© Naruto, Masashi Kishimoto.
Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.
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TRAPECIO SIN RED
Capítulo 14
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—¿Qué coño has hecho aquí? —Sasuke se quedó paralizado bajo el umbral de la puerta.
—¿A que queda genial? —Hinata contempló con satisfacción la transformación de la caravana en lo que ella consideraba un acogedor y encantador nidito de amor.
Unas fundas en tono crema salpicadas de pensamientos en colores púrpuras, azules y caramelo ocultaban el horroroso estampado a cuadros del sofá; los cojines a juego hacían que los viejos muebles parecieran cálidos y confortables. Había instalado también unas pequeñas barras de latón encima de las ventanas, sustituyendo aquellas horribles cortinas amarillentas por otras de muselina blanca adornadas con cintas azules y lavanda de diversas texturas y anchuras.
Un lazo de seda azul y violeta camuflaba la pantalla rota de la lámpara en la esquina, y varias cestas de mimbre contenían ahora las revistas y los periódicos que antes estaban esparcidos por todas partes. Un surtido de envases desaparejados, desde floreros y tazones de alfarería a jarras azules, llenaban el estante de encima de la cocina donde había clavado con tachuelas una cuerda de colores para que no se cayeran los utensilios cuando la caravana estuviera en movimiento. La mesa estaba dispuesta con mantelitos individuales en la misma gama de colores púrpura y violeta, así como la porcelana china, que aunque no hacía juego entre sí, poseía las mismas tonalidades. Había dos tazas blancas, dos copas de cristal, una de las cuales tenía una fisura, y unos platos de color añil. En el centro de la mesa, un recipiente de barro albergaba un ramillete de flores silvestres que Hinata había cogido en el borde del recinto.
—No he podido hacer más con la alfombra —le explicó aún jadeante por haber tenido que prepararlo con prisa. —Pero he quitado las peores manchas y no ha quedado tan mal. Cuando tenga algo de dinero, me ocupare de la cama. Quizá le ponga una de esas colchas indias y más almohadones. No soy buena costurera, pero creo que puedo...
—¿De dónde has sacado el dinero para hacer esto?
—De mi sueldo.
—¿Te has gastado tu dinero en esto?
—He buscado en tiendas de segunda mano y en los mercadillos de los pueblos que hemos visitado. ¿Sabías que nunca había entrado en un supermercado hasta hace dos semanas? Es asombroso lo que puede dar de sí unos cuantos billetes si te lo propones... —En ese momento Hinata vio la expresión en la cara de Sasuke y su sonrisa se desvaneció. —No te gusta.
—No he dicho eso.
—No hace falta que lo digas. Se te ve en la cara.
—No es que no me guste. Es que no tiene sentido que desperdicies tu dinero en este lugar.
—No creo que sea un desperdicio.
—Es una caravana, por el amor de Kami. No vamos vivir aquí tanto tiempo.
Ésa no era la verdadera razón de la reticencia de Sasuke. Hinata lo observó y llegó a la conclusión de que tenía dos opciones: podía marcharse o podía obligarle a ser sincero con ella.
—Dime exactamente qué es lo que no te gusta.
—Nada.
—Sí, algo no te gusta. Mei me dijo que habías rechazado una caravana mejor que ésta. —Él se encogió de hombros. —¿Acaso sólo querías hacerme las cosas más difíciles?
Sasuke fue a la nevera y cogió una botella de vino que había comprado el día anterior; una botella que ella había considerado demasiado cara para su presupuesto.
Hinata se negó a dejar pasar el tema.
—¿Querías seguir viviendo en este lugar tal y como estaba?
—Estaba bien —repuso él sacando un sacacorchos del cajón.
—No te creo. Te gustan las cosas bonitas. He observado cómo miras el paisaje cuando viajamos y siempre me señalas los escaparates cuando ves algo bonito. Ayer, cuando paramos en aquel quiosco al lado de la carretera, dijiste que la cesta con frutas te recordaba a un Cézanne.
—¿Quieres una copa de vino?
Ella negó con la cabeza y lo estudió. Finalmente se dio cuenta de lo que pasaba.
—He traspasado la línea otra vez, ¿verdad?
—No sé a qué te refieres.
—Me refiero a esa línea invisible que has trazado en tu mente entre un matrimonio de verdad y otro que no lo es. La he cruzado otra vez, ¿no?
—Lo que dices no tiene sentido.
