Ⓒ Naruto, Masashi Kishimoto.

Adaptación Sasuhina. AU. Obviamente OOC en personajes.


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TRAPECIO SIN RED

Capítulo 15

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Sasuke estaba dormido cuando Hinata regresó a la caravana. La joven se desvistió tan silenciosamente como pudo y se puso una de las camisetas de su marido. Cuando se acercaba al sofá, oyó un ronco susurro:

—Esta noche no, Hinata. Te necesito.

Se giró y lo vio a través de la oscuridad. Tenía los ojos entrecerrados por el deseo. Estaba despeinado y la magatama de jade colgando de su cuello, resplandecía bajo la luz de la luna que entraba por la ventana. Hinata aún podía oír en su mente el fuerte latido del corazón de Tater transmitiéndole un mensaje de amor incondicional. Sabía que no podía darle la espalda a Sasuke en ese momento.

Esta vez no hubo sonrisas. Ni dulzura. La poseyó con ferocidad, casi con desesperación y, cuando todo terminó, Sasuke se acurrucó detrás ella, sin soltarla. Se quedaron dormidos con la mano de él sosteniéndole un pecho.

Hinata no regresó al sofá la noche siguiente. A partir de ese día, compartió la cama con su marido mientras sentía que su corazón se inundaba de una emoción a la que no quería dar nombre.

Una semana más tarde, llegaron al centro de Iwagakure. Instalaron el circo en el patio de una escuela situada en un barrio de las afueras, con casas color crema de dos plantas, columpios en los patios traseros y monovolúmenes en los garajes. De camino a la casa de fieras, donde Tater estaba atado, Hinata se pasó por el vagón rojo para hacer unos cambios en el pedido de pienso y, cuando entró, vio a Yamato examinando algunas carpetas.

La saludó con una inclinación de cabeza. Ella le devolvió el saludo y se dirigió al escritorio para buscar los papeles que necesitaba. Sonó el móvil y lo cogió ella.

—Circo de los Hermanos Hatake.

—Quería hablar con el doctor Uchiha —respondió un hombre con voz de barítono. —¿Podría avisarlo?

Hinata se dejó caer en la silla.

—¿Con quién?

—Con el doctor Sasuke Uchiha.

A Hinata comenzó a darle vueltas la cabeza.

—N-no está aquí en este momento. ¿Quiere dejar algún recado?

La mano le tembló al apuntar el nombre y el número. Cuando colgó sintió que se tambaleaba.

¡Sasuke era doctor! Sabía que era un hombre culto y que tenía una vida que parecía secreta, pero jamás se había imaginado algo así.

El misterio que rodeaba a su marido era cada vez más profundo, pero no sabía cómo sonsacarle la verdad. Sasuke seguía esquivando cualquier pregunta que le hiciera, seguía actuando como si no tuviera una existencia más allá del circo.

Se humedeció los labios resecos y miró a Yamato

—Era un hombre que quería hablar con Sasuke. Lo llamó doctor Uchiha.

Yamato metió varias carpetas en el cajón abierto del archivador sin mirarla.

—Déjale el mensaje en el escritorio. Lo verá cuando entre.

Yamato no había mostrado reacción alguna, así que evidentemente sabía más de la vida de su marido que ella. Tal certeza le dolió.

—Debe de ser un descuido por su parte, pero Sasuke no me ha dicho qué rama de la medicina practica.

Yamato cogió otra carpeta.

—Tal vez porque no quiere que lo sepas.

Hinata se sentía carcomida por la frustración.

—¿Podrías decirme lo que sabes de él, Yamato?

—En el circo aprendemos a no meter las narices en la vida de los demás. Si alguien quiere hablar sobre su pasado, lo hace. Si no, es asunto suyo.

Ella se dio cuenta de que lo único que había conseguido era avergonzarse a sí misma. Hizo tiempo hojeando algunos periódicos y se escapó de allí lo más rápidamente que pudo.

...

Encontró a Sasuke acuclillado junto a Garuda, examinando la herradura del caballo. Lo observó durante un buen rato.

—Eres veterinario.

—¿De qué hablas?

