tienen barras Yorkie ahí, sabes?"
El chocolate pareció lo correcto por prescribir en ese momento, y Shippo consiguió una débil sonrisa y un asentimiento. "De acuerdo."
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"Qué tan fuerte eres, Miako?" preguntó casualmente Inuyasha a la niña de diez años mientras ataba las correas de su máscara detrás de su cabeza.
"Muy fuerte." Respondió ella, observándolo diligentemente desde donde estaba acostada en su bata de hospital.
"Más fuerte que yo?"
"Sí." Dijo ella sin titubear.
"Pruébalo." Él le extendió su enguantada mano. "Aprieta mis dedos en tu puño tan fuerte como puedas."
Ella aceptó el reto y apretó tan duro como pudo mientras una de las enfermeras asistentes tocaba su muñeca tratando de brotar la vena. Miroku estaba al lado opuesto de la mesa, observando y esperando para cuando la niña estuviera anestesiada para poder operar.
El agarre en los dedos de Inuyasha estaba comenzando a debilitarse y él le sonrió a la niña. "Cansada?"
"Sí…"
"Duro. Continúa apretando." Dijo él cortamente y ella renovó sus esfuerzos.
"Lo tengo," dijo la enfermera y recogió una aguja intravenosa de la bandeja tras ella. Ella se la alcanzó a Inuyasha quien rompió el envoltorio esterilizado de plástico.
"Bien, Miako, esto no dolerá ni un poco." Él preparó la aguja. "De acuerdo… tal vez mucho… como una picadura de abeja…"
Eso lo hizo pensar en Kagome otra vez… pero tenía que concentrarse en la tarea en mano. Él introdujo la aguja y esperó por el grito… pero nunca llegó. Él levantó la vista y notó que la niña no había hecho mueca.
"Buena niña." Él golpeó su brazo.
"No creo que esté funcionando." Dijo Miako de repente.
"Tú qué?" Inuyasha la miró.
"No me siento con sueño."
Él simplemente volteó sus ojos. "Eso es porque todavía no te he dado la dosis para dormir."
"Pero-"
"Quién es el doctor aquí? Tú o yo?"
"Supongo que ese serías tú." Dijo ella.
"Cierto." Él terminó de inyectar la anestesia. "Así que cuando diga que es hora de ir a dormir, tú irás a dormir. Sí?"
Ella no respondió porque estaba dormida.
"Qué descortés." Él suspiró, retiró su máscara y miró a Miroku. "Es toda tuya."
"Vamos Aki." Miroku le indicó a la enfermera y ambas comenzaron a llevarla al quirófano.
Inuyasha terminó de recoger algo del equipo con la enfermera antes de regresar al lavamanos para lavar sus manos y quitar las pelusas de su delantal azul claro.
Su próximo destino sería ir a ver a su madre, para ver cómo iba con el Xycrophobin, y luego ir a ver a Kagome… para ver si todavía estaba ahí y darle una dosis de la droga.
Pero en cuanto dejó la sala de práctica ubicó a alguien inesperado sentado en una de las sillas de espera en el corredor. No se veía bien.
"Kikyo…?" él frunció cuando ella se atrevió a mirarlo. No estaba usando su uniforme y parecía como si hubiera estado llorando. Sabía que estaba despedida? "Qué estás haciendo aquí? No deberías estar en la recepción… o en la oficina de desempleo?"
Ella se levantó lentamente y juntó sus temblorosas manos. "Vine a verte… porque eres mi doctor."
"Bien…" dijo él lentamente.
"Yo… creo que tengo cáncer de seno," su voz tembló cuando habló y una fría sensación corrió por Inuyasha, como si se hubiera pinchado él mismo con la anestesia.
"Oh…" fue todo lo que pudo decir, sin más comentarios mordaces listos para disparar.
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Continuará…
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