—Claro que lo tiene. Has hecho una lista mental de reglas y preceptos para nuestro matrimonio. Se supone que debo acatar tus órdenes sin rechistar y que debo mantenerme apartada de ti, salvo para acostarnos juntos, claro. Pero lo más importante de todo es que no debemos crear vínculos emocionales. No me está permitido preocuparme por ti, ni por nuestro matrimonio, ni por nuestra vida en común. Ni siquiera puedo ocuparme de que esta fea caravana resulte acogedora.
Por fin consiguió que Sasuke reaccionara. Él posó con un gesto brusco la copa de vino sobre el mostrador.
—¡No quiero que hagas un puto «nidito de amor», eso es todo! No es una buena idea.
—Así que tengo razón —dijo ella en voz baja. Sasuke se pasó la mano por el pelo.
—Eres una maldita romántica. Algunas veces, cuando te veo observándome, tengo la sensación de que no me ves cómo soy en realidad, sino como tú quieres que sea. Eso es lo que haces con este acuerdo... este vínculo legal que hay entre nosotros. Vas a moldearlo hasta que se ajuste a tus ideas.
—Es un matrimonio, Sasuke, no un simple vínculo legal. Hemos hecho unos votos sagrados.
—¡Durante seis meses! ¿No entiendes que estoy preocupado por ti? Intento protegerte para no hacerte daño.
—¿Protegerme? Ya entiendo. —Hinata respiró hondo. —¿Por eso cuentas mis píldoras anticonceptivas?
La expresión de Sasuke se volvió fría y distante.
—Eso no significa nada.
—Al principio no entendía por qué sobresalían del estante del botiquín cuando siempre las dejaba al fondo. Luego me di cuenta de que las contabas.
—Sólo me aseguraba de que no te olvidabas ninguna, eso es todo.
—En otras palabras, me has estado espiando.
—No pienso disculparme. Sabes lo importante que es para mí no tener hijos. —Ella lo miró con tristeza.
—No hay nada entre nosotros, ¿verdad? Ni respeto, ni afecto, ni confianza.
—Existe afecto, Hinata. Por lo menos por mi parte. —Vaciló. —Y también te has ganado mi respeto. Nunca pensé que te tomarías el trabajo tan en serio. Eres muy valiente.
La joven se negó a sentirse agradecida por aquellas palabras.
—Pero no confías en mí.
—Creo que tienes buenas intenciones.
—Aun así crees que soy una ladrona. Eso no habla bien de mis buenas intenciones.
—Estabas desesperada cuando cogiste ese dinero. Estabas cansada y asustada o no lo habrías hecho. Ahora lo sé.
—Yo no cogí el dinero.
—No importa, Hinata. No te culpo.
El hecho de que él aún no la creyera no debería dolerle tanto. La única manera de convencerlo sería implicar a Sakura y, como ahora sabía, no podía hacerlo.
¿Qué ganaría con ello? No quería ser la responsable del destierro de Sakura. Y aquella relación no funcionaría si tenía que demostrarle a Sasuke su inocencia.
—Si confías en mí, ¿por qué contabas las píldoras?
—No puedo correr riesgos. No quiero tener hijos.
—Eso ya lo has dejado claro. —Quiso preguntarle si lo que encontraba tan repulsivo era tener un hijo o tenerlo con ella, pero le daba miedo la respuesta. —No quiero que vuelvas a contarlas. Te he dicho que las tomaría y lo haré. Pero tendrás que confiar en mí.
La joven percibió la lucha interna de su marido. A pesar de que su propia madre la había traicionado con Kabuto Yakushi, Hinata no había perdido la fe en la raza humana. Pero Sasuke no confiaba en nadie salvo en sí mismo. Para su sorpresa, sintió que la indignación que sentía se desvanecía y la compasión ocupaba su lugar. Qué terrible debía de ser esperar siempre lo peor de la gente.
Hinata rozó la mano de Sasuke con la punta de los dedos.
—Nunca te haría daño a propósito, Sasuke. Me gustaría que al menos creyeras eso.
—No es fácil.
—Lo sé. Pero es necesario que lo hagas. —Él la miró durante un buen rato antes de asentir brevemente con la cabeza.
—Vale. No las contaré más.
Hinata sabía lo que esa pequeña concesión le había costado a su marido y se emocionó.
…
—¡Y ahora, entrará en la pista central del circo de los Hermanos Hatake, Hinata, la hermosa esposa de Susanoo el Samuraí!
A Hinata le temblaban tanto las rodillas que trastabilló, echando a perder su primera entrada.