—Eres veterinario.

—¿Desde cuándo?

—¿No lo eres?

—No sé de dónde sacas esas ideas.

—Acabas de recibir una llamada. Alguien quería hablar con el doctor Uchiha.

—¿Y?

—Si no eres veterinario, ¿qué tipo de doctor eres?

Él se puso en pie y palmeó el cuello de Garuda.

—¿No has pensado que podía ser un apodo?

—¿Un apodo?

—De mis días de prisión. Ya sabes que los convictos le ponen apodos a todo el mundo.

—¡N-no has estado en prisión!

—Pero si lo dijiste tú misma. Por asesinar a aquella camarera.

Hinata pateó el suelo con frustración.

—¡Sasuke Uchiha, d-dime ahora mismo a qué te dedicas cuando no estás en el circo!

—¿Por qué quieres saberlo?

—¡Soy tu esposa! Merezco saber la verdad.

—Todo lo que necesitas saber es que tienes delante de ti a un antipático artista circense que posee un pésimo sentido del humor. No necesitas saber nada más.

—Eso es lo más indulgente y condescendiente...

—No es mi intención ser condescendiente, cara de ángel. Pero no quiero que te hagas ilusiones. Esto es lo que hay. Una gira con el circo de los Hermanos Hatake. Caravana y trabajo duro. —La expresión de Sasuke se suavizó. —Hago lo que está en mi mano para no hacerte daño. Por favor, acéptalo y deja de hacerme preguntas.

Si hubiera sido hostil, lo habría desafiado, pero Hinata no pudo luchar contra esa repentina dulzura en su voz. Dio un paso atrás y observó las profundidades de sus ojos. Eran tan misteriosos como los de Matatabi.

—Esto no me gusta, Sasuke —dijo ella con suavidad, —no me gusta nada. —Y se dirigió hacia la casa de fieras.

...

Un rato más tarde, Sakura entró en la carpa. En ese momento, Hinata acababa de terminar de limpiar la jaula de Yonbi con una manguera.

—¿Puedo hablar contigo?

—Sí. —Al cerrar la manguera, Hinata vio que la chica estaba tensa y que tenía ojeras.

—¿Por qué no le has contado a Mei lo del dinero?

Hinata enrolló la larga manguera y la sostuvo entre las manos.

—He decidido no hacerlo.

—¿No vas a decírselo? —Hinata negó con la cabeza.

Los ojos de Sakura se llenaron de lágrimas.

—¿¡Por qué no vas a hacerlo después de todo lo que te he hecho!?

—Puedes devolverme el favor prometiéndome no fumar más.

—¡Vale! Haré lo que sea. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí, Hinata. Nunca. —Sakura agarró la manguera que Hinata acababa de enrollar. —Déjame ayudarte. Dime qué quieres que haga. Haré cualquier cosa.

—Gracias por la oferta, pero no es necesario. —Comenzó a enrollar la manguera de nuevo, pero esta vez la llevó afuera y la apoyó contra la carpa.

Sakura la siguió.

—Haré lo que quieras... Sé que sólo soy una niña y todo eso, pero como no tienes amigos aquí, quizá podríamos hacer cosas juntas. —Se detuvo a pensar qué podrían hacer para superar lo ocurrido, algo en lo que no importara la diferencia de edad. —Podríamos ir a comer pizza o algo por el estilo. O podríamos peinarnos la una a la otra.

Hinata no pudo evitar sonreír ante el tono esperanzado de la chica.

—Suena bien.

—Voy a recompensarte por esto, te lo prometo.

Algunas cosas no se podían arreglar, pero Hinata no se lo dijo a Sakura. Había tomado una decisión: no pensaba dejar que la culpa pendiera sobre la cabeza de la adolescente.

Jiraiya Senju se acercó a ellas, con una expresión que no presagiaba nada bueno.

—¿Qué haces aquí, Sakura? Te he dicho que te alejes de ella. —Sakura se sonrojó.

—Hinata ha sido muy amable conmigo y quería ayudarla.

—Vete con Mei. Quiere practicar contigo la posición del pino.