«¿Qué había sido de lo de la kunoichi valiente?», se preguntó frenéticamente mientras escuchaba el discurso de Yamato por primera vez.
Esa mañana, durante el ensayo, había comenzado a contar una historia de una kunoichi, pero se había marchado lleno de frustración cuando ella soltó el primer grito. Hinata se enteró de que el narrador contaría otra historia cuando Mei le dio el vestido, pero la propietaria del circo se alejó sin dar más explicaciones.
La música gagaku(1) resonaba en el circo, situado esta vez en el aparcamiento de un pueblo costero al este de Mitsu no Kuni. Susanoo entró en la pista central con la mano descansando en el mango de su katana. Bajo el resplandor carmesí de los focos, resaltaban el añil en su traje y las láminas de hierro junto con la cota de malla, centelleaban ante cualquier movimiento.
—¿Parece nerviosa, damas y caballeros? —preguntó Yamato, señalándola con la mano. —A mi sí que me lo parece. Pero esta joven ha tenido que armarse de mucho valor para entrar en la pista con su marido.
El cárdigan de Hinata le acarició los muslos mientras se adentraba lentamente en la arena. Llevaba un conjunto negro de top y falda ajustados que dejaba descubierta la piel de sus hombros, abdomen y piernas, pero Hinata no se preocupó de enseñar demasiado porque encima traía un haori azul cobalto, con un estampado de líneas blancas y rojas que dibujan peces koi nadando entre las olas. Quizás el detalle más significativo del cárdigan era la luna roja en la espalda, escondida parcialmente por nubes blancas.
Al principio, Hinata pensó que la elección de Sasuke sobre el haori se debía a que era el único que podía combinar con su traje samuraí, pero luego Mei, con toda su indignación y desprecio, le dijo que el azul, el blanco y el rojo eran los colores que representaron alguna vez al Clan Uchiha.
Hinata entonces comprendió aquella mirada apreciativa en los ojos de su esposo al examinar las nubes blancas que cubrían la parte inferior de la luna roja. Aquella impresión en la tela podría figurar como el símbolo del abanico en la vaina de su katana. El símbolo de su familia.
Hinata sintió los ojos del público en ella. La voz de Yamato se mezclaba con la música y con el susurro de la brisa del océano que agitaba los laterales de la carpa.
—Hija de un imponente Clan de Konoha, Hinata estuvo apartada del mundo moderno por los monjes budistas que la instruían.
«¿Monjes?» Pero ¿qué estaba diciendo Yamato?
Mientras el director de pista continuaba su monólogo, Sasuke comenzó el lento baile con su katana que siempre daba como parte de su número, mientras ella se mantenía inmóvil bajo los focos frente a él. La luz se volvió más suave y el público escuchaba la historia de Yamato, hipnotizado por los ágiles movimientos de Sasuke.
—Conoció al samuraí cuando el circo actuó en un pueblo cercano al monasterio donde vivía, y los dos se enamoraron profundamente. Pero los padres de la joven se opusieron a la idea de que su gentil heredera se casara con un hombre al que consideraban un bárbaro y la encerraron bajo llave. Hinata tuvo que escapar entonces de su familia.
La música se hizo más dramática y la batalla de Sasuke pasó de elegante a mortal.
—Ahora, damas y caballeros, entra en la pista con su marido, algo muy difícil para ella. Su espada, y afilados proyectiles aterrorizan a esta dulce joven. Por eso les rogamos que esten lo más quietos posible para que ella pueda enfrentarse a sus miedos. Les recuerdo que si está aquí es sólo por una cosa —los malabares de Sasuke con la katana alcanzaron su clímax, —el amor que siente por su feroz marido samuraí.
La música siguió in crescendo y, sin previo aviso, Sasuke blandió su espada a un costado del cuerpo de Hinata, agitando cabellos de bebé sueltos fuera de su trenza.
Sasuke le había recomendado recoger su cabello. Cuando apareció frente a él minutos antes de actuar con una trenza colgando tras su espalda, él le colocó una flor de cerezo hecha de papel de seda entre sus pechos. Le había dicho que formaba parte del vestuario.
El aliento abandonó el cuerpo de Hinata en un grito estrangulado, dejando caer el rollito que acababa de sacar de entre los pliegues de su falda, escondidos por la tela del haori.
El público contuvo el aliento y ella se percató de que la increíble historia de Yamato había funcionado. En lugar de reírse por la reacción de Hinata, habían simpatizado con la desvalida joven.
Para su sorpresa, Sasuke recogió el rollito del suelo y se lo ofreció como si fuera una rosa, luego inclinó la cabeza y le rozó los labios con los suyos.
El gesto fue tan romántico que Hinata oyó suspirar a una mujer en la primera fila. Ella misma también habría suspirado si no hubiera sabido que él sólo jugaba con las emociones del público. A Hinata le temblaron los dedos cuando sostuvo el rollito de papel tan alejado de su cuerpo como pudo.
Logró mantener la compostura cuando él se alejó, girando la katana entre sus dedos como si fuera un bate de béisbol. Cuando Sasuke estuvo tan alejado de ella como la pista central se lo permitió, y llegó el momento de ponerse el rollito en la boca, comenzaron a temblarle las rodillas de nuevo. Deslizó ligeramente el rollito entre los labios, se puso de perfil y antes de cerrar los ojos aún pudo ver como Sasuke clavaba la espada en el suelo.
Luego sonó el silbido de una shuriken y el extremo del rollito cayó al piso. Hinata cerró los puños a los costados. Si había pensado que tener audiencia haría que aquello resultara más fácil, estaba equivocada.
Sasuke lanzó dos proyectiles más hasta que sólo quedó el cabo entre los labios de su esposa. Hinata tenía la boca tan seca que no podía tragar.
La voz de Yamato surgió entonces, susurrante y dramática.
—Damas y caballeros, necesitamos su colaboración mientras Susanoo intenta hacer el último corte al pequeño rollo de papel que su mujer sujeta entre los labios. Necesita silencio absoluto. Les recuerdo que éstas armas pasan tan cerca de la cara de la joven que la más mínima equivocación por parte de su marido podría marcarla de por vida.
Hinata gimió. Se clavó las uñas en las palmas de las manos con tanta fuerza que temió haberse hecho sangre.
El silbido agudo resonó en sus oídos cuando una última shuriken cortó la parte final del rollito que sostenía en la boca.
El público estalló en vítores. Hinata abrió los ojos, sintiéndose tan mareada que temió desmayarse. Sasuke le hizo un gesto, indicándole que levantara las manos y cruzara las muñecas. Temblando, ella siguió sus indicaciones.
La misma cuerda anudada a un kunai que ocupó en su entrenamiento, fue dirigida hacía ella y la multitud soltó un grito ahogado cuando el kunai enroscó la cuerda plateada alrededor de las muñecas de Hinata. Él esperó un momento. Un murmullo indescifrable surgió de las gradas. Sasuke la miró con el ceño fruncido y ella recordó que debía sonreír. Consiguió curvar los labios y agitar las muñecas, —tanto como el amarre de Susanoo le permitía—, para que vieran que estaba ilesa.
Mientras hacía eso, él lanzó un nuevo kunai.
Hinata dio un respingo. Miró hacia abajo y vio que otra cuerda le rodeaba la cintura con el kunai colgando a la altura de su ombligo. Sasuke no había hecho eso antes y ella le dirigió una mirada de sorpresa. Ella esperaba que él aliviara la presión de la cuerda, pero Sasuke se limitó a tirar con fuerza de ella, obligándola a acercarse a él. Sólo cuando estuvo a dos metros, la punta de la katana, que tomó de ipso facto, se estiró hacia ella y la flor de cerezo que llevaba entre los pechos explotó en un despliegue de frágiles pétalos de papel.
A Hinata se le escapó un gritito que el público acalló con sus aplausos. Congelada, ella sintió como Sasuke aflojaba las cuerdas y sustituía la que sujetaba su cintura por su brazo derecho. Ella apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando su esposo la apretó contra su cuerpo, con la espada pegada a la espalda de Hinata, y se inclinó para darle un beso arrebatador que habría hecho justicia a la portada de un libro romántico.
La multitud soltó una ovación.
Hinata se sentía mareada, y aunque estaba enfadada con Sasuke, no pudo evitar sentirse feliz. Su marido silbó y Garuda resolló con furia al entrar a la arena. Sasuke la soltó sólo un momento y montó a lomos del caballo de un salto mientras el equino trotaba por la pista. Un escalofrío de inquietud se deslizó por la espalda de Hinata. Sin duda alguna él no iba a...
Hinata sintió que sus pies dejaban de tocar el suelo cuando Sasuke se inclinó sobre el lateral del caballo para subirla en sus brazos. Antes de saber qué sucedía, estaba sentada en su regazo.