Sakura parecía cada vez más infeliz.

—Papá, Hinata es genial. No me gusta que pienses mal de ella. Es buenísima con los animales y me trata...

—Vete, Sakura—dijo Hinata agradeciéndole el esfuerzo con un gesto de cabeza. —Gracias por ofrecerte a ayudar.

Sakura se fue a regañadientes.

Jiraiya parecía tan enfadado como un Silvestre Stallone con ración doble de testosterona.

—Mantente alejada de ella, ¿me oyes? Puede que Sasuke esté ciego contigo, pero los demás no olvidamos lo que has hecho.

—No me avergüenzo de nada de lo que he hecho, Jiraiya.

—¿No te avergüenzas de lo que has hecho? ¿Si se hubiera tratado de dos mil ryō en vez de doscientos estarías avergonzada? Lo siento, nena, pero para mí un ladrón es siempre un ladrón.

—¿Acaso llevas una vida tan recta que nunca has hecho nada de lo que te arrepientas?

—Nunca he robado nada, de eso puedes estar segura.

—Le robas seguridad en sí misma a tu hija. ¿Eso no cuenta? —Jiraiya apretó los labios.

—No me des lecciones sobre cómo criar a mi hija. No es asunto tuyo ni de Mei. Ninguna de las dos tienen hijos, así que ya pueden mantener cerradas sus malditas bocazas.

Y se fue, con los músculos brillando y las plumas de la cola despeinadas.

Hinata suspiró con pesar. No daba una. Había discutido con Sasuke y se había enfrentado a Yamato y a Jiraiya. ¿Qué más podía salir mal?

El agudo murmullo de voces excitadas captó su atención y observó que otro grupo de niños de la escuela vecina llegaba al circo. Durante toda la mañana habían llegado al recinto un grupo de escolares tras otro. Con tantos niños merodeando, Hinata se había asegurado de que la jaula de Tater estuviera bien cerrada, algo que disgustaba al elefantito. Esta vez los niños eran muy pequeños. Debían de ser del jardín de infantes.

Miró con tristeza a la profesora de mediana edad que los acompañaba. Puede que ese trabajo no le gustara a mucha gente, pero era el que deseaba desempeñar ella.

Observó la soltura con la que la profesora vigilaba que los niños no se descontrolaran y, por un momento, Hinata se imaginó que era ella. No se entretuvo con esa fantasía demasiado tiempo. Para ser profesora se necesitaba un título universitario, y ella ya era demasiado mayor para ponerse a estudiar.

No pudo resistirse a acercarse a los niños cuando se aproximaron a la jaula de Matatabi, que tenía una cinta alrededor para que los pequeños visitantes no se acercaran demasiado. Después de sonreír a la profesora, se dirigió a una niña con rostro de querubín que miraba al tigre con temor.

—Se llama Matatabi y es un tigre de bengala blanco.

—¿Come gente? —preguntó la pequeña.

—No come personas, pero es un carnívoro. Eso quiere decir que come carne.

La pequeña se mostró más animada.

—Mi jerbo come comida de jerbo.

Hinata se rio. La maestra sonrió.

—Parece que sabe mucho sobre tigres. ¿Le importaría contarle a los niños algo sobre Matatabi?

Una oleada de excitación atravesó a Hinata.

—¡Me encantaría! —Rápidamente rebuscó en su mente todo lo que había aprendido sobre los animales en sus recientes visitas a la biblioteca y escogió aquellos detalles que los niños pudieran comprender. —Hace cien años, los tigres vagaban libres por muchas partes del mundo, pero ahora ya no es así. La gente comenzó a vivir en las tierras que habitaban los tigres... —siguió hablándoles sobre aquellos felinos, sobre su lenta extinción, y se sintió gratificada al ver que los niños escuchaban atentamente sus palabras.

—¿Podemos darle mimitos? —preguntó uno de ellos.

—No. Ya es mayor y tiene malas pulgas. No entendería que no quieres hacerle daño. No es como los perros o los gatos.