Se apagaron las luces, dejando la pista sumida en la oscuridad. Los aplausos fueron ensordecedores. Sasuke aflojó el brazo izquierdo mientras ella se agarraba frenéticamente a su cintura. Un momento después, la katana estalló en relámpagos por encima de sus cabezas.
...
Hinata cruzó la estrecha carretera asfaltada que separaba el aparcamiento donde estaba instalado el circo de la playa vacía. A la izquierda las luces multicolores de la feria, en el paseo marítimo de Mitsu no Kuni, destellaban en el caos de la noche: la noria, los coches de choque, el carrucel y los puestos de chucherías.
El debut de Hinata había tenido lugar en la primera representación del circo en ese pequeño pueblo costero y ahora estaba demasiado excitada para dormir. El público de la segunda función había reaccionado con más entusiasmo aún y una maravillosa sensación de realización le impedía sentirse cansada. Incluso Jiraiya Senju había abandonado su acostumbrado silencio para brindarle una gélida inclinación de cabeza.
Inhaló el olor del mar y comenzó a pasear por la arena que había perdido el calor del día y le enfriaba los pies al metérsele en las sandalias. Le encantaba estar junto al océano y se alegraba de que el circo fuera a permanecer allí más de una noche.
—¿Hinata? —Se volvió y vio a Sasuke en lo alto de las escaleras, una alta y delgada silueta recortada contra el tenue resplandor de la noche. La brisa le revolvía el pelo y le pegaba la camisa al cuerpo. —¿Te importa si paseo contigo o prefieres estar sola?
—¿Vas armado?
—Ya he guardado todo por esta noche.
—Entonces ven. —Hinata sonrió y le tendió la mano.
Sasuke vaciló un momento y ella se preguntó si el gesto habría sido demasiado personal para él. Decía mucho de su relación el hecho de que cogerse de la mano fuera más íntimo que mantener relaciones sexuales. Aun así, no bajó el brazo. Aquello sólo era un reto más que ella debía vencer.
Las botas de trabajo de Sasuke resonaron en los escalones de madera cuando se acercó. Le cogió la mano y las callosidades de su palma le recordaron a Hinata que era un hombre acostumbrado al trabajo duro. Aquella cálida y firme mano envolvió la suya.
La playa estaba desierta, pero aún quedaban restos que dejó la gente que había acudido al lugar adelantándose a la temporada veraniega: latas vacías, plásticos, la tapa rota de un vaso térmico.
Se dirigieron hacia el mar.
—Al público le ha gustado el número.
—Estaba tan asustada que me temblaban las rodillas. Si no hubiera sido por el giro que Yamato le dio a la historia, mi actuación hubiera resultado un desastre. Cuando intenté agradecérselo me dijo que había sido idea tuya. —Lo miró y sonrió. —¿No crees que te has pasado un poco con lo de las monjes?
—Conozco de primera mano tus creencias morales, cariño. A menos que me equivoque, estoy seguro de que los monjes formaron parte de esa extraña educación que recibiste.
Hinata no lo negó.
Pasearon durante un rato en un cómodo silencio. La brisa agitaba el cabello de Hinata y el vaivén de las olas acallaba los lejanos ruidos de la feria, al otro lado de la carretera, dándoles la sensación de que estaban solos en el mundo. Hinata esperaba que él le soltara la mano en cualquier momento, pero seguía manteniéndola agarrada.
—Has hecho un buen trabajo esta noche, Hinata. Trabajas duro.
—¿De veras? ¿De verdad crees que trabajo duro?
—Claro.
—Gracias. Nunca me habían dicho eso. —Soltó una risita irónica. —Y si lo hubiesen hecho, seguramente no me lo habría creído.
—Pero a mí me crees.
—No eres un hombre que diga las cosas a la ligera.
—¿Estoy oyendo un cumplido?
—No estoy segura.
—No es justo.
—¿Qué?
—Te he dicho algo agradable. Al menos podrías decir una cosa buena de mí.
—Por supuesto que puedo. Haces un udon de muerte.
Para sorpresa de Hinata, él frunció el ceño.
—Estupendo. Olvídalo.
Atónita, Hinata se dio cuenta de que, sin querer, había herido los sentimientos de su marido. Pensaba que él estaba bromeando, pero tratándose de Sasuke debería saber que eso no era posible. Aun así era toda una sorpresa que a él le importara su opinión.
—Sólo me estaba reservando lo mejor —dijo ella.