Siguió contestando a un gran número de preguntas, incluyendo el por qué del color de su pelaje y sobre las necesidades fisiológicas de Matatabi, éstas últimas las que provocaron un coro de risitas tontas, escuchó atentamente la historia de uno de los niños sobre un perro que había muerto y el anuncio de que otro que acababa de pasar la varicela. Eran tan ricos que Hinata podría haberse pasado todo el día hablando con ellos.

Cuando la clase se dispuso a seguir adelante, la profesora le agradeció la explicación y la pequeña de mejillas sonrosadas le dio un abrazo. Hinata se sintió como si flotara en una nube.

Siguió observándolos mientras se acercaba a la caravana para disfrutar de un almuerzo rápido. Se detuvo de golpe cuando una familiar figura, embutida en unos pantalones grises y una pálida camisa perlada, salió del vagón rojo. Hinata era incapaz de creer lo que veía. En ese momento fue consciente de las ropas sucias y del despeinado cabello que lucía, resultado del último aseo de Yonbi.

—Hola, Hinata.

—¿Papá? ¿Qué haces aquí? —Su padre era una figura tan poderosa en la mente de Hinata que la joven rara vez notaba que su constitución ahora lucia algo envejecida, apenas un poco más alto que Sasuke. Era la imagen de la opulencia y la elegancia, con aquel largo cabello castaño, pintado apenas por algunos mechones canosos, —el reloj de oro y los mocasines con un discreto adorno dorado en el empeine.

Era difícil imaginárselo abandonando la dignidad el tiempo suficiente como para enamorarse de una modelo y concebir una hija ilegítima, pero Hinata era la prueba viviente de que su padre había sido humano una vez.

—He venido a ver a Sasuke.

—Ah. —Se esforzó por ocultar el dolor que le producía saber que no había ido a verla a ella.

—También quería saber cómo te iba.

—¿Y?

—Quería asegurarme de que aún estabas con él, que no habías hecho ninguna tontería.

Por un momento Hinata se preguntó si Sasuke le habría hablado del dinero robado, pero al instante supo que no lo había hecho. Esa certeza la consoló.

—Como puedes ver, todavía estoy aquí. Si me acompañas a la caravana te serviré algo de beber. O te prepararé un sándwich si tienes hambre.

—Una taza de té estaría bien.

Lo condujo hasta la caravana. Hiashi se detuvo al ver el deteriorado exterior.

—Kami. No me digas que viven aquí.

Hinata se sintió impulsada a defender su pequeño hogar.

—El interior está mucho mejor; lo he arreglado.

Abrió la puerta y lo invitó a entrar, pero a pesar de los cambios que ella había hecho, Hiashi no se sintió más impresionado con el interior que con el exterior.

—Creo que Sasuke podría haber conseguido algo mejor.

Aunque resultara extraño, aquella crítica la hizo ponerse a la defensiva.

—Es perfecto para nosotros.

Hiashi se quedó mirando la única cama de la caravana durante un buen rato. Hinata creía que la imagen lo haría sentir incómodo, pero si fue así, ella no lo notó.

Mientras ponía el agua a hervir en la cocina, él sacudió el sofá antes de sentarse, como si temiera contraer alguna enfermedad. Hinata se sentó frente a él mientras esperaba a que el agua hirviera.

El incómodo silencio que se extendió entre ellos fue roto finalmente por su padre.

—¿Cómo se llevan Sasuke y tú?

—Bien.

—Es un hombre fuerte. Casi nadie logra sobreponerse a una infancia como la suya. ¿Te ha contado cómo nos conocimos?

—Me ha dicho que le salvaste la vida.

—No sé si eso será cierto, pero cuando lo conocí su tío le estaba dando una paliza detrás de unas camionetas. Lo sujetaba contra el suelo con un pie mientras lo azotaba con una cuarta de cuero.

Hinata se sorprendió. Sasuke le había dicho que había sido maltratado, pero oírlo de labios de su padre lo hacía parecer aún más horrible.