—No es importante. De verdad, déjalo.
Pero tenía importancia y a ella le encantaba.
—Mmm, déjame pensar...
—Olvídalo.
Hinata le apretó la mano.
—Siempre haces lo que crees que es correcto, incluso si la gente lo desaprueba. Es algo por lo que te admiro. Admiro tu integridad, pero... —Hinata le rodeó los dedos con los suyos. —¿Quieres que sea sincera?
—Eso he dicho, ¿no?
Ella ignoró el beligerante gesto de su mandíbula.
—Tienes una sonrisa maravillosa.
Sasuke pareció algo aturdido y relajó la mano bajo la de ella.
—¿Te gusta mi sonrisa?
—Sí, muchísimo.
—Nadie me lo había dicho nunca.
—No muchas personas consiguen verla. —Hinata contuvo una sonrisa mientras observaba el gesto serio con el que Sasuke consideraba lo que ella había dicho. —Y hay otra cosa más, pero no sé cómo vas a tomártelo.
—Suéltalo.
—Tienes un cuerpo de infarto.
—¿Un cuerpo de infarto? ¿Sí? ¿Ésa es la segunda cosa que más te gusta de mí?
—No he dicho que fuera la segunda. Te estoy diciendo cosas que me gustan de ti y ésa en concreto me encanta.
—¿Mi cuerpo?
—Tienes un cuerpo estupendo, Sasuke. En serio.
—Gracias.
—De nada.
El embate de las olas llenó el silencio que se extendió entre ellos.
—Tú también —dijo él.
—¿También qué?
—Tienes un cuerpo estupendo. Me gusta.
—¿De veras? Pero si no es gran cosa. Tengo los hombros demasiado estrechos en comparación con las caderas y los muslos demasiado gruesos. Y mi estómago...
Él negó con la cabeza.
—La próxima vez que oiga a una mujer decir que los hombres somos unos neuróticos, recordaré esto. Tú me dices que te gusta mi cuerpo, ¿y qué hago yo? Te doy las gracias. Luego te digo que me gusta el tuyo, ¿y qué escucho? Una larga lista de quejas.
—Es culpa de las Barbies. —La mueca de desagrado de Sasuke la complació sobremanera. —Gracias por el cumplido, pero sé sincero. ¿No crees que tengo los pechos demasiado grandes? Nunca me han gustado, se burlaban de mí en la secundaria y O-Ren decía que estaba gorda.
—Mmh. Veamos. —La tomó por los hombros y la hizo girar de cara al océano, luego se puso detrás de ella. La rodeó con los brazos y le ahuecó los pechos. La piel de Hinata se erizó de deseo cuando Sasuke apretó y moldeó los montículos, recorriéndole las suaves pendientes y rozando las endurecidas cimas con los pulgares.
A Hinata se le entrecortó la respiración. Sasuke le acarició la oreja con los labios y le murmuró al oído:
—Creo que son perfectos, Hinata. Exactamente del tamaño adecuado.
Ella se volvió y no había nada en el mundo que pudiera haber evitado que lo besase. Le rodeó el cuello con los brazos, se puso de puntillas y apretó su boca contra la de él, con labios suaves y flexibles. La lengua de Sasuke jugueteó con la suya y ella respondió a la provocación. Hinata perdió la noción del tiempo y ni se le pasó por la cabeza separarse de él. Los dos cuerpos se habían fundido en uno.
—¡Mira, Tsukino! Es la pareja del circo.
Hinata y Sasuke se separaron de golpe, como dos adolescentes pillados in fraganti por la policía.
La dueña de la estridente voz era una mujer de mediana edad, con un vestido de flores verde lima y un enorme bolso negro colgado del hombro. Su marido llevaba puesta una gorra azul que cubría lo que, casi con toda seguridad, sería una calva. El hombre tenía los pantalones enrollados en las pantorrillas y la camiseta de deporte se te ceñía a la prominente barriga.
La mujer les brindó una alegre sonrisa.
—Hemos asistido a la función. Éste es Tsukino. No se ha creído que estuvierais enamorados de verdad. Me aseguró que todo era falso, pero le dije que nadie podía fingir algo así. —Dio una palmadita en la barriga de su marido. —Tsukino y yo llevamos casados treinta y dos años, así que sé reconocer el amor verdadero cuando lo veo.
Al lado de Hinata, Sasuke estaba rígido y ponía cara de póquer, dejando que fuera ella quien sonriera al matrimonio.
—Seguro.
—Nada me gusta más que un matrimonio con los pies en el suelo.
Sasuke saludó a la pareja con una brusca inclinación de cabeza y agarró el brazo de Hinata para alejarla de allí. Hinata se volvió y les gritó:
—¡Espero que disfruten de otros treinta y dos años juntos!
—Y ustedes también, tesoro.
Dejó que Sasuke la arrastrara, sabiendo que no conseguiría nada protestando. El tema del amor lo ponía tan nervioso que ella sintió el absurdo impulso de consolarlo. Cuando llegaron a los escalones que conducían a la carretera, se detuvo y se volvió hacia él.
—Sasuke, no pasa nada. No voy a enamorarme de ti.
En cuanto las palabras salieron de su boca, Hinata notó una pequeña punzada en el corazón. Eso la asustó, porque sabía que sería una catástrofe enamorarse de él. Eran demasiado diferentes. Él era duro, serio y cínico, mientras que ella era justo lo contrario.
Entonces, ¿por qué él provocaba algo tan elemental en su interior? ¿Y por qué ella parecía comprenderle tan bien cuando Sasuke no le había contado nada de su pasado ni sobre su vida fuera del circo? A pesar de todo, Hinata sabía que Sasuke la había ayudado a encontrarse a sí misma. Gracias a él era más independiente de lo que nunca lo había sido. Por primera vez en su vida, se sentía bien consigo misma.
Sasuke subió los escalones.
—Eres una romántica, Hinata. No es que me considere un ser irresistible, bien sabe Kami que no lo soy, pero llevo años observando que cuanto más indiferente se muestra un hombre, más interesada se vuelve la mujer.
—Bah.
Cuando llegaron arriba, él apoyó las caderas en la barandilla y la observó.
—Lo he visto muchas veces. Las mujeres anhelan lo que no pueden tener, incluso aunque no sea bueno para ellas.
—¿Es así como te consideras? Malo para las personas que te rodean.
—No quiero hacerte daño. Por eso me molestó el cambio que hiciste en la caravana. Ahora es más acogedora y será más fácil vivir en ella, pero no quiero jugar a las casitas. A pesar de que nuestro matrimonio sea un acuerdo legal, esto no es más que un simple rollo. Una cana al aire. Sólo eso.
—¿Un rollo?
—Un lío. Una aventura. Llámalo como quieras. Sólo es algo pasajero.
—Eres imbécil.
—¿Ves como tengo razón?
Ella intentó controlar la cólera.
—¿Por qué te casaste conmigo? Al principio pensé que mi padre te había pagado, pero ahora sé que no fue así.
—¿Y qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?
—Ahora te conozco.
—¿Y crees que no me dejo comprar?
—Sé que es imposible que te dejes comprar.
—Todo el mundo tiene un precio.
—Pues dime, ¿Cuál fue el tuyo?
—Le debía un favor a tu padre y tenía que pagárselo. Eso es todo.
—Debía de ser un favor muy grande.
La expresión de Sasuke se volvió fría y Hinata se sorprendió cuando, después de un largo silencio, añadió:
—Mis padres y mi hermano murieron en un accidente ferroviario en Konoha cuando yo tenía dos años. Se hizo cargo de mí el pariente más cercano, el hermano de mi madre, Madara. Era un sádico hijo de puta al que le daba placer pegarme.
—Sasuke...
—No quiero ganarme tu simpatía. Sólo quiero que comprendas cómo soy. —Él se sentó en un banco y parte de su rabia desapareció. Se inclinó hacia delante y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice. —Siéntate, Hinata.
Ahora que ya no tenía remedio, Hinata se preguntó si no debería haber dejado las cosas tal y como estaban, pero había llegado demasiado lejos como para retroceder ahora, y se sentó a su lado. Él se quedó mirando hacia delante; parecía cansado y vacío.
—Habrás leído historias sobre niños maltratados, niños a los que mantienen encerrados durante años. —Ella asintió con la cabeza. —Los psicólogos dicen que incluso después de haber sido liberados de esa tortura, estos niños no se desarrollan de la misma manera que los demás. No tienen las mismas actitudes sociales. Y si no los rescatan a tiempo, ni siquiera aprenden a hablar. Supongo que eso es lo que me pasa con el amor. No llegué a experimentarlo en la infancia y ahora no puedo sentirlo.
—¿A qué te refieres?