—La camisa de Sasuke estaba hecha jirones. Tenía verdugones rojos por toda la espalda; algunos de ellos sangraban. Su tío le maldecía por alguna tontería mientras lo azotaba con todas sus fuerzas. —Hinata cerró con fuerza los ojos, deseando que su padre dejara de hablar, pero él continuó. —Lo que más me impactó es que Sasuke se mantenía en absoluto silencio. No lloraba. No pedía ayuda. Sólo aguantaba. Fue lo más trágico que he visto en mi vida.

Hinata se sintió enferma. No era de extrañar que Sasuke no creyera en el amor. Su padre se reclinó en el sofá.

—Irónicamente yo no tenía ni idea de quién era el niño. Por aquel entonces Madara Uchiha viajaba en el viejo Circo de Akatsuki y decidí ir a verlo a donde se habían instalado en Tokugakure. Por supuesto, había oído rumores sobre la relación familiar. Incluso la había investigado para asegurarme de que era auténtica, pero siempre soy escéptico con historias como ésas y, al principio, no me lo creí.

Aunque Hinata conocía la pasión de su padre por la historia shinobi, no sabía que ésta se extendiera hasta el circo. Cuando la tetera comenzó a silbar, se dirigió al fogón.

—Pero la relación es autentica. Los Uchiha son una de las familias más famosas de la historia del circo —dijo Hinata.

Él la miró con extrañeza mientras ella comenzaba a preparar el té.

—¿Los Uchiha?

—Al parecer la mayoría de las generaciones conservó el apellido de las mujeres. ¿No te parece algo inusual?

—Más bien irrelevante. Los Uchiha eran gente del circo desde algunas generaciones, si. —Apretó los labios con desdén. —Pero por lo único que me interesaba Madara Uchiha era por los rumores que corrían sobre el matrimonio de su hermana, Mikoto, la madre de Sasuke.

—¿A qué te refieres?

—Lo que me interesaba era la familia del padre de Sasuke. El hombre con el que se casó Mikoto Uchiha. Por Kami, Hinata. ¿Acaso no sabes nada de tu marido?

—Sé muy poco —admitió ella. Llevó las dos tazas al sofá y le tendió una. Sujetó su taza con ambas manos mientras tomaba asiento en el otro extremo del sofá.

—Pensé que te lo habría contado, pero es tan reservado que es normal que no te haya dicho nada.

—¿Decirme qué? —Hinata llevaba tiempo esperando eso, pero ahora que llegaba el momento no estaba segura de querer saberlo.

Un leve temblor de excitación tiñó la voz de Hiashi cuando se lo explicó.

—Sasuke es un Ōtsutsuki, Hinata.

—¿Un Ōtsutsuki?

—Por la línea paterna.

La primera reacción de Hinata fue de diversión, pero ésta se desvaneció al darse cuenta de que su padre estaba tan obsesionado por la historia shinobi que había estado investigando en todos lados.

—Papá, eso no es cierto. Sasuke no es un Ōtsutsuki. Es un Uchiha de los pies a la cabeza. La historia de los Ōtsutsuki es sólo parte de su número; algo que se inventó para hacerlo más apasionante.

—No insultes mi inteligencia, Hinata. No me dejaría engañar por un cuento para el circo. —Cruzó las piernas. —No tienes ni idea de cuánto investigué antes de llegar a ésta conclusión. Cuando supe que Sasuke era un auténtico Ōtsutsuki, lo aparté de Madara Uchiha, que aún tardó diez años en morir. Me encargué de la educación de Sasuke, que había sido abominable hasta ese momento. Lo metí en un internado, pero insistió en pagarse él mismo la universidad, por lo que fue imposible mantenerlo alejado del mundo del circo. ¿Crees que hubiera hecho todo eso si no hubiera estado absolutamente seguro de quién era?

Un helado escalofrío recorrió la espalda de Hinata,

—¿Y quién es exactamente?

Hiashi volvió a reclinarse en el sofá.

—Sasuke es el bisnieto del Emperador Hogoromo Ōtsutsuki.


...

Dije, ¿qué? Me quedé como ¿watafuk? ¿Esto es real? Dije sho, ¿esto es real? xD

Me voy, no sin antes decir: nunca es tarde para estudiar lo que quieras :3

Nos vemos mañana para averiguar qué show...

CIAO!

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