—No soy uno de esos cínicos que cree que el amor no existe, porque lo he visto en otras personas. Pero yo no puedo sentirlo. Ni por una mujer ni por nadie. Nunca he amado.
—Sasuke.
—No es que no lo haya intentado. He conocido a mujeres buenas a lo largo de mi vida pero, al final, sólo he conseguido herirlas. Por eso te he contado las píldoras. Por eso no quiero tener hijos.
—¿Crees que nunca podrás mantener una relación duradera? ¿Te refieres a eso?
—Sé que no puedo. Pero es más profundo que todo eso.
—No entiendo. ¿Qué es lo que te pasa?
—¿No has oído nada de lo que he dicho?
—Sí, pero...
—No puedo sentir las mismas emociones que los demás hombres. Por nadie. Ni siquiera por un niño. Cualquier niño merece que su padre lo ame, pero yo no podría.
—No te creo.
—¡Créelo! Me conozco a mí mismo y sé que no podría hacerlo. Mucha gente se toma a la ligera tener hijos, pero yo no. Los niños necesitan amor y, si no lo tienen, algo se muere en su interior. No podría vivir conmigo mismo sabiendo que un niño sufre por mi culpa.
—Todo el mundo es capaz de amar, y más cuando se trata de su propio hijo. Te ves a ti mismo como una especie de... de monstruo.
—Más bien como una mutación. No tuve una educación normal y es por eso que soy distinto. No puedo tolerar la idea de tener un hijo y que crezca sabiendo que no le amo. No pienso hacerle a nadie lo que me hicieron a mí.
Era una noche calurosa, pero Hinata se estremeció al darse cuenta del terrible legado que aquel violento pasado le había dejado a Sasuke. Ese legado también la afectaba a ella y se abrazó a sí misma. Nunca se había imaginado teniendo un hijo con Sasuke, pero quizá la idea ya había germinado en su subconsciente porque sentía como si acabara de sufrir una profunda pérdida.
Hinata observó el perfil de su marido recortado contra el carrusel que giraba a lo lejos. La imagen la llenó de pena. Los caballos de madera, de brillantes colores, parecían representar la inocencia, mientras que Sasuke, con aquellos ojos sombríos y el corazón vacío, era como un condenado a muerte. Durante todo el tiempo Hinata había pensado que era ella la que más amor necesitaba, pero él tenía heridas mucho más profundas.
Guardaron silencio mientras volvían caminando a la caravana; no había nada más que decir. Tater se había escapado otra vez y la estaba esperando. Trotó hacia ella saludándola con un barrito.
—Lo ataré de nuevo —dijo Sasuke.
—No te preocupes, lo hago yo. Necesito estar sola un rato.
Él asintió con la cabeza y le pasó el pulgar por la mejilla mientras le dirigía una mirada tan desolada que Hinata no pudo soportarlo, así que se volvió y acarició la trompa de Tater.
—Vamos, Tater.
Lo llevó con los demás elefantitos y lo ató con la correa; luego cogió una vieja manta de lana y la puso en el suelo a su lado. Se sentó y se rodeó las rodillas con los brazos, Tater se acercó a ella. Por un momento pensó que la pisaría y se puso tensa, pero el animal se limitó a colocar sus patas delanteras a ambos lados y a rodearla con la trompa.
Hinata se encontró sumergida en una cálida cueva. Presionó la mejilla contra el áspero cuerpo del animal, protegida entre las patas de Tater mientras oía el fuerte latido de su dulce y travieso corazón. Sabía que debería moverse, pero a pesar de estar bajo una tonelada de elefante, nunca se había sentido más segura. Allí sentada, pensó en Sasuke y deseó que fuera lo suficientemente pequeño para estar donde ella estaba, justo debajo del corazón de Tater.
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(1) Gagaku. Tipo de música clásica japonesa que se interpreta en la corte imperial y que tiene trece siglos de desarrollo ininterrumpido.
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Hi everyone! Por fin tenemos el momento que algunos esperaban, ¡el show Sasuhina! ¿Qué opinan de su performance?
Ya vamos a mitad de camino con la historia, y a diferencia de Nomeolvides, Trapecio me ha parecido mucho más fluida. Pese a ello, me veo en la necesidad de cambiar los días de actualización de miércoles a viernes porque mis vacaciones llegan a su fin y confieso, estaré algo presionada...
Como sea, les agradezco mucho sus reviews, me gusta enterarme de sus deducciones, de sus reacciones y sobre todo, me gusta que les gusta Trapecio :3
Nos vemos mañana mes amis